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¡Sí, su majestad! por PukitChan

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¡Sí, su majestad!

Por:

PukitChan

 

Capítulo II:

El príncipe más querido

 

El imponente palacio de la familia real era un lugar que, a pesar de su tamaño, resultaba ser increíblemente acogedor. Con sus muros altos, enormes candelabros, amplias ventanas y largos pasillos llenos de hermosas pinturas, parecía en verdad haber salido de un hermoso cuento de hadas.

Mientras las mucamas y los guardias se encargaban de su equipaje, Draco miró a través de la ventana de su habitación, observando los amplios jardines. La seguridad en el castillo era fuerte pero discreta, así que parecía ser un sitio donde los sobresaltos no eran comunes y se podía descansar con tranquilidad.

—¿Se encuentra cómodo en su habitación, señor Malfoy? —Abriéndose paso entre las pequeñas reverencias del personal, Potter apareció con una sonrisa dibujada en su rostro. Lucía un atuendo diferente, más formal y elegante, aunque en él había un aura salvaje que era difícil de ocultar. Lo único que parecía no poder soltar era su espada, aunque sus movimientos siempre intentaban evitar que las miradas se posaran en ella.

Draco no se alegraba de verlo. Ni a él ni a su espada, aunque de antemano el hombre les hubiera avisado que sería su anfitrión. Miró a su alrededor buscando apoyo, pero pronto recordó que Theo estaba en otra habitación y que probablemente no saldría de ella en un buen rato.

—Estoy bien —respondió escueto. El viaje había sido largo, su compañía demasiado aburrida y su llegada inesperada. No tenía deseos de ser sociable con quien no le interesaba serlo. Después de todo, estaba allí para conocer al príncipe, no a un extraño y dudoso miembro de la guardia que parecía creerse el dueño del lugar.

—Si necesita algo, estamos a su entera disposición —murmuró Harry, sin poder evitar un rastro de diversión en su voz que llamó la atención de Draco. Era como si el maldito se estuviera burlando de él. ¿Quién se creía que era? No obstante, antes de que pudiera reclamarle algo, añadió—: Iré con su acompañante.

Draco optó por ignorarlo una vez más. Cuando por fin las puertas se cerraron y él quedó solo en la habitación, se recostó en la cama y cerró los ojos, intentando despejar su mente de todos aquellos absurdos pensamientos que estaban relacionados con Potter. Se concentró, en cambio, en pensar cómo sería su vida si los acuerdos de un matrimonio se realizaban con éxito. Sonrió involuntariamente al imaginarse dándole absurdas órdenes a Potter solo para quitarle esa maldita expresión arrogante de la cara. Después de todo, si se casaba con el príncipe de ese reino, Potter tendría que servirle fielmente, ¿no?

Sin darse cuenta del rumbo de sus pensamientos, Draco mejoró su humor y se dispuso a darse el baño que una de las mucamas había preparado para él. Le gustó hundirse en la bañera y disfrutar del calor relajando cada uno de sus músculos. Le agradó pensar en un príncipe rodeándolo con sus brazos.

Draco, al igual que todos los habitantes de los reinos aledaños, había escuchado hablar de la fama del príncipe. Solitario, pero muy querido por su pueblo, se decía que no existía corazón humano capaz de alcanzarlo. Al rubio no le importaba estar o no enamorado, y quizá por eso la reina había llegado a un acuerdo con sus padres que involucraba más intereses políticos que emocionales. Siempre era preferible que dos reinos encontraran lazos que estrecharan sus relaciones a verse obligados a entrar en una guerra que solo causaría pérdidas para ambos bandos. La unión de dos importantes herederos solía crear un espacio neutral para todos.

Sobre todo cuando se deseaba mantener el poder.

Theo tocó la puerta de su habitación dos horas después. Al igual que Draco, se había bañado y cambiado de vestimenta, y parecía de mejor humor, como si hubiera descansado en un maravilloso lugar durante mucho tiempo.

—Dentro de poco comenzará la cena —dijo Theo, acercándose para acomodarle el saco. Era un hábito que tenía desde que era muy pequeño, aunque en opinión de Draco, solo lo hacía parecer como una madre preocupada por sus hijos—. Se encontrarán pocas personas a causa de nuestra inesperada visita. Por favor, agradable.

—Yo soy muy agradable. —Theo se alejó, lanzándole una mirada llena de pura incredulidad que ofendió a Draco—. Realmente puedo serlo. —Luego, como si no creyera sus propias palabras, añadió—: Siempre que me interese.

