[18] Día Catorce.
Furihata movía de adelante hacia atrás con entusiasmo.
Tenía el teléfono en mano, hablando con El gran y absoluto Akashi Seijuurou.
Ese día Akashi no podía viajar a Tokio, una reunión de improvisto lo mantuvo en Kioto junto a su padre prohibiendo su viaje a la capital.
A Furihata no le agrado la idea de no poder pasar junto a Akashi el penúltimo día de su Juego, pero sabía que el trabajo era el trabajo (aun cuando Akashi no superara los dieciséis).
Sentado sobre el sofá de la sala, con una manta alrededor de su cuerpo y té sobre la mesa de centro.
El entrenamiento de ese día fue especialmente duro, con una Aida molesta porque los chicos nunca callaban y sólo sabían acosar a Furihata con preguntas incomodas y datos sobre su relación (o no relación, como la había descrito el castaño) que no deberían importarles.
Pero Seirin es Seirin.
El teléfono vibro y Kouki se abalanzó sobre él, esperando ansioso una respuesta.
Akashi-san: ¿Entonces estás muy cansado? [18:43]
Furihata sonrió ante el mensaje. Los detalles tan discretos de dulzura que el pelirrojo tenía hacia él sólo lo hacían volverse loco, ansioso por él.
Kouki: Si, pero no es nada muy malo. Estoy bien :D ¿Y que tal va todo en Kioto? [18:43]
Bebió de su té mientras el escribiendo no abandonaba la pantalla. Se cubrió un poco más con la manta mientras la televisión emitía el viejo Dorama que su madre veía hace un par de años.
Akashi-san: Bien. La reunión acabo hace poco. Ahora debemos hablar con el socio. Gracias por tu preocupación, Kouki. [18:50]
Subió sus piernas al sofá y apretó sus rodillas contra su pecho, con el teléfono en mano.
¿En qué momento cayó por el Emperador?
Le tenía miedo, un miedo atroz. Tembló todo el partido que jugó contra él. Se asustó de una manera insana cuando le vio sacar las tijeras dispuesto a atacar a Kagami.
Desde la Winter Cup de aquel año que quedo marcado por su presencia. Desde aquel torneo en su primer año, que le teme. Que le temía.
Pero algo cambió.
Sin darse cuenta en dos semanas lo tenía encantado. Con su mirada dispar, con las sutiles sonrisas y las suaves (y contadas) caricias. Cuando sus labios se estiraba en una sonrisa, cuando sus lacias pestañas caían sobre sus ojos. Cada detalle lo tenía maravillado. Encantado.
¿Quien diría que terminaría tan fascinado por el ser que más miedo le llegó a causar en algún momento?
Apretó el teléfono entre su mano al tiempo que apretó las rodillas hacia su cuerpo.
Kouki: Creo que me gusta, Akashi-san.
Borró el mensaje de inmediato, escribiendo otra respuesta al poco tiempo.
Kouki: Llámeme cuando termine el trabajo, por favor [18:54]
Y aunque dudó en enviarlo, esta vez apretó el botón para que Akashi lo recibiera.
La respuesta no tardó en llegar.
Akashi-san: No dudes que recibirás mi llamada. Aunque hubiera preferido dejarte un beso de buenas noches, pero supongo que deberé conformarme con la llamada. [18:55]
Y algo colisiono dentro de él.