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Dos son pesadilla, tres un infierno por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle. La serie  “Sherlock” pertenece a la BBC.
Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson, Mycroft Holmes, Greg Lestrade y otros.

Aclaraciones: Esta idea surgió producto del aburrimiento y de ideas que me dieron las chicas del grupo de “Pansoquistas del mal”

Advertencia: Este fic contiene slash, lemon, humor, relaciones familiares y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

Resumen:Mycroft puede ser su némesis, Moriarty su archienemigo, pero hay alguien mucho peor que ellos, en muchos aspectos, según el mismo Sherlock Holmes y está vez, Mycroft le da la razón.

 

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Dos son pesadilla, tres, un infierno

 

 

 

 

Capítulo 2.-  Apuesta

 

 

 

Minnie revisaba algunos documentos en la estancia de Mycroft. El hogar del Holmes mayor era grande, pero no demasiado; contaba con una habitación principal y dos para invitados (no es que los tuviera mucho), había una cocina, sala, comedor y una oficina, además de un precioso jardín.

 

—Veo que te has puesto cómoda —dijo Mycroft frunciendo el ceño. Su hermana vestía una bata de seda que cubría sus pechos desnudos y que le llegaba hasta el muslo; descalza y sin rastros de por lo menos unas pantuflas en toda la habitación. El Holmes mayor no pudo evitar preguntarse por la clase de afición que Sherlock y Minnie tenían por pasar gran parte de su tiempo desnudos o en su defecto, con escasa ropa.

—Tu comentario resulta ilógico —dijo Minnie —. Tú mismo dijiste que lo hiciera mientras permaneciera aquí.

 

 Mycroft levantó una ceja; quiso recordarle que fue ella quien se había auto invitado a su casa, pero prefirió mantenerse callado, no valía la pena discutir con su hermana.

 

—Esta mañana visité a Sherlock —por supuesto que ya Mycroft lo sabía, mantenía una estricta vigilancia en ambos gemelos (en uno, más que en la otra). —Me ha complacido ver que ha logrado superar a Víctor.

 

 Mycroft frunció el ceño. Víctor Trevor, hijo de una familia amiga de los Holmes; fue una influencia tanto provechosa como nociva para los mellizos (en especial para Sherlock). Víctor fue el único que, los entonces niños, dejaron entrar a su mundo. Cuando los casos de homicidio y secuestros, comenzaban a reemplazar a las historias de piratas, Trevor estuvo ahí para meterse en problemas con Sherlock, y arrastrando a Minnie en el proceso, por supuesto.

 Entrada la adolescencia, ambos hermanos comenzaron a sentirse atraídos por su mejor amigo —el único en realidad— pero fue Minnie; con sus pronunciadas curvas, buenos pechos y rostro de ángel, quien logró ganar a Víctor. Luego de eso, la relación entre ambos hermanos se quebró;  y la muerte de Trevor, durante uno de los casos en los que ayudaba a Sherlock, sólo hizo crecer la brecha entre ellos.

 

 Luego del trágico deceso, ni Sherlock, ni Minnie soportaban estar en la misma habitación con el otro; ella decidió poner tierra de por medio y se fue a estudiar a Dinamarca. Tenían 20 años cuando volvieron a reunirse, por el pedido de su Nana, su abuela materna a quien los gemelos y Mycroft amaban. Gracias a ella y a un extraño, pero entretenido caso, los hermanos hicieron las paces.

 Las drogas fueron una dura prueba para Sherlock, pero su hermana estuvo con él, fue su mayor soporte.

 

—John Watson. Es una persona… interesante —dijo Minnie —. Sherlock estaba particularmente molesto por mi cercanía con su amigo.

 

Mycroft asintió con la cabeza, era obvio que su hermana se daría cuenta de lo que sucedía entre esos dos, ¡hasta el más idiota se daría cuenta! Sólo eran  ellos quienes no querían ver.

 

—A este paso, Sherlock se casará antes que nosotros —comentó con pena fingida y exagerada. Mycroft tuvo que hacer uso de su autocontrol, para no rodar los ojos.

— ¿Debo suponer que estás pasando por un periodo de ovulación? —Minnie frunció el ceño.

—Y yo, ¿qué vas a morir solo y olvidado? —la mujer se cruzó de brazos y luego sonrió —. Ya que estás de tan buen humor. Te propongo una pequeña apuesta.

 

 Oh, una apuesta con su hermana menor no era siempre la mejor idea, sobretodo por la habilidad de ella de siempre salirse con la suya.

—Durante mi estancia en Londres, Sherlock y John Watson se volverán pareja —dijo Minnie, interpretando el silencio de Mycroft como una aceptación a su propuesta —. Sí yo gano, me das carta blanca para que pueda jugar.

— ¿Y si yo gano? —ella se encogió de hombros.

—Te reemplazo un año en cualquier actividad que deseen realizar nuestros padres.

 

 La apuesta era demasiado tentadora para dejarla pasar, incluso para Mycroft y finalmente, terminó por aceptar.

—No podrás interferir directamente —dijo el político y su hermana sonrió de oreja a oreja.

— ¿Dónde estaría la diversión, si lo hiciera?

 

 Sellado el trato; Mycroft dio media vuelta y se alejó para permitir a Minnie regresar a sus documentos.

