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Odio mi empleo... pero lo necesito (En proceso de edición) por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

¡Hola!
Les traje un nuevo capítulo :) ¡Espero que les guste!

3

Nuevo empleo

 

Tras una noche sin poder dormir a causa de la emoción, se levantó tan sólo la alarma sonó. Fue a tomar una ducha y saliendo se vistió lo mejor que pudo. Se sintió de pronto ligeramente estúpido por actuar de esa forma, pero en su interior la felicidad era muy grande.

      No había sido sencillo para él esos dos años, donde su dignidad había desaparecido casi por completo, además de que en más de una ocasión los mismos clientes se encargaban de destruirle la poca autoestima que le quedaba restregándole que no era más que un cualquiera, una basura, o un agujero para liberar deseos sexuales.

      Esos dos años había deseado tener otra oportunidad, y ahora por fin la tenía. Si bien el tema del empleo con Broly era un asunto aparte, donde no podía renunciar; ahora tenía otro escape que lo haría olvidarse por unas horas de la tortura que era ser empleado de aquel sujeto en ese mundo tan horrible.

     Terminó de arreglarse y fue a la cocina a preparar un buen desayuno. Se asustó un poco por la repentina aparición de Tarble en el marco de la puerta. Normalmente él dormía hasta tarde, por lo que casi nunca se daba cuenta de a qué hora o qué hacía el menor a esas horas de la mañana.

     —Vegeta…—susurró tallándose un ojo con el puño, todavía adormilado—. Te ves muy bien. ¿A dónde vas?—con dificultad se subió arriba de una mesa del comedor.

     —Tengo un trabajo nuevo—colocó un plato con panqueques frente a él.

     —¿En serio? —metió un bocado de comida en su boca—. ¿Y qué hagag en tu nuego tragajo?

     —Sólo ayudar a guardar papelería importante, seré como la mano derecha del jefe—escuchó el sonido del timbre, así que se apresuró a abrir—. Bulma, pasa, por favor.

     —Vegeta, ¿a dónde vas tan guapo?—comentó acomodándole el cuello de la camisa—. ¿Una cita?

     —Nada de eso, me ofrecieron una vacante en una empresa. No estoy seguro de la hora que saldré, te llamaré cuando termine mi turno, ¿está bien?

     —Claro que sí. Vegeta, no tienes que preocuparte por nada de eso. Ya te lo dije, yo siempre estaré para apoyarte—el pelinegro sonrió con ternura a la mujer.

     —Gracias. Tarble, ya me voy; pórtate bien con Bulma.

     —Sí, hermano—respondió desde la cocina.

     El pelinegro salió del apartamento y bajó, para salir a la calle. Caminó unas cuantas cuadras, fastidiándose un poco de que a cualquier taxi que llamaba no se detenía, ya sea porque iba ocupado o porque un conductor molesto no quería parar. Un auto color negro redujo su velocidad y fue despacio a un lado de la acera, pitando.

     El pelinegro lo ignoró y siguió caminando de frente, creyendo que se trataba de un cliente que lo había reconocido y que quería molestarlo un poco. Un nuevo sonido del claxon se escuchó, así que siguió caminando con un poco más de prisa. Al tercer pitido se molestó y volteó, con intención de gritarle al dueño del automóvil. Sin embargo, las palabras se ahogaron en su garganta al identificar al conductor, que le dedicaba una sonrisa.

     —¿Kakarotto?

    —¿Necesitas que te lleve? Al fin y al cabo vamos al mismo lugar—el de cabellera en forma de flama miró a toda direcciones, dándose cuenta de que ningún otro medio de transporte pasaba. Soltó aire y subió a ese auto, un Porsche 911 Turbo.

     —Gracias. ¿Pero no es un poco extraño que lleves a tus empleados al trabajo?

     —¿Eh? Bueno, normalmente estoy en mi oficina y no convivo mucho con ellos, no los conozco bien, son demasiados—miró con una sonrisa al Saiyan—. Pero me alegra saber que sí decidiste aceptar.

     —Bueno, no podía dejarte sin asistente—el más alto soltó una risita.