—Esta noche te interesa —murmuró Theo—. Draco, te conozco y sé que de verdad eres un buen amigo, pero a veces cuesta verlo. Sabes perfectamente por qué.

Draco hizo una mueca desdeñosa que hubiera quedado increíble en un niño de seis años.

—Me portaré bien, mamá.

Aunque Theo nunca mencionó que Draco debería ser amable con Potter.

Cuando una jovencita tocó suavemente para guiarlos hacia salón principal donde la famosa cena se realizaría, Draco ya había aceptado a regañadientes que en realidad le daba curiosidad conocer a las otras personas que habitaban el castillo, esperando que ninguna de ellas se pareciera a Potter, porque, de lo contrario, rechazaría cualquier propuesta sin importar cuán grandiosa fuera. No podría soportar vivir en un palacio lleno de copias de ese imbécil.

—Adelante, por favor.

El salón al que entraron, al igual que el resto del palacio, era magnífico y elegante. En el medio, justo debajo del hermoso candelabro, había una mesa hexagonal que estaba preparada para recibir a sus comensales, los cuales detuvieron sus conversaciones en el momento en el que ellos entraron. Draco los miró rápidamente, grabándose sus rostros; era importante saber dónde podría encontrar aliados.

Había dos mujeres: una era de cabello alborotado y expresión sabihonda. Miraba a Draco y a Theo como si supiera todos sus antecedentes y estuviera dispuesta a usarlos en su contra si era necesario; la otra, un poco más joven, era castaña e increíblemente atractiva. Con su pose tranquila y su sonrisa suave, parecía el ejemplo perfecto de todo lo que una señorita de su clase debía ser. Sus acompañantes también eran dos; uno, por supuesto, era Potter. El otro, un joven rubio (menos rubio que Draco) tenía una apariencia formal y aburrida. Para Theo fue extraño que todos rondaran la misma edad. 

—Buenas noches —saludó Harry, con un tono de voz más educado, pero aún sonriente. Al parecer, Draco no era el único que debía portarse mejor—. Antes que nada, permítanme presentarlos. Señor Malfoy, señor Nott, ellas son Astoria Greengrass, amiga de la infancia del príncipe, y Hermione Granger, una de sus principales consejeras. Él es Ernie Macmillan, hijo de una importante familia del reino.

Se saludaron con una educación bastante formal. Era notorio que, a excepción de Greengrass y Potter, todos parecían demasiados incómodos allí. Sentarse en la mesa no fue una manera de aligerar el ambiente. De hecho, parecía que estaban a punto de entrar en un consejo de guerra en lugar de una cena de bienvenida.

—Nos disculpamos en nombre de la reina y el príncipe. —Hermione abrió la conversación con una amable sonrisa. Potter le lanzó una mirada de agradecimiento que Draco encontró extraña—. La reina tuvo que partir al consejo de Versailles.  

—Es posible entonces que se encuentre con el padre de Draco —dijo Theo, mostrando su sonrisa exclusiva para ese tipo de situaciones—. Fue precisamente por eso que no pudo acompañarnos.

—La corona de Versailles pronto será heredada —añadió Astoria mientras miraba la copa de agua que estaba frente a ella—. ¿No habrá problemas con las relaciones mercantiles que se tienen?

—No mientras el príncipe mantenga los acuerdos pactados por el rey —contestó Ernie, levantando su mirada hacia la muda expresión de Draco—. Perdonen. Algunas veces podemos ser muy aburridos. Harry siempre nos los reprocha.

—Porque lo son —exclamó el aludido—. Solo ustedes convierten un comentario casual en una conversación de asuntos formales que no son apropiados para la cena ni para nuestros invitados. —Astoria ocultó su sonrisa tras su servilleta y Hermione suspiró sutilmente cuando Harry los miró—. ¿Se sienten cómodos? ¿Desean saber algo? Quizá mañana les interese dar un paseo para conocer el castillo… 

—Sería agradable —dijo Theo. Draco, no obstante, tenía algo en mente, algo que quería saber desde antes que esa reunión fuera pactada.

—¿Es verdad lo que dice del príncipe?

Hubo un breve silencio. Theo deseó patear a Draco debajo de la mesa por aquel cuestionamiento; sin duda alguna, había tocado un tema delicado. Bastaba con ver las reacciones: Astoria bajó sus cubiertos, Hermione intercambió una mirada con Erine, pero al final, fue Harry quien retomó la palabra.

