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Memorias por LunaPieces

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Notas del capitulo:

Memorias: Capítulo 6

Pareja principal: Zoro x Sanji
Género: Angst/Romance
Rating: M
Autor Original: StarkBlack
Traductora inglés: LunaPieces
Beta: LunaPieces

Pasando a actualizar este fic que parece olvidado, pero que no había podido traducir por falta de motivación artística X.x lo siento mucho, pero aquí lo tienen, disfrútenlo mucho, me da tanta alegría que algunas personas ya lo hayan leído en inglés y lo estén recomendando, muchas gracias :D

P.D. Tanto “Colores del amor” como “Hasta que digas que me amas” quedan pendientes hasta que Amaitsumi dé señales de vida :C

Memorias: Capítulo 6

 

Ace abrió la puerta de la casa que compartía con Vivi y se encontró cara a cara con cierto espadachín peliverde. Dio un vistazo a un lloroso Zoro con los hombros caídos y la piel pálida antes de hacerse a un lado y hacerle señas a su amigo para que entrara.

—¿Estuvo bien?

Zoro no dijo nada mientras ponía un pie delante del mayor y entraba en la casa, lo que Ace lo tomó como un “no” y no presionó más.

 

XXXXX

 

Sanji despertó en una cama increíblemente cómoda, con el cuerpo envuelto en las sábanas más suaves que hubiera tenido el privilegio de usar. Suspiró con pereza un poco aturdido y se preguntó si esa cama le pertenecía a una princesa y si quizá podría salir con ella de nuevo para volver a dormir ahí. Rodó hacia su costado y olfateó la almohada que olía a… um…

Cuando sus sentidos reconocieron el olor familiar de pino y acero, recordó su conversación con Zoro. Los recuerdos regresaron a su mente como un viento frenético haciendo que el cocinero se acurrucara en sí mismo. Sintió el calor subir por sus mejillas mientras sentía que ola tras ola de vergüenza lo aturdían como la marea durante una tormenta. Había estado con un hombre, y todos lo sabían. Su elaborada, cuidadosamente construida y meticulosa imagen, se había ido a la mierda. Ya no era el Sanji amable, carismático ni el hombre que si se metían con él, pateaba traseros sin sudar una gota. Había quedado atrás el Sanji encantador con un toque de misterio. Había quedado atrás el hombre que incluso podía alardear de la más puritana de las mujeres en su cama, mientras sus esposos lloraban lágrimas de cocodrilo emocionados al comer su comida. Ahora, sólo era Sanji el chef gay… Sanji el marica…

Se quería morir… eso, o mudarse a la India. Podía conseguirse alguna cocina sin esforzarse mucho… y las chicas hindúes eran ardientes… sí, la India sonaba bien…

Se sentó lentamente, consciente del latido punzante en la parte inferior de su cabeza. Colocó las manos en su regazo y deslizó sus dedos sobre las sábanas de terciopelo.

¿Con Zoro? ¿Se había vuelto gay por Zoro?

Sí, el tipo era genial y parecía que tenían mucho en común. Sí, sentía que podía hablar con él sobre casi todo y Zoro parecía entender a Sanji mejor que nadie que hubiera conocido, además de Luffy. Pero era más parecido a un mejor amigo que algo más. ¿Qué demonios lo había llevado a atravesar la infinita brecha de la amistad y dormir con él? Tuvo que haber sido bueno… tuvo que haber sido jodidamente bueno.

“La razón… no… deja de pensar en eso...”

Sanji sacudió su cabeza como si quisiera borrarlo y salió de la cama. Quería un baño caliente y algo para comer antes de que volviera a pensar en eso. Se dirigió al baño principal y prendió la luz. El cuarto tenía un toque de estilo Zen. Una vasija Kohler encima de la madera de teca compuesta por el lavabo, paredes de un verde fresco y el piso de mosaicos chinos le daban a la estancia una sensación orgánica. La regadera era lo suficientemente grande para que dos personas se ducharan cómodamente; estaba equipada con un doble cabezal y todo. El tubo también tenía una medida decente y estaba rodeado por ese mismo mosaico chino del pis- ¡oh dios!, ¿había una televisión? ¡Una televisión montada en la pared!

La cabeza de Sanji dio vueltas, pero logró encontrar las toallas y de alguna manera descubrió la combinación de las llaves para el agua caliente de la ducha. Se colocó debajo del rocío hasta que sus dedos comenzaron a arrugarse y su espalda estaba roja y casi quemada. Después de lavar su cabello y limpiar su piel, salió y se dirigió al dormitorio con una toalla larga de color verde alrededor de su cintura. Alborotó su cabello en frente del espejo un momento para luego buscar ropa.

El enorme tocador al otro lado de la cama parecía ser el mejor lugar para empezar. Sanji abrió el cajón superior izquierdo donde solamente encontró boxers blancos, negros y verdes. Lo cerró rápidamente sin evitar sonreír al imaginarse a Zoro usando boxers de seda verde.

