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Sombras por zion no bara

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Notas del fanfic:

Dedicado a Little My quien deseaba ver a la pareja.

 

 

Notas del capitulo:

Solo una trama corta con esta pareja de nuevo, pues han estado juntos en Nupcias.

 

 

 

Radamanthys dejó que el último brillo de las velas chispeara en la oscuridad hasta que se apagó, un pequeño destello que no pudo hacer nada contra la noche que la rodeaba y finalmente se consumió en la habitación sin que el hombre de ojos dorados hiciera nada para evitarlo. Las sombras parecían danzar por las paredes, uniéndose en una sugestiva danza antes de partir, era sabido que no podrían permanecer en ese sitio sin falta de luz, inaudito, eran oscuras y solo se notaban a la luz. Parecía que no había nada que hacer en ese sitio sino ver agonizar la luz entre las sombras pero de hecho el hombre que estaba en el lugar hacía algo más.

Esperaba.

Como señor de Wyvern no tenía que preocuparse de nada como trabajo, dinero, posición, poder, todo eso quedaba a un lado y quizás era el motivo por el cual no le interesaba nada que estuviera fuera de su propiedad. La imponente morada podría hacer que hasta la gente más sensata se sintiera algo inquieta y las murmuraciones de la gente de los alrededores no ayudaban para nada. Pero eso a él no le importaba. La gente podía decir lo que quisiera, finalmente no le afectaba en nada, que creyeran lo que mejor les pareciera, no tenía nada que ver con ellos, no quería hacerlo.

El sitio al que los demás atribuían leyendas e historias era Feroe*, que por generaciones había albergado a la familia Wyvern, era un lugar si bien amplio y elevado no muy halagador ni acogedor. De piedra en un tono arenisco daba más que sombra una especie de penumbra, construida por diversas generaciones no tenía un aspecto uniforme y desde cierto ángulo daba la idea de ser una especie de prisión. No pasó mucho para que las personas alrededor dieran sus veredictos y de pronto se pasó a las historias que podían ser sencillas (como ese cuento de que todos los miembros fallecidos de la familia estaban en ataúdes de cristal embalsamados) hasta cosas bastante disparatadas (que eran espectros que tomaban forma humana para vagar por las noches).

Y Radamanthys de Wyvern, último miembro de su familia, sabía todo eso pero no le interesaba ¿Qué ganaría con desmentirlos? Nada ¿Qué saldría de abrir las puertas y dejarlos ver lo que él y todos los de su familia habían visto toda su vida? Nada ¿Qué cambiaría de poder explicar lo que significaba ser el único de su nombre y tener que continuar en ese sitio? Nada. Así que él no hacía nada. Si la gente disfrutaba de sus estupideces que lo hicieran, él no tenía por qué cambiar eso. Habiendo heredado no solo los cabellos y los ojos dorados tan característicos de su nombre, tenía también mucho del carácter de todos los que fueron antes de él. El sentimiento de orgullo por su apellido, la estoica manera de aceptar las cosas, la solitaria manera de vivir su vida.

Sí, todo eso implicaba el ser un Wyvern.

Aunque las cosas no siempre habían sido así, al menos cuando era un niño sabía que su vida había sido distinta. Eran los días en que aún se abrían las puertas y las ventanas y se caminaba entre los jardines y se podía salir a pasear al bosque que los rodeaba, los pájaros cantaban y los conejos corrían por el lugar, incluso el estanque tenía peces de colores que hacían un carnaval bajo las aguas. Pero esos eran también los días en que su madre había estado con ellos. Su padre, un hombre austero y frío, era capaz de mostrarse abierto y sobre todo podía expresar lo que las palabras no siempre pueden, tan solo con mirar a su esposa parecía transfigurarse.

Sin embargo su madre falleció y con él se fue todo lo bueno que alguna vez hubiera en ese sitio, su padre jamás volvió a encontrar esa manera de expresarse sin palabras y la vida se volvió sombría, hasta que el caballero falleció también. Su hijo fue llamado a su lado y el en aquellos días el joven de cabellos dorados se inclinó a su lado con respeto pero sin demostrar lo que sentía.

—     Has que me siente orgulloso de dejarte llevar mi nombre—murmuró su padre con suficiencia.

Y le dijo algo más pues esas no fueron sus últimas palabras para él pero eso lo hacía simplemente a un lado, no necesitaba pensar en ello cuando todo a su alrededor eran sombras.

¿Tendría algún sentido pensar en ello? Sin duda no, pero de todas maneras lo hacía, necesitaba tener su mente ocupada hasta que su espera terminara. Bien podría dedicarse a algo más, lo había hecho por un tiempo después de todo. Había intentado viajar pero no encontraba nada en sus viajes. Quiso ser estudioso e investigador pero siguió sin encontrar nada. Adquirió dinero, tierras, poder, e igualmente no le dio nada. Así que terminó por dejarlo todo y simplemente encerrarse en ese sitio que al menos tenía un sentido de ser, era el lugar de los Wyvern y como uno le correspondía estar ahí.

Aunque quisiera decirse que no había nada fuera de lo que siempre había sido en Feroe sabía que no era verdad, hacía un tiempo que se dio un ligero cambio en el lugar, uno que minimizaba pero extrañamente era lo que hacía que estuviera esperando en ese sitio. Sabía bien que estaba cerca, que llegaría en cualquier momento, tan solo era cuestión de aguardar para que esa puerta se abriera y ahí estaría.

Prestó atención, no se escuchaba nada, así que estaba en camino. Un segundo más y las puertas se abrirían. Ahí estaría. Él. Sin verlo sabía todo sobre su aspecto, su sencillo atuendo púrpura, el cabello dorado completamente lacio, el aroma de gardenias que emanaba su piel, sus ojos azules que parecían perfectamente acostumbrados a la oscuridad. La espera se terminaría, ahí estaría él, ese lindo servidor que siempre iba a su lado, cada día desde que llegara a su propiedad.

