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Memorias por LunaPieces

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Notas del capitulo:

Memorias: Capítulo 8

Pareja principal: Zoro x Sanji
Género: Angst/Romance
Rating: M
Autor Original: StarkBlack
Traductora inglés: Shin D. Kanau
Beta: LunaPieces

Bueno chic@s después de muuucho tiempo y una larga espera -por su culpa, les traemos el capítulo de Memorias, muchísimas gracias a Shin por la maravillosa traducción. Disfruten el capítulo m(_ _)m

 Memorias Capítulo 8

 

Después de desayunar, Ace, Chopper y Usopp dejaron el lugar no sin antes recordarle a Sanji su promesa de preparar cerdo a la barbacoa. El rubio les aseguró que Zoro y él estarían en la casa de Vivi alrededor de las tres en punto y que la cena sería aproximadamente a las seis y treinta.

—Necesito ir de compras —dijo Sanji mientras enjuagaba los platos—. Ve a tomar una ducha mientras yo limpio porque necesito que conduzcas y me lleves.

Zoro levantó la vista de la estera de entrenamiento que estaba enrollando y ocultó una sonrisa.

—¿Acaso soy tu chofer?

Oi, —dijo Sanji mientras encendía el agua caliente—no puedo conducir por otras dos semanas.

—Mala excusa—río Zoro mientras se unía a Sanji en el lavaplatos—. Déjamelos a mí, yo suelo lavar los platos. Tú ve y toma una ducha.

Sanji se apoyó contra la encimera y levantó una ceja.

—¿Tú lavas los platos? No lo creo. Sólo falta que después me digas que también lavas la ropa.

—Bueno —Zoro resopló—. Si llamas lavar ropa a hacer un viaje a la lavandería, entonces sí, yo la lavo.

El rubio no pudo evitar sonreír.

—¿Llevas mi ropa a la tintorería? —Se enderezó y le dio unas palmaditas en la espalda a Zoro—. Bien. Te mantendré cerca.

Sanji dio la vuelta para encaminarse al baño, pero la risa de Zoro le hizo detenerse. El rubio le lanzó una mirada por encima de su hombro con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué de pronto tengo la sensación de mis quehaceres no son tan entretenidos?

—Porque no lo son —Zoro estaba casi riendo. ¿Riendo?

—Ah, mierda, ¿qué es lo que hago yo? —Sanji cruzó los brazos.

Zoro esparció desengrasante en un sartén y sonrió.

—Sacas la basura y limpias el baño.

—¡¿QUÉ?! —Sanji se quedó con la boca abierta—. ¿Y cómo es que yo hago esos trabajos de mierda?

Zoro continuó lavando el sartén, sin que su sonrisa abandonara su rostro.

—Perdiste una apuesta.

Sanji puso los ojos en blanco y se giró para ir al baño—. Como sea, sólo tenemos que hacer otra apuesta y entonces patearé tu trasero y te obligaré a hacer todo solo.

—Cuando quieras, Sanji. —Bromeó Zoro—. Sólo dime cuándo, ¿antes o después de tu terapia física?

—¡Cállate bastardo! —Gritó Sanji antes de cerrar el baño de un portazo.

Zoro regresó a lavar los platos sintiéndose mejor de lo se había sentido en meses.

X x X x X

Uwajimaya, uno de los almacenes distribuidores de comestibles asiáticos más grandes en el Pacífico Noroeste, situado en el corazón del barrio chino de Seattle, se había convertido más en una atracción turística y en un centro de información, que en un centro comercial. Brillantes dragones dorados decoraban los postes de teléfono, lámparas colgantes adornaban las calles que les rodeaban y las señalizaciones indicaban direcciones tanto en japonés y chino como español*.

Zoro siempre amó ir de compras con Sanji porque le recordaba a sus tiempos en Japón. Difícilmente se hablaba alguna palabra en español y la mayoría de las veces, el peliverde tenía que traducir si el cocinero quería hacer preguntas sobre la calidad o los cortes de carne. Eso lo hacía sentir un poco bárbaro frente a la distinguida y refinada presencia del rubio. Sí, a veces el cocinero tenía que leerle los menús en esos restaurantes exageradamente lujosos, pero necesitaba a Zoro para poder comprar en el mejor centro de productos importados. Ha.

—¿Por qué el hombro? —Preguntó Zoro mientras dejaban el departamento. Pensé que el lomo o lo que sea, era el mejor corte.

—No, es el pecho —dijo Sanji mientras repasaba la lista de compras en su cabeza—. Es la barriga, de allí es donde se obtiene el tocino. Pude haber conseguido muslo, a Luffy le habría gustado, pero soy tradicionalista.

—¿Por qué congelado? ¿Ahora tendremos que esperar a que descongele, no?

—El cerdo es más fácil de cortar cuando está ligeramente congelado. Y también se descompone rápido, por lo que no querrías las piezas descongeladas que estaban en el mostrador.

—Pensé que cocinabas el cerdo entero. ¿Por qué lo cortas congelado?

—¿Alguna vez has visto a Kaya o a Vivi comiendo barbacoa de cerdo? No. Haré un salteado para ellas.

Mientras hacían su recorrido por los pasillos, Sanji tomó de las estanterías jugo de jengibre, miel y otros ingredientes. El espadachín contuvo sus preguntas hasta que el rubio se dirigió a la sección de vinos.

—¿Siempre eres así de hablador cuando estamos comprando? —Puso una mano en sus caderas simulando molestia.

Zoro se recargó del carrito de compras y puso la barbilla en sus manos—. Sólo cuando estamos comprando comida. Salir a comprar ropa contigo es un dolor de muelas. Eres como una chica.

Sanji se erizó.

—¡No lo soy!

—Oh por favor —Zoro sonrió y su voz se volvió obscenamente aguda—. ¡Estos zapatos son de gamuza! ¡No puedo usar gamuza con nailon! ¡Zoro, esa camisa es azul oscuro! ¡No puedes usar azul oscuro con negro! —Sonrió abiertamente y su voz regreso a su timbre natural—. Me vuelves loco.