El cajón superior derecho tenía boxers que sin duda alguna, eran suyos. Eran azules y negros, algunos estaban decorados con corazones o besos. Sacó un par de trusas de color azul cielo y después de unos minutos de inspección, llegó a la conclusión de que el lado izquierdo era de Zoro y el lado derecho era el suyo. En el fondo se preguntaba por qué durante todo ese tiempo no se había asustado, pero concluyó que se debía a la conmoción y a la fatiga.

Encontró unos jeans limpios, una camiseta y calcetines en los cajones antes de comenzar a buscar alguna playera en el clóset. Con otro vistazo, igualmente detectó que la ropa de la izquierda era de Zoro. Jamás había visto tanto verde en su guardarropa. Arrastró la mirada por un sinfín de botones y suéteres antes de seleccionar un jersey gris claro. Estaba a punto de dirigirse a la cocina, cuando los trajes en el fondo llamaron su atención. Jadeó y empujó la puerta un poco más.

—Mierda… —suspiró.

Eran hermosos, elegantes, al estilo de los 50’s, trajes negros de alta costura. Dos rayados, dos negros sólidos y uno color carbón. Cada uno de ellos fácilmente estaba por encima de los quinientos dólares.

—Por la madre de Oda… estos no pueden ser míos…

 

XXXXX

 

—Pero si no te atacó, es algo bueno, ¿no?

Ace observaba a un Zoro desesperado mientras bebía lo que quedaba de su Jack Daniel’s. El espadachín colocó la botella vacía en el mostrador, sólo para tomar un Jagermeiser y acabarse la mitad con sólo unos cuantos tragos.

Zoro negó con la cabeza.

—Eso significa que está muy débil todavía y que pretende estar mejor de lo que está. Ya sabes cómo era siempre después de cada torneo pesado.

Ace asintió. Era cierto, a Sanji nunca le gustaba mostrar debilidad de ningún tipo. Podría desgarrarse los músculos de las piernas e incluso romperse huesos, pero se quedaba el resto del torneo sólo para mostrarles a todos que soportaba el dolor.

Ace miró hacia la ventana y escuchó el chapoteo de la botella. Pasaron unos cuantos minutos antes de que el mayor le prestara atención nuevamente a Zoro que fruncía el ceño sentado en su regazo.

—¿Qué, Zoro?—Preguntó.

—Bueno… estaba furioso… obviamente… —comenzó el peliverde lentamente, sus palabras comenzaban a ser quejumbrosas—. Pero parecía más molesto por haberle mentido que por cualquier otra cosa…

—¡Ninguno de nosotros le mentimos! Nosotros…

—No decirle algo que es importante es lo mismo que haberle mentido, —interrumpió Zoro. Cerró los ojos y deslizó una mano por su rostro. Zoro podía ser tolerante al licor como todo un campeón, pero cualquiera sentiría algo después de beberse casi una botella entera de Jager.

—Es sólo que yo pensé que él pelearía más conmigo por el hecho… de que era gay -de que habíamos tenido sexo- o algo… pero estaba más interesado en que yo no le hubiera dicho… nada…

Zoro se hundió en el sofá y la mirada nefasta en su rostro asustó a Ace más de lo que quería admitir. El mayor colocó una mano en el hombro de Zoro a modo de comprensión.

—Sólo dale algo de tiempo, hermano—dijo suavemente—¿no fue Sanji el que hizo el primer movimiento la primera vez? Quizá lo haga de nuevo.

Zoro gruñó.

—Estábamos juntos todo el tiempo en ese entonces. Se acostumbró a mí y me gustaba que se desenvolviera cuando estábamos entrenando. —Tomó otro gran trago—Ahora, empezaremos desde cero. No me conoce y no va a querer estar cerca de mí…

Ace estudió el mostrador y meditó la última oración del peliverde mientras inclinaba la botella de nuevo.

—Bueno… entrenar… apuesto a que él aún lo hará.

Zoro lo miró bajo sus párpados pesados.

—Sí, probablemente lo hará, —el espadachín balbuceó— pero esta vez creo que he sido un cobarde.

 

XXXXX

 

Sanji se inclinó sobre el mostrador empujando lo último que quedaba del omelette en su boca. Había sido casi surrealista cocinar en esa cocina. Con cada utensilio que había sacado, con cada olla o sartén en el que había puesto los ojos, una voz en lo profundo de su cabeza le decía: “Wow, éste es el mismo que hubiera tenido si…” Pero entonces recordaba que en verdad había tenido todas esas cosas, que esa era su cocina. No era la casa de alguna heredera millonaria donde babeaba de envidia mientras hacía el desayuno y gimoteaba por no poder utilizar esa fabulosa cocina cuando tenía que irse.

Ese lugar probablemente se había construido para increíbles fiestas y cenas.