No estaba seguro del porque ese muchacho estaba ahí, en Feroe, es decir ¿Por qué lo había buscado a él precisamente? ¿Por qué se había quedado a su lado? No conocía sus razones pero realmente no le importaba. Quizás pensaba que se casaría con él y lo rescataría de su pobreza y de su desheredada vida cotidiana, hacerlo un príncipe o un rey en comparación con sus andrajosos inicios, siendo como era solo un sirviente. 

Pero no pensaba desengañarlo, no le diría claramente que alguien como él jamás podría ser para un Wyvern, mejor era dejarlo que siguiera con esas tontas ideas de cuentos de hadas que sin duda lo llevarían a su cama cuando lo deseara.

En ese momento tuvo que recordar como era que estaban llegando hasta ese punto.

 

**********

 

La vida de Radamanthys había dado un giro muy extraño al morir su padre, al menos eso consideraba la demás gente, pues se había alejado de todo y de todos cuantos conocía para iniciar un largo viaje. Al principio a nadie le había parecido mal eso pero cuando regresó las cosas a su alrededor se volvieron complicadas. Al irse lo habían visto como un joven triste, más al regresar era como un hombre cansado de todo y no permitió que nadie volviera a formar parte de su vida. Se replegó en sí mismo, erigió su morada como una fortaleza y se encerró en ella para no tratar con nadie que no fuera necesario, absolutamente necesario, tratar.

De esa decisión vendrían todas las murmuraciones de las que las personas parecían no cansarse ¿Por qué un hombre joven se encerraba de esa manera? ¿Qué ocurría en esa propiedad donde no entraba el sol? ¿Se trataba de algún tipo de mal? ¿Deberían preocuparse por lo que no sabían? Radamanthys supo de todo ello y se dijo que no tenía que darle explicaciones a nadie, solo no deseaba más contacto con el exterior y para eso se quedaría en su casa donde contaba con todo lo que necesitaba. No requería de nada ni de nadie para seguir.

Sin embargo ese orden se vio trastocado cuando alguien entró a Feroe, se trataba de un muchacho de largos cabellos dorados y mirada azulada, un chico educado de una familia de clase media, hijo de un matrimonio de dos preceptores que lo habían educado y lo dejaron solo en el mundo cuando apenas se abría paso y sin fortuna para sostenerse, así que necesitaba un trabajo. Y fue justamente por perder a sus padres que se decidió a dar un paso como el de buscar a la familia Wyvern.

El señor de la casa no esperaba visitas, no le gustaban, sin embargo esta fue tan insistente en verlo que no se pudo librar de recibirla. Estaban en la amplia biblioteca y parecían mirarse como si se midieran uno al otro pero el recién llegado prefería mostrarse amable mientras que él se cubrió tras la indiferencia.

—     ¿Por qué desea verme?—fue la pregunta que lanzó de inmediato.

—     Gracias por recibirme señor de Wyvern—dijo él con educación—Mi nombre es Shaka de Virgo y deseaba verlo para solicitarle una colocación de trabajo en su casa.

No era nada inusual lo que estaba pidiendo, además su nombre le decía mucho, Asmita de Virgo, su padre, había sido uno de sus tutores, un inteligente hombre que lo hizo acercarse y respetar a los libros.

—     No hay lugares en esta casa para nadie más—dijo el señor—Tengo a toda la gente que necesito.

—     En verdad necesito una colocación—insistió el otro—Sabría hacerme útil en esta casa.

—     Puede retirarse.

Ese parecía el final de la entrevista pero Shaka no era alguien que se diera por vencido tan fácil.

—     Puedo catalogar todos los libros de esta biblioteca con los ojos cerrados—señalaba el muchacho—Puedo traducirlos pues conozco bien los idiomas en los que están escritos.

Y sin más tomó uno y leyó perfectamente lo que decía para traducirlo sin problemas y sin errores, eso no pudo sino reconocerlo el de mirada dorada.

—     Conozco la heráldica de las familias importantes de toda la región hasta diez generaciones atrás, sé de cetrería y cacería, montar y de urbanidad, puedo catar vinos y cardar lana con la misma facilidad. No me asusta la cocina ni poner orden sobre sirvientes, sé cómo hacerlo, puedo encargarme de la correspondencia sin perder un solo dato y la contabilidad y administración de una propiedad no es un secreto para mí.

El de Wyvern lo miraba como si intentara comprender a donde llevaba todo eso, así que él continuó.

—     Soy trabajador y no me asusta una labor que se me encomienda, así que tome en cuenta que si me despide de esta manera es usted quien pierde.

El de ojos dorados pensaba que era mucho atrevimiento el de ese muchacho, como si fuera indispensable, sin embargo terminó por parecerle divertido todo ese asunto, tan solo tendría que hacer las cosas bajo sus términos.

—     Creo que sería absurdo no darle una colocación—decía Radamanthys—Su padre era cumplidor con su labor, puedo darle el beneficio de la duda a usted.

El joven tan solo lo miraba como aguardando a que diera un fallo definitivo.

—     Podrá quedarse, tendrá una colocación en Feroe.

—     Gracias.

—     Mañana mismo darán inicio sus labores.

Con un ademán terminó la entrevista y ese mismo día estaba siendo instalado en Feroe pero no se le advirtió hasta el día siguiente cuál sería su posición en realidad.

Shaka de Virgo debería llevar el uniforme de los sirvientes. Hacía un par de meses que no había uno (se había escapado con otro de los criados) y el de ojos dorados no pensó ni un momento en sustituirlo. No le interesaba hacerlo. Además fue instruido sobre esa situación de que las puertas y las cortinas de la propiedad debían permanecer cerradas si daban al exterior, pues al señor no le gustaba que entrara la luz.

