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Memorias por LunaPieces

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Notas del capitulo:

Memorias: Capítulo 3

Pareja principal: Zoro x Sanji
Género: Angst/Romance
Rating: M
Autor Original: StarkBlack
Traductora inglés: LunaPieces
Beta: LunaPieces

Siento la demora m(_ _)m paso a dejarles el tercer capítulo de esta magnífica historia *-* avisando que este fic tiene capítulos muy largos, por lo que quizá tarde un poco más en actualizar, pero no se preocupen ya está terminado en inglés y estará terminado en español OnÓ9

----Memorias: Capítulo 3----


 


Cuando Zoro cerraba la puerta de la habitación de Sanji detrás de él, se encontró con varios rostros preocupados. Nami y Vivi estaban sentadas en sus sillas cruzando el pasillo, Ace aún estaba de pie junto a la puerta y Robin y Franky lo veían desde la ventana del cuarto de espera. Usopp y Chopper no estaban a la vista por lo que parecía.


El corazón de Zoro aún palpitaba dolorosamente en su pecho. Si alguien le hubiera preguntado si sus manos temblaban en ese momento, lo hubiera negado: “¡Las manos de Zoro no tiemblan!”, pero sabía que temblaban incontrolablemente. Con un demonio, todo su cuerpo temblaba incontrolablemente.


—Hey, Zoro, —dijo Ace a su lado— ¿estás bien? ¿Necesitas algo?


Zoro miró hacia el piso. Aún no se sentía seguro para hablar, así que levantó la mano y sacudió la cabeza ligeramente.


—¿Se llevaron bien?—Preguntó Nami—. No pelearon o algo, ¿cierto?


“Oh ho, —le espetó Sanji de buen humor—. Sólo espera que salga de aquí bastardo y te patearé el trasero.”


El pecho de Zoro comenzó a doler. Sanji había sido… tan sólo él mismo… y no, no habían peleado, se habían llevado realmente bien. De una forma que era más difícil de asimilar que si Sanji hubiera sido el idiota que había conocido por dos años. El Sanji que descansaba en su cama era el mismo Sanji que Zoro recordaba. Con el que había entrenado, con el que había vivido, con el que había hecho el amor incontables veces, con el que había peleado, con el que había llorado —”¡No! ¡Zoro no llora!”—Era el Sanji de Zoro… pero a la vez no lo era. Todo era lo mismo, excepto que toda información acerca de Zoro había sido borrada de su cabeza…


“Siento mucho no poder recordarte—dijo Sanji suavemente—. Nami dijo que éramos, lo siento, somos, buenos amigos.”


El peliverde nunca había creído en la existencia de algún dios, pero ahora se lo cuestionaba… porque no había forma de que la naturaleza y la suerte pudieran ser tan crueles. Probablemente se trataba de un dios, y odiaba a Zoro.


—¿Zoro?—La voz gentil de Vivi penetró sus pensamientos.


El espadachín frunció el ceño y cerró los ojos. Era demasiado. Necesitaba un momento para estar solo. Todos los ojos sobre él, las expresiones preocupadas, la lástima lo abrumaban desmesuradamente.


Necesitaba huir de esas miradas antes de volverse loco.


—Uh...—pasó una mano por su cabello—. Denme un minuto, necesito ir al baño.


Se escabulló del pasillo sin esperar a que alguien le dijera algo. Rebasó a unas cuantas enfermeras y abrió la puerta de los baños de golpe con la señal decaballeros”. Una vez dentro, verificó que no estuviera ocupado y al descubrir que estaba solo, cerró la puerta. Se dirigió a los lavabos y recargó sus manos sobre la fría formica. El diseño era azul con salpicaduras de color blanco.


Azul… el mar azul… azul como los ojos de Sanji… salpicado de blanco… como la mesada salpicada de harina cuando el rubio hacía los panqueques favoritos de Zoro los domingos por las mañanas…


       ¡MIERDA! Zoro apretó y cerró los ojos impidiendo que el dolor lo controlara. Cuando se había acercado a la cama de Sanji hace unos instantes y había jalado la cortina, su corazón se había detenido. El mundo se había detenido y el aire había desaparecido. Nada había sido real a excepción de Sanji y él. Todo había dejado de existir mientras el rubio se giraba para mirarlo. Su mirada era justo como la recordaba: serena y calculadora, inquisitiva e intuitiva. Zoro se había preocupado por instante de que viera a través de él; de que viera a través del desesperado escudo que cubría su dolor, su nostalgia y el sentirse aterrado. Lo suficientemente aterrado para que le pidiera que se fuera y que nunca regresara a verlo.