Después de terminar, lavó los trastes y se dirigió a la sala. Había encontrado el anaquel de CD’s y DVD’s y tenía curiosidad por saber qué había salido recientemente. Buscó por filas y filas de películas de Kung Fu y películas de samuráis seguidas por casi dos estanterías de películas de acción y aventura. El rubio sonrió al descubrir que su colección de terror había aumentado dramáticamente. Era amante de las buenas películas de terror y no le daba vergüenza admitirlo.

En el siguiente anaquel, Sanji encontró una colección de títulos de los que nunca había escuchado. Comenzó a mirar los DVD’s, leyendo los títulos desconocidos: Últimos días, La Ley del Deseo, Dulce Amistad. Arrancó una película llamada Velvet Goldmine del estante y leyó la contraportada. El rubio abrió los ojos y se apresuró a devolver la película a donde estaba. Dio un paso hacia atrás y limpió sus manos en sus jeans como si hubiera tocado algo sucio. Ese estante era… de películas gay… ¡Tenía un maldito estante repleto de películas gay!

Dio media vuelta y tan pronto como sus ojos se posaron sobre el largo sofá frente al televisor, comenzó a imaginar cosas.

¿Se había sentado en ese sofá para ver esas películas con Zoro… mientras lo abrazaba? Si se habían abrazado ahí entonces… ¿significaba que quizá también habían… hecho otras cosas en el sofá?

Sanji quería largarse de la sala en ese momento. Pero cuando entró al pasillo se dio cuenta de que se dirigía al dormitorio. ¡Bueno, aunque no lo hubieran hecho en el sofá, tuvieron que haberlo hecho definitivamente en la cama! ¡En qué estaba pensando! Se giró y se dirigió a la cocina. No, se detuvo. Sabía que si se la pasaba la mayor parte del tiempo en la cocina, seguramente había sido molestado una o dos veces en el mostrador… Bien, nada de cocina. ¿Al baño? Oh joder esa regadera. Pensó en el comedor, pero rápidamente desistió. Sabía que era un romántico de corazón y esa vista era el sueño de todo amante.

Oh por Oda… ¿había sido romántico con Zoro?

Ningún lugar del departamento era seguro. Comenzó a darle un tic nervioso en el ojo y decidió que caminar, seguramente sería bueno para él. Tomó su chamarra del sofá, se colocó los zapatos y se dirigió hacia la puerta. Se detuvo en una pequeña mesita donde vio una nota escrita con prisa, era todo un garabato.

“Sanji,

Aquí está tu teléfono. Actualicé todos los contactos por ti. También dejé la llave del departamento. Solamente por favor, no vayas a ninguna parte tú solo.

Zoro.”

Sanji tomó las llaves y guardó el móvil. Salió por la puerta y se dirigió al vestíbulo. Ahí había un hombre joven que parecía de su misma edad sentado en el escritorio. Era delgado con cabellos oscuros y estaba usando un bonito traje color marrón. Cuando lo vio, su rostro se iluminó y se puso de pie enseguida.

—¡Oh por Oda! ¡Sanji! —Chilló y corrió del otro lado del escritorio para abrazarlo con gran fuerza.

Sanji se quedó inmóvil mientras el hombre se apartaba para abrazarlo nuevamente, por lo que tuvo oportunidad de mirar hacia abajo y leer el nombre del hombre en la identificación. Daniel.

—¡Me dijeron que habías despertado, pero era demasiado difícil de creer! —Los ojos de Daniel destellaron—. ¡Luces tan bien! ¡Delgado como siempre, pero no como si hubieras estado un año en coma! Apuesto a que Zoro está muy emocionado, ¿no es así?

Sanji parpadeó e intentó no pensar de más.

—Um, —murmuró—sí, Zoro está muy… emocionado justo ahora…

Daniel lo abrazó una vez más y Sanji se preguntó qué tan raro se vería ser abrazado por un hombre maduro en público.

—Por Oda, ¡estoy tan feliz por ustedes dos! Zoro se deprimió mucho estos últimos meses. —Se apartó nuevamente y dio un paso hacia atrás—No creo haber visto antes una angustia como esa. ¡No puedo esperar a hablar con él de nuevo!

Sanji simplemente se quedó ahí de pie, parpadeando estúpidamente.

—¿Se... angustió? ¿Qué?

El pelinegro puso una mano sobre su hombro.

—Oh sí, cualquiera podía notarlo aunque no los conocieran, chicos. Zoro olvidó comer por días esa vez. Kyle y yo íbamos a su departamento todo el tiempo para asegurarnos de que consumiera algo más que sólo alcohol.

Sanji no podía imaginárselo.

—¿Kyle?

Daniel frunció el ceño, perplejo.

—Sí, Kyle, mi pareja, el que trabaja aquí también, vivimos en el segundo piso juntos.

