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DIFICULTADES por Harcet

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Mello apagó por tercera vez la ensordecedora alarma de su móvil y se cubrió el rostro con las sábanas, soltando un gruñido. No deseaba asistir a la escuela aquel día, y es que se sentía realmente cansado luego de haber andado con botes de pintura de un lado a otro el día anterior.

Vaya falta de actividad físca, eh.

Le había dicho Matt, casi lanzando los botes de pintura sobre el suelo del apartamento. Mello asintió, entre agitado y molesto, pero le dio la razón. Últimamente andaba muy perezoso.

Mihael dio un gran bostezo y observó por última vez las paredes de su habitación, notando como poco a poco la pintura había perdido color y daba paso a unas pequeñas manchas oscuras debido a la humedad del ambiente.

Suspiró con desgana; realmente no deseaba pintarlas, detestaba la simple idea de tener que hacerlo. Pero era consciente su descuido... y de que Elle le reñiría si se enterara. Ya había pagado por la pintura, además.

Se llevó una mano a la frente y se sentó sobre la cama, recordando la única vez que mostró interés en decorar su apartamento. Le había pedido ayuda a Matt, quien, con total resignación, había terminado con la pintura escurriéndose por toda su ropa ya que gracias a él, ahora Mello tenía una diminuta imitación de "Beavis and Butt-head" en la pared de su sala.

Se lo tenía bien merecido, pensó, y es que ese pelirrojo podía ser una verdadera molestia cuando se lo proponía. Jamás lo tomaba en serio.

Cogió uno de sus jeans más viejos y se los colocó. Llamó a Matt para avisarle que llegaría tarde a clases y se dispuso a destapar aquellos envases repletos de pintura blanca. Mello hizo una mueca; el olor era demasiado fuerte. Tomó la delgada liga negra que llevaba siempre en la muñeca y se recogió el cabello, gruñendo con desgana.

—Bien —susurró colocándose la brocha entre los dientes, acomodó varios diarios viejos en el suelo y suspiró—, empecemos.

 

***

 

—Diablos, ¿en serio lo hiciste tú solo?

Matt estaba impresionado, y lo demostraba paseándose entre las habitaciones inspeccionando cada rincón de la casa de su amigo. Mello se había pasado la mañana pintando y aquello dejó al pelirrojo totalmente admirado.

—Sí, y si haces algo te mato —respondió Mello tumbándose sobre el sofá, agotado.

—Es increíble como el blanco puede iluminar todo por aquí. Parece otro departamento —comentó el pelirrojo, lanzando su mochila al suelo sin dejar de contemplar el lugar.

Mello miró el techo por un momento, distraído.

—Quiero traer a Near aquí —mencionó de pronto, incorporándose lentamente mientras se aflojaba la corbata.

Matt le miró, sorprendido por la repentina confesión.

—¿Es por eso que lo hiciste? Mello... ¿sí recuerdas que él...?

Mello frunció el ceño.

—No seas bobo, Matt —dijo mientras se ponía de pie, fastidiado—, no lo hice por eso. Solo necesitaba un ambiente diferente. Ya sabes.

—Claro.

—Pero quiero invitarlo a cenar con nosotros o algo —comentó en voz baja. Matt asintió.

—Por supuesto, ¿cuándo planeas hacerlo? Puedo preparar mi deliciosa salsa de...

—Ni lo pienses —soltó Mello mientras rodeaba a su amigo para ingresar al baño. Matt lo siguió.

—¡Ni si quiera he terminado!

Mello también estaba impresionado. El baño había quedado impecable. Su habitación se encontraba demasiado ordenada como para decir que era suya y la cocina, la cocina se veía ahora más grande y espaciosa. Definitivamente parecía otro lugar. Y es que no solo se había tomado la molestia de pintar, sino también de limpiar, desempolvar y ordenar algunos muebles y alacenas.

Estaba bastante satisfecho, la verdad.

