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Un pequeño desperfecto por Euridice

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Notas del capitulo:

¡Hola! Al fin puedo actualizar este fic; me disculpo por la demora, es que me bloqueé un poco, y todas las ideas iban a parar a "Juegos perversos" xD

 

Este capítulo es un poco más largo, espero que les guste.

Una vez que Hermes trasladó al cuerpo de Camus a su casa, Asclepio esperó a la madrugada para escabullirse de los demás dioses del Olimpo y se dirigió hasta el onceavo templo, en el santuario; destapó al santo de acuario y lo analizó cautelosamente. Abrió sus párpados con cuidado para observar sus ojos, palpó sus amígdalas para detectar algún raro proceso infeccioso que hubiese interferido en la reconstrucción del onceavo guardián, pero nada; todo estaba aparentemente normal. ¿Qué pudo haber pasado?, ¿acaso le inyectó estrógenos en lugar de testosterona en el proceso de reconstrucción?; sin una explicación lógica al error que estaba frente a sus ojos, tomó una muestra de su sangre para analizarla en su laboratorio personal, pero no sin antes encargarse de ocultar su equivocación. Le inyectó al pelirrojo una pequeña dosis de belladona, para que su profundo sueño continuara por unos cuantos días más, de forma que tuviera tiempo de saber en qué había fallado, y encerró al acuariano en el sótano del onceavo templo, para que nadie más que él mismo lo viera antes en caso que Camus despertase. Hecho esto, el dios regresó al Olimpo e intentó dormir, pues al día siguiente se dedicaría a investigar en qué había fallado.

 

                                               ******

 

A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol iluminaban el santuario y un apuesto joven de cabellos azules despertaba; abrió sus ojos de aspecto de esmeralda con dificultad, pues cada rayo de luz dolía como si fueran bolas de fuego sobre sus retinas. Divisó el lugar donde estaba; los primeros minutos se sentía confundido, pues las imágenes que sus ojos formaban no eran más que bultos de forma poco definida, y su garganta se sentía tan seca como el desierto. Se incorporó del lecho y se frotó los ojos instintivamente, hasta que su visión comenzó a hacerse más nítida cada vez y finalmente pudo reconocer donde estaba: su templo. Incrédulo, miró sus manos y allí estaban, comenzó a moverlas para asegurar que respondían a las órdenes de su cerebro y comenzó a palpar su rostro, aún sin entender si lo que estaba viviendo era real o un sueño. Se incorporó torpemente, y allí vio a su hermano, aparentemente dormido; se acercó para despertarlo pero su gemelo abrió sus ojos y parpadeó varias veces sin comprender dónde estaba.

 

 

-          Kanon…

 

-          ¿Saga? ¿Eres tú?

 

-          Sí, estamos vivos, y en el santuario.- respondió el mayor y Kanon se incorporó con violencia, frotó sus ojos y observó con atención todo alrededor.

 

-          ¿Es un sueño?- dijo Kanon.

 

-          No lo parece.

 

-          Pues sólo hay una forma de saber si esto es real…

 

-          ¿Cuál?- preguntó Saga y Kanon le dio un golpe en la cabeza.- ¡¡Auch!!

 

-          Pues bien, al parecer es real.- respondió Kanon a las risas, mientras Saga se sobaba la cabeza; luego se puso de pie con algo de esmero, al parecer sus músculos aún estaban despertándose.

 

-          Hemos sido revividos, me pregunto si Atenea estará enterada de esto.- habló el mayor para sí mismo.

 

-          Si lo sabe o no, realmente no me importa, tengo vida nuevamente…y es hora de disfrutarla.

 

-          De ninguna manera Kanon, iremos donde la diosa y averiguaremos por qué estamos aquí.

 

-          ¿Y piensas presentarte ante nuestra honorable diosa así?- dijo Kanon burlonamente, señalando los expuestos genitales de Saga, quien se cubrió rápidamente con la manta que lo tapó mientras dormía, fuertemente sonrojado.

 

-          ¡Maldito seas, Kanon! Busquemos en nuestro templo, debe haber alguna muda de ropa.

 

-          Está bien.

 

 

Kanon siguió a su hermano y, en efecto, en la habitación encontraron un pequeño armario que tenía unas túnicas estilo helénico que los dos vistieron con premura; una vez hecho esto, comenzaron a ascender por las demás casas para dirigirse donde la diosa estaba; no contaban con encontrarse a alguien en la séptima casa. Allí, Shiryu se encontraba con su adorable Shun Rei desayunando; el joven de largo cabello negro sintió dos poderosos cosmos ingresar a la casa de libra, por lo cual no dudó y se acercó a la entrada, quedándose atónito ante lo que veía. Eran los dos gemelos, Kanon y Saga, de vuelta en el mundo de los mortales, tan vivos como él y su pequeño que Shun Rei gestaba en su vientre; fue entonces que el pelinegro les explicó el vaticinio de los dioses a los gemelos, quienes se sorprendieron gratamente ante el cambio de opinión de Zeus, y acto seguido serían escoltados hasta el salón patriarcal, donde la diosa se encontraba también desayunando junto a Tatsumi. Al verlos, la diosa dejó inmediatamente su taza de té y ambos geminianos reverenciaron a su diosa, agradecidos por su nueva oportunidad; Saori amablemente les sirvió una taza de café a cada uno y tuvieron un primer desayuno reconfortante y ameno. En ese momento, la diosa explicó a los dos jóvenes de géminis que todos sus santos, a excepción de Dokho y Shion, volverían a la vida, y que una vez que la mayoría hubiesen regresado ella delegaría el puesto de patriarca a quien considerara más apto; explicó además que Shiryu sería su nuevo compañero de armas, custodiando el templo de libra, mientras que Seiya ocuparía sagitario y Hyoga acuario hasta que el arquero y el mago de los hielos despertasen nuevamente.

