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Bajo la Luna por MikaShier

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La mañana del día siguiente, Rin despertó cansado. Sentía el cuerpo entumecido y la espalda le dolía ligeramente. En cuanto los gemelos habían llegado, unas horas después de partir con su abuela, se habían decidido a sacarlo del dormitorio, con la excusa de que Niji tenía una pesadilla. Para ese entonces, Rin ya había agotado su fuerza. Haru era exigente, cuando se lo proponía. Y bruto.

 

Así que había dormido encorvado en la pequeña cama de Niji, quien se abrazaba a él con tanta fuerza que Rin no pudo irse a mitad de la noche para descansar en su enorme cama a lado de su marido. Por lo tanto, lo primero que hizo al despertar, fue estirarse hasta que los huesos de su cuerpo tronaron. Se peinó el cabello hacia atrás y suspiró fuerte, dejándose caer en el sofá de la sala y tomando el mando del televisor, encendiéndola en algún canal basura.

 

A pesar de ello, no podía concentrarse en el programa que había puesto. La cabeza no paraba de darle vueltas. Su relación con Sakura parecía ir cada vez peor. Había días en que el niño siquiera le hablaba, o de plano le decía a Niji que le dijera algo de su parte. Y sí, no había hecho nada para remediarlo en cuanto se dio cuenta del abismo que comenzaba a formarse entre los dos. Pero es que… Tenía tanto miedo…

 

No era un padre ejemplar, claro que no. Y no nunca había sido “una madre” para ellos, ni algo parecido. Rin solo había dado odio y había querido remediarlo, pero el arrepentimiento jamás borraría sus errores. Se estaba rindiendo ante los juegos de la vida, porque la de él se había convertido en la mierda más pura que hubiese conocido alguna vez. Comenzaba a creer que alejarse sería lo mejor, pues él solo daba tristeza, lástima. No era un ejemplo.

 

Pero amaba tanto a su familia que el simple hecho de pensar en huir le hacía llorar. Porque era un egoísta y, pese al sufrimiento que causaba, quería seguir ahí, viendo la hermosa sonrisa de Niji y la mirada tímida de Sakura. Sintiendo los besos de Haru, porque los amaba a todos, a pesar de no poder cambiar lo que un día cometió.

 

Y estaba dispuesto a darlo todo por ellos. Quería empeñar todo su esfuerzo hasta que su vida se agotase para llegar a merecer todo lo que tenía, para borrar las lágrimas de Haru, la tristeza de los niños, quería desaparecer las miradas furiosas que se dirigían su marido y su hermana, la preocupación de Sousuke y el distanciamiento del mismo debido a Makoto. Quería dejarlo todo atrás y a la vez enfrentarlo.

 

Pero no podía, porque ni siquiera sabía cómo lidiar consigo mismo, ante su miedo.

 

Sintió un par de labios en la mejilla, saliendo así de sus pensamientos. Giró la cabeza un poco y sonrió a su hijo. El niño le devolvió la sonrisa, con esos ojos carmesí llenos de inocencia y cariño. Rin se preguntaba si Niji sabía cuánto lo amaba.

 

— ¿Por qué lloras, papi? —cuestionó. Rin frunció el ceño, no se había dado cuenta de que estaba llorando. Se había perdido tanto en su propia cabeza…

 

—No estoy llorando… ¿Qué quieres desayunar? —el menor sonrió ampliamente.

 

—Hamburguesa.

 

—No, eso es comida —la sonrisa le fue devuelta al niño, quien bufó, haciendo un puchero.

 

—Pues cereal.

 

—Eso está mejor...

 

—Buenos días —Haru salió por el pasillo, con una toalla sobre la cabeza. Rin le sonrió de lado, observando su vestimenta.

 

— ¿Vas a salir?

 

—Más tarde. Niji y yo iremos al centro comercial—el aludido se levantó del sofá, con clara confusión en el rostro.

 

—Pero... Papi, Sakura y yo íbamos a ir al acuario...

 

—Irán otro día, ¿vale? —Caminó a la cocina, tallando su cabello con la toalla— Rin y Sakura saldrán solos —Niji se volvió hacia el pelirrojo, quien se encogió de hombros con una pequeña sonrisa antes de levantarse y cargar al más chico entre brazos.