—Se dicen muchas cosas del príncipe. La mayoría son falsas, si quiere mi opinión.

Draco no la quería.

—Eso solo significa que algo de lo que se dice es cierto.

—Eso depende lo que haya escuchado, señor Malfoy.

—El pueblo no habla precisamente bien de ello.

—Siento contradecirlo, pero este pueblo ama a su heredero.

—¿Usted también?

—¡Draco! —masculló Theo. Al ver que el rubio no estaba dispuesto a pedir una disculpa, la intentó ofrecer él, pero la menor de la mesa se adelantó a decir:

—Descuide, señor Nott. —Astoria agitó su mano en un gesto condescendiente—. Es natural que esté interesado en conocer más del príncipe, sobre todo si tras su próxima reunión consideran establecer un matrimonio. ¿Qué le interesa saber de él, señor Malfoy? ¿Los rumores de las miles de propuestas que ha rechazado? ¿Su corazón frío e insensible? ¿El príncipe siendo un sucio manipulador deseoso de aumentar el poder para conquistar reinos vecinos?

Ella le agradaba a Draco.

—Por favor.

Astoria entrecerró sus ojos y una dulce sonrisa, que no animó a Hermione ni a Theo pero que hizo reír a Harry y a Ernie, se extendió en sus labios.

—El príncipe sí ha rechazado propuestas de matrimonio, pero no miles. Nadie llama tanto la atención, qué exageración. No es frío, arisco o insensible; al contrario, es bastante cariñoso cuando se propone serlo. Eso sí, tiene un paladar y un gusto bastante delicado. Es un muy tonto, en realidad —comentó, sabiendo que por ser amiga de él, tenía la libertad de pronunciar esas palabras—. Lo que sí es cierto, y probablemente lo haya escuchado, es que nuestro príncipe jamás se ha enamorado. Eso ha provocado que sea egoísta y, sin darse cuenta, cruel con los sentimientos de otros al momento de rechazar o estar con alguien. A su favor, debo decir que eso no lo vuelve un mal príncipe; al contrario, ha sabido manejar los tratados con la misma maravillosa habilidad que la reina. Si el reino es tan próspero, es gracias a ellos. Como gobernantes son los mejores que hemos tenido en nuestra historia. ¿Eso satisface su curiosidad?

 —Por el momento sí —aceptó.

—Entiendo por qué la reina lo escogió a usted —murmuró Harry, llamando sin querer la atención de todos.

El resto de la cena, para sorpresa de los presentes, transcurrió sin mayores sobresaltos. Draco, después de todo, confió en las palabras de esa jovencita que sin duda no tenía problemas para que otros escucharan su opinión. Inclusive si el príncipe pretendía actuar de una manera distinta frente a él, Draco ya conocía la perspectiva de sus amigos ante su personalidad.

Al regresar a sus aposentos, luego de un regaño de Theo por su actitud en la cena, Draco se sintió mejor. Ahora que había escuchado la verdad, no tenía que fingir que el príncipe le atraía de alguna manera. De hecho, si conseguían estar solos, sabía que podría hablar con él y llegar a un buen acuerdo que los beneficiara a ambos.

La mañana siguiente, Draco despertó sobresaltado por una absurda cantidad de ruido en el pasillo. Gruñó, dispuesto a maldecir a cualquiera que se atravesara en su camino, cuando recordó que estaba en el palacio de un reino distinto. Por supuesto. Si estuviera en la mansión de su familia, nadie en su sano juicio lo hubiera despertado tan temprano.

Tras levantarse, Draco buscó la jarra que agua y descubrió que a un lado estaba una nota escrita con la caligrafía de Theo. En ella, su amigo le explicaba que había aceptado una reunión con la señorita Granger y que, por más que se intentó, ninguna mucama había conseguido despertarlo. Theo, por supuesto, se había disculpado en su nombre, aunque para los presentes no resultó ser ningún problema.

«Harry Potter desayunará contigo» decía la fatídica carta, «también pasará contigo algunas horas. Los buscaré pronto».

Draco frunció su ceño. Realmente esperaba librarse de Potter, pero al parecer era la única opción que tenía. Se aferró a su idea de desterrarlo del reino mientras se bañaba y alistaba, y cuando la mucama tocó la puerta de su habitación, ya había recuperado gran parte de su ánimo. O, cuanto menos, el suficiente para fastidiar a Potter. Además,  ¿qué otra cosa podía hacer mientras tanto?