“Oh, debí haberlo sabido”. Sanji sacudió la cabeza y forzó una sonrisa.

—Cierto, lo siento. Hay algunas cosas que no recuerdo —giró lentamente la cabeza.

Daniel sonrió y colocó una mano sobre su hombro nuevamente. Era todo lo que el cocinero podía hacer para no salir huyendo.

—Entiendo cariño. Llámame si necesitas algo, ¿de acuerdo? Tengo que volver al trabajo.

“¿Cariño?”

Sanji asintió y murmuró un “gracias” antes de dirigirse a la puerta, desesperado por salir de ahí.

El aire fresco acarició sus mejillas y su rostro con familiaridad. Respiró el aire salado y cerró los ojos. Amaba Seattle porque a dondequiera que fueras, podías oler la esencia del mar. Le recordaba a cuando era joven, cuando vivía en un barco y ayudaba a su padre en la cocina. Descendió unos pasos enfrente del edificio y bajó hacia la avenida.

El paseo por la Colina de Capitol trajo a la vista una gran diversidad de personas, parejas paseando a sus perros, punks saliendo se las esquinas de las calles y grupos pequeños vistiendo camisetas de colores y rastas con un surtido de djembes y guitarras acústicas. En las noches, los clubs de caminantes por todo Seattle y Bellevue, visitaban la escena al salir de noche.

Sanji siempre había amado la vida nocturna de Seattle. El vecindario ofrecía grandes cantidades de entretenimiento, como muchos bares con música en vivo y teatros especiales. El arte y la música eran la sangre vital de la ciudad, así como lo eran para Sanji. Una de sus pasiones además de cocinar y —por Oda, antes de conocer a Zoro—eran las mujeres.

Sanji rebuscó en el bolsillo de su chamarra y sacó sus cigarrillos. Encendió uno elegantemente y succionó la nicotina mientras caminaba por numerosas tiendas minoristas, boutiques y las galerías de arte ocasionales.

Sólo le tomó unos cuantos minutos darse cuenta de que lo seguían.

 

XXXXX

 

—¡Estoy en casa cariño! —Zoro escuchó a Vivi decir desde la entrada y reprimió las ganas de aplastar la botella que tenía entre sus dedos. ¿Cuándo escucharía a Sanji decir eso de nuevo? ¿Habría alguna vez?

—¡Estamos aquí, Vivi! —Contestó Ace a su lado.

Vivi giró en la esquina y su sonrisa titubeó cuando vio a Zoro.

—Oh, Zoro… —se tapó la boca con una mano—¿Estás bien?

Zoro negó con la cabeza lentamente y aceptó el abrazo que la hermosa chica le ofreció. Vio a otra preciosa rubia aparecer en el salón por encima de su hombro.

—Hola Kaya, —murmuró el peliverde suavemente.

Kaya lo saludó levemente con la mano, pero permaneció en silencio.

—No te hemos visto durante un tiempo, Kaya —Sonrió Ace alegremente—. ¿Cómo has estado?

Kaya se encogió de hombros y bajó la mirada.

—Bien, creo… —su voz era como una suave brisa—. Las cosas han estado frenéticas en el hospital.

—¿Vendrás mañana? —Preguntó el pecoso—Sanji cocinará.

Zoro lo miró con dolor.

—No creo que él vaya a…

—Oh, él vendrá, —Vivi cruzó los brazos y dio un pisotón en el piso. Era increíble cómo lograba hacer eso sin perder la majestuosidad—nos lo prometió, y él nunca rompe una promesa.

—No sé si podré venir chicos —dijo Kaya gentilmente detrás de Vivi.

Vivi se dio media vuelta y le frunció el ceño.

—¿No puedes? —Preguntó con sus manos en la cadera—¿O no vienes?

Kaya bajó nuevamente la mirada mientras se encogía de hombros.

—Vas a tener que enfrentarlo tarde o temprano, Kaya, —añadió Ace—tienen los mismos amigos.

—Lo sé, —la rubia casi susurra—pero la última vez que Usopp y yo nos vimos, enloqueció…

Zoro se removió en su asiento y retorció el tapón de su botella. Gruñó y se levantó tambaleándose ligeramente. Mientras se dirigía al sofá, murmuró sin mirar atrás:

—Al menos Usopp sí recuerda quién eres.

Kaya jadeó y se cubrió la boca con las manos.

—Oh… lo siento tanto, Zoro.

Zoro levantó una mano en señal de entendimiento y se sentó de golpe. Suspiró pesadamente y tapó sus ojos con un brazo.

—Está bien, —murmuró—recompénsalo viniendo mañana.

Kaya desvió la vista y asintió lentamente.

—Está bien.

 

XXXXX

 

Sanji inhaló de su cigarrillo y se levantó pretendiendo admirar los relojes en la ventana de una pequeña joyería. Había visto al Ford negro girar en la esquina después de cruzar la avenida y luego de nuevo unas cuadras antes. Había caminado en círculos, se había dirigido hacia las calles de un solo sentido para perderlo de vista, pero seguía apareciendo detrás de él. Trató de identificar al conductor, pero claro, las ventanas estaban polarizadas.

