24- Strange Comet
Hay tanto que derramó, hay mucho que falta por derramar. Está bien, no está solo; y aún si lo estuviera, no estaría mal, pues hay algo con lo cual él siempre puede todo soportar.
Él diría lágrimas. Y no es que las lágrimas le ayuden demasiado, pero el viaje para llegar al final lo siente menos cansado y pesado; al contrario, le causa un efecto liviano y hasta relajado cuando da un paso sobre la polvorienta autopista. Él diría también pensamientos albergados en el pasado, pero eso tampoco es. Y no es que no le guste recordar cuando una mano tibia se posaba junto a la suya y se solían entrelazar admirando cada situación estacional —como las flores en primavera, la lluvia cálida de verano, el matiz rojo de otoño, o las capas de nieve explayándose por sobre la rosa de los cuatro vientos—porque después de todo, a él le gusta cerrar los ojos para huir un poco de la realidad y sumarse a ello que hace poco dejó de serlo para transformarse en ensueños, anhelos, deseos; vagas utopías de lo que fue verdadera felicidad.
Y pese a todo lo acontecido, está bien.
No se deja abatir aun cuando la persona detrás de él le mira la espalda como si estuviese protegiéndolo de algo o alguien. Como si aquella persona siguiera tan enamorado de él desde esa promesa forjada de amor eterno entre meñiques jugando a ser el hilo rojo del destino, de aquellas promesas con nulo significado momentáneo. Como aquel latir veloz y travieso dejándose sentir y escuchar de interior a exterior; melodía sin final.
Pero no es así, porque tal vez Dios no lo quiso, o porque el mundo entero se atrevió a entrometerse en aquel romance sempiterno plagado de besos, caricias y abrazos casi inextinguibles; día tras día, noche tras noche.
No obstante, entiende y comprende —o al menos eso intenta—, que su amor está en un descanso pasajero y algún día volverá a ser el mismo; eso quiere creer porque solo así lo soporta. Y es por ese motivo que se siente casi feliz, porque después de todo, la promesa aún sigue siendo casi perfecta y poco borrosa.
Sehun está caminado detrás de él; tan cerca y a la vez tan lejos, siguiéndole los pasos tan exactamente equilibrados mientras dejan huellas de su existencia. Se siente serenado cuando sabe, la mirada dura y fría de Sehun aprecia su atrofiada espalda y su cabello sucio, lleno de arena y cenizas; sin brillo, sin pulcritud.
Y se repite nuevamente, todo está bien. Aunque su rostro bronceado ya no plague los sueños relatados por los que él moría escuchar en la mañana cuando sus ojos le veían. Aunque su sonrisa dejara de fungir como la medicina de su depresión y melancolía. Aunque aquellos recuerdos construidos cada año, un ser humano como él se los haya arrebatado.
Aunque la mente de Sehun esté llovida de palabras para exterminarlo.
Y se vuelve a repetir lo casi feliz que está, lo poco triste que se siente y lo emocionado de poder darle a Sehun lo prometido en aquel juramento de sabor agridulce. Porque Jongin le dio todo su amor, porque en el ahora todavía sigue dándole ese amor desvanecido en la mente de Sehun aunque ya nada le pida y, porque después de cerrar los ojos para siempre, le seguirá dando ese amor llevado a las olas de lo infinito.
Sehun le ordena cerrar los ojos…
—Nos vemos, Sehun.
Recuerda, por última vez, que un día, aquel cometa conocido es por el momento, un desconocido cometa…Y luego ya nada más.