 

 

 

 

 Tener a no uno, ni dos, sino tres Holmes, era algo que ni siquiera John Watson estaba preparado para soportar, incluso para el capacitado médico militar, quien en ese momento se encontraba en el piso que compartía con Sherlock, observando al trio de hermanos interactuar.

 Minnie había traído una exquisita tarta y aunque el detective no era muy dado a consumir dulces, él y su gemela disfrutaban de su porción con tal deleite —a los ojos de John, resultaba una escena demasiado… caliente—, todo para molestar a Mycroft.

 

—Es una pena que no puedas comer una rebanada —dijo Sherlock con fingida tristeza. El mayor gruñó, arrancando una sonrisa en los gemelos.

— ¿Qué tal va la dieta? —cuestionó la Holmes —. Mamá me pidió que te supervisara mientras estaba en Londres.

—Va bastante bien, Wilhelmina —dijo Mycroft, saboreando cada silaba del nombre y sonriendo al notar el ceño fruncido de su hermana.

—No me llames así —bufó molesta —. Es un nombre horrible.

—Como la cara de Mycroft, pero no se puede cambiar ninguno de los dos —habló Sherlock y sus dos hermanos lo miraron con odio. John suspiró pesadamente; era como ver a un trio de mocosos pelear por un juguete.

—Eh… No es que su visita me moleste —dijo Watson de pronto e inmediatamente agregó —. Es ¿agradable? Conocer a la hermana de Sherlock y de Mycroft —ella sonrió en un gesto idéntico al de su gemelo. John tuvo que aclararse la garganta —. Hay… ¿otro?

—Bueno —habló Minnie, pues sabía que ninguno de sus hermanos lo haría —. Está Sherrinford, pero… —suspiró —, a menos que uses una “ouija”, no creo que puedas contactar con él.

 

 Un silencio incómodo se formó. Incluso John, pudo notar las miradas acusadoras que Sherlock y Minnie le enviaban a Mycroft.

 

— ¿Qué sucede con Nana? —preguntó Sherlock, molesto de lo lento que iban las cosas. Minnie centró su mirada en el mayor de los Holmes, esperando que él fuese quien hablara.

—Murió —dijo Mycroft.

John miró a su amigo y le sorprendió notar que su cuerpo se puso rígido; su labio inferior temblaba e incluso sus ojos se veían más brillantes, ¿era acaso una lágrima lo que notaba en el rabillo izquierdo del detective?

—Cuándo… —el corazón de Sherlock se detuvo. Su cuerpo en clara tensión y sus ojos comenzaron a escocerle.

 

Florance Vernet fue una figura importante en la vida de los hermanos Holmes. “Nana”, como cariñosamente la llamaban sus nietos —incluso Mycroft—, fue quien inculcó el amor por el violín a Sherlock, quien le mostró un mundo lleno de piratas, aventuras y tesoros escondidos; Nana fue el apoyo que Sherlock necesitó cuando perdió a Víctor con Minnie; la mano ejecutora para reunir a los gemelos nuevamente.  Era una mujer activa, nunca se quedaba en un solo lugar por mucho tiempo; gustaba de deportes extremos que realizaba aún a sus casi cien años de edad.

—Hace una semana—dijo Mycroft. Sherlock estuvo a punto de gritarles a sus hermanos, pero Minnie fue más rápida. La dama Holmes se había levantado de su lugar y propinado una fuerte bofetada al mayor. En ese momento, el detective comprendió que su gemela no sabía sobre la defunción.

— ¡Idiota! —gritó. Minnie estaba llorando abiertamente.

 

John los observó desde su sitio, pero poco a poco se fue acercando a la puerta hasta salir, esos tres necesitaban privacidad.

 

— ¿Por qué no dijiste nada? —cuestionó ella. Sherlock la había arrastrado de vuelta al sofá y la mantenía prisionera de la cintura aunque fue unos segundos, pues, ahora su gemela era quien se aferraba a él; sollozando por la pérdida.

—Lo creí conveniente —ambos gemelos miraron al político con odio.

—Y dime, “genio”, ¿qué carajos iba a evitar que nos enteráramos?

— ¿No lo ves? Ya lo había hecho —dijo Sherlock —. Nana no lleva una semana de muerta, no. —hizo una pausa; su prodigiosa mente trabajaba a gran velocidad, uniendo pistas; recuerdos sueltos que a simple vista no parecían estar relacionados. —Murió hace más de seis meses; sus viajes al Amazonas, África, Alaska, el Sáhara, todos, lugares donde la comunicación es difícil. Ninguno de los dos nos dimos cuenta porque seguimos recibiendo correspondencia de ella; era su letra. Ella sabía de su pronta muerte. ¿Qué fue?, ¿cáncer?

—Insuficiencia renal. Ella escribió las cartas para que ustedes no se preocuparan.

 

 Sherlock y Minnie sonrieron; típico de su Nana, siempre pensando en ellos y en sus sentimientos. Mycroft tomó su portafolio y extrajo dos cajas pequeñas que les tendió a los menores.

—Nana pidió en su testamento, ser cremada y sus cenizas divididas en tres.

 

 Sherlock tomó la caja que contenía parte de las cenizas de su abuela; y entonces sonrió. Cualquiera podría pensar que eso resultaba un tanto… macabro o hasta enfermo, pero el hecho de tener algo de su Nana con él,  traía cierta tranquilidad y fortaleza al detective.

 

 

Continuará…


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