 

—Podemos ir mañana al acuario —Haru le dirigió una mirada incrédula de soslayo mientras Rin entraba a la cocina, con Niji abrazándole el cuello.

 

—No, mañana será la fiesta. La fiesta que tú planeaste, por cierto —declaró. Rin frunció el ceño, haciendo memoria. Luego asintió.

 

—Bueno, iré a ducharme.

 

—Ve y despierta a Sakura primero.

 

—Haru...

 

—Rin, en verdad… Hablamos de esto ayer. Ve, despierta a Sakura, dile que se dé un baño y vayan a almorzar fuera.

 

—Vale, tranquilízate —murmuró bajando a Niji y besándole la cabeza. Se acercó a Haru y recargó la barbilla sobre su hombro—. Buenos días —el pelinegro suspiró, girándose un poco para besarle los labios con suavidad.

 

—Buenos días.

 

—Vale, entonces voy por Sakura.

 

—Papi… ¿van a ir al acuario? —Rin negó, revolviéndole el cabello.

 

—No, te lo prometo. No iremos ahí sin ti.

 

Admitirlo jugaba peligrosamente con su orgullo y madurez, pero debía aceptar que temía de sobremanera a las reacciones de Sakura. Estaba mal, pero, ¿qué más podía hacer? Llevaba  cinco años y nueve meses con los nervios de punta, esperando el momento en que su paso se torciese y él cayese al vacío, arrastrando en el camino todo lo que una vez amó.

 

Sakura solo lo miró extrañado y, tras darle los buenos días, tomó la ropa que Rin le ofrecía y se metió a la ducha con él. Debía decirse que la situación rayaba a lo ridículo, porque los ojos azules del menor mantenían la vista en el reflejo de los rubíes del mayor en el espejo, y viceversa, mientras Rin le tallaba la cabeza con jabón para cabello.

 

—Yo también —había dicho cuando Rin se sentó a su lado y se llevó las manos al cabello.

 

—Vale…

 

El menor tomó el bote de jabón y vertió prácticamente la mitad sobre la cabeza de su padre, arrancándole una pequeña risa. Sakura sonrió levemente, comenzando a masajearle el cabello con los dedos.

 

Media hora después, ambos se ponían los zapatos en la entrada, mientras Niji y Haru almorzaban en la cocina. Rin se quedó tieso mientras observaba el llavero en sus manos y Sakura se abrochaba las agujetas, frunció el ceño.

 

________________________

 

Ese día, el pelirrojo estaba furioso y desesperado. Los niños no habían dejado de patearle el estómago en lo que él creía había sido el día entero y Haru no podía comprenderlo, además de que Sousuke había dejado que su gato se escapara y Rin no hacía más que querer encontrarlo. Las lágrimas abundaban en su rostro e incoherencias escapaban de su boca. Había maldecido al mundo entero, incluido a los chicos de Iwatobi que desgraciadamente había escogido un inoportuno momento para visitarle.

 

Rin caminaba de un lado a otro, llorando y gritando el nombre del gatito mientras Gou lo seguía y le exigía calma. Pero es que ellos no lo entendían. Si no podía cuidar de un simple gato, ¿cómo lidiaría con un par de gemelos? Era un inútil, bueno para nada. No podía hacerse cargo de un pequeño gato que lo único que hacía en la vida era jugar, comer y usar la caja de arena. Que, por favor, alguien le dijera cómo enfrentaría a dos niños a los que debía alimentar, pasear, atender, limpiar, etcétera.

 

— ¡Tú cállate, maldita sea! —había gritado a Gou mientras intentaba meter el pie el su zapato sin tener que agacharse.

 

—Rin, es solo un gato, va a volver.

 

—Tú no lo entiendes, Gou. No es un gato, es mi gato. Y lo perdí. Debo ir por él.

 

—Pero… Hermano, es media noche.

 

— ¿¡Qué mierda importa!?

 

—Rin, cálmate —dijo Haru, tallándose el rostro—. No vas a ir a ninguna parte.

 

—Haru, es mi gato.

 

—Y va a volver. Ahora ve a la cama y duerme. Has estado paranoico todo el día.

