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Juego final [SeKaiSoo] por FlyToXin

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Notas del capitulo:

Hola! siento no actualizar! Pero es que estoy sin internet en el nuevo apartamento T_T y no puedo subir ningún capítulo >_< pero ya que estoy en un café hoy pues aprovecho y subo éste capítulo. Espero tener internet pronto peor lo dudo, así que lo siento mucho si me demoro demasiado en actualizar, haré todo lo que pueda así que les dejo leer tranquilas/os leyendo...

Sonó el despertador y se conectó la radio a volumen moderado. Una machacona canción de discoteca invadió la habitación e hizo que Sehun gruñera y se tapara la cabeza con la almohada.

—Puta música de los cojones —rugió.

—Si quieres programo Radio SBS—le dije mientras me levantaba de la cama—. Llegaremos todos los días tarde. No hay Dios que no se duerma escuchando Radio SBS.

Él me lanzó un cojín que se estrelló en la puerta del baño y a mí me dio la risa. Abrí el agua de la ducha y esperé a que saliera caliente, además de encender la calefacción. Hacía un frío de pelotas, como bien constataban la piel de gallina y mis pezones erectos. Sehun entró en el baño mientras se frotaba los ojos y me apartó un poco para usar el baño.

—Ni se te ocurra mear delante de mí —me quejé.

—Joder...

Se giró de nuevo hacia la puerta y fue a salir, pero atolondrado volvió, me besó y se fue. Mientras me duchaba, escuché cómo se marchaba hacia su piso. Recibí el agua caliente con un gemido de satisfacción.

 


Nos encontramos cuarenta y cinco minutos después en el portal. Iba bien abrigado, con una chaqueta gris oscura y una bufanda un poco más clara. Nos besamos y fuimos andando hacia la parada de autobús. Solíamos ir juntos casi todas las mañanas; alguna incluso nos marchábamos en coche con Jongin, pero él tenía por costumbre ir bastante antes a la oficina, así que eran las menos.

Hicimos el trayecto casi callados, como siempre, conmigo apoyado en su torneado hombro. Ya me daba igual que nos viera alguien de la oficina; creo que todos imaginaban que salíamos juntos, pero no había nada raro allí que tuviéramos que esconder. Sin Jongin, lo nuestro se convertía en una relación decente. Lo que los demás definirían como decente, que nadie me entienda mal; para mí no hubo nada condenable en querernos los tres. Nunca me había sentido más entero y yo que entonces. Pero todo se esfumó. Eran principios de diciembre. Los tres habíamos tenido seis meses para ver evolucionar nuestra relación.

 

Al llegar a la oficina, él se fue a su cubículo y yo al mío, que por aquel entonces ya había hecho un poco más propio y que tenía un poco adornado. En un alarde de sentimiento navideño, tenía incluso un poco de espumillón que Bora había traído e insistido en sujetar con celo de la estantería superior. Jou, jou, jou. Odio las Navidades. Soy así de especial (y no en el buen sentido).


De camino a la cocina me encontré con dos compañeras del departamento; ya hablábamos, pero la relación seguía sin ser fluida. Creo que el motivo por el cual al final hicieron un tímido acercamiento fue la sospecha de que Sehun y yo salíamos. Ser «amiguita» de uno de los guapos de la empresa debía puntuar y yo era el salvoconducto para conseguirlo. Ilusas. A ver cuándo os dais por enteradas..., Sehun es un poco rancio, en eso radica su encanto.

—Qué guapo estás —me dijo una—. Ya nos dirás qué hay que hacer para tener esa cara por las mañanas.

Me dieron ganas de decirles que follar más y cotillear menos era un buen comienzo, pero solo sonreí y les di las gracias. Maestro en el noble arte de las relaciones hipócritas en la oficina. Ese era yo. Me encontré con Bora en la cocina y puso los ojos en blanco. Le habría tocado charlar con las compañeras con las que me acababa de cruzar.

—¿Qué te pasa?

—Hastío.

—Ya queda menos para que venga tu chico. —Le pellizqué el culo—. Gochona.

Su relación con el chico que había conocido en San Francisco se afianzaba por momentos. Yo temía que llegase el día en el que se cansase de la distancia y se marchase para no volver. Siempre bromeábamos con la idea de que se casaría y conseguiría la Green Card, pero no era tan descabellado al fin y al cabo. Era un futuro previsible. Y acabaría solo en una oficina llena de gente con la que no terminaba de encajar, mi «novio» y nuestro «examante». ¡Bravo!, Bora, anda, no te vayas...