     —Vegeta, quería decirte una cosa. Hoy habrá una junta con directivos de otras empresas. Hoy habrá un poquito de trabajo extra, demasiado papeleo, muchas llamadas… No te preocupes, mi secretaria te ayudará en lo que te acostumbras al puesto. Sólo quería avisarte cómo serían las cosas hoy.

     —Está bien…

     Al llegar a aquel edificio, el Saiyan se percató de que el Son tenía un lugar exclusivo en el estacionamiento. Además, en toda la extensión de éste, había demasiados guardias vigilando la entrada y salida de los autos. Subieron por el elevador hasta el último piso, y fueron directo a la oficina del de cabellera alborotada. Había un escritorio al frente, al centro, para Goku; y en la esquina había otro para Vegeta.

     Tal como había dicho Goku, el día iba a ser demasiado pesado. Entre un montón de peticiones de papelería de diferentes tipos, así como constantes avisos a los empleados, la mañana y tarde de juntas se fue un poco rápida. Con un día de grandes resultados, y al haberse tenido que quedar muchos empleados horas extra, la mayoría ya se había retirado a sus casas.

     Vegeta guardó unas últimas cosas de forma lenta, mirando de reojo cómo Goku terminaba de apagar su computadora. Soltó un suspiro cuando lo vio colocarse el abrigo, dando a entender que ya había terminado también sus labores ese día.

     —Disculpa, Kakarotto. ¿Puedo hablar contigo?

     —Por supuesto, Vegeta. Siéntate—el menor usó una silla que estaba frente al escritorio del Son—. ¿De qué quieres hablar?

     —Como muestra de lo agradecido que estoy por haberme dado este puesto, quería invitarte a comer en mi hogar. Perdona que no pueda pagar un restaurante elegante como a los que seguro estás acostumbrado, pero te aseguro que te puedo preparar algo delicioso.

     —¿Me estás invitando a comer en tu casa? —el más bajo asintió, Goku sonrió—. Me encantaría, Vegeta. Muchas gracias.

     Ambos salieron de la oficina, bajaron hasta el estacionamiento y fueron en el auto del mayor hasta el edificio con departamentos donde vivía el Saiyan. El menor lo guio hasta el piso donde residía y entraron al modesto hogar.

     —¡Vegeta! —el niño que se había asomado corrió a abrazar a su hermano. Fue levantado por el de cabellera en forma de flama—. Te extrañé mucho—se ocultó en su pecho.

     —Sólo me fui unas horas.

     —Pero es raro no verte en las mañanas—se asomó por el hombro del mayor, notando una presencia—. ¿Quién es él?

     —Hola, pequeño Me llamo Goku—saludó revolviéndole los cabellos.

     —Tarble, él es mi jefe. Se quedará a cenar con nosotros.

     —Mucho gusto, señor Goku—saludó. Una cuarta presencia apareció, se trataba de la peliazul.

     —Vegeta, me alegra que hayas vuelto—se percató de la presencia del más alto—. Buenas noches—miró una vez más a su amigo para susurrarle—: Tengo que irme, Yamcha me acaba de llamar para que tengamos una cita.

     —Sí. Bulma, gracias por todo—tomó las manos de la mujer—. Ve con cuidado—la mujer se retiró, el Saiyan sólo la vio irse con una sonrisa en el rostro.

     —Podría haber jurado que es tu novia por la forma en que se miran—comentó el pelinegro más alto cuando caminaron hasta el interior del departamento.

     —¿Eh? Para nada, es como una hermana para mí—miró a Tarble—. ¿Ya cenaste?

     —Sí, ya cené—bostezó y se acurrucó contra él.

     —Kakarotto, dame un minuto. Lo dejaré en su habitación.

     Vegeta llevó en brazos a su pequeño hasta su alcoba. Lo colocó sobre la cama y lo arropó bien. Acarició su cabellera un largo rato, en lo que él se quedaba dormido. Un choque de emociones lo llenó. ¿Qué habría sido de él si ese niño no hubiera sobrevivido en aquel accidente? Seguramente él se habría vuelto loco ante la soledad.