Sanji cruzó los brazos altivamente mientras se dirigía a la caja registradora.

—Bueno, tenía razón. No puedes usar azul oscuro con negro. Eres afortunado, me tomé el tiempo de ayudarte.

—Simplemente no querías que te vieran conmigo cuando estuviera usando pantalones cortos y botas militares.

Sanji aplaudió en sus oídos.

—¡Por Oda, Zoro! ¡Me vas a matar!

—¡Oye! ¡No es mi culpa! —Rió Zoro—¡Me junté con Ace la mayor parte de mi vida!

—Por Oda… —Sanji gruñó y pasó una mano por su cara—. Dime que nunca te vestiste así cuando salíamos juntos a alguna parte.

—No, no te preocupes, —comentó Zoro mientras se inclinaba cerca del rubio—lo peor que hice cuando estaba fuera contigo, fue usar calcetines de colores con chanclas.

Sanji chilló, le dio una patada en el costado y procedió a revisar por sí mismo la imagen del otro. El espadachín se apoyó contra un pilar abrazando sus costados, riendo hasta que el estómago le dolió.

X x X x X

—Vivi, cariño, estoy bien —le aseguró Sanji a la hermosa rubia—. Me siento estupendamente, sé cuál es mi papel en la cocina, no te preocupes por mí. Ve… y diviértete con los invitados.

Vivi dejó de mala gana que Sanji la guiara fuera de la cocina.

—Está bien Sanji. Pero si te sientes un poco cansado, aunque sea mínimo, detienes lo que estés haciendo y vas a buscarme, ¿de acuerdo?

Sanji sonrió y se inclinó ligeramente mientras aflojaba su corbata y se desabrochaba los primeros botones de la camisa—. Lo prometo princesa. Ve a jugar billar, encárgate de Ace, hazlo lucir bien o algo.

Vivi rió, sacudiendo su cabello.

—Halagarme no te va a llevar a ninguna parte, Sanji.

—Ah —el cocinero se encogió de hombros—. Tenía que intentarlo.

Ella le lanzó un beso y se dirigió por el pasillo hacia la sala de recreo. Sanji se entretuvo haciendo el marinado para el cerdo y acomodando la carne en la nevera. Cortó los vegetales mientras tarareaba una canción de la cual no recordaba la letra al tiempo que fumaba furtivamente un rápido cigarrillo por la ventana abierta. Escuchó el timbre de la puerta sonar muchas veces y se preguntó a cuánta gente habrían invitado Ace y Vivi. No importaba demasiado, de todas formas estaba haciendo comida suficiente para un ejército.

Cuando todo estaba listo, salió de la cocina y atravesó el pasillo para ver quiénes habían aparecido. En la sala de recreo, fue bombardeado por la música de “Three Days Grace” y los sonidos de Luffy y Usopp disparando a la pantalla mientras jugaban algún juego de tiradores en primera persona en el Xbox. Nami y Vivi estaban sentadas en la barra charlando y poniendo los ojos en blanco cada dos por tres. Ace, Chopper y Zoro habían empezado una partida feroz* en la mesa de billar. Cuando Sanji entró por la puerta, Chopper lo llamó inmediatamente.

—Sanji—el chico de cabello rubio rojizo le miró con grandes e inocentes ojos—.  ¡Ayúdame! ¡Son jodidamente buenos!

Sanji rió mientras Ace tomaba un taco—.  Inténtalo niño —sonrió  Ace—. Veamos qué tan buenas son tus habilidades después de haber dormido por un año.

Aparentemente no le afectó en nada. Sanji venció fácilmente a Ace en tres juegos y sólo perdió ante Zoro por un movimiento. Chopper observó el juego con gran asombro, alabando a Sanji y a Zoro y consolando a Ace que se quedaba atrás.

—Ah, ustedes apestan chicos —murmuró Ace  de buen humor mientras mordía su taco. Captó la mirada de Sanji en medio de la mesa y le hizo señas con la cabeza para que lo siguiera fuera del vestíbulo.

Sanji miró a Zoro, quien simplemente se encogió de hombros y se movió para unirse a las chicas en la barra. Chopper le sonrió y se dejó caer en un puff  entre Luffy y Usopp.

Ace lideró el camino por el pasillo y abrió la puerta que daba al patio. Ambos hombres sacaron sus cigarrillos, Ace tenía la llama del encendedor lista para Sanji inmediatamente. Todos los movimientos se realizaron automáticamente como de costumbre sin decir una palabra. Los dos se mantuvieron de pie en silencio por unos minutos dejando la nicotina entrar en sus sistemas, observando los anaranjados y violetas del atardecer.

—Veo que te graduaste de los fósforos —dijo Sanji  mientras soltaba una gran bocanada de humo.

—Se pusieron caros —Ace sonrió—. Además, Vivi se estaba cansando de encontrar cajas vacías alrededor de la casa.

—Al menos no fumas dentro de la casa —reparó Sanji.

—Ella me castraría.

—¿La dulce y pequeña Vivi? —Rió Sanji—. Nunca.

Ace sonrió ampliamente—. Ella no es tan dulce.

Vraiment? (¿En serio?) —Sanji le devolvió la sonrisa y se recostó en el barandal—. Oh, lo que tú digas.

Ace rió y le levantó el dedo de en medio a Sanji—. Un caballero no tiene memoria, ya sabes.

—Ah, ¡Ace! —Sanji inclinó la cabeza y puso un puño sobre su corazón—. No comas pan enfrente de los pobres.

Ace rió, casi ahogándose con el humo de su cigarro—. Oh, ¿quieres decir que no hable de sexo enfrente de un pervertido?

—¡Sólo soy medio pervertido! —Dijo Sanji, pero la discusión había acabado, si es que alguna vez estuvo allí. El rubio dio la vuelta, colocó los codos en la madera del barandal y miró su cigarrillo consumirse.

—En verdad estoy feliz por ustedes chicos. —Dijo el rubio en voz baja.

