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Bajo la Luna por MikaShier

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El sol estaba en su punto alto cuando Haru salió de la universidad. Su paso era lento y pesado. Las clases no habían estado tan mal, pero no podía decirse lo mismo de  su ánimo. Se dirigía a las prácticas de natación, aunque últimamente las ganas de nadar escaseaban.

 

Se sentía patético y sin vida.

 

Soltando un suspiro, dejó su mochila en los casilleros del club, ignorando la plática amena que mantenían sus compañeros, y procedió a desabrocharse la chaqueta. Debía seguir adelante. El primer amor no siempre era el último. Aún si había amado con todo lo que había en su ser. Aún si no se imaginaba un futuro sin Rin.

 

Estaba colgando la prenda en el gancho de su casillero cuando una respiración agitada se hizo presente a su izquierda. La frente del chico estaba perlada por el sudor y su pecho se movía al mismo ritmo que recuperaba el aliento, además, parecía enojado. Haru se sintió sorprendido, mas no lo demostró. Tampoco mencionó el hecho de que le extrañaba que el otro siquiera estuviera en el país. Se dedicó a buscar sus gafas de natación, a la espera del posible sermón que el contrario le echaría, pues de seguro ya le habían dicho lo de la Navidad pasada. Vamos, todos, en su momento, le habían ido a echar la bronca antes de conocer la otra parte de la historia.

 

─ ¿No vas a decir nada, Sousuke? ─exclamó el ojiazul con un deje de cansancio en su voz. El aludido suspiró.

 

─Estoy pensando en cómo hacerlo, dame un momento... Pero debes dejar de desvestirte ─Haru suspiró, deteniendo el movimiento.

 

Sousuke no sabía que decir. Había ido ahí porque era lo correcto, sin embargo, él no era el indicado para contarle a Haruka la situación de Rin y, al ser guiado por la ira, no había pensado del todo bien las palabras que debía utilizar. Tenía que guiar a Haru. Suspiró pesadamente.

 

─Rin ha estado viviendo con Tachibana durante todo el mes. Y... Bueno, creo que debes hablar con él. Es grave.

 

Y fue la chispa que comenzó el incendio.

 

Su ex novio y su mejor amigo, viviendo juntos ¡A su espalda! ¿Qué demonios significaba eso?

 

Su departamento no quedaba lejos, pero el de Makoto sí.

 

Haru tomó sus cosas y, con paso firme y furioso, caminó por las calles de Tokio hasta llegar al edificio en el que vivía. Sousuke venía tras él.

 

Rin había mencionado que Haru tenía un auto, mas nunca lo creyó cierto. El pelinegro quitó la alarma y le ordenó subir. Sousuke, pese a la extrañeza, obedeció.

 

─ ¿Es tuyo?

 

─Sí. Pero Rin era el que lo usaba cuando venía, prefería que él lo hiciera ─el tono empleado fue seco. Sousuke estaba satisfecho con ello.

 

Makoto debía tener su merecido.

 

En cuanto el ojiazul arrancó, Sousuke entendió por qué no usaba el auto. Se colocó el cinturón mientras Haruka intentaba traspasar el auto con el acelerador, pues parecía pisar con fuerza.

 

Haru ni siquiera se molestó en estacionarse correctamente. Se limitó a apagar el coche y salir de él, azotando la puerta.

 

Las llaves bailaban en su mano, símbolo de los nervios que sufría. Subió los escalones a zancadas, seguido por Sousuke. Entre más posibilidades de la situación pasaban por su mente, más se enojaba el ojiazul. Sus manos temblaban mientras intentaba meter la llave a la perilla y, cuando finalmente pudo, entró, quitándose los zapatos y arrojándolos a un lado.

 

Se detuvo en la sala y evaluó a las personas que ahí se encontraban mirándolo con sorpresa. Aquello dolía. Que sus supuestos mejores amigos no le hubieran dicho, que hubiese sido Sousuke quien lo buscara a pesar de que ni siquiera le hablaba del todo.

