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Mi pequeño Charles//Mi pequeño Erik por Dark_Gaara

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Notas del capitulo:

¡He vuelto! Tardé en actualizar porque este capítulo es muy, muy largo (casi 10.000 palabras). Quería preguntar si prefieren que actualice más seguido, así sean más cortos, o prefieren así. 

En realidad este iba a ser el primer capítulo de Mi Pequeño Erik (el 99% del cap es un flashback, jajaja) pero bueno, hubo cambio de planes. ¡Espero que lo disfruten!

 

Charles pestañeó varias veces, tratando de entender la imagen frente a él, sumado a que aún estaba un poco adormilado.

-¿Erik?-preguntó tras un bostezo.

La mirada verde se clavó en él con frialdad. Erik lo miraba fijamente, con los brazos cruzados sentado sobre la mesita de luz.

“¿Quién más, Charles?” preguntó en su mente de mala manera.

El inglés suspiró, terminando de despertarse. Miró a Erik, y no pudo evitar pensar que, ciertamente, se veía adorable siendo tan pequeñito. Una sonrisa traviesa se escapó de sus labios,  y el polaco frunció el ceño.

“Ni se te ocurra decir que me veo adorable.-lo amenazó, adivinando el pensamiento de Charles.- Vamos, levántate. Tengo que ir con Hank”.

El inglés suspiró, derrotado. ¡Erik medía diez centímetros de tamaño y, aun así, le daba órdenes! Peor aún… ¡ni siquiera lo había despertado, asustado! Estaba allí sentado, impasible, ¡incluso vestido! Charles notó que sobre la mesa de luz había una pequeña bolsa, y la reconoció enseguida. Era la bolsa que contenía la ropa de muñeco que él le había pedido a Erik que le comprase. Y al parecer había hasta ropa para el polaco. ¿Lo había previsto Erik? No lo sabía. Lo que sí podía asegurar es que había tenido en cuenta su advertencia de que él podía empequeñecerse también, pues había dejado la bolsa en un lugar estratégico. Charles volvió a suspirar, un poco triste. Erik era perfectamente capaz de cuidarse solo. Le sorprendía que había esperado a que despertase, en vez de ir, aunque sea de a pequeños pasos, caminando solo hasta el laboratorio de Hank. Porque evidentemente Erik no dejaría que lo cuidase tan fácilmente.

“¿Vas a seguir suspirando o me vas a llevar? Si no, iré solo.”

La voz lo devolvió a la realidad. Charles lo miró fijamente, clavando sus orbes azules en su pequeño amigo.

-Yo te llevo. Dame un momento.

Charles se levantó rápidamente y se dirigió al baño. Se lavó la cara y se aseó rápidamente, pues sabía que Erik era perfectamente capaz de cumplir su amenaza e ir él solo al laboratorio. Pero él no se lo permitiría. Cuidaría del placo así como había cuidado de él cuando lo necesitó. Quisiera o no. Salió a paso seguro, decidido a enfrentarse a ese pequeño, caprichoso –y adorable- mini Erik. Sin darle tiempo a decir nada se cambió del pijama a su ropa usual rápidamente. El polaco lo miró en silencio, hasta que percibió que Charles estaba listo para irse.

Recoge tus cosas” pidió, o mejor dicho ordenó, la voz en su cabeza.

Charles volteó a verlo, extrañado. Erik amanecía midiendo diez centímetros de tamaño… ¿y lo primero que pensaba era que Charles se llevase sus cosas de dormir a su cuarto, como cada día desde que dormía en su habitación? ¿Qué clase de prioridades tenía Erik? ¿Incluso pensaba en echarlo cuando lo necesitaba? Podía entender, aunque le doliese, que Erik hubiese impuesto que cada mañana (porque sí, Charles debía levantarse bastante temprano cuando dormía en el cuarto del polaco) debía volver a llevarse sus cosas a su cuarto, aun si fuese más cómodo dejarlas allí para la noche. Sin embargo, ¡medía diez centímetros, mierda! ¡Debía ocuparse de otras cosas! Charles debía estar frunciendo el ceño con cierta molestia, porque Erik achinó sus pequeños ojos, mirándolo filosamente.

“Hank me dará la cura ahora, así que para la noche habré recuperado mi tamaño normal. Y ya no correré ningún peligro, así que podrás volver a dormir en tu propio cuarto”.

La voz en su cabeza sonó fría y segura, y por un momento, Charles realmente dudó de haber tomado una buena decisión cuando le insistió a Erik que debían dormir en el mismo cuarto. Suspiró, resignado. Quizás el polaco era más hermético de lo que él creía, y jamás llegaría realmente a su corazón, como había pensado. Con una expresión triste asintió en silencio, y comenzó a ordenar su pijama. Sacó las sábanas del colchón del suelo, las dobló, y guardó el colchón debajo de la cama. Erik seguía cada movimiento del inglés con la mirada, sintiendo cómo se le apretujaba un poco el corazón con cada acción del otro. Pero era lo correcto. Charles debía volver a su vida normal, y él no formaba parte central de ella. Un miembro más del equipo, sí. Y un adulto, en compensación del grupo de jóvenes que tenían que controlar. Mas no ocupaba un lugar nuclear en el corazón del inglés. O no debería. No le haría eso a un hombre tan perfecto como Charles. No cuando él estaba tan  herido y maltrecho, y no podría devolverle jamás un cariño tan puro como el que el inglés le ofrecía.

-Ahora sí. ¿Vamos?

La voz del inglés lo sacó de sus pensamientos. Charles había extendido la mano hacia él, pero sin mirarlo. Erik se sorprendió, pues había imagino que la reacción de Charles sería otra, completamente diferente. Había supuesto que el inglés, al verlo tan pequeño, lo apretujaría repitiéndole una y otra vez lo adorable que era. Quizás, al menos, se agacharía hasta quedar a su altura para mirarlo fijamente, estudiándolo como si fuera una maravilla. Pero no: allí estaba, ofreciéndole la mano, sí, pero de lejos, sin siquiera mirarlo. Y es que Charles hubiese reaccionado exactamente como Erik había pensado…si el polaco no se hubiese mostrado tan, tan cortante. El oji azul no le tenía miedo a Erik, sin embargo, no le gustaba molestarlo realmente. Y ahora parecía tan enojado….mejor tomar distancia. Porque sabía que si lo miraba, que si observaba un poco más de cerca a ese pequeño Erik, no lo soltaría jamás. Pero Erik no quería ser agarrado.

Erik se subió a la palma que Charles le ofrecía. En seguida lo embriagó la calidez ajena. Las manos del inglés eran suaves y cálidas, y olían exquisitamente. No pudo evitar desear sentir esas manos recorriendo cada milímetro de su piel, pues seguro que la suavizarían, como si hubiera magia en ellas. De sólo pensar en esas manos llenándolo de su calidez, acariciándolo….Erik sacudió la cabeza imperceptiblemente, abrumado por todo lo que Charles le hacía sentir, ¡con sólo un toque de sus manos! Ese inglés no era humano. Bueno, ni mutante. Era alguna criatura extraña que caminaba entre ellos simulando ser uno más cuando, evidentemente, no lo era. Hasta sus ojos, demasiado azules para ser de este mundo, lo delataban.

-¿Estás cómodo?

Erik quiso reírse ante lo ridículo de la pregunta. ¡Claro que estaba cómodo! ¿Cómo no estarlo si estaba sobre Charles? Pero se contuvo, pues temía que si decía algo así, se vería en un aprieto del cual no saldría fácilmente. Debía concentrarse. Lo primordial, ahora, era hallar a Hank y obligarlo a que le dé la cura. Pues ya estaba cansándose de no poder valerse por sí mismo. Él, Erik Lehnsheer, persona independiente y fuerte que jamás había necesitado a nadie, no disfrutaba la idea de ser tan pequeño como para ni siquiera poder desplazarse más allá de un cuarto. Debían hallar a Hank.

