[15] Día Once
Por alguna razón. hoy se sentía más nervioso que nunca.
Había sido un día pesado. Desde la charla con Kawahara y Fukuda en la que les explicaba la extraña situación en la que se encontraba con el chico de cabellos rojos, hasta la llegada de los examenes finales y, agregando, la presión de su madre para presentarle a su novia, debía sumarle -para colmo- que ya era el día once del juego este, y que en cuatro días debía dar su respuesta.
¿Que le iba a decir al pelirrojo? Sus sentimientos estaban revueltos y la cabeza hecha un lío. No sabía que significaba que sus mejillas estuvieran rojas al sentir su respiración cerca suyo, ni tenia idea de como clasificar lo que sentía cuando el otro chico insistía en tomar su mano o llamarle por su nombre.
Estaba, practicamente, en un laberinto emocional.
Suspiró pesadamente y dejó el libro de biología a un lado mientras se sobaba la sien intentando calmarse, aunque fue en vano.
-¡Kou!-escuchó a su madre gritar desde el primer piso-¡Te buscan!
Un escalofrío recorrió su espalda. Estaba tan metido en resolver el lío dentro de el que casi olvida la salida de hoy. Tomó su chaqueta y corrió escaleras abajo.
Al llegar a la primera planta de su casa, se encontró con un Akashi con el uniforme de Rakuzan, con su porte impecable y su rostro sereno, inescrutable, como siempre.
Se acercó, nervioso, emocionado y avergonzado. Con un montón de sentimientos en la garganta. Con un extraño e increible afán de sonreírle y que el gesto le fuera de vuelto. Eran tantas cosas, tantas cosas que llegó a asustarse de si mismo, de sus sentimientos exuberantes.
-Kouki-escuchó su nombre salir de la suave voz del más alto. Con ese tono sutil, elegante, fascinante-Me alegra verte una vez más-el castaño sonrió
-Igualmente, Akashi-san-murmuró con una sonrisa timida, tentado tomarle la mano.
Un intercambio rapido de miradas y miles de cosas que no se podían simplemente decir con palabras. Juntaron sus meñiques de manera inocente, como si fueran niños, para luego salir de la casa del castaño.
El camino fue silencioso y ameno. Sus manos iban entrelazadas y parecían hechas la una para la otra. Encajaban la perfección.
El golpeteo constante en el pecho del castaño nuevamente le indicaba que nuevamente las emociones se le subían y que no sabía que sentir.
-Son once días-comentó de la nada Akashi.-Solo, solo cuatro más.
Y lo miró. Sus ojos dispares lo observaron. No de una manera analítica o amenazadora, fue más bien como si intentará llevarle a recorrer planetas y universos; como si con la mirada quisiera enseñarle cada misterio del mundo y le dejara la respuesta en la palma de la mano. Como si le dijera millones de “Te amo” en un segundo, como si le adornara con diamantes y rubíes, como si realmente le estuviera enseñando cada una de las emociones, entregándoselas una por una.
Y desvío la vista. Porque él no podía con tanto amor, no podía con tantas emociones. Se hastiaba y extasiaba. Se enamoraba más y encontraba más encanto en cada detalle del chico junto a él.
No podía dar la misma fuerza en su mirada como lo hacía Akashi. Porque se distraía con cada centímetro de Akashi.
-Solo cuatro más-repitió-¿Qué me dirás, en cuatro días más, Kouki?-preguntó.
Seguían caminando casi sin rumbo, como si estuvieran perdidos, pero estaban tan enfrascados en el otro que de repente el Universo se convirtió en el otro, que de alguna manera el contrario era todo.
-En cuatro días más…-murmuró el castaño. ¿Qué haría en cuatro días más?-En cuatro días más, Akashi, espero, y deseo, poder seguir caminando contigo, tomando tu mano-susurró. Los ojos contrarios brillaron, centellearon con fuerza. Como dos estrellas fugaces que lejanos a irse, han decidido quedarse en un lugar donde podían brillar con más fuerza de lo normal.
Se le acercó con gracia y elegancia, siempre regio, hasta rozar respiraciones. Y entonces sus labios se unieron.
Con dulzura, con cariño, sus labios se tocaban y miles de cosas traspasaron al otro.
Y Kouki, a este punto, tan maravillado por el sabor del otro, tan encantado por la magnífica presencia contraria, si que no sabía que sentir.