 

─Sousuke-kun... ¿Tú lo trajiste? ─la palabra traición apareció en el rostro de la chica. Pero en el de Haruka llevaba tiempo plasmada─ Prometiste que...

 

─No te confundas. Prometí ayudar a Rin a recapacitar. Y eso estoy haciendo.

 

Si Gou contestó o no, Haru lo ignoró. Sus puños se habían apretado. Si Makoto y Rin no estaban en la sala... Entonces estarían en el cuarto.

 

Pero aún así, nada lo preparó para la escena dentro de la habitación de su antiguo mejor amigo.

 

Makoto acariciaba el rostro dormido de Rin con la mano libre mientras con el otro brazo lo mantenía cerca suyo. El castaño alzó la mirada, deteniendo el recorrido por la piel de Rin para mostrar sorpresa ante la persona que se atrevía a interrumpirlo.

 

Con cuidado, soltó el cuerpo del pelirrojo, quien solo se quejó mientras abrazaba la almohada con más fuerza. Makoto se apeó, haciendo frente a Haru, con un remolino de sentimientos encontrados en su interior ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Por qué no podía detenerse?

 

─ ¿Qué mierda es esto? ─exigió saber el pelinegro. Makoto se llevó un dedo a los labios.

 

─Vas a despertarlo ─aquello crispó los nervios de Haru.

 

─ ¡Contéstame! ─Rin abrió los ojos lentamente gracias al grito. Se estiró sobre la cama. La cabeza le palpitaba. Llorar y dormir le hacía bastante mal. Inconsciente de la escena desarrollada frente a él, pues estaba más dormido que despierto, se abrazó más a la almohada─ ¡No te atrevas a volver a dormirte, Rin!

 

La voz caló en el corazón del menor. Sus sentidos despertaron de golpe mientras su corazón se aceleraba.

 

Las lámparas estaban apagadas y el par frente a él estaba iluminado por la luz del pasillo, Rin distinguió la figura de Haruka incluso antes de que su vista dejase de ser borrosa.

 

─Sal de aquí, Makoto. Necesito hablar con Rin.

 

─No era lo que crees. Déjame explicarte, Haru ─respondió el castaño. La mirada azul, fría y apagada de su mejor amigo, cayó sobre él, helándole la sangre.

 

─Te dije que te fueras.

 

Makoto había cometido muchos errores durante ese mes. Y consideró que salir de ahí solo sería uno más. Sin embargo, se lo debía a Haru. Le debía demasiado. Salió de la habitación, con paso dudoso, dirigiéndose a la sala, donde tres miradas acusadoras lo observaban. La cuarta parecía querer borrarlo de la faz de la tierra.

 

Nadie le dijo nada, aunque quizá era por la tensión que invadió el ambiente. No pasó mucho tiempo cuando el primer grito atravesó el departamento de Makoto. El castaño bajó la mirada, pareciendo herido, al distinguir al propietario como Rin. Después, siguió Haru. La oleada de gritos inundó el lugar.

 

Nagisa se encogió en su lugar, jamás había escuchado a Haru tan molesto. Y Rin parecía desesperado. No sabía qué era lo que podían hacer. Por su parte, Rei entendía que no debían marcharse. No debían interferir en la situación, pero de cierta manera servían como un soporte. Rin podría terminar mal, porque el estrés en exceso no era bueno, pero era aún peor en su estado. Y, de alguna manera, era consciente de que Haru podía estar reteniendo parte de su furia por ellos, porque su presencia establecía un límite, porque el pelinegro debía saber que, si en algún momento se dejaba dominar por la ira, ellos lo detendrían.

 

Gou se sentía mal consigo misma. No hacía nada bien. No sabía qué era lo que podía hacer por su hermano, que era lo mejor para él. Y eso la lastimaba en demasía. Rin estaba perdido, y ella no podía ayudar.