“Sí” respondió escuetamente.

Oyó a Charles suspirar, pero no le preguntó qué le pasaba. Quizás estaba tan cansado como él de toda esa situación. Sí, probablemente el inglés también sólo quería hallar a Hank y terminar con toda esa pesadilla. Sin decir palabra, Charles tomó las cosas y salió de la habitación.

o----o---o-----o

Caminaban en silencio por el pasillo. Charles sostenía con cuidado a Erik, quien aún, extrañamente, no se había quejado de viajar en su palma. El inglés estaba sumido en sus pensamientos, al igual que el polaco. Éste sólo podía pensar una y otra vez en hallar a Hank, la cura, y acabar con toda esa pesadilla de depender de alguien, y sobre todo, de molestar a Charles con sus problemas. Llegaron al cuarto del inglés, y, sin mediar palabra, Charles entró. Depositó con cuidado las sábanas y su pijama en su cama, y le dio un poco de tristeza saber que nunca más (porque sabía que ese tipo de cosas pasaban una sola vez en la vida, cuando se trataba de alguien tan particular como Erik) volvería a compartir cuarto con el polaco de la manera en la que lo habían hecho. Quizás podían dormir en la misma habitación en algún motel, pero no sería igual. Recordó a Erik lanzándose sobre él para quitarlo del colchón del suelo. No, eso no ocurriría en un motel, de milagro había ocurrido allí. Seguía pensando en todo ello cuando salió del cuarto, esta vez para dirigirse al laboratorio de Hank. Y bueno, sabía que Erik estaba en todo su derecho de rehuir de él. A fin de cuentas, había sido su idea dormir en el mismo cuarto, y vaya que le había costado convencerlo.

-FlashBack-

Charles suspiró, abrumado por todas las sensaciones que Erik causaba en él. Pareciera como si el día de ayer hubiese concentrado todo, todo lo que ocurría entre ellos: las dudas, la ternura, las inseguridades, la alegría, los celos, la necesidad. Pero ahora que tenía de nuevo su tamaño normal, podía comenzar a ahondar un poco más en ello, pues no tenía ya la preocupación de saber si volvería a crecer o no. Sin pensarlo demasiado volvió a tirarse en la deshecha cama, buscando descansar un poco antes de enfrentar aquel día. Fue una pésima idea. La almohada aún tenía impregnado el olor a Erik, y llegó directo a sus fosas nasales en el instante en que apoyó la cabeza en ella. Charles suspiró, sintiendo como ese aroma llenaba todo su interior, como si de Erik en sí mismo se tratase. Definitivamente había encontrado su aroma favorito. Era embriagante, y estuvo varios segundos respirándolo, disfrutándolo, tratando de guardarlo en su memoria. Porque Erik no estaba allí. De alguna manera, la cama se sentía demasiado grande para él solo. Y vacía. Sólo habían compartido una noche, sin embargo, al parecer a su cama le había agradado Erik tanto como a él, pues ahora se sentía fría. Charles agarró la almohada con fuerza, sintiéndose un poco frágil. La sensación de despertar junto a Erik había sido de las mejores cosas que le habían pasado en la vida. Se había sentido tan, tan seguro….todo el día de ayer había logrado brindarle esa seguridad que nadie, jamás, le había hecho sentir. Y ahora…allí estaba, sintiéndose más solo. No es que le molestase la soledad, al contrario, la disfrutaba. Como cuando se encerraba en su estudio varias horas, a terminar su tesis o a leer o a lo que fuera, sin nadie alrededor. Pero era diferente. La soledad que Erik le hacía sentir era el saber que nunca estaría el polaco esperándolo al otro lado de la puerta. Erik se había colado en su corazón, pero el suyo propio era hermético. Si habían compartido cama (¡y qué maravilla había sido, aún si sólo habían dormido!) se debía a una súper casualidad del Destino. Erik jamás volvería a acceder a algo así. Así que saber que el aroma de Erik en su almohada se evaporaría, y no volvería a llenarse, lo angustiaba más de lo que debería.

Sacudió la cabeza, confundido. No estaba haciendo más que pensar demasiado, como siempre. Debía detenerse. Se levantó rápidamente y se dirigió al baño, dispuesto a darse una ducha. Dejó que las gotas que caían de la regadera se llevasen –o cuanto pudiesen- los pensamientos tristes que estaban aquejándolo. Erik era su amigo. Y un amigo particular, muy traumado. No podía tomarse las cosas a la ligera o guiarse sólo por su corazón, pues había mucho en juego. No quería molestar a Erik con sus sensibilidades o enojarlo con sus debilidades. Porque sabía que en cuanto algo no le gustase a Erik, él se iría. Y Charles no podía darse el lujo de perder a Erik de su vida.

Cuando salió de la ducha, se vistió. Miró la cama deshecha, y, aunque lo primero que solía hacer cuando se levantaba era tenderla, por cuestiones de higiene y organización, no quiso hacerlo esta vez. Quizás era porque le gustaba verla así, desordenada, como si eso fuese una prueba de que Erik había dormido en ella. Después de echarle ese último vistazo, salió de la habitación.

Se dirigió a paso seguro al cuarto. La mansión comenzaba a desperezarse, se notaba en los pequeños ruidos que la iban poblando. Charles sonrió. Le encantaba ver que ese lugar por tanto tiempo vacío y muerto ahora comenzaba a resurgir con una nueva vida, con energías joviales y decididas a marcar la diferencia en el mundo. Con todo esto en mente, llegó al cuarto, y tocó la puerta tres veces, para señalar que se trataba de él. Una desalineada Raven le abrió la puerta con cara de pocos amigos, pues todavía se estaba desperezando. Pero en cuanto enfocó la vista, y vio de quien se trataba, pegó un gritito de emoción. Charles sonrió, satisfecho con la reacción de su hermana.

-¡Charles! ¡Volviste a tu tamaño!-y se le lanzó encima.

-Así es.-dijo con una sonrisa triunfadora, estrechando a su preocupada y tierna hermana entre sus brazos.

-¿Estás bien? ¿Has tenido secuelas?

-No por ahora. Pero todo parecería marchar bien.-respondió con una sonrisa tranquilizadora.

Raven sonrió, sin caber en sí de alegría.

-¡Eso quiere decir que la cura de Hank funcionó!-dijo emocionada como si ella misma hubiese hecho la cura.

Charles rió suavemente. Ver a su hermana feliz era de las cosas más hermosas de su vida.

-Sí. De hecho, estaba por ir a avisarle y agradecerle. Pero antes quería verte a ti, así te quedabas tranquila y no me lo reprochabas después.

-Por supuesto, te hubiese matado si no.-dijo seriamente. Luego volvió a sonreír.- Hey, pero si vas a ver a Hank espérame, voy contigo.

Charles suspiró, pero no pudo negarse al pedido de su hermana. Verla feliz lo hacía feliz a él, para qué ocultarlo. Y además…le agradaba demasiado que su alegría se debiese a Hank, y no a Erik, como había temido algunas veces. Era un pensamiento egoísta, lo sabía, pero no podía evitarlo. Quería a Erik sólo para él. Se sorprendió a sí mismo de lo posesivo de su pensamiento, pues no solía comportarse así con otras personas. Pero bueno, el polaco siempre era una excepción a sus reglas. Una hermosa excepción. Unos instantes después, Raven salió de la habitación, ya aseada y cambiada. Sonreía alegremente,  contagiándole a Charles su sonrisa. Sin embargo, su hermana lo conocía demasiado bien.

-Charles-consultó mientras comenzaban a caminar- has recuperado tu tamaño normal, pero no pareces tan alegre como deberías. ¿Ocurre algo? ¿Te sientes mal? No me hagas preocuparme otra vez, bobo.

-Está todo bien.-contestó mientras reía dulcemente ante la actitud protectora de su hermana.