Así que ahora miraba el auto aparcado a cincuenta pasos de él. Se estaba cansando de ello, así que se metió en un callejón y se escondió detrás de un gran basurero. Se apoyó en los fríos ladrillos y esperó a que arrancaran. Exhaló humo mientras escuchaba el sonido del motor girar hacia la calle cerrada. Escuchó que las puertas del carro se abrían y las voces se acercaban a su escondite.

Con el cigarrillo colgando de sus labios y las manos en los bolsillos de sus jeans con tranquilidad, salió de su escondite. Se encontró cara a cara con cuatro hombres que parecían tipos rudos en trajes similares: jeans y chamarras deportivas de color blanco y negro.

El cocinero se burló disimuladamente.

—¿Por qué no lamen su propio culo?

El más alto de los cuatro se mofó de Sanji y se acercó. Tenía una cicatriz horrible sobre su ceja izquierda que jalaba su piel y hacía parecer su ojo izquierdo más grande que el derecho.

—Así que la pequeña zorra de Roronoa está despierta de nuevo, —dijo Caracicatriz con voz gruesa—nunca pensé que vería este día.

Sanji se mantuvo firme e inhaló su cigarrillo.

—Ustedes parecen matones de porno barato, ¿lo sabían?

El tipo del asiento delantero metió la mano en el bolsillo y sacó un cuchillo. El rubio lo observó pensando en lo ridícula que era la situación. ¿Qué demonios había hecho Zoro para molestar tanto a esos tipos? ¿Dónde estaban los demás matones de Bones? ¿Por qué iban tras él si era de Zoro de quien tenían que hacerse cargo? ¡Por Oda! ¡Era una maldita locura!

—Será mejor que mantengan su distancia, imbéciles —dijo tranquilamente—porque he tenido un día de mierda.

 

XXXXX

 

Zoro se sentó en el sofá con la mente a la deriva en una agradable neblina que le producía el alcohol, ligeramente mareado. No estaba—en ninguna extensión de la palabra—ebrio, pero había bebido lo suficiente como para relajar sus músculos y calmar su anudado estómago. Se sentó en el sofá, escuchando ausentemente a Ace y a las chicas hablar sobre la secundaria y algunos cambios hechos en la estación de bomberos.

Sanji… había despertado al fin. Sano, caminando… y odiándolo… ¿Le pediría mudarse? ¿Le hablaría al menos una vez más?

La lluvia comenzó a caer fuera de la ventana, una lluvia fuerte para Seattle, pero no imposible para febrero. Zoro miró las gotas de agua deslizarse por el cristal creando mapas complejos con su progreso.

Quizá era debido al alcohol, o quizá se debía al hecho de que cierto rubio nunca salía de su mente, pero la lluvia de la ventana le recordó a Zoro el sudor que se deslizaba por sus hombros. Después de un día particularmente cansado en el restaurante, Sanji regresaba a casa y Zoro lo despojaba de sus ropas sin ninguna palabra. Lo depositaba sobre la cama y frotaba su espalda hasta que fuera una masa de huesos flojos. Hacían el amor de manera lenta y perezosa mientras miraba el sudor descender por la pálida piel de su amante hasta desaparecer por alguna costilla que se marcaba quizá un poco más de lo normal. Sanji se dormía inmediatamente, pero Zoro se quedaba despierto un poco más, acariciando con sus dedos cada milímetro de esa piel lechosa.

Un trueno sobresaltó a Zoro de sus memorias que dirigió su vista hacia las nubes negras de la ventana. Eran apenas las cuatro o cinco de la tarde y ya estaba oscuro.

Zoro esperaba que Sanji pudiera haber descansado un poco y con suerte si necesitaba algo, que hubiera llamado… a alguien…

 

XXXXX

 

Sanji estaba empapado y extremadamente molesto.

Todo lo que quería era tomar una agradable caminata para estirar los músculos y tomar algo de aire fresco, pero ahora estaba atascado en un combate con un puñado de matones que tenían un estilo muy malo. En verdad, si ese tipo de Bones lo quería eliminar de verdad, tenía que haber enviado a alguien que al menos tuviera idea de cómo pelear.

Dos de los tipos aún estaban de pie: Caracicatriz y el chico rechoncho con lentes oscuros. Había acabado con los otros con unas rápidas patadas en la garganta y la mandíbula y ahora estaban a sus pies inconscientes, nadando en unos cuantos centímetros de agua. Desafortunadamente, el año sin entrenar había entumecido sus músculos y ya no era tan flexible como antes. Sus muslos interiores protestaban a cada movimiento que hacía y comenzaba a sentirse ligeramente mareado, pero aun así les había pateado el trasero. Se levantó aturdido y aplastando su gastado cigarrillo con el pie.