—No planeo probar tu "salsa de lo que sea" otra vez —bromeó mientras acomodaba algunos frascos en el botiquín del baño. Cogió el shampoo, una toalla y abrió la regadera—, ahora largo.

—Está bien, está bien —Matt retrocedió unos pasos, cerrando la puerta del baño para que su amigo pudiera tomar una ducha tranquilo—, entonces, qué te parece pedir una pizza o tal vez comida china.

—Suena bien —gritó Mello desde la ducha. Matt sonrió.

Al rato Mihael salió del baño con una toalla sobre la cabeza y solo unos jeans puestos. Matt se despidió de él, diciéndole que tenía que resolver un inconveniente de pronto y que lo vería más tarde, a lo que Mello solo asintió, un tanto extrañado por el repentino cambio de planes y simplemente terminó de ponerse la ropa.

Bien, tal vez aquello le daba tiempo de hacer otras cosas, pensó. Hacía días no visitaba el Centro.

Cogió sus llaves y se colocó una chaqueta, apagando todas las luces del lugar antes de salir.

Hacía unas cuantas semanas Mello había logrado intercambiar teléfonos con Halle, la enfermera que usualmente ayudaba a Near, pidiéndole que no dudara en llamarle o escribirle en caso necesitara algo. La mujer, bastante conmovida había aceptado, escribiéndole de vez en cuando, enviándole incluso algunas fotografías (con el consentimiento del albino, claro). Logrando sacarle unas cuantas sonrisas al rubio.

Pero Mihael no pudo evitar fruncir el entrecejo al llegar y observar entre las enormes rejas. Y es que jamás había visto aquel lugar tan vacío. Ni un alma. Parecía no haber atención aquel día, lo que le extrañó demasiado considerando el hecho de que se encontraba dentro del horario de visita. Verificó la hora y fecha en su móvil, pensando que tal vez él se había confundido. Pero no era así.

Se preguntó por qué Halle no le había comentado nada al respecto.

Sacó su móvil una vez más y marcó al número de Lidner, el cual timbró un par de veces hasta que finalmente alguien respondió.

—¿Hola? —Mello se encogió en su lugar, frotándose el puente de la nariz—, sí... sí, ahora mismo estoy afuera pero... —silencio—, oh... bien. Esperaré.

Mello guardó el móvil en el bolsillo de su chaqueta una vez terminada la llamada y aguardó unos minutos, notando entonces la figura de Halle a lo lejos acercándose hacia aquellas enormes rejas.

—Hola Mihael.

 

.

 

—Entonces, dices que la mayoría se encuentra en... ¿una actividad?

—Así es, en las fechas próximas a las fiestas es común en este lugar hacer ese tipo de actividades —Near se encontraba sobre su cama, enrollándose un mechón blanco—, las familias vienen y hacen una especie de excursión, los más pequeños van a acompañados de los encargados y aquellos que deseen quedarse tienen toda la libertad de hacerlo.

Mello le miró desde su lugar. Deseaba conocer las razones de por qué Near prefería quedarse solo dentro de aquellas cuatro paredes. Aunque lo conocía y sabía que le respondería que no pasaba nada y que le agradaba así, probablemente su dificultad para salir en días soleados tenía que ver con ello. Colocó ambas manos en los bolsillos.

—Bien, ¿significa que no hay absolutamente nadie y podemos hacer lo que queramos con este lugar? —preguntó Mello, burlón.

Halle enarcó una ceja.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Near.

Mello buscó a Halle con la mirada y ella accedió a su petición de charlar fuera. Luego de unos pocos minutos, Mihael ingresó nuevamente a la habitación y se sentó junto a Nate, quien parecía estar algo impaciente. Tenía las mejillas algo sonrosadas y no dejaba de mover el pie.

—Bien enano —Mello suspiró, pensando bien en lo que iba a decir, tampoco quería espantarlo con sus palabras—, ¿te gustaría venir conmigo y con Matt...?

El albino no respondió. Aquella pregunta le había agarrado algo desprevenido, y es que a pesar de que Mello no lo había soltado directamente, sabía a lo que se refería... le estaba invitando a su departamento.

