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DIFICULTADES por Harcet

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Notas del capitulo:

Hola a todos!

Primero, empiezo por agradecer a TamashiChiheisen♥ Ale R♥ y a Maya♥ por el apoyo y los ánimos a continuar. Se los agradezco con todo mi corazón. Les mando un apapacho enorme, lleno de cariño♥

No se imaginan lo terrible que han sido estos dias, pero aprovecho mis minutos libres para actualizar. Aquí os dejo el capítulo 5, el cual es -hasta ahora- el más extenso♥ Espero les guste.

Nos leemos abajo(:

—Así que...

Mello se acomodó ligeramente el cabello hacia atrás, sentado en una banca al lado de la cancha de fútbol. Tenía ambas manos en los bolsillos y movía la rodilla de un lado a otro, despreocupado. A su lado, el muchacho de goggles hacía una que otra mueca cada vez que una pequeña ráfaga de viento se avecinaba y los aliviaba momentáneamente de aquel calor sofocante. Las risas joviales, gritos, cuchicheos, y frases escandalosas de los estudiantes en pleno receso se oían con claridad.

Mello suspiró y observó a sus compañeros moverse con agilidad para alcanzar el balón.

—No te abandoné, deja ya de decir eso.

Matt sonrió. Giró el rostro hacia su amigo mientras se llevaba una mano a la frente y se cubría con ella. Pensó en decir algo, pero al observar la cara larga que tenía Mello dedujo que no sería una buena idea, no si deseaba salir ileso de la escuela aquel día. Contempló su perfil por unos segundos, preguntándose el porqué de aquella mueca de enojo que tenía en frente (y que le provocaba cierta gracia). Aunque el sol no ayudaba mucho, se dijo, cualquiera podría poner una cara como esa al encontrarse bajo los intensos rayos sin protección alguna. Pero no, no podía tratarse de eso… porque a Mello le gustaba exponerse al calor y él lo sabía, entonces ¿qué era lo que tanto le molestaba? Y es que esa actitud extraña venía desde hace unos días.
Y al parecer Mello se negaba a abrir la boca.

—Creo que rompí el Record Guinness de mensajes, ¿sabes?

El rubio despegó la mirada del suelo lleno de tierra y por primera vez miró a su amigo. Recorrió sus facciones con los ojos y un poco aburrido soltó:

—Estaba cansado, Matt —volvió a mirar la cancha—, quería dormir, es todo.

Una especie de risa se oyó de los labios del pelirrojo.

—¿Tienes idea de lo malo que eres mintiendo, Mello?

Mello no respondió. Hizo una mueca y sonrió de lado mientras observaba como los energéticos estudiantes dejaban de lado el balón y se acercaban a los baños con toallas y botellas de agua en mano. No dijeron más. Ambos jóvenes decidieron esperar el sonido del timbre para ponerse de pie, estirarse perezosamente y encaminarse al aula de clases entre el bullicio.

La tarde transcurrió rápidamente y sin nada interesante. Mello intentó prestar atención a las clases en lo que restaba del día lo cual le resultó algo imposible. Estuvo desconcentrado casi todas las horas, escuchando las palabras del profesor que cada vez parecían tener menos sentido en lo que observaba el patio a través de la ventana. Se frotó el rostro en varias ocasiones y al salir le pidió los apuntes a Matt quien –asombrosamente– había estado al tanto de las clases. Mihael tomó su mochila y se dirigió a su casa con una extraña sensación de agobio.

Al llegar, tiró las llaves sobre el sofá y arrastró los pies hacia su habitación, cogió el reproductor que yacía sobre la mesita de noche y se tiró sobre la cama, eligió una canción cualquiera y cerró los ojos, buscando comodidad mientras colocaba ambas manos sobre su estómago. Había terminado todos sus trabajos e incluso se había tomado la molestia de realizar uno que otro ejercicio de matemáticas. Pero la idea de tener aquella tarde libre no fue algo que le fascinó demasiado.