Pero ese muchacho de cabellos dorados y ojos azules no era como los demás o al menos eso se demostró con el tiempo. Su voz era completamente nueva en la propiedad, cuando estaba ante el de Wyvern actuaba con una singular seguridad y no siempre guardaba silencio, si tenía una opinión la expresaba, a pesar de que el caballero rubio le daba un trato de señorial soberbia.

El joven aparecía silencioso ante él, con su rostro juvenil y hermoso, los ojos bajos, para atenderlo.

—     ¿Desea algo? ¿Necesita algo más?—preguntaba.

—     No, no necesito nada—era la respuesta de él.

Se marchaba de manera silenciosa y de igual manera regresaba después, y si bien el de Wyvern intentaba imponerle un trato de brutal superioridad él jamás se doblegó ante eso. Por el contrario, trabajaba excelentemente bien y se hizo indispensable, llegaba a su lado cada día, en la oscura habitación sin temor alguno como todos los demás, no entendía por qué pero así era. Sin embargo el de Virgo tampoco comprendía que él se encerrara de esa forma entre sombras ¿Por qué lo haría? Pero dejaba pasar la pregunta sin buscar una respuesta.

Hubiera seguido siendo de esa manera entre los dos de no ser porque Radamanthys se dio cuenta de lo mucho que se había acercado ese muchacho a él en el tiempo que aparentemente se limitaba solo a trabajar bajo su servicio. Cuando lo llamaba siempre acudía sin perder el tiempo, nunca se mostraba con ese tenso nerviosismo que leía en los otros sirvientes y aun cuando trataba de dejarle sentir su diferencia, la de clases, él no se mostraba resentido ni dolido, no le tenía antipatía alguna. Apenas sin darse cuenta ya el muchacho de mirada azulada cumplía con las funciones más de un ayuda de cámara que de un sirviente.

Ayudaba al de cortos cabellos dorados antes que nadie por las mañanas y era la última persona en verlo al anochecer, aunque las sombras lo dominaran todo él no perdía la noción de día y noche. Llegó incluso a preparar su baño y a afeitarlo, labor delicada pero que realizaba perfectamente, aunque de un modo suave y algo dubitativo pero suponía que eso era por tratarse de alguien joven. Y fue también en esos momentos de tenerlo tan cerca que por vez primera percibió el aroma de gardenias que manaba de su piel. No podía sino reconocer que era muy competente, hacía bien las cosas y jamás se disminuía ante el señor de Feroe, si no lo hacía ante él estaba seguro que no lo haría ante nadie.

Las relaciones entre ambos pudieron ser simplemente laborales pero no resultó de esa forma, entre ellos hubo algo más, como un latido del corazón, un susurro, una chispa, un algo que de pronto los tenía pensando en el otro y esperando verse, los puntos comunes estaban ahí aunque no los vieron al inicio y cuando lo hicieron fue el de ojos dorados quien se negó a reconocerlos, todo era producto de la lascivia, era más sencillo explicarse de esa manera el porqué de su necesidad de volver a ver a ese muchacho que en medio de la oscuridad jamás se perdía.

Las cosas debían llegar a un desenlace y este finalmente se presentó, de manera un poco singular, por eso el de mirada dorada lo aguardaba esa noche en su habitación y al hacerlo no dejaba de pensar en lo ocurrido en las horas anteriores.

 

**********

 

Una docena o acaso más de hombres habían utilizado un uniforme como ese antes que él, pero ninguno había hecho correr a su imaginación como lo hacía ese muchacho de cabellos dorados, ni en su adolescencia cuando sus deseos masculinos despertaron sucedió algo semejante en su interior. No se trataba siquiera de una prenda reveladora o hecha para provocar, simplemente tenía que utilizarla él para que lo mirara. Aun así no dejaba de verse increíblemente hermoso con esa prenda, de alguna manera la llenaba de una gracia especial, la manera en que la tela se movía a su ritmo, el elegante cuello alto que quedaba sobre su pecho, las sensuales curvas que se dibujaban bajo las telas. Hacia su trabajo sin dudas pero no podía evitar encontrarse a sí mismo esperando porque entrara justamente a esa habitación.

—     ¿Desea que abra las ventanas para que entre un poco de luz? Es un día tan hermoso…

Lo decía intentando unir acciones a sus palabras pero el de ojos dorados no estaba dispuesto a eso. Se levantó de su sitio y fue al mismo lugar en que estaba él. Se detuvo a un par de pasos.

—     Déjalas cerradas—ordenó.

Shaka dio vuelta para mirarlo de frente, con un leve gesto retador en su expresión de suave firmeza.

—     Pero el día es hermoso y el aire fresco es tan limpio ¿No le agradaría…?

—     No—decía acercándose—Prefiero la oscuridad.

Y así dio inicio uno de sus eternos argumentos, siempre había mantenido las ventanas cerradas, las puertas que daban al exterior, los balcones, y en el interior todo se mantenía en las sombras, como si siempre hubiera sido de esa manera, toda su vida. Sin embargo el de mirada azul, por alguna razón que le resultaba desconocida, había decidido que se haría cargo de ese asunto, insistía en dejar entrar algo de luz al lugar.

—     Es por su propio bien—decía.

Al principio solo lo ignoró pero después de un tiempo encontró entretenido escuchar lo que consideraba sus ingenuas ideas.

—     Los hombres no están hechos para temblar ante las sombras—continuaba Shaka—Se les dio el dominio sobre ellas en la tierra.

—     No tiemblo ante ellas. Deberías cuidar tu lengua, yo soy el amo aquí y tú eres solo un sirviente.