De repente, el espadachín sintió unas increíbles nauseas. Intentó tranquilizarse y luchó contra ello por varios segundos, pero rápidamente perdió la batalla. Se metió en el cubículo más cercano y vomitó de forma miserable y violenta. No había comido nada desde la noche anterior, así que las contracciones le producían terribles calambres en su abdomen. “Maldita sea… ¿qué demonios pasa conmigo?” Respiró profundamente un par de veces y se limpió la frente con la manga.


“Resiste la próxima vez, Zoro…” Necesitaba ser más cuidadoso, necesitaba estar más preparado la próxima vez. Necesitaba no perderse en los hermosos ojos de Sanji, o quedar atrapado en el timbre de su voz. Sanji tenía que ser informado de los años que había perdido. Si regresaba a su antigua vida, necesitaba saber todo. Sanji y él no habían mantenido su relación en secreto. Todos los que conocían al rubio sabían que su amante era un hombre. Y Sanji estaba orgulloso de ello, orgulloso de Zoro, justo como Zoro lo estaba de él. Así que cuando Zoro finalmente se lo revelara, tendría que ser fuerte. Necesitaba ser el hombre del que Sanji estuviera orgulloso; necesitaba estar controlado, enfocado.


No despedazándose como lo estaba ahora, solo en el baño. Incluso sus nudillos se estaban poniendo blancos mientras sus manos se sujetaban al asiento del inodoro; con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos, con la respiración en la garganta. No se derrumbaría así, mostrándose tan débil delante del rubio.


Un golpe en la puerta del baño sobresaltó a Zoro y se levantó de golpe.


—¡¿Qué?!—Gritó, intentando asustar a quienquiera que estuviese allí afuera.


Pero la voz del otro lado era una que no se atemorizó en absoluto.


—Zoro, soy yo, —contestó Chopper valientemente—¿estás bien?


Zoro suspiró. Chopper estaba usando la “voz de doctor. Nadie se oponía a ese tono, nadie lo intentaba. Se dirigió a la puerta y colocó su mano en el pestillo por encima de la manija.


—¿Estás solo, Chopper?


—Sí.


Zoro desbloqueó la puerta y la abrió un par de centímetros. El chico melenudo la empujó un poco más y le lanzó una lata de jugo y una pequeña píldora.


—Quiero que tomes esto, y te bebas todo esto. Sé que no has comido nada en horas y que no puedo evitar que medites hasta la inconsciencia, pero sí puedo evitar que te deshidrates.


Zoro miró a su amigo por unos cuantos segundos. Y entonces sus labios esbozaron la más pequeña de las sonrisas mientras se hacía a un lado para dejar que el chico menor entrara al baño. Si había alguien en el mundo además de Sanji que consiguiera que Zoro flotara en un mar de sentimientos, era Chopper. Era demasiado tierno para su propio beneficio.


Chopper entró en el baño y se sentó sobre los lavabos de un salto, balanceando sus piernas como un niño pequeño mientras miraba a Zoro tomar la píldora y drenar la mitad de la lata de jugo. El peliverde lo miró con el rabillo del ojo y casi sonríe cuando el pequeño estudiante de medicina cruzó los brazos lanzándole una mirada acusadora. Bueno, la que sería considerada como una mirada acusadora de alguien tan tierno como Chopper.


—Todo—ordenó.


Zoro giró los ojos inclinando la lata para terminar de beber el líquido. Lanzó la lata vacía a la basura y limpió su boca.


—¿Feliz?—Murmuró.


Chopper sonrió.


—Sí.


Zoro se recargó de los lavabos al lado de Chopper y cruzó los brazos. Bajó la vista al piso y se quedó absorto, como si eso contestara a todos sus problemas actuales.


