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DIFICULTADES por Harcet

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Notas del capitulo:

¡Hola! Oh Dios, ¡he vuelto! ¡después de mucho! Creí que no lo lograría, pero aquí estoy... *snif snif* TwT

Quiero pedir mil disculpas. Si doy explicaciones ahora mismo estoy segura sobrepasaría los límites y la nota terminaría más larga que todos mis escritos juntos. ¡Mil disculpas! He estado increíblemente ocupada, visitas familiares, estudios, trabajos y planificando viajes... (?) o algo así. ¡Pero aquí estoy nuevamente! Haciéndome un tiempito para poder publicar el capítulo que dejé flotando por ahí. No me da el tiempo ni para revisar mi correo, ni el ask, con las justas y puedo entrar a fb... todo es realmente asfixiante. Espero poder librarme de ello pronto y así responder a su precioso apoyo, que por cierto, me ha sacado unas cuantas lágrimas de felicidad en estos tiempos tan difíciles. No saben cuánto se los agradezco. Tamashi♥ Pansy♥ Fabiola♥ Maya♥ LunaArlert♥♥♥ son increíbles, espérenme tantito que me las arreglaré para responder a sus bellas palabras. Muchísimas gracias:)

Volviendo al fic, espero disfruten el capítulo. Nos leemos abajo!

Los cálidos rayos iluminaban cada rincón de la habitación, mostrando lo que debía ser un ambiente tranquilo y agradable dentro de ella. El silencio, relajante y sereno era lo que podría imaginarse ante este pacífico escenario.

¿Quién diría que resultaba ser todo lo contrario?

Tres jóvenes se removieron en su lugar, el menor de ellos sobre la orilla de su cama y los otros sobre el respaldar de las sillas que habían cogido. El rubio se llevó una mano a la frente, frotándola con notable frustración mientras su amigo pelirrojo sonreía cómodamente desde su lugar.

—¿Y bien…?

El albino decidió enrollar uno de sus mechoncitos mientras esbozaba una pequeña sonrisa curiosa, respirando aquel aire que parecía ponerse cada vez más espeso frente a él.

Mihael gruñó, observando cómo su amigo, algo extrañado, le devolvía la sonrisa. De acuerdo. Primero, ¿qué diablos hacía él allí? El que Matt le haya confesado lo ansioso que estaba por volver al Centro no fue algo que consideró posible al comentarle sobre aquella charla; en pocos segundos aquel pelirrojo se encontraba arrastrándolo camino a aquella Institución, y eso lo sorprendió de alguna manera. Aunque tampoco le pareció algo desagradable. En lo absoluto.

El estudiante posó los ojos azules en Near, estaba tranquilo, al parecer se encontraba en espera de algún comentario por parte de ambos. Su cabello estaba desordenado y una pequeña coloración notó en sus finas facciones, justo debajo de los ojos.

¿Ojeras? ¿Acaso eso era posible?

Una pregunta tras otra. Y el saludo de Matt no había ayudado mucho que digamos: entrando de golpe, irrumpiendo aquel encuentro de telenovela y sobresaltando a todo el mundo con su agudísimo “¡Hola Near!”.

Sí, quería cortarle la cabeza.

El portador de aquellos graciosísimos goggles hizo unas cuantas preguntas amigables y Near respondió cada una de ellas, lo que llevó a Mello a caer en una inesperada reacción. Debía admitir que estaba sorprendido. Sorprendido de aquella serenidad, de aquel aura tranquila que se desprendía de ese pequeño y frágil cuerpo, de todo aquello que pudiera provocar algún efecto extraño en él.

Por su parte, Near sentía como algo dentro suyo le incitaba a ponerse nervioso. ¿Nervioso? ¿Él?  Al parecer aquel suceso le callaba la boca a todo aquel que se había atrevido a calificarle como un “ser sin emociones”, y tan acostumbrado estaba que hasta él mismo llegó incluso a creer que así era.

¿Quién diría que Mello se convertiría en la fuente de todas ellas? Jugó un poco con sus cabellos intentando olvidar el pequeño cosquilleo que se apoderó de su estómago.

Allí está, preciosa.

La voz de una de las monjas provocó que ambos jóvenes ladearan el rostro hacia la puerta, encontrando a una pequeña niña asomándose tímidamente y a través del marco. Una de sus coletas se mecía sobre su hombro y una hermosa sonrisa adornó su pequeño rostro al notar la cabellera pelirroja frente a ella. Matt sintió de pronto como el pequeño cuerpecito se abalanzaba sobre su regazo velozmente. Sonrió con ternura.

—Hola preciosa —dijo mientras se ponía de pie y la tomaba entre sus brazos, elevándola. La pequeña leyó sus labios y sonrió, colocó ambos bracitos alrededor del cuello masculino y lo estrechó con todas sus fuerzas, intentando demostrarle cuánto le había echado de menos—, ¿cómo has estado, eh?

