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Shattered Glass por Xerxes Uryu

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Notas del capitulo:

¡Y otro capitulo de la historia!

Un detalle importante que se me olvidó aclarar es que el "maldito" que tiene secuestrado a Uryuu no es un personaje en específico; lo hice con la intención de que el lector se imaginara a uno (ya puede ser Mayuri, el mismísimo Aizen, Grimmjow e inclusive un personaje de otro anime).

Ya con esto aclarado ¡espero que disfruten de la lectura!

Despierto con mucho pesar. Otro día — ¿o ya será noche? —de infierno.


Buenos días, Ishida-kun.


Volteo mi cara con la esperanza de encontrarla con la misma sonrisa amable y cálida de siempre, pero con lo único que me encuentro es con la fría y sucia pared. Me siento decepcionado, tal vez ya me estaba volviendo loco y comenzaba a escuchar cosas que no eran.


¿Desde hace cuánto que no la veo? Era tan difícil saber cuánto llevaba en esta prisión sin poder ver la luz del sol. Extrañaba su calidez y sus sonrisas esperanzadoras. Ella era la única luz que me mantenía cuerdo.


Aún recuerdo la primera vez que la vi:


Había despertado con un intenso dolor en la cabeza y veía todo borroso. Entonces me di cuenta que no tenía mis lentes y comencé a buscarlos tanteando el suelo.


— ¿Te encuentras bien? —escuché decir a mis espaldas.


Me volteé para contestar y logré distinguir a una silueta borrosa, pero indudablemente femenina.


—Sí, solo que no encuentro mis lentes.


— ¡Oh, creo que los vi por aquí! —curiosamente escuché los sonidos de cadenas moverse. Los atribuí a mi dolor de cabeza —. ¡Aquí están! —exclamaste entusiasmada.


Cuando me los dio por fin pude notar mi alrededor: estaba en un cuarto húmedo, sucio e iluminado por la débil luz de un foco. ¿Dónde estaba?


Me giré para agradecer a la mujer y también preguntarle acerca de nuestro paradero, pero al hacerlo me sorprendí al ver que ella estaba completamente desnuda. Me volteo totalmente rojo como un tomate.


— ¿Estás bien, tienes fiebre? Tu cara está roja —me dices, preocupada.


—N-No, e-es solo que… no… tienes… ropa —conforme continuaba mi oración el sonido de mi voz perdía fuerza.


Al parecer la mujer cayó en cuenta pues comenzó a inspeccionarse y después me sonrió con un ligero sonrojo. Suspiré derrotado. Al parecer la chica no tenía nada más que ponerse. Dejando a un lado mi pudor desbroché mi camisa y se lo extendí para que se tapara con ella.


—Oh, gracias —y otra vez el sonido de las cadenas se escucharon a la par que ella tomaba la prenda.


Mi curiosidad fue más fuerte que mi vergüenza por lo que decidí levantar mi cabeza y examinar a la chica, llevándome una horrible sorpresa: sus manos estaban esposadas, su cuerpo tenía varias marcas de golpes y rasguños y aun así ella me sonreía como si eso no fuera nada.


Sentí mi cuerpo temblar de ira y de seguro que mi cara lo demostró porque ella me veía con sorpresa y con algo de miedo.


— ¿Qué tienes?


— ¿Quién te hizo eso? —ignoré tu pregunta y formulé otra, clara falta de respeto que decidí ignorar esta vez.


Tu sonrisa se debilitó y descendiste tu vista al piso. A pesar de no verte directamente podía notar que tu mirada transmitía nostalgia y tristeza. No sé por qué me sentí mal y estuve a punto de disculparme por haber sido grosero, pero que el sonido de una puerta metálica me interrumpió.


La luz me atonta por un segundo para después dejar que mis ojos se acostumbren a la claridad.


—Vaya, por fin has despertado, eres alguien muy dormilón.


Enfoco mi vista y logro ver que se trata de un hombre de unos treinta y algo. De tan solo ver la mirada aterrorizada que le dedicó la chica supe que él no era nadie bueno.