Después de unos minutos, Chopper suspiró.


—Es raro verlo hablar… sabes. Había estado en la misma posición por tanto tiempo…


Zoro asintió.


—¿Pero sabes qué es más raro que ver a Sanji hablar?—La sonrisa de Chopper era amplia.


Zoro levantó una ceja mientras le dirigía una mirada a su amigo.


—¿Hm?—Gruñó.


Chopper rió.


—¡Ver hablar a Sanji sin un cigarrillo! ¡No recuerdo haberlo visto sin uno a excepción de cuando iba al trabajo!


Zoro sonrió y frotó su cuello.


—Sí… ahora que lo pienso es muy raro, eh.


La sonrisa de Chopper disminuyó mientras ponía sus brazos alrededor del cuello de Zoro.


—Estará bien, Zoro… Él te ama, sólo que no lo recuerda.


Zoro se enderezó para sentarse sobre los lavabos al lado de Chopper y poner un brazo alrededor de los hombros del menor. Chopper era para él como un hermano menor, aunque a veces olvidaba que no estaban relacionados por la sangre. Se tranquilizó un poco y dejó descansar su barbilla en el hombro de Chopper, suspirando suavemente.


—No veo a Kaya con ustedes chicos, —soltó Zoro bruscamente—¿trabajó esta noche?


—No...—El chico suspiró profundamente y se alejó gentilmente de su amigo mayor. Cruzó los brazos una vez más.


—Aún está evitando a Usopp…


—¿Ni siquiera vino a ver a Sanji sólo por evitar a Usopp?—Preguntó Zoro incrédulamente.


Chopper sacudió su cabeza.


—No… no creo que ella lo sepa… sentí que sería extraño llamarla…


—Zoro le dio palmaditas en su espalda.


—No te sientas mal por eso Chopper, no fue tu culpa.


—¡Pero yo los junté!—Gimoteó Chopper—. ¡Si nunca los hubiera presentado, entonces Usopp no sería miserable justo ahora!—El corazón de Zoro casi se sale cuando el pequeño enterró su rostro entre sus manos—. Todo lo que quiero es que Usopp sea feliz, Zoro…


—¿Y qué hay de ti Chopper?—Susurró Zoro—¿Acaso no mereces ser feliz también?


—Eso nunca va a pasar Zoro. Él ama a Kaya y yo tengo que lidiar con eso. Él nunca se sentirá de esa forma conmigo… está bien…


Pero de repente, la cabeza de Chopper se levantó mirando al espadachín con horror.


—¡Oh por dios Zoro!—Dijo Chopper estridentemente—¡Lo siento mucho! ¡Soy un asco! ¡Tienes mucho en qué pensar y aquí estoy yo quejándome de mis problemas! Nunca quise-


Zoro sonrió mientras cubría la boca de Chopper con una mano.


—Está bien, relájate. No me importa. Me ayuda a olvidar mis problemas por un rato.


Chopper bajó la mirada e hizo una expresión de tortura.


—Voy a juntarlos de nuevo, Zoro. Ellos se aman, pero están actuando como unos idiotas. Ellos deben estar juntos…


Zoro asintió y dejó que la cabeza del menor descansara en su hombro. Pasaron varios minutos en un cómodo silencio antes de que Chopper susurrara suavemente:


—Quiero preguntarte algo, Zoro… Pero no quiero hacerte sentir mal…


Zoro frotó el hombro de Chopper.


—Está bien, pregunta.


El rostro de Chopper se puso un poco rojo y miró a todos lados en el baño excepto a Zoro.


—¿Qué hizo Sanji cuando le dijiste lo que sentías por él?


Zoro rió con ganas, carcajeándose a todo pulmón. Se agachó un poco mientras se frotaba uno de los costados donde un pequeño calambre que se esparcía por sus pulmones. Chopper lo miró con la quijada hasta el piso.


Zoro no había tenido oportunidad de decirle a Sanji directamente cómo se sentía la primera vez… Bueno, había sido una forma de decirlo, pero no hubo mucha plática implicada. Habían estado peleando e insultándose cuando sus espaldas se estamparon contra las colchonetas de entrenamiento. Había empezado como una pelea y había terminado entre una masa de brazos y piernas, sudor y semen, jadeos e insultos en la oscuridad del gimnasio.