 

—No lo entiendes porque no te interesa lo más mínimo. Así eres tú, si no es tuyo no importa. Tiene que afectarte directamente para que tú puedas hacer algo al respecto. Pero gracias a todos los dioses yo sí tengo algo de cabeza y voy a ir a buscar a mi gato —Haru bufó, acercándose y tomándolo del brazo para jalarlo hacia adentro. Rin se sacudió­— ¡Suéltame, imbécil!

 

—Está bien. Encuentra a ese maldito gato y más vale que él tenga un lugar en donde vivir, porque si sales en éste momento, más te vale no volver.

 

Rin lo observó fijamente mientras sus ojos volvían a llenarse de lágrimas. Gou desvió la mirada, molesta ante la reacción del pelinegro. El menor se sacó los zapatos y se talló un ojo, intentando espantar al llanto.

 

—Haru, ni siquiera puedo cuidar un gato… Yo… ¿qué voy a hacer cuando ellos nazcan si no puedo siquiera con un animal? —el gesto del contrario se suavizó. Se acercó al pelirrojo y lo rodeó con los brazos.

 

—Entonces, tú esperas que Sakura y Niji corran fuera cuando abras la puerta —declaró—. Esperas que nazcan caminando, ¿es eso? —Rin lo pensó por un momento. Luego sonrió, aliviado.

 

—Tienes razón.

 

—Escucha, llevas un día entero sin dormir, debe ser por eso que estás así. Así que vete a descansar, yo buscaré a tu gato.

 

—Haru… Tengo miedo… Mañana… Ya me lo ha dicho el doctor, me ha preguntado muchas veces en distintas sesiones que es lo que yo… quiero en caso de que las cosas vayan mal.

 

—Rin, no comiences con eso, ¿vale? Vete a dormir, mañana va a ser un día muy largo.

 

—Haru, si algo sale mal… Si el momento lo amerita… —Los brazos de Rin ejercieron más presión en el agarre. El pelinegro cerró los ojos con fuerza.

 

—Ya basta, ¿quieres?

 

—Si yo muero en ese quirófano, no quiero que me reanimen.

 

—Ya te escuché. Ve y duerme.

 

—Es que… He estado muy cansado últimamente y…

 

—Rin, es suficiente, ¿vale? Ve a descansar, voy a buscar a tu gato, ¿vale? —Le besó la frente y lo empujó suavemente al pasillo— Duerme bien.

 

—Vale. Buenas noches, Gou… —musitó, observando a su hermana, quien mantenía los brazos cruzados y una expresión seria mientras los miraba, recargada en la pared— Y perdón por lo que te dije… Estoy muy nervioso… por lo de mañana.

 

—No te preocupes, duerme bien, hermano —contestó la chica. Rin caminó hacia la sala, para disculparse con los demás, pero eso no le impidió escuchar a su hermana jalar a Haru por la camisa—. No tienes derecho a tratarlo así.

 

—Tú ibas a dejar que se fuera en medio de la noche, en su estado. Sabiendo que apenas puede bajar un escalón sin marearse.

 

—Puede que sea verdad, pero al menos yo no recurro a la manipulación para salvarle el trasero.

 

—Era la única forma en que él iba a escuchar.

 

—Él está asustado, y tiene derecho a estar tan desesperado. Porque es su forma de sacar los sentimientos que…

 

—Me encantaría seguir escuchando tus idioteces, pero voy a buscar un gato.

 

________________________

 

—Papi, ya estoy listo —murmuró Sakura, jalándole la camisa. Rin sonrió y abrió la puerta.

 

—Bien, entonces… Vamos.

 

Sakura tomó la mano de Rin en cuanto salieron del apartamento en dirección al exterior del edificio. Kyoto, para Rin, era una ciudad hermosa. Se había enamorado de ella en el momento en que, junto a Haru, recorrieron las calles. Nadie lo conocía, nadie lo miraba extraño. Era perfecto.

 

Kyoto había sido la ciudad en donde Rin sentía que podía esconderse.

 

________________________

 

Makoto suspiró fuertemente, observando el itinerario que Sousuke había elaborado para ese día, más tarde, cuando tomarían un tren y se dirigirían a Kyoto. Para ser sincero, no le terminaba de agradar el hecho de visitar a Haru, porque temía que aquellos sentimientos hacia Rin que causaron tantos problemas y había luchado por apagar, volviesen a surgir.