 

 

Esa mañana habría aún más sorpresas para la diosa, pues en el templo de sagitario, Seiya comenzó a percibir un poderoso cosmos brotar desde la habitación principal del templo; estuvo a punto de ponerse en posición de ataque hasta que reconoció ese poder. Un cosmos tan intenso y puro no podía ser otro sino del caballero de sagitario, Aioros, quien fue el más fiel a la diosa Atenea una vez. Con curiosidad se acercó al castaño, quien abría sus ojos pesadamente, pues sentía como si hubiera despertado de un coma; se incorporó como pudo y observó esos grandes orbes castaños mirarle con asombro.

 

-          ¿D…dónde estoy?- preguntó con algo de desconcierto.

 

-          En el templo de Sagitario, soy Seiya de Pegaso, es realmente un honor tenerte de nuevo aquí.- dijo el japonés con entusiasmo, pues siempre había querido conocer al valeroso caballero de sagitario, aquél que le salvó la vida a Saori una vez.

 

-          ¿Cómo…cómo estoy vivo de nuevo?- preguntó Aioros, incorporándose esta vez.

 

-          Nuestra diosa se lo solicitó a Zeus, y aparentemente él estuvo de acuerdo. Ven, te llevaré donde ella, estará feliz de verte de nuevo.

 

-          Espera, déjame vestirme al menos, no querrás que la diosa me vea la flecha…- dijo Aioros en tono socarrón; Seiya al principio no entendió la extraña actitud del joven griego, pero simplemente rió ante su ocurrencia y le prestó un pantalón y remera para que pudiera presentarse ante Saori.

 

 

 

Empero, Aioros no era el único santo en despertar aquella mañana; un templo más arriba, un joven de cabello negro y corto abría sus ojos y luego de luchar contra la intensidad de la luz comenzó a inspeccionar todo el recinto. Estaba en su templo, podía reconocerlo con facilidad, pero aún así, cierta zozobra lo invadía; ¿por qué estaba vivo?, ¿acaso Hades había despertado nuevamente y le devolvió su vida? El temor se hizo presente, pues no quería sentir nuevamente la congoja de tener que servir al dios de la muerte; sin embargo, escuchó pasos adentrarse en su templo, y fue así que, cubriéndose sus partes íntimas con la sábana que lo tapaba, se levantó con esmero para averiguar quiénes se adentraban en su casa. Una vez que vio a uno de ellos, se quedó estático; allí estaba aquél a quien había ejecutado hace tantos años, Aioros, junto al caballero de Pegaso, Seiya. Sin siquiera tener tiempo para articular palabra alguna, Seiya lo llevó de un tirón al recinto patriarcal, donde el español se sintió por demás avergonzado por estar frente a su diosa con un improvisado taparrabos. Saori estaba radiante de felicidad, pues ya tenía a cuatro de sus santos nuevamente, aunque no pudo dejar de notar que algo extraño pasaba con Aioros.

 

 

Si bien el caballero de Sagitario conservaba su adónica figura y su lealtad inquebrantable, su conducta era un tanto…peculiar; luego de que la diosa les indicó a todos las rutinas de entrenamiento que seguirían a partir de ese día, Aioros parecía muy entretenido haciendo chistes con Seiya y actuando de forma muy inmadura. Fue entonces que la diosa de la sabiduría lo recordó: Aioros tan solo tenía catorce años al morir, por lo cual su cuerpo, y obviamente, personalidad, seguían siendo de un adolescente; tan solo esperaba que eso no interfiriera con las tareas de santo que el arquero debía realizar, pues si eso sucediera no quedaría opción que delegarle la armadura a Seiya hasta que Aioros madurara lo suficiente. Sin embargo, durante la cena en esa misma noche, Aioros se comprometió a serle tan fiel y responsable como lo había sido en su vida anterior; bromear con su nuevo compinche, Seiya, no tendría por qué perjudicar su labor como santo de Atenea, por lo cual todos respiraron tranquilos y la diosa se sintió más que satisfecha con la respuesta de su noble santo de sagitario.

 

 

 

Los días transcurrieron y poco a poco los demás santos iban despertando; Deathmask prácticamente saltó de la cama al verse con vida nuevamente, pues estaba seguro de que esta nueva vida era una valiosa oportunidad para limpiar la gran mancha que había dejado por su terrible actuar en su anterior vida, y así recuperar a su armadura, pero además para parrandear por los bares de Rodorio, como siempre le gustó hacerlo. Afrodita también despertó entusiasta, pues su belleza tan avasallante como intimidante parecía más rozagante con este despertar; el joven no hizo sino salir al patio de su templo para olfatear el delicado aroma de sus adoradas rosas, que como por obra de un milagro volvían a florecer y embellecer el lugar. Al parecer la esencia del  doceavo guardián era lo que las mantenía tan bellas y vitales; Saori sintió que su santuario ya no era el decrépito tumulto de escombros y ruinas en el cual se había convertido luego de la guerra santa, sino que ahora con la presencia de sus santos el lugar había vuelto a la vida, y las rosas de Afrodita daban un toque extra de belleza al lugar.

 

 

 

Shaka, Mu y Aldebarán fueron los siguientes en despertar, agradecidos infinitamente con su diosa por recuperar sus vidas; el lemuriano fue recibido por un cálido abrazo de Kiki, quien los primeros días pasó correteando al lado de su maestro hasta que llegaron los primeros regaños. No obstante, Kiki estaba feliz de que Mu estuviera de vuelta, a pesar de que no le dejara comer tantas golosinas y le obligara a acostarse temprano para entrenar al día siguiente. Por su parte, Shaka se adentró en su templo para meditar y expandir más aún su cosmos, pues debía entrenar a Shun y para eso necesitaba recuperar su fuerza, de manera de serle un guía no solo en el arte de la lucha sino también en el aspecto espiritual. Los últimos en abrir nuevamente sus ojos fueron Aioria y Milo; ambos jóvenes estaban más que ansiosos por volver a servir a su diosa, y el primero en especial por reencontrarse con su hermano, aunque el reencuentro no fue exactamente lo que él esperaba. Dado que Aioros era adolescente aún, Aioria tendría que ocuparse de su cuidado, algo que fastidió un poco al leonino, pues le quitaría tiempo para estar junto a su adorado Mu; además, ya en esos pocos días habían tenido unos problemillas, pues Aioros una noche se las había ingeniado para espiarlos durante una cena romántica que el leonino había preparado para el lemuriano.