—Buenos días —murmuró la muchacha, haciendo una reverencia—. El señor Potter me ha pedido que lo guie hasta el jardín principal.

En cierto modo, Draco se sorprendió. Considerando la fría y despectiva actitud con la que había tratado a Potter, parecía ridículo que ahora estuviera a punto de desayunar con él, en los jardines del palacio.  Era casi como si su futuro esposo en realidad fuera Potter. Como si todos a su alrededor estuvieran enterados de que era así, y habían arreglado las cosas para que ellos pasaran más tiempo solos.

Pero las cosas no eran así, se recordó Draco en el momento en el que salieron del palacio y caminaron por un hermoso sendero lleno de setos y flores azules. Y tampoco tenía idea porque sus pensamientos se estaban desviando de tal manera.

—Buenos días, señor Malfoy.

Draco lo divisó mucho antes de escucharlo hablar. Esa mañana, Potter vestía un uniforme verde que, por alguna absurda razón, resaltaba el color de sus ojos. Su cabello resultaba ser un horror, incluso desde tan temprano, y su sonrisa no parecía tener fin. Había algo en él que te decía: «¡Adelante, seamos amigos!» que resultaba odioso, aunque Draco estaba seguro de que si Potter decidía empuñar su espada, su apariencia resultaría ser todo menos amigable.

—Buenos días —contestó mientras Harry le ayudaba a sentarse. Ese Potter tan caballeroso no le agradaba nada. Le daba la sensación de que, o se estaba burlando de él o quería algo a cambio.

—¿Descansó bien?

—¿Por qué haces esto? —preguntó Draco, permitiéndose tutearlo, aunque en realidad no sabía desde qué momento había comenzado a hacerlo en su mente—. ¿Qué es lo quieres?

—¿Ahora mismo? Desayunar, por supuesto —admitió, mirando su taza de té, sin mostrarse ofendido. En realidad, fingía que no había escuchado nada—. Llegaron en una de las mejores temporadas en el reino. No siempre tenemos este clima para desayunar en los jardines. Debemos aprovechar, ¿no lo cree?

—¿Acaso estás jugando? ¿Quién se supone que eres aquí? —gruñó Draco. Harry lo miró y se encogió de hombros.

—Lo que ya le dije, señor Malfoy —murmuró—. Soy uno de los guardias del castillo. La protección de la familia real está bajo mi cargo.

—¿Y se supone que debo creerte?

—¿Y por qué le interesa si miento o digo la verdad, señor Malfoy? —cuestionó Harry, levantando una ceja—. Es al príncipe y no a mí a quien viene a conocer. Además, ¿qué puedo ganar yo con mentirle?

Era cierto y lo sabía. Para desagracia de Harry, Draco solía irritarse aún más cuando otro tenía la razón, porque detestaba equivocarse y más ante un idiota como el que estaba sentado frente a él.

—Finjamos que te creo. Que, tal y como dices, eres un simple guardia. ¿Acaso estás estudiándome? ¿Estás descubriendo las posibilidades que poseo para dañar a su querido príncipe protegido?   

—Como dije anoche, entiendo por qué la reina lo escogió. —Harry tomó una galleta y lo miró divertido—. Señor Malfoy, ¿ha considerado que simplemente su compañía me agrada?

Lo tomó desprevenido. Draco lo miró extrañado, como si nadie nunca en su vida le hubiera dicho esas palabras y, además, con esa sencillez abrumadora. Era una persona extraña. Pero, sobre todo, ¿qué clase de masoquista era si le agradaba alguien que se había pasado las últimas horas molestándolo?

—Es una pena que las cosas no puedan seguir así, ¿verdad? —susurró Harry.

—¿A qué te refieres?

Pero no alcanzó a escuchar una respuesta. Un hombre pelirrojo, lleno de pecas y poca educación, apareció. Parecía agitado, como si hubiera cruzado todo el palacio corriendo solo para llegar a ese lugar. Se inclinó lo suficiente para que solo Harry escuchara lo que tenía que decir, y después se retiró con la misma velocidad con la que había aparecido.

—¡Iremos dentro de poco, Ron! —gritó. Al bajar su mirada hacia Draco, Potter se explicó—: Parece que tenemos algunos cambios en los planes de hoy, señor Malfoy. Conocerá al príncipe dentro de poco. Será mejor que terminemos pronto de desayunar.