 

Dirigió la mirada a su prometido. Sousuke le había pedido matrimonio días atrás y Makoto no podía evitar sentir que, de cierta forma, era una prueba, de que lo amaba tanto como para decir sí, de que no volvería a caer por el mejor amigo del mismo. Sus ojos se desviaron hacia el anillo en su dedo. Promesas, ¿no? Al final, la vida se encaminaba por medio de ellas, de las decisiones que se tomaban día a día.

 

Tenía miedo de meter la pata otra vez, pero le costaba admitirlo, pues, hacerlo significaría que no estaba del todo seguro de sus sentimientos hacia Sousuke.

 

No había que malentender, sí lo amaba. Era solo que… Una parte de él no estaba tan seguro de que ese sentimiento venciera lo que él pensó había sentido hacia Rin.

 

—Deja de atormentarte, es solo una fiesta —musitó Sousuke, quién, sentado a su lado, leía el periódico con tranquilidad—. Sakura solo le teme a los extraños, no te odia. Solo… Piensa en él como un Nanase pequeñito —el castaño rió.

 

—Pero si tiene el temperamento de su otro padre, entonces tengo razones para preocuparme.

 

—Conozco a Rin como la palma de mi mano, él no desarrolló ese odio al mundo hasta los quince años, y de todas formas, era una fachada. Vas a gustarle a Sakura, solo dale tiempo.

 

—Bueno… De cualquier manera…

 

—En toda su vida, solo te ha visto una vez. No puedes esperar que te ame como me ama a mí.

 

—Supongo que tienes razón… ¿Compraste los regalos? —Sousuke alzó una ceja.

 

— ¿Disculpa? ¿De qué regalos hablas?

 

— ¡Para los niños, Sou!

 

—Espera, ¿no basta con mi presencia? —El castaño sonrió, soltando un bufido.

 

— ¿Qué?

 

—Tranquilo, compre todo lo que pusiste en la lista. Aunque… Ahora que lo recuerdo… ¿Por qué querías que comprara ese paquete de volúmenes de manga shojo? Ellos no saben leer.

 

—Es para Rin… Y… El kit de esencias para tinas es para Haru —el pelinegro rió, rodeando los hombros de Makoto con un brazo.

 

—No lo ves en cinco años y le compras jabón para baño, ¿eh? Que atento de tu parte.

 

—El regalo perfecto para él sería  caballa congelada, pero no creo que pueda llevarla en el viaje.

 

—Vale… Entonces, ¿Para quién era el traje de baño? —Makoto sonrió.

 

—Para Rin. Sé que le gustan los modelos con líneas rojas, así que... —Sousuke lo tomó de la mano, dedicándole una mirada sumamente seria.

 

—Rin no ha vuelto a nadar, al menos eso dijeron el año pasado, no he vuelto a preguntar.

 

— ¿Qué? ¿Por qué? —Makoto frunció el ceño, confundido— ¿Por qué no me lo dijiste?

 

—Tú dijiste que no querías saber nada de él. Así que solo te conté sobre Haru. Como tú dijiste que creías que él estaba estancado… pensé         que lo sabías, de alguna u otra forma.

 

—Pero… ¿no va a nadar de nuevo? ¿Qué pasó?

 

—No sé lo que él piense, en realidad, pero se ha culpado por lo de Niji desde el nacimiento y desde entonces se niega a dedicarse a algo que no tenga que ver con su familia. Rin de verdad está mal, aunque parezca que no es así. No ha hecho nada más que darle todo lo que puede a Niji.

 

¿Desde el nacimiento? Makoto podía recordar ese día a la perfección.

 

Habían sacado a Haru del quirófano, el pobre tenía una expresión muy extraña en el rostro. Se veía confundido, pero también asustado. Makoto lo sabía porque estaba pálido y con los ojos ligeramente más abiertos de lo normal en él. Mantenía los brazos medio doblados y los puños apretados. Nadie le preguntó nada, porque Haru parecía que podría romperse en cualquier momento. Incluso estaba temblando cuando el castaño, con suavidad, le obligó a sentarse en uno de los sillones.