Charlamos un rato sobre los planes que tenía para los días que la empresa daba por Navidad. Iba a presentarle a su familia a Isaac, su chico, y estaba emocionada. Cuando volvíamos a nuestros puestos de trabajo, antes de desviarse para coger el ascensor a la planta de arriba, me preguntó qué tenía yo pensado para las fiestas.

—Nada especial, lo de siempre. —Me encogí de hombros—. Aunque Sehun ha dejado caer la posibilidad de ir al pueblo con él y conocer a toda la familia.

—Uhhh... —Bora subió y bajó las cejas insistentemente—. Planazo.

Me eché a reír.

—Bueno, estas son las cosas que se hacen cuando tienes una relación...convencional

—Convencional. Bonita definición. ¿Todo bien? —preguntó sin querer darle mucha importancia.

—¿Eh? Ah, sí. Claro.

—¿Seguro?

—Seguro.

Le guiñé un ojo y me despedí de ella hasta la hora de la comida.

—Pero ¿qué prisa tienes? —se quejó.

Prisa de no entablar conversaciones sobre cosas de las que no estaba seguro. Cuando me senté delante del ordenador y empecé a trabajar, supe que sería un día largo. Gestioné dos viajes a la oficina de Ulsan para dos gerentes. Terminé con la base de contactos para enviar las felicitaciones navideñas y se la mandé al departamento pertinente. Me encargué de unas cuantas facturas y cuando no pude retrasarlo más..., fui al despacho de Jongin. Por trabajo, claro. Llamé y al escuchar su clásico «pasa», abrí. Estaba inclinado en la mesa, ordenando unos dosieres.

—Hola, Jongin. ¿Quieres que meta tus gastos de la quincena al sistema?

Jongin levantó la mirada y sonrió.

—Hola, KyungSoo. No hace falta. Lo haré yo.

—Venga, dame los tiques y yo lo haré. Tienes pinta de estar a tope.

Chasqueó la lengua y se dio cuenta de que no tendría tiempo de hacerlo. Sacó la cartera del bolsillo de la chaqueta y empezó a sacar comprobantes.

—Siéntate un segundo, tengo que anotarte de qué son.

—Lo puedo mirar en tu agenda.

Me miró y volvió a dibujar una sonrisa.

—Joder, piernas, eres un crack.

Unos nudillos golpearon la puerta abierta y los dos miramos hacia allí. Era el superintendente, sonriente y sonrojado. A ese hombre iba a darle un infarto un día de estos; parecía un cochinillo, el pobre hombre.

—¿Qué tal? —saludó.

—Luego vengo a por eso —dije disculpándome.

—No, no. Toma.

Jongin me pasó un fajo de papeles y me dio las gracias. Pasé al lado del jefe y le sonreí.

—Este chico es un crack —le dijo Jongin.

—Eso dicen.

—Zalameros —bromeé.

No sé por qué, el jefe (al que había apodado «Osito Feliz») me había tomado cierto cariño y, aunque no pasaba muy a menudo por allí, cuando lo hacía siempre tenía un momento para preocuparse por cómo me iba todo. Hyorin le hablaba bien de mí y creo que Jongin también. Al fin y al cabo me había adaptado muy bien al trabajo.

Cuando volví a mi sitio me puse con los gastos de Jongin. Debían ser paranoias mías, pero me daba la sensación de que hasta olían a su colonia. Eso me hizo sonreír. Este hombre, siempre tan impoluto...


Sehun vino a recogerme sin previo aviso a la hora de comer; Jongin tenía una reunión con un cliente y «mi novio» no quería comer solo o con el resto de compañeros. Evidentemente seguía teniendo cierto recelo por relacionarse con «gente». Por mi parte le dije que había quedado con Bora y que, como todos los jueves, tocaba nuestra comida semanal en el japonés de El Corte Inglés, pero que podía venirse. Hizo una mueca.

—No voy a dejar de comer con Bora, Sehun. Ya había quedado con ella. Si me hubieras avisado...

—No, no. Lo comprendo. Está bien. Pregúntale si le importa que os acompañe.

A Bora no le importó. A decir verdad, le gustó que lo llevara porque aprovechó para hacerle un rato la puñeta. A veces, cuando los veía juntos, me acordaba de que entre los dos un día ardió Troya en la cama y me sentía un poco incómodo. No creo que a nadie le guste esa sensación, pero... no eran celos, que conste. Era una especie de cosquilleo que me hacía sentir fuera de lugar, como si el hecho de que Sehun estuviera conmigo formara parte de una farsa enorme.