—Gracias —respondió Ace soltando el resto de su cigarrillo en la lata de café a sus pies. Otros pocos minutos de confortable silencio pasaron antes de que el moreno hablara otra vez.

—Estoy realmente feliz de verlos hoy a ustedes dos llevándose bien…

El cigarrillo de Sanji se unió al de Ace en la lata de café y las manos del cocinero se pasearon por su rostro. Colocó la frente en la palma de sus manos y dejó salir un suspiro doloroso.

—Oh, sí… es sólo que… por Oda, no sé qué pensar acerca de todo este asunto… ¿Tú sabes cómo?… ¿Qué mierda pasó?

Ace levantó sus manos.

—No me corresponde a mí decirlo realmente. Ninguno de nosotros tiene idea de lo que sucedió. Hubo una semana en la que ustedes dos se peleaban más de lo normal. Era tan malo que en serio pensamos que acabarían por matarse. Pero entonces… ambos tuvieron ese tipo de… desaparecieron… y cuando regresaron unos pocos días después…

—¿Qué? —Sanji se enderezó para mirar inexpresivamente a su amigo—. Y dijimos: “¿adivina qué, somos gays?” No lo creo Ace. Quiero decir, el tipo es jodidamente genial, pero no hay forma de le ofreciera el trasero.

Ace casi se muere de un ataque de risa ante sus palabras. Sanji se puso de pie mordiendo el interior de su labio luchando contra las ganas de patear a su amigo desde el estómago hasta la garganta. Cuando la histeria de Ace finalmente amainó, colocó un brazo alrededor de los hombros del rubio, se limpió los ojos y le dio una palmadita en el pecho.

—Te amo hombre. —Dijo Ace entre risitas finales—. Desearía que el tú de hace un año pudiera oírte ahora.

Sanji metió las manos en sus bolsillos. Apretó la mandíbula y fulminó con la mirada la cubierta del patio. Ace notó su ira y se alejó, poniéndose serio de repente.

—Mira —comenzó, girando la cabeza para encarar al hombre más joven—. Ustedes chicos son mis mejores amigos. Hemos pasado un infierno juntos. Nunca me quedaría de brazos cruzados viendo que ustedes hacen algo infinitamente loco, a menos que supiera que los hace felices.

El cocinero levantó la vista hacia Ace en ese momento. ¿Feliz? ¿Había sido feliz?

—Bueno, parece que sí me dejaste. Gran puto trabajo.

—Sanji… —Ace finalmente liberó los brazos del cocinero y puso las manos en la cadera—. Cuando ustedes estaban juntos, Zoro te trataba como si fueras la única persona del planeta. Hubiera destruido un país entero si hubiera sabido que eso te haría feliz sin dudarlo ni un segundo. Le dieron una increíble oferta de trabajo en Tokio hace tiempo, en alguna clase de escuela de artes marciales para prodigios, pero no la tomó porque quería estar aquí contigo. Está ganando más o menos un cuarto del dinero que hubiera ganado aceptando el trabajo.

Sanji apretó los puños dentro sus bolsillos. Sabía que ese era el tipo de cosas que necesitaba oír, pero su corazón comenzaba a doler. No había forma de que finalmente hubiera encontrado a alguien con quien pudiera ser feliz y fuera un hombre.

—Él ama el suelo por donde caminas Sanji. Demonios, besa el suelo en el que caminas, además. Al crecer era antisocial e introvertido; no tenía amigos cercanos además de mí. Pero, después de estar contigo cambió. Comenzó a hablar más, ahora disfruta de las conversaciones, da su opinión… mi cerebro casi explotaba al principio. Era tan raro… —Ace se giró para mirar al balcón. Su cara se suavizó al recordar los buenos tiempos. Una pequeña sonrisa surcó su rostro—. Nunca lo noté hasta que los vi juntos, pero… era muy solitario. Él quería, necesitaba a alguien que compartiera sus pasiones y metas. Alguien con el que pudiera ser completamente honesto… alguien con el que pudiera compartir… todo…

El rubio sintió que su pecho dolía al respirar y le comenzó a punzar la cabeza. Lo estaba perdiendo poco a poco y se odiaba por eso. Rebuscó en sus bolsillos su cajetilla de cigarrillos y sacó otro. Ace sostuvo la llama del encendedor y Sanji la aceptó agradecido. Absorbió en humo en sus pulmones y esperó a que sus manos dejaran de temblar antes de quitárselo de los labios.

—No trato de presionarte Sanji —continuó Ace encarando al rubio—. Sólo te estoy diciendo cómo era; dándote hechos para que puedas entender.

El cocinero dio otra calada y murmuró suavemente mientras exhalaba—. ¿Cómo era yo?

—¿Mmm? ¿A qué te refieres?

Sanji levantó la mirada y la fijó en Ace con expresión irritada. Sus ojos imploraban al otro hombre que le diera las respuestas que había anhelado tan desesperadamente.

—¿Cómo era yo?... ¿Qué le daba? ¿Cómo me comportaba… con él?

Ace le devolvió la mirada, encontrándose con la propia intensidad de los ojos de Sanji. El hombre mayor deslizó las manos en los bolsillos de su sudadera.

—Tú lo amabas Sanji —dijo Ace suavemente—. Pienso que pudiste haberlo amado más de lo que él te amaba a ti.

El rubio tapó su boca con el torso de su mano. Apretó los labios para evitar decir algo de lo que pudiera arrepentirse. Miedo, tensión retenida, alivio, y confusión se acumulaban alrededor de sus ojos, debajo de sus pestañas y se derramaban por sus mejillas. No sabía qué pensar, no tenía idea de cómo debería sentirse. Ace colocó una reconfortante mano en su hombro mientras el rubio se recostaba en el barandal y fijaba la vista en sus pies.

Había amado a Zoro, por Oda. Zoro lo había amado. ¡No! ¡Zoro aún lo amaba! ¡Cómo se pudo haber enamorado de Zoro!