— ¿Ah?, ¿qué hace esa porquería en tus ojos? —de seguro se refería a mis lentes —. ¿Acaso fuiste tú quien se los dio?


Él comenzó a acercarse a paso lento hacia ella, la chica, la cual retrocedía por cada paso que daba, lo miraba con verdadero terror en sus grises ojos. En un intento de protegerla me interpuse entre ella y él.


—Ni se te ocurra tocarla —siseé amenazante. Pero desgraciadamente fui ignorado por la risotada que lanzó aquél desagradable hombre.


De un fuerte puñetazo me mandó al suelo, lo único que puse escuchar fue el grito de horror de la chica y el ruido seco de mi cuerpo cayendo sin gracia alguna al suelo. Desafortunadamente mis lentes cayeron lejos de mí.


—Te perdonaré sólo porque eres nuevo aquí, pero —tomó mis lentes y los rompió con una facilidad abrumadora —aquí existe una regla fundamental: hacer todo lo que yo diga. No la rompas y yo no romperé tus lindos huesos.


Sentí mi sangre arder de furia y lo miré con un odio que jamás le dediqué a nadie y mucho menos a alguien a quien conocí a penas. Ignorando el recorrido de sangre que bajaba de mis labios y el terrible dolor de mi estómago me levanté e interpuse de nuevo mi cuerpo para alejar a aquél sujeto de la chica pese a la mirada suplicante de ésta por dejar de hacerme el valiente.


—Parece ser que tienes delirios de príncipe azul —sonríes de forma demente y me apartas de un empujón mandándome otra vez al suelo. Estaba clara la diferencia abismal de fuerza entre nosotros —. Me divertiré destrozando esa seguridad que tienes.


Escucho un grito de dolor y al levantar la mirada veo que el infeliz se llevaba por la fuerza a la chica pese a las súplicas de ésta.


Mi sentido de la caballerosidad es más grande que el de supervivencia y decido levantarme de nuevo para el siguiente round.


—Te… he dicho… que no… te le acerques —hasta yo mismo sé que jadeando mi amenaza era menos que patética y espero por tu sarta de burlas y golpes.


Pero éstas nunca llegan, en cambio, veo que tu expresión es neutra, como si estuvieras evaluando la situación. Miro a la de ojos grises y su mirada me suplica que me detenga y deje de enfrentarme al cerdo que tengo en frente, pero no puedo —ni quiero —, así que me mantengo firme.


— ¿Acaso no me oyes? Suéltala —me estaba impacientando por que el tipo no la soltara.


— ¿O si no, qué? —soltaste brusco —¿Piensas tomar su lugar?


— ¡No lo hagas! —gritas, pero el infeliz aprieta tu brazo para hacerte callar y esa acción hace que mi cabeza deje de razonar y mis impulsos tomen el control.


—Sí —te respondo sin saber realmente en donde me metía, lo único que quería era que la soltaras.


Tu expresión seria cambia por una sonrisa lasciva. Sueltas a la chica y al que toma del brazo es a mí. Me llevas a la salida, pero ella se interpone en nuestro camino rogándote a que me dejaras ir. Tú no le prestas atención y de un manotazo la apartas del camino.


Trato de ayudarte, mas sin embargo el infeliz aprieta más el agarre y me aleja de ti pese a mis protestas


Caminábamos por una enorme estancia igual de fría y escalofriante, siendo sincero me asustaba el lugar, pero no le demostraría mi vulnerabilidad al maldito. En su lugar seguía pensando si la chica estaba bien.


Entramos a una alcoba menos espeluznante: Había un foco que alumbraba mejor que el del otro cuarto, una cama de más calidad que aquella colchoneta vieja que vi y el piso estaba limpio.


Volteé a verte para preguntarte qué demonios querías, ¿limpiar el cuarto? Sin embargo me quedo de piedra cuando te veo quitarte tu camisa, y tu sonrisa lasciva me dice más que mil palabras.


Eres un maldito enfermo —dije incrédulo, alejándome de ti y de tu repulsiva figura.