 

La tarde fue aburrida. Cuando ordené algunos datos en unos documentos de Excel, me quedé sin trabajo y me dediqué a mirar mi perfil de LinkedIn, por si había habido suerte y alguien se había interesado. Pero nada. Todo seguía como siempre: parado.


A las seis me fui a mi clase de yoga con Bora. Pasamos más tiempo tendidos riéndonos en la colchoneta que haciendo estiramientos. Nos entraba fatiguita enseguida. En realidad aquello era la excusa perfecta para poder tomarnos después un chai calentito en el Starbucks que había junto al gimnasio, aunque quizá era una excusa muy cara que yo no podía permitirme.

Después de despedirnos con un beso en la mejilla y un «hasta mañana», Bora se marchó andando hacia el metro y yo hacia el autobús, en la dirección contraria. Cuando ya cruzaba la calle con prisa para refugiarme del frío en la marquesina del autobús, alguien me llamó a mi espalda.

Llevaba un traje gris oscuro, camisa blanca, jersey de cuello de pico granate y corbata del mismo color que el traje. Impoluto, como si terminara de salir de casa. Jongin, claro. Qué rabia me dio compararnos..., yo llevaba el pelo revuelto bajo un beanie, un chándal ceñido negro, una camisa de deporte y zapatillas de deporte. Le hizo gracia.

—¡Mira, Flashdance! —bromeó.

—Qué graciosito.

—¿De dónde vienes? ¿De soldar un poco? —dijo refiriéndose a una de las escenas de la película.

—Vengo de yoga, imbécil.

—Voy hacia casa. ¿Te vienes?

Era absurdo decirle que no. Íbamos al mismo jodido edificio pero... ¿solos en su coche? Suspiré. Si quería normalizar la situación, tenía que empezar a ceder. Le dije que sí, claro. Caminamos en paralelo y en silencio hasta el parking donde dejaba el coche y una vez dentro, encendió el motor. El equipo de música se conectó y empezó a sonar Jolene, de Ray LaMontagne. Le miré con el ceño fruncido.

—¿Eso es de Sehun?

—No. —Se rio maniobrando para salir de allí—. Esta vez es mío. Tu novio sigue fiel a Lana.

Me descojoné. A mí tampoco me gustaba mucho Lana del Rey, aunque confieso que tiene un par de canciones que consiguen emocionarme.

—No creas que esto es mejor. Cambia esta música o me tiraré del coche en marcha.

—¿Y qué te pongo? ¿PSY?

Y se puso a canturrear la banda sonora de Flashdance. Le aticé en el brazo y él cambió la canción con un toque en uno de los mandos del volante y una sonrisa. Esta vez sonó la guitarra de Ironic, de Alanis Morissette.

—Mejor. Me gusta esta canción —le dije.

—Sí, es genial.

—Y no quita las ganas de vivir.

La sonrisa de Jongin se ensanchó, a pesar de tener los ojos fijos en el tráfico. Salimos del garaje y nos deslizamos por el asfalto de la Gyeongok en dirección a Gangnam. Las luces de las farolas y de los adornos navideños iban iluminando la semipenumbra del interior del coche.

—¿Qué tal todo? Hace días que no hablamos —me dijo.

—Bien. Es que estás echándole muchas horas al curro —me quejé disimuladamente. Eso y viendo películas de animación con mi hermano. Creo que debía saberse ya los diálogos de Ice Age. ¿Podrían darme ternura y odiarlos a la vez? Sí, a las pruebas me remito—. ¿Estáis con algún proyecto importante en la oficina?

—Con varias cosas. Y como sigo sin ayudante... —Levantó las cejas—, pues mira, me jodo.

—¿Te pagan las horas extra?

—Sí, pero preferiría que invirtieran ese dinero en el sueldo de alguien que me ayudara todos los días. No es algo pasajero.

—¿Y un becario?

—No quiero becarios. Esos se van. Quiero a alguien que aprenda bien nuestro trabajo y que quiera ser mi mano derecha; alguien en quien confiar.

—¿Se lo has dicho al Osito Feliz?

—Sí. Hoy se lo he vuelto a recordar. Me ha dicho «proooontoooo». Me conozco yo sus «pronto». En fin. ¿Y... qué tal con Sehun?

Nos miramos de reojo. No me gustaba hablar de mi relación con él. Jongin formó parte un día de esta y aunque habían pasado tres meses desde que abandonó el barco dejando a mujeres y niños detrás, aún no me sentía cómodo.

—Va bien. —Y asentí para mí.

—¿Irás al pueblo en Navidad?

—No lo sé.

—¿Y eso? ¿Te da miedito? —preguntó burlón.