-Mmmm…-respondió, sin estar muy convencida. Luego de unos minutos, se percató de algo.- Hey, ¿dónde está Erik?

-En su cuarto, supongo.-respondió neutralmente.

-Pensé que estaría aquí contigo. A fin de cuentas, durmieron juntos, ¿cierto?-y lo miró de manera traviesa.

-Raven…-la regañó por la insinuación.

-Oh, vamos, Charles. Te ha encantado, no me mientas.

-Erik fue muy dulce y amable conmigo ayer, ¿está bien?-respondió a la defensiva.

Raven iba a replicar cuando llegaron al laboratorio. Sin perder el tiempo, e intentando evitar aquella conversación, el telépata golpeó suavemente a la puerta.

-¡Ya voy!-se escuchó la voz de Hank del otro lado, a la vez que varios ruidos metálicos.

Al cabo de unos segundos el muchacho abrió la puerta. Sus ojos brillaron de emoción y sonrió dulcemente a ver a Raven.

-Ho-hola, Raven… ¿Qué haces aquí tan temprano?-preguntó sin poder ocultar la emoción en su voz.

-Quería verte.-respondió coquetamente, transformando en rojo la piel del rostro del chico.

-Ejem.-Charles tosió sonoramente, comenzando a incomodarse ante tanto coqueteo.

Hank pestañeó ante el sonido, saliendo de golpe de su burbuja de amor. Volteó a ver de dónde venía, y vio que Charles le sonreía forzadamente. Pero la incomodidad desapareció pronto, cuando descubrió que el telépata lo estaba mirando desde su propia altura.

-¡Charles!-y sonrió, emocionado.- ¡La cura funcionó!

-Así es, Hank.-respondió amenamente, sonriendo.- Venía a agradecértelo. No sé cómo podré devolverte el fav…

-Tonterías.-lo interrumpió fervientemente.- ¿Te sientes bien? ¿Ha tenido efectos secundarios?

-No realmente.-se sinceró.- Y no parecería que fuera a haberlos. Así que ya todo ha terminado.

Ante esas palabras, Hank recordó que, al final del día anterior, no había podido hablar con Erik. Incluso se había tomado la molestia (armándose de valor) de ir a su propio cuarto para comentarle sus inquietudes. Era importante, y sabía que quizás sería difícil encontrar a Charles disponible luego, así que mejor aprovechar.

-Bueno, sobre eso…-comenzó con inseguridad.

Raven y Charles se miraron con sorpresa y preocupación.

-¿Qué ocurre, Hank?-preguntó la rubia con temor.

-No es tan grave.-intentó calmarlos.- Pero mejor hablamos adentro. Pasen.

Los dos caminaron sin dudar, ingresando en el laboratorio. Charles recordó la cantidad de estudios que Hank había tenido que hacerle para preparar la cura, y tuvo un escalofrío. Qué bueno que no debería volver a esa mesa, a las jeringas y a los sueros…. ¿cierto? Pero, ¿cuál era la preocupación de Hank? El chico se veía serio, y él no bromeaba con esas cosas.

-Bien. ¿Qué ocurre, Hank?-repitió la pregunta de su hermana.- Lo que sea, mejor dímelo. Prefiero saber a qué me enfrento.

-No me malinterpretes-intentó calmarlo- tú ya estás bien, Charles. Al menos eso parece.

Los dos lo miraron expectantes, sin entender nada de todo aquello.

-¿Entonces…?

-Es Erik.

Las palabras cayeron como un baldazo de agua fría. ¿Erik? ¿En peligro? Aquello no podía estar pasando.  Pestañeó varias veces, pero cuando iba a decir algo, vio que Hank tenía el ceño fruncido, y lo observaba fijamente. Antes de preguntarle qué le ocurría, el muchacho habló.

-Ya te lo había dicho.-dijo seriamente. Volteó a Raven.-Tú también estabas allí.

-¿Te refieres a ayer…?-atinó la muchacha.

-Claro. Cuando estaba suministrándole la cura a Charles.-y volvió a mirar al telépata.-Te comenté que temía que Erik también pudiese empequeñecer ya que había estado expuesto al poder de ese mutante, pero que como había sido una exposición menor a la tuya, quizás tendría un efecto más retardado.

Entonces Charles lo recordó. Se lo había dicho exactamente en ese momento, y lo único que había podido pensar el inglés es que entonces debía recuperar rápidamente su tamaño, pues debía estar bien y sano para cuidar a Erik. Se había concentrado tanto en ello, en volver a crecer y ser fuerte e independiente, que había dejado la posibilidad de que Erik empequeñeciese en un segundo plano. Charles sonrió, tranquilo. Él ya era una persona normal de nueva, ya no se cansaba por intentar salir de una habitación ni por usar su mutación. No quería que Erik sufriera lo que le había ocurrido a él, pero si Hank tenía razón y eso sucedía, él ya estaría preparado para cuidarlo, tal como el polaco lo había cuidado a él.

-Muchísimas gracias por recordármelo, Hank.-agradeció tranquilamente.-Al menos ya recuperé mi tamaño, así que sabemos que no es permanente.

-No es nada, Charles. Sólo lo menciono para que todos estemos atentos, especialmente Erik. Díselo cuanto antes.

Charles entrecerró los ojos, pero antes de que hablase, Hank volvió a interrumpirlo.

-También te lo pedí ayer, pero supongo que no lo recordabas.

-Oh, lo siento, Hank. Estaba tan concentrado en recuperar mi tamaño por si debía cuidar de Erik…-se sinceró, y no se le escapó la mirada divertida que Hank y su hermana intercambiaban. Suspiró, cansado.-Pero, ¿por qué no se lo dijiste tú?

-¡Lo intenté!-se defendió rápidamente.- Incluso fui a la habitación de Erik. Pero él estaba demasiado concentrado en que tú estuvieses bien luego de suministrarte la cura, así que me pidió que no lo molestara con algo suyo hasta no asegurarse que tú estuvieses bien. Fue increíblemente amable.

Charles quedó boquiabierto ante la confesión. ¿Erik priorizando su binestar al suy propio? ¿Estaba tan preocupado por él que ni siquiera había querido pensar en lo que el científico tenía que decirle, aún si le había aclarado que tenía que ver con él? Erik era tan dulce sin proponérselo.

-Es probable.-secundó Raven con una sonrisa.-Ayer incluso salió casi desnudo al saber que Charles estaba en su cuarto luego de que le diésemos la cura. Tuve que pedirle que se pusiera unos pantalones.-y rió divertida, mientras Hank reía con ella.

Charles se sonrojó sin proponérselo, pensando en lo tierno y amable que Erik era con él como para salir así, apurado, cuando la naturaleza del polaco era exactamente lo contrario: calculador, estratega, tranquilo. Quizás él provocaba que Erik perdiese un poco el control. Y ese pensamiento le encantaba.

-No te preocupes Hank, yo le avisaré.-habló por fin cuando los otros dos dejaron de reírse.

-Bien. Por cierto-comenzó Hank- ayer Raven y yo…

-Oh no, no.-lo interrumpió con un gesto Charles.-Estoy contento por ustedes, en serio, pero Raven sigue siendo mi hermana y no quiero detalles de…

-¡Charles!-lo regañó la metamorfa, ahora ella sonrojada. Charles se estaba vengando, y lo demostró con una sonrisa traviesa.

-¡No es eso!-replicó a su vez el científico, también avergonzado. Suspiró, intentando calmarse.- Quería decirte que Raven estuvo todo el día trabajando conmigo en la cura.

Charles comprendió al instante lo que quería decir Hank, y volteó a ver a su hermana, sonriendo dulcemente.

-Tiene razón, no te he agradecido.-la estrechó entre sus brazos, feliz.- Muchas gracias. No sé qué haría sin ti.

-No hay problema.-respondió corresponeidendo el abrazo.- Espero que hayas aprendido la lección.