 

La operación tardó más de lo previsto, todos habían estado muy nerviosos y Makoto estaba seguro de que Haru no escuchaba las palabras de aliento que sus amigos le decían tanto a él como a Gou y a la madre de Rin. Y eso fue afirmado cuando, tiempo después, el cirujano salió a la sala, quitándose el tapabocas que poseía mientras Gou y su madre salían disparadas hacia él. Haru no se movía, solo miraba hacia adelante. Y Makoto sabía que estaba intentando desenredar el alboroto que de seguro traía en la cabeza.

 

Entonces el llanto de Gou se escuchó y, cuando Makoto alzó la mirada, la vio caer de rodillas al piso, callando sus sollozos con ambas manos mientras su madre se agachaba y la abrazaba con fuerza. Supo que Haru había sacado conclusiones cuando sintió que este le apretaba la mano, comenzando a sollozar. Lo abrazó con fuerza, sintiendo sus ojos humedecerse también. Pero entonces la escuchó.

 

—Estaba tan asustada… Mamá, estaba tan asustada —sollozaba Gou, aferrándose al cuerpo de su madre. Y fue como si el alma volviese al cuerpo de Haru, quien logró levantarse y caminar hacia ellas, intentando disimular su llanto.

 

— ¿Qué pasó?

 

—Despertará en unas horas, pero está bien. Los gemelos están bien… El doctor dijo que uno de ellos no podía respirar porque sus vías estaban tapadas por fluidos pero… Pudieron actuar a tiempo y, aunque nació anémico va a sobrevivir…

 

—Pero… Rin…

 

—Él también va a estar bien… Comenzó a desangrarse a mitad de la operación y casi… Pero… Lo hicieron, lo salvaron y él… va a despertar. Está bien, Haru.

 

El alivio que lo invadió al escuchar lo llevó de nuevo a las lágrimas. La señora Matsuoka lo abrazó con fuerza e incluso Gou la imitó. Eran una familia y… Makoto había intentado destruirla. Ese día, después de ver a los gemelos en el área de maternidad detrás de un gran cristal, decidió que no interferiría nunca más. Se marchó del hospital, siendo seguido por Sousuke y, poco después, se enteró de que Haru había pedido una transferencia y se había marchado a Kyoto a inicios del siguiente curso. No lo buscó y tampoco fue buscado, el ojician se encargó de comunicarle a Haru que no quería que lo visitase, y el ojiazul estaba tan ocupado lidiando con Rin y dos bebés que no tuvo tiempo para pedir explicaciones. Makoto no se sentía mal al respecto, porque lo entendía.

 

Y así lo había aceptado.

 

________________________

 

Sakura observó el jardín botánico con admiración. Estaba lleno de árboles de cerezo cuyas flores ya habían caído y desaparecido. El pequeño lago en el interior reflejaba las ramas de más altas de los árboles y el momento parecía perfecto mientras, tomado de la mano con Rin, caminaba por el sendero tranquilamente.

 

Casi no habían hablado, pero no importaba, porque Sakura podía sentir, en ese instante, que Rin lo odiaba. Sabía que, si sonreía, el gesto le sería devuelto con la misma sinceridad. Aunque, aun así, había algo que le molestaba.

 

—Papi, Niji me mostró el regalo de cumpleaños que le diste —comentó mientras se sentaban en una banca, con una crepa que recién habían comprado. Rin lo observó y sonrió.

 

— ¿Sí? Me parece que le gustó mucho.

 

—Es muy bonito… —sus ojos se llenaron de lágrimas. Observó su postre y lo mordió, pero ya no tenía hambre. Rin se giró para verle y, segundos después, Sakura ya lo tenía hincado frente a él, acariciándole las mejillas.

 

— ¿Qué sucede, Sakura?

 

—Tú me odias, por eso a mí no me das regalos… —declaró, tallándose un ojos con el puño— A Niji siempre le das todo pero… A mí solamente me cocinas caballa en mi cumpleaños… Siempre le das regalos y a mí ya no.

 

—Oye, no vuelvas a decir que te odio, porque no es así —Sakura alzó la mirada, topándose con los ojos llorosos del mayor—. Te amo tanto como amo a Niji, Sakura. Es solo que… Pensé que no te gustaba que te regalara cosas…

 

— ¿Por qué piensas eso? ¡A mí me gustan tus regalos!