Mello se restregó los ojos con pesar y se removió en la cama, observando los rincones blancos de su pequeña habitación. Pensó en Near por un momento y se estremeció. Aquella charla le había agradado, ¿qué había de malo en ello? No es que le molestara que haya sido así, claro que no, pero la extraña curiosidad que ese albino había logrado despertar en él era algo que no alcanzaba a comprender; jamás le había ocurrido aquello con alguien en su corta vida. ¿Por qué con él? ¿Por qué seguía sintiéndose mal?

Gruñó.
Dispuesto a no quedarse el resto de la tarde haciendo “nada” y recriminarse en silencio por cosas “ridículas”, Mello se incorporó de golpe y se cambió, se dirigió a la sala, cogió las llaves y salió del apartamento, esforzándose en ignorar el pequeño cosquilleo que sintió en la piel de su mano al cruzar por la puerta.

 

—Es una película muy buena, ¿sabes?

La voz de Matt resonó en aquellas cuatro paredes a pesar de provenir del pasillo. Mello, quien tenía los ojos cerrados en ese momento, recostó la cabeza sobre el sofá de su amigo, hizo una mueca de fastidio y gruñó:

—Elige cualquiera de una vez.

El pelirrojo se acercó a él con una sonrisa en los labios, se desparramó sobre el sofá y colocó tres de sus películas favoritas frente a Mello, quien solo se dedicó a fruncir el ceño al oír el sonido del plástico contra el sofá.

—Si te vas por “El discurso del rey” haré palomitas —bromeó.

—¿Qué no oíste? Elige cualquiera, Matt.

—¿Y a qué se debe ese repentino cambio? —preguntó sonriendo de oreja a oreja. Colocó una mano sobre la frente del rubio—, tú odias todas mis favoritas, Mello ¿acaso tienes fiebre?

Mello lo apartó de un manotazo. Matt rió.

—Insisto, Mello —mencionó el pelirrojo—, estás extraño últimamente.

Mihael abrió los ojos y observó el suelo por unos minutos, consciente del posible resentimiento que debía sentir Matt al desconocer las razones de su incomodidad. Pero, ¿qué podría decirle? ¿Cómo podría describir la sensación que lo carcomía por dentro?

Matt cogió una de las películas y se puso de pie, dispuesto a colocarla en el DVD que se encontraba debajo del televisor. Mello se rindió; debía soltar algo o explotaría.

—¿Alguna vez has sentido que debes hacer… algo?

Matt ladeó el rostro y le miró a través de los goggles.

—Eh, es decir, algo… que desconoces por completo, no estás seguro de qué se trata exactamente, solo que todo empezó al conocer a una persona en particular… y últimamente solo puedes pensar en qué diablos hacer para olvidarlo, y decides dormir todas las tardes solo para tratar de no pensar en eso y al despertar, te das cuenta de que sigues con la misma sensación, entonces te sientes frustrado y solo quieres aventar cosas…

El pelirrojo se llevó una mano a la barbilla, intentando comprender la situación o la extraña… declaración que su amigo parecía esforzarse en realizar. Mello suspiró, arrepintiéndose inmediatamente de las ridiculeces que creía haber soltado.

—Olvídalo, no sé qué estoy hablando —se frotó el rostro con ambas manos.

Matt tomó asiento nuevamente y, apoyando el codo sobre una de sus rodillas, soltó:

—Creo que sé lo que te pasa.

Mello enarcó una ceja. ¿Sabía qué le ocurría? ¿Realmente sería Matt aquella persona que le ayudaría a sentirse menos miserable? Tal vez sí, tal vez no, eso solo lo averiguaría cuando…

Estás enamorado, ¿no es así?

Mihael sintió como algo se atoraba en su garganta, provocándole una pequeña y extraña tos que intentó disimular inútilmente. Observó a su amigo a los ojos por unos segundos y no pudo evitar reír con ganas, provocando que el pelirrojo dejara de lado su intento por permanecer serio y empezara a reír al percatarse de su reacción. ¿Qué había sido eso? Ambos jóvenes rieron ante lo extraño que había sonado aquel comentario, eso y el intercambio de miradas que se había legado entre ambos les había resultado divertido por primera vez en sus vidas.