 

 

 

Milo, por su parte, se la pasaba entrenando con Afrodita, quien en un principio se sintió algo extrañado por la actitud del escorpión, pues creía que, orgulloso como era este, aún estaría de malas con él por haber seguido a Arles aún sabiendo la verdad, y por jurar lealtad a Hades luego, a pesar de que fuera una trampa organizada por Shion. Empero, sus dudas se aclararían cuando un atardecer, luego de entrenar, el onceavo guardián lo besó con pasión para posteriormente declararle cuán enamorado estaba de él. Afrodita se sintió sumamente feliz, pues él siempre había deseado a Milo, ya que admiraba todo de él: su determinación en la batalla, su lealtad, y por supuesto, su belleza. En este clima de paz y armonía, una tarde Saori reunió a los santos que ya estaban muy bien adaptados a su nueva vida para delegarles sus deberes; lo más importante era definir quién sería el siguiente patriarca, dado que Shion decidió no volver a la vida. La diosa tenía muy presente que Aioros había sido elegido como el sucesor del lemuriano en los tiempos anteriores a la batalla de las doce casas, pero como que el arquero tenía una conducta un tanto inmadura últimamente, la joven decidió delegar el patriarcado a Saga, quien lo recibió con gran emoción y alegría, pues prometió resarcir todos los daños que provocó siendo Arles, y cumplir su deber con rectitud.

 

 

 

Kanon, por su parte, sería el nuevo guardián de la casa de géminis, algo que hizo que el corazón del gemelo menor diera un brinco ya que no sería una marina por un buen tiempo, pues el alma de Poseidón estaba sellada y él debía tener su lugar en el mundo, y Saori se lo brindó con todos los honores. Kanon por fin sentía que todas las desavenencias que había pasado en su vida anterior no habían sido más que una situación temporal que daba paso a algo más grande; al fin tenía un destino digno, algo por lo que vivir y una diosa a la cual ser fiel. Además de esto, Aioria sería ahora quien entrenaría a su hermano, un título bastante curioso, pero que sin dudas llevaría a cabo con orgullo, pues contaba con la ayuda de Mu, quien tenía más experiencia en el oficio de maestro. Sin embargo, entre todas las felicitaciones que Saga recibía, y los festejos de volver a tener una segunda oportunidad para hacer las cosas mejor, Hyoga y Milo se sentían bastante melancólicos, pues los demás parecían no preocuparse de que Camus aún no despertaba. Ambos salieron del recinto patriarcal, mientras los demás santos dorados y de bronce brindaban alegremente, y fue entonces que en una charla corta expusieron su preocupación, la cual los demás no parecían notar aún: no había rastros del santo de acuario.

 

 

-          Esto es realmente preocupante, no quiero parecer desagradecido, pero ha vuelto a la vida Aioros, quien ha estado muerto por catorce años o más, y mi maestro aún no regresa…- comentó el caballero de cisne con tristeza.

 

-          Lo sé, a mí también me preocupa.- contestó Milo.

 

-          ¿Crees…que haya sucedido algo malo?

 

-          ¿Qué podría haberle ocurrido? Estuvo bajo el cuidado de los dioses…

 

-          No lo sé, tal vez no lograron que su corazón vuelva a latir…o su alma no pudo ser liberada.- contestó Hyoga, con temor.

 

-          Espero que no haya sucedido nada de eso, pues si así fuera tendrías que llenar unos zapatos muy grandes.- dijo el escorpión con algo de desdén. No era que Hyoga le desagradara, pero él no consideraba que estuviera a la altura de su mejor amigo, por más que lo venció en la batalla de las doce casas. Para el santo de escorpio había solamente una persona digna de usar la armadura de acuario, y ese era Camus.

 

-          Créeme, unos zapatos muy grandes.- contestó Hyoga riendo, pues conocía perfectamente la opinión del octavo guardián respecto a la muerte de su maestro y al hecho de que él fuese el heredero de la armadura de acuario, y a decir verdad, no le importaba en lo más mínimo, pues en el fondo sabía que Camus estaría orgulloso de que él llevara la onceava armadura.

 

 

******

 

Mientras que en el santuario todo era alegría, en el Olimpo Asclepio se arrancaba los cabellos al analizar las muestras que había tomado del onceavo guardián; las revisó una y otra vez, las sometió a decenas de análisis y no había indicio alguno de infección, intolerancia a la sangre de la Gorgona, o incompatibilidad con los tejidos que tuvo que implantarle para reconstruir su cuerpo. Todo parecía normal, a excepción de la presencia de estrógenos en la sangre del acuariano; revisó su laboratorio y la vía que le había colocado al pelirrojo para inyectarle la sangre de Gorgona, con la esperanza de encontrar un rastro de hormonas femeninas para poder atribuirle una causa tangible a la transformación que el cuerpo de Camus había sufrido. Nada; ni un rastro de hormonas. Decidió tomar un vino, pues necesitaba despejar su mente, que era en ese momento un escenario del juicio final; mientras sorbía su vino poco a poco comenzó a pensar si tal vez Hécate, sin darse cuenta, pudo hechizar el cuerpo del joven caballero haciéndole ver como mujer. Pero, ¿no se habría dado cuenta acaso?; optó que lo mejor sería esperar al día siguiente para volver al santuario y robar el cuerpo de Camus, tal vez teniéndolo en el laboratorio podría someterlo a más estudios y reparar el “desperfecto”. Mientras tanto deseaba que el joven no despertara al menos en un mes, le inyectaría nuevamente más dosis de belladona si era preciso, pero ni Atenea ni Zeus debían enterarse jamás, bajo ninguna circunstancia, que Camus de Acuario era ahora una mujer.