 

El grito de Haruka se volvió más fuerte y los sollozos de Rin se hicieron presentes. El pelirrojo parecía estar suplicando.

 

Y Makoto no pudo resistirlo.

 

Apretó los labios. Haru estaba dañando a Rin. Nadie debía hacerlo, no mientras él pudiera protegerlo. Se separó de la pared e inició la marcha hacia su habitación. Pero Sousuke se atravesó en su camino. Su mirada era más seca que la de Haruka y, en su rostro, la ira era más notable.

 

─ ¿A dónde crees que estás yendo? ─cuestionó en un gruñido. Makoto tragó gordo.

 

─ ¿No escuchas? Le hizo llorar. Yo no puedo permitir...

 

─Pues vas a hacerlo.

 

─ ¡No! No dejaré que lastime más a Rin. No debías traerlo.

 

─Esto no pasaría si tú hubieras llamado a Haru desde un principio ─masculló el pelinegro. Makoto apretó los labios.

 

─Déjame pasar ─ordenó. Sousuke lo empujó hacia atrás, haciendo que el castaño golpeara su espalda con la pared.

 

─Si Haru no te golpea, te juro que yo lo haré ─sentenció. Makoto desvió la mirada─. No te atrevas a interrumpirlos.

 

_____

 

En cuanto la puerta se cerró tras Makoto, Haru prendió la luz. Rin estaba sentado, envuelto en las sábanas y pegado a la pared mientras se aferraba a una almohada.

 

El pelinegro parecía a punto de estallar. Rin jamás lo había visto tan molesto como en ese instante. La emoción no solo estaba plasmada en sus ojos, sino que le había hecho apretar los labios y los puños. Parecía dispuesto a atacar, cuando Rin solo quería besarle y contárselo todo.

 

La presencia de Haruka desestabilizaba todos sus pensamientos. De pronto, decirle no era una mala idea, aunque quizá era porque abortaría al día siguiente. Porque ya no importaba.

 

No se preguntó por qué estaba ahí. Sabía que era obra de Sousuke, lo presentía.

 

─ ¿Por qué con Makoto? ─preguntó Haru en un susurro. Rin no comprendió a qué se refería, desvió la mirada─ ¿Por qué tenías que meterte con mi mejor amigo? ─exigió saber. Al pelirrojo le ofendió aquella conclusión. Y, de pronto, ya no estaba triste. La ira corrió por sus venas, ¿qué mierda de conjetura era esa?

 

─ ¡No soy esa clase de persona! ─gritó. El pelinegro solo logró molestarse más.

 

─ ¿¡Entonces qué clase de jodida persona eres!? ¿¡Por qué mierda estás aquí!?

 

─ ¡No te interesa! ¡Lárgate!

 

─ ¡Solo contéstame!

 

─ ¡Deja de gritarme!

 

─ ¡Entonces contesta de una jodida vez! ¿¡Por qué mierda estás metido en la cama de mi mejor amigo!? ─las lágrimas vencieron la resistencia que ponía al llanto y pronto las mejillas de Haru se humedecieron. Rin arrugó el gesto, echándose a llorar de inmediato.

 

Sabía lo mal que se veía. Sabía lo que Makoto estaba haciendo, pero él no podía decirle nada si el castaño lo besaba o lo abrazaba, porque estaba en deuda. Pero él no se había metido con el mejor amigo de Haru y se sentía terrible el saber que era así como era visto.

 

─No es así... Te lo juro... Yo jamás me metería con Makoto, no soy esa clase de persona ─su voz se escuchó ahogada por la almohada, ya que había enterrado el rostro en ella, en un intento de callar sus sollozos. Haru se talló la cara, pero las lágrimas no se detuvieron.

 

─Entonces, ¿qué estás haciendo aquí, Rin? Por favor, explícamelo.

 

El pelirrojo no podía resistirse. Era injusto que Haru llorara, porque su supuesta racionalidad se perdía ante él, pues no era algo que sucediera tan fácilmente. La decisión que tomó fue un impulso. Algo que había pensado y negado demasiadas veces.

