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Reto por zion no bara

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Notas del fanfic:

Saludos y Feliz Año, siguiendo mi costumbre empiezo el año con una nueva trama de una nueva pareja (para mí al menos), espero que este 2016 sea de lo mejor para ustedes y los suyos. 

Fic dedicado a Gcnovas, quien hace tiempo me sugirió a la pareja, perdona por la tardanza, espero que te guste.

Y que les guste a quienes lean.

Notas del capitulo:

Es una trama en dos partes, espero que les guste.

 

 

Capítulo I

 

Radamanthys de Wyvern se mostraba permanentemente ocupado, no contaba con mucho tiempo libre y no precisamente por su trabajo, que aunque demandante podía manejar con bastante facilidad. Su empresa se dedicaba a varios sectores de consumo, en parte a la tecnología y en parte a los transportes y era muy justo decir su empresa, él la había creado, había tendido todos los hilos necesarios para hacerla la mejor del país y una de las mejores del continente, no podía negarse su dedicación en ese sentido, responsable y trabajador estaba donde estaba porque lo merecía.

Sin embargo no todo era su trabajo y siempre había demostrado afición por la compañía masculina, la verdad era que casi no pasaba tiempo solo, pero tampoco le gustaba el compromiso para algo serio. Si se trataba de salidas, fiestas, vacaciones y viajes estaba completamente listo y de acuerdo, pero algo más no entraba en los planes de su vida, no era maldad, solamente no estaba interesado en algo formal o al menos eso era lo que decía siempre. Para quienes estaban más cerca sabían que tratándose de hombres lo que en verdad disfrutaba era la conquista y no tenía un gusto en particular, solo se trataba de que tuvieran el casi mítico “algo” que llamara su atención.

Ese mismo día estaba a mitad de una reunión con un antiguo amigo y colaborador, Aiocos de Garuda, quien había estudiado con él la universidad aunque el de Wyvern la abandonara para crear su empresa. Se había mantenido a su lado durante los últimos años y probablemente era la persona más cercana en su existencia, lo sabían todo el uno del otro o al menos eso parecía; aunque su amigo era mucho más discreto en lo que hacía, al menos el de Wyvern nunca estaba enterado si salía o no con alguien y sinceramente no le interesaba mucho a menos que fuera para burlarse un poco.

—    Creo que terminamos—decía justamente Radamanthys—Estos contratos son bastante pesados.

—    Ni tanto—le respondía Aiocos—Y es mejor que los revises personalmente.

—    Para eso tengo abogados.

—    Pero es tu compañía.

—    Al menos ya están listos ¿Quieres algo de beber?

—    Claro.

La oficina del de Wyvern era bastante amplia y cómoda, contaba no solo son muebles de diseñador, cómodos y funcionales, estaba también decorada y ambientada para cumplir con el trabajo y disfrutar de un poco de compañía. Radamanthys de Wyvern era un atractivo hombre de cabellos y ojos dorados, del tipo teutón, mientras que su amigo de Garuda era de cabellos morados, su mirada era violeta y un tipo menos clásico de belleza masculina. En esos momentos ambos fueron hacia el bar personal del lugar y un par de vasos estaban servidos con licor, no hablaron de nada que no fuera su trabajo por un rato más hasta que tocaron un punto en particular.

—    ¿Irás a la fiesta entonces?—preguntaba Aiocos.

—    Tengo que hacerlo, solo así se hacen buenos contactos—fue la respuesta de Radamanthys.

—    Pensaba que era por ver a alguien.

—    ¿A quién? Si hablas de Hades Heinstein ya dejé eso atrás.

—    ¿Qué pasó?

—    ¿Por qué debería pasar algo?—decía el de Wyvern—Solamente ya no voy a salir con él.

—    ¿Y él lo sabe?

—    Debe adivinarlo, es un chico listo.

El de mirada violeta no dijo nada, solo bebió un poco más de su trago, así era con el de ojos dorados sin duda pero si un chico llegaba con él ya debía saber la fama que le precedía, no estaba engañado.

—    Dicen que la familia Solo está dispuesta a abrir una nueva empresa en la ciudad—comentaba el de Garuda.

—    Sí, escuché lo mismo, por eso necesitamos estar ahí y dejarle saber que somos una excelente opción para ser socios.

—    Nunca dejas los negocios ¿Verdad?

—    Y sin duda habrá invitados interesantes—agregó sonriendo—Tampoco dejo el placer a un lado.