—Saben, —comenzó a decir mientras encendía otro. La lluvia le dificultó prender el encendedor, pero Sanji era todo un experto—pude haber estado en coma por un año, pero eso no me convirtió en un maldito lisiado. —Sopló una corriente de humo con énfasis—Vengan con todo lo que tengan.

El de los lentes oscuros lo hizo. Se lanzó hacia Sanji tratando de usar su peso como impulso, pero el rubio fácilmente lo desvió con una torcedura en el costado. Le metió el pie y el grandulón tropezó hasta golpear su cara contra el depósito de basura. Sus lentes se rompieron y la sangre comenzó a gotear entre sus ojos.

—Está muy oscuro como para usar lentes, imbécil—murmuró.

El idiota de Regordete se lanzó contra él nuevamente de la misma forma y Sanji sintió a Caracicatriz acorralándole por la espalda, lo esquivó y separó su pierna golpeando nuevamente a Regordete que se estrelló contra Caracicatriz, aunque el más alto se apresuró a reaccionar y pateó al otro fuera de su camino. El pobre de Regordete se estrelló la cabeza con la parte delantera del carro y cayó al piso. Quedó inmóvil en el agua vertiente que se dirigía a la alcantarilla.

Caracicatriz permanecía de pie burlándose de Sanji mientras el rubio se enderezaba con las manos en los bolsillos y el cigarrillo colgando de sus labios.

Sanji estaba de vuelta encendido por acabar con ese tipo, pero antes de que pudiera decir algo, su visión se volvió borrosa y casi pierde el equilibrio. Se estabilizó lo más que pudo pero su corazón latía rápidamente. Intentó enfocarse en el agua fría que golpeaba su rostro y se deslizaba por su espalda provocándole escalofríos.

“Mierda, aún estoy demasiado débil para esto…”

Peinó su cabello de lado y sacó el cigarrillo de su boca. Tenía que ponerse un poco serio si quería vivir.

—Realmente no lo entiendo, —dijo—si ustedes trabajan para Bones… ¿no debería ser Zoro al que deberían estar atacando? Aunque no es como si no pudiera encargarme de ustedes. Sólo tengo curiosidad.

Caracicatriz se mofó y apartó la lluvia de sus ojos.

—Nosotros estamos atacando a Roronoa, —dijo con voz gruesa—queremos jugar con él, pero no herirlo. Mr. 1 quiere que Roronoa compita este año, pero que pierda. Perder contra Mr.1 a propósito sería la última desgracia para ese infeliz.

Sanji frunció el ceño a pesar de su mareo.

—Aún no entiendo por qué estoy involucrado en todo esto.

El hombre de la cicatriz quedó absorto por un momento. Sanji casi se ríe de esa expresión confusa.

—¿No es obvio? —Gruñó Caracicatriz—¿Qué mejor forma de hacer cooperar a Roronoa, que atacar a su amante?

Sanji apretó los dientes. No había forma de intentar razonar con ese tipo, no escucharía de todas formas. Además, tenía que terminar con eso antes de desmayarse. Podía sentir sus piernas temblar y su vista cada vez era más borrosa.

—Muy bien, —suspiró—terminemos con esto. Tengo ganas de regresar a casa y hacer la cena.

Eso lo hizo. Encolerizó a Caracicatriz lo suficiente para precipitarse. El grandulón se abalanzó sobre él con un poco más de habilidad que la que Regordete tenía, pero no lo suficientemente buena para Sanji; aun en su estado débil.

El rubio lo esquivó y levantó su pierna para golpear la cabeza de su oponente, pero fue desviado por una mano grande; Caracicatriz logró atrapar su pantorrilla a medio vuelo. El matón le sonrió maléficamente, pensando que había ganado antes de que el delgado rubio girara hacia atrás, doblando su espalda como una banda de goma para que su otro pie se estampara contra su mandíbula haciéndole volar hasta estrellarse contra el carro.

El cuerpo inconsciente de Caracicatriz se unió pronto al de Regordete en la alcantarilla.

Sanji jadeó y se apoyó contra el Ford negro. Sus piernas estaban encendidas y su cabeza latía dolorosamente. Todo su cuerpo parecía a punto de colapsar mientras se terminaba otro cigarrillo. Sabía que no sería capaz de regresar a casa, así que se resignó a terminar de fumar y llamar a alguien para que lo llevara a casa. La humillación sería intensa, pero desmayarse y ser encontrado por los policías era sin lugar a dudas, peor.

Sacó el móvil de su bolsillo y, sin pensarlo, mandó el mensaje al primer nombre de su lista de contactos.

Ace Portgus.

 

XXXXX

 

Ace sacó su móvil de su bolsillo cuando “Alive”de “Disturbed” comenzó a reproducirse. Desbloqueó el móvil y lo colocó en su oído.