 

Y, como las ocasiones anteriores, simplemente lo soltó.

 

─Estoy en cinta.

 

─ ¿Estás tomándome el pelo? ¿¡Crees que soy un idiota!? ─siseó. Rin negó repetidas veces con la cabeza mientras su llanto aumentaba. Y, entre jadeos y sollozos, contó aquello que tan mal le ponía.

 

La palidez tomó por completo el rostro de Haru. El pelirrojo apartó la almohada que usaba como escudo y, con la voz temblorosa y cansada, le mostró el vientre.

 

─Por esto salí del equipo de natación y dejé la universidad ─explicó un poco más calmado─. Le pedí ayuda a Makoto y él me dijo que no... Dijo que debía decírtelo, pero después aceptó. Yo no sabía cómo agradecerle y cuando comenzó a abrazarme y besarme, yo simplemente lo dejé...

 

─ ¿Te besó? ─la ira invadió al pelinegro de nuevo.

 

─ ¡No es el punto!

 

─Solo respóndeme...

 

─Solo una vez... pensó que estaba dormido, pero... me movió mucho y yo... ¡Haru! ─el aludido ya había abierto la puerta cuando Rin lo tomó de la mano. El pelinegro se giró, pero aquella vista solo le irritó más. El menor estaba en ropa interior. Y no iba a permitirle eso a Makoto.

 

No solo había omitido el hecho de que Rin estaba quedándose con él. Sino que se había aprovechado del pelirrojo. Irrumpió en la sala con paso decidido, encontrando de inmediato a Makoto, quien conocía tan bien a Haru y por ende sabía lo que pasaría. Y aún así no lo impidió.

 

Haru tomó a su estúpido y supuesto amigo de toda la vida por la camisa antes de elevar el brazo y estrellar su puño contra el rostro del contrario. Lo hubiera hecho nuevamente, pero Nagisa lo tomó de un brazo, provocando que Rei actuara también, tomándolo del otro y alejándolo de Makoto.

 

─Si vuelves a tocarlo, juro que te mataré ─siseó Haruka. El castaño lo miró, aunque no del todo arrepentido.

 

─Solo hice lo que creí...

 

─ ¡Cállate! Hiciste lo que tú querías. No te atrevas a besarlo de nuevo, idiota ─Makoto abrió los ojos con sorpresa. Rin lo había sentido.

 

─No es mi culpa haberme enamorado de él ─la declaración enfureció al pelinegro, quien se sacudió en brazos contrarios, dispuesto a golpear nuevamente a Makoto.

 

─Haru-chan, debes calmarte...

 

─No, Nagisa. Y suéltame. No puedo creer que todos hayan hecho esto. Creí que éramos amigos.

 

─Nosotros solo... ─intentó Gou.

 

─Yo les pedí que no lo hicieran ─intervino Rin, con el pantalón mal puesto, pues, consciente de que había sido eso lo que desencadenó a Haru, había tomado los primeros que encontró. El pelinegro observó a su ex pareja─. Les... Les dije que si te lo decían yo... Los amenacé... ─el pelinegro asintió, librándose del agarre de sus amigos, mas no significaba que lo aceptaría tan fácilmente.

 

─Vámonos ─masculló tomando a Rin de la mano y guiándolo a la salida. El pelirrojo se soltó y retrocedió.

 

─No quiero irme contigo, Haru.

 

El peso cayó sobre él, mas no se permitiría llorar. Se giró hacia Rin y evaluó todas posibilidades que tenía para convencerlo. Entonces, Makoto decidió que había sido suficiente. Estaba hiriendo a Haru, a quien amaba como un hermano. Y, pese a que no lo quería, decidió dar un empujón a Rin, por más que sabía que el pelinegro lo odiaría. Por más que quería más tiempo con el pelirrojo. Sabía que lo mejor, era que Rin se marchase con Haruka.