Ambos solo se miraron por unos instantes, al menos quedaba en claro que irían a la fiesta en la propiedad de la familia Solo.

 

**********

 

La familia Solo era conocida en los círculos de negocios por su antiguo nombre, no eran una de esas empresas espontáneas de los últimos años que habían hecho fortuna por un solo trabajo, no, su dinero siempre había venido de la misma fuente: Comida. Los Solo habían puesto una de las primeras fábricas de pescados y mariscos empacados del país y eran la única que sobrevivía hasta el nuevo milenio, habían ampliado sus horizontes y seguían como una marca líder en los años recientes. Por eso que se hablara de abrir una nueva planta indicaba muchas posibilidades de hacer negocios y no eran pocos los invitados que estaban pensando en las opciones que podrían mostrar.

Cuando Radamanthys apareció en el lugar de inmediato empezó a saludar, había varios rostros conocidos, no estaba nada mal el lugar, además notó que Aiocos se había adelantado y estaba listo para acercarse al señor de la casa en cuanto apareciera, lo dejaría encargarse, por el momento tan solo miraría alrededor. Varios de los invitados eran rostros conocidos para él, algunos bastante conocidos, pero no le incomodaba, jamás prometía nada y si los demás dejaban volar su imaginación era asunto de ellos, no de él.

Por eso una pequeña adición en el lugar llamó su atención de inmediato, no era un rostro familiar, en esas fiestas las personas de alguna manera se volvían repetitivas al poco tiempo, alguien nuevo llamaba la atención de inmediato. Quien captaba su atención justamente era un muchacho, cabellos lilas y ojos rosas, muy joven, muy esbelto, de rostro dulce y mirada tímida, para alguien como él resultaba muy singular.

—    ¿Qué miras?—le preguntó una voz.

—    El paisaje Aiocos.

—    Ya veo—dijo mirando en la misma dirección.

—    ¿Sabes quién es?

—    No pero ¿no crees que se ve muy joven?

—    Tal vez, solo debo asegurarme.

—    Si es menor de edad te estás metiendo en un lío Radamanthys.

—    Nunca he salido con alguien menor y lo sabes, no me agradan ese tipo de complicaciones, pero si es mayor de edad…

—    Se ve simple—fue el dictamen del de Garuda.

—    No tomes a mal eso, a veces lo más simple es lo mejor del mundo.

No llevaba un traje estrafalario, no llevaba joyas ¿Qué hacía un chico como él ahí? El de Wyvern lo iba a averiguar.

Vio pasar a un mesero que llevaba champaña en largas copas, con dos en las manos fue directamente a ese chico que parecía pececito separada del cardumen, perdido en la inmensidad.

—    Es una fiesta encantadora—dijo acercándose  el de ojos dorados y ofreciéndole una copa— ¿Gustas?

El muchacho lo miró como si se preguntara quien era.

—    No bebo—fue la respuesta.

—    Me parece bien, los menores no deben hacerlo.

—    No soy menor de edad, ya tengo dieciocho, solo no bebo.

—    Está bien—decía el de Wyvern sonriendo—Debo decir que jamás te había visto en una de estas fiestas, soy Radamanthys de Wyvern ¿y tú?

—    Sorrento Solo.

—    ¿Solo? Así que eres de la familia—decía de manera casual.

En minutos el de cabellos dorados sabía bastante y sin que pareciera que estaba haciendo las preguntas de manera intencional, Sorrento era hijo del jefe de la familia Solo quien solo contaba con dos hijos, él y otro joven un par de años mayor de nombre Julián, estaba ahí para acompañar a su familia, había terminado sus estudios de nivel medio y no era asiduo a las fiestas. Eso y que su familia parecía opinar que era algo retraído y le hacía falta salir más.

—    Tal vez la solución sea sencilla—comentaba el de cabellos dorados—Podrías tener un trabajo.

—    Me agradaría tener un empleo pero debo centrarme en mis estudios—decía Sorrento.

—    ¿Sabes? Necesito un asistente, me vendría bien la ayuda y podrías ganar mucha experiencia.

—    No sé, podría estarle quitando la oportunidad a alguien que en verdad necesite el trabajo.

—    No te preocupes por eso, en algún sitio debes empezar ¿No te parece?

—    Pero…—se veía aún indeciso.

—    Hagamos esto, haz una prueba, si eres la persona adecuada te contrataré y si no, pues nadie pierde nada ¿Qué te parece?

El joven lo miró por unos momentos, parecía amable, y su familia siempre decía que debía abrirse un poco a los demás, no debía ser tan tímido.