—     Así es mi señor—decía el joven inclinando levemente su cabeza—Pero no comprendo porqué desprecia la luz. Las demás personas dicen…

—     ¿Qué pueden decir los otros?

—     Dicen tonterías sobre usted y este sitio, hablan de los Wyvern como si fueran una especie de hechiceros o tratantes con la muerte o…

El de cabellos rubios y ojos dorados alzó una ceja con escepticismo, la gente siempre estaba dispuesta a hablar de su familia. Los sirvientes eran tan divertidos al encontrarse entre ambas partes. Él era sin duda muy gracioso.

—     ¿Un hechicero? ¿Un tratante de la muerte?

Se quedó de pie como si mirara a lo lejos desde el centro de la cerrada habitación.

—     Como ya le dije son tonterías—continuó él—Aunque también he escuchado a la gente decir que ha enloquecido.

El de mirada dorada se rio de manera ronca, profunda, casi con desprecio.

—     ¿Y tú no lo crees?—preguntaba acercándose a él.

Podía oler su perfume, ese aroma a gardenias y se daba cuenta que de alguna manera, aún sin luz, su largo cabello parecía brillar, lo invadió la necesidad de tocarlo, como si su mano tuviera voluntad propia y fuera a hacerlo sin su consentimiento de todas maneras, tal y como sucedió al final.

—     No—respondía a su pregunta como un susurro.

—     ¿Por qué no?

Mientras preguntaba sus dedos pasaban por esos hilos sedosos, como si desearan perderse entre ellos, eran tan suaves, como tocar un amanecer, tomando un mechón lo acercó a su mejilla.

—     Porque no creo en ninguno de esos seres de la noche.

El de Wyvern se preguntaba si eran ideas suyas o el joven de mirada zarca temblaba ligeramente.

—     Si eso es lo que crees…

—     He visto suficiente de usted en todo este tiempo a su servicio para saber que no está loco.

El de ojos dorados buscó su mirada pero el otro parecía mantener intencionalmente bajos sus ojos azules, como si se sintiera avergonzado de donde estaba o de lo que estaba haciendo, quizás era porque lo estaba tocando.

—     ¿Cómo lo sabes Shaka? ¿Cómo puedes estar tan seguro?

—     Un tío, hermano de mi abuelo, enloqueció—decía con suavidad—Conozco la mirada de alguien que ha enloquecido, son diferentes. En la mirada de alguien puedes ver todo lo que es, si sabes mirar con atención.

Entonces levantó su mirada del suelo y se encontró con esos azules ojos. La mirada de él era tan clara, como un campo de flores bajo el sol, puras e inocentes, iluminadas por un brillo único y especial. Casi lo hizo sonreír.

—     ¿Puedes ver todo lo que soy entonces?—preguntaba con tono retador el señor de Wyvern.

El joven Virgo de cabellos dorados pareció tomar aire y con un discreto movimiento humedeció sus labios.

—     Puedo ver las cualidades que hay en usted—continuaba—Su determinación en hacer las cosas, su orgullo, su gentileza…

No pudo continuar pues el de ojos dorados había hecho que callara al tomar sus labios con los suyos. Sabía dulce, como un néctar, tan solo necesitaba sentirlo por unos momentos. El de ojos azules pareció sorprendido, al principio, pero no tardó en corresponder al asalto. Fue él quien rompió el beso y dio un paso hacia delante, utilizando su cuerpo para aprisionarlo contra la pared.

—     ¿Cómo puedes ver mis ojos en la oscuridad?—lo interrogaba.

Shaka lo empujó con decisión.

—     Nadie puede existir sin la luz, sin la verdad y sin el amor—clamaba él con seguridad— ¿Por qué insiste en rodearse de oscuridad? ¿Por qué se cierra a la vida que sigue a su alrededor?

—     No me cierro a la vida—respondió—Vivo una vida. Simplemente abrazo la parte que todos pretenden negar. Cada ser vivo tiene una parte oscura pero finge vivir en la luz, yo no la necesito. Aún tú que eres tan puro y amas la luz vivirías en las sombras si entendieras lo que es la vida realmente, el vacío y la soledad, nacemos solos y moriremos solos, ese es nuestro destino.

—     ¿Por qué dice que soy puro?

—     No te has echado a perder cerca de los privilegiados, no has sido tocado por la lascivia de los hombres, eso es lo que considero puro.

Radamanthys atrapaba ese juvenil cuerpo contra el muro de nuevo, cada parte de su sólido cuerpo presionaba esa delicada silueta masculina y sin más le robaba otro beso. No podía sino complacerle sentirlo responder, sus delicados suspiros solo podían incitarlo a desear más de sus labios y sin más su boca bajaba por la barbilla llegando hasta el cuello. Se apresuró a sujetarlo por los brazos con sus manos y aprisionó sus labios una vez más.

Sentía las curvas de su cuerpo a través del simple uniforme, le tomó hasta lo último de su control no romper esas telas y tomarlo en ese mismo instante, contra la fría pared de su estudio.

—     Quiero mostrarte tu propia oscuridad—decía el de Wyvern.

—     ¿Cómo harías eso?—preguntaba con un hilo de voz.

Apenas parecía poder hablar con sus labios enrojecidos por el beso compartido. Así que colocó en la palma de su mano una pequeña pieza de metal.

—     Es la llave de mi habitación—explicó.

Shaka terminó por salir en ese instante y el de ojos dorados se dijo que todo era cuestión de esperar.

 

**********

 

Por eso, esa misma noche, el de cabellos y ojos dorados seguía aguardando solo porque se presentara, no sabía si lo haría o no pero una parte de él le decía que lo haría, tenía que hacerlo. Aguardaba en medio de las sombras por cualquier señal de él y ansiaba verlo de nuevo.