 

Sus brazos envolvieron la cintura de Rin, atrayéndolo hacia sí y pegándole la espalda a su pecho. El pelirrojo abrió los ojos con sorpresa.

 

─No te necesita, Haru. Me necesita a mí.

 

La ira quemó el interior de Haruka y se dispuso a atacar. Pero Rin se libró de los brazos de Makoto.

 

¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué había hecho que Makoto y Haru se distanciaran? No podía seguir así. No podía continuar hiriendo a los demás solo porque él estaba herido. Dio un paso adelante, con la mirada gacha.

 

─Me iré contigo ─balbuceó.

 

Y Haru no necesitó más.

 

Salió del departamento junto a Rin. Su mente estaba en blanco y presentía la caída. Le abrió la puerta del auto al pelirrojo y esperó a que subiera para trabarla y luego dirigirse al lado del piloto. Encendió el auto y arrancó. Perdiéndose en las calles de Tokio.

 

Sousuke observó a Makoto, viendo en él las ganas que tenía de echarse a llorar. Pero no iba a consolarlo.

 

Gou hizo frente al castaño y cruzó su rostro con una bofetada. La pelirroja se veía iracunda. Y tenía razón de estar así.

 

─ ¿Cómo te atreves? ─masculló antes de salir del departamento, sin querer escuchar respuesta alguna de Makoto, aunque éste no respondería, de todas formas.

 

─Mako-chan... ¿Por qué hiciste eso?

 

─No lo sé, Nagisa.

 

─ ¿De verdad se enamoró de Rin-san? ─cuestionó Rei. El castaño se llevó una mano al cuello y desvió la mirada.

 

─No pude evitarlo.

 

─No dudaré en acabar contigo si vuelves a hacer algo parecido ─masculló Sousuke, aunque un deje de dolor se veía en él. Makoto lo observó, las lágrimas inhundando su mirada.

 

─Perdóname... No era mi intención amarlo así... Cuando lo recibí, no creí que fuera a gustarme tenerlo... Yo...

 

─ ¿Crees que me interesa? ─siseó el pelinegro, empujando a Makoto a un lado─ Te metiste con mi mejor amigo, te aprovechaste de su estado emocional y traicionaste a Haru. No le encuentro perdón a eso. Me sorprendería si vuelve a hablarte después de esto.

 

─Sou-chan, Mako-chan sigue siendo nuestro amigo... A pesar de lo que hizo... Él merece otra oportunidad.

 

─Habla por ti mismo, Hazuki. Me llevaré lo de Rin ─declaró el más alto. Makoto asintió.

 

─Lo tiene guardado en una maleta en mi habitación... Y no ha comido. No va a pedirle a Haru que le de algo, así que por favor...

 

Sousuke lo calló con la mirada. Makoto suspiró, se sentía pésimo. No tardó en quedarse solo, pues los chicos volvían a Iwatobi y Sousuke se iría a lo de Haru. Se dejó caer en el sillón y dejó también que la tristeza lo envolviera.

 

_____

 

Haru conducía lento, pues no quería ocasionar algún accidente o asustar a Rin, quien se encogía en el asiento de al lado, cerniéndose sobre su vientre, como si quisiera ocultarlo, aunque nadie más que Haru podía verlo.

 

No pudo soportarlo más.

 

Salió de la avenida, estacionándose en una tienda departamental. Sus manos estaban temblando y Rin no sabía que podía hacer. Era tan culpable del estado de Haruka como de todo lo demás. Era destrucción. Había acabado con los lazos que Makoto tenía, lo había trastornado todo.

 

El llanto de Haru invadió el interior del coche mientras éste se inclinaba hacia adelante, recargando la cabeza en el volante.

 

Para Rin el golpe no había sido tan duro como para él.

 

Sollozó abiertamente por largos minutos. Se sentía terrible. Odiaba todo aquello. Rin lloró en silencio, impotente. La había cagado profundamente y no sabía cómo solucionarlo, así que, abrazándose a sí mismo, hizo lo único que podía hacer, esperar.