Near jamás se había proyectado las posibilidades de salir de aquel lugar, mucho menos llegar tan lejos como ir a comprar un par de malteadas, viajar en auto, perderse en la ciudad... y con Mello había logrado hacer cada una de las cosas que siempre deseó. Conocer lo extraño que era el mundo... Mello le había brindado la confianza suficiente y el apoyo necesario en todos esos meses para que así fuera. ¿Cómo desconfiar de alguien como él? ¿Cómo no sentirse tan seguro y a gusto a su lado?

Se encogió en su lugar, conmovido.

—Entiendo si no es así, no tienes que...

—Sí quiero.

Mello no se esperaba una respuesta tan segura de su parte. Es más, el notar las muecas que hacía el menor al mencionarle aquella propuesta le habían hecho desechar la idea casi de inmediato.

Lo contempló por un momento, perdiéndose en aquellos ojos grises y aquellas pestañas largas. Entonces, sonrió.

—De acuerdo.

Nate conversó unas cuantas cosas con Halle antes de abandonar el lugar, detallando la hora de su regreso y demás.

—Hey... gracias por confiar en mí —le había susurrado Mello, aprovechando que Near había olvidado algo en su habitación.

La mujer le miró a los ojos, totalmente seria. Mello había demostrado demasiado, a todos allí. No le fue difícil darse cuenta de los sentimientos totalmente genuinos hacia el menor, y el cómo su relación se fortalecía con cada visita era algo que le dejaba admirada. A pesar de ser tan distintos... Halle podía detectar cuando alguien realmente se preocupaba por el pequeño que creció prácticamente aislado de todo.

—Gracias —le dijo ella también. Mello le miró algo confundido pero inmediatamente fue a ayudar al albino cuando éste salió de la habitación con un suéter bajo el brazo.

Ambos se despidieron una vez más de la enfermera y cruzaron el pavimento con cuidado una vez cerrado aquel portón. Halle les miró alejarse, con una sonrisa estampada en su fino rostro y deseando con todas sus fuerzas todo les resultara bien.

—No traje el auto hoy —comentó Mihael mientras sujetaba el hombro del menor con firmeza—, tendremos que caminar esta vez.

—No me molesta —le dijo el albino, ladeando el rostro en su dirección—, creo que es mucho mejor así.

Mello rió, recordando el pánico que le tenía a los autos en un comienzo.

—Tienes razón —susurró divertido.

—Gracias por preocuparte, Mello.

Mihael sintió los cabellos de Near en su nariz y no pudo evitar ruborizarse por la cercanía. Desvió la mirada hacia la avenida y susurró, totalmente apenado:

—No me agradezcas.

Ambos llegaron a la entrada de aquel edificio en unos cuantos minutos. Mello le dijo a Near que aguardase en lo que él abría la reja del condominio con cuidado. Sujetó a Near del brazo y le ayudó a subir escalón por escalón con cautela hasta llegar al piso numero 6, en donde se encontraba finalmente su departamento.

—Bien, ya llegamos.

Near rozó las paredes con los dedos para guiarse mientras Mello ingresaba la llave en la cerradura.

—Huele a... ¿pintura?

Mello se sorprendió por la agudeza de Near con respecto a sus sentidos. Aquello era algo que no le fue difícil deducir desde un principio, pero siempre le sorprendía lo acertado que resultaba ser.

—Uhm... sí, estuve pintando algo en la mañana, si te incomoda...

—No me incomoda —respondió Nate, enrollándose el flequillo alborotado a la vez que ingresaba al departamento—, apenas se detecta, debe ser porque has dejado las ventanas abiertas.

—Me sorprendes, mocoso —sonrió Mello mientras lanzaba sus llaves al sofá y se quitaba la chaqueta—, pues sí, olvidé cerrarlas antes de salir —se acercó a la puerta con la intención de cerrarla pero un grito proveniente de las escaleras interrumpieron sus acciones.

—¡No cierres, Mello!