—Oh, vamos. No me digas cosas tan crueles —a pesar de que te haces el sufrido, te acercas a mí como si de un depredador te tratases.


En un intento desesperado trato de golpearte para que no te acerques más; terrible error. Sin mucho esfuerzo me agarras por la muñeca y con fuerza me avientas a la cama. Pronto te sientas sobre mí y agarras mis manos con una sola tuya.


—Me alegra que le hayas dado tu camisa a esa estúpida —con la otra mano libre recorres mi cuerpo y yo no puedo evitar sentirme sucio ante el roce asqueroso —, así me evito las molestias de quitártela —te relames tus labios.


Rápidamente trato de liberarme del peso de tu cuerpo con los movimientos frenéticos del mío, logro tirarte de la cama y entonces veo la oportunidad de escaparme. Me levanto y salgo directo a la puerta, pero a pesar de tu masa corporal eres rápido y sin mucho preámbulo lograr estampar mi cara contra el duro suelo y tu llave aprisiona mis brazos.


—No seas estúpido —tu voz es dura y hasta cierto punto intimidante —. Si vuelves a hacer eso ten por seguro que te arrepentirás.


— ¿Crees que te tengo miedo? —sabía que retarlo era una pésima idea, pero mi sentido común estaba fallando y las ansías de quitarte esa estúpida sonrisa eran abrumadoras —. Solo eres un pobre diablo que toda su vida ha sido abusado por otros y esta es tu manera de desquitarte  —me reí de manera provocadora —. Me das tanta lástima —intenté ser lo más condescendiente posible en cada sílaba.


Me levantas con brusquedad y sin delicadeza me estrellas contra la pared. Una mano tuya envuelve mi cuello y la aprieta.


— ¿Te crees mejor que los demás? —tu cara está roja y tus ojos parecen que en cualquier momento se iban a salir de sus órbitas —. Déjame decirte que tú no eres nadie aquí —tu agarre se intensifica hasta el punto de lograr que el aire no pasara por mis pulmones —. Yo soy el rey aquí y ni tú ni nadie cambiarán eso. Si yo digo baila, tú bailas; si yo digo canta, cantarás; y si yo digo que te mueras…


Comenzaba a ver borroso y sentía que perdía mis fuerzas. Mi cuerpo dejaba de zarandearse poco a poco hasta casi quedar inmóvil. Antes de que perdiera el conocimiento me soltaste y me lanzaste a la cama. Al verme libre rápidamente comencé a dar bocanadas, buscando el tan ansiado aire, a la vez que tosía por la saliva que se me había atorado en la garganta.


Pronto una rodilla tuya presionó sobre mi espalda y con miedo escucho el sonido típico de un botón siendo desabrochado y de una cremallera abriéndose.


 —Y yo que pensaba ser amable en tu primera vez —escuché que te lamentabas cínicamente.


Ante lo dicho traté con más vehemencia en escaparme de tan horrorosa situación. Nunca en mi vida había sentido tanto miedo como ahora. Mi espalda era cruelmente torturada por su rodilla y mis movimientos frenéticos. Sin darme cuenta mis pantalones fueron bajados hasta la altura de mis tobillos y el infeliz ya se había posicionado.


—Solo sentirás un pequeño pinchazo.


Lo próximo que sentí fue como si desgarraran mi cuerpo desde dentro, un intenso dolor atravesó mi espina dorsal. El dolor era tan grande junto con el shock que lo único que pude hacer fue lanzar un grito ahogado, simplemente abrí la boca lo más que pude sin emitir sonido alguno.


—Tan estrecho —te escucho susurrar roncamente en mi oído, sintiendo que tus uñas se encajaban dolorosamente en mi cadera.


Pronto sentí que comenzabas a moverte en mi interior. Ya recuperado del shock inicial pedí que pararas con lágrimas en mis ojos por la humillación y el dolor, pero ninguna de mis plegarias fue escuchada por ti, lo único que lograba haciendo esto era que aumentaras la velocidad y la potencia de las estocadas. Las embestidas eran tan fuertes y yo no había sido preparado que inevitablemente sentí la sangre correr por mis muslos.