Charles se separó de Raven, mirándola con curiosidad. Raven sonreía.

-No tienes que controlarlo todo siempre, Charles. Ayer debiste dejar que Hank, Erik y yo te ayudásemos. A mí no me engañas, sé que te fue muy difícil. Así que espero que hayas aprendido que puedes permitir que los demás también se encarguen de algunas cosas.

Charles la miró durante unos instantes en completo silencio. Sabía que su hermana tenía razón. Él estaba acostumbrado a ser quien mandara, ordenara, planeara, dirigiese, con todo el grado de responsabilidad que eso requería. No solía dejar cosas a cargo de otro porque, simplemente, en su historia casi no había habido otros que pudiesen encargarse. Debía ser su mutación, su esencia y su historia los componentes de que así fuesen las cosas. O cómo solían ser, al menos. Porque su hermana tenía razón. Ayer, había tenido que dejar de encargarse de todo, por cuestiones de fuerza mayor. Y le había costado hacerse la idea, claro. ¡Si hasta recordaba cómo lo había regañado Erik en la cocina! Y si en ese momento estaba allí parado, sano, con su tamaño normal y todo en orden, no era gracias a él. Era gracias a Hank, que era un genio, pero también era bondadoso, pues había aceptado ayudarlo desde el minuto cero, sin pedir nada a cambio, sin detenerse, sin descanso. Y Raven, quien lo había ayudado apenas había podido. Charles sabía que a la metamorfa le agradaba la compañía del científico, pero sabía que también lo había ayudado porque quería que él estuviese bien. Y Erik….Erik había sido su guardián personal todo el día. Cuidando que no se lastimase, que no se hiriese, que la mutación no tuviese otros efectos, que pudiese comer, que descansase, que sobreviviese….e incluso con una cuota de risas, abrazos y dulzura que había convertido su pesadilla en casi un bello recuerdo. Eso sólo Erik podía lograrlo. Porque Charles se lo había permitido. Y vaya que se lo volvería a permitir. Porque había descubierto que sí, le gustaba encargarse de todo, pero también era agradable saber que tenía personas a su alrededor que podían encargarse también. Que podían ayudarlo, por el solo hecho de querer hacerlo. Y por su propio cariño.

-Claro que la he aprendido.-respondió a su hermana con una dulce sonrisa, y su hermana se dio cuenta de que hablaba en serio.- Prometo jamás volver a olvidarlo.

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Charles salió relativamente feliz del laboratorio de Hank. No del todo, claro que no: odiaba la idea de que Erik fuera pequeño, porque sabía lo agotador –y desesperante- que podía ser. Aunque Hank ya tenía la cura así que vamos, que no sería tan malo (¿y a quién no le tentaría la idea de tener un adorable mini Erik en la mano?). Sin embargo, no podía dejar de alegrarse de su buena suerte: ahora tenía una excusa sólida para acercarse al polaco. No es la necesitase en verdad, pero habían pasado tantas cosas entre ellos el día anterior que su interior era un revoltijo de emociones. Con el pedido de Hank de avisarle de la posibilidad de que empequeñeciera, saldaba el problema de su propio temor de hablarle a Erik. No tenía opción, no tenía que analizarlo o prepararse. Simplemente esperaría a verlo, y se lo diría. Y en ese momento vería cómo reaccionaba Erik con su presencia, cómo brillaban o no sus ojos, cómo latía más rápido o no su corazón. El inglés sonrió. Definitivamente sabría qué pasaba entre él y Erik.

Lo que Charles no sabía es que Erik había decidido que, definitivamente, no quería saber qué pasaba entre él y el telépata. No aún.

Charles fue a desayunar, contento de poder realizar él su propia comida. No había nadie en la cocina, pero no le sorprendió. Raven había decidido quedarse con Hank, así que seguro bajarían más tarde. Los demás quizás no se hubiesen levantado aún. De hecho, mientras estaba tomando su taza de café observando el diario, llegaron a la cocina Havok y Sean. Ambos se alegraron de ver que el profesor era de nuevo de tamaño normal. Charles se enterneció son su alegría, y Alex mencionó que era emocionante ver que Erik realmente había cuidado de él. Enseguida el inglés les recordó que ese día sí entrenarían con él para recuperar el día perdido de ayer. En verdad, había querido cambiar de tema, pues no podía evitar sonrojarse ante el recuerdo de Havok y Erik en la cocina. Al parecer, para el menor era obvio que el polaco tenía una especie de… ¿obsesión? sí, había utilizado esa palabra. Que Erik tenía una obsesión con él. Y Erik se había sentido avergonzado…pero no lo había negado. Había querido matar a Alex, sí, sin embargo, parecía más nervioso o avergonzado que extrañado. ¿Sería cierto? Charles no quería pensar en ello, así que mejor concentrarse en el entrenamiento de los chicos. Cuando terminaron de desayunar, Charles anunció que iría a cambiarse mientras ellos comenzaban.

Cuando terminó de subir la escalera, escuchó un ruido de zapatos de taco, característico de sólo una persona en esa mansión (pues la otra mujer, Raven, no solía utilizar ese calzado a esa hora). Recién luego de varios tac-tac, el inglés se percató de que Moira se estaba acercando, y que no sabía que había recuperado su tamaño. Volteó a verla con una sonrisa alegre en la cara, esperando que no se molestase. Sabía que la agente era bastante reprochona, al menos con él. Pero esa era otra cuestión de la cual no quería ocuparse por el momento.

-Buenos días, Moira.-saludó amablemente.

La agente venía caminando mientras miraba unos papeles, así que no se había percatado de la presencia del inglés.

-Buenos días.-dijo en automático, sin despegar los ojos de los papales en sus manos. A los pocos instantes, se detuvo, pues reconoció la voz que la había saludado.- ¿Charles?

-Esta vez en mi empaque original.-bromeó.

Recién ahí la agente lo miró, y sonrió complacida. En un rápido movimiento la mujer se lanzó a sus brazos, y él sólo atinó a atajarla.

-Recuperaste tu tamaño.-dijo alegremente.

-Así es. Hank y Raven son unos genios.

-¿Y estás bien? ¿Seguro? ¿No hay efectos secundarios?-preguntó preocupada, aún en los brazos ajenos.

-Estoy bien. Por ahora, no ha ocurrido nada. Y, ciertamente, no creo que ocurra. No tenemos de qué preocuparnos.-y no se dio cuenta, pero Moira sonreía brillantemente ante el uso del plural.

-Esto hay que celebrarlo.-dijo decidida, mientras comenzaba a alejarse del cuerpo ajeno, aunque no demasiado. Acomodó un cabello rebelde de la cabeza castaña, con su rostro a escasos centímetros del ajeno.- Lo siento, Charles, pero estoy ocupada ahora. A la noche hablamos, ¿si?

-Claro, no te preocupes, querida.-respondió sonriendo, creyendo que la agente se refería a la cena.

Moira le sonrió, plantó un beso en su mejilla a modo de saludo y reanudó su marcha. Mientras el taconeo se alejaba, Charles se alegraba de que la agente no hubiese reparado en que no había ido a avisarle a su cuarto, específicamente a ella, que había recuperado su tamaño normal (como había hecho con Raven y con Hank, y como hubiese hecho con Erik si no hubiesen amanecido juntos. Ah….se oía tan bien, aún si fuese sólo en su cabeza, esa última frase….).