 

 

                                   ******

 

La noche fue una agitada fiesta para el santuario, pues Saga invitó a todos sus camaradas a beber unas cervezas a un bar de Rodorio para festejar su nuevo rol en el santuario, al igual que el regreso a la vida de todos; claro que Aioros se quedó en el quinto templo, refunfuñando por no poder ir de parranda con los demás por ser menor de edad, pero su mal humor se terminaría cuando Seiya llegara al templo con una consola Nintendo para jugar unos videojuegos. Cuando eran ya las tres de la madrugada, todos los santos regresaban al santuario canturreando, algunos muy borrachos, como Deathmask quien era cargado por Shura, y Milo, quien a duras penas era arrastrado por Afrodita hasta piscis, pues el escorpión dormiría con él esa noche. Como era de esperarse, Aioria durmió junto a Mu, mientras que los demás regresaron a sus respectivas casas; había sido la noche de viernes más divertida que habían tenido en años. Sin embargo, las cosas cambiarían a la mañana siguiente; unos hermosos ojos de un peculiar color cobrizo se abrían para contemplarlo todo a su alrededor. Reconocía ese lugar, era el sótano de su templo, pero no comprendía qué hacía allí abajo, ¿sería obra de Hades?; se incorporó y dio un largo bostezo, pues se sentía como nuevo a pesar de no tener idea de cuánto había durado esa “siesta”.

 

 

Torpemente se puso de pie y caminó hasta la puerta; estaba cerrada pero instintivamente se concentró y elevó su cosmos hasta romper la cerradura, quedando libre de su cautiverio. Sonrió al verse en su templo; Hyoga no estaba allí, pues el caballero de cisne era madrugador y estaba ya en el coliseo entrenando arduamente junto con Shura, Aioros, Shiryu y Aioria, aunque él no sabía que su alumno era ocupante de su casa. Caminó por cada rincón, observando que cada cosa estaba en el mismo lugar donde él las había dejado; de pronto, un tremendo deseo de orinar se hizo presente, por lo cual caminó rápidamente hasta el baño. Levantó la tapa del inodoro y fu a sostener su miembro pero… ¡no estaba allí!; ¿acaso sus compañeros se lo habrían cercenado en venganza por intentar llevar la cabeza de Atenea a Hades? Hizo lo suyo primero, pues sentía que la vejiga le iba a explotar, y una vez que se higienizó se dispuso a analizar con más calma su cuerpo. No era que su miembro hubiese sido cortado, sino que había allí…otra cosa, pequeña y cubierta por una mata rojiza, la había visto en los libros de anatomía que habían en su templo; suspiró con temor, cubriendo su boca con la mano, y acto seguido palpó cada parte de su cuerpo notando que sus caderas eran más grandes de lo que recordaba y que tenía… ¡¿senos?!

 

 

No creía haber bebido tanta cerveza en su vida anterior como para que sus pechos hubieran crecido de manera tan monumental, por lo cual con profundo temor se acercó al espejo y contempló su imagen, quedando atónito ante lo que veía; en su desesperación, dejó escapar un alarido de terror que sonó aún más desgarrador por la agudeza del mismo. Tal fue la intensidad del sonido que llegó hasta el templo de piscis, despertando súbitamente al caballero de escorpio, quien dormía junto a su hermoso amante a su lado.

 

 

-          ¡Afrodita! ¡¿Escuchaste eso?!- exclamó el rubio, incorporándose violentamente.

 

-          ¿Saori está con dolores menstruales otra vez?- cuestionó el sueco, aún medio dormido.

 

-          No viene de la habitación de nuestra diosa, ¡¡ese grito vino del templo de acuario!!

 

-          ¡¿Q…qué?!- preguntó pesadamente el pisciano, para dejar caer su cara en la almohada nuevamente.

 

-          ¡Algo pasó allí! ¡Vamos!- dijo el octavo guardián, sacando de un tirón a Afrodita de la cama. Ambos se pusieron lo primero que encontraron y corrieron al templo de la vasija.

 

 

 

Entraron al recinto y lo recorrieron con la mirada sin ver nada fuera de lo común, hasta que Afrodita le hace una seña a su novio, indicándole que había alguien en el baño, y de hecho una suave voz se escuchaba en el mismo.

 

 

-          ¡¡No puede ser…no puede ser!! ¿Qué significa esto? ¿Por qué?- repetía Camus, abrazando sus rodillas y meciéndose hacia delante y atrás.

 

-          ¿¡Qué…!?- preguntó Afrodita, al encontrar a una bella chica de largo cabello rojo sentada en el suelo.

 

-          ¡¡Ese maldito de Hyoga!! ¡¡Sabía que era un pervertido!! ¡¡Tiene a una pobre chica aquí cautiva!! ¡¡Le clavaré mis quince agujas de una sola vez, sabía que esa extraña obsesión con su madre no era nada buena!! ¡¡Maldito Norman Bates*!!- exclamó el escorpión, enfurecido al creer que Hyoga tenía a una chica encerrada en el templo de acuario para propósitos perturbadores.

 

-          ¡¡No hables así de Hyoga, Milo de escorpio, él es un buen chico!!- regañó Camus al tiempo que se incorporaba, dejando ver sus femeninas partes, pero el escorpiano lo miró extrañado.

 

-          ¿Tú…cómo sabes mi nombre?- cuestionó el rubio, desconcertado.

 

-          Sé muchas cosas más que tu nombre.- dijo Camus, colocando sus manos en su pequeña cintura.

 

-          Esto se está poniendo raro…- dijo Afrodita, alejándose poco a poco de la chica.

 

-          ¿Quién eres? ¡Confiesa o sentirás el poder de mi restricción!- amenazó Milo.

 

-          Milo, ¡soy Camus!

 

-          Bien, pequeña bromista, tal vez hayas tenido una noche de sexo salvaje con Hyoga, eso no tiene nada de malo, ¡pero no tengas el atrevimiento de hacerte pasar por mi mejor amigo!

