Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Bajo la Luna por MikaShier

[Reviews - 93]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El alivio que cayó sobre los hombros de Haru al escuchar aquellas palabras salir de la boca de Rin fue inmenso. Su corazón se detuvo por un segundo y sintió que le cosquilleaba el cuerpo entero junto a una indescriptible sensación que se alojó en el estómago. Observó al susodicho observar su vientre y soltar el aire. Aquello… ¿cuál era el significado de todo? Ignoró el brillo en los ojos de Makoto, la mirada de alivio de la madre de quien un día fue su novio. Ignoró todo para sentir esos segundos de felicidad que se marcharon más rápido de lo que llegaron.

 

Si Rin quería llamarle Sakura, estaba bien, con tal de que no se deshiciera de él.

 

Con balbuceos y la mente en blanco, logró crear la excusa perfecta. El refrigerador había sido vaciado por la noche, así que iría al supermercado. Además, quizá la madre de Rin quería estar a solas con su hijo por un rato. Y no planeaba dejar ahí a Makoto, quien apenas reprimía las ganas de abrazar a Rin.

 

─Iré a comprar la despensa al supermercado… Makoto, vamos ─el castaño no quería, pero sonrió y asintió lentamente, dirigiéndose a la puerta y abandonando el lugar sin más.

 

─Iré también ─huyó Gou, siguiendo a Makoto de inmediato tras besar la mejilla de su madre, sin darle tiempo a objetar cosa alguna. Haru se pasó una mano por el cabello, Rin nunca lo había visto hacer eso, y suspiró. El pelinegro sentía sus manos temblar y los ojos le picaban.

 

─ ¿Quieres que traiga algo en especial? ─el pelirrojo evitó su mirada, observando la televisión apagada.

 

─Pizza…

 

─Vale. Pasaré por una.

 

Cuando cerró la puerta del departamento, sus amigos ya le esperaban. Rei y Nagisa hablaban sobre lo incómodo que había sido, Gou estaba de acuerdo y Makoto solo decía que era algo que tenía que suceder. Haru se recargó en la pared y dejó salir el aire retenido.

 

Al igual que las lágrimas.

 

Ya no importaba si alguien le veía llorar. Porque Rin había aceptado quedarse el bebé y hasta le había escogido un nombre. Rin no estaba dispuesto a renunciar a todo, después de tantas cosas sucedidas. Se tapó los ojos con el brazo mientras se tapaba la boca, ahogando sus sollozos. Luego sintió un par de brazos rodearlo.

 

¿Amor o amistad?

 

La respuesta no estaba del todo clara para Makoto, pero su corazón había tomado la decisión en ese instante, cuando rodeó el cuerpo tembloroso de Haru con sus brazos. El abrazo no tardó en ser correspondido y el pelinegro se atrevió a desahogar su inmenso alivio. Porque al final de cuentas, nadie decidía de quién enamorarse.

 

Había siete billones de personas en el mundo, si no era que más, y ninguna de ellas sabía con exactitud cuál sería su destino, ignorando así el hecho de que su posible pareja o, como Nagisa decía, su hilo rojo, estaba caminando tranquilamente por ahí o algo. El amor no lo era todo, no debía serlo. Pero bien era cierto que estaban destinados y que la mayoría basaba su vida en otra persona. Así que, pese a que el amor que Makoto le tenía a Rin podía ser o no fundamentado, no debía importar. Porque Rin lo había escogido a él y Makoto era su mejor amigo. El daño que un día se hizo debía ser olvidado.

 

Y Haru iba a ser padre.

 

Al abrazo se unió Nagisa, seguida por Rei y finalmente Gou, quien se echó a llorar también. Si ella se sentía terriblemente mal por lo sucedido, no podía ni imaginarse como lo llevaría Haru. De solo recordar al chico golpeado frente a su puerta el veintiséis de diciembre, preguntando ansiosamente por Rin, más las llamadas telefónicas que había visto en su teléfono cuando se lo pidió prestado meses atrás, sumándole la desdicha en la que había vivido y la tristeza que le rodeaba -que veía cada vez que lo había visitado-, además de el hecho de que le había preguntado por Rin todos los días, le hacía pensar que el malo del cuento era su hermano, que el pelirrojo no había sido la víctima.

 

Qué extraña era la vida, ¿no?

 

Rin, quien había sido un tipo fuerte, inflexible, competitivo… Quien no se rendía, quien lo daba todo y lo aguantaba todo también. Ese chico rudo al que a veces se le escapaba su romance pero que no tardaba en negar que había dicho cosas lindas. Él, quien reía a carcajadas, se burlaba de lo que podía y prestaba su apoyo a todos. El mismo chico al que perdieron una vez por cosas sucedidas en Australia y tardaron en recuperar. El ojicarmín que protegía a su hermana con todo lo que él era… Quien competía con Haru y prometía ser el mejor, era el mismo que se encontraba derrumbado y deprimido. Sin ánimo ni fuerza.

 

La perfecta prueba de que hasta el más fuerte podía caer.

