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Fragmentos por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

Drabble de Saga & Mu, a pedido de Aranel Poli (:

Próximo drabble: Manigoldo & Albafica.

 

Adorable. Al no conseguir nombrar la singularidad de su deseo por el ser amado, el sujeto amoroso desemboca en esta palabra un poco tonta: ¡adorable!



"El más tranquilo de los caballeros de oro". Así era como la mayoría de los caballeros de Atena, incluso guerreros pertenecientes a diversos bandos, describían al joven de cabellos color lila y expresivos ojos verdes. Todos parecían haberle dado ese puesto de manera unánime y ciertamente se lo merecía.

Mu era calmado, una persona que escogía guardar silencio y escuchar antes que entrometerse en una discusión a meter cizaña. Incluso su voz era apacible, mas no dudaba ni un instante en elevarla si la situación lo requería. Era el tipo de persona que buscaba pasar por inadvertida antes que ser el centro de atención, como su amigo Aioria, pero sus enojos le convertían en alguien con quien tener cuidado.

Todos estaban de acuerdo en que era la mar de relajado y, además, maduro. Pensaban que debía dedicarse siempre a su trabajo, a arreglar armaduras y, si se encontraba con su pareja, Saga, no harían más que sostener alguna conversación aburrida.

Muy lejos estaba de la realidad.

Desde que Seiya había decidido pasearse más por el Santuario para exigir entrenamientos de parte de Aioria y Aioros, un pequeño invitado había quedado en el templo de Géminis, uno traído desde Japón y que Kanon se había encargado de utilizar sin el permiso de nadie: una consola de videojuegos.

El menor de los gemelos poco se había interesado en pedirle permiso a Seiya y pronto Saga empezó a preguntarse cómo habría terminado semejante trasto ahí, o siquiera cómo se utilizaba. El constante uso de Kanon, que pareció obsesionarse con ese tipo de juegos, terminó enseñándole casi a la perfección su funcionamiento. La cosa no habría sido tan grave si Mu no se hubiera sentido interesado por el aparato, si no se hubiera sentado al lado de su hermano gemelo para aprender y no se hubiera prendado de los divertidos juegos.

Sorprendido, Saga miraba jugar al amor de su vida y pareja junto con su hermano, quien desde hacía ya un tiempo largo vivía en su mismo templo.

El resto de los caballeros podían pensar que Mu era la persona más madura del Santuario, quizá el único de los caballeros de oro, junto con Shaka y Camus, que mantenía cuerdas todas sus neuronas y se dedicaba enteramente a sus deberes como santo... pero lejos estaban de atinar. Desde que el maldito artefacto había ingresado al templo de Géminis, había captado la atención de Mu y Saga pronto descubrió otra faceta de su amante: la infantil.

En ningún instante había el geminiano olvidado que la infancia de Mu no había sido para nada corriente: entrenamientos para convertirse en un santo de oro, la muerte de quien fue su único maestro, casi un padre para él, la huida a Jamir y las siguientes guerras. A diferencia de otras personas, en la infancia de Mu no había habido lugar para juegos ni mucho menos distracciones. En gran parte, eso había sido su culpa, por su puesto. Mas al finalizar la guerra santa y recibir una nueva oportunidad de Atena, descubrió que el ariano hacía tiempo había perdonado sus malos actos.

Lo miró atento, más interesado en su expresión al jugar que en la forma en que apretaba los botones. Sus ojos, siempre sinceros, brillaban casi emocionados y traía una sonrisa que dudaba haberle visto alguna vez en el rostro. Reía a cada queja que Kanon soltaba y se esforzaba en adelantarle, sus dedos moviéndose con una velocidad pasmosa.

Lo que más le sorprendía no era ver que Mu guardaba aún un lado infantil, sino descubrir lo mucho que le enternecía toda su persona. Podía enojarse, gritar, avergonzarse o bien reír: cada mínima parte de su personalidad le enamoraba aún más.

Se acercó a él en silencio y envolvió su cintura con los brazos en un afán mimoso, dejando pronto que su cabeza descansara en la nuca del ariano. A Mu no le molestó que su pareja buscara cariño como un niño pequeño mientras jugaba, sino todo lo contrario: su sonrisa se amplió, sus esmeraldas orbes se llenaron de brillo y echó la cabeza hacia atrás para poder rozar la de su compañero.

Pese a la concentración que el juego le robaba y al estruendoso sonido que provocaba en el templo, Mu no pudo evitar comentarlo:

 

—Adorable.


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