Ya lo sabía… más o menos. Lo había adivinado, sólo que nunca lo había admitido. Mientras estaba allí de pie, recostado contra el barandal de la entrada, con las lágrimas corriendo por su rostro y el corazón  latiendo tan rápido que resultaba doloroso, se dio cuenta de que escuchar las palabras en voz alta le hacía la situación más fácil de manejar. Había sacado el problema a la luz donde podía verlo y enfrentarlo cara a cara. Si había algo a lo que le temiera, era a lo desconocido. El cocinero odiaba estar en la oscuridad, sin conocer a su oponente, sin entender a qué se enfrentaba, sin comprender que su enemigo estaba a punto de paralizarlo. Lo hacía más lento, débil, incapaz de responder ante un ataque estratégicamente planeado. No es que pensara que Zoro era su oponente, no. Era la situación; la maldita situación.

Las palabras de Ace resonaban en sus oídos y le atravesaban la piel traspasando su cerebro hasta llegar a la sangre latiendo en sus venas.

Aún estaba aturdido por la sobrecarga de información cuando la puerta que daba al patio se abrió y Usopp asomó la cabeza fuera de la casa. Sanji se giró para quedar de frente al barandal y esconder sus lágrimas.

—Um, Ace—la voz de Usopp sonó insegura—. Siento interrumpir, pero Vivi te llama. Franky, Robin y Brook acaban de llegar. Dice que tienes que cumplir tu rol de anfitrión.

Ace se enderezó y estiró los brazos sobre su cabeza.

—Está bien, ya voy. —Se inclinó cerca de Sanji y le susurró en el oído—. ¿Estarás bien?

Sanji asintió—. Sí, eso creo.

Ace le dio un último apretón en los hombros antes de volver a entrar a la casa. Sanji escuchó que le preguntaba a Usopp si quería acompañarlo, pero el hombre más joven se negaba.

—Yo… creo que estaré aquí afuera un por rato. —Masculló Usopp—. K… Kaya vino con Robin… así que…

—Entiendo. —Escuchó el rubio decir a Ace antes de cerrar la puerta.

Escuchó las suaves pisadas de los zapatos de Usopp mientras el más joven se sentaba bajo el Canteliever*. El sonido rasposo del metal contra la mesa de madera no logró esconder el cansado suspiro que se escapó de los labios del joven ingeniero. Sanji se limpió los ojos rápidamente y éstos se enrojecieron. Avanzó hacia la mesa circular y se sentó junto a Usopp.

Dio una profunda calada a su cigarrillo y miró a su amigo. No le sorprendió ver a Usopp mirándole preocupado. Bajo su bullicioso exterior y su a veces penosa e inmadura personalidad, era muy amable, muy atento. Sanji desvió la mirada rápidamente ya que sin duda sus ojos aún estaban enrojecidos y llorosos. No intentaba ocultar su estado actual, sabía que Usopp era demasiado perspicaz como para hacer eso. Sólo quería sentarse en un cómodo silencio, aspirando el humo y viendo las nubes recorrer su camino perezosamente a través del cielo.

—¿Abrumado? —Usopp finalmente rompió el silencio tras pasar unos minutos.

Sanji tenía que reír. Quería echar su cabeza hacia atrás y gritarle al cielo hasta romperse y comenzar a sollozar incontrolablemente, pero tenía mucho orgullo para eso. Se sentó tranquilamente riendo detrás de la mano adornada por su cigarrillo.

—Bueno, si esa no es la noticia del maldito siglo…

Usopp se hundió un poquito en su silla—. Lo siento…

Sanji  negó con su mano—. Está bien Usopp, no quise decir nada con eso. Lo siento… yo… es que estoy…

—¿Estresado?

—Sí.

Usopp escondió la mitad de su rostro en el cuello de su sudadera. Era muy gracioso que lo único que se viera de él fueran sus ojos y su larga nariz. Sanji sonrió y aguantó la risa.

—Después de saber que habías perdido la memoria, —comenzó Usopp suavemente—. Fui a casa e intenté reflexionar sobre lo que sería estar en tus zapatos ahora mismo. Ir a dormir una noche… y luego despertar con una vida totalmente diferente.

—Una persona totalmente diferente, —murmuró Sanji alrededor de su cigarrillo.

Usopp frunció el ceño—. No… tú no eres una persona del todo diferente, Sanji. Aún eres tú, sólo eras…

—Follado por un tipo todo el tiempo. Oh sí, eso suena como si fuera yo, ahora entiendo lo que estás diciendo. —Sanji no estaba siendo cruel a propósito. Quería parar, pero las palabras seguían saliendo.

Usopp ladeó la cabeza con ese gesto tan propio de él y sorprendió a Sanji con una sonrisa.

—¿Cómo sabes que eras tú al que se follaban todos los días? ¿Quién dice que no eras tú el que cogía?

Sanji atravesó a su amigo con la mirada—. ¿Tiene Zoro el aspecto de ser alguien que se deja coger? No, no lo tiene. ¡No soy un estúpido, Usopp!

Usopp sonrió aún más abiertamente, demasiado, para desgracia de Sanji. El cocinero sintió que sus mejillas se sonrojaban mientras su humor se encendía ligeramente junto con su vergüenza.

—Por favor no me digas que conoces otra manera. Realmente no quiero saber demasiado, sabes.

Usopp levantó sus manos y recostó la espalda en la silla. Sanji aplastó el cigarrillo con la suela de su zapato antes de recargar sus codos en la mesa. Había comenzado a librar una pequeña lucha consigo mismo mientras estaba allí sentado con Usopp clavándole la mirada. Escuchar que él no era el único follado no cambiaba nada. Escuchar que a veces Zoro se sometía ante él y que el rubio no siempre era la mujer, no despertaba de ninguna forma su interés. Escuchar que algunas veces pudo haber tenido a ese bastardo de cabello verde a su merced debajo de él; a ese poderoso y magnífico cuerpo retorciéndose, suplicando-

¡Oh, mierda! ¡Suficiente!