—¿Hola?

Zoro miró perezosamente a su amigo, esperando que no fuera alguien de su trabajo diciéndole que tenía que ir esa noche. Pestañeó con la expresión seria que puso Ace cuando sus ojos se encontraron.

—Hey, ¿qué pasa Sanji?

Zoro abrió los ojos, su mareo desapareció mientras escuchaba la conversación unilateral.

Ace frunció el entrecejo y miró a la ventana.

—¿Recogerte? ¿Dónde estás?

Zoro se sentó de golpe, pero permaneció tenso en la esquina del cojín del sofá. Vivi y Kaya miraron a Ace con preocupación.

Ace se levantó y su mirada se dirigió a Zoro de nuevo. Se tapó la boca con la mano, perplejo.

—¿Cómo que no sabes? ¿Estás fuera con este maldito clima?

Zoro saltó a sus pies y se abalanzó sobre Ace.

—¡Dame el teléfono! —Murmuró, pero parecía como si estuviera gritando.

Ace apartó sus manos y le mostró el dedo anular. Su mirada parecía decir: “No me toques o te arrepentirás”.

—Sí, —continuó Ace—Conozco la joyería, es la Toni’s o Tammy’s o algo así.

—¡Ace, por favor! —Zoro quería rugir, pero algo hacía que mantuviera su voz baja.

La mano de Ace cubrió el receptor y mantuvo una fiera mirada fija en Zoro.

—¡Cállate! —Silbó. Removió su mano, sin dejar de mirar a Zoro atentamente mientras hablaba—. Sí… sí, el callejón al lado de la Joyería Toni’s… buscar un Ford negro.

Zoro se giró y salió corriendo del salón. Abrió la puerta de golpe y salió casi volando por las escaleras sin importarle que la lluvia le empapara el rostro y el cuello. Se mojó en pocos segundos. Escuchó a Ace llamarlo desde la puerta.

—¡Zoro! ¿Quieres seguirme en el jeep?

Zoro le gritó sin mirarlo:

—¡Da igual!

El espadachín corrió por las calles, cortando el tráfico y pasando entre los edificios. La lluvia se filtró en sus ojos y nubló su vista. Casi choca con un hombre de paraguas rojo que paseaba a su perro.

¿Por qué se había ido Sanji? ¿A dónde se dirigía? ¿Por qué necesitaba que lo recogieran? ¡¡Mierda!!

El corazón de Zoro estaba a punto de explotar. Sanji había llamado, así que no era como si estuviera inconsciente en algún lugar, pero no por eso el espadachín dejaba de buscarlo frenéticamente. No había sentido nada igual desde que había sacado el cuerpo del rubio de su carro. Corrió ciegamente por todos lados, con el miedo desgarrando sus entrañas.

Entonces vio el Toni’s. Los frenos de los autos chirriaron y las bocinas resonaron mientras corría por la calle. Giró en el callejón y se detuvo en seco mientras su cerebro intentaba descifrar la escena delante de él

Sanji estaba de pie apoyado en el Ford negro, su cigarrillo colgaba de sus labios y tenía las manos en los bolsillos. Su cabello estaba mojado y adherido a su rostro con los hombros hundidos como si cargara un gran peso sobre su espalda. Estaba mortalmente pálido y tenía ojeras muy pronunciadas en sus ojos.

Alrededor del cocinero yacían varios cuerpos en el agua. Dos de ellos estaban sangrando, dejando un rastro turbio por todo el callejón hasta la alcantarilla.

“¡¿Qué demonios?!”... Zoro se levantó, respirando pesadamente, intentando comprender lo que había sucedido.

La mirada del rubio se elevó desde el piso para mirarlo. Suspiró ligeramente y se quitó el cigarrillo de su boca lentamente.

—Recordé después de colgar el móvil, que tú estabas en la casa de Ace, —exhaló una bocanada de humo—lo siento.

La voz de Sanji lo sacó de su estupor. Zoro se colocó enfrente de él, con los puños apretados.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí afuera? —Su voz tembló—¡Te dije que no salieras a ninguna parte solo!

—No me digas qué hacer, Zoro. —Contestó Sanji sin mucho ánimo.

Zoro se dio cuenta de que Sanji se aferraba fuertemente del Ford. El rubio estaba a punto de desmayarse de nuevo. Las facciones del espadachín se suavizaron mientras se acercaba.

—¿Estás bien? —Preguntó, con un tono de voz apenas audible sobre la lluvia.

Sanji cerró los ojos.

—Estoy bien, —sus ojos comenzaron a caer—sólo... necesito ayuda para llegar a casa… no creo que pueda caminar.

Zoro cerró el espacio entre ellos y agarró el cigarrillo de los dedos de Sanji. El rubio intentó apartarse, pero las rodillas se le doblaron y hubiera caído al piso si el espadachín no lo hubiera atrapado. Luchó un poco e intentó apartar al peliverde.

