El tiempo no espera nunca por nadie e indudablemente pasó, largos inviernos que llenaban de frío y escarcha, los grandes y frondosos árboles cuyas hojas caían marchitas en el húmedo césped, las esperanzas poco a poco disminuyeron con el paso de las estaciones, las bestias volvieron a ser bestias al no tener la paz que les brindaba su protectora, las criaturas puras volvieron a sus guaridas, escondiéndose con la vana sensación de alivio y satisfacción al estar en un lugar conocido, donde pretendían estar seguros de los peligros incesantes del mundo exterior.
- En algún lugar del Bosque Prohibido -
Malditos insectos, nunca me llevé bien con ninguno de ellos, debía caminar rápido, entre más rápido cumpliese mi misión más rápido saldría de allí, no es que tenga miedo, tan solo es sentido común, cosa que cualquier persona que entrase acá debería tener, al menos que quiera morir en el intento, al voltear la mirada solo veía grandes troncos con frondosas copas, estaba perdido en mis pensamientos hasta que escuché la voz de una persona detrás de mí.
- Rápido, Severus. No tengo todo el día para estar acá.
Esa voz me erizaba la piel cada vez que hablaba, desde que sus facciones no eran humanas, tanto la personalidad como su forma de hablar, actuar y pensar se tornaron completamente diferentes, no es que antes fuese algún tipo de Pan de Dios, pero el cambio era palpable ahora, cambio que no quería notar conscientemente, para tener la esperanza de volver a ver al hombre que alguna vez conoció como su compañero.
- Como usted desee, Mi Lord. Estamos casi en el lugar indicado.
Una flor, de todas las cosas que se encontraban dentro de este maravilloso – horroroso- Bosque, el Lord vino especialmente a buscar una flor, al principio pensó que era una broma, una mala jugada hecha para que entrasen al Bosque y así entretenerse con el sufrimiento que miraba en mí en cada paso, no me agradaba para nada ese lugar, pero acataba al pie de la letra todas sus órdenes. El bosque se tornaba oscuro conforme avanzaban nuestras pisadas por alguna razón me resultaba conocido el sendero que ahora recorríamos, el Lord estaba ansioso desde que entramos, pero yo solo sentía un agujero en el estómago, algo no andaba bien, no era bueno que yo estuviese en ese lugar, tenía ese presentimiento.
- ¡Por fin! ¡Verás Severus, esta flor lo cambiará todo…!
La voz del hombre estaba desesperada, acercándose a una zona sin vida en el medio del bosque tan solo adornado con grandes robles de madera oscuras, que se entrelazaban en un arco semi circular, con hojas negras como la misma ceniza, el húmedo césped, también cenizo se podía cortar con el viento que rondaba a través del bosque, donde solo un pequeño montón de cenizas se posaban, adorando este lúgubre lugar.
Existen momentos en los que solo quieres que las palabras salgan solas, te sientes la peor persona del mundo, recordando que tienes sentimientos aunque quieras negarlo, miré las cenizas y todo volvió a mi como si un tren golpease mi cabeza, un tren que en sus vagones estaban encerrados los recuerdos de esa noche, hace mucho tiempo dejé de escuchar los chillidos del joven dentro de mis sueños – o pesadillas - , el verle otra vez, sentir sus gritos golpeando los tímpanos de mis oídos , una llamada de auxilio de alguien que nunca debió morir.
- ¿Qué flor? Tan solo son antiguas cenizas, no tienen utilidad alguna.
Traté de lucir algo impresionado y decepcionado por el estado actual de lo que fue alguna vez una flor, una mano invisible retorcía mis entrañas dándome ganas de vomitar, nunca, ni por la fortuna más grande o los ingredientes más caros para sus pociones pensó en volver a ver esa flor, solo sentía nauseas, algo que le enseñó su entrenamiento como Mortífago era no sentir piedad por la muerte de personas, fuesen inocentes, sangre sucia o muggles, esa clase de emociones no eran permitidas dentro de las filas del Señor Tenebroso, y el estaba consciente de ello.
