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Alas de mi corazón por desileo

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Notas del capitulo:

¡Hola a todo el mundo! Lo prometido es deuda.

Muchas gracias por sus comentarios, me animan a seguir escribiendo. Espero que disfruten el capi.

 

En el cielo, en lo más oculto del lugar, se encontraba un enorme árbol. Este contenía hojas de color blanco y entre estas se encontraban frutos de diferentes tamaños. Algunos no se distinguía nada aparte del color blanco de esta, pero en otros se podía distinguir las alas que rodeaban un pequeño cuerpo.

En la raíz del árbol se encontraban pequeños ángeles, intentando caminar o volar. La gran mayoría se encontraba rodeando a un ángel, el cual  tenía el cabello color negro y alborotado, resaltando el color azul grisáceo de sus ojos. Tenía una gran altura, sin embargo, no intimidaba a  los pequeños.

 Vestía una camisa con mangas que llegaban hasta las muñecas, acompañados de unas hendiduras en la espalda para sus alas. En conjunto, pantalón y camisa eran blancos, con pequeñas inscripciones de oro en los costados y empuñadura. Atado a su cintura, se encontraba su espada para cualquier emergencia que pudiera surgir.

Era el guardián del lugar, su nombre conocido por demonios y ángeles; Yokozawa Takafumi. Desde que acabó la guerra cuidaba del lugar para gran sorpresa de todos.

Sus compañeros pensaban que era un ángel bastante huraño y solitario, por lo que le fuera encomendada una misión que incluía cuidar de los ángeles recién nacidos sería una especie de castigo hacia estos.

Yokozawa nunca replicó ante sus compañeros la verdadera razón. Él era lo más parecido a una madre entre sus congéneres y si era necesario que alguien cuidara ese lugar debería ser alguien en quien los pequeños deberían confiar. Ninguno de ellos entendía su don ya que ellos, al ser ángeles adultos, no sentían el aura que emanaba. 

En estos momentos se encontraba con las manos llenas, ya que todos los pequeñines querían su atención.

─Mira Yoko-san lo que puedo hacer.

─No mírame a mí Yoko-san.

─Nonononono, a mí, a mí.

─Niños, ¿por qué no intentan mostrármelo por turnos?

Los pequeños se quedaron viendo  entre ellos, analizando lo que les habían dicho. Dieron un asentimiento de confirmación, e inmediatamente comenzaron a pelear por ver quién sería el primero.

Yokozawa simplemente rio y esperó a que ellos se pusieran de acuerdo.

Después de un rato comenzaron a mostrarle todo lo que podían hacer; los más grandes dándole un pequeño regalo en forma de alguna flor y los más pequeños mostrándole nuevas acrobacias en el aire.

Cuando todos terminaron, Yokozawa anunció­ ─ Es hora de ir a dormir.

Como era de esperar todos protestaron ante ese comentario. Los ángeles adultos no necesitaban de dormir, ya que su cuerpo al madurar aprendía a distribuir toda su energía sin la necesidad de dormir. Sin embargo, no era así para los pequeños.

Yokozawa libró toda una batalla para poder hacerlos dormir, aunque hizo un poco de trampa. En todos ellos utilizó su don para tranquilizarlos y así poder hacerlos dormir.

Cuando todos se quedaron dormidos, Yokozawa terminó agotado pero con una sonrisa adornando su rostro. En verdad él disfrutaba de su nuevo trabajo.

Yokozawa amaba la tranquilidad en la que estos pequeños habían nacido. A él le había tocado una época verdaderamente difícil ya que en su tiempo de niñez fue justo cuando los ángeles estaban perdiendo la guerra, por lo que muchas veces  vio cómo los ángeles partían pero no regresaban.

Su tren de pensamientos quedó interrumpido por alguien que se acercaba. Un ángel, el cual Yokozawa conocía muy bien. Él fue de los primeros ángeles que tuvo que cuidar, por lo cual verlo ya en su entrenamiento no le sorprendió en lo más mínimo.

Antes de que pudiera decir cualquier cosa, este se tiró encima haciendo que inevitablemente cayeran al piso. Irritado por eso, Yokozawa intentó quitárselo de encima.

─ ¡Henmi, maldita sea ya no eres un niño! ¡Quítate de encima!

Notando lo que había hecho, Henmi se levantó con la cara completamente ruborizada.

─ Lo siento Yokozawa-san, algunas costumbres tardan en morir.

En un gesto de enfado, Yokozawa se limitó a soltar un suspiro. Ahora que recordaba, Henmi siempre fue el más efusivo de su generación y por lo visto esto no había cambiado con los años.

Levantándose cuidadosamente, Yokozawa preguntó:

─ ¿Qué haces aquí Henmi?

Con eso Henmi recobró su color normal y plasmó en su cara una expresión seria para dar importancia a lo que tenía que decir.

─ Miguel desea hablar con usted sobre un asunto del cielo.

Confundido, Yokozawa vio hacia un punto indefinido. Desde su asignación, Miguel no había solicitado su presencia, por lo que surgía la duda de lo que deseaba de él.

Sin ver a Henmi preguntó─ ¿Sabes por qué?

─ No, a mí sólo me pidieron que le diera el mensaje y me quedara en su lugar mientras terminaba con Miguel, Yokozawa-san.

Dando un asentimiento, se dispuso a partir hacia el centro del cielo, en donde se encontraba Miguel. Pero antes, le pareció justo darle unos cuantos consejos a Henmi.

─ Cuando se despierten procura entretenerlos con juegos, si es que quieres salir entero de este lugar.

Sin ver la cara de espanto de Henmi partió volando.