—¿Y bien?—Preguntó Chopper mientras la carcajada de Zoro se detenía—¿Qué hizo Sanji cuando le dijiste por primera vez que te gustaba?


Zoro sonrió y pasó una mano por el cabello del menor.


—Me pateó la cabeza.


 


XXXXX


 


Para Sanji, los siguientes dos días fueron un caos con visitas de amigos y ser trasladado de un lado a otro por todo el hospital para hacerse prueba tras prueba. Realizó su electroencefalograma y su resonancia magnética con éxito y fue programado para su tomografía la siguiente mañana (1). El fisioterapeuta lo había visitado para poner a prueba su fuerza y sus reflejos haciendo una serie de movimientos con sus articulaciones y lo había sentado en varias posiciones para checar su presión sanguínea. Su cuerpo parecía estar extraordinariamente bien después de haber estado inmóvil por tanto tiempo. Habían colocado sus extremidades en férulas después del primer mes en coma, así que ninguno de sus tendones había sufrido contracturas (2). Su reflejo de deglución también estaba funcionando apropiadamente, así que el doctor le dijo que podía empezar una dieta líquida inmediatamente. Desafortunadamente, no le habían quitado los catéteres centrales (3) y Sanji estaba un poco inquieto pensando que había tubos sobresaliendo de su estómago y vejiga. Oh bueno, se los quitarían eventualmente.


Ahora Sanji sentado en su cama, miraba la televisión mientras comía trocitos de hielo. Sus brazos estaban débiles, así que había puesto el tazón en su pecho mientras dirigía los trozos de hielo hacia su boca y los enrollaba con la lengua saboreando la sensación del frío líquido bajando por su garganta. Su boca había estado tan seca cuando despertó, que cuando escuchó la noticia de que podía beber líquidos se sintió tan feliz.


2015… Tan jodidamente extraño… Muchas cosas habían pasado los últimos dos años. Había estado cambiando de canales entre las noticias nacionales y locales de las últimas horas, intentando ponerse al día. Incluso había cambiado el canal al MTV por un momento para ver lo que estaba ocurriendo en la cultura pop. Pero finalmente, después de cansarse de todos los debates políticos y sesiones donde candidatos de los que nunca había escuchado, se peleaban entre sí, cambió al Food Network y bajó su tazón. Sintió los párpados un poco pesados y se relajó, sintiéndose cómodo mientras flotaba entre los sonidos de cocina.


Sanji no se había dado cuenta de que se había quedado dormido hasta que un suave sonido lo despertó. Abrió los ojos lentamente y vio a Zoro sentado en una de las sillas de la habitación, frotando su pierna.


—¿Zoro?—Bostezó y sonrió—¿Qué ocurrió?


El peliverde dejó de frotar su pierna y lo miró tímidamente.


—Me di un golpe con la maldita... mesa.


Sanji sonrió. No había visto a Zoro desde que había tenido sus análisis de presión sanguínea. El espadachín había estado de pie contra la pared mirando cada movimiento del rubio atentamente. Y le había sorprendido que la presencia del otro no se había sentido extraña o molesta. De hecho, el tener a Zoro ahí, le daba a Sanji una extraña sensación de confianza. La presencia de Zoro había sido un apoyo silencioso y Sanji lo apreciaba enormemente.


—¿Entonces, qué te trajo aquí?—Preguntó el rubio.


Zoro rozó una pequeña maleta bajo sus pies.


—Te traje algunas cosas—dijo suavemente.


Sanji parpadeó.


—¿Cosas? ¿Qué clase de cosas?


Zoro se levantó y llevó la maleta hasta la cama de Sanji.


—Ropa y cosas. Tu doctor me dijo que estaba bien si querías usar tus propias cosas. —Abrió el cierre de la maleta y rebuscó en el interior—, Intenté traerte ropa que tenías hace unos años… ya sabes... porque, de otra forma sería como si no fueran tuyas… Es decir, ya que no recuerdas haberlas comprado…


Sanji sonrió cuando se dio cuenta de que Zoro estaba divagando. ¿Acaso estaba nervioso?