 

-          ¡¡No soy amante de Hyoga!! ¡¡Soy Camus!! Sé que obtuviste tu armadura a los siete años, al igual que yo, que en la batalla de las doce casas te sorprendió que Hyoga hubiera soportado tus quince ataques con la aguja escarlata y aún así se mantuviera de pie para pelear, y lo dejaste pasar. Sé cuánto te angustiaste cuando fui revivido por Hades en la guerra santa…y sé cuán enamorado estuviste siempre de Afrodita, por lo cual me pone feliz de ver que has podido conquistarlo.

 

-          ¡¡¿¿Qué carajos…??!! ¿¿Cómo…cómo puedes saber todo eso??- preguntó el escorpión, sorprendido ante tanta información que la jovencita tenía sobre él.

 

-          Milo, esto empieza a asustarme…- dijo el sueco, escondiéndose detrás de su novio.

 

-          ¡Tienes que creerme! ¡Soy yo, Camus! Aunque por alguna extraña razón, tengo cuerpo de mujer.

 

-          Bien, demuéstralo.- desafió Milo.

 

-          ¿Demostrar qué?

 

-          Si eres Camus, demuéstramelo. Eleva tu cosmos y ataca.

 

-          Bueno…está bien… lo intentaré.- dijo Camus y elevó su cosmos; pronto la temperatura del onceavo templo comenzó a descender bruscamente y el acuariano juntó sus puños para realizar su ejecución aurora, pero justo cuando estuvo a punto de atacar, Afrodita lo detuvo.

 

-          Está bien, está bien. Creo que sí eres Camus, pero… ¿por qué eres una chica?- preguntó el pisciano.

 

-          Eso mismo desearía saber…

 

-          Ahora que te veo…- dijo el escorpiano, acercándose a Camus para observarlo detalladamente- son los mismos ojos, fríos y con ese color tan peculiar, sus mismos rasgos…pero, dime, entre nosotros… ¿son reales?- interrogó Milo, haciendo alusión a los senos de Camus.

 

-          ¿Qué?- preguntó el acuariano con su vocecita de mujer, y fue entonces que el caballero de escorpio palpó con sus manos los turgentes pechos de la chica.

 

-          Pues sí, se sienten reales…- dijo Milo, pero su placer duró poco, ya que Camus le abofeteó con fuerza al ver a su amigo excitándose con sus nuevos pechos, y luego Afrodita le daría un puñetazo en el abdomen.

 

-          ¡Deberías tener más respeto!- regañó Afrodita.

 

-          Sí, claro, señor modales.- refunfuñó el escorpión luego de recuperar el aliento.

 

-          Esto es terrible…¿qué voy a hacer? No puedo usar mi armadura con estas… ¡cosas!- se lamentó el galo, señalando sus pechos.

 

-          ¿Para qué quieres usar una armadura cuando podrías pasar tocándolos?- cuestionó el escorpiano.

 

-          ¡¡Milo!!- regañó Afrodita- Creo que debemos comunicarle a Atenea urgentemente sobre este problemita, tal vez tengas suerte y te haga pasar por una amazona para que puedas entrenar al menos.- agregó el sueco.

 

-          ¿Y no crees que las amazonas encontrarían extraño que una “chica nueva” tenga el poder de un santo dorado?- preguntó Milo.

 

-          Maldición, es cierto…debemos pensar en algo rápido.- dijo Afrodita, pero en ese momento fueron interrumpidos por un rayo de luz blanca que pareció emerger desde el techo del templo de acuario. Cegados, los tres santos se cubrieron los ojos con el antebrazo, para finalmente ver a un hombre una vez que el halo desapareció.

 

-          ¿Quién eres tú?- preguntó Camus.

 

-          Soy Asclepio, he venido para llevarme al santo de acuario.

 

-          ¿Qué?- dijo el galo.

 

-          ¡Tú no te llevarás a nadie, sentirás el impacto de mi aguja escarlata antes!- exclamó Milo, poniéndose en posición de ataque.

 

-          ¿Y así me agradeces el estar de vuelta con vida? ¡Vaya! Creí que los santos de Atenea serían más respetuosos con los dioses…- dijo Asclepio, y Milo tuvo que bajar la mirada, mascullando blasfemias.

 

-          ¡Entonces es usted el responsable de esto!- exclamó Camus, indignado.

 

-          ¡Tranquilo, tranquilo!- agregó Asclepio, cuando notó al caballero de acuario preparar su polvo de diamantes para atacarlo- Créeme, si supiera qué sucedió para que seas mujer, lo solucionaría ahora mismo.

 

-          Debemos decirle a Atenea…- insistió Afrodita.

 

-          ¡¡No!! ¡¡Ustedes no pueden decirle a Atenea nada de esto!! El caballero de acuario no debía despertar hasta que yo hallara una solución a su problema, pero lo ha hecho y aquí está.

 

-          ¡¡Pues no iré a ninguna parte hasta que no vuelva a ser hombre!!- se negó el galo.

 

-          Entonces te quedarás así por siempre…- dijo el dios.

 

-          ¡De ninguna manera! ¡Usted me convertirá en hombre nuevamente, o le diré a Atenea que hable con Zeus!- amenazó Camus y al escuchar el nombre del dios supremo, Asclepio tembló.

 

-          ¡Está bien, hagamos un trato! Iré a mi laboratorio a buscar alguna solución, pero mientras tanto, ustedes no deben decirle nada de esto a Atenea…

 

-          ¿Y cómo le explicaremos a ella y a todo el santuario sobre la extraña pelirroja que “apareció” en el templo de acuario?- preguntó el escorpión con ironía, haciendo un gesto de comillas.

 

-          ¡Pues usen el cerebro! Inventen que es una sierva, o una novia…lo que sea! Ahora, santo de acuario, abra la boca…- dijo Asclepio, y después de rodar los ojos, Camus obedeció y el dios le pasó un hisopo por la lengua.

 

-          ¡¡¡Iuuugggg!!!- exclamó el pelirrojo.