La puerta de su habitación fue abierta con suavidad, y él apareció como si flotara hacia el interior, con pasos suaves y delicados. Así que el lindo muchachito se había vuelto más atrevido, o al menos eso parecía.

—     Viniste—decía el de Wyvern con un gesto de triunfo.

—     Sí.

Sin aguardar el de Wyvern fue hacia la puerta para cerrarla, como si se asegurara de que no saldría de ahí.

—     ¿Por qué viniste Shaka?

—     Porque lo pediste.

Sin más el de mirada dorada estaba ante él y pasaba sus manos por esa delicada cintura para sujetarlo.

El de cabellos dorados se acercaba a su oído y con voz baja e invitante le susurró.

—     Yo no pido Shaka, apenas si ofrezco…

Un estremecimiento corrió por la espalda de Shaka, pero aun así no se movió ni un paso de su lugar.

—     ¿Incluso ahora prefieres la oscuridad?—preguntó suavemente.

—     No necesito de luz para ver—fue la respuesta.

Pero la mano del joven de ojos azules fue hacia el balcón en la pared para abrir las cortinas en medio de la noche, lo que hizo que la pálida luna oculta entre nubes brillara en la habitación, y él pudo mirarlo, su mismo uniforme de sirviente que llevara casi desde que entró a esa propiedad.

—     ¿Le temes a la oscuridad Shaka?

—     La luz no le teme  a la oscuridad Radamanthys—dijo llamándolo por su nombre solamente.

—     Se debe temer a la oscuridad. Con suficiente fuerza puede consumirlo todo a su alrededor.

—     La oscuridad es apenas la ausencia de la luz—declaraba el otro—Donde hay luz hay amor y no puede haber oscuridad en el amor.

El de Wyvern pareció acecharlo, lo observaba con esa mirada depredadora, como si fuera su presa. Sus argumentos le parecían básicos, aunque aun así los encontraba ciertamente interesantes.

—     ¿Estás diciendo que me amas?—preguntó el de ojos dorados.

—     Como el amor de los cielos—respondió cerrando los ojos y evadiendo la mirada dorada—Así te amo.

—     No quiero el amor de los cielos.

—     ¿Quieres el mío?—preguntó mirándolo directamente.

—     Harás bien en no amar—aseguraba—Es solo una debilidad, no hace sino debilitar a un ser que es abusado por el poder que ha otorgado a otro, por alguien que puede dominarte con facilidad sin que puedas defenderte—y quiso cerrar el balcón al decirlo.

Sin embargo el otro lo interrumpió y la labor quedó sin hacer.

—     El amor es una fortaleza, no una debilidad, y no necesita dominar, gana simplemente por existir.

El de ojos dorados fue hacia él de inmediato para acallarlo, capturó esos labios de hombre y a su dueño entre sus brazos, podía hacer lo que deseara, desengañarlo sobre sus ingenuas ideas del amor y la luz, después simplemente lo haría a un lado, arruinado por completo. La idea debía gustarle pero por alguna razón lo enfermaba. Despojar de su  inocencia a tan pura criatura…

—     Radamanthys—lo llamaba él.

Las varoniles manos no tardaron en encontrar su camino por el largo cabello de color dorado  para alcanzar los botones del uniforme, hizo que la parte superior del traje quedara fuera de su cuerpo, podía tocar esa suave piel que nunca había visto siquiera, nacarada y cálida, delicada y dulce. Sentirlo de esa manera provocó que lo besara con más fuerza, con mayor insistencia mientras encontraba su camino hacia abajo para reclamar el delicado cuello que se inclinaba como un junco. No pudo tolerarlo más y empezó a hacer que ambos llegaran a la cama, Shaka no se resistía, no protestaba, se dejaba guiar y él deseaba saber el porqué.

—     ¿Por qué estás aquí?—su voz se escuchaba como el rugir de una bestia que despierta.

Con el torso descubierto, las manos del de mirada dorada pasaban libremente buscando la manera de deshacerse de esa prenda que aún lo incomodaba, un tipo de camisa de encaje que no tardó en soltar y hacer completamente a un lado. Ahora podía acariciar sin inconvenientes los sonrosados pezones que se acoplaban perfectamente a sus dedos, suaves y erguidos ante su contacto, delicados y sensibles a toda nueva experiencia de sus sentidos. Y supo que no podía esperar demasiado para continuar, no eran solo caricias lo que buscaba.

Con algo de prisa, pero de cierta manera hábil, el de cortos cabellos dorados logró que una de sus piernas quedara entre los bien torneados muslos del otro joven, lo cual no fue tan sencillo. Tuvo que arreglárselas entre estrecharlo entre sus brazos, sentir su masculino cuerpo y buscar la manera de retirar la tela sin permitirle apartarse por mucho tiempo de su lado.

—     Sabes la respuesta—le murmuraba Shaka como en leves susurros.

El de largos cabellos dorados logró sujetarse de los fuertes hombros del otro rubio y presa de una naciente pasión arqueó su espalda hasta que el mismo movimiento lo hizo quedar recostado sobre las sábanas. Al mirarlo el de ojos dorados se quedó casi sin aliento pero se necesitaba más para que se olvidara del porqué estaba ese joven ahí, así que se inclinó hacia él y sumergió su rostro entre el cuello y los hombros para besarlos en el breve espacio que los separaba, rodearlos y después incitarlos con sus dedos y sus labios. Si el de ojos azules estaba tan de acuerdo no sería él quien se negara a continuar.

 

**********

 

Pudieron haber continuado de esa manera por mucho tiempo pero no lo hicieron, sus sentidos estaban clamando por seguir y por no detenerse, así que el señor de Wyvern no tardó en saber que deseaba hacer y se dispuso a continuar. Tenía que tomarse unos momentos para lograr sus objetivos, se apresuró a soltarlo y sus manos deseosas fueron de inmediato hacia la tela, tenía que hacerla a un lado por completo. De manera determinada se apoderó de la vestimenta y lo apartó como quien dispone de algo que no necesita, la oscura prenda simplemente terminó en el suelo, similar camino siguieron las medias y la frívola pieza de tela que al abandonarla terminó dejando desnudo a ese chico ante sus ojos dorados.