 

—Nunca jugaste con nada de lo que te regalé, ni siquiera los sacaste del empaque. Solo quitabas la envoltura…

 

—Son mi tesoro… Yo guardo todo lo que tú me das… A mí me gusta y tú no me quieres y yo no sé por qué… —Rin lo atrajo hacia sí, abrazándolo con fuerza.

 

—Te amo, Sakura. Perdóname.

 

Rin no podía entender por qué no hacía más que meter la pata. Una y otra vez. Sakura no entendía por qué su padre no dejaba de pedir perdón, la frase se repetía sin cesar mientras lo abrazaba firmemente, sin importar que la crepa se había caído en su camisa. Rin lloraba, Sakura lloraba.

 

Ese día, Rin comprendió que el precio por lo que había hecho en el pasado nunca había tenido que saldarse, porque se le había otorgado un perdón. Porque podía continuar viviendo, solo debía demostrar que valía la pena darle una segunda oportunidad.

 

Así fuese la última.

 

________________________

 

El fin de semana había llegado. Rin lidiaba con dos niños risueños que se negaban a dejar de lanzarse agua dentro de la tina. Él ya se había bañado e incluso estaba vestido, pero había resultado tan empapado que seguramente tendría que cambiarse, ya se había quitado la camisa. Haru los observaba desde el marco de la puerta. Sakura bailaba desnudo fuera de la tina mientras Rin intentaba atrapar a Niji, quien también se había salido y corría en círculos, antes de que resbalara.

 

—Haru, haz algo y ayúdame.

 

—Sakura, no bailes. Date una ducha —musitó el pelinegro.

 

— ¡Jamás!

 

—Lo intenté, iré a inflar los globos.

 

—Niji, detente.

 

—Es tu culpa por querer un departamento con un baño amplio —comentó Haru antes de desaparecer por el pasillo. Rin alcanzó el brazo del menor, deteniéndolo, y después cargó a Sakura por la cintura.

 

—Ya van a llegar sus tíos, así que dejen que termine de asearlos —Sakura rió y se sumergió completamente en la tina. Niji negó.

 

— ¿Asear a quienes?

 

—A ustedes —contestó, echándole jabón al cabello del pelinegro.

 

— ¿Por qué en plural? Solo estoy yo.

 

—Sakura, salte de ahí.

 

— ¿Quién es Sakura? Papi, estás loquito.

 

— ¡Haru ven a ayudarme! ¡Ahora!

 

— ¿Quién es Haru?

 

—Niji, deja de jugar —Rin tomó el brazo de Sakura y lo sacó del agua. El pelirrojo tomó grandes bocanadas de aire mientras reía.

 

—Rin, solo tienes que bañarlos.

 

— ¡Están demasiado activos! ¡Siempre bañamos a uno y uno!

 

—Pues te toca bañar a los dos.

 

—Pero Haru…

 

—Vamos, Rin. No te están haciendo nada —el azabache lo instó a observar a los niños, quienes sonreían con inocencia, quietos en la bañera. Rin los fulminó con la mirada—. Un par de angelitos, ¿no?

 

—Síp —dijo Sakura, asintiendo con los ojitos cerrados. En ese momento, el timbre sonó. Haru murmuró un “apúrate” antes de cerrar la puerta e ir a atender—. Pero Niji es un demonio.

 

— ¡No es cierto!

 

— ¡Solo dejen que los bañe!

 

________________________

 

—Bienvenidos —musitó Haru al abrir la puerta.

 

Makoto sonrió con cierta timidez mientras se adentraba al apartamento, seguido por Sousuke. El lugar era amplio, o al menos así parecía. Recordaba que su pareja había mencionado que la madre de Rin había usado los fondos de la universidad del mismo para pagarlo, dado a que el pelirrojo había conseguido una beca completa en una universidad ahí en Kyoto. Sabía, también, que Haru había terminado su carrera y, pero aún no tenía un trabajo estable, le pagaban por competencias de natación. Rin si trabajaba. Eso era todo.

 

—Maldita sea —escuchó que alguien mascullaba desde el pasillo. Acto seguido, un pequeño pelinegro atravesó la sala, mojado y desnudo, seguido de Sakura, quien estaba en las mismas condiciones— ¡Haru, atrápalos!