—    Muy bien, me presentaré mañana mismo—aceptó finalmente.

—    Te espero a las nueve—le dijo el de Wyvern además de darle algunos datos adicionales.

La fiesta en sí misma no dio paso a los negocios, el señor de la familia Solo, Poseidón, no gustaba de combinar el trabajo con el tiempo libre, lo más notable fue enterarse que su hijo menor tenía una cita para un empleo, no le pareció mal, era un buen muchacho pero se encerraba demasiado, tal vez un trabajo era lo que necesitaba.

 

**********

 

A la mañana siguiente, diez minutos antes de la hora indicada, Sorrento estaba en el sitio acordado, el centro de la empresa de Radamanthys era un amplio edificio de diferentes oficinas, contaba con otros tres pero ese era el principal. Al llegar dijo su nombre en seguridad, estaba en la lista y lo dejaron pasar, sabía que necesitaba ir al último piso y se encontró con un secretario de largos cabellos platinados que parecía no muy contento de verlo.

—    ¿Sí?—preguntó en tono cortante.

—    Tengo una cita con el señor de Wyvern—respondió amablemente Sorrento.

—    Un momento—dijo el hombre.

Lo tuvo esperando casi veinte minutos antes de que el muchacho de cabellos lilas lo viera moverse, seguía un poco ansioso la hora del reloj de la pared, le gustaba ser puntual. En ese momento se abrió la puerta y el de Wyvern despedía a Aiocos con risas, no sabía de lo que estaban hablando pero lo miró de inmediato.

—    Que bueno que viniste Sorrento ¿acabas de llegar?

—    Llegué hace veinte minutos—dijo él.

—    ¿Por qué esperabas?

—    Me anuncié, veo que tenías compañía.

—    Está bien, por favor pasa.

—    Gracias.

—    Solo dame un minuto, quiero acompañar a Aiocos.

El de ojos violetas lo saludó con amabilidad y ambos se dirigieron al ascensor sin dejar de hablar.

—    Así que lo convenciste de venir Radamanthys.

—    Es solo un trabajo Aiocos.

—    Bien, veremos cuanto tiempo dura eso de solo un trabajo.

—    Nos vemos—terminó diciendo con una sonrisa.

El de Garuda se iba y el otro regresó a su oficina pero antes de entrar le dirigió una mirada específica a su secretario.

—    Cuando el joven Solo quiera verme me avisas de inmediato—dijo cortante al hombre de cabellos dorados.

—    Radamanthys yo…—intentaba excusarse el otro.

—    En la oficina soy el señor de Wyvern, no se te olvide Lune, y si no te agrada estar en este trabajo sería mejor que pensarás en continuar aquí o no ¿Comprendido?

—    Sí señor.

Entró a su oficina ¿Qué se pensaba ese chico? Se acostaron un par de veces y nada más, que el de cabellos plateados era un joven muy guapo y prácticamente se le había ofrecido en bandeja de plata no cambiaba que era lo que era, alguien que trabajaba para él y si pensaba en algo más estaba equivocado. Después de todo, las cosas se habían terminado justamente porque se creía que tenía derechos de alguna clase en su vida. Sin embargo dejó todo eso de lado cuando entró a su oficina, su interés en ese instante permanecía de pie mirando alrededor.

El lugar era bastante amplio y contaba con cosas que Sorrento jamás había visto en la oficina de su padre, era un hombre sobrio pero evidentemente el de Wyvern no era así, debía gustarle estar cómodo y contaba con diversas cosas para hacer sentir cómodos a los demás o al menos eso supuso. El piso alfombrado era un contraste con el de madera de su padre, en lugar de libros encuadernados en piel había una pantalla enorme, un bar personal contrastaba con las fotografías de la familia, muebles de piel en lugar de madera, los enormes ventanales que dejaban ver el paisaje se oponían a los muros que había visto con su padre. Definitivamente ese hombre no era en nada como su progenitor.

—    Por favor, toma asiento Sorrento.

—    Gracias.

Quedaron sentados en los sillones del lugar, eran muy cómodos en verdad.

—    No tienes escritorio—comentó el recién llegado.

—    No, no me agrada, creo que aparta a las personas ¿Te importa que no haya uno?—preguntó él.

—    Es solo la costumbre. Aquí están mis referencias—dijo extendiéndole un sobre amarillo.