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Habían pasado varias horas de duro entrenamiento. Bueno, duro para los chicos. Aunque él también estaba agotado. Pero ayer no había podido hacer nada, así que quería aprovechar ese día lo más posible. Sólo cuando Alex y Sean le dijeron que estaban realmente agotados, decidieron hacer un descanso. Además ya era la hora de la merienda, y no podían obviar la importancia de la alimentación. Charles les indició que  fuesen entrando a la mansión sin él. Lo cierto es que había estado todas esas horas con la cabeza partida en dos. Por un lado, concentrado en el entrenamiento. Por el otro, pensando en Erik, buscándolo con la mirada. El polaco no había aparecido por los jardines ese día. No lo había ni corriendo ni practicando su mutación ni enlongando ni nada. En un momento incluso se preocupó, pensando en la posibilidad de que Erik no se sintiese bien. O, peor aún, que hubiese empequeñecido en ese tiempo que no se habían visto. Así, había indagado con su mente cómo estaba, procurando no ser muy obvio para no enfadar a su amigo. Pero todas las veces (porque sí, habían sido varias) que se había sumergido en la mente de Erik encontraba que éste se hallaba bien. De hecho, sabía que no estaba encerrado en su cuarto, así que mal no debía estar. Entonces, ¿por qué no había salido en todo el día? Era una tarde espléndida, y sabía que a Erik le gustaba entrenar. De hecho el día anterior mucho no había podido hacer, así que había apostado a que ese día estaría intentando recuperar el tiempo perdido.

Charles ingresó en la mansión luego de otra ronda alrededor de los jardines buscando al polaco, sin suerte. Sin embargo, no se dirigió a la cocina a merendar, pues estaba decidido a encontrar a Erik. Debía hablar con él acerca del peligro que corría. Y, también, para qué ocultarlo, quería verlo. Quería ver cómo se hablaban luego del día anterior. La última vez que se habían visto estaban demasiado dormidos y agobiados… ¡Charles incluso lo había abrazado en ropa interior! Y había sido exquisito, lo sabía. Apoyar su cabeza en la espalda de Erik…Y el polaco tomando sus manos sobre su pecho…Una hermosa calidez lo embargó. Sí, debía ver a Erik ya.

No le costó demasiado encontrarlo esta vez. Suponía que si Erik no estaba entrenando en el patio, lo estaría haciendo dentro. Y no había mejor lugar que el gimnasio. Se acercó sigilosamente, asomando su cabeza, y sintió que toda la sangre de su cuerpo se concentraba en cierto lugar. Erik estaba completamente sudado, y eso, más que parecerle sucio, le pareció sumamente erótico. Allí estaba ese Adonis, levantando pesas como si nada, transpirando, gimiendo levemente por el esfuerzo, concentradísimo como si su vida dependiera de ello. Charles descubrió, luego de varios segundos, que podría pasarse un buen rato viendo a Erik entrenar, y vaya que no se aburriría. Pero no ahora. Porque su cuerpo comenzaba a reaccionar ante tal despliegue de erotismo y, con los pantalones deportivos que llevaba, sería difícil de ocultar. No quería asustar a Erik de esa manera. El polaco no tenía por qué saber las cosas pecaminosas que causaba en su cuerpo. No aún, al menos.

-Hola, Erik.-saludó amenamente, mientras por fin entraba en el gimnasio.

No se le escapó cómo el otro se tensó ante el sonido de su voz. Erik no se detuvo, mas su cuerpo estaba crispado, e incluso su mente le demostró al inglés que aquello no estaba yendo por buen camino.

-Hola, Charles.-respondió educadamente, pero mucho más seco de lo que el inglés se esperaba.

-¿Cómo estás?-intentó sacar charla.

-Bien. ¿Y tú?-otra vez esa frialdad.

-Bien. Estoy bien.-respondió, intentando reponerse. Y para interrumpir ese espantoso silencio que se había formado luego de su afirmación, agregó con una sonrisa-Al parecer no he tenido efectos secundarios.

-Me alegra oír eso.-y hubo un poco, poquito más de emoción en su voz.

Erik dejó las pesas en su lugar, mientras respiraba acompasadamente para recuperarse del esfuerzo recién realizado. Charles decidió aprovechar ese momento de debilidad del polaco, pues evidentemente no tendría otro.

-Erik, tenemos que hablar.

Si ante el sonido de su voz Erik se había tensado, su nueva reacción no tenía nombre. Erik dio un respingo demasiado sonoro, prácticamente incontrolable. Su expresión se tornó dura, y Charles notó cómo todos sus músculos se tensaban, a la vez que la mente ajena se removía nerviosamente. El inglés no entendía muy bien por qué Erik se comportaba así, pero no tuvo tiempo de calmar a su amigo. Pues Erik se había levantado rápidamente, sin darle tiempo a continuar.

-Más tarde. Estoy ocupado.

Cuando Charles pestañeó, descubrió que había quedado solo en el gimnasio. ¡Erik se había marchado! Y no le había dado tiempo a nada: ni de  advertirle del peligro que corría, ni de ver el brillo de sus ojos, ni siquiera de volver a agradecerle por el día de ayer. El inglés suspiró. A veces, cometía la estupidez de olvidar que estaba lidiando con Erik Lehnsherr.

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Charles se agarró las rodillas, agotado. Respiraba con dificultad, pero aun así sonreía. Porque le encantaba estar cansado por estar entrenando con los suyos. Aún le costaba creer que era realidad: estaba ayudando a otros mutantes a conocerse, a aceptarse. Era todo un desafío, y eso le apasionaba. Sí, disfrutaba de estar sentado frente a un escritorio con una buena taza de té investigando o leyendo. De hecho, era consciente de que aún debía trabajar en algunos aspectos de su tesis de investigación genética prontamente, y la idea lo llenaba de ansiedad. Sin embargo, había descubierto que también le encantaba estar así, cansado físicamente, sudando y respirando con dificultad, producto del ejercicio para practicar junto a sus ‘alumnos’. No lo había planeado ni imaginado, sólo había ocurrido como una cadena de hechos exteriores. Y ahora agradecía haber llegado a esa instancia, a ese descubrimiento, pues algo en su interior le rogaba que continuase haciéndolo. Que enseñase, ayudase, guiase y aprendiese.

-¿Estás bien?-preguntó Hank a su lado, sin muestras de cansancio.

-No puedo seguirte el ritmo.-dijo entre respiraciones entrecortadas. Y ensanchando aún más su sonrisa, agregó-Lo cual es genial.

Hank sonrió tímidamente ante el halago. Charles sabía que el científico aún tenía algunas cuestiones sin resolver con él mismo, así que no quería presionarlo mencionando demasiado su mutación. De hecho, estaba gratamente sorprendido de que hubiera sido él quien se había acercado a pedirle si podían entrenar. Era extraño, pero claro que Charles había accedido instantáneamente. Sin embargo, su curiosidad era demasiado grande, y, en el fondo, sabía que había una razón detrás de aquel peculiar pedido (peculiar viniendo, justamente, de Hank).

-¿Y tú? ¿Estás bien? Quiero decir, me sorprende que hayas salido del laboratiro por cuenta propia.-y rió a campanadas, para no crear tensión en el ambiente.

-Sí, estoy bien.-respondió, pero a Charles no se le escapó el temblequeo de su voz. lo miró fijamente, y alzó las cejas, como incitándolo a continuar. Hank suspiró antes de agregar-Yo…quería hablar contigo.

-No hacía falta hacerme escupir un pulmón.-contestó riendo, casuando risa en el científico también. Luego, se puso más serio, pues no quería que Hank creyese que no podía hablar con total confianza con él.-Ahora, dime. ¿Qué ocurre? ¿Puedo ayudarte con algo?

-Yo…quería pedirte…Bueno, comentarte más bien.-suspiró antes de continuar.- ¿Te molesta si yo…bueno, invito a Raven a salir?-y agregó, atrpelladamente-No a salir formalmente, sólo a divertirnos un rato uno de estos días. Tú eres su hermano mayor, así que no querría ofenderte o algo….

Charles entrecerró los ojos, evaluando por un momento a Hank. El muchacho estaba nervioso, y un divertido sonrojo pintaba sus mejillas.

-¿Qué harías si te dijera que me opongo?-preguntó mordazmente, divirtiéndose por dentro.

-Yo…La invitaría igual.-dijo decididamente.-Pero no me gustaría estar en malos términos contigo.