El grito de Matt sobresaltó a ambos, especialmente a Near quien no se esperaba aquella visita tan estruendosa. El pelirrojo había ingresado bruscamente al lugar, siendo arrastrado por lo que parecía ser una bestia peluda y una total tortura para Mello.

—Matt...

—Tuve que ir por Nazia, ya sabes que la tía Claire está loca y... —jadeó Matt mientras intentaba evitar que su enorme golden retriever olfatease todo y dejase rastros de baba en el suelo. Mello gruñó, haciéndole señas para que se percatara de la presencia del albino—, oh... ¡oh! Mello, cuando me comentaste que deseabas invitar a Near con nosotros no pensé que lo harías tan pronto.

Mello puso cara de horror y le golpeó las costillas, rojo como un tomate.

—¡Hola Near!

—Hola Mail —respondió el menor sin dejar de enrollarse el cabello.

—Disculpa mi impertinencia, no tenía idea, ¿cómo has... —pero a Matt no le dio tiempo de terminar, pues Near había desaparecido por completo luego de que Nazia se abalanzara ágilmente sobre él, haciéndole caer de espaldas sobre el suelo. Ambos amigos se quedaron completamente en blanco.

Y es que todo había sido tan rápido.

—¡Near!

Mello corrió a ayudarlo, percatándose de que el menor había caído sobre uno de los potes de pintura que él había dejado en la mañana. Tenía la camisa manchada y sus brazos escurrían aquel líquido blanco. Matt sujetó a su cachorra de la correa antes de que ésta terminara babéandole el rostro a ambos.

—¡Diablos, Near, lo siento tanto! —Matt no sabía dónde esconderse. Sabía que su amigo lo mataría en cualquier momento por la fulminante mirada que le dedicaba—, ¿saben qué? creo que mejor iré a dejar a esta pequeña gigante y los veo en un rato, ¿está bien?

Nazia, ajena a todo lo que ocurría, se encontraba totalmente agitada y con la lengua afuera, moviendo la cola amigablemente al recién llegado. Matt intentó llevarla fuera sin tirar al suelo el librero de Mello y se despidió apenado, disculpándose una vez más con el albino.

—Lo siento, voy a matarlo luego, ¿estás bien? —preguntó Mello mientras cerraba la puerta y le ayudaba a acomodarse la ropa. Near asintió.

—Sí, es solo que me asustó un poco —dijo mientras se incorporaba, con la mirada fija en el suelo—, jamás había sido empujado por un perro.

Mello le miró por un momento y se mordió el labio, aguantando inútilmente las carcajadas. Near asintió, diciéndole que podía reír todo lo que quiera, que él se encontraba bien. Le gustaba oír reír a Mello.

—Lo siento —se disculpó, secándose las lágrimas—, tienes pintura en todos lados.

Near se llevó una mano al rostro, sin percatarse de que la llevaba empapada en pintura. Ahora llevaba el rostro sucio también y aquello le hizo gracia a Mello.

—Te ayudaré a limpiarte, ven.

Mihael tomó a Near del brazo y lo guió con cuidado hacia el baño. Llenó un vaso con agua tibia y con un pañuelo húmedo empezó a limpiar la mejilla del albino, quien se había quedado estático en su lugar. El suave tacto de las manos de Mello sobre su rostro le habían provocado un estremecimiento. Algo que jamás había sentido con nadie.

—Tendrás que lavarte las manos —le susurró Mello mientras rozaba ligeramente la tela húmeda sobre la piel de Near. El menor asintió, empezando a doblar las mangas de su camisa—, espera... parece que te has manchado por aquí también —rozó con sus dedos aquel cuello pálido, notando que la pintura había salpicado hasta su hombro y cabello.

Near llevó ambas manos al cuello de su camisa y empezó a abrirla.

—¿Q-qué haces...?

—Me limpiaré allí también.

Mello se cubrió el rostro colorado y rodeó a Near para dejar el pañuelo sobre el lavabo. Nate sintió el movimiento brusco de Mello y se sobresaltó.