 

—Son muy rápidos —musitó el nombrado. Makoto sonrió, Haru no se había movido ni un centímetro. Rin apareció con dos toallas en los hombros, un par de conjuntos de ropa en las manos, el cabello empapado y el pantalón húmedo.

 

— ¡Dejen de jugar y vengan a vestirse!

 

—Vaya, Rin. No sabía que un par de niños podían ganarte —se burló Sousuke. Rin se detuvo antes de entrar al otro pasillo y le sonrió.

 

—No sabía que tu idiotez podía aumentar, Sou.

 

— ¡Mamá, Sakura me pegó!

 

— ¡Que no soy su mamá! ¡Y no estén peleándose! —gritó el pelirrojo con el ceño fruncido. Luego se giró hacia Haru y lo señaló con el dedo— Mueve el jodido trasero si no quieres que te castre, Nanase.

 

—Makoto, ¿puedes ayudarle a vestirlos mientras Sousuke y yo hablamos? —cuestionó Haru. Rin se giró, clavando la mirada en Makoto, por primera vez en cinco años.

 

—No sé si…

 

—Solo sígueme, Makoto —cortó Rin antes de adentrarse en el pasillo—. No dejes que se escapen, son como gusanitos.

 

Rin encontró a los gemelos en su habitación, saltando en la gran cama que compartía con Haru. Obligó a Makoto a entrar antes de trabar la puerta tras ellos. Dejó la ropa en la cama y atrapó a Sakura en el vuelo.

 

—Mamá, estamos jugando.

 

—Papá, Sakura, papá.

 

— ¿Mamá? —molestó Niji. Makoto lo atrapó también— ¿Tú quién eres? Papi, ¿quién es?

 

—Makoto, un amigo de la infancia. Ahora, Makoto, el conjunto azul es de Niji.

 

— ¿Y el mío, mamá?

 

—Papá, y es el rojo.

 

Sakura sonrió. Siempre le había gustado ver a Rin molestarse cuando Niji le decía mamá a propósito, pero él nunca lo había intentado y ahora gozaba de provocar a su padre.  Rin no se molestaba a menos de que se lo dijeran con toda la intensión, de eso estaba seguro, porque cuando Niji le decía mamá entre sueños, él solo sonreía y le besaba.

 

— ¿Qué haces aquí? —Cuestionó Rin mientras tallaba la cabeza de Sakura con la toalla y Makoto hacía lo propio con Niji— No es que me moleste… Es solo que… me sorprende, a decir verdad. Haru me dijo que no querías que te llamase, además de que cambiaste tu número de teléfono. Y cuando salí del hospital, ya no vivías en el departamento de antes.

 

—Sucedieron un par de cosas y… En realidad volví a Iwatobi, a visitar a mi familia…

 

—Sou dijo que comenzaron a vivir juntos a mediados de octubre.

 

—Sí, comenzamos a salir.

 

— ¿Y por qué no viniste a visitarnos? —Rin tomó la ropa interior de Sakura y se la colocó al niño, quien miraba a Makoto con el ceño fruncido mientras Niji jalaba las hebras castañas del más alto.

 

—Sabes por qué no lo hice, Rin.

 

—Me doy una idea —afirmó. Tomó el pantalón negro y ayudó a Sakura a ponérselo. Luego le puso la camisa—. Pero no creí que fuera una excusa suficiente para…

 

—Escucha, Rin. Te mereces todo mi respeto y agradezco tu preocupación, pero no quiero que me hables sobre lo mal que están las excusas —Niji arrugó el gesto y le jaló el cabello con fuerza.

 

—No le hable así a mi papi, señor.

 

—Lo siento —Makoto sonrió y desvió la mirada, terminando de vestir a Niji y ayudándole a ponerse las pantuflas de delfín. Sentía la pesada mirada que Sakura estaba dirigiéndole.

 

—Lo entiendo, sé que soy la persona menos indicada. Pero aún así… Hubiera sido bueno que vinieras a vernos de vez en cuando, junto a Sousuke… Bueno, ya están listos. Iré a buscar mi ropa en la lavandería. Vayan a la sala y no causen problemas, ¿escucharon? —Niji y Sakura asintieron. Rin destrabó la puerta y salió de la habitación. Entonces el par de niños se giró hacia Makoto con tal sincronía que el mayor se exaltó un poco.