—Usopp… —El rubio aclaró su garganta—. Cuéntame qué pasó con Kaya.

Todos rastro de buen humor en la cara de Usopp, desapareció. Sus hombros se tensaron y el brillo travieso de sus ojos huyó abruptamente. El hombre pareció marchitarse, su cuerpo se encogió dentro su sudadera y sus pantalones holgados.

—En realidad no quiero hablar de eso. —Dijo con voz dolida.

—Oh. ¿Adivina qué? —Dijo Sanji mientras sacaba otro cigarrillo de su cajetilla—. Soy el rey de no querer hablar sobre esas cosas ahora mismo,así que estásen problemas. —El encendedor del cocinero parpadeó y el humo ascendió haciendo espirales alrededor de su cabello—. Suéltalo.

Usopp suspiró y se pasó una mano sobre los ojos—. Uh… está bien. Es algo complicado.

—Estoy escuchando, —Sanji dio una calada y se recostó hacia atrás para estar más cómodo en la silla.

—Bien… —Usopp buscó las palabras adecuadas en el cristal de la superficie de la mesa… — ¿Recuerdas a Pell, el hermano de Vivi? Creo que lo conociste en el evento de caridad que organizaron Kaya y Vivi hace un par de años.

Sanji frunció el ceño—. Creo que el Baratie asistió ese evento… —buscó en su memoria al hermano de Vivi. Recordó el cabello rubio, alto… blanco… ¡Ah! ¡Pell! ¡Sí! ¡Estaba allí y tenía puesto un traje blanco de Romeo Gigli genuino! ¡Mataría por un traje como ése!

Usopp puso los ojos en blanco—. Eso suena muy gay Sanji.

—Te mataré ingeniero de mierda. Sigue con la historia.

—Da igual, —continuó Usopp, ignorando la amenaza vacía del rubio—Pell tiene un amigo desde que era niño, Chaka. Es el hijo de algún tipo rico que negocia con artefactos egipcios o algo así. Robin conoce a la familia también. Como sea, de todas formas, este tipo Chaka ha sido amigo de Pell, Vivi y Kaya desde siempre. Ellos fueron a la misma preparatoria, pasaron las vacaciones de verano juntos y todo eso. Cuando entraron a la secundaria, los padres de Kaya y Chaka hicieron alguna clase de arreglo matrimonial porque querían unir las fortunas de ambas familias o algún asunto de esos que alguna loca gente rica hace.

—Wow, espera —interrumpió Sanji—. ¿Estuviste saliendo con una heredera que ya estaba comprometida con otro tipo?

Usopp asintió lentamente.

—Demonios Usopp, —sonrió—. Sí que tienes pelotas, o suerte… o algo.

Usopp enrojeció—. No, no es eso. Una vez que Kaya y yo estuvimos juntos, ella les dijo a sus padres que el compromiso estaba cancelado. Ya no estaba de moda de todas formas… bueno… yo creí que ella les había dicho.

Sanji se inclinó hacia adelante absorto—. ¿Qué significa que tú “creíste”?

Usopp se miró las manos que estaban entrelazadas sobre su regazo... Suspiró suavemente y sus hombros volvieron a caer.

—Ella… Kaya… Chaka obviamente no se iba a sentar a mirar cómo la perdía por mi culpa. Quiero decir, ¿quién se renunciaría a Kaya tan fácilmente?

Sanji asintió. Él hubiera luchado a muerte si alguna vez hubiera tenido a Kaya. Ella era tan dulce y gentil e incluso más hermosa que su preciada Nami. Aunque no es como si lo admitiera alguna vez en voz alta… y tampoco era como si hubiera mirado alguna vez a Kaya de esa forma cuando estaba con Usopp. Nop.

—Comencé a sospechar unos meses atrás cuando comenzó a salir a horas extrañas o a quedarse en el trabajo más de lo normal. Este tipo Chaka le llamaba todo el tiempo y le dejaba mensajes crípticos en la contestadora. Le dije a Kaya que no quería que lo siguiera viendo, pero me dijo que no podía abandonar a su amigo de la infancia. Fui un estúpido y pensé que sólo se trataba de su personalidad amable… pero…

Al rubio no le gustaba el curso que estaba tomando la conversación. Veía los ojos de Usopp llenarse de dolor y lágrimas mientras las palabras escapaban de sus labios. El resto de la historia fue contada con una voz fría e indiferente.

—Casi un mes antes de que despertaras, Kaya dejó su teléfono en casa y yo lo encontré. Sólo me puse a mirarlo distraídamente. No intentaba curiosear ni nada… pero allí estaba un mensaje de Chaka diciendo que la vería en ese lujoso hotel y la hora… —Usopp bajó la cabeza y escondió el rostro entre sus manos—. Me dijo que iba a visitar a Nami… Por Oda, ¡fui tan estúpido!

—Mierda, Usopp. — Sanji puso una mano el hombro tembloroso de su amigo—. Lo siento tanto…

Usopp gimió entre sus manos—. Él es tan alto, apuesto y rico… ¿cómo podía mantenerla junto a mí cuando tenía que competir contra eso? ¡No soy nadie! Sólo soy un ingeniero, no, ni siquiera soy un ingeniero todavía. ¡Aún tengo que terminar los estudios! ¡Soy feo, soy mentiroso y nunca-

—¡Usopp! —Gruñó el rubio. Colocó la mano en la espalda del hombre más joven y recargó su frente contra la de Usopp—. No pienses de esa forma, nunca jamás pienses así. ¿Crees que sería amigo de alguien que no fuera genial? ¿O divertido? ¿O interesante? La gente engaña por un millón de diferentes jodidas razones.

Usopp abrió sus ojos. Las lágrimas corrieron lentamente por sus mejillas mientras fijaba la mirada en la corbata de Sanji.

—Debí haber hecho algo… no fui suficiente para ella…

—Usopp —Sanji agarró los hombros del chico más joven—. Amabas a Kaya, eso es lo más importante. El amor lo conquista todo. ¡El amor trasciende los límites del tiempo y el espacio! El amor es precioso, frágil, hermoso y terrible… Si ella no pudo manejarlo… es su maldita culpa.