Era verdad que el de mirada dorada había estado antes con una mujer pero que después de estar con un hombre supo que era lo que prefería, los había visto desnudos pero nada era comparado con él, ese muchacho de ojos azules que de alguna manera lo hacía sentirse desarmado en esos instantes, como si el que estuviera desnudo fuera él. Se inclinó hacia el joven para besarlo, apoderarse de esos labios que eran tan diferentes de los demás que había probado, y se sorprendió al sentir unas delicadas manos moviéndose bajo su camisa, contra su pecho. Fue el de Wyvern entonces quien rompió el beso y quien apartó la tela pasándola por encima de la cabeza de su dueño, sonriendo probablemente por su reacción. Un momento más y las mismas manos descendían para encontrar lo más pronto posible los broches de los pantalones.

Radamanthys sintió que se relajaba bajo ese toque, dejando que una de sus manos acariciara el suave cabello dorado que parecía atraerlo con intensidad. Shaka pareció luchar un poco con el broche pero después de unos segundos logró abrirlo y apartar el resto, dejando libre esa ardiente virilidad que parecía haberse sentido prisionera. El de ojos dorados sentía que respiraba solo para poseerlo, para entrar en su cuerpo y hacerla suyo, sin embargo intentaba controlarse mientras el de mirada azulada se encargaba de los restos de su ropa. Pero tan pronto lo logró volvió a tomar su postura de dominio y control de todo lo que estaba sucediendo.

El de Wyvern no dudó en sujetar a ese efebo muchacho y aprisionarlo contra la cama, escalando sobre su forma delicada y suave. Sentía cada curva y su calor, causándole un placer profundo, sabía que era deseo y para él el deseo era algo oscuro y sin humanidad. Tuvo que besarlo de nuevo, estrecharlo entre sus brazos, como si buscara controlarlo de alguna manera ¿Controlarlo? Sí, porque ese chico hacía algo, algo que no lograba comprender,  algo que encendía en su interior una sensación que jamás había tenido. Se acomodó entre sus largas piernas pero aún no lo tocaba, lo acariciaba y lo probaba, como si lo tentara solamente hasta el punto de que fuera el otro quien se sometiera a su voluntad por completo.

El de mirada dorada volvió a probarlo con sus labios, ansiaba sentir cada parte de esa satinada piel, así que descendió de nuevo por ese delicado cuerpo, aspirando su aroma, hasta entonces había creído que era un perfume de gardenias pero no era eso, se trataba de algo más, un aroma único y enervante que lo inundaba. Después estaba su suavidad y tibieza que lo hacían irresistible, quería probarlo y no se resistió a hacerlo, sus labios estaban ahí, deleitándose como si fuera algo exquisito que jamás volvería a probar. Pero el de ojos azules no estaba menos deseoso de continuar que el de Wyvern, se movía sobre las sábanas de manera discreta, como tímida, y sin embargo el mensaje era bastante claro, deseaba que el de ojos dorados lo hiciera suyo hasta el final.

—     Radamanthys…—lo llamaba con suavidad.

Al de Wyvern le fascinó escucharlo llamar por lo que pensaba sería su caída. Una de sus manos acariciaba sin detenerse el sitio anhelado, la delicada unión entre sus piernas, haciendo que las separara de manera voluntaria y queriendo que siguiera. Ese muchacho inocente, que no había sido tocado por nadie, no necesitaba ser guiado no coaccionado, aunque tampoco podía explicar de qué manera sabía lo que deseaba. Se decía que se trataba simplemente de su propia oscuridad. Él debía saberlo. Con eso en mente se sintió complacido, como si pudiera dejarlo justo en ese momento y decirle que ese era él en realidad, nadie más, había ganado. Pero no pudo.

El de mirada dorada estaba en un punto nunca experimentado, en cualquier otro escenario, con cualquier otra persona, se hubiera dicho que se trataba de la simple y mera lujuria lo que lo impulsaba a continuar. Su cuerpo lo deseaba, eso era verdad, pero había algo más, algo que no comprendía y escapaba a todo su conocimiento, era algo…en ese instante sujetó con suavidad el tierno sexo que se erguía bajo sus caricias, provocando que el de mirada azulada se mostrara complacido y dispuesto. Una leve humedad se hizo presente y no pudo sino frotarse contra esa suave piel que hacía que su propia virilidad terminara de elevarse. Unos instantes después sus dedos encontraron el camino entre sus muslos, hasta la íntima entrada, la acariciaban de manera pausada y firme, hasta que el de Virgo se arqueó suavemente, evidenciando su deseo, como si su ser le implorara por continuar.

El de mirada dorada no pudo sino sentir una extraña sensación de poder fluyendo por sus venas debido a la manera en que ese joven respondía a sus caricias. Era tan sencillo de moldear, podría hacerlo un magnífico amante, si tuviera la intención de conservarlo más de una noche entre sus sábanas.

Quizás lo haría.

No tenía prospectos de nadie para ese tipo de papel en realidad y parecía un desperdicio haber llegado hasta ahí para solo tenerlo una vez, especialmente cuando las cosas habían alcanzado ese punto entre los dos. Sintió de manera superficial esa dulce y masculina intimidad con su sexo erguido, fue una descarga de energía por su espalda, no podía seguir aguardando. Guio su mano al sitio que deseaba exactamente, ayudado simplemente por su propia saliva, dio inicio a la labor de dilatar el sensible sitio que se abría poco a poco a sus caricias mientras su dueño daba leves lamentos de satisfacción y se movía de manera sensualmente natural sobre las sábanas.