Así lo hicieron, aunque esta vez no hubo riñas, sino un silencio que se había vuelto demasiado incómodo. Se retiraron del jardín, y Harry no volvió a hablar ni siquiera cuando llegaron a la habitación de Draco y Theo ya los esperaba allí. Pasaron otros diez minutos antes de que, listos para conocer al príncipe, se encaminaran hacia el salón del Trono, con una apariencia y una actitud lista para tan importante evento.

Draco comenzó a sentirse incómodo. No esperaba que las cosas ocurrieran de esa forma. Sentía como si hubiera pasado toda una vida encerrado en ese palacio y no un simple día. Enfrente de ellos, Potter los guiaba con una expresión seria y parecía tan centrado en su tarea que ni siquiera los volteó a ver.

—¿Ocurre algo, Draco? —preguntó en voz baja Theo—. ¿Estás nervioso?

—Estoy sorprendido —mustió con honestidad—. He venido preparado para conocer a alguien que no sabe amar, pero ¿qué hago con alguien que al parecer sí lo hace?

—Llegamos —dijo Harry, deteniendo su caminata en el momento más inadecuado posible, desde el punto de vista de Theo. A un lado de la puerta, el hombre pelirrojo, Ron, esperaba también y parecía estar allí para abrirla. Pocos segundos después, con un sencillo cabeceo, Hermione apareció también y les sonrió.

—Astoria está adentro —le informó a Harry, quien soltó una risita al escucharla—. Al parecer, no quiere perderse este momento.

—Le encanta observarlo todo —dijo, como si se trata de un hecho irrefutable. Enseguida, sus ojos verdes se centraron en Draco—. ¿Estás listo?

—Me ofende la pregunta, Potter.

Draco no alcanzó a ver el brillo divertido en los ojos de Harry, porque en ese momento le ordenó a Ron que abriera la puerta. Otro guardia anunció el nombre de los invitados y por fin, después de tanta espera, Draco se dispuso a conocer al príncipe.

Fue un momento inexplicable.

La belleza del salón, del palacio mismo, quedó opacada a causa de la persona que estaba allí.

Recostado en el trono en una posición descaradamente morbosa, un atractivo hombre de piel morena miraba a sus invitados con atención mientras una sensual sonrisa se dibujaba en sus gruesos labios. Sus facciones eran fuertes y masculinas, y un largo y sedoso cabello oscuro caía por sus pectorales, que estaban a la vista porque lo único que vestía era una costosa y delicada túnica mal colocada. Estaba descalzo y no parecía tener vergüenza en mostrar la cuidadosa forma de sus muslos. El príncipe no era guapo. El príncipe era una oda al placer visual; era el erotismo vuelto persona.

—Su Alteza, Blaise Zabini—pronunció Harry, acercándose al trono, apoyándose en una rodilla para rendir su reverencia. De esa manera fue como consiguió despertar a todos de la ensoñación que la primera impresión causaba—. Sus invitados han estado esperándolo.

El príncipe miró de soslayo a Harry, y moviéndose (cuidadoso y elegante, dejando entrever cada uno de sus fuertes músculos), bajó su mano hasta colocarla con la barbilla de Harry, quien entrecerró sus ojos y permitió que el príncipe alzara su rostro.

—Gracias por cuidarlos por mí, Harry —susurró en un tono ronco y sensual que estremecía a los más incautos, pero que para Potter pareció ser otra orden más.

—Fue un honor, Alteza.  

Entonces, el príncipe miró a Draco. Sus labios se curvearon mientras caminaba hacia él, arrastrando su túnica pero sin parecer en ningún momento ridículo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, tomó con cuidado la mano de Draco y en un gesto galante, besó su dorso, lanzándole una mirada predadora.

—Bienvenido a mi reino, Draco Malfoy.

 

 

Notas finales:

Autora, desde su búnker, al habla:

Yo digo que debí haber hecho apuestas sobre quién era el príncipe. JAJAJAJAJA. ¿Se lo esperaban, se lo esperaban? Espero que no :B. ¡Cualquier cosa a un review de distancia! Ahora si lo que vienen son maldiciones, recuerden que estoy en mi búnker protegido, muajaja! ¡Ya saben que os quiero un montón! ¡Gracias por la maravillosa bienvenida que tuvo esta historia! ¡LARGA VIDA AL INSOMNIO Y AL PRÍNCIPE ZABINI! ¡Besitos a todos!

¡Muchas gracias a sweet queen, daniel, Onizuka por sus reviews!


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