Pasó tiempo en el cual lo único que se escuchaban eran mis gritos de demanda. Lo único que quería era ya no seguir sintiendo esto, deseando que todo esto fuera una horrible pesadilla.


Mis deseos se vieron cumplidos pues en un determinado momento comencé a ver todo borroso y finalmente perdí el conocimiento.


 


Abrí mis ojos con sorpresa al ver que la puerta de metal era nuevamente abierta. Esperaba otra ronda de humillación y dolor, pero esta vez tu semblante serio, hasta cierto punto asustado, me impresionó —y he de admitir que inclusive me asustó más—.


—Nos han descubierto —me dijiste como si hubieran descubierto a dos amantes, a veces me pregunto cómo puedes ser tan cínico y retorcido —. Esta será la última vez que nos veamos.


Escuché el sonido de una puerta siendo derribada, a la vez que sacaste una pistola de tu ropa. Mi cuerpo se paralizó cuando un cañón me estaba apuntando, qué raro, siempre soñé con el día en que por fin me iría de esta pesadilla, pero mi cuerpo me pedía que saliera corriendo de ahí. Tal vez era mi instinto de supervivencia ante el peligro de perder mi vida, o simplemente era otro truco suyo para asustarme.


O tal vez era porque aún tenía la esperanza de encontrarme con ella.


El sonido de pasos de personas se escuchaban más cerca y tú chasqueaste la lengua molesto. Sin pensártelo dos veces accionaste el gatillo. Sentir la bala incrustándose en mi estómago fue increíblemente doloroso. Dejo escapar un grito y me tiro al suelo, presionando la herida en un inútil intento de detener el sangrado.


Escucho tu risa estruendosa retumbar por toda la sala y con mucha dificultad levanto mi cabeza para verte. Mi asombro fue enorme al ver que te estabas apuntando en la cabeza.


 —Cómo se va tu vida será lo último que veré y viceversa —tu sonrisa se ensanchó aún más, dándote facciones inhumanas —. Nos vemos en el infierno.


Y entonces sucedió: el sonido de la pistola disparando contra la cabeza del que fue mi demonio personal y que de ella saliera borbotones de sangre fue suficiente para mí; tanto, como para olvidar momentáneamente mi dolor. Sin embargo, cuando tu cuerpo sin vida cayó pesadamente al suelo, noté que debajo de mí se estaba formando un charco de sangre que se expandía cada vez más.


Mi visión estaba comenzando a oscurecerse y sentí un terrible peso en mis párpados. Todo acababa aquí, conmigo muriendo en el lugar que más sufrimiento me causó, sin volver a ver a Orihime y siendo el único testigo de la extinción de mi vida aquél sujeto que parecía seguir disfrutando del espectáculo a pesar de que su mirada estaba apagada.


Escucho la puerta abrirse y el sonido de varias pisadas y gritos suenan por el pequeño cuarto. Siento que varias personas se acercan a mi cuerpo y sin embargo no les presto atención.


Ishida-kun.


La escucho susurrar mi nombre, tan cálida, tan cerca y tan real que de verdad siento que ella estaba realmente conmigo.


Ishida-kun.


Mi cuerpo se siente frío, mi respiración se va pausando cada vez más hasta casi no sentirla y mi visión se va tornando oscura. Cierro los ojos, esperando nunca más abrirlos; sintiendo por primera vez lo creí que nunca más sentiría: tranquilidad.


No te rindas, Ishida-kun

Notas finales:

Aunque ustedes me lo pongan en duda, Ishida es mi personaje favorito de BLEACH (diablos, creo que incluso en el mundo del anime), así que cuando él sufre yo lloro (¿?), entonces ustedes se pueden imaginar cómo estuve cuando escribí este capitulo lleno de drama.


¿Creen que Uryuu por fin haya encontrado la paz? ¡Pues no! Todavía le falta más que recorrer (huye riendo malevolamente).


Espero que lo hayan disfrutado, hasta luego~


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