Mello sabía que Linda resultaba ser una de las principales razones para volver a aquel lugar. Desde aquella visita, Matt deseaba volver por ella, al parecer aquel encuentro le había marcado, deseaba poder hacerla sonreír nuevamente y se lo había mencionado en una que otra ocasión. Y a Mello no le quedaba más que sonreír y asentir, algo sorprendido por su interés. Un interés que no pasaba desapercibido.

La pequeña niña cogió la mano del joven pelirrojo y colocó una pequeña y familiar envoltura en ella. Un caramelo. Matt –algo sorprendido– sonrió y le dedicó una mirada a Mello, aún con la nena en brazos.

—Los dejo charlar, creo que un tratamiento facial no me vendría nada mal, ¿tú qué dices, bonita? —bromeó, a lo que Linda sonrió. Mello recordó su rostro pintado y lo miró con espanto. Matt soltó una pequeña carcajada—, nos vemos  al rato.

El rubio miró de reojo a Near, algo alarmado por el comentario de su amigo quien parecía haberlo soltado instintivamente, sin real atención. ¿Qué acaso no se había percatado que se encontraba hablándole a una persona ciega? Dios, Matt. Pero una pequeña sonrisa bastaba para desconcertarle; y así fue. Observó a Near por unos segundos. ¿No le había incomodado? ¿No le había molestado en lo absoluto? Un momento… ¿por qué diablos se preocupaba tanto de que así fuera? ¿Desde cuándo se preocupaba por la comodidad de alguien? Mello frunció el ceño. Matt cruzó la puerta y ambos muchachos sintieron el silencio eterno.

—Está bien —Mello giró el rostro, extrañado—, no me afecta, si es lo que piensas.

Mihael se sobresaltó.

—¿Qué…?

—No es algo nuevo. Sé que te alarmó el comentario de Matt, ¿me equivoco?

Silencio.

—Oye, no…

—No me trates como a un ciego, Mello.

El muchacho se quedó completamente mudo. Observó el suelo por un momento, en plena búsqueda de respuestas. Torció ligeramente los labios, observó a Near y, contemplando su pálido rostro por unos segundos, Mihael soltó de mala gana:

—Eres un enano engreído.

Una amplia sonrisa se formó en los labios del albino al oír la respuesta de aquel joven. Lo estaba haciendo bien, a su manera al menos.

Mello sintió una tibia punzada en el estómago y se puso de pie.

—Bien, salgamos de aquí —susurró.

Near frunció el ceño, curioso.

—¿Tienes el permiso para salir, verdad?

Salir.

Un pequeño temblor se apoderó de las piernas del albino. Había entendido. Mello deseaba sacarlo de allí, no solo de aquellas cuatro paredes, sino de aquel lugar al cual había ofrecido gran parte de su vida. ¿Por qué? ¿A qué venía todo eso?

—Sí.

—Entonces, ¿qué esperas?

—Mello, a pesar de tener dicha autorización, yo no…

—El sol se está ocultando cada vez más rápido —mencionó observando la ventana, notando como los rayos se hacían cada vez más débiles—, no te hará daño el salir de vez en cuando.

—Lo sé.

Unos ojos azules se posaron en aquel rostro de porcelana. El ceño, ligeramente fruncido, le hizo comprender. Abrió los ojos con desmesura.

—No me digas que nunca has… —silencio. Otra vez el silencio se las arreglaba para apoderarse de aquel lugar. Near jamás había pisado otro suelo que no sea el de aquella Institución. Increíble. ¿Había que sentir lástima?, ¿pena tal vez? No. Y lo más extraño es que para Mello así resultó—. Pues sería un buen comienzo para quien desea ser tratado de manera… “común”, ¿no lo crees?— enfatizó Mello, con una sonrisa extraña adornando sus facciones. Se acercó a Near y lo miró con atención.

—No es una buena idea.

—Eso jamás lo sabrás si te encierras de este modo, Near.

¿Qué le ocurría a Mello hoy? A pesar de haberle conocido tan poco, Near se sentía capaz de diferenciar los cambios de actitud de aquel muchacho tan impulsivo. Se sintió bien por ello. Con una ligera sensación de estremecimiento.

—Considerado, Mello. Pero…

—Lo repito, eres insoportable.

Near sonrió una vez más ante aquella interrupción. Se puso de pie y llevó ambas manos al cuello de su camisa blanca, abotonándola. Fijó los ojos sobre el pecho de Mello a la vez que palpaba con suavidad su mesita de noche, abriendo uno de los cajones y sacando un par de zapatos. Se los colocó. Estiró un poco el brazo hasta sentir la suave tela del uniforme de Mello.