El otro lo abrió y leyó pero se las arreglaba para mirarlo entre línea y línea. No estaba mal, de hecho no era un improvisado exactamente, tenía conocimientos en administración, economía, matemáticas, informática e idiomas, aparentemente se preparaba por su cuenta e incluso contaba con referencias de personas con las que había hecho voluntariado desde que tenía quince años.

—    Se ve bien—decía el de Wyvern—Quisiera saber que tal te manejas en esta empresa.

Pasó más de media hora y a todo lo que le pidió y dijo el muchacho de cabellos lilas respondió con efectividad, no estaba nada mal, si en verdad hubiera necesitado un asistente dudaba que encontrara a alguien mejor que ese chico.

—    Muy bien Sorrento, eres mi nuevo asistente, al menos durante este tiempo antes de que vayas a la universidad. Tu sitio estará en la sala de afuera, controlarás mi agenda y correspondencia, apoyarás en los actos de la compañía y me mantendrás al tanto de cualquier informe que requiera. El sueldo será el base más prestaciones. Aquí tienes el contrato, léelo y si estás de acuerdo puedes firmar.

—    ¿Ya tenías listo un contrato?—preguntó con sorpresa.

—    No me gusta perder el tiempo.

Leyó el contrato con velocidad pero no había nada de extraño en el documento, no más de su velocidad, lo firmó sonriendo, era su primer empleo formal. Aún se requería de papeleo y algunas formas pero en esencia todo estaba listo.

—    Puedes empezar mañana mismo—decía Radamanthys.

—    Gracias.

—    Te acompaño al ascensor.

Y así fue, salieron juntos de la oficina pero al regresar el de cabellos dorados le tenía noticias a su secretario.

—    Te trasladarás a la nueva sección del área norte, necesito tu lugar desocupado para el atardecer.

—    ¿Qué? ¿Por qué?—decía el otro sin comprender.

—    Ahora tengo asistente—respondió sin más.

Se fue a su oficina sin darse cuenta del furioso chico que dejaba atrás. Pero aunque se hubiera dado cuenta no le interesaría, estaba más interesado en cómo manejarse ante ese lindo Sorrento.

 

**********

 

El trabajo de hecho no era un problema, Sorrento demostró desde el primer momento que era un buen empleado, apenas llegó se familiarizó con la agenda del de cabellos dorados, se aprendió números de clientes en días y no eran pocos, sabía además las extensiones de la compañía y su mente pareció convertirse en un archivo de miembros de la empresa, clientes y clientes potenciales, los números que generaban y otros tantos detalles que el de Wyvern no terminaba de creer.

—    Buenos días Sorrento—le dijo una mañana Aiocos— ¿Puedes avisarle a Radamanthys que estoy aquí?

—    Buenos días, en un instante.

Se comunicó de inmediato y se levantó para acompañarlo a la puerta.

—    El señor de Wyvern lo espera, por favor pase.

—    Gracias.

Una vez dentro no dejó de notar como se mostraba el de ojos dorados, animado por algo bueno, después de tantos años sabía reconocer eso.

—    Tu asistente es eficaz, eso no lo niego Radamanthys.

—    Y es muy lindo, solo que no parece saberlo.

—    Sigues queriendo algo más con él.

—    Me conoces bien.

—    Demasiados años juntos, ese es el problema. Pero ¿De verdad quieres seguir con esto? No es como los chicos con los que tratas por lo regular, es hijo de familia y muy joven, además no parece tener experiencia de nada. Aparte de eso no creo que seas su tipo, deben gustarle más lo de su edad.

—    No soy un anciano, solo le llevó siete años, eso no es tanto. Y puedo asegurarte que ya está deslumbrado, solo es cuestión de saber hablarle—y sin reflexionar ni un segundo agregó algo—Te apuesto lo que quieras a que antes de final de mes está entre mis brazos.

—    ¿Acaso es un reto?

—    ¿Temes perder?

—    Te sientes demasiado seguro Radamanthys.

—    ¿Temes perder?—le preguntó de nuevo.

—    Apostaré por el pececito, a la primera que avances saldrá corriendo. Ese chico no es para ti.

—    Parece que no me conoces, esos chicos calladitos son siempre una grata sorpresa, recuerda mis palabras, antes del fin de mes estará entre mis brazos.

—    Hecho, antes de fin de mes—dijo el de Garuda como si solo quisiera continuar y agregó—Necesito tu opinión sobre la nueva ruta de transporte.

Cuando se terminó la charla el de cabellos morados y ojos violetas dejó la oficina pero antes de marcharse sintió que necesitaba hacer algo más, se acercó a Sorrento y le habló directamente.