 

Haru prometió que lo apoyaría -por más que le enojasen las decisiones que un día había tomado- mientras secaba sus lágrimas y conducía hacia el supermercado. Iban a superarlo todo, todos, juntos. No todo en la vida podía ser una tormenta. Rin era su arcoíris, ese que había desaparecido, pero que haría que volviese a presentarse. Traería al pelirrojo devuelta de su mundo de miseria y no volvería a dejarlo caer.

 

Lo protegería de todos y, un día, cuando todo estuviese mejor, saltaría desde una plataforma, a su lado, hacia una piscina, ganarían las olimpiadas y sus sueños se cumplirían. Regresarían a casa y un pequeño niño o niña se lanzaría sobre ellos y los felicitaría, llenándolos de besos.

 

Era el comienzo de una nueva historia, junto a muchas nuevas posibilidades. Así que le alegraba demasiado que Rin estuviese aceptándolo por fin, porque las cosas tomarían un nuevo rumbo. Un camino que ninguno planeó, pero que saldría bien de todas formas, porque aún si sus amigos terminaban marchándose, mientras se tuvieran el uno al otro, estaría todo bien. Era su decisión, su vida, de ambos. Su hijo, su familia. Todo iba a salir bien, no había más por qué preocuparse, Rin tendría al bebé. Y Haru los tendría a ambos.

 

Aunque el destino solía jugar muy sucio.

 

 

 

“¿Estás de acuerdo en ser tratado de esta manera? ¿Por qué las decisiones que tomas siempre son las que están mal? ¿Por qué ellos creen que está bien si son ellos los que lo piensan? ¿Por qué no nos dejan vivir en paz?”

 

Rin sacudió la cabeza, cubriéndose más con la manta que le envolvía. No era como si tuviese frío, claro que no. La primavera estaba llegando y lo único que restaba del invierno era el aire fresco, pero él se tapaba porque, de alguna manera, sentía que aquél cobertor le protegería. Miró la ventana, acurrucándose más en el puff que había arrastrado hasta ella y suspiró.

 

“¿Por qué no podemos salir? ¿Por qué no puedo ser libre, como los demás?”

 

Gruñó y sacudió la cabeza de nuevo, intentando sacar su propia voz de ahí. Desvió la mirada de las aves que se posaban sobre los cables y apretó la manta entre sus puños… No era libre, por supuesto que no. Por más alivio que sintiera algunas veces, la opresión seguía en su pecho. Solo había que esperar a que los padres de Haruka se enterasen y su vida acabaría. Tenía miedo. Era irónico, ¿no? Quitarte un peso de encima para descubrir que no era lo único que cargabas. Pero de todas formas…

 

¿Qué era libertad?

 

Su madre se acercó, agachándose a su altura y ofreciéndole una taza de fresas cubiertas de crema, su nuevo antojo. El pelirrojo la tomó y comenzó a comer con lentitud. No tenía ganas de quedarse sentado echándose cosas a la boca, quería hacer algo… Pero a la vez no quería hacer nada. Estaba sólo con su madre, en el departamento de su ex novio. Sin embargo, ninguno hablaba. Se limitaban a coexistir en la misma habitación.

 

No era que ella no quisiese hablarle, era solo que no sabía que debía de decir. O más bien, por dónde empezar. Tenía varias dudas respecto a su hijo y la tensión que había recientemente entre Tachibana y Haruka, porque no era tonta y los conocía de antes, eran como uña y carne. Los mejores amigos que pudieron haber existido. Una relación muy parecida a la de Sousuke con su hijo. Aunque varios niveles por debajo. Además, quería saber el motivo por el cual se habían separado Haru y Rin.

 

Tenía muy presente el día de la Navidad pasada. Se había encontrado en el comedor, conviviendo con su hija y algunos otros familiares, cuando un estruendo se había escuchado en el recibidor. Un sollozo había llegado a sus oídos, pero fue Gou quien identificó primero aquél sonido y fue por su hermano, quien ya subía las escaleras con rapidez.

 

Ella quiso entrar al cuarto de su hijo, pero Gou le dijo que se marchase, que Rin quería estar solo, cosa que fue confirmada cuando él mismo se lo dijo. La chica no salió de la habitación de su hermano hasta pasadas las cuatro de la mañana. Su madre vio la furia en ella y distinguió que había llorado. Le preguntó que estaba pasando, pero la chica había negado y había mascullado que Rin era un idiota y su relación con Haru había terminado.

 

La señora Matsuoka, pese a insistir en ver a su hijo, no pudo hacer nada. Se dijo a sí misma que esperaría al amanecer, cuando Rin estuviese calmado al menos un poco y Gou dejase de mascullar entre dientes y aflojase la historia. Sin embargo, cuando despertó, la puerta del cuarto de su hijo estaba abierta y carecía de las cosas con las que Rin había llegado. Gou estaba almorzando sola en la cocina y sus palabras fueron simples.

 

─Se fue a Australia.

