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Dos pensamientos, un sentimiento. por -DavidUke

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Notas del capitulo:

Esta es la tercera entrega de este trabajo que, estoy comenzando a escribir. Espero que les guste.

Y sabía que era así, David casi no asistía a ninguna casa, hacía sus tareas solo, sin la ayuda de nadie.

   —Bueno… No sé muchas cosas de ti— Dijo Alexander, tratando de encender el computador— Casi no te relacionas con nadie…

   —Es algo raro, pero es mejor no decirlo… — David miro hacia abajo, era muy doloroso decir aquello— Casi nadie me habla, y yo tampoco no me preocupo por ello.

   —Realmente, te he visto por varios años en el mismo salón, me daba pena hablar contigo.

   En ese momento sonó el bip, dándole a entender a Alexander de que su computador estaba iniciando.

   —No, no te preocupes, igual, siempre he vivido sólo, nadie se preocupa por mi…

   —Entiendo— Alexander se fijó en su cama, se había dado cuenta de que, ni siquiera, le brindo una silla para que se sentase— Si quieres, te puedes sentar en la cama.

   —Claro, entiendo.

   —Y…— Alexander buscaba una silla en su mesa de dibujos— ¿Por qué te apartas de la gente?

   David miró hacia abajo.

   —Espero que no te haya incomodado la pregunta.

   —No, no te preocupes… Es normal que lo preguntes— David sintió como si le hubiesen apuñalado por la espalda— Sólo que… Casi no me interesa.

   —Entiendo.

   El computador tenía un wallpaper de Alexander, David quedó mirando la foto que tenía Alexander en el computador: Era alto, de una tez blanca, de tanto hacer ejercicio y estar en el grupo de básquet en su colegio, había tornado una forma atlética, era de un cabello negro, pero tenía ondulaciones: no era tan ondulado, estaba un poquito suelto, pero le quedaban bien.

    —Bueno. — Dijo Alexander, abriendo el navegador— ¿A qué filósofo vamos a personificar?

   —Realmente, no se…

   — ¿Y entonces?

   —Pues… — David miró su cuaderno— Si quieres, busco algún filósofo de aquellos que nos dictó el profesor.

   —Vale, podemos hacerlo.

   —Aunque… ¿Quién personificará al filósofo?

   —No sé…— Alexander quedó mirándolo fijamente— De pronto una personita que estoy mirando disimuladamente.

   —No, no y no…— David negó, tanto de palabra como con su cabeza; Alexander quedó mirándolo como movía su cabello, esos grandes mechones de pelo que, se movía libremente en el aire cada vez que movía su cabeza— Yo no sirvo para ello.

   —Pero, ¿Cómo quieres relacionarte con la gente?

   —Yo no quiero relacionarme con nadie.

   —Pero, ¿por qué?

   David sentía que sus ojos se estaban llenando de lágrimas, sentía que estaba a punto de llorar.

   —Alexander, disculpa— Parándose de la cama de Alexander— ¿Tienes algún baño que me puedas prestar?

   —Claro, al fondo, la derecha— Alexander extendió sus manos hacia el cuaderno de David que, estaba en su cama— Mientras tanto, yo miraré qué filósofo podemos hacer.

   —Entiendo… ¿Al fondo, la izquierda, no?

   —No. — Alexander sonrió, viéndolo fijamente— a la derecha.

   —Entiendo, sólo que estaba distraído.

   —No te preocupes, es normal.

   —No me demoro. — Dijo David, mientras iba caminando hacia el pasillo— No me voy a perder.

   Alexander tuvo curiosidad de lo que, posiblemente, escribe David atrás, cuando hizo aquello quedó sorprendido: Allí entendió por qué David no hablaba con nadie, o bueno, casi nadie; era una persona que estaba sufriendo por dentro y por fuera, le llamó la atención frases como:

Me Odio

¿Por qué vivo?

“Hoy me corto”

La vida es una porquería

   Pero lo que Alexander lo conmovió es que, ese era su diario, era donde escribía aquello que nunca le gustaba, aquello por lo que sufría, aquello por lo que no podía dormir, era ese cuaderno, donde tenía sus sueños y sus pesadillas, sus pocos días de felicidad y sus normales días de tristeza.