—Sí, Matt —respondió con cierto sarcasmo. Pero entre risa y risa Mello logró recordar algo importante, algo que le hizo disminuir la intensidad de sus carcajadas casi de inmediato… tal vez por eso le había causado tanta gracia desde un principio. Mello había recordado lo ausente que se encontraba su amigo con respecto a la situación, era cierto, no le había hablado de Near, no le había hablado de la visita y mucho menos le había mencionado algo sobre aquella tarjeta que había “atesorado” día y noche. Matt había confundido todo, tal vez lo había relacionado con aquella muchacha y las intenciones de invitarla a salir. Sí, él había hecho eso.

—¿Tengo razón? —preguntó Matt, se quitó los goggles y mencionó: —. Hace tiempo no te oía reír, Mello.

Mello no respondió. Ambos bromearon un poco sobre el tema y vieron la película en lo que la tarde avanzaba.

Esa noche Mello no pudo dormir. No dejaba de pensar en las palabras de Matt y en la bella muchacha que solía sonreírle con dulzura cada vez que se percataba de su presencia. No había pensado en ella desde su encuentro en aquel parque y eso lo desconcertó un poco, Mello solía desvelarse en ocasiones pensando en las mil y un maneras de iniciar una conversación, invitarle un helado o simplemente soltar algo más que un simple “hola”. Al parecer su mente se veía ocupada ahora por otras cosas y eso lo aturdió.

Algo abrumado, decidió dejar de darle más vueltas al asunto y descansar. Era algo tarde. Se acomodó entre las cobijas y, dándole un último vistazo al reloj, Mello cerró los ojos, escondió ambas manos y deseó con todas sus fuerzas las cosas salieran como deseaba al día siguiente.

*

—Buenos días.

La voz de una de las monjas logró despertarle de aquel pequeño y extraño sueño. Los rayos de luz rozaban parte de su mano, recordándole lo agradable que era el sentir la calidez de éstos de vez en cuando, haciéndole preguntarse a la vez sobre el origen y el color de aquella ola tibia que lo abrazaba por las mañanas.

¿Cómo es una mañana?

Refugió su mano bajo las sábanas y abrió los ojos lentamente. Suspiró. El delicioso aroma que creyó haber percibido con anterioridad fue remplazado por uno a medicamentos, a manzanilla y a naftalina; un aroma al cual ya estaba acostumbrado. Apoyó ambas manos sobre el colchón y se impulsó hacia adelante, sentándose sin apartar las sábanas blancas de sus piernas.

—Buenos días, Nate —oyó la voz de Halle, la enfermera que solía acompañarle a diario y que se había ofrecido hacerlo el tiempo que le sea posible. Sintió su peso sobre el colchón y le susurró un “buenos días” mientras se enrollaba un mechoncito de cabello —. Vamos al comedor, el desayuno estará listo en unos minutos.

Near asintió y antes de que las delicadas manos de Halle se aferraran a uno de sus brazos para ayudarle, el albino susurró:

—Puedo hacerlo solo.

Una pequeña sonrisa se formó en los finos labios de la mujer. A ese chico le gustaba valerse por sí solo a pesar de lo difícil que podría resultarle a veces. Near no se abandonaba, y eso le pareció admirable. De alguna manera.

Relajó ambos brazos y observó como el muchacho se incorporaba sobre la cama con los ojos fijos en el suelo, apartando lentamente las sábanas que se confundían con su ropa.

Una vez de pie, caminó hacia la puerta con cuidado y ambos se dirigieron hacia el gran comedor.

—Buenos días Nate, Halle —uno que otro saludo por parte de los internos en los pasillos despertaron a Near quien se había perdido por un minuto en el aroma del lugar. Un aroma familiar, tal vez porque creía haberlo percibido en aquel agradable sueño. Las imágenes no se presentaban en ellos, si bien su mente no podía generarlas concretas, los sonidos, aromas y texturas le permitían en ocasiones diferenciar las cosas a su alrededor, y Near no dudaba ni un segundo en manifestar su curiosidad.

—Halle —la enfermera se inclinó hacia él y colocó una mano sobre su espalda con suma delicadeza—, ¿qué es ese olor?

Ya sentados frente al comedor principal, el sonido de ollas y otros recipientes de cocina se podían oír con facilidad desde donde se encontraban. Las voces de algunos niños resonaban en cada rincón. La enfermera colocó algunas tazas sobre la mesa y ladeó el rostro hacia la cocina, observando como una de las monjas buscaba apresuradamente un par de platillos en la alacena.