Charles sonrió gratamente, pues eso era lo que quería oír. Raven merecía a alguien que luchase por ella, aún contra él. Y Hank parecía ser una buena persona. Además, pesara cuanto le pesara, le era grato saber que, al parecer, Erik ya no era un jugador en ese juego. Porque seguía siéndolo en su propio tablero.

-Creo que nunca podría estar en malos términos contigo.-dijo sonriendo dulcemente. –Sólo espero que la cuides.

-Por supuesto, aunque creo que puede cuidarse sola.

-Tienes razón en eso.-y ambos sonrieron.

-Por cierto, Charles, ¿cómo se lo tomó Erik?-preguntó de golpe Hank.

-Oh, yo….No le he dicho aún.-dijo sincerándose.

-¿No?-y parecía demasiado extrañado.

-Sé que debería, pero no lo he visto hoy y…

-Oh, es sólo que pensé que por eso se estaba comportando tan extraño.-aclaró. Charles lo miró completamente confundido, exigiendo en silencio una explicación.- Cuando estaba buscándote, le pregunté a él donde estabas, pues supuse que sabría, ya que siempre están comunicados. Además, como ayer estaba tan amable…En fin, se puso a la defensiva y por poco no me echa de la cocina, diciendo que él no tenía por qué saber todo de ti. Sinceramente, se lo veía un poco…nervioso. Luego, paercía que iba a salir, pero se asomó a la puerta. No sé que vio, pero enseguida se alejó y se fue para otro lado de la mansión. Cuando me asomé, sólo te vi a ti entrenando con Sean. Pensé que quizás le habías dicho algo y se había enfadado…-reflexionó.

Charles frunció el ceño, confundido. Si antes lo había hipotetizado, ahora no cabía duda alguna. ¡Erik lo estaba evitando! Y bastante descaradamente, a decir verdad. Aunque por lo que Hank había dicho, no parecía enojado, si no nervioso. ¿Qué estaría pasando por la mente del magnético? Y más misterioso aún, ¿qué estaría pasando en su corazón? Charles no lo sabía. Pero definitivamente lo haría.

-No le he dicho aún, pero se lo diré en cuanto pueda.-respondió a Hank, sin decir nada más, y sin lugar a réplicas o preguntas

Sí, Charles ya había recordado que se enfrentaba nada más y nada menos que a Erik Lehnsherr. Pero lo que Erik parecía haber olvidado, es que él se enfrentaba nada más y nada menor que a Charles Xavier. Y si el polaco era terco, ¡qué se preparase! Porque él podía ser diez veces peor.

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El ambiente en la cocina era muy ameno, y ya casi todos habían llegado para cenar. Estaban cocinando, hablando, bromeando y riendo, como casi siempre. Tan sólo faltaban Moira y Erik, pero llegarían en cualquier momento. Charles, cuando vio que ya estaba casi todo listo, se puso en un lugar estratégico: la puerta. Cualquiera tenía que pasar por ahí para ingresar a la cocina, y nadie se perdía la cena, porque era el momento que sí o sí compartían todos en la mansión, así que aprovechaban para comentar sus avances o para hablar de temas en general, conociéndose mejor. Se apoyó en el marco de la puerta, simulando hablar amenamente con los demás, pero sumamente pendiente del otro lado, de quien se acercase. Sintió que alguien caminaba hacia ellos, y sacó a relucir alguna que otra de sus armas de seducción. Se desacomodó sin cuidado el cabello, se abrió un poco la camisa, se relamió los labios para humedecerlos, y sonrió coquetamente, volteando en el momento justo cuando la otra persona lo había alcanzado.

-Al fin llegas.-dijo con una sonrisa coqueta y un tono sensual.

Trató de disimular su sorpresa cuando descubrió que no era Erik quien había llegado a cenar.

-¿Me estabas esperando?-y había demasiada emoción en la voz de la agente.

-No podemos empezar si no estamos todos, sería descortés.-trató de arreglar las cosas, si es que se podía.

-Recuerda que luego debemos festejar.-comentó con coquetería Moira, quien no se había movido de lugar, muy cerca del inglés.

-En verdad, preferiría dejarlo así. No quiero que hablemos abiertamente entre todos de algo que ya está solucionado.-explicó, pensando que la idea de Moira era festejar con todos allí. Sí, todos sabían que Charles había empequeñecido, pero cada uno se había enterado por su cuenta, y, de alguna manera, con el pacto implícito de no chismosear acerca de ello. Era mejor para todos dejarlo como un recuerdo y listo.

La sonrisa de Moira, mostrando todos los dientes, no le dio buena espina.

-Ya lo sé, bobo. Me refería a festejar sólo nosotros dos, luego de la cena.

Charles se quedó en silencio por un momento, pensando en cómo salir de aquel aprieto. No podía declararse del todo inocente en el asunto, dándole a Moira señales que quizás había malinterpretado. Pero tampoco sabía cómo reaccionaría justo allí, con todos tan cerca. Justo cuando iba a hablar, fue salvado por la campana.

-¡A cenar!-dijo Raven, acercándose a ellos.- Hablen luego, que se va a enfriar.

-Pero falta…-comenzó Charles, pero se calló en cuanto vio que Erik estaba sentado en la mesa.

¡Erik ya había ingresado a la cocina! Debía haber aprovechado el momento en el que Moira había estado hablando con él para escabullirse sin ser advertido. Charles bufó por su mala suerte, pues odiaba ver truncados sus planes. Erik ni siquiera lo miraba, no importaba cuánto esfuerzo pusiera en ello. Encima, podía percibir que la mente del polaco no estaba tranquila, y no se le escapaba la mirada asesina que le dirigía a Moira. Lo único que Charles pedía es que Erik lo mirase, al menos antes de ser encerrado de por vida por asesinato.

A excepción de ello, la cena había transcurrido tranquilamente. Ya habían lavado los platos, y Alex y Sean incluso se habían retirado a sus habitaciones. Charles hablaba amenamente con Hank, decidido a esperar a que Erik se levantase, momento en el cual lo atacaría. Raven anunció que se iba a dormir, y el científico se ofreció a acompañarla. Mientras se levantaban, Erik pareció darse cuenta de quiénes quedarían entonces (solo Charles y lamalditaagentenecesitadadecariño), así que se levantó rápidamente, y, con un seco “buenas noches”, se dispuso a retirarse.

-¡Erik, espera!-dijo Charles sin demasiado disimulo, pues no había pensado que Erik se iría con tan poca ceremonia.

Raven y Hank se fueron, riéndose cómplicemente entre ellos. El oji azul no sabía si Erik no lo había oído o eso había simulado, pero no se había detenido. Se paró, listo para seguirlo, cuando una mano lo detuvo. Moira lo agarró con fuerza, impidiéndole el avance, y lo miró intensamente.

-Estamos solos, Charles.-dijo casi en un susurro, acercándose lo suficiente para ser oída.-¿No quieres…?

-Lo siento, Moira, pero debo irme.-la interrumpió, pensando sólo en Erik.

-Oh, aún es temprano.-y sonrió coquetamente.-Podemos divertirnos un rato.

-Quizás en otra cosa ocasión, querida. Ahora debo ir a ver a Erik.-dijo honestamente, pues estaba demasiado concentrado en otra cosa como para mentir.

-¿Erik?-la agente frunció el ceño ante la sola mención del nombre.

-Así es. Es importante. Lo siento.

Le sonrió con cierta pena, esperando que la agente lo comprendiese. Aprovechando la sorpresa de la mujer, Charles se deshizo del agarre, murmuró un atropellado “Hasta mañana” y se fue casi corriendo de allí. Debía hablar con Erik. Ya no era cuestión de sentimientos o evasiones, el polaco realmente podía estar en peligro, y ya había pasado todo un día desde que él había empequeñecido. Bueno, dos contando el día que estuvo pequeño. ¡Erik podía empequeñecer en cualquier momento! ¿Y si él no estaba a su lado en ese momento? ¿Y si tuviese que confesarle que él sabía que existía la posibilidad, pero no se lo había dicho? El polaco jamás se lo perdonaría. Y él tampoco.