     Pero no, ahí tenía a su pequeña esperanza, un sobreviviente de aquella fatalidad y que día a día le recordaba por qué seguía intentándolo. Besó su frente y sonrió antes de apagar la luz y salir de la habitación. Al llegar a la sala vio a Goku mirando una fotografía que estaba colgada en la pared. Se acercó a su lado y vio lo que estaba mirando.

     —Fue el día que nació Tarble—explicó—. Yo tenía 15 años.

     —Te ves demasiado feliz—susurró.

     —Aún no había pasado nada malo—miró con una media sonrisa al mayor—. ¿Qué te gustaría cenar?

     —¿Eh? Cualquier cosa estaría bien—acompañó al más bajo a la cocina. Vio cómo Vegeta se quitaba el saco y lo colocaba sobre el respaldo de una silla. Lo imitó y se lavó las manos después de él—. Déjame ayudarte.

     —No, no podría, eres mi invitado—respondió apenado.

     —Por favor, no me siento cómodo sin hacer nada—le ayudó a cortar unas verduras que dejó sobre la mesa.

     Así estuvieron durante unos minutos, hasta que por fin terminaron de preparar la cena. Ante el silencio que se hizo presente, el menor inició una conversación con el más alto. Al cabo de un rato parecía como si fueran viejos camaradas.

     —¿Entonces no tienes pareja? —preguntó de repente.

     —¿Eh? —dejó a medio camino la cuchara, después la bajó y dejó de nuevo sobre el plato—. Es un poco complicado con el tipo de vida que llevo, ¿sabes? Es un poco problemático el saber que no podría ser fiel completamente, aunque quisiera.

     —Vegeta, ¿pero por qué sigues trabajando en eso?

     —No es como piensas. Él me hizo un préstamo un poco grande y me condicionó para trabajar para él y pagarle la deuda. No te miento, los primeros meses creí que podría llevar mi vida normal y trabajar en las noches, pero con el paso del tiempo me fue más difícil, me quedaba dormido en mis clases e incluso reprobé algunos exámenes. Terminando el semestre decidí darme de baja en la universidad.

     —Debió ser difícil para ti tener que elegir—el menor asintió.

     —¿Y qué hay de ti? ¿No sales con alguien?

     —No, nada de eso… Cuando tomé el puesto dejé atrás mi adolescencia. Dejé de tener tiempo para conocer gente o salir con mis viejos amigos.

     —¿No te piensas casar o algo?

     —No sé—bebió un poco de agua—. He recibido propuestas de otros directivos, para que me case con sus hijas y tener así una alianza entre nuestras empresas.

     —¿No es mejor un acuerdo escrito solamente?

     —Sí, pienso lo mismo—dijo riéndose—. Lo cierto es que no me gustan las mujeres.

     —¿No te…? —arqueó una ceja—. ¿Entonces por qué…?

     —No es algo que necesite decir abiertamente—apoyó su cabeza en su puño—. Dime, ¿a ti te gustan las mujeres?

     —¿Eh? —se sonrojó—. ¿Qué demon…?

     —Disculpa, no quería incomodarte. No tienes que responder, sólo era ligera curiosidad.

     —¿Eh? No, nada de eso. Sólo me sorprendió un poco—miró con duda el vaso antes de responder—. Me gustan los hombres.

     —Vegeta, gracias por la comida—dijo terminando el platillo, el menor se levantó y lavó los trastes mientras el mayor lo veía desde la silla.

     —¿Te parece si seguimos hablando en la sala?

     —Sí, Vegeta—lo acompañó hasta la sala y se sentó en el sofá junto a él.

     —Kakarotto, vuelvo a darte las gracias por el puesto.

     —No es nada, Vegeta—sonrió, pero su sonrisa se fue borrando lentamente. Se levantó, bajo la mirada confundida del menor—. Creo que alguien tuvo un accidente aquí.

     —¿Eh? —tocó el cojín, dándose cuenta de que estaba completamente mojado—. Debió haber tirado jugo o algo—se refirió a que estaba un poco pegajoso.

     —¿De casualidad tienes un cambio de ropa que me prestes?

     —¿Eh? Claro, ven. 

     Lo llevó hasta su habitación y le extendió un pants y ropa interior, los cuales fueron aceptados. Goku entró al baño y a los minutos salió usando las prendas que le prestaron. Aquella ropa, por ser de la talla del más bajo, le quedaba ligeramente ajustada, pero no tanto como para incomodarlo.