 

Haru paró unos minutos después, limpiándose el rostro, alzó la vista para observar la tienda frente a él.

 

─Ya vuelvo ─susurró antes de salir del auto.

 

Rin se encogió sobre sí mismo y sollozó abiertamente. Era un idiota y no había remedio alguno. Debía ser castigado. Debía desaparecer.

 

Haru volvió minutos después, con una bolsa de cartón que arrojó en la parte trasera del auto. Sus manos seguían temblando. Masculló una grosería cuando descubrió que no podía meter la llave en su lugar.

 

─ ¿Puedes manejar tú? ─preguntó. Rin asintió en silencio. El pelinegro salió nuevamente mientras Rin se pasó al asiento de al lado y esperó a que Haru cerrara la puerta y le diese las llaves. Encendió el motor y condujo el resto del camino sin inmutarse.

 

Haru temblaba sin poder controlarlo y las ganas de llorar eran inmensas. No recordaba la última vez que había llorado tanto, pero tampoco hacía falta recordarlo. Rin estacionó el auto en el lugar que le pertenecía al pelinegro y apretó el volante.

 

Había herido a la persona que más amaba en la vida, estaba arrepentido.

 

Haru lo tomó de la mano y pareció estar cuidándolo mientras subía los escalones. A Rin no le agradaba eso del todo, porque sabía que esa clase de atención era para las embarazadas. Y él iba a abortar. Incluso merecía ser aporreado.

 

El pelinegro llevaba la bolsa de cartón en la mano y, una vez que ingresaron a la sala, se la entregó a Rin.

 

─Usa estos. Si no, puedes enfermarte.

 

Rin no cuestionó nada, pero odió el contenido de la bolsa. Lo viera por donde lo viera, el pantalón que Haru había comprado era de chica, pantalones de embarazo.

 

Pero no puso objeción alguna, porque el pantalón que traía puesto le marcaba la piel y le daba picazón por razones desconocidas. Entró al baño y se cambió. Debía admitir que era cómodo y la manera en que se pegaba en sus piernas era de cierta forma reconfortante, pues además parecía ser térmico y, a pesar de que no había dicho nada, tenía bastante frío.

 

Se observó en el espejo. Las ganas de llorar eran horribles, más aún porque parecía incapaz de seguir soltando lágrimas. Se odiaba a sí mismo más que antes.

 

No solo era un idiota embarazado, sino que había hecho llorar a alguien tan fuerte como Haru. Era una pésima persona. Merecía lo peor.

 

Cuando salió del baño, escuchó algunas voces en la cocina. Se asomó discretamente, ¿había tardado tanto en el baño? Sousuke estaba ahí, recargado en la encimera mientras Haru parecía cocinar. Su estómago gruñó y apretó los labios.

 

No merecía siquiera comer. Debía sufrir al máximo.

 

Se sentó en el piso de la sala de Haru y no pudo evitar sonreír. Amaba el estilo rústico y tradicional del pelinegro. No había sofá en ese apartamento, a Haru le gustaba sentarse en el piso y, al igual que en su casa en Iwatobi, mantenía una mesita en medio de la sala.

 

El decorado era simple, pero había algo fuera de lugar. Dos sillones modernos, de esos llamados "puffs", yacían en una esquina de la habitación.

 

Cuando el pelinegro compró el departamento, Rin había insistido en poner esas cosas en la sala, como mínimo, ante la negativa de Haru de amueblar con sofás grandes. Y, cómo se podía ver, el ojiazul no pudo negárselo.

 

Su sonrisa se borró cuando su mirada cayó en la maleta junto a la puerta. Su maleta. Aquello significaba que en definitiva no volvería a ver a Makoto. Al menos no ahora.