- Creí que eras el poseedor de una gran sabiduría, Severus. Algo importante sobre la magia, mi querido amigo, es que no muere, ni se destruye, tan solo busca una forma diferente de vivir, cercano a lo que alguna vez fue.
El tono del Lord era calmado, arrastrando con altivez cada una de sus palabras que erizaban los vellos negros de mi nuca, cuando hablaba de esa manera cosas malignas y oscuras pasaban, del cual yo era el encargado, el cómplice, liderando una forma de darle más poder, una forma más fácil de derrotar al Ministerio de Magia, de destruir todas las barreras, obstáculos y intromisiones que interponían en su camino de un mundo donde la pureza de sangre fuese el único objetivo, si importar las consecuencias o bajas civiles que eso ocasionara.
- Lo entiendo, Mi Lord. Pero debe saber que no pudo utilizar algo en tan mal estado como esta flor, es muy poco probable que obtengamos algo de ella.
Mentí. Era capaz de hacer cualquier cosa posible, una de ellas era recuperar el poder mágico almacenado en la cenizas de lo que alguna vez fue una flor, tan solo el hecho de tocarle otra vez, recordando aún los eventos que pasaron en su juventud, junto con unos estúpidos e insoportables Gryffindors, ahora preguntándome que era de la vida de ese infante que chillaba por la vida de su madre, sin la certeza de saber su paradero o si incluso estaba vivo.
- Lo harás, quieras o no, recuperarás hasta la más mínima pizca de magia que contengan estas cenizas o sufrirás los efectos de desobedecer mis órdenes, y nadie quiere eso ¿Verdad, Severus?
¿Verdad, Severus? Conocía el significado detrás de esas palabras. Estúpido yo. Trabajando para la peor persona en este planeta con la finalidad de recaudar información que era utilizada en la lucha contra el mismo. Estúpido mundo. Por no destruirle cuando tuvo la oportunidad, se odiaba a sí mismo por ser una rata asustadiza entre los pies del gran “Lord Voldemort, El Señor Tenebroso”. Estúpida cobardía. Por no permitirle encararle de una vez por todas, le tenía confianza, sería tan fácil como poner una de sus pociones en copa, o un disparo certero por la espalda, pero no era él, podía seguir pensando todo el día, pero una voz carraspeante ,me interrumpió;
- Es momento de irnos ¿Serías tan amable de volver a nuestro mundo?
No era una persona paciente, eso lo tenía más que claro, ahora sus manos estaban algo sucias de lodo, las cenizas que antes se amontonaban en el suelo, ahora lo hacían en las palmas del mayor, su mirada clavada a la mía solo me hacía pensar, si dentro, muy dentro, aún existía un ápice del ser humano que creyó ser, no fue hasta que frunció el seño que se apresuró a levantar su varia, para desaparecer del lugar en una estela brumosa de humo negro.
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Aparecieron en una luctuosa cueva, o al menos eso parecía en su exterior, porque al entrar se apreciaba un gran salón divido en varias partes, a la derecha algo parecido a un laboratorio, con grandes estanterías de Nogal, alojando múltiples ingredientes, plantas e instrumentos necesarios para la creación de pociones, calderos de múltiples tamaños en filas, eran el único espacio que alguna vez le hizo sentir cómodo.
- Tu trabajo comienza ahora y recuerda, sin errores… - Dijo el mayor, dejando las cenizas a un costado de la estantería.
“Sin errores, conoces las consecuencias, pagarás caro si lo arruinas” Esa era la oración completa, no necesitaba otra vez que la repitiese, estaba al tanto de ello, nunca pensó que su Lord, le pudiese algo tan peculiar, tan interesante, un motivo para temer aún más de él, ¿Perdió la razón? No, eso no. Estaba seguro que todo le sería de ayuda más adelante, su Lord nunca hacia algo sin que le fuese beneficioso, pero… ¡¿Por qué eso!?
- No puedo hacerlo… No puedo… - Pensé, enfocando mis ojos negros en las cenizas.
- ¿Algún problema, Severus? – Preguntó sin interés, el otro hombre.
- Sí, no lo haré. Me niego a hacerlo. – Quiso decir, en cambio se mordió el labio inferior, para contestar – En absoluto, Mi Lord.
Continuará…