—Eso es muy amable de tu parte Zoro—le echó un ojo a la bolsa—. Déjame ver.


Zoro sacó unos pantalones deportivos de color azul marino con letras blancas en los costados. Sanji sonrió cuando reconoció la insignia de colegio.


—¡Joder, Zoro! ¡Estos son mis pantalones favoritos!


Zoro le devolvió la sonrisa.


—Lo sé.


Zoro le explicó que no tenía boxers de hace dos años y Sanji se carcajeó diciéndole que no se preocupara por eso. El resto de la maleta contenía varias camisas que Sanji adoraba, otro de sus pantalones favoritos y una bata de baño azul oscuro. La quijada de Sanji cayó hasta el suelo mientras miraba con nostalgia el suave material azul.


El rubio casi se espanta cuando Zoro se colocó a su lado y le ofreció su mano.


—Te ayudaré a sentarte para que puedas ponértela—murmuró el peliverde.


Sanji parpadeó, pero tomó su mano. Y entonces Zoro lo sorprendió una vez más con la gentileza que solía usar con él mientras lo sentaba y sostenía con firmeza, intentando que sus brazos se deslizaran por las mangas de la bata. El tacto del espadachín era suave, y cada movimiento era preciso. Cuando Zoro cerró la bata y guió a Sanji de nuevo a las almohadas, el rubio no pudo evitar sentir que las manos del otro le eran muy familiares. Pensó que seguramente era debido a los combates que habían tenido o quizá habían jugado cartas o algo por el estilo o incluso quizá le había enseñado a Zoro a cocinar.


Pero no, no importaba cuánto pensara en eso, Sanji sabía que era el tacto de las manos de Zoro el que se sentía familiar. El toque de las manos de Zoro alisando la tela… apartando el cabello de sus ojos… acomodando las sábanas cuidadosamente alrededor de él.


Eso lo hubiera puesto nervioso a no ser porque la presencia de Zoro era excepcionalmente tranquilizadora para él. Había algo extraño en el hombre peliverde…


Sonrió mientras Zoro arrimaba la maleta hacia la silla.


—¿Entonces, por qué te teñiste el cabello de verde?


Zoro rió por encima de su hombro y acercó un poco más la silla a la cama de Sanji. Se quitó la chamarra y se sentó.


—No me lo teñí.


Sanji resopló, ligeramente distraído por la piel expuesta de los brazos de Zoro. Su piel bronceada se tensaba en gruesas capas de músculo que se relajaban mientras el espadachín cambiaba de posición. Eso probablemente derretiría a las señoritas de un solo golpe, en opinión de Sanji. Y también quizá esa era otra razón por la que eran amigos; intereses mutuos y todo eso.


—¿Entonces es porque nadas en piscinas de cloro todos los días y olvidas bañarte? ¿Bebes un montón de Kool-aid de limón o algo?


Zoro sonrió.


—No, sólo tengo una clase de deficiencia química o sobreproducción de algo. Es genético, mi padre lo tenía también. Mi tía intentó explicármelo una vez, pero me perdió después de “el color verde de tu cabello y el de tu padre es porque…”


Sanji ladeó su ceja.


—Déjame ver tu brazo.


Zoro tendió su brazo y Sanji lo observó cuidadosamente.


—¿Qué es lo que miras?—Preguntó el espadachín.


Sanji se relajó e hizo una mueca.


—Estaba viendo si el vello de tu brazo también es verde. Para ver si me estabas engañando o no… pero no tienes nada.


Zoro rió disimuladamente.


—Te juro que no te estoy engañando.


Sanji sacudió su cabeza lentamente.


—Eso es realmente extraño hombre…


Zoro se relajó en su silla y miró la televisión. Los dos permanecieron en silencio por unos minutos viendo a una hermosa morena haciendo entremeses italianos. Durante los comerciales, Zoro preguntó distraídamente.


—¿Cuándo te llevarán al cuarto de terapia física?


Sanji suspiró.


—Empiezo mañana, iré dos veces al día hasta que pueda caminar sin ayuda. Después de mi tomografía, intentarán ayudarme a estar de pie con las barras paralelas.