—    Sorrento.

—    ¿Sí señor de Garuda?—preguntó muy atento.

—    Espero que sepas que Radamanthys es todo un cazador tratándose de hombres.

—    ¿Qué?—no parecía comprenderlo.

—    Solo ten cuidado, debes saberlo.

Lo vio alejarse pero no estaba seguro de lo que significaba eso, el de Wyvern solo había sido amable y atento con él desde que se conocieran.

Hasta la tarde no buscó al de cabellos dorados y mirada del mismo color para darle unos informes.

—    Son todos los datos—decía—Los canalicé de inmediato y habrá una respuesta en dos días, se necesita ver que tan bien trabajan los programas pero no debe haber problemas.

—    Muy bien Sorrento, gracias.

Parecía que iba a retirarse y el rubio habló.

—    ¿Ya comiste?

—    Aún no señor.

—    Dime Radamanthys,  si no has comido soy un jefe terrible—decía sonriendo—Vamos a comer algo, así podremos charlar un poco.

—    Pero yo…

—    Por favor, necesitas un descanso también ¿Vamos?—preguntaba tomándolo del brazo.

—    Vamos—respondió balbuceando un poco.

Y salieron juntos de la oficina a un restaurante que estaba a diez minutos en automóvil, era un buen lugar, pasaron un buen rato ahí, Radamanthys sabía ser encantador cuando lo deseaba, eso ayudaba mucho con los negocios y los hombres. Sorrento nunca se había sentido tratado de esa manera, disfrutó bastante del lugar y sobre todo de la compañía, les gustó tanto la tarde que ya no tenía sentido regresar a la oficina. Era mejor seguir al día siguiente.

—    Gracias por la comida Radamanthys, la disfruté mucho.

—    No fue nada, además me gustó mucho estar contigo—decía el otro sonriendo—Te llevo a tu casa.

—    No, no es necesario, encontré como irme por mi cuenta.

—    ¿Vas a despreciarme?—preguntó de manera profunda, mirándolo a los ojos directamente.

—    No es eso—decía sin poder mirarlo.

—    Que bien, entonces te llevo.

El viaje fue rápido, veloz, más que nada porque el de cabellos dorados llevaba la conversación, fue agradable para ambos estar juntos ese tiempo, de hecho había cosas en común pero cuando estuvieron cerca de la propiedad de los Solo era el momento de despedirse.

—    Gracias por traerme Radamanthys, de verdad disfruté de tu compañía.

—    Yo también Sorrento, nos vemos mañana.

—    Hasta mañana.

Se despidieron de un movimiento de sus manos, pero el de Wyvern sabía que sus avances resultarían.

 

**********

 

En los días siguientes Radamanthys de Wyvern no dejó de mostrarse atento, cercano y halagador con Sorrento, no dejaba pasar una sola oportunidad, por mínima que fuera, para hablarle e interesarle, avanzaba bastante en su plan, sabía que le gustaba a esa muchachito de cabellos lilas, solo era cuestión de avanzar un poco más, para asegurarse del terreno en que se encontraba se dispuso a un nuevo movimiento.

Lo invitó a cenar y al final, sin más, lo besó con suavidad y lo vio ruborizarse por completo.

—    ¿Nunca te habían besado?

—    No—reconoció con timidez.

Solo sonrió, y volvió a besarlo.

El terreno estaba ganado a sus ojos.

De hecho si estaban avanzando las cosas, a Sorrento le gustaba ese hombre de cabellos dorados, a pesar de que hubo advertencias, Aiocos de Garuda le repitió que se anduviera con cuidado.

—    Eres muy inocente, no conoces a Radamanthys—le dijo.

Pero ¿Cómo creerle cuando cada vez que estaban juntos se sentía el hombre más especial sobre la tierra? Cuando estaba con el de mirada dorada sentía que podía ir a cualquier lugar, que estaba al lado de alguien que siempre debió conocer, que su vida era diferente. Era verdad que no tenía experiencia alguna con los hombres y eso influía en como actuaba pero también era cierto que se trataba de un chico más bien tierno, bien dispuesto para el cariño. Radamanthys no estaba al tanto de lo que podía provocar en realidad.

—    Tu asistente se veía contento—comentaba el de ojos violetas entrando a la oficina del de mirada dorada.

—    No es para menos, esta misma mañana encontró un mensaje en su teléfono “Solo deseaba darte los buenos días”—recitó recordándolo.

—    Vas muy aprisa con él.