     —Gracias—dobló su pantalón y lo colocó sobre la cama.

     —No es nada, disculpa el inconveniente.

     —Vegeta—se sentó en la orilla del colchón—. Me gustaría que si, en algún momento te sientes cansado o se te dificulta el trabajo, me lo dijeras.

     —¿Eh? No tienes que tener tantas consideraciones conmigo sólo porque…

     —No sólo es por eso, Vegeta. Empatizo mucho contigo en algunas cosas—suspiró—. No es como si me gustara tanto la responsabilidad que llevo a esta edad—le dedicó una media sonrisa—. Hay días en los que amanezco agotado, sintiendo mucha presión, o sin ánimos de ir a trabajar. No te miento, incluso he faltado sólo porque no ando de humor.

     —Debe ser una tortura estar a cargo de una empresa multimillonaria—el más alto empezó a reír.

     —Suena genial, pero a veces es molesto. Cargas con una responsabilidad muy grande, un error y todo se puede arruinar. Te condenas a encerrarte en una oficina todo el día, tienes que hacer mil acuerdos con gente que ni conoces, ni siquiera tienes tiempo de conocer a alguien para poder formalizar una relación. Incluso aunque lo tuviera, a menos de que trabajara a mi lado no podríamos convivir mucho. Con el tiempo el amor se acabaría y volvería a la soledad—miró al menor—. Es complicado a veces, porque vivo solo y mi familia no me visita más que en las fiestas navideñas.

     —Entiendo más puntos de los que crees—rio sin gracia—. De un día a otro dejé de tener con quién pasar fiestas, y una vida nocturna como aquella no cualquiera la acepta.

    —Vegeta, entiendo a veces cómo te sientes. Por eso insisto, si no te sientes bien, o si algún día tienes complicaciones de cualquier tipo, sólo dímelo.

     —Gracias, Kakarotto.

     —No es nada—su teléfono sonó, miró el remitente y respondió—. Dame un minuto—se levantó y fue a una esquina de la habitación sólo para contestar—. ¿Sí?... Sí… Ajá… Voy para allá—miró con ligera molestia el dispositivo antes de volver a mirar al Saiyan—. Mi hermano tuvo problemas con un sujeto, está detenido por golpearlo. ¿Crees que puedas darme un poco de café? Esto tardará unas horas en arreglarse.

     —C-claro—fueron a la cocina y ahí encendió la cafetera—. Supongo que no tendrás que esperar hasta Navidad para verlo.

     —No es la primera vez que esto pasa—se quitó la camisa de botones, abajo llevaba una interior con mangas—. No es agradable ir por tu hermano a prisión.

     —¿Es un adolescente? —preguntó vaciando en un termo el líquido.

     —No, pero se comporta como uno. Es mayor que yo, tiene 30—tomó el termo que el más bajo le extendió—. Te lo agradezco mucho.

     —Ve con cuidado—lo acompañó hasta la puerta.

     —Nos vemos mañana—tomó la mano del menor y la besó.

     —¿No podías despedirte con un apretón de manos? —arqueó una ceja, el más alto sólo soltó una risilla.

     —Hasta mañana.

     Soltó su mano para perderse por el pasillo. Vegeta se quedó mirando hacia su dirección un largo rato. Después miró su mano, justo en el lugar donde los labios del Son habían tocado. Rio bajo antes de volver a entrar a la casa. Se recargó en la puerta y miró al techo, luego cerró los ojos y finalmente suspiró.

     —No puedo ni siquiera pensarlo…

 

 

Notas finales:



Por si se preguntan (aunque no creo) por qué no actualizo rápido, es porque estoy subiendo un capítulo por fic en orden:
El único en mi vida
Mi novio suicida
Cupido me hace bullying
Odio mi empleo... pero lo necesito

Digo, por si andaban con el pendiente.

Sin más, me despido. ¡Hasta la próxima!

~~~Insectos~~~

 

Notas finales extra (21/05/2021):

Primera edición: 20/09/2015

Segunda edición: 14/01/2020


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