Zoro asintió y se movió incómodo en su asiento. Sanji podía adivinar que el hombre tenía un debate mental.


De todos los que habían ido a verlo, Zoro era la única persona que no tenía la manía de contarle lo que había pasado los años que había perdido. El hombre sereno siempre lo visitaba y dejaba que Sanji dirigiera la conversación. Hablaba con él y respondía sus preguntas, pero nunca jugaba al “¿recuerdas esto?”.


—Hey Zoro...—Preguntó Sanji cuidadosamente.


—¿Hm?...—Zoro lo miró aprensivamente.


—Sólo me preguntaba...—Titubeó.


Cuando Sanji se detuvo, parecía que no continuaría, así que Zoro se sentó más cerca de él lentamente.


—¿Quieres saber cómo llegaste aquí?—Preguntó suavemente.


Sanji se acomodó en su bata y asintió con la cabeza.


Zoro suspiró y acercó un poco más la silla para poder recargar sus codos en la cama. Habló lentamente y cuidadosamente, como si hubiera ensayado las palabras una y otra vez y ahora estuviera recitando de nuevo lo que había memorizado como un monólogo.


—El campeón del mundo del kendo es un hombre llamado Hawk. Ha sido el número uno desde… bueno, desde siempre. Es completamente invencible. Yo soy el número dos. He sido el segundo desde que obtuve por primera vez el puesto cuando tenía diecinueve, hace seis años. El tipo del tercer lugar se llama Bones. Tiene muchos seguidores y un club de fans donde lo llaman Mr.One y toda esa mierda… de todas formas…


Sanji no sabía a dónde quería llegar el espadachín con eso, pero mantuvo la boca cerrada y escuchó.


—Así que ese tipo Bones quiere el título tanto como yo, y decidió que la manera más fácil de obtenerlo, era matándome…


—¡¿QUÉ?!—Interrumpió Sanji—. ¿Matarte por un título de kendo? ¿En serio?


—Sí, este tipo está un poco, —hizo un gesto sobre su cabeza—loco, creo que esa es la palabra más adecuada. Da igual, decidió deshacerse de mí, aunque ahora que lo pienso, es bastante retardado porque aún tendría que vencer a Hawk y eso no va a pasar nunca… pero como sea, —Zoro frotó sus ojos y su voz se hizo más silenciosa—una noche, regresábamos a casa del museo de Robin. Había sido promovida y habían obtenido toda esa nueva mierda egipcia -que no recuerdo-, y yo había bebido mucho, así que tú dijiste que conducirías mi auto a casa…


Sanji esperó pacientemente sin atreverse a interrumpir de nuevo. Zoro se había tranquilizado y había empezado a tirar de un hilo flojo de las sábanas.


—Um...—Para sorpresa de Sanji, la voz de Zoro se sacudió ligeramente mientras continuaba—. Veníamos rodeando una curva que subía a la Colina de Capitol, y el auto fue embestido del lado del conductor por un F 1-50 no autorizado. Cuando desperté, tenía la cabeza contra el vidrio, y tú estabas…


Sanji miró la barbilla de Zoro apretarse y aflojarse con furia. Ese accidente había sido realmente difícil para Zoro y debía odiar hablar de él por obvias razones. Sanji se movió sin pensarlo y colocó una mano en el brazo del espadachín. Zoro la tomó inconscientemente y recargó su mejilla contra la piel del rubio como si buscara consuelo.


—Quedaste atrapado dentro del carro… parecía que la mitad inferior de tu cuerpo había sido aplastada y tu cabeza estaba sangrando mucho… Yo no podía moverme… Pensé que estabas muerto…


El corazón de Sanji se rompía mientras escuchaba las palabras llenas de desconsuelo de Zoro. Odiaba ser la causa del sufrimiento de su amigo. Apretó los dedos en el brazo del espadachín.


—Cuando finalmente llegamos al hospital, casi asesino a las malditas enfermeras que limpiaban y cosían mis heridas sin decirme ni una maldita palabra de lo que te había pasado a ti. Estaba tan furioso que casi mato a los policías que llegaron a hacerme preguntas. Pero finalmente, Chopper llegó y me dijo que estabas en cirugía… que tus dos… ¡Maldita sea!…


Zoro se enderezó, pellizcando el puente de su nariz. Sanji no podía decir si estaba conteniendo gritos o lágrimas.