   —Llegué— Dijo David, con su cara enjuagada— No me demoré mucho, ¿O sí?

   —No, nada… No te demoraste mucho.

   Hizo algo que no debía de hacer: intercambió su cuaderno por el de David, se sentía bien, ya que, tenía uno igual al de David, pero no era bueno de que hubiese hecho eso.

 

   Ya David se había ido hacía doce minutos, era muy tarde y Génesis no llegaba, se le hacía normal a Alexander de que su madre no llegara temprano, ya que, por lo general, se quedaba trabajando hasta horas de la tarde; aprovechando de que estaba sólo en su casa y eran las nueve de la noche, se dispuso a entrar a su cuarto a dormir, pero algo no lo hizo dormir: el cuaderno de David. Quería saber que había en dicho cuaderno, que escribía, que sentía… Jamás se había preocupado tanto por alguien, le pareció raro, pero, ya no aguantaba la curiosidad. Tomó el cuaderno, que estaba en su nochero, y se dispuso a leerlo:

10 de Enero del 2000

Hoy no es que sea un gran día, es como todos los días: sombríos y llenos de penumbra, a veces desearía hablar con alguien, porque Sena no me ayuda tal y como me gustaría que me ayudara…

Alexander se preguntaba quién era Sena, pero, las preguntas no se las iba a hacer al cuaderno, era al mismo David, aunque, tenía una preocupación: Después de haber leído su diario, no lo vería con los mismos ojos.

Hoy mi madre salió desde temprano a ver a sus amigos, no sé cuánto tiempo durará por las calles, ya que, siempre durar sus días por fuera…

Me siento triste hoy, no quiero entrar a esa escuela, quiero a alguien que me entienda, estoy solo…

Lo conmovió mucho, Alexander pensaba en cómo se puede sentir una persona así. Siguió hojeando hasta que, llego a dicha fecha:

24 de Enero del 2000

Hoy lo hice de nuevo: me corte las piernas…

Ya no aguanto esta vida, no aguanto a las personas, no aguanto a la sociedad, no me aguanto a mí mismo…

¿Me he convertido en un monstruo? Si… Me estoy volviendo en la persona que nunca desee ser, en la persona que más odio, pero que ahora, es la que más amo, aprendí a sentirme bien, haciéndome daño en la piel, ya que, me ayuda a soportar el dolor físico mientras no aguanto el dolor de mi corazón.

Algún día me suicidaré…

 

No será hoy.

No será mañana.

No será dentro de un mes…

 

Pero lo haré, algún día lo haré.

Sentía un dolor en su corazón, ni siquiera le daba su pensamiento para imaginarse cómo debía estar David, sabía que era algo muy fuerte lo que lo aquejaba, lo que lo entristecía… No sabía que era, no sabía de qué trataba, pero se sentía mal. Era como si sintiera lo que el sentía. Todo estaba más o menos hasta que:

12 de Febrero del 2000

Comenzó otro día de calvario para mí, tras de que no me hablo con nadie, vino el profesor y me puso con uno de esos estúpidos que me caen mal… ¡LO ODIO! No sé por qué la vida me está dando tan duro…  Yo lo que quiero es estar solo…

Alexander nunca pensó que David pensaba eso de él, aunque todo iba cambiando cada vez que seguía leyendo:

“Me llevé una gran sorpresa de Alux, Alex… No sé en sí como se llama el, aunque ha sido el único de mi salón, y tal vez, de mi casa, de mi mundo, que me ha hablado en mi vida, es muy bueno… Me arrepiento de haberlo tratado  mal y de tener ese mal pensamiento de él, es una persona muy especial…”

 

Alexander sentía que se le iban cayendo unas lágrimas de sus ojos, nadie le había dicho eso… Y a pesar que era un completo extraño, lo hacía sentir bien, aunque no entendía por qué estaba pasando por ello.

Esa fue una de las mejores noches de Alexander, abrazó tan fuerte ese diario, lo sentía tan cálido, tan suave, tan humilde en su pecho, era algo que lo había hecho sentir rabia, temor, alegría… Muchas cosas que, nunca, pero nunca, iba a olvidar.


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