Cuando esa parte estuvo lista el de Wyvern no pensaba aguardar más tiempo, apenas estaba seguro que podía continuar se dispuso a completar lo que consideraba el momento de terminar con todo eso. Se deslizó sobre el de ojos azules asegurándose de que sintiera su fuerza, encontró la forma de guiarse, lo sujetó por los brazos para mantenerlo quieto y de un movimiento firme dio inicio a lo que consideraba su conquista.

Shaka podía sentir la fuerza de esos músculos, el calor que emanaba esa piel, ese aroma masculino que llenaba la habitación, y por supuesto que sentía como el hombre de ojos dorados entraba en su cuerpo, tuvo que cerrar los ojos ante el dolor mientras avanzaba, arrasando con su inocencia, tomando lo que deseaba entregarle. El de Wyvern se imponía con determinación y él se arqueó sobre su espalda, así que sintió como empujaba hacia el interior con necesidad, disfrutando de las cálidas paredes que lo estrujaban y tomaba todas las ventajas que le daba su posición. El de Virgo solo gemía suavemente cada vez que lo sentía impulsarse hacia su interior, asaltando su ser con deseo en un vaivén constante que lo hacía respirar de manera agitada y que su corazón latiera con tanta fuerza que parecía que se desbocaría.

El de ojos dorados no se dejaba llevar simplemente, de alguna extraña manera no pensaba solo en él y su placer en esos momentos, pensaba en el otro hombre, se preguntaba si estaría bien, si le gustaría estar a su lado. Tuvo que mirarlo y no estaba seguro de porque le parecía que había algo en ese chico, como si fuera iluminado por una luz que no era capaz de ver, era tan extraño, como se aferraba a dejarla ante él, a pesar de estar poseyéndolo no se sentía el señor en esos momentos. No podía luchar contra todo lo que vivía y terminó por rendirse ante el gozo que lo inundaba, no era solo su cuerpo pero no podía entenderlo en esos momentos, solo sabía de lo que sentía al estar con él, sobre él, dentro de él, el delicioso sabor de compartir ese instante.

Cuando el muchacho de largos cabellos dorados sintió que el hombre que lo hacía suyo soltó sus brazos respiró diferente, de manera más libre, libertad que utilizó de inmediato para pasar sus manos y estrecharlo por el cuello, acariciar su fuerte espalda, enredar esos hilos dorados. El de mirada dorada intentó contener la creciente presión de su necesidad, pero sus esfuerzos fueron en su contra, multiplicándola mientras se movía más y más rápido e íntimo. Tan solo pudo estrecharlo con intensidad, como si temiera que fuera a desaparecer justo en ese momento, su cuerpo temblaba de una manera que jamás sintió, tuvo que apretar los dientes para no llamarlo, deseaba pelear contra esas sensaciones que lo invadían y lo empujaban a  un límite desconocido, pero era imposible.

Intentaba resguardarse en la oscuridad pero no lo conseguía.

Solo entonces se dio cuenta de que no eran las sombras lo que lo sostenían, era él, solo él, sus brazos que lo rodeaban, su masculinidad que lo cubría, su calor que no lo dejaba sentirse frío, todo lo era el de profunda mirada azulada. Shaka lo era todo en ese momento para él, quien lo tenía y le daba refugio, quien apartaba las sombras y era más fuerte que él mismo aunque su cuerpo temblara y clavara las uñas en su espalda. Nada de sombras, de oscuridad, lo que había entre los dos en esos momentos no era nada de eso. Estaban al límite de sí mismos y dejaron de ser dos para convertirse en uno. El de cortos cabellos dorados sintió que se estremecía, como si fuera de pronto una helada en su interior para estallar al siguiente instante en un calor intenso, perdió todo control y dio unas voces apasionadas mientras su simiente se liberaba en un destellante clímax que lo hizo perder el sentido de todo cuanto lo rodeaba mientras que el muchacho de largos cabellos dorados gemía con pasión completa llamándolo con voz apasionada hasta la satisfacción perfecta del éxtasis. 

 

**********

 

Pasaron unos momentos mientras los dos solo escuchaban el rápido latir de su corazón. Radamanthys recuperaba el aliento y se levantaba apoyándose en sus manos pero el cálido y vibrante sentimiento de haber estado entre esos brazos continuaba. Tuvo que recostarse de nuevo a un lado del muchacho que descansaba en la cama.

—     Puedes irte ahora—dijo—O puedes quedarte si lo deseas.

Shaka lo miró con suavidad solamente.

—     Me quedaré—respondió y recargó su cabeza contra el masculino hombro.

Se dijo que podía dejarlo así unos momentos, no hacía ninguna diferencia. Aunque la gente hablaría de ello, de como el señor de la propiedad de Feroe había hecho de uno de sus sirvientes su amante. Y si ese chico tuviera el infortunio de embarazarse quizás se cansaría de tenerlo a su lado. Entonces solo podría enviarlo lejos. Pero ¿Por qué se preguntaba por lo que haría a futuro?

—     Radamanthys—murmuraba mientras lo acariciaba por el pecho.

Como por instinto el de cortos cabellos dorados lo estrechó por la cintura atrayéndolo contra su cuerpo.

—     Nunca me respondiste.

Las nubes se abrían en el cielo y dejaban que los rayos de la luna llena aparecieran en el oscuro cielo. Las cortinas del balcón que habían sido dejaban abiertas permitían el paso a los pálidos rayos de la luna que parecían una lluvia pesada que tocaba el lado del de Virgo en la amplia cama. El de ojos dorados casi se quejaba, le parecía que el de ojos azules de alguna manera lo había hecho todo a propósito.