 

Haru apareció en la salita y puso un plato frente a Rin, junto con una jarra de lo que parecía ser limonada. Sousuke lo siguió y colocó otros dos platos. Ambos pelinegros se sentaron frente a la mesita. Sin decir palabra alguna, se pusieron a comer. Rin desvió la mirada y enterró las manos entre sus piernas, observando el plato frente a él pero sin ser capaz de tocarlo.

 

─ ¿Hay algo malo en la comida? ─preguntó Haruka en tono seco. Rin se sintió mal por ello, pero no tenía derecho a pedir ser tratado diferente.

 

─No, el miso está bien...

 

─ ¿Entonces? ¿Es la limonada? ─el pelirrojo se encogió más.

 

─No, está bien, también...

 

─ ¿Y por qué no comes y ya? ─intervino Sousuke. El pelirrojo se echó a llorar.

 

─No tengo hambre...

 

─No llores, Rin ─exclamó Haru en un tono más suave, pero al pelirrojo seguía pareciéndole odio puro.

 

─No puedo evitarlo ─balbuceó.

 

─Serán las hormonas ─opinó Sousuke. Rin lo miró mal mientras se limpiaba las lágrimas.

 

─No tengo hormonas...

 

─No seas idiota, todos tienen hormonas ─el ojician dio un trago a su vaso y señaló la comida─. Y sé que no has comido en todo el día, así que come eso.

 

Los ojos carmesí se dirigieron hacia Haruka, pero él no estaba mirándolo. Incluso parecía ser ignorado. Tomó los palillos y pellizcó un pedazo del pescado. Amaba el miso de caballa del pelinegro. Acabó con el plato incluso más rápido que los otros dos.

 

Claro, como él contaba por dos personas...

 

Sus nervios se crisparon y pronto de encontró sacudiendo las piernas mientras tomaba la limonada, ¿qué podía hacer?

 

El apartamento de Haru se encontraba bastante limpio, para su sorpresa. Rin se tocó el vientre y se echó hacia atrás, apoyándose en sus manos.

 

Y ahora que Haru lo sabía, ¿podía ver un futuro?

 

La respuesta cayó como un balde de agua fría. No. No podía ser así. Haru no tenía que tomar responsabilidad y él no tenía que tener un hijo.

 

─ ¿Quieres más? ─preguntó Haruka. El pelirrojo soltó el aire y negó.

 

─Rin... ¿ya le dijiste a Haru sobre mañana? ─Sousuke había ido al mundo para joderle, ¿no?

 

─ ¿Qué va a pasar mañana? ─cuestionó el ojiazul. Rin suspiró pesadamente, con un nudo en la garganta.

 

─Mañana tengo que ir al doctor a eso de las once ─respondió. Sousuke bufó ante la cobardía de su amigo.

 

─ ¿Para qué?

 

Rin apretó los ojos con fuerza, sus uñas atravesaron finalmente la piel de la palma de su mano, no se había dado cuenta de que también apretaba los puños. La mierda de suerte que tenía estaba azotándolo.

 

─Va a abortar ─dijo el ojician, a sabiendas de que Rin no lo haría. El pelirrojo quiso golpearlo.

 

─Ah.

 

─ ¿No le vas a decir nada? ─Sousuke se mostró sorprendido, al igual que Rin.

 

─No. Solo no va a ir.

 

─ ¿Eh? Yo ya dije que lo haré. Es mi cuerpo.

 

─Es mi hijo. Y es tuyo también. De todas formas, conociéndote, te vas a echar atrás en cuanto llegues.

 

─No es así.

 

─Rin, no eres capaz de hacerlo. Y, además, no voy a dejarte.

 

Rin se levantó, furioso. Caminó hacia el baño y se encerró ahí. Haru se talló la cara con fuerza. La cabeza le dolía y el cansancio estaba pudiendo con él. Pidió a Sousuke que se quedara y, como recurso para despejarse, se marchó al trabajo.

 

Por su parte, Rin devolvió la comida en el cuarto de baño. Las nauseas eran inmensas y el vientre le dolía. Tosió un poco antes de que otra arcada vinera a él.

 

Lo odiaba.           


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