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Bajo la Luna por MikaShier

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Notas del capitulo:

ATENCIÓN:

 

Debido a que he sido torpe, éste SI es el último capítulo de bajo la luna y en unos días publicaré el epílogo.

 

¡Ya nadie me dice nada y es muy triste!

Capítulo 31

 

Haru recorrió el camino al templo con una especie de melancolía apresando su corazón. Cada escalón lo acercaba a el lugar en donde se había criado, había sufrido y había amado. Pero las cosas debían afrentarse y los asuntos debían cerrarse. Las cosas tenían que terminar y las deudas iban a saldarse.

 

Por eso, lo primero que hizo cuando entró a su vieja casa, fue golpear la mejilla de su padre, quien trastabilló hacia atrás, perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo del recibidor. Su madre llevó las manos a su boca, sorprendida, pero no hizo amago de ayudar a su marido. Haru se le echó encima, tomándolo por la camisa y azotando su puño contra el rostro de su progenitor, sin una pizca de remordimiento en su interior. Se levantó cuando su madre le rogó que lo hiciera y le dedicó una mirada fría, que consiguió que ella callase y se limitase a ayudar a su padre a levantarse.

 

— ¿Por qué ha sido eso, hijo? —preguntó el hombre, sin intención de devolver el golpe porque, uno, ya estaba viejo, y dos, enserio le había dolido. Actuar enojado tampoco ayudaría, porque el menor lo había golpeado nada más abrir la puerta, lo cual, significaba que su furia era mayor.

 

—Por mí, quédate con la duda —escupió el pelinegro, encogiéndose de hombros. El hombre quiso gruñir y reclamarle una respuesta, pero no lo hizo. Quizá no le importaba.

 

— ¿No será por el muchachito aquél? —preguntó su madre. A Haru le enojaba la tranquilidad de la conversación, pues él imaginaba gritos, discusiones, porque las peleas entre familia debían ser así, si había el amor suficiente. Pero ellos no habían sido una familia completa, solo el intento de una.

 

—Sea por quien sea, ¿no crees?

 

—No te citamos para pelear, hijo. Solo queríamos…

 

— ¿Conocer a mi familia? ¿Para qué? —Haru se recargó en el marco de la puerta y observó su vieja casa.

 

—Porque es familia…

 

—No, no lo es. No de ustedes.

 

—Haru, si es por ese chico… Las cosas que sucedieron están en el pasado, tú tienes una vida nueva junto a tu esposa, quien es la madre de tus hijos. No deberías molestarte porque quitamos a ese chico aberrante de tu camino.

 

—Escuchen, no necesito darles explicaciones. Si vine, solo es para pedirles que no vuelvan a llamar. No quiero volver a verlos en mi vida, ¿entienden? Lo que tengo ahora es una familia real, y lo único que ustedes pueden hacer por ella y por mí, es alejarse, si es que en serio les importa.

 

No esperó respuesta alguna, porque sabría que no obtendría algo coherente. Sus padres nunca habían sido los mejores del mundo y sus acciones no habían sido las correctas y no podía perdonárselo. No cuando todos sus problemas habían sido gracias a ellos. Porque, si no hubiesen alejado a Rin de él, las cosas no hubiesen llegado a tales extremos. La vida hubiera sido feliz y el embarazo de su pareja no se hubiese visto afectado.

 

No todos los errores se podían perdonar.

 

____________________

 

Rin bufaba con una sonrisa discreta en el rostro, observando a un pequeño pelinegro reír entre sus brazos. El bebé lo tomó por la nariz y lo jaló un poco, haciéndole sonreír aún más. El aire fresco circulaba por la habitación, aunque casi no se sentía debido al movimiento. Gou le murmuró algunas frases que denotaban su fastidio y Rin, rotando los ojos, asintió y le entregó al bebé.

 

— ¡Al fin! —musitó la chica que había estado revoloteando a su alrededor— Estira los brazos y alza la barbilla. Cuando te ponga el traje, no se te ocurra cargar al niño, ¿oíste? Al menos hasta el final, por favor.

 

—Ajá —escupió Rin, claramente irritado. Gou le chistó, callando cualquier queja que fuese a salir por su boca— ¿Sakura sigue dormido?

 

—Sí, y parece que seguirá así por mucho tiempo —contestó su hermana, parándose junto a la cama donde, rodeado de almohadas, Sakura llevaba dormido media hora—. En cambio, Niji es tan inquieto…

 

—Se dice que los bebés que nacen callados son los que más hablan —murmuró la chica.

 

—Tú no sabes nada, Chigusa —la castaña lo picó con un alfiler, sonrió falsamente e hizo un puchero.

 

— ¿Te piqué? ¡Lo siento!

 

—No la trates así, hermano. Es mi mejor amiga y te está haciendo el favor de arreglar el traje.