 

La mujer había ido al aeropuerto, sintiéndose una pésima madre, pero Tokio no era cercano a Iwatobi y cuando llegó, el vuelo había partido una hora atrás. Si no se hubiese ido a la cama, ¿hubiese podido ver a su hijo?

 

Cuando Rin llamó desde Australia, le dijo con claridad que no quería que indagara al respecto. Que dejase a Haru en paz y de ser posible evitara el contacto con él. Su voz se había escuchado llorosa y aunque ella insistió y amenazó a Rin, él no dijo nada más al respecto. Le pidió que no fuese a visitarlo y la convenció de no hacerlo tras varias palabras que le aseguraron que estaría bien y necesitaba un tiempo a solas.

 

Así que ahí había un cabo suelto.

 

Por otra parte, se daba una idea de la causa de la, dicha anteriormente, distanciación de Haruka y Makoto. Esa la podía ver en los ojos del castaño, quien miraba a su hijo con cariño y dolor. Pero aún así… No, no entendía nada.

 

─Mamá, ¿por qué me golpeaste? ─cuestionó Rin un rato después, metiendo el dedo en la crema y lamiéndolo después.

 

─Fue un impulso, pero no me arrepiento ─contestó─ ¿Qué clase de madre sería si no te regañase por tener sexo antes del matrimonio? Rin, creí que te había educado bien.

 

─La educación no tiene nada que ver en esto.

 

─Por supuesto que tiene que ver. Si te hubiera inculcado los valores de manera correcta, en este momento no estarías así. Ni siquiera deprimido ─Rin suspiró y se encogió bajo la manta.

 

─ ¿Te quedarás aquí?

 

─No. Tengo que trabajar. Tuve que aplazar la junta que tendría para venir, ¿sabes? ─se estiró en la silla─ No creo que sea buena idea que te la pases ahí sentado. Es decir, ¿Cómo te levantas de esas bolas que llamas sillón? ─el chico rió.

 

─Siempre hay alguien para ayudarme.

 

─ ¿Y siempre va a haberlo? ─la sonrisa del pelirrojo se borró. Su madre suspiró silenciosamente─ Te regalaré una salita, ¿qué te parece?

 

─A Haru no le gustan las salitas. Le gusta más que sea tradicional.

 

─Eh… Yo creo que va a gustarle si te gusta a ti. Tu felicidad siempre ha sido lo primero para él, ¿no? ─Rin negó, pero su madre ignoró el gesto─ Y aunque no quieras, lo haré. Te mandaré unas fotos para que escojas ─miró el reloj y suspiró─. Ya tengo que irme si quiero descansar un poco. Vendré en una semana, ¿bien? Intentaré hacer tiempo para venir sin prisa ─se levantó, arreglándose la falda y caminó hacia su hijo. Le besó la frente con ternura y acarició su mejilla─. Y me lo contarás todo, ¿de acuerdo? Vamos a ayudarte.

 

Rin no dijo nada. Observó a su madre calzarse los tacones y salir del departamento para pedir un taxi. El pelirrojo volvió a la salita y tomó lo platos para después ir y lavarlo.

 

“Ayuda, ¿para qué?”

 

Cuando terminó, sacó más fresas y se dirigió a la salita nuevamente, acomodándose en una de las bolas a las que él llamaba sillones y prendiendo el televisor.

 

Sakura.

 

¿Estaría bien? ¿Haru estaba de acuerdo?

 

Debía estarlo, había visto sus mejillas sonrojadas en cuanto les dijo que quería que se llamase así. Sonrió levemente y se atrevió a pasarse la mano por el vientre mientras tomaba el móvil que había dejado en el piso. Ojalá lo estuviera, porque las flores de Sakura siempre habían marcado un nuevo comienzo en sus vidas.

 

¿A ti te agrada el nombre?

Notas finales:

¡Hola, hola, hola! ¿Qué hacen, como están? Publicando un sábado, que milagro, ¿no?

Por si no se han dado cuenta, estoy muy feliz. Bastante*-* Aunque antes debo pedirles una disculpa. Lo que hice estuvo bastante mal, perdonenme, lectoras de Fanfiction. No es como si quisiese hecharles la culpa y decir que era por que ya no dejaban reviews como antes que me atrasaba con la historia... Y entonces me dejaron bastantitos reviews y en verdad lo amé! Es decir, no sé si conozcan la emoción de saber que a los demás les guste su forma de escribir, es demasiado... perfecto. Enserio inspira y dan ganas de darlo todo. Leo todos y cada uno de los comentarios y creanme que quisiera contestarlos, mas no lo hago porque, pues... No sé, hostigo, supongo T.T 

Así que muchísimas gracias, no solo a ellas, si no a todos los que me han dado su apoyo hasta ahora.

En compensación por lo que hice, adelanto el capítulo del lunes! Pero aún así, el siguiente capítulo será publicado a más tardar el martes, lo prometo:3 

Y claro, si dejan muchos comentarios, así como en el último cap, haré lo que pueda por subir un capítulo a parte de los dos que subo por semana. 

Las adoro, Mika~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).