 

-          Bien, con esta muestra será suficiente, y ya saben, nada de decirle a Atenea sobre esto. Debo irme.- dijo Asclepio y se fue de la misma manera en que llegó.

 

 

 

Mientras tanto, en el onceavo templo, Camus pensó que debía vestirse, pero después de probarse cada cosa de su armario, se cruzó de brazos en una expresión de frustración, pues ninguno de sus pantalones le quedaba por sus anchas caderas. Fue entonces que su fiel amigo, Milo, se arriesgó a escabullirse donde las amazonas entrenaban y vio en el patio de la cabaña donde Shaina de ofiuco vivía la ropa de la amazona ya seca. El hábil escorpiano “tomó prestado” algunas prendas y se dirigió rápidamente donde Camus aguardaba, aprovechando que sus compañeros estaban entrenando. Camus vistió el pantalón y la camisa que el escorpión le había dado, calzándose con sus viejas botas de nieve, ya que al ser más alto que la joven amazona el pantalón le quedaba corto. La combinación era terrible, por lo cual tanto Afrodita y Milo rieron a carcajadas cuando lo vieron, haciendo que el acuariano frunciera el ceño.

 

 

-           ¿Qué es tan gracioso?

 

-          ¡¡Te ves ridículo!!- dijo Milo a las risas.

 

-          Para tu información, fuiste tú quien eligió la ropa, tú eres el que tiene mal gusto aquí…

 

-          Camus, no quiero ser irrespetuoso, pero de veras es horrible…- replicó Afrodita, intentando contener su risa.

 

-          Pues si no tuviera estas gigantes nalgas podría usar mi ropa…- dijo Camus frustrado.

 

-          Bien, eso significa que…- dijo el pisciano con un destello en sus ojos.

 

-          ¿Qué?- preguntó Milo.

 

-          ¡¡¡Tendremos que ir de compras!!!- dijo Afrodita en un grito de emoción- ¡¡No puedo creerlo!! ¡¡Siempre he querido ser el asesor de imagen de alguien!!

 

-          ¿Y dónde conseguirás el dinero, policía de la moda?- preguntó el escorpión, algo espantado por la extraña actitud del sueco.

 

-          De eso no se preocupen, convenceré a nuestra diosa que nos preste el dinero.- dijo el sueco, y salió como rayo corriendo hacia el salón patriarcal.

 

 

 

Una vez que Afrodita pidió el dinero a Saori, con la excusa de que tenía que arreglarse una muela careada que lo estaba molestando, Afrodita volvió al templo de acuario con una sonrisa triunfante para llevar a su nueva Galatea de compras; agradecieron que las demás casas estuvieran vacías, pues aún no habían pensado una excusa creíble para explicar quién era la espectacular pelirroja que estaba en el santuario junto a ellos. Estaban suspirando aliviados los tres, cuando de pronto, al salir del templo de Aries, ven llegar a su guardián, pero para peor no estaba solo, sino que Deathmask, Aldebarán y Shaka iban con él; intentaron escabullirse, pero el brasileño los vio y se acercó con la excusa de saludarles para saber quién era la bella joven.

 

 

-          Muchachos, no han ido a entrenar hoy…- dijo el brasileño.

 

-          Bueno, es que… ¿qué crees? Con Afrodita nos excedimos festejando nuestro regreso y amanecimos con una terrible resaca.- puso como excusa el octavo guardián.

 

-          ¡Vaya! ¡Qué descuido!- acotó Shaka.

 

-          ¿Puedo saber quién es la bella dama?- preguntó el de tauro.

 

-          Bueno…ella es…- balbuceó Afrodita.

 

-          ¡Camille! Sí, Camille.- interrumpió el griego.

 

-          ¿Y ella es…?- preguntó Deathmask más que interesado, pues desde que había visto a la acuariana, no podía quitarle su lasciva mirada de encima.

 

-          Bueno…es…- intentaba explicar Milo.

 

-          La hermana melliza de Camus…Camille.- agregó el sueco, haciendo a Milo suspirar por lo bajo del alivio.

 

-          Bueno, chicos, nos encantaría que conocieran más a Camie, pero ¿qué creen?, los idiotas del aeropuerto perdieron sus maletas y debe ir de compras.

 

 

De esa manera, Milo y Afrodita encubrieron a la perfección su secreto y huyeron de allí; no obstante, los perspicaces santos de Aries y virgo estaban más que extrañados ante la aparición repentina de la “hermana” de Camus.

 

 

-          ¡Qué extraño! No sabía que Camus tenía una hermana melliza…- dijo el ariano.

 

-          En especial una que está tan buena… ¿vieron esas tetas? ¡Mamma mía!- dijo el italiano con deseo.

 

-          ¡Deathmask, modérate!- regañó Shaka.

 

-          No lo culpes, amigo, la chica es una belleza.- agregó Aldebarán.

 

-          Bien, solo esperemos que Camus despierte pronto, si la chica está aquí, querrá ver a su hermano luego de tanto tiempo sin visitarlo…- dijo Shaka y los tres santos regresaron a sus respectivas casas.

 

 

 

Una vez que se vieron libres de sus curiosos camaradas, Milo y Afrodita llevaron a Camus a un centro comercial de Atenas para renovar el armario del pelirrojo ahora mujer; Milo ya estaba algo fastidiado, pues Afrodita recorría todas las tiendas sin escoger siquiera un par de medias, hasta que ingresaron a una tienda muy grande que tenía varias opciones de ropa. Una vez allí comenzaron la búsqueda; Milo intentó aportar su grano de arena, pero las elecciones de ropa que hacía eran inmediatamente rechazadas por Afrodita. Uno de los conjuntos consistía en un vestido de animal print muy corto y unas  botas negras de cuero que rebasaban la rodilla, con un taco muy alto; el sueco rechazó tajantemente la combinación, alegando que no vestirían a su compañero de armas como una “ramera”, dejando al escorpiano refunfuñando porque su opinión no era tomada en cuenta. Sin embargo, Afrodita no quería dejar a su novio sin participar, por lo cual le pidió que buscara ropa interior para Camille, dado que en eso el escorpión sí tenía buen gusto. Fue así que, luego de recorrer toda la tienda, el de piscis le llevó unos cuantos conjuntos a Camus para que se los probara; no obstante, el pelirrojo miraba todo muy extrañado.