—Creo que lo mejor será que te des una ducha rápida —le dijo Mello mientras se acercaba a él nuevamente—, también me dará tiempo de lavar tu ropa.

—Está bien.

Mello se acercó a la regadera y la abrió, dejando el agua tibia caer hacia la bañera.

—¿Prefieres usar la bañera...? —le preguntó el rubio.

—Sí, gracias.

—De acuerdo... —susurró mientras se secaba la mano sobre sus jeans. Miró a Near y el cómo intentaba limpiarse la pintura del cabello en silencio—, si necesitas algo, estaré en la cocina.

—Bien.

Mello sentía que iba a explotar. Y las respuestas monótonas del albino no le ayudaban en lo absoluto. Parado allí, simplemente estático... ¿Le debía preguntar si acaso necesitaba ayuda para quitarse la ropa? Negó bruscamente con la cabeza, ¿qué demonios estaba pensando?

Se acercó a la puerta y dudó un poco antes de salir. Estaba nervioso. No tenía idea de qué hacer. ¿Debía cerrarla...?¿Dejarla abierta...? ¿Debía irse de allí o esperar a que el enano terminara? ¿Qué demonios debía hacer?

Giró el rostro con brusquedad por última vez y con las mejillas ardiéndole a mil, soltó casi gritando:

—En serio, no tengas vergüenza de pedirme ayuda si la necesitas. Es decir, ambos somos hombres y...

Near sintió las orejas arderle por primera vez en su vida. Agachó levemente la cabeza y se enrolló un mechón de cabello, sonriendo ante aquel extraño arrebato.

—Necesitaré tu ayuda para colocarme el shampoo, te avisaré una vez ingrese a la bañera, ¿está bien?

Mello procesó las palabras de Near en su cabeza y asintió, bastante avergonzado.

—Claro, está bien... esperaré fuera entonces.

Y de un portazo salió del baño, cubriéndose el rostro con el antebrazo. Mello apoyó la espalda sobre la puerta y suspiró, agobiado.

Qué mierda te pasa... cálmate.

Near, por su parte, estaba bastante nervioso al igual que Mello. El suave tacto de su piel contra la suya le había dejado el corazón acelerado. No era la primera vez que compartían un momento como ese, pero sí resultaba ser la primera en la que lograba sentir el dulce aliento de Mello chocarle en el rostro. Nate nunca había tenido alguna cercanía de esa clase y aquello lo dejó con las emociones a flote.

Era Mello el causante de aquella desgracia, de aquel repentino impulso por mostrar sus emociones a alguien más...

—Mello —le llamó Near luego de unos minutos, sentado en una esquina de aquella bañera. Había logrado encontrar la llave de la regadera y con el agua tibia llegándole a los hombros se encogió en su lugar, recogiendo sus piernas con ambos brazos.

—Aquí estoy —soltó el rubio mientras ingresaba torpemente al baño, casi golpeándose con la puerta. Se acercó lentamente a Near y se agachó para quedar a su altura—, ¿estás bien?

La imagen de Near encogido como un pequeño cachorro le sacó una pequeña sonrisa.

Near asintió, ocultando la barbilla entre sus rodillas.

—Entonces, ven —Mello estiró la mano, rozándole el brazo descubierto para que pudiera sujetarse. Near tomó su mano y se acercó lentamente hacia él, haciendo un ligero ruido con el agua. Mihael le guió con cuidado para que pudiera acomodar la espalda sobre la fría loza de la bañera—, te echaré con cuidado el shampoo, no te muevas, ¿bien?

Near asintió y agachó levemente la cabeza para facilitarle las cosas a Mello. El rubio se arrodilló frente a él y echó un poco de aquel líquido sobre la palma de su mano. Se acercó al menor y empezó a masajearle el cuero cabelludo con delicadeza. Near se encogió aún más.

—¿Pasa algo?

—Me haces cosquillas, Mello.

Mihael sonrió, divertido.

—Ya veo —acarició la zona de la nuca y Near tembló—, tranquilo, intentaré no hacerlo.