—     ¿Responderte qué?—le preguntaba con suma suavidad— ¿El por qué vine esta noche?

El de cortos cabellos dorados dio un sonido de que así era, sus dedos trazaban pequeños rasgos por la suave espalda, era tan suave…

—     Tú sabes la respuesta—decía sin más.

El de Wyvern solo podía mirar el techo, sentía que estaba como intoxicado de alguna manera, el calor de ese muchacho aún parecía arder en su sangre.

—     Gané, lo sabes—aseguraba el de ojos dorados.

—     ¿Eso importa?

—     Solo lo preguntas porque sabes que perdiste ante mí—decía cerrando sus ojos dorados.

Shaka se pegó más a su cuerpo fuerte, desnudo, y él suspiró de manera pesada. Sus dedos acariciaban esos hilos dorados que inundaban sus sentidos, y sintió esos dulces labios tocar su nuca para darle un suave beso. No pudo sino sonreír y se relajó con tranquilidad hacia el sueño.

—     Te amo—le dijo el de Virgo contra el oído como si fuera un secreto.

En ese momento el de Wyvern abrió sus dorados ojos de golpe y tuvo que entrecerrarlos al mirar a ese joven a su lado, descansaba, dormitaba. Vio la luna llena alzarse en el cielo oscuro, lo llenaba con su brillo. Y toda la habitación era inundada con ese brillo plateado, al igual que ese joven llenaba de luz todo lo que él era.

Durante las horas siguientes el señor de Feroe, el heredero de los Wyvern, no concilió el sueño, su mente y alma solo se enfrascaban en resolver el enigma en que se había transformado su vida en apenas una noche.

Recordaba lo que le había dicho ese joven unas horas antes.

—     La oscuridad es apenas la ausencia de la luz. Donde hay luz hay amor y no puede haber oscuridad en el amor.

Y pensando en esas palabras pensó en su padre en su lecho de muerte, ese hombre tan orgulloso y sin sentimentalismos, solo en ese momento fue capaz de hablarle de algo más, algo único.

—     Serás un gran hombre Radamanthys—le dijo con sinceridad—No te sepultes en las sombras, no me imites en eso, debes hacer tu vida.

—     Padre…—lo llamó con tristeza.

—     Encuentra la luz.

Fueron sus últimas palabras para él ¿Y que había hecho? Se encerró en la oscuridad sin comprender lo que su padre había querido decirle en realidad.

Ahora que sentía a Shaka a su lado lograba comprenderlo, era lo que había perdido su padre, lo que él no había encontrado en sus viajes, en los estudios, en la demás gente, en su propio nombre y fortuna, pero ahora estaba ahí, había aparecido. No había manera de negar esa respuesta a una pregunta que en realidad se negó a hacerse, la cura a su mal y ese sentirse lejano a todo, había pasado y esperado en la oscuridad mucho tiempo. Al marcharse había deseado encontrar algo pero no era la distancia lo que cumpliría su deseo, las sombras se disipaban de pronto, ante alguien que parecía responder sus dudas, curar sus males, quien lo haría ser el verdadero hombre que debía ser.

—     La luz—se dijo a sí mismo.

Era el amor, era lo que había necesitado sin saberlo, lo recibió sin ganarlo, estaba ahí y no podía negarlo, la oscuridad ya no podía cegarlo para no comprender lo que ocurría. Se quedó sin saber que hacer por un largo rato, solo miraba al joven que permanecía ahí ¿Qué sería de Shaka? Aunque la verdadera pregunta era ¿Qué sería de él? Estiró su mano con timidez para acariciar su largo y dorado cabello, lo tocó como se tocan las esculturas antiguas, con la misma devoción y asombro, era maravilloso.

Se incorporó a medias en la cama y no dejó de mirarlo hasta la llegada del amanecer, se puso de pie y fue hacia el balcón.

Todo lo demás estaba cerrado, solo esa parte había quedado abierta, debía cerrarla pero no por buscar las sombras como siempre, no, era solo que desde ese sitio cuando el sol se elevara entraría y caería sobre las sábanas y podría despertar al joven de mirada azulada ¿Por qué se preocupaba así por ese muchacho? ¿Por qué pensar en dejarlo descansar? ¿Por qué al mirar a las afueras se dio cuenta que todo el mundo había cambiado en tan solo una noche? Solo entonces comprendió que nada había cambiado, solo que él no era el mismo, por eso todo le resultaba diferente, porque ahora estaba ese chico en su vida para compartirlo.

Cerró la cortina pero antes de darse vuelta escuchó que le hablaban.

—     Ya estás de pie.

Volteó a mirarlo, en ese instante Shaka estaba despeinado, cubierto solo por una sábana, y sin embargo se veía cálido, increíblemente hermoso, a pesar de las cortinas cerradas aún parecía brillar y se dijo que nunca había querido tanto a nadie. Fue a su lado, no lo dejó hablar y sin más lo estrechó entre sus brazos con ternura, una profunda y natural; todo lo que había querido, lo que había necesitado, finalmente estaba entre sus brazos.

—     Te amo—confesó como si declarara que estaba vivo.

Por respuesta Shaka simplemente sonrió y volvieron a besarse.

El de Wyvern había pasado tanto tiempo encerrado en la oscuridad que le costaba ver algo más que tinieblas, sin embargo eso se había terminado, no podía ser de otra manera; aunque no se hubiera dado cuenta, aunque hubiera intentado negarlo, la verdad era demasiado brillante para negarla: Shaka era el amor y el amor era la luz de su existencia, para siempre quedaban desterradas las sombras.

 

 

FIN

 

 

 

 

 

Notas finales:

*Feroe porque Radamanthys es de las Islas Feroe, que eran parte de Dinamarca.

Si nada sucede la semana entrante subo otra trama, nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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