—No me toques… —La voz de Sanji estaba tensa.

Parpadeó como si se estuviera durmiendo antes de que su cuerpo quedara inerte. El peliverde reaccionó rápidamente y pasó un brazo sobre sus delgadas piernas. Lo levantó acunándolo contra su pecho, como si fuera una novia y escondió su cabeza bajo su mentón.

—Dijiste que necesitabas ayuda para llegar a casa, —dijo Zoro—déjame ayudarte.

Sanji dejó escapar un lamento de derrota y relajó su cuerpo. Poco después, comenzó a sacudirse violentamente en sus brazos.

El espadachín se dio la vuelta y se dirigió a la avenida justo cuando Ace se detuvo en su Jeep. El pelinegro salió de un salto y abrió la puerta trasera para que Zoro pudiera entrar con el rubio en su regazo.

El cocinero intentó con dificultad en todo el camino hasta llegar al departamento, no pensar en lo cálido que era Zoro, o la seguridad que sentía en sus brazos. Se acurrucó en la calidez de su cuello sintiendo las contracciones de su respiración.

Cuando llegaron a su edificio, Ace abrió la puerta del carro y siguió a Zoro por las escaleras.

—¿Quieres que te espere? —Preguntó.

Zoro negó con la cabeza.

—No puedo dejarlo solo esta noche. Voy a estar aquí no importa cuánto le moleste. Me iré en la mañana.

Ace abrió la puerta y distrajo a la mujer del escritorio mientras su amigo llevaba a Sanji por el vestíbulo hacia los elevadores. El rubio estaba consciente, pero no dijo nada hasta que Zoro entró al departamento, lo llevó hasta la bañera y comenzó a quitarle la ropa húmeda.

—Detente, Zoro… —murmuró, demasiado cansado para que sus palabras fueran venenosas.

—Cállate, cocinero, —dijo el peliverde firmemente—tengo que mantenerte caliente, y de todas formas no tienes nada que no haya visto miles de veces.

Sanji abrió la boca para maldecir al espadachín, pero de su garganta no salió ningún sonido cuando vio a Zoro quitarse su propia camisa. Se quedó embobado viendo la enorme cicatriz que tenía desde su hombro izquierdo hasta su cadera derecha. El corte era limpio, como si hubiera sido con un cuchillo… o una espada…

—Mierda… —finalmente logró murmurar.

Zoro se detuvo cuando le estaba quitando los zapatos y se dio cuenta de lo que el rubio estaba viendo. Se levantó y esperó a ver lo que el cocinero haría.

Sanji, como si estuviera en trance, levantó su mano para tocar con sus dedos la tosca herida. De alguna forma, sus dedos recordaban la sensación. Piel nudosa, con suaves depresiones donde se habían hecho las suturas. Sus dedos se deslizaron por la extensión mientras su memoria se retorcía en su interior.

—Hawk… —dijo suavemente—Hawk te hizo esto…

Zoro se quedó sin aliento.

—¿Tú… tú recuerdas? —El corazón del espadachín latía dolorosamente en su pecho, un poco más fuerte y estaba seguro de que el cocinero podría escucharlo.

Sanji sacudió la cabeza negativamente.

—No en realidad… pero yo… sé que Hawk hizo esto… —alejó su mano—yo estaba ahí… ¿verdad?

Zoro asintió.

—Sí, recién nos habíamos conocido. Reté a Hawk… incluso le pedí que usáramos espadas reales… esto es lo que gané por ser un idiota exaltado.

Sanji aún no podía mirar a Zoro. Agachó la mirada mientras otra ola de escalofríos sacudía su cuerpo. Zoro terminó de quitarle los zapatos y los calcetines antes de levantarlo del mostrador y llevarlo a la regadera. Fue lo suficientemente considerado para dejarle sus jeans puestos, y Sanji apreciaba eso más de lo que pudiera decir. El agua caliente se sintió tan bien en su piel que por varios minutos, olvidó con quién estaba. Se levantó, casi en trance mientras el calor se esparcía por sus extremidades. Su frente se posó en el musculoso hombro de Zoro mientras se debatía entre estar consciente o no.

Zoro por otro lado, era un maremoto de emociones. Sanji recordaba cuando Hawk lo había cortado. Bueno, no el recuerdo real, pero sabía que Hawk lo había cortado. Se levantó cuidadosamente sosteniendo a su amado contra su pecho cicatrizado, deseando con cada fibra de su ser que recordara. Que lo recordara.

Posó sus labios sobre la sien del rubio y se perdió en ese momento de calor, humedad y la gloriosa sensación de tocar su piel.

 

 

 

 

Notas finales:

Notas de la traductora:

T_T lamento haber tardado tanto con este capítulo, pero aunque tarde, seguro XD. Espero que lo hayan disfrutado, nos leemos el próximo ^u^


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