Llegó por fin a la puerta del cuarto. Los ruidos de adentro le indicaron que, afortunadamente, Erik aún no estaba durmiendo. Suspiró, y tocó la puerta con cierto ímpetu.

-¿Quién es?-preguntó un malhumorado Erik desde el interior.

-Soy yo, Erik. Charles.

-¿Estás con….Moira?-y era obvio la furia en su voz.

-No, estoy solo.- y no entendía bien porqué tenía que aclarar eso, pero bueno. Mejor seguirle la corriente a Erik por ahora.-¿Me puedes abrir?

Charles esperó unos segundos. Cuando pensó que debía tocar de nuevo la puerta, ésta se abrió. Erik seguía con la ropa de la cena, y una expresión indescifrable. No se corrió de la pequeña abertura que había entre la puerta y la pared, en un claro gesto de que no lo invitaría a pasar. Charles bufó por dentro, un tanto decepcionado de la frialdad del polaco. Pero eso no lo detendría.

-¿Qué quieres?-preguntó un poco brusco.

-Necesito hablar contigo, mi amigo. Es importante.-remarcó las palabras.

Erik entrecerró los ojos, como evaluando la situación. Pero, aunque se mostraba tranquilo e impasible, Charles podía oír su corazón latiendo rápidamente, y su mente embrollándose  a cada segundo. Por fin, Erik pareció darse cuenta de que no podría sostener mucho más tiempo su actitud calmada.

-Mañana. Estoy cansado. Vete.-dijo secamente, casi de manera mecánica.

-Pero, Eri…

Las palabras de Charles se vieron interrumpidas por la puerta delante de él, que Erik había cerrado. O había intentado, pues el inglés había sido más rápido y, previendo la situación, había colocado un pie entre la puerta y su marco, impidiéndole cerrarla. El polaco miró el pie extrañado, pero antes de que pudiera reaccionar, Charles se introdujo al cuarto por la abertura que había quedado, colándose  por al lado de Erik.

-¿¡Qué haces!?-gritó sorprendido por el rápido movimiento del inglés, y un tanto molesto por esa invasión a su privacidad.

-Tengo que hablar contigo, Erik. Es importante. Es sobre ti.-dijo decididamente, haciéndole frente  a ese mutante tan poderoso.

Erik frunció el ceño. Si él no quería hablar, Charles no iba a obligarlo. Y vaya que no iba a hablar. No cuando se perdía como un idiota en esos océanos azules, olvidándose casi de quien era. No cuando le temblaba el cuerpo solo con ver esa sonrisa brillante y tentadora. No cuando perdía horas pensando en cómo los labios del inglés podían ser tan rosados, como si lo invitaran a probar su sabor. No cuando había dormido tan bien con el telépata en sus brazos, no teniendo pesadillas, y descansando como nunca en su vida. No cuando la risa acampanada del otro causaba que todo el peso de su pasado se esfumase como si fuera otra persona.

No cuando Charles lo hacía tan feliz.

Él no podía ser tan feliz.

Él no entendía cómo manejar tanta felicidad.

Y, ciertamente, no lo descubría con el causante de todo allí adelante, confundiéndolo aún más. Erik sólo quería estar solo. Porque así podía pensar con tranquilidad….o al menos respirar sin olfatear ese aroma tan característico que le revolucionaba la mente, el corazón y las hormonas. No, no podía tener a Charles cerca. Porque los impulsos que le generaban eran demasiado intensos, y el auto control que tan estrictamente se había auto impuesto para su modo de vida parecía irse al caño con sólo dos pestañeos de esos ojos azules. Y él no podía permitirse perder su auto control. No cuando eso podía significar echar por la borda todo lo que Charles había hecho por él. No quería perder la hermosa amistad que tenían, porque era demasiado importante. Charles era demasiado importante en su vida como para perderlo por un simple y exquisito impulso.

-Charles…-comenzó, intentando sonar serio.

Pero Charles estaba serio de verdad. Y en una posición que no admitía réplicas.

-Estás en peligro, Erik.-y más serio aun, agregó-Y no permitiré que estés en peligro sólo porque no quieres verme.

Las palabras le dolieron a Erik. Quiso explicar que no era así, que no era que no quería verlo si no que….que no se atrevía a hacerlo. Y se sintió tan idiota con ese pensamiento, tan cobarde, que se lo guardó para sí. Sin saber que a Charles mismo le habían dolido sus palabras.

-¿Qué peligro corro?-dijo mirándolo fijamente.

-Puedes empequeñecer.

-¿Empequeñecer?-dijo incrédulo. La idea de él midiendo diez centímetros de tamaño era, cuanto menos, ridícula.- No digas tonterías.

-Jamás bromearía con algo que pudiera hacerte daño.-y ese maldito telépata era tan tierno sin proponérselo.-Es en serio, mi amigo. Hank me explicó que, como tú también estuviste expuesto al rayo de ese mutante, quizás el efecto sea retardado.

-Espera, ¿Hank te explicó a ti? Si era un tema mío, debería haber hablado conmigo.-lo interrumpió un poco ofendido. ¡Qué Charles no era su pareja como para que hablasen con él de sus asuntos, joder!

-Él intentó hablar contigo.-lo contradijo. Erik lo miró confundido. Charles se mordió el labio inferior, un poco inseguro de lo que iba a decir a continuación. Pero quería que quedase claro que Hank había dado lo mejor de sí en ese asunto.- Fue a verte antes de la cena de ayer. Pero dijo que tú…parecías concentrado en otra cosa. Y le pediste que volviese al otro día.

Erik parecía sopesar sus palabras, intentando recordar. Por fin, el recuerdo llegó a su mente, y sin darse cuenta, lo proyectó en la mente de Charles. La pequeña pero dulce charla con Hank, en la cual Erik había demostrado estar más preocupado por el bienestar de Charles que por el suyo propio, se reprodujo por igual en ambas mentes. “Lo único que ahora me preocupa es que Charles esté bien”, aquella frase se repitió una y otra vez en la mente del telépata, y supo que tenía razón en insistir con proteger a Erik. Ese hombre era demasiado dulce y amable como para dejarlo ir fácilmente. Sonrió con ternura. Erik se sonrojó levemente, pero no sabía que Charles sabía la razón, así que no dijo nada al respecto.

-Sí, tiene razón, ahora me acuerdo.-dijo nada más, ex culpando a Hank del asunto.-Gracias por decírmelo.

Un silencio extraño se instaló entre ellos. Erik no parecía alarmado, y Charles estaba esperando alguna reacción por parte el polaco, pero nada ocurrió. A su vez, Erik intentaba comprender qué quería Charles, que seguía parado en medio de su cuarto como si no supiese qué hacer a continuación.

-Bien, ¿algo más?-preguntó el polaco, esperando una explicación.

-¿Algo más?-preguntó, incrédulo- Erik, estás en peligro. Deberías preocuparte.

Erik alzó las cejas, sin comprender.

-Ya me lo advertiste Charles, y me alegro por ello. Pero no entiendo qué pretendes que haga. He estado frente a peligros mayores, y sé que hacerse problema de ante mano no soluciona nada. Además, Hank puede equivocarse. Ya han pasado, ¿cuánto? Dos días, ¿cierto? Y estoy perfectamente bien.

-Pero no te expusiste tanto al poder de ese mutante como yo.-y ambos les dolió un poco el recuerdo. A Erik, porque había odiado que Charles se interpusiera entre él y el peligro, como si valiese la salud del telépata. Y a este último, porque a fin de cuentas no había podido proteger del todo a Erik, si es que realmente podía empequeñecer.- Así que puede ser que tarde más en surtir su efecto en ti.