El joven estudiante elevó un poco el brazo, algo inconsciente. Near tomó esto como una señal para que pudiera sujetarse mejor y así fue. La pálida mano del albino se perdía en aquella prenda, contrastándola simplemente con las pequeñas arrugas que formaban sus dedos. Mello respiró sobre la cabellera blanca y sintió un pequeño aroma a chocolate, un aroma que le desconcertó y le agradó hasta cierto punto.

El menor se soltó y caminó hacia la puerta, rozando con sus pálidos dedos la fría cerámica para guiarse mejor. Mihael sintió inclinación por preguntarle ciertas cosas, cosas como… si le disgustaba usar bastones, anteojos, protectores o cosas así, pero finalmente decidió no hacerlo, no después de aquella extraña “petición” minutos atrás.

“No me trates como a un ciego, Mello.”

Suspiró y siguió a su compañero, atento siempre a cualquier cosa que se cruzara en su camino.

 

El que Lidner no haya mostrado sorpresa alguna ante su repentina y extraña decisión, fue algo que le dejó perplejo. Ajeno a la situación, Near decidió no emitir palabra. La mujer se acercó a una de las monjas y el pequeño cuchicheo llamó la atención, no solo de Near, sino de aquel joven que tenía la intención de mostrarle (de alguna forma) el mundo fuera de allí. Ya sea por un corto periodo de tiempo, se sorprendió ante la inmediata aceptación por parte de los encargados.

Ambas mujeres se oían alegres, el entusiasmo que debía ser parte del menor parecían llevarlo ellas. El sonido de las rejas abrirse sobresaltó a Near quien, algo perturbado, sentía la necesidad de aferrarse a algo. Estaba nervioso, bajo las apariencias. Llevó su mano hacia su cabello y empezó a enrollar uno de sus mechoncitos blancos.

—¿Está segura de esto, Halle?

Near sintió el hombro de Mello tensarse de pronto, a su lado.

—¡Eh, que no soy un secuestrador, violador o lo que sea!

La pequeña anciana se sobresaltó, observó el rostro enrojecido de Mello y rió ante aquella reacción, algo que a Near le hubiese encantado apreciar. La pequeña mujer esbozó una sonrisa.

—Por supuesto que no —dijo—, conoce los horarios…

—Sí, sí, lo sé…

Una pequeña sonrisa se escapó de los labios del albino. La actitud de Mello era única. Vaya desfachatez. Sintió un pequeño golpe en el hombro y oyó pasos a su lado. Near dio un paso, luego dos, y así con cuidado los demás, prestando atención por primera vez a la brisa que cubría sus cuerpos, al sonido de los autos al pasar por la carretera, al pacífico cantar de los pájaros y a los ligeros pasos a su alrededor. Near estaba sorprendido. La curiosidad lo envolvía como nunca antes lo había hecho, llevándolo a su vez, a una fuerte y extraña sensación de impotencia. Pero aquello era algo que imaginó podría suceder en algún momento, es más, estaba seguro de ello. Pero el ligero roce del muchacho que se las había arreglado para provocar miles de sensaciones y emociones en su cuerpo con aquella visita, por alguna razón, le hacía sentir tranquilo. Le hacía sentir bien.

Por su parte, Mihael no apartaba la vista de aquel rostro inexpresivo, no podía. Deseaba grabarse todo gesto, mueca, expresión que diera señal ante lo que oía, olía y sentía. Caminaba con cuidado, siempre rozando el hombro del menor, y es que tampoco no se atrevía a ir más allá.

—¿A dónde vamos, Mello?

Fue entonces cuando Mihael Keehl despertó de sus pensamientos, fue eso y el poste que se encontraba a tan solo unos centímetros lo que le hizo regañarse a sí mismo. Se supone que debía estar cuidando sus pasos, no perdiéndose en ellos (ni en él). Miró a su alrededor y dio con la cafetería que se encontraba a tan solo unas cuadras de su escuela.

—Vamos a comprar algo.

En eso, una especie de alarma asaltó su mente, cegándolo de todo. La carretera. Era lo único que los separaba de aquel lugar. Tensión. Eso sintió Near apenas oyó el fuerte pitido de un claxon a unos cuantos metros. ¿Qué era aquella bocina? No pudo evitar recordar las protectoras palabras de una de las monjas hacia uno de los niños más pequeños. Auto. Era un auto. Auto… auto…Y la única relación que tenía Near con aquella palabra era… peligroso. Un auto puede ser peligroso. Y creyó comprenderlo al sentir un pequeño temblor justo debajo de sus pies. ¿Qué tan peligroso podría llegar a ser uno? ¿A dónde rayos le había llevado Mello?

—Cálmate.

