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Bajo la Luna por MikaShier

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La monotonía de un día libre de estudio pero con trabajo extra, tenía la mente de Haru dando vueltas alrededor de su problema más reciente: Rin. Y es que, una vez que puso a un lado la depresión inicial -lo cual quería decir que no estaba tan deprimido-, pudo pensar en la posibilidad de que efectivamente Rin mentía -pero de forma distinta a lo que su madre había insinuado-. De hecho, ahora que el restaurante donde trabajaba estaba vacío porque aún no abría y tenía la oportunidad de pensar con la mente despierta y no ahogado en lágrimas, podía darse cuenta claramente que el pelirrojo no era de odiar.

 

Llevaba años saliendo con él -casi dos- y lo podía darse el lujo de decir que lo conocía a la perfección -en ámbitos no sexuales, porque la única vez que lo hicieron había puesto fin a una relación que creían bien forjada-.

 

En fin... Rin no era de odiar. Es decir... El pelirrojo no odiaba a alguien con facilidad y casi estaba seguro de que ni siquiera odiaba a sus padres -naturalmente el ojicarmín habría encontrado una excusa para el maltrato de sus suegros-, por lo tanto, no lo odiaba a él. Además... Haru no podía rendirse. No después de todo lo que había pasado.

 

Había luchado por salvar a Rin en cuanto éste volvió de Australia. Habían pasado por mucho cuando la hora de elegir su futuro llegó. Estuvieron juntos. Se amaban. No había espacio para el odio.

 

Pero, si se equivocaba... Si Rin en verdad lo odiaba, al menos quería una explicación, pues incluso si Haru sabía que el odio podía ser consecuencia del acto de sus padres, escuchar al pelirrojo decirlo podría por fin acabar con el sufrimiento de incertidumbre y a Haru solo le quedaría superar.

 

Así que, encerrándose en el baño de empleados bajo la mirada curiosa de su jefe, sacó el celular por enésima vez, aunque estaba cien por ciento seguro de que ahora sí se atrevería a presionar el icono verde que enlazaría su teléfono con el de Rin. Suspiró y llamó.

 

Por primera vez en los últimos dos meses y tres semanas, Rin contestó.

 

─Diga ─el inglés del pelirrojo siempre le parecería extraño a Haru, quien se llevó una mano a la boca, evitando soltar un jadeo o algo parecido debido a la sorpresa. ─ Eh... ¿Hola? ─dijo ahora en japonés. El pelinegro se mordió el labio. Rin no sonaba mal. Parecía tranquilo, ¿quería borrar esa tranquilidad? El sonido le hizo saber al pelinegro que el contrario había apartado el celular de su rostro─ Haru... ─lo escuchó susurrar, más no pudo identificar el tono empleado.

 

─Rin...

 

Y colgó.

 

Haru se agazapó en el cubículo, un sollozo escapando de su garganta mientras el teléfono caía al piso. Rin le había contestado por accidente. Le había colgado nada más saber que era él. Abrazó sus piernas y se permitió llorar durante los diez minutos que el restaurante tardó en abrir.

 

_____

 

"No pierdas la calma. Si sientes que lo harás, cuenta hasta cien e intenta recuperarte. Respira hondo y exhala lento, Rin"

 

Eso había dicho Sara el día en que se marchó, una semana atrás. Y había funcionado. Sí, el pelirrojo aún lloraba, pero dicho llanto había disminuido. Makoto le ayudaba a aclarar la mente. Lo cuidaba y lo protegía. Y Rin lo pagaría.

 

Pero en ese momento, sus manos temblaban y en su mente no lograba encontrar los números, ¿qué seguía del treinta y nueve?

 

No, ¿por qué había contestado sin ver? ¿Por qué Haru lo llamó? Su respiración era irregular. Debía calmarse.

 

Sara era como una madre. Debía pensar en ella. La rubia le había besado la frente antes de abordar, le había prometido ir a visitarlo en cuanto tuviera unos días libres.

 

Makoto le repetía día a día que debía decirle a Haru.

 

El bote de pintura que mantenía en su mano casi cae al piso cuando Rin se desestabilizó. La mano con la que alcanzó a sostenerse a sí mismo quedó manchada de aquella pintura azul.

 

Respira hondo.

 

El azul le recordaba a Haru. Y Haru dolía. Pero Rin no se permitiría llorar. No en ese momento. No cuando debía tanto y tenía tan poco.

 

Exhala lentamente.

 

Aún temblando, tomó la brocha y siguió pintando. El olor a la maldita pintura estaba mareándolo. Debía pensar en eso. Ese era su trabajo temporal en un edificio en remodelación. Pintar paredes. Y no lo hacía tan mal. Era el inicio de la segunda semana que pasaba en ello y le estaba yendo bien.

 

Pero el embarazo hacía más presencia. Quizá nadie más que él lo había notado, pero su abdomen se había expandido ligeramente más, o estaba alucinando. El vómito y el cansancio eran más frecuentes y Rin se echaba a dormir en cuanto llegaba a casa de Makoto, justo antes de que el castaño mismo llegara y después de preparar un poco de comida, cosa que Makoto agradecía.