Usopp sollozó y sonrió un poquito.

—Suenas como una canción, Sanji.

El cocinero se alejó y le dio una calada final a su cigarrillo—. Bueno yo soy el… ¿Cómo es que me llama Zoro? ¿Cocinero del amor?

—En realidad te llamo cocinero de mierda. —La voz de Zoro tapó las risitas de Usopp—. Tú eres el que se llama a sí mismo cocinero del amor.

El rubio levantó la vista para ver al espadachín recostado contra el marco de la puerta. ¿Cuánto tiempo llevaba allí de pie? ¿Cómo había conseguido llegar hasta allí sin que él lo notara?

Usopp limpió su cara y se recostó en el respaldo de su silla—. Hola Zoro.

Zoro le respondió asintiendo y se volvió hacia el cocinero.

—Nami dice que Luffy y Ace necesitan comida, así que deberías entrar y preparar la cena.

Sanji sonrió ampliamente y se puso de pie, estirando los brazos por encima de su cabeza—. ¡Ah, lo que sea por la adorable señorita Nami!

Zoro puso los ojos en blanco y se giró hacia Usopp—. ¿Vienes?

Usopp sacudió la cabeza.

—Estaré aquí afuera por un rato.

Zoro asintió y se hizo a un lado para dejar pasar a Sanji. El cocinero se dio la vuelta para mirar a Usopp a la cara antes de que Zoro cerrara la puerta.

—Si aún necesitas hablar ya sabes dónde encontrarme, Usopp.

El hombre de cabello rizado asintió y sonrió suavemente—. Gracias, Sanji.

El rubio se dirigió de nuevo a la cocina y descolgó el delantal de la percha de la pared junto al congelador. Después de sujetarlo alrededor de su cintura y de lavar sus manos exhaustivamente en el lavabo, sacó la carne del refrigerador y la puso sobre la mesa de la isla de cocina.

—¿Estás bien Sanji? —Preguntó Zoro desde la puerta.

Al cocinero se le paró el corazón por un segundo. Desenrolló su estuche para cuchillos y sacó un Deba*.

—Estoy bien. ¿Por qué?

Zoro, sintiéndose incómodo, cambió de posición, caminó dentro de la cocina y se acercó a la isla. Se le veía muy cauteloso, observando las manos de Sanji mientras se rebanaban hábilmente la carne de cerdo en tiras delgadas.

—Te ves como si… —La voz de Zoro se apagó.

Sanji dejó de rebanar y se encontró con la mirada de Zoro. Genial, el bastardo podía notar que había estado llorando. Mierda. Debió haber lavado su rostro en el baño y salpicarlo con agua fría.

—La historia de Usopp me perturbó, eso es todo. —Dijo el rubio tranquilamente. Sus ojos le dijeron que la conversación había acabado y que todas las preguntas pertinentes al tema no serían respondidas. El cocinero regresó a rebanar la carne intentando ignorar al espadachín.

Zoro captó el mensaje, pero de todas formas no se retractó.

—No creo que Kaya lo hiciera.

Las manos de Sanji se detuvieron. Suspiró suavemente y le agradeció a Zoro por decirlo en voz alta. Había sentido que algo no encajaba del todo bien en toda ese lío. ¿Kaya? ¿Engañando a Usopp? ¡No había ni una maldita forma! ¡Eran tan perfectos, tan felices juntos! ¡Y Kaya se había visto tan perdida y absolutamente derrotada cuando había ido a visitarlo al hospital! ¡Y Usopp! ¡Pobre Usopp!

Los ojos azules del cocinero se elevaron para encontrarse con los negros del espadachín.

—Tampoco creo que lo haya hecho.

Zoro asintió—. Chopper también se resiste a creerlo. Dice que Kaya niega haber hecho algo con ese otro tipo, pero se niega a explicar las llamadas telefónicas y los encuentros secretos.

Sanji suspiró profundamente y se frotó la frente con el dorso de la mano.

—Es tan… estúpido… todo es tan estúpido…

Escuchó a Zoro retroceder lentamente, su voz sonaba desamparada—. Lo siento… te dejaré solo.

—¡No! ¡No! —El rubio levantó la vista y de pronto se sintió excesivamente cruel—. No quería… lo siento. Vuelve, no es eso lo que quería decir.

Zoro lo miró cuidadosamente, pero se adelantó y se sentó en el taburete que Sanji le había indicado. El rubio sacó una bolsa de pimientos del refrigerador y la puso en frente del espadachín—. Aquí tienes—dijo lanzándole un cuchillo de cocina y un tazón grande—. Quítales el corazón. No quiero ni una sola semilla en ellos o te patearé el trasero.

Zoro sonrió, agarró el cuchillo y cantó en voz baja:

—Intéééntalo marica.

Sanji lo ignoró y continuó rebanando.

X x X x X

La cena fue sorprendentemente buena. Usopp entró cuando la comida estaba lista y entretuvo a todos con varios cuentos sobre peces dorados enormes y gigantes varados en islas selváticas. Brook aportó una maravillosa música de fondo en el gran piano de Vivi y demostró que era capaz de acompañar lo que fuera con sus melodías cuando Chopper y Luffy bebieron unas cervezas de más y comenzaron a cantar canciones de navidad en medio del postre. El rubio estaba feliz de familiarizarse con Robin, la conservadora del museo y su marido, Franky el arquitecto.

—Entonces ustedes son amigos de los padres de Vivi, —Sanji intentaba unir los fragmentos de información que había estado recibiendo durante la última hora—. Y tú construiste el barco de Ace.

—Correcto, —dijo Franky—diseñado y construido por mí. También diseñé la casa de los padres de Vivi. Aunque no es mi mejor trabajo, soy más hábil en las estructuras carenadas, pero la casa acabó resultando súper, lo que es genial.