—Hey, hey, Zoro—interrumpió Sanji—. Está bien.


Zoro abrió los ojos y miró intensamente al rubio.


—¡No. No está bien, no estaba bien! Te rompiste tus dos piernas, Sanji, ¡maldita sea, las dos! Y lo único en lo que podía pensar era que tu carrera de artes marciales, tu gran pasión además de tu cocina, había terminado... por mi culpa… ¡Esos tipos iban a por mí y tú tenías que estar en el maldito lugar incorrecto y en el maldito momento incorrecto!


Los ojos de Sanji se ampliaron. Por supuesto, no era de extrañar que Zoro estuviera tan destrozado por lo de su accidente. Él pensaba que era su culpa. Zoro había escapado con unas cuantas cicatrices y un chichón en la cabeza mientras Sanji se había roto las dos piernas y había estado en coma por un año.


—Zoro…


Zoro bajó la mirada y parecía estar preparándose para un golpe.


—¿Sí...?


Sanji suspiró.


—¡Cierra la maldita boca!


Los ojos de Zoro se abrieron  mientras su quijada se caía al devolverle la mirada. Sanji casi explota de risa al ver la expresión impactada del espadachín intentando mantener su seriedad. Era inevitable que lo tomara tan en serio.


—No hables como si todo fuera tu maldita culpa, joder. Es tan melodramático que se me eriza la piel.


Zoro parecía hacerse pequeño mientras el rubio continuaba.


—Así que un par de tíos intentaron deshacerse de ti y me atraparon a mí. Bueno, que se jodan. Parece que estoy vivito y coleando y por lo que parece tú también, que se traguen eso. Caminaré de nuevo y entonces regresaré para patearles el trasero -que apuesto a que lo hago- y entonces iremos a NASKA juntos de nuevo, derrotarás a ese hombre Hawk y nos burlaremos de ellos. Quizá incluso los encontremos y pateemos sus traseros los dos juntos. Entonces todo…


Sanji fue interrumpido por los brazos de Zoro alrededor de él; atrapándolo en un fuerte abrazo. Sanji hizo una mueca mientras sus articulaciones gritaban de dolor, pero pudo poner una mano alrededor de la cintura de Zoro y la otra sobre su grueso hombro gentilmente. Le devolvió el abrazo al espadachín durante unos segundos, sintiéndose un poco torpe abrazando a alguien que apenas conocía… Y que era un tío.


Estúpido espadachín mierdoso… ponerse así de depresivo por mí…


Sanji sintió a Zoro quedarse sin aliento.


—Te extrañé Sanji—murmuró en su hombro.


Sanji sonrió y puso los ojos en blanco mientras abrazaba aún más fuerte a su mejor amigo.


—Idiota.


 

Notas finales:

¡¡Waaaaa!! *Saca los pañuelos* hermoso *-* tiernamente hermoso *-* ¿Qué les pareció este cap? Por fin descubrimos qué es lo que pasó, pobre Sanji D: pobre Zoro D: pobres de los dos xDDD.

 

Notas de la autora:

  1. Electroencefalograma (EEG) - es la medición de la actividad eléctrica producida por el cerebro. Espectroscopia de resonancia magnética (RMN) es usada para medir los niveles de los diferentes metabolitos en los tejidos del cuerpo. En otras palabras, los reflejos a nivel del sistema nervioso central. La mayoría de ustedes debe conocer lo que es una tomografía, es como los rayos X en un tipo de corte.

  2. Las contracturas se dan cuando los músculos, ligamentos y tendones pierden movilidad debido a una contracción. Son como ligas, así que no las usas, pierden elasticidad.

  3. Los catéteres centrales son tubos de alimentación colocados directamente en el estómago… o a través del estómago. Horrible. Lo mismo para la vejiga. (Aunque creo que el término para el de la vejiga es diferente...)

 

Nos vemos el próximo capítulo Owo, ya saben sus reviews son traducidos a su venerable autora m(_ _)m gracias por esperar <3

 


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