 

Rin dormía en el sofá y despertaba en la cama. No importaba cuantas veces insistía, Makoto solía alzarlo en brazos y arroparlo en su propia cama, cosa que arremetía contra el orgullo de Rin. Así que ese día, el pelirrojo se echó directo a la cama.

 

No pudo dormir, pues la voz de Haru resonaba en su mente todavía. Se aferró a las colchas -se había dado una ducha para quitar la pintura de su piel- y se permitió llorar.

 

Y si iba a hacerlo, lo haría bien.

 

Makoto abrió la puerta de su departamento y lo primero que escuchó fueron sus sollozos. Con el alma hecha pedazos, dejó las llaves en la mesita y se quitó el abrigo, maldiciendo a Rin. El chico se quitaba la importancia a sí mismo y seguía apagando la calefacción a pesar de que el frío aún estaba presente.

 

El castaño encendió el aparato y entró a su habitación en silencio. Si su alma ya se había roto, la imagen de Rin aferrándose a las almohadas mientras lloraba sin reparo en definitiva acababa con él.

 

Pidió perdón a Haru una vez más.

 

Sus pasos lo llevaron hacia la cama, quitó las colchas que cubrían a Rin y se metió con él. Abrazó la espalda del menor con fuerza y acomodó la cabeza en sobre la contraria. El pelirrojo se dejó hacer, necesitaba consuelo. Makoto se giró un poco, tomando a Rin por las mejillas, humedecidas por las lágrimas, y lo volteó un poco para después darle un beso en la frente, intentando dejarle algo en claro.

 

Estaba ahí para él.

 

_____

 

─ ¿Qué pasó con Sousuke? ─preguntó Makoto esa misma noche. Los ojos de Rin aún estaban algo hinchados y la voz del mismo se hallaba un poco ronca. El menor se talló la mejilla con una manga del suéter que Makoto le había prestado y suspiró─ ¿Qué tal si empiezas diciéndoselo a él? Sabes que va a aceptarte, lo conoces mejor que nadie.

 

─Es por eso... No puedo decírselo a él... Está en América o Europa, no lo recuerdo bien... Si se lo digo... Sé que vendría de inmediato...

 

─Y por eso... ─Rin lo interrumpió, mirándolo a los ojos.

 

─Y por eso no se lo debo decir. Él tiene una vida... Lejos. Yo no soy quién para hacer que regrese.

 

─Rin...

 

─No a Sousuke ─Makoto asintió y le dio un bocado a su comida.

 

─ ¿Nagisa y Rei? ¿Gou? ─propuso. El pelirrojo bajó la mirada, revolviendo su plato con los palillos─ ¿Cuál es el problema con ellos?

 

─Se lo dirán a Haru... Y Gou también se lo contará a mamá, no confío en ella.

 

─Rin... Lo hizo por tu bien... Nosotros pensamos que quizá...

 

─Makoto, independientemente de eso, ella no tenía el derecho de contárselo a ustedes. Yo venía aquí para... Yo quería decírselo, pero actúa por ella misma haciendo lo que cree que es mejor para mí ─apretó los puños y siseó─. Nadie sabe lo que es mejor para mí, solo yo.

 

─Está bien que sea eso lo que crees... Pero debo insistir... Estarás mejor cuando lo cuentes. Tendrás más apoyo y Haru...

 

─No voy a decírselo a Haru, Makoto... No voy a interferir con su futuro. Yo... En cuanto él o ella nazca... Yo podré irme de Japón y Haru no tendrá que vernos nunca... No tiene siquiera que enterarse que yo no soy completamente un...

 

─No empieces con eso ─exclamó Makoto. Rin asintió suavemente.

 

─Si Rei, Nagisa y Gou prometen no actuar por su cuenta... Yo podría decirlo... Puedo intentarlo. Pero no a Sousuke. Y no a Haru.

 

Algo dentro de Makoto estaba roto. Lo sabía por las ganas que tenía de abrazar al pelirrojo con fuerza. Quería borrar el rastro de las lágrimas que el dolor había dejado. Pero también quería que fuese feliz junto a Haru.

 

Rin parecía estar bien la mayor parte del tiempo. Aunque Makoto quería que saliesen juntos a pasear, pues creía que el menor se pasaba encerrado en las mañanas, cosa que Rin no debatiría.

 

Las cosas empeoraban a espalda del mayor, cuando Rin entraba en el cuarto de baño y no podía evitar ver el fenómeno en el que se había convertido. Su mente vagaba en el odio a sí mismo cuando tomó una decisión.

 

Él no era malo. Lo fue, alguna vez, más era más del tipo niño chiflado. No había razón para tal castigo divino. Se habían equivocado. No merecía ese sufrimiento. No. Los días transcurrieron mientras él se informaba de todo por lo que tendría que pasar. Le asustaba mucho. No podía con ello.

 

Entonces tomó una decisión. 

Notas finales:

¡Sé que el cap es corto, pero el que sigue será más largo! Gracias por sus opiniones, espero sigan dejándolas! ¡Nos vemos!


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