—Entonces, ¿cómo conociste a tu delicada flor aquí presente?—Sanji señaló a Robin que estaba sentada en la barra charlando con Nami.

—Fui contratado para diseñar un ala nueva para su museo hace unos años. Nami nos presentó.

Una nueva canción del dúo borracho y una ligera palmadita en el hombro de parte de Zoro, señalaron que era tiempo para que el rubio se retirara. Todos agradecieron y abrazaron al chef que sintió que se le rompería la espalda antes de conseguir salir por la puerta, apretando su cuchillo y bostezando profundamente.

Ni siquiera notó que estaban en casa hasta que Zoro le dio un suave codazo en el hombro—. Oye cocinero—susurró Zoro—. Bájate.

Sanji gimió, salió del auto y se arrastró por la recepción. Desafortunadamente, el viaje en ascensor le dio tiempo para pensar en lo que Ace le había dicho mientras se esforzaba desesperadamente por no mirar a Zoro. Lamentablemente habían espejos cubriendo las paredes, no importaba a dónde mirara, allí estaba el bastardo.

—Déjame sacar mis cosas del dormitorio—dijo Zoro mientras abría la puerta—sólo será un segundo.

—No te preocupes por eso, —dijo Sanji—en realidad no tengo tanto sueño. Probablemente me quedaré despierto y veré la televisión por un rato.

Zoro dijo algo desde el dormitorio, pero Sanji no lo entendió. Se quitó su chaqueta y abrió la puerta del clóset. Agarró una percha y cuando estaba abriendo la chaqueta entre un impermeable y un Black Denim, una gran caja llamó su atención. Sólo Oda sabe qué fue lo que le hizo sentir tanta curiosidad repentinamente. Pero no fue capaz de detenerse, se acuclilló y acercó la caja. Al levantar las solapas, sus ojos se abrieron con sorpresa ante lo que encontró. Dentro de la caja había fotografías, docenas de ellas. Fotos de él y dl peliverde. Sanji sacó una de encima y la estudió.

La fotografía mostraba a Sanji, sentado en la mesa de lo que parecía ser un buen restaurante. Tenía puesto un elegante traje negro y estaba sonriendo como un imbécil. Junto a él estaba sentado Zoro y uno de sus brazos rodeaba sus hombros. El espadachín también estaba vestido impresionantemente con una camisa blanca y una chaqueta negra. Pero por primera vez, Sanji no le estaba prestando atención a la ropa. Todo en lo que el cocinero podía concentrarse, era en el hecho de que en esa fotografía Zoro lo estaba besando. Los labios del bastardo de cabello verde estaban besando la piel de su mejilla, y Sanji estaba… él estaba… ¡Maldita sea! ¡Era obvio que a él efectivamente le gustaba!

—Esa fue una noche entretenida…

A Sanji casi se le sale el corazón. La voz de Zoro lo sobresaltó tanto que se resbaló hacia atrás y cayó de sentón.

—¡Mierda, Zoro! —Jadeó Sanji—¡Me diste un susto de muerte!

Zoro, recargado de la pared, lo miró desde su posición—. Pues para mí luces muy vivo.

El rubio frunció el ceño y se acomodó nuevamente al lado de la caja—. ¿Qué es todo esto?

El peliverde suspiró y se deslizó por la pared hasta quedar frente a la caja. Revolvió el contenido y sacó una fotografía con un marco simple y negro. La observó con ojos tristes mientras hablaba.

—Escondí todas éstas antes de que llegaras a casa. No quería que vieras una antes de que supieras lo nuestro.

Sanji fijó la vista en el espadachín. La sorpresa tuvo que haberse reflejado en su rostro porque cuando Zoro le miró, éste sonrió.

—Puede que sea un cabeza de músculo pero no soy estúpido.

Sanji miró la caja y cambió de posición para sentarse de piernas cruzadas al estilo Indio. La consideración de Zoro le conmovió y le dio una idea de lo mucho que el espadachín se preocupaba por él.

—Eso fue… —dijo el rubio suavemente—. Fue muy amable de tu parte hacer eso por mí, Zoro.

Zoro se encogió de hombros—. Pensé que sería más fácil contártelo que tener que explicar algo así. —Señaló la fotografía que Sanji sostenía.

El rubio la miró de nuevo—. Dijiste que fue una noche entretenida. ¿Qué pasó?

—Estábamos celebrando. —Contestó el peliverde—. La revista Time acababa de nombrarte uno de los top chefs del país. Tu restaurante era una locura.  Te entrevistaron en el Food Network y todo.

La mandíbula de Sanji se cayó—. ¡Es una jodida broma! ¡¿No?!

Zoro sacudió la cabeza—. El artículo está aquí.

Sanji rebuscó entre las fotografías hasta encontrar una página de revista enmarcada. La sacó y vio una foto suya con un traje de cocina blanco. Estaba apoyado en un largo mesón de restaurante cubierto de vegetales. Se veía presumido y totalmente apuesto. Tenía los brazos cruzados y su cabeza estaba inclinada como cuando coqueteaba con una chica linda.

—Wow. —Sanji sonrió ampliamente—. Me veo bien.

—El maldito estilista tardó casi una hora en tu cabello y no creo que se viera diferente de lo normal. —Resopló Zoro.

Sanji rió mientras comenzaba a leer el artículo. Hablaba sobre su tiempo en Francia estudiando Artes Culinarias en el Bonjour Provence de Domaine de Valmouriane, y vinos en el Côtes de Bourge en Bordeaux. Sanji estaba encantado de descubrir que era el chef más joven en haber logrado entrar a la lista en casi cinco años. Time lo llamo un “prodigio”y alabó sus habilidades para usar cada pizca de comida, sin desperdiciar nada, transformando las sobras comunes en ingeniosos y deliciosos platillos de arte.

—¿Cómo pudo haber pasado todo esto en un sólo año? —Preguntó Sanji, su respiración se volvió audible debido al asombro.

Zoro se encogió de hombros nuevamente—. Eres un chef increíble, Sanji. No es tan descabellado que te hayan descubierto rápidamente.