-Quizás sí, quizás no. No lo sabemos. Y aun así, si ocurriera, Hank ya tiene la cura.

-¿Y cómo caminarás hasta el laboratorio, midiendo diez centímetros?-preguntó con desafío.

-Me las arreglaré.-dijo serenamente.-Siempre lo he hecho.

Por un lado, a Charles le encantaba que Erik fuese tan tranquilo ante un inminente peligro. Le daba seguridad. Pero también quería darle él seguridad a Erik.

-Pero antes no me conocías.-y sonrió ladinamente.

-¿Ah, sí, Charles?-dijo soberbiamente también.-¿Y qué vas a hacer? ¿Vigilarme las veinticuatro horas por si me hago pequeño?

-Es una posibilidad.-dijo con cierta honestidad.

Erik suspiró, cansado. Si Charles seguía siendo tan dulce (y dudaba de que dejase de serlo alguna vez), no aguantaría sus inmensas ganas de acunarlo en sus brazos y besarlo, diciéndole lo agradecido que estaba de haberlo conocido. Pero no podía hacer algo como eso. Así que limitó a negar con la cabeza.

-Lo manejaré llegado el momento. Así que ahora…

-Pero, Erik, ¡en serio! ¿Qué ocurre si no hay nadie cerca? ¿Y si estás entrenando afuera? ¿O si estás durmiendo? No lo permitiré.

-Charles, ni siquiera sabemos cuánto tarda el proceso. Cuando a ti te ocurrió estabas durmiendo, así que no sabemos si es instantáneo o dura un tiempo. Así que si estoy entrenando o lo que sea y comienzo a notar cambios raros, puedo manejarlo.

-¿Y si estás durmiendo, como me ocurrió a mí?-rebatió. Y se le prendió el foco.

-En ese caso….

Erik se interrumpió ante la mirada traviesa de Charles. Y el inglés sonrió de esa manera decidida, que le daba un poco de temor a Erik. Porque sabía que cuando Charles se proponía algo, nada lo detenía. Ni nadie, ni siquiera él. Antes de que pudiera preguntar qué diablos estaba pasando por esa inteligente cabeza, Charles lo interrumpió.

-Voy a dormir contigo.-y sonrió coquetamente.

Erik sintió que iba a estallar al oír esa frase, justamente, de esos labios tan rojos y sensuales. Charles lo miraba decididamente, y no había un atisbo de broma en su comentario. Oh, no, el inglés hablaba en serio, y sabía que no sería fácil contradecirlo. Pero debía hacerlo. Si de sólo oír esa frase el corazón había comenzado a latirle a mil por hora, no quería ni imaginar lo que podía causar en él tener a ese bello hombre durmiendo en su mismo cuarto. Sacudió la cabeza imperceptiblemente, pero Charles no se inmutó, demostrándole que ya había tomado una decisión. Y vaya si Xavier era terco.

-¿Qué?-logró articular al fin, sonando como una adolescente nerviosa.

-Voy a dormir contigo.-repitió sin dudar o avergonzarse, sonriendo brillantemente. Demasiado brillantemente.- Así, si empequeñeces mientras duermes, estaré contigo. Y no deberás preocuparte.-y dulcemente agregó-Y no deberé preocuparme.

Erik estaba anonadado. Cuando pensaba que Charles no podía ser más maravilloso, aparecía en su cuarto sin pedirle permiso, para proponerle dormir juntos, sólo para protegerlo. Era demasiado. Demasiado para su maltrecho corazón, para sus miserias, para sus heridas. Suspiró, sintiéndose derrotado. Charles sonrió aún más, pues aunque Erik no había dicho que sí, notaba la alegría que había en su mente y en su corazón, y eso le bastaba para ser feliz él también.

-No es necesario….-comenzó el polaco.

Interrumpió sus palabras cuando Charles, en un rápido movimiento, acortó la distancia que los separaba, y tomaba su rostro entre sus manos. El inglés lo miraba intensamente, en una mezcla de ternura y compasión que terminó por derribar sus barreras.

-Erik, ya he abierto mi corazón varias veces para agradecerte por lo que hiciste por mí ayer. Pero siento que no es suficiente. Te mereces más que eso. Así que, si no quieres hacer esto por mí, al menos hazlo por mí. Déjame protegerte como tú me protegiste ayer.-y agregó en un susurro.- Por favor….

Erik contuvo el aire. Las manos de Charles acunando su rostro eran tan suaves como sus palabras. El azul de los ojos era brillante, y sabía que el inglés era honesto. Quiso acortar la poca distancia que aún los separaba, y fundirse en un beso necesitado con ese hombre tan cariñoso y dulce. Sin darse cuenta, sonrió imperceptiblemente, y Charles sintió que su corazón se saldría de su cuerpo.

-Está bien. Pero cada día te llevarás tus cosas a tu cuarto así no creamos desorden en la mansión.

Charles sonrió brillantemente, mostrando todos los dientes, sin poder contener su alegría. Erik definitivamente amaba esa sonrisa. Sabía que era una mala idea: no sería fácil contener todos los impulsos que Charles generaba en él teniéndolo cada noche durmiendo casi a su lado. Sobre todo, temía que fuese su mente la que le jugase una mala jugada. Había sido muy traicionero de su propia parte enamorarse de un telépata. Momento, ¿enamorarse? ¿esa era la palabra que le había asignado a lo que sentía por Charles? No, era muy pronto para estar seguro. Por ahora, le bastaba saber que había encontrado  a alguien que le agradecía sus esfuerzos, y que estaba dispuesto a cuidarlo. Y eso era mucho más de lo que había tenido en su vida, así que lo valoraría sin importar las consecuencias. Aún si estaba en juego su propia dignidad. Porque Charles lo valía.

Charles valía todo.

El inglés sonrió, mirando fijamente los orbes verdes ajenos. No podía creer que realmente Erik había accedido al fin a que él lo cuidase. Y vaya que aprovecharía la oportunidad. Sabía lo frío que era el polaco, y valoraba demasiado el espacio que le estaba dando en su vida. Y esperaba que también pudiese darle un lugar en su corazón. Un lugar grande, porque el cariño que Charles sentía por él no cabría en un espacio pequeño. Por suerte, con esa resolución, y con Erik accediendo a ella, había dado un paso. Un gran paso en su camino para llegar al corazón de Erik.

---Fin del Flashback—

“Llegamos”.

La voz en su cabeza lo devolvió a la realidad. Habían transitado todo el pasillo de la mansión en absoluto silencio, y recién ahora se percataba de que se había sumergido en sus pensamientos. Charles suspiró, tocando la puerta frente a él. Pensar que hace sólo unos días sentía que había dado un gran paso…y ahora sentía que había retrocedido diez.

Un extrañado Hank atendió la puerta.

-¿Charles? ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Ocurrió algo?-dijo preocupado.

-Buenos días, Hank.- y agregó, alzando la palma de su mano-Erik.

Charles sonrió divertido ante la expresión de Hank, que fue de una enorme sorpresa, a una sonrisa encantadora. Pero antes de que pudiera hacer algo, le advirtió con tono de broma:

-Oh, no te atrevas a decir que se ve adorable.-y rió, ante el enfado de Erik.-Recuerda que en unos minutos tendrá su tamaño normal y podrá golpearnos.

-Sobre eso…-comenzó Hank con cierta preocupación.

-¿Qué ocurre?-preguntó confundido Charles, sabiendo que Erik había pensado lo mismo.

-Erik no podrá volver a su tamaño normal instantáneamente.-sentenció, ante la expresión anonadada de los otros dos.

 

Notas finales:

¿Y? ¿Valió la pena la espera? Espero que les siga gustando esta historia <3 Ya no falta taaanto para que termine. Agradecería mucho que me dejen comentarios acerca de si les sigue gustando, qué opinan, lo que sea. Me incitan a seguir escribiendo nwn

Nos leemos~!


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