—No es eso. Es que no sabría qué decirle a mi madre.

—Pues... que te vas a conocer a la familia de tu novio, ¿no?

—Bueno, es más complicado.

—¿Y eso?

—Venga, Jongin —supliqué que no me hiciera explicárselo.

—¿Qué? —Y cuando desvió la mirada de la carretera para centrarse en mí, me di cuenta de que el muy puto no sabía a qué me refería.

Suspiré.

—En septiembre le dije que estaba contigo para poder marcharme de vacaciones con vosotros y..., bueno, aunque le dije que... —empecé a agobiarme—, que tú y yo ya no..., ¿cómo le digo yo ahora que...?

—Ya. Vale, vale —me cortó—. El tema padres es siempre complicado.

—¿Tú irás? Al pueblo de Sehun, me refiero.

—Sí. Yo sí. —Hubo un silencio—. ¿Dónde si no? No tengo otro sitio donde ir.

Se me puso un nudo en la garganta.

—Baek me contó que te invitó a cenar en Nochevieja en casa con mis padres.

—Tu hermano está loco de cojones.

—Eso es verdad. ¿Cómo va lo de Google?

—Pues está megapreparado para la entrevista, pero aún no lo han llamado. Si al volver de las fiestas sigue sin saber nada, llamo de nuevo a mi contacto.

—Gracias. Te estás tomando muchas molestias.

—No son molestias. Baek me encanta.

Tragué el nudo para que me dejase respirar.

—Yo..., esto... Sé que este comentario va a sobrar...

—Ni lo digas —pidió, como si tuviera la certeza de hacia dónde iba a ir la conversación.

—Déjame decirlo y sentirme un poco hermano mayor.

Gruñó como respuesta.

—A esa edad los chicos somos muy impresionables. Tú..., tú eres muy guapo y muy atento con él. No quiero que se confunda y que lo pase mal.

—Yo tampoco —dijo tajante—. No va por ahí.

—A vosotros siempre os parece que no va por ahí.

—Pero es que no va por ahí. Pregúntale a él si quieres. Estoy seguro de que él tiene aún menos intención que yo..., que no tengo ninguna.

Él que gruñó entonces fui yo. Jongin me palmeó la pierna y me pidió que no me preocupase tanto. Sus dedos. Sus dedos largos y masculinos presionando mi piel, por encima de la fina tela de mis mallas. El calor de su palma invadiendo centímetro a centímetro mi carne. Y si viajara hacia arriba..., yo... aparté la pierna violentamente y Jongin se removió en su asiento.

—Lo siento —musitó.

Después no nos dijimos más. Nos despedimos en el ascensor y me preguntó si quería bajar a cenar.

—No. Hoy quiero mandar unos cuantos currículos.

—¿No ha habido suerte con nada? —preguntó apoyado en el sensor para que no se cerrase la puerta.

—Nada. Y estoy empezando a desesperarme, más que nada porque el sueldo que tengo es una basura y apenas me queda margen para vivir.

—Creo que deberías hablar con tu casero, a ver si te rebaja el alquiler.

—Es un cabrón avaricioso, no creo que consiga nada.

—Invítale a un vino. Eso suele funcionar. —Me guiñó un ojo.

Cuando llegué a mi piso me di una ducha, me puse el pijama y lancé por lo menos veinticinco mails con mi currículo. También me apunté a varias ofertas de trabajo que encontré en la Red, de esas que sabes que nunca responderán. A la hora de cenar me zampé una sopa precocinada y una hamburguesa de soja y me metí en la cama para leer. Ya se me caían los párpados de sueño cuando Sehun usó las llaves del «casero» y se metió en mi cama.

—Hace un frío de pelotas por el pasillo —se quejó sin saludar.

Subía en pijama, con unos pantalones a cuadros y un suéter azul marino de manga larga que no es que abrigara mucho.

—Si vinieras vestido como Dios manda. —Me reí y dejé el libro en la mesita de noche—. Anda, ven, que yo estoy calentito.

Sehun se acurrucó sobre mi pecho y metió las manos entre mi cuerpo y el colchón para poder calentarlas.

—Hum..., qué gustito —musitó.

—Cobro por esto, que lo sepas.

—Me ha dicho Jongin que estás agobiado con la pasta. ¿Necesitas algo?

—Un trabajo mejor pagado.

—Hum..., de eso no tengo. —Su nariz fría se rozó con mi cuello y ronroneó.

—¿Tú qué tipo de calor vienes buscando? —bromeé.

—Todo el que me des.