 

— ¿Quién diría que mi hijo adelgazaría tanto tras el parto? —comentó la madre de los pelirrojos, apartando la mirada del libro que leía por un instante— Ajústalo un poco más de las piernas.

 

— ¡¿Eh?! ¡Si haces eso van a aplastarme las…! —Gou alzó una ceja. Rin la miró con fastidio— Las piernas, idiota.

 

— ¡Mamá, dile que no me llame idiota! Y no deberías estar orgullosa de su pérdida de peso, Rin no ha…

 

—Vas a despertar a Sakura, Gou —sonrió Rin. La pelirroja suspiró y meció a Niji, quien le jalaba los mechones, intentando dormirlo.

 

— ¡Listo! —Musitó Chigusa, sonriendo victoriosa. Rin miró hacia abajo y sonrió de lado.

 

— ¿Alguien se imaginó que llevaría un traje blanco?

 

Definitivamente… No. La mayor se levantó y caminó alrededor de su hijo, observando el traje de gala blanco que lo cubría de cuello a pies. Se veía hermoso, sí. Pero, por alguna razón, ella siempre lo había imaginado de negro.

 

Y pudo haberlo visto de esa forma si no fuera por las ganas que el pelirrojo tenía de joderle la vida. Se había burlado de sí mismo, diciendo que, como una madre pura y sana, debía vestir de blanco. Gou le había intentado convencer de lo contrario, pero a Rin le encantaba imaginar que Haru se sorprendería -porque ese chico pensaba que su prometido iría de negro también-. Sí, se veía bien, incluso mejor de lo que pensó.

 

Lucharon con el pelirrojo veinte minutos más, tratando de que cediera a dejar que le arreglasen el cabello. Al final, le entregaron a uno de sus hijos y se quedó quieto, maldiciendo en silencio a las mujeres que intentaban que su cabello luciera diferente.

 

Tampoco fue un logro exitoso, porque, ni bien salieron de la habitación, Rin destruyó su trabajo sacudiendo la cabeza con fuerza. Niji rió desde los brazos de Gou y el mayor le dedicó una sonrisa, ignorando los comentarios de su madre, a quien el acto desagradó por completo.

 

Gou se dirigió a una de las sillas de adelante en cuanto entró al salón, repleto de amigos de Haru y Rin y familiares de algunos de ellos. Incluso Sara se encontraba en una de las hileras. El pelirrojo le sonrió cortamente, tenía mucho que agradecerle a esa chica que, incluso sin conocerlo, lo trató como si fuese un hijo. Le cuidó más de lo que sus jefas habían ordenado, sin importar el resultado final.

 

—Bueno… Sinceramente, pensé que Gou iba a casarse primero —musitó la madre del pelirrojo, sonriendo. Se llevó la mano a la cara y quitó una lágrima con disimulo mientras se ceñía al brazo de su hijo con la mano libre—. Es decir, eres tan terco, testarudo y siempre quieres ganar…

 

— ¿Gracias? —La mujer le besó la mejilla y suspiró.

 

—También eres muy adorable, a veces, e idiota… Siempre consigues lo que quieres y siempre triunfas, Rin… Hagas lo que hagas. Como tu madre, quiero que cumplas tu sueño, ¿sabes?

 

—Mamá, estoy cumpliéndolo, ¿no ves? —dejó que el aire se le escapara y sonrió— Casarme con Haru ha sido algo…

 

—Sí, yo sé que cuando eras pequeño decías que la chica que te pidiera la mano, tendría que ser como él.

 

Rin negó con la cabeza, avergonzado de las estupideces que se le escapaban cuando era menor, mientras dormía -porque Rin tenía charlas profundas con su almohada-. Vio a su madre mover los labios, pero ignoró aquello que dijo, mirando hacia adelante y fijando la vista en Haru, quien recién había volteado y le observaba con una mezcla de burla y cariño. Sí, ir vestido de blanco abría paso a especulaciones que los demás no deberían querer saber. Caminó por el pasillo de forma algo rápida, observando a su madre escabullirse por los pasillos laterales para llegar a lado de Gou.

 

No había damas, no había pétalos ni ramos. Eran solo dos chicos jurándose amor eterno frente a una autoridad en un salón bien adornado. Parecía un sueño, realmente. Rin no terminaba de creérselo cuando Haru se acercó y le besó, dado por concluida la unión. Sonrió ante los demás, pero sus ojos terminaron por clavarse en la silla vacía entre los Tachibana. Makoto no había asistido. Las palabras de su madre regresaron a su mente mientras bajaba los escalones y se dirigía hacia la salida, tomado de la mano de su, ahora, esposo mientras Gou y Chigusa cargaban a los bebés.