 

 

-          Pruébate esto, con esto… ¡ah!... y por supuesto este con este, y un par de estos…- dijo Afrodita y Camus tomó todas las prendas con algo dificultad, pues al menos tenía diez.

 

-          ¿Pollera escocesa y medias a la rodilla? Por si no lo has notado, hace bastante ya que terminé la secundaria…- dijo el galo con escepticismo.

 

-          Tú, silence.- regañó el pisciano en la lengua del pelirrojo- Te lo probarás, lo usarás y te encantará. Ahora, vístete.- agregó, dándole un empujón al francés para que entrara al probador.

 

 

 

Camus se probó todas las prendas y salía del probador, a pedido de Afrodita, para que este diera el visto bueno a las combinaciones de prendas que había elegido; había que admitir que Afrodita sabía mucho de moda y tenía un gusto exquisito, pues todas las prendas que había elegido se le veían de maravilla a la chica. Pero fue un pequeño vestido azul de corte acampanado, con detalles de encaje en el escote lo que hizo a Afrodita vanagloriarse de su obra maestra.

 

 

 

-          ¡¡Camille, estás tan linda!! ¡¡Pareces una muñequita!!- exclamó el sueco con emoción, haciendo sonrojar al francés.

 

-          ¡¡Y romperás corazones con un par de estos!!- dijo Milo, quien aparecía con unos conjuntos de fina lencería de encaje muy sexys.

 

-          ¡Ahora viene la mejor parte!- agregó Afrodita.

 

-          ¿Cuál? ¿Regresar a casa?- dijo el francés, ya aburrido de hacer de la Barbie viviente del sueco.

 

-          ¡Claro que no! ¡¡Los zapatos!!- dijo Afrodita y arrastró a Camus hacia la sección de calzado, donde le compró tres pares de zapatos; eso sí: todos de tacón alto, MUY alto. Mientras se los probaba, Camus imploraba a Atenea no tropezar y romperse un tobillo con semejantes tacones, pues le era muy difícil mantenerse de pie en ellos.

 

-          ¡No entiendo por qué tengo que usar esto! ¡Soy más alta que todas las amazonas del santuario! ¿Por qué no puedo ser como esas chicas que usan zapatillas deportivas?

 

-          ¿Crees acaso que las mujeres usan tacones para ser más altas? Además, ninguna mujer se ve sexy con zapatillas deportivas; los tacones estilizan las piernas y levantan las nalgas…estás desperdiciando la oportunidad de ser, como dicen en tu país, una femme fatale.- dijo Milo.

 

-          ¿Entonces por qué no te los pones tú?- dijo el francés.

 

-          Créeme, si fuera mujer, los usaría hasta para ir a comprar pan.

 

 

 

Cuando al fin pagaron las prendas Camus rogó a Afrodita que, dado que aceptó todas sus sugerencias de vestuario, le comprara con el dinero que sobró  al menos un par de prendas deportivas para entrenar y andar en su casa; el sueco, conmovido, así lo hizo, pero le dijo al francés que debía usar uno de los conjuntos que él eligiera para regresar al santuario. Con algo de disconformidad, el francés aceptó, así que Afrodita vistió a su musa de la moda con el vestido azul y unos elegantes zapatos stiletto del mismo color que el vestido, luego llevó a Camus a un salón de belleza, donde unas jovencitas se encargaron de depilar sus cejas, piernas y pelvis, porque según Afrodita “una dama no debe verse como una mujer lobo”. El pelirrojo soportaba los tirones con estoicismo, pues su mente estaba muy ocupada en pensar qué tipo de ataúd de hielo haría para el sueco. Una vez que salieron del salón de belleza, Camus se veía como toda una mujer y cuando iban por la calle, la pelirroja era el centro de todas las miradas, pues el cabello rojo no era lo que más abundara por Atenas, y su espectacular figura hacían voltear a más de un transeúnte. Cuando por fin estaban llegando al santuario, pues Camus ya sentía que necesitaría pedirle a Asclepio un trasplante de pies, los tres comenzaron a subir las escalinatas de las doce casas. En Aries, Mu regañó a Aioria por mirarle el trasero a Camille, a Aldebarán casi se le saltan los ojos cuando vio a la jovencita atravesar su templo, Deathmask casi se ahoga en su propia baba, al punto que Milo tuvo que intervenir porque el italiano quería a toda costa invitar a la pelirroja a almorzar, géminis estaba vacía, pues aparentemente Kanon no estaba allí, Shaka estaba muy ocupado meditando con su discípulo, Shun, y el resto de las casas estaban vacías. Cuando llegaron  al onceavo templo, Afrodita guardó toda la ropa nueva en el armario, pero no contaba con el hecho de que Hyoga estaba allí, y el rubio indagaría el por qué del sueco en la habitación de Camus.

 

 

 

-          ¿Necesitas algo, Afrodita?- dijo el rubio, y Afrodita se sobresaltó, pues no había sentido la presencia del joven.

 

-          ¡Hyoga! No sabía que estabas aquí…escucha, la hermana de Camus llegó hoy y fuimos de compras porque perdió su equipaje en el aeropuerto…

 

-          ¿Hermana? ¿Mi maestro tenía una hermana? Nunca lo escuché hablar de eso…

 

-          Es porque Camus era muy reservado con su vida privada.- agregó Camus, entrando con dificultad a la habitación; usar tacones era una tortura para el francés.

 

-          ¡Oh, disculpe! No quise ofenderla, señorita…

 

-          Camille. Camus me ha hablado mucho de ti.

 

-          ¿En serio?- preguntó el ruso con ilusión.

 

-          Así es. Me ha contado que eras un gran chico.- agregó Camus y Hyoga sonrió.