En una maniobra rápida se subió encima de mí, debajo de la esponjosa colcha de plumas, y me abrió las piernas. Yo me reí retorciéndome cuando metió las manos frías debajo de mi pijama.

—Qué calentito estás. Ven, dale calor a este pobre novio.

—Farsante.

Sonrió y su sonrisa iluminó la habitación.

—¿Qué tal un ratito de sexo amoroso para terminar el día? —propuso con cara de pillo.

—Ya decía yo..., mucho mimo viniendo de ti.

—Soy un tío muy mimoso, ¿qué le vamos a hacer? Pero te sobra ropa para los arrumacos que quiero hacerte.

Se inclinó y me besó. El beso se volvió húmedo y profundo y yo gemí al notar su respiración agitada. Nos movimos con premura para quitarnos la ropa. Unos besos en el cuello, un par de roces y aclaradas las intenciones para aquella noche. No estaba muy excitado aún, pero él se hundió en mí sin mucho protocolo. Los dos gemimos; la sacó para humedecerla con saliva y volver a penetrarme.

—Guarro —me quejé.

—Eso no me lo dices siempre, ¿eh?

Se inclinó de nuevo sobre mí y me arqueó. Colisionamos. Gemí. Él también lo hizo. Me agarré a la almohada y Sehun embistió con más fuerza.

—Ah... —gimió—. Mmm, cielo.

Cerré los ojos. Se deslizaba dentro de mí con cierta aspereza porque yo seguía sin estar muy excitado. Ralentizó el movimiento y me preguntó si iba todo bien.

—Claro —le dije—. ¿Por qué?

—Estás..., hummm..., un poco... seco.

Me subió todo el calor del mundo a la cara. ¿Por qué ese comentario me daba tanta vergüenza? Era mi novio y estábamos follando.

—Es que ha sido muy rápido. —Flashback de Jongin follándome contra la pared de su piso, nada más entrar, seis meses atrás. Carraspeé—. Espera un segundo.

Sehun salió de dentro de mí y yo alcancé un tubo de lubricante del cajón de la mesita. Cogí un poco y lo repartí entre él y yo. Después se volvió a colar dentro con un empujón de su cadera.

—Ah... —repitió—. Ahora sí.

Cerré los ojos. Ese flashback cabrón me había descentrado, pero Sehun era hábil y sabía cómo devolverme al aquí y ahora. Levantó mis caderas y tiró de mí. Lamió mi cuello, mi garganta, mi barbilla y después se puso a susurrar «cosas sucias» en mi oreja, porque sabía que me gustaba.

—Con el traje de hoy se te marcaban tanto el culo..., me he pasado el día empalmado.

No. No se le daba muy bien eso de decir cosas guarras, pero yo se lo perdonaba porque al menos lo intentaba.

—Dime más —le pedí.

—Quiero correrme en tu boca.

Bueno, un poco mejor, pero hoy no es tu día de suerte, vaquero. Aceleré mis caderas y él lanzó un gemido.

—Joder, cielo. Joder... —Se cogió a la almohada con fuerza y lanzó un gruñido de placer—. Ponte arriba. Muévete y vuélveme loco.

Dimos la vuelta y me acomodé sobre él, que se enterraba en lo más hondo de mí, sin poder parar de embestirme. Abrí más las piernas y sus dedos se agarraron con fuerza a mis cachetes.

—Dios...Yo... ya... casi... —gemí mientras me frotaba.

Sehun se volvió a dar la vuelta hasta acomodarse encima de mí. La manta terminó en el suelo y nosotros dos, desnudos y sudados, no nos dimos ni cuenta. El golpeteo entonces fue demencial. Dentro, fuera, dentro, fuera. Sin parar ni un segundo. Fuerte. Clavé mis uñas en sus nalgas y se aceleró.

—Córrete... —me dijo—. Córrete con mi polla dentro.

—Sí —gemí—. No pares, no pares, joder.

—¿Monguer?

La voz de mi hermano invadió toda la habitación procedente del salón y antes de que pudiera hacer nada, lo vi asomarse a la habitación.

—¡¡Baek, joder!!

—¡¡Hostias!! —gritó.

—¡Mecagüendi...! —se quejó Sehun sin poder evitar correrse.

Baek se tropezó con todos los marcos de las puertas y todas las paredes hasta llegar al rellano. Después bajó corriendo las escaleras.

Notas finales:

HAHAHAHAHHA Maldito Baek!!! Por favor!! HAHAHAHHAHAHA no puedo más.... Siempre aparece en el mejor momento Hahahah OMG

 

Subo la historia también por wattpad: http://w.tt/1KE6cYw

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