 

— ¿De dónde conoce a papi?

 

— ¿Por qué está tan alto?

 

— ¿Es el novio del tío Sou?

 

— ¿Vino el tío Nagisa con ustedes?

 

—  ¿Dónde está la tía Gou?

 

—Oigan, una pregunta a la vez, ¿quieren? —sonrió Makoto, ligeramente incómodo mientras se dirigía a la sala. Sakura asintió y alzó la mano— ¿Sí?

 

— ¿Por qué papá guarda las fotos que tiene con usted en el cofrecito debajo de la cama?

 

—Pues… no lo sé… Eso deberían preguntárselo a él.

 

—Él dijo que no había más marcos por ahora, Niji no le cree.

 

— ¡Yo si le creo! Papá dijo que no tenía dinero para más marcos y papi dijo que papá era un tacaño.

 

—No es cierto, papi dijo que haría hoyos en la pared.

 

—Eso no tiene sentido, Sakura.

 

Los niños comenzaron a discutir, ocasionando que Haru saliese de la cocina y los regañara en voz baja. Makoto los observó con una sensación cálida en el pecho. Era una familia, lo viese por donde lo viese. Y había hecho bien al rendirse con Rin, porque lo que veía era hermoso y no debía ser cambiado por nada del mundo.

 

________________________

 

Eran las doce de la mañana cuando Gou llegó junto con Rei y Nagisa. El rubio se acariciaba el bigote con una sonrisa divertida mientras escuchaba a Rin decirle que debía afeitarse “por lo que más quería en el mundo” porque parecía un duende o algo asó. Nagisa cedió cuando Niji lo jaló, arrancándole una pequeña parte de su anhelado y “profesional” bigote.

 

Gou tenía una pierna sobre la otra mientras hablaba tranquilamente con Rei, quien estaba sentado junto a ella y se encontraba alerta, porque sentía que Rin le saltaría en cualquier momento y lo golpearía por estar cerca de su hermana. Aunque llevaban seis años saliendo.

 

Sakura seguía observando analíticamente cada movimiento de Makoto, quien hablaba con Sousuke acerca de algo que al pequeño pelirrojo le tenía sin cuidado mientras ignoraba al rubio que no quería jugar solo con Niji e insistía a Sakura que participase.

 

Haru y Rin acercaron un par de sillas y se sentaron también, comenzando una charla con sus viejos amigos, aunque el primero solo asentía y sonreía de vez en cuando. Makoto veía que Rin estaba bastante bien, no entendía por qué Sousuke decía lo contrario. Gou estaba atacando a Haru con palabras, se dieron cuenta de ello a mitad de la conversación cuando ella musitó algo en sarcásticamente, lo cual dio inicio a varias frases enredadas por parte de todos que debatían o defendían el punto de vista de la chica. Rin rotaba los ojos con fastidio, negándose a ser parte de la discusión y tomar partido con su pareja o su hermana. Entonces Makoto aprovechó.

 

— ¿Cuándo volverás a la natación, Rin?

 

El silencio cayó pesadamente en la habitación e incluso los gemelos se giraron para ver a su padre, quien había fruncido el ceño y mantenía la mirada fija en Makoto, aunque parecía perdida.

 

— ¿Disculpa?

 

— ¿Tú nadas, papi? —cuestionó Niji, quien, a diferencia de Sakura, no había escuchar a Haru hablar de lo bueno que era el pelirrojo en el agua.

 

—No. No lo hago más y no volveré a hacerlo.

Notas finales:

¡Hola! Bueno, quiero decirles que... Gracias por la espera y por haber leído esta historiucha:3 Quiero decirles que... redoble de tambores.... ¡Este es el capítulo final! En algunos días publicaré el epílogo donde terminaré de atar los cabos que han quedado sueltos, cualquier duda que tengan hasta ahora... ¡díganmela para tomarla en cuenta para el epílogo! Todavía estoy abierta a cambios. ¡Nos leemos en algunos días, cuando recupere mi computadora!

 

¡Ciao!

 


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