 

-          Pues entonces, la casa de mi maestro es su casa, póngase cómoda.- dijo Hyoga y fue a la cocina, al tiempo que Afrodita y Camus iban a la sala principal del templo; estaban despidiéndose cuando alguien entró al templo de acuario. Era el menor de los gemelos y nuevo caballero de géminis, Kanon.

 

-          ¡Kanon! ¿Cómo has amanecido luego de todo lo que bebiste ayer?- preguntó Milo al gemelo.

 

-          Pues, ¿cómo crees? Creí que me estallaría el cerebro, para peor mi adorable hermano me encomendó ayudarle con varias tareas, ni pude entrenar porque estuve toda la mañana en el salón patriarcal.- dijo el griego con naturalidad; Camus le miraba de reojo y no se atrevía a articular palabra, se sentía muy nervioso, al punto que sus piernas temblaban y temía caerse de bruces con los tacones.

 

-          Al menos ahora no te encerrará en Cabo Sunión.- dijo el escorpiano con ironía y Kanon rió, pero fue justo en ese momento que nota la presencia de la jovencita pelirroja. Se quedó embelesado observándola, pues era verdaderamente hermosa; no podía irse de allí sin saber al menos su nombre.

 

-          Hola…- dijo el gemelo menor, maravillándose ante la sonrojada chica- No te he visto antes por aquí, ¿puedo saber quién eres?- interrogó Kanon, pero Camus estaba tan nervioso que no podía articular ni una palabra.

 

-          Ella es Camille, es la hermana melliza de Camus; llegó esta mañana.- respondió hábilmente Afrodita, al ver al francés bloqueado.

 

-          Vaya…es un placer conocerte, espero que te guste el lugar.

 

-          Ehm…sí, es….agradable…- respondió nervioso Camus; el gemelo sonrió.

 

-          Bien, debo regresar a mi templo, muero de hambre.- agregó el gemelo y se fue de allí.

 

 

 

Cuando el gemelo se fue, tanto Milo como Afrodita observaban desconcertados al francés, quien parecía haber quedado bajo un hechizo de Hécate; Afrodita chasqueó sus dedos frente a los brillantes rubíes del acuariano quien volvió a la tierra, y se disculpó por su distracción. Milo no lograba comprender el porqué del nerviosismo de Camus, pues su amigo siempre ocultaba sus emociones a la perfección, y el hecho de que se mostrara tan nervioso por el gemelo le resultaba muy extraño. Estaría dispuesto a averiguarlo, pero no ese día, pues creyó que con el hecho de tener que verse en el cuerpo de una mujer había sido más que suficiente conmoción para el galo. Tanto el griego como el sueco se dirigieron al octavo templo, y en cuanto Camus se vio libre de la entrometida mirada de Afrodita, se quitó los tacones dando un profundo suspiro de alivio; al rato Hyoga le sirvió el almuerzo, un delicioso plato de Strogonoff, el cual estaba devoró en minutos. Por la tarde, Camus puso sus lastimados pies en un recipiente con agua tibia y sal, pues estaban llenos de ampollas por los zapatos, al tiempo que leía unos cuantos libros de ciencias biológicas para comprender su nuevo cuerpo. Supo que debía revisar sus senos para detectar a tiempo tumores, que debía higienizar sus genitales de adelante hacia atrás y que cada veintiocho días menstruaría, lo cual le generaría algunas incomodidades. Al parecer, ser mujer no sería tan divertido como Milo y afrodita creían…

 

 

                                   ******

 

En la tarde, Kanon se encontraba en su templo terminando de completar algunos documentos que Saga le había solicitado; la tarea era sencilla pero su mente estaba totalmente fuera de foco, pues en lo único que podía pensar era en la hermana de Camus. Intentó apresurarse para finalizar los documentos, pero cuando menos lo esperó, su hermano mayor ingresaba a su templo vistiendo la característica túnica patriarcal; se veía majestuoso. Kanon entregó todo a su hermano, olvidando que había cosas sin completar; el rostro parsimonioso de Saga cambió a un fruncido entrecejo cuando notó el trabajo sin hacer. Llegó el regaño.

 

 

-          ¡Kanon, has tenido toda la tarde y no completaste estos documentos!

 

-          Lo siento, Saga, es que…mi mente ha estado en otro lado.

 

-          Kanon, te encomendé esta tarea porque he vuelto a confiar en ti; no puedo entender qué te ha distraído tanto para alejarte de tus quehaceres de santo.

 

-          La persona más bella del mundo…- dijo Kanon con mirada enamoradiza, al tiempo que se tumbaba en el sillón de la sala principal del templo de géminis.

 

-          ¿De…de qué estás hablando, Kanon?

 

-          Debiste verla, Saga…es perfecta. Piernas muy largas y esbeltas, curvas perfectamente proporcionadas, ojos del color del ocaso, largo cabello rojo, piel de porcelana…

 

-          Ah…- musitó Saga, pensando que su hermano había fumado marihuana- ¿Y puedo saber cómo se llama esa mujer perfecta?- cuestionó el mayor, creyendo que su hermano menor alucinaba.

 

-          Camille…- dijo con un tono cargado de romanticismo y esperanza. 

Notas finales:

Pequeñas notas:

 

*Norman Bates, por las dudas lo aclaro (para quienes no son viejas como yo xD) es el personaje de la película "Psicosis" del maestro Alfred Hichcock. Norman tenía una rara obsesión con su madre, y de hecho al cometer sus crímenes usaba su ropa...y bueno, dado que Hyoga estaba traumado con su madre también, me pareció que Milo haría la comparación xD

 

En cuanto a la ropa de Camille, como este fic está ambientado unos años luego de la guerra santa, lo cual sería en los principios de los noventa, me basé en la moda de esa década, que en particular me encanta *_*

 

Sin más que decir, me despido, espero que les haya gustado el fic y lo hayan disfrutado, yo lo hice mientras lo escribía.

 

¡Saludos!


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