El rubio levantó la vista y observó al espadachín con la vista baja y los dientes ligeramente apretados mientras sus ojos observaban intensamente recuerdos que el rubio no poseía. Observó las callosas manos tomando el marco negro fuertemente. Quería preguntar de qué fotografía se trataba, pero el espadachín parecía demasiado absorto en sus pensamientos como para molestarlo. En lugar de eso, Sanji comenzó a mezclar las fotografías en la caja. Sacó una foto con un marco anaranjado y comenzó a reír histéricamente.

El peliverde levantó la vista—. ¿Qué es tan gracioso?

Sanji le dio vuelta a la fotografía a modo de que Zoro pudiera ver lo que estaba viendo—. ¿Qué demonios estábamos haciendo?

Zoro sonrió y se alejó rápidamente—. Eso fue en Halloween. Éramos piratas. Nos llamábamos La Tripulación de los Mugiwara y Luffy era el capitán.

—¡Luffy! —Rió Sanji—. ¿Qué mierda? ¡Además, no parecemos para nada piratas!

—¡Sí lo parecemos! ¡Mira el sombrero de Usopp! ¡Y tú y Robin incluso estaban usando parches!

—¡Ninguno se parece, en lo más remoto a un pirata, excepto tú Zoro! Con tu bandana y tú… espera… ¿Por qué tienes tres espadas?

Zoro le quitó la fotografía y la regresó a la caja—. Te lo explicaré luego. Pero ahora son casi las once y le prometí a Chopper que te haría ir a la cama tan pronto como llegáramos a casa.

—Está bien —suspiró Sanji—. ¿Sacaste tus cosas del dormitorio?

—Síp —El peliverde se  puso de pie y lo ayudó a levantarse—ya sabes, deberías pasar por el Baratie mañana, para que todos te vean.

Sanji asintió—. Esa es una buena idea. ¿Podemos ir a la hora del almuerzo?

—Está bien.

—De acuerdo entonces… buenas noches.

—Buenas noches, Sanji.

X x X x X

Sanji rodó de nuevo intentando encontrar un punto cómodo en la almohada. Incluso si su cuerpo pedía a gritos descansar, el sueño lo estaba eludiendo. Habían pasado tantas cosas en el día que su mente se rehusaba a relajarse y dormirse. Su charla con Ace se repetía en su cabeza una y otra vez y cuando no era la voz de Ace la que escuchaba en su cabeza, era la de Usopp. Encima de todo, su garganta estaba seca. Había considerado levantarse a buscar una bebida para pasar las horas, pero el piso estaba frío y se encontraba lo suficientemente cómodo como para no querer dejar la cama.

—Mierda—dijo finalmente y arrojó las mantas a un lado.

Se levantó y se dirigió hacia la puerta. Con el rabillo del ojo vislumbró una silueta moverse por el pasillo del baño. Su cuerpo se tensó, poniéndose en guardia a la vez que encendía el interruptor. La luz del techo iluminó el trecho del pasillo y a un muy sorprendido Zoro. El espadachín estaba de pie frente al armario, congelado justo cuando estaba sacando una chaqueta de la percha. Los ojos de Sanji se adaptaron a la luz y por un momento se preguntó si en realidad se había quedado dormido.

Zoro estaba vestido de negro de la cabeza a los pies. Vaqueros negros, botas negras, camiseta de manga larga negra y bandana negra.

—¿Zoro? —Sanji parpadeó atontado—. ¿Por qué estás levantado a la una de la mañana? ¿Y por qué estás vestido como un ninja?

Zoro suspiró y se frotó la nuca. Bajó la vista tímidamente y terminó de sacar su chaqueta del armario.

—¿Sería mucho pedirte que regreses a la cama y pretendas que no me viste? —Murmuró el espadachín.

Sanji cruzó los brazos y se recargó de la puerta.

—Ah, déjame pensar… Sí. ¿Qué mierda estás haciendo? ¿Y qué demonios es eso? —Señaló un largo estuche a los pies del peliverde.

Zoro se quejó en voz baja y se encogió de hombros. Sanji evitó por todos los medios no pensar en lo bien que lucía Zoro completamente de negro… un negro muy ajustado

—¿Alguna vez te preguntaste cómo pudimos permitirnos este apartamento de lujo con nuestros trabajos?

—Sí, casi siempre que estoy aquí —respondió Sanji.

Zoro recogió el estuche y pasó la correa sobre su cabeza. Pareció darle vueltas a algún asunto en su cabeza por un minuto antes de hablar otra vez.

—Si me voy ahora sin decirte nada, intentarás seguirme, ¿no es así?

—Demonios, sí que lo haré.

La cabeza del peliverde cayó y suspiró derrotado—. Está bien, vístete. Te llevaré conmigo.

El rubio se enderezó. Esperaba que Zoro lo dejara colgado, amenazara con matarlo si le contaba a alguien, le confesara que era un asesino o un agente secreto o algo, ¡pero jamás pensó que le diría que se vistiera y fuera con él! Su corazón comenzó a acelerarse mientras la adrenalina subía por sus venas. Se dio la vuelta para encender la luz del dormitorio y abrió sus cajones.

—Oh, y Sanji, —la voz de Zoro le llegó desde la puerta.

—¿Sí?

—Todo de negro. —Dijo el espadachín suavemente.

Sanji se giró y le dirigió una mirada burlona a Zoro—. ¿Por qué?

El espadachín sonrió ampliamente y giró las llaves del auto en su dedo mientras dejaba el dormitorio.

—Son las reglas.

 

 

Notas finales:

Notas del autor:

1. *Cut throat (partida feroz), única partida de billar que incluye tres jugadores.

2. Canteliever, es un gran quitasol que se sostiene por sí mismo.

3. Deba, cuchillo tradicional de los chefs japoneses utilizado para rebanar carne.

Notas de la traductora y beta:

Pues les dejamos el capítulo, esperamos les haya agradado :3 nos leemos en el próximo :)


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