Pero Near quería decirle que no se trataba de eso. Las caricias de Mello le hacían sentir demasiado bien, sentía que su pecho iba a explotar.

Mello continuó en silencio, contemplando por momentos la pálida piel de Near, notando como sus delgadas venas se marcaban y adornaban la piel de sus muñecas, como sus cabellos blancos se perdían en la piel de su cuello y cómo éste se retorcía cual gato cada vez que le masajeaba en aquella zona.

Sonrió de lado.

—Ahora voy a quitar el shampoo, cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, ¿de acuerdo?

El albino obedeció y Mello se puso de pie, tomando una pequeña jarra para poder rociar el agua tibia.

—¿Lograste encontrar el jabón? —le preguntó mientras rociaba el agua con cuidado sobre su frente.

—Sí, lo usé antes de llamarte.

—Está bien, echa la cabeza un poco más hacia atrás. Bien...

Near presionaba sus manos contra su pecho cada vez que Mello le acariciaba el cabello con una delicadeza que hasta ahora desconocía en él. No lograba entender como aquel muchacho impulsivo y hasta a veces malhumorado podía insistir en ayudarle tanto. Y cómo en tan poco tiempo había logrado sentirse en confianza y familiaridad con él, de una manera tan especial... Se sentía demasiado bien. Llegaba pensar incluso que aquello era demasiado para alguien como él.

Mihael dejó a un lado la jarra una vez terminó de enjuagarle el cabello y se alejó para alcanzarle a Near una toalla. El albino, con los ojos fijos en el suelo no supo en dónde apoyarse para ponerse de pie, así que Mello le tomó de la mano antes de que éste resbalara debido a la humedad. Lo cubrió con la toalla inmediatamente y le ayudó a salir de aquella bañera, rodeando su frágil cuerpo con el brazo.

—Te ayudaré a secarte el cabello, espera —susurró el rubio mientras buscaba una de sus toallas más pequeñas en el botiquín. Cogió una y le cubrió la cabeza, pasándola sobre aquellos cabellos que goteaban sobre su rostro—, te prestaré algo de ropa, puede que te quede algo grande pero... hey, ¿Near? ¿qué pasa? ¿por qué... lloras?

El albino se quedó inmóvil ante las palabras de Mello. Se llevó una mano al rostro, perplejo al notar como pequeñas gotas habían empezado a caer de sus ojos. ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba llorando realmente? ¿A qué se debía eso?

Mello parpadeó, confundido.

—Debe ser... el agua... de mi cabello...

Era la primera vez que le oía tan inseguro. Frunció el ceño, totalmente preocupado.

—No es así —apartó un poco la toalla de su pequeño rostro—, Near, dime qué sucede.

Near se había quedado helado, intentando asimilar lo que le estaba sucediendo. El corazón le latía a mil por hora y sus mejillas empezaban a adquirir un fuerte tono rojizo. ¿Pero cómo explicarle a Mello que no estaba triste, sino todo lo contrario? Se sentía feliz, se sentía afortunado, se sentía especial. Pero las palabras parecían no querer salir de su boca.

Nate negó con la cabeza.

—Estoy b...

Pero no pudo continuar, pues un suave roce en su nariz le hicieron detener toda explicación. De pronto todo en aquel lugar se detuvo y lo único que lograba sentir era la respiración cálida de Mello sobre sus labios, aquel dulce aliento mezclándose con el suyo y unos dedos fríos sujetándole del mentón. Near no supo en qué momento Mello había empezado a acariciarle la mejilla, retirando todo rastro de lágrimas con suavidad y ternura.

Fue entonces que, en un pequeñísimo arrebato y sin pensarlo demasiado, Near sujetó el brazo de Mello con la mano que tenía libre y se impulsó hacia adelante, acercando más su rostro hacia él, sintiendo la suavidad de aquellos labios sobre los suyos por primera vez...

...besándolo finalmente.

 

*

 

*

 

*

Notas finales:

Nos leemos pronto.

Besos <3


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