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Mientras volaba hacia el centro del cielo, pudo ver cuánto había cambiado el cielo en los últimos cien años. Los árboles habían crecido considerablemente, haciéndose más frondosos y fuertes, acompañado de nuevas casas, las cuales mostraban colores muy llamativos.

Para Yokozawa todo esto era nuevo, ya que desde que acabó la guerra él jamás abandonó la zona del árbol, haciendo que perdiera de vista el lento crecimiento del cielo.

Después de un rato llegó a un enorme edificio en forma de un castillo medieval en el que habitaba Miguel.

De este se podía apreciar lo viejo que era, ya que la pintura del lugar (un color blanco con pequeños toques dorados) se había decolorado dejando un color un poco más oscuro del original.

 Se decidió construir un castillo ya que en él se entrenarían a los ángeles y  en la guerra fue de gran utilidad para poder reunir a todos para planear las estrategias contra los demonios.

Al llegar a la puerta decidió descender, así no incordiaría a nadie que pudiera estar por la zona, que por lo general eran soldados. Abrió lentamente la puerta, viendo que el interior no había cambiado nada.

Los pasillos eran anchos, llenos de inscripciones de las cuales casi nadie estaba seguro de significado. Entre estas, se encontraban retratos de los siete primeros ángeles*, siendo eliminado el de Lucifer, poniendo en su lugar una venta que daba al patio de entrenamiento. Todo esto acompañado de un techo con imágenes de los principios de la creación.

Yokozawa pasó rápidamente el lugar, ya lo conocía bastante bien en su tiempo de soldado, yendo directamente a la puerta que había al final del pasillo, el cual daba a la sala central y el lugar donde lo esperaba Miguel.

Al entrar pudo ver la sala igual que la última vez. El lugar era circular, teniendo en toda su circunferencia puertas que llevaban a diferentes lugares del castillo, además de un candelabro  que iluminaba el lugar y justo en el centro se encontraba una enorme mesa con varias sillas, siendo en una de estas donde se encontraba Miguel.

Miguel era bastante parecido a las pinturas que lo retratan en el mundo humano; cabello rubio rizado hasta los hombros, piel blanca y ojos azules acompañado de una vestimenta muy parecida a la de Yokozawa, pero con la diferencia de que esta tenía más adornos.

─Yokozawa-kun, tiempo sin verte.

Yokozawa se acercó hasta Miguel, haciendo una ligera inclinación de respeto.

 ─Miguel-sama ¿Qué necesita de mí?

Miguel hizo una pequeña pausa, escogiendo las palabras más adecuadas para explicar su misión.

─ Sé que debe ser extraño que te mande a una misión, ya que tú tienes tus obligaciones en este lugar, pero no hay nadie más en el que pueda confiar.

Con esto Yokozawa se dio cuenta que la misión era bastante seria. Al ser un ángel bendecido con un don, los primeros ángeles tendían a confiar más en él, ya que en el momento en que Miguel le otorgaba su segundo nombre, se volvían cercanos con los ángeles más viejos, haciéndolos confiables en situaciones delicadas.

─ En estos últimos días, ha estado pasando algo extraño en el purgatorio. Como sabes, desde que acabó la guerra, los demonios nos han dado paso libre en el lugar, haciendo que pudiéramos hacerlo un pequeño paraíso en el lugar.

Se detuvo un momento y fijó su mirada en los ojos de Yokozawa.

─ Pero desde hace una semana, han empezado a destruir algunas cosas del lugar, por lo que puede significar que alguno de los demonios ha decidido romper eso.

─ Por lo tanto, mi misión es averiguar quién es.

Miguel lo observó por unos momentos.

─ No, tu misión es averiguar más acerca de este demonio puesto que prácticamente nos es desconocido, excepto su poder.

Con un poco de sorpresa, preguntó.

─ ¿Saben quién es?

Con esto, Miguel le dio una pequeña foto, la cual mostraba a un demonio bastante alto, cabello rizado color café claro combinando perfectamente con sus ojos del mismo color. Realmente se podría hacer pasar por un ángel si no fuera por el color de sus alas, las cuales eran tan obscuras como la noche junto con su vestimenta del mismo color.

─ Su nombre es Kirishima Zen, no se sabe con exactitud su edad pero suponemos que nació mucho antes de que cayera Lucifer. Su rango entre los demonios es totalmente desconocido para nosotros, pero sabemos que no sirve a ninguno de los siete príncipes del infierno**, por lo que suponemos que hace todo por su propia decisión.

Ante lo descrito por Miguel, Yokozawa se quedó sorprendido. Prácticamente todos los demonios tenían un pacto con alguno de los príncipes del infierno, esto para asegurar su  supervivencia en su mundo, por lo que al carecer del pacto significaba que era realmente poderoso para poder defenderse por sí mismo.

─ Por el momento es lo único que tenemos, necesito que traigas más información y en base a esta determinaremos si es una amenaza para nosotros o no.  No te preocupes por tus obligaciones, mientras tú realizas esa misión, Henmi se encargará de cuidar el árbol.

─ Entendido.

Yokozawa se disponía a irse cuando Miguel lo llamó.

─ Antes de que te vayas es necesario que dejes tu espada aquí, recuerda que no puedes pelear con él.

Molesto y con cierta renuencia, Yokozawa dejó sobre la mesa su espada de la cual nunca se separaba desde que se la dieron. Esperando acabar con la misión lo más rápido que pudiera y volver a su misión en el cielo.

Con esa última acción salió del salón, rumbo al purgatorio. Quién diría que esto marcaría a Yokozawa de tantas maneras. 

Notas finales:

* Ya saben, los clásicos arcángeles.

** Como no son muy comunes en mi cultura (la verdad los busqué hace años atrás por curiosidad) aquí les dejo un link donde explican quienes son.

 http://angelo-hensel.blogspot.mx/p/demonios.html

 

 


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