 

“Pero sabes que éste no es tu sueño”

 

 

____________________

 

Los días consecuentes a la fiesta de los niños pasaron con rapidez, aunque fueron ciertamente tensos. Niji le preguntaba a su padre sobre su pasado cada vez que podía, atormentándolo sin ser realmente consciente. Rin se limitaba a sonreír y decirle que se lo contaría después, aunque, claramente, ese después sería cuando él se sintiese listo.

 

Haru no encontraba las palabras para lidiar con la situación, porque Makoto no había tenido la intención de encender el sistema de autodefensa en que Rin entraba cuando tocaban los temas que a él le parecían sensibles, por lo que se limitaba a esperar a que el pelirrojo quisiese descargarse, pues no podía obligarlo. Gou a veces pensaba que era una exageración, aunque Rei le recordaba con toda la paciencia del mundo lo que la natación significaba para Rin. En una de esas explicaciones -la última, en realidad-, Rei había dicho a Gou que Rin debía sentirse una decepción para su difunto padre, lo cual significaba un rendimiento total. Y sí, el pelirrojo se había dado por vencido en cuanto a eso, Gou lo sabía.

 

Por ello, la chica desistió de volver a Tokio junto a su pareja, quién, tras charlar con ella un rato, aceptó marcharse solo y regresar a Kyoto cuando la investigación en la que era partícipe terminara, en otras palabras, volvería en una semana o dos. Sakura y Niji se mostraron alegres al tener a la chica en su casa por las vacaciones, reacción distinta a la que Haru había tenido.

 

Ellos ni siquiera se dignaban a mirarse mientras desayunaban, pero a nadie parecía importarle, ni a Rin, quien tenía la mente ocupada con el odio a su estúpido temor. Había perdido las riendas que supuestamente tenía aseguradas y, sinceramente, no sabía que hacer.

 

Muchas ideas habían cruzado por su cabeza, como la de marcharse para siempre. Sin embargo, dejar a Haru solo no era una opción. Rin se consideraba egoísta, porque no quería que él formara una vida con alguien más. Ya no.

 

Esa mañana, Gou se levantó antes que todos. Preparó el desayuno entre suspiros y bufidos, pues la idea que había estado pensando durante gran parte de la noche iba en contra de sus principios. Porque ameritaba irremediablemente la ayuda de Haru, y pedirle ayuda a él sería rendirse a la pelea invisible que mantenían desde aquella vez en que el azabache recurrió a un medio persuasivo para que Rin no se fuese a buscar a un gato en medio de la noche, un gato que Haru, encima, no había podido encontrar y había intercambiado por uno más pequeño y más peludo, que ahora vivía con su madre porque en el edificio no se permitían animales. Era una historia de odio enredado, porque había sido una pieza dominó que había tirado otras hasta darle duro a Gou, prendiéndole el odio.

 

Así que, cuando Haru se despertó y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno, la pelirroja le recibió con un plato bien servido y de apariencia elegante. Haru sabía que, en cuanto Rin y sus hijos se levantaran, la frase “¡Desayuno americano!” rebotaría en cada pared de su apartamento. Y es que él evitaba hacerles ese tipo de desayuno porque la emoción que mostraban era inexplicable y tan exagerada…

 

— ¿Rompiste algo? —cuestionó, sacando el jugo de la nevera y bajando algunos vasos de los gabinetes. Gou rotó los ojos.

 

—No, idiota. Quiero hacer las paces.

 

— ¿Algún motivo?

 

—Quizá porque eres el estúpido esposo de mi hermano y tendré que verte por lo que resta de mi vida, ¿no crees? —Haru se encogió de hombros.

 

—Tú sacas muchas excusas de la manga.

 

— ¿Ah? Pues tú… —Gou suspiró y lo ayudó con los vasos, acomodándolos en la mesa. Haru comenzó a servir el jugo— De verdad, ¿tenemos que pelear?

 

— ¿Qué es lo que quieres, Gou?

 

— ¿Por qué tendría que querer algo? —el azabache dejó la jarra de jugo en la mesa y clavó la mirada en los rubíes de los ojos contrarios. La chica casi sintió que le veía el alma.

 

—Cinco años, ¿por qué querrías hacer las paces ahora?

 

—Pues… Porque espero que les queden muchos años por delante y… Bueno, en esos cinco años mi hermano no ha sido feliz, no como antes y en verdad creo que entre tú y yo podemos solucionarlo.

 

Aquello captó el interés de Haru, quien se recargó en la barra y observó a la hermana de su pareja fijamente, intentando leer lo que ella trataba de explicar. Gou sintió, nuevamente, que Haru podía mirar su alma y sus intenciones, aunque la mueca de confusión que había tras su faceta de seriedad la convencía de que él no terminaba de entender lo que ella quería decir, así que, suspirando, enfrento su mirada.

 

—Creo que Rin solo necesita un empujón. Tú puedes persuadirlo, yo puedo persuadir a los niños —Haru sonrió con desagrado.