—Es chocolate, Nate.

Chocolate…

La mujer le extendió una de las tazas con cuidado, asegurándose de que el albino la cogiera con firmeza. Near elevó la taza hacia su rostro y aspiró disimuladamente el aroma dulce de aquel líquido. Chocolate, ¿cómo es que jamás había percibido el delicioso aroma del chocolate? Tomó un sorbo. Estaba caliente. Pero no por eso dejaba de ser delicioso.

 

Llegada la tarde, las personas salieron como acostumbraban a tomar algo de sol. Aquel día no hacía demasiado calor, por lo que algunos decidieron aprovechar y disfrutar de aquel viento suave y ligero que movía las hojas de los árboles. Algunos niños jugaban en el jardín con sus juguetes y otros dibujaban y coloreaban al aire libre.

Near se encontraba sobre su cama, solo. La idea de salir a jugar no le agradó mucho que digamos, la soledad ya se había hecho costumbre para él, no le importaba demasiado. A veces, cuando Halle se libraba de los niños más pequeños, ella le hacía compañía, solía explicarle un poco las cosas que lo rodeaban y le leía uno que otro cuento de aquel libro que atesoraba con toda su alma. Pero que no era lo mismo el oírlo de la voz de alguien a quien solo había conocido hace unos pocos años atrás, pues algo que Near adoraba increíblemente, era –más que el contenido de aquella obra– la voz melodiosa que le describían cada parte de ella. Halle tenía una voz hermosa, pero la sensación no podía ser la misma. Con ella era diferente. Con ella y con cualquier otra persona en particular.

—¿Nate? — ladeó el rostro hacia el lugar donde creyó haber oído la voz de una de las monjas. Una adorable anciana le llamaba desde la puerta de su habitación, sorprendiéndole. Tenía documentos en ambas manos y se oía algo apurada—, nuevamente tienes visita.

Una punzada sintió el albino en su pecho, eso y la pequeña sensación de alegría que lo embargó llegaron incluso a sorprenderle. Pero antes de que pudiera siquiera reaccionar, un dulce aroma inundó sus fosas nasales, como una pequeña ola chocando ligeramente contra su rostro. Agradable.

Hola, mocoso.

Mello.
La sensación que lo envolvió le resultó inexplicable. El saber que aquel muchacho se encontraba otra vez allí, que había decidido visitarle otra vez fue algo que le hizo sentir… bien. Por alguna extraña razón... Pero había algo diferente, pensó por un momento. Y era aquel aroma, aquel aroma despertaba en Near una sensación desconocida. Indescriptible. Un aroma que podía llevarlo nuevamente al comienzo de aquel extraño y agradable sueño, podía transportarlo al lugar en donde creyó haber percibido ese aroma tan delicioso. Y recordó.

Chocolate. Mello olía a chocolate. Olía como aquel sueño, olía como aquella mañana, Mello olía a chocolate. Y por primera vez en su vida, Near podía decir que –extrañamente y considerando su disgusto hacia lo dulce– el aroma a chocolate se encontraba ahora entre sus más raros y enigmáticos gustos.
Sonrió.

Mello.

 

Notas finales:

Últimamente siento que me estoy desviando con este fic > < No lo sé, debo darme tiempo para escribir con calma, últimamente no lo estoy haciendo bien.

Aun así, espero les haya gustado > <¡Matt y Mello! amo a esos dos juntos, me relaja escribir sobre ellos, espero no les haya parecido aburrido. A veces pienso que resulta demasiado simple. Chihuahuas,¿quién me entiende? Ah, otra cosa que he pensado es que al principio puede que empiece bien, pero el final como que... diablos xD Prometo mejorar, acepto tomatazos, no se preocupen.

¡Nos leemos en el próximo! Esta demente se tomará su tiempo para arreglar los capítulos que tiene "varados", claro, después de librarme de toditititos los deberes y pasar el curso digital que me tiene como una roca. Espero poder hacerlo en esta semana.

Cuídense mucho, les envío un fuerte abrazo a todos. Nos leemos♥


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