Una agradable calidez sintió Near a través de la tela de su camisa blanca. Ladeó un poco el rostro, chocando su pequeña barbilla con aquella mano que hacía presión sobre su hombro. El brazo de Mello rozaba su espalda con inseguridad, suavidad y apenas sentía un temblor en él. No podía sentir el cuerpo del muchacho a su lado pero sí su mano reposar sobre su hombro con cuidado.

—Debemos caminar ahora.

El semáforo para peatones se encontraba en verde y un pequeño dibujo de una personita caminando se alumbró en él. Mello sintió el rostro arder repentinamente, y se enfocó en no chocar con las personas que caminaban a su lado, atrayendo el cuerpo de Near lo suficiente como para que así sea. Era eso o tomarlo de la mano como a un pequeño… Se detuvo. ¿Qué diablos estaba pensando?

El cuerpo del albino se tambaleaba en ocasiones bajo la protección de Mello, ¿eso hacían las personas cuando cruzaban la calle? Se preguntaba. ¿Se protegían unas a otras? Considerando su discapacidad y el hecho de que se encontrara en aquel estado extraño de nerviosismo, lo más probable y tal vez próximo a la respuesta –para Near– era que no. Tal vez a los más pequeños, pero a alguien como él…

Una sensación de vacío le invadió de inmediato al sentir la mano de Mello alejarse de golpe. Agradeció y fijó los ojos en el suelo, bien abiertos. En ese lado de la calle podía oír el bullicio con claridad. Se sintió mareado de pronto, pero evitó darle importancia. Ya no sentía a Mello a su lado.

Se quedó inmóvil. El mundo era increíble, lleno de ruidos y aromas infinitos provenientes de miles de direcciones: risas, llantos, ladridos, cantos, vehículos, sonidos indescifrables… fragancias exquisitas, raras, horribles, personas… buenas y malas... ¿Qué tenía a su alrededor? ¿Qué siente una persona que tiene la oportunidad de observar todo aquello? ¿Se sentirá bien? ¿Podría sentirse mal? ¿Cómo saber si corría peligro en ese preciso momento? ¿Cómo saber que no era así? Miles de preguntas invadían su mente en lo que se quedaba estático en el pavimento.

Mihael tenía los ojos azules clavados en aquel ser de angelical apariencia. Desde donde se encontraba, había ladeado el rostro en su dirección, dispuesto a guiarle nuevamente. Pero algo en aquella expresión, en aquel brillo peculiar que notó en sus ojos le dijo que aguardase. Sintió curiosidad.
Miles de personas paseaban a su alrededor pero él no lo sintió así. ¿Qué era esa sensación en su estómago? ¿Y la sonrisa que se había dibujado en su rostro al mirarle?

—Near.

El menor giró un poco el rostro y retomó su andar, con cuidado hacia el frente. Odiaba tanto los bastones, pero debía admitir, que estaba completamente perdido sin ellos. Elevó una de sus manos con lentitud, sin imaginar aquello que podría llegar a palpar, sobresaltándose ligeramente al sentir la calidez de unas firmes manos sobre las suyas. Había tocado a Mello, y Mello no se había incomodado por ello.

—Mello…

—Aquí estoy.

Unos pequeños y pálidos dedos se aferraron a otros, un poco más grandes y algo dudosos al momento de tomarlos, pero firmes una vez pudo hacerlo completamente. Los estrechó con suavidad única, intentando calmar el pequeño temblor que notó en ellos, ignorando el hecho de que miles personas pudieran estar observándolos en ese preciso momento. ¿Qué si así era? No estaba dispuesto a soltarlo, no en ese momento.

El extraño pesar que sintió Mello en el pecho parecía robarle la respiración cada vez que Near intentaba estrechar su mano. Frunció el ceño, esforzándose en alejar todo tipo de pensamientos ridículos, sintiendo como la pequeña y frágil mano se aferraba cada vez más a la suya. La tomó con fuerza y, debatiéndose por última vez sobre si sus acciones eran correctas o no y el posible riesgo que todo aquello conllevaría, decidió adentrarse en aquel viejo local, dando un largo suspiro y apretando más la mano de Near contra la suya.

Notas finales:

Y así... xD ¿les agradó? Espero que sí:) Poco a poco... y estos tiernos muchachos nos saldrán con más cosas.

El poder actualizar me hace feliz, al menos saben que seguiré por aquí... No prometo subir el próximo pronto, la pesadilla continúa, pero sí les digo que me esforzaré porque así sea, al menos no dejar que pase un mes (como ésta vez) me hace sentir fatal realmente. También deseo poder leer y comentar las historias que tanto adoro♥ les caeré como una bomba♥ Eso sí se los prometo♥ Al igual que responderé los hermosos reviews♥ !Ahh...! lo repito, son hermosas.

Cuídense muchísimo! Les envío miles de apapachos enormes a todas y todos.


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