 

—Hablas de manipular a mis hijos.

 

—No de una mala manera. Ellos son como un respaldo a tu persuasión. Unas palabras tuyas, de ellos y mías, y Rin se echará de cabeza en una piscina.

 

—No funciona así, es estúpido de tu parte creerlo, a pesar de que conoces a tu hermano.

 

—Por eso te necesito, porque tú conoces cosas de él que yo no. Perfeccionaras mi plan…

 

—No puedo hacer milagros, Gou. Y no voy a dejar que persuadas a mis hijos de persuadir a su propio padre.

 

—Es que no es persuasión en su totalidad… Escucha, Haru… Rin no va a dejar a Niji solo nunca, a menos de que él se lo diga. Niji no está enfermo ya y a Rin eso no va a entrarle en la cabeza porque ha vivido cosas que posiblemente nadie más en el planeta vivió. Durante todo el embarazo ha recibido órdenes y ayuda, no le han dejado decidir por él mismo. Así que es razonable que ahora no quiera escuchar a ninguna persona, incluyéndote. Si él cambia, sabes que lo hará por ellos, no por ti.

 

—De cualquier forma, Gou, ¿cómo planeas que Niji le diga a su padre que lo deje tranquilo?

 

—Diciéndole la verdad.

 

— ¿Cuál es la verdad?

 

Gou volvió a suspirar, cruzándose de brazos. La verdad era dura y cruel. Rin no había querido a sus hijos y ahora se culpaba por ello, intentando remediarlo dándoles el amor que no les había dado, eso era. Haru apretó los labios. El pasado debía quedarse atrás, porque en el presente no causaba más que problemas. Y sus hijos solo tenían cinco años, ¿Gou era estúpida o solo lo aparentaba?

 

—Vas a herirlos.

 

—El dolor es necesario para ser feliz.

 

_____________

 

En Iwatobi, el aire caliente del medio día comenzaba a ser presencia, aunque Makoto no lo notaba gracias a la brisa fresca que llegaba desde el océano. Sentado sobre la arena, disfrutaba la vista de las olas, que hacían que el agua le tocase los pies. Sousuke se sentó a su lado después de colocar una hielera tras ellos. Pasarían la tarde ahí, a petición del castaño que a veces le daba por ser romántico. El más alto suspiró brevemente y se llevó una lata de soda a los labios. Un anillo de plata brilló en su anular, provocando que Makoto entrecerrara los ojos. El pelinegro se dio cuenta de ello y dirigió la vista al mar, volviendo a suspirar.

 

—Sabes que no te obligo a casarte conmigo.

 

—Sousuke…

 

—Makoto, no estoy obligándote. Si te lo pedí fue porque pensé que me amabas. Tú dijiste que lo de Rin había sido una confusión, que realmente siempre lo habías querido como a un hermano. Y yo decidí creerte a pesar de que es una estupidez —le dio un trago a la soda y respiró hondo—. Te estoy diciendo la verdad, puedes cancelarlo y no habrá rencores. Solo tomaré mis cosas y me iré, es muy simple. Así que ahora, habla.

 

El castaño miró al cielo, perdiendo la vista en las nubes. Sousuke estaba dando mucho, lo sabía. Pero, ¿qué tanto estaba dando él? Lo que pensaba y la realidad eran cosas muy distintas, porque, estaba claro, que Sousuke seguía sintiendo que la relación era unilateral. Ese chico seguía esforzándose por dar el amor equivalente a dos personas -le llamaba esfuerzo porque sabía que él estaba sufriendo-. Sonrió, soltando una pequeña risa y le quitó la lata.

 

—Puede que haya sido una excusa estúpida, Sou. Pero es lo que yo realmente creo —el aludido se relamió los labios y asintió.

 

—Ya lo decía.

 

—Pero yo realmente que te amo. Más de lo que pude imaginar —Los ojos cian del más alto se clavaron en los esmeraldas del castaño, quien le sonrió al tiempo en que los cerraba—. Y si dije que quería casarme contigo, es porque realmente quiero casarme contigo.

 

Se quedaron ahí hasta que anocheció, observando el atardecer y después, las estrellas que adornaban el cielo. Makoto sonrió nuevamente, ignorando la mirada extrañada de Sousuke -pues le sonreía prácticamente a la nada-. Clavó la mirada, después, en el mismo punto en que su pareja tenía la vista puesta. La luna se alzaba sobre ellos brillante y enorme, siendo reflejada en el agua quieta del mar. Sousuke sonrió, el castaño ya le había dicho algo al respecto. Haru una vez, mientras intentaba llamar a Rin -que se escondía en Australia-, algo que a Makoto le había gustado mucho y le había contado a Sousuke.

 

La luna siempre era testigo del mejor de los amores.

Notas finales:

¡TA DAN!


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