—    Solo tengo hasta fin de mes.

—    Radamanthys, ten cuidado—comentó el de Garuda—No parece que sea como los demás muchachos con los que has salido.

—    Te preocupas de más, sé lo que hago, hace mucho aprendí a hacer feliz a un hombre y hasta cuando los dejo los dejos contentos.

—    Supongo que es mejor no meterme.

—    Harás bien. Además tengo planes para esta noche.

—    ¿Planes?

—    Lo invitaré a dar un paseo por la playa.

Pero el de ojos dorados solo sonrió al decir eso.

Esa misma tarde estaba planeado que ambos iban a salir juntos, era solo un paseo así que no resultaba inusual, lo que sí fue nuevo era que se trataba de un paseo por la playa, una solitaria en esos días del año. Iban por el lugar dejándose acariciar por la brisa, disfrutando de la dorada arena, de ese aroma ante la naturaleza abierta, parecía que nada inusual ocurría.

—    Me he preguntado que tanto costaría hacer una filial nueva—comentaba el de Wyvern.

—    Siempre tienes en mente los negocios ¿Verdad?

—    No, no solo negocios, era solo para hacer un poco de plática.

—    Está bien, la idea de una filial es…

Pero lo besó de pronto y el de ojos rosas le correspondió, al separarse solo se miraban directamente a los ojos.

—    Quiero que veas un lugar—decía el de ojos dorados tomándolo de la mano con suavidad.

Sorrento solo lo siguió dócilmente sonriendo, le gustaba tanto estar a su lado.

Entonces distinguió al sitio que se dirigían, una casa en la playa, una solitaria casa en la playa. Se quedó de pie mirando el lugar, sin avanzar.

—    ¿Ocurre algo Sorrento?

—    No, no—respondió rápido.

Solo se dijo que no era inusual, es decir, eran nuevos tiempos y podía controlarlo, estaba bien.

—    Te gustará este sitio—decía el de Wyvern abriendo la puerta y dejándolo pasar—Vengo con frecuencia, bueno, al menos lo intento.

Era verdad, no era el primer muchacho que llevaba ahí pero eso no lo dijo.

Se trataba de un buen sitio, sencillez ante todo, muebles lisos, cortinas ligeras, adornos tranquilos, invitaba a relajarse y dejarse llevar por el ambiente. Los detalles estaban cuidados, el de ojos dorados colocó flores, rosas en capullo, de las favoritas de Sorrento, una mesita lucía quesos, fruta, vino, copas, todo el paquete listo, incluso puso música suave para armonizar el ambiente. Se sentaron en el sofá y se pusieron a charlar animadamente o más bien el de ojos dorados hablaba y Sorrento escuchaba. El de Wyvern fue encantador y cautivador, no podía dejar pasar la oportunidad, no costaría tanto lograrlo pero no por eso disfrutaría menos de la experiencia.

Había servido un par de copas, no se sentía siquiera el sabor a alcohol.

—    No quiero más—se apresuró a decir el de cabellos lilas después de la segunda.

—    Casi no tiene alcohol y tú no manejas—decía riendo.

Al final el de ojos rosas aceptó y no se dio cuenta que en verdad estaba desinhibido y que su resistencia mermaba, entre la charla y la presencia del de mirada dorada se dejaba llevar, todo era maravilloso, cuando él se acercó y lo besó no dijo nada en contra. Los besos aumentaban, las caricias se presentaron, pero cuando unas manos buscaron traspasar la tela sintió que debía detenerse.

—    Radamanthys…yo…no…

Pero no le permitía decir mucho ni resistirse mucho, besándolo con intensidad lo levantó en sus brazos y lo llevó a la habitación.

—    Radamanthys—dijo nervioso y sintiendo que su corazón latía con fuerza.

—    Solo relájate.

Llevándolo en brazos, con los labios unidos, lo condujo tembloroso, agitado, preso de temores y deseos, hasta la cama.

—    Por favor…—intentaba pedirle—No podemos…

—    Seré gentil—le aseguró.

Estaba completamente decidido a que no pasaría un instante más sin sentirlo entre sus brazos.

 

**********

 

Una vez que estaban en la recámara fue la impaciencia la que se impuso con respecto a la ropa y el de cabellos dorados empezó a desvestirlo, la camisa, el pantalón, dejando su cuerpo al descubierto. Había quedado a la atenta mirada de color dorado su juvenil y masculino cuerpo, tal y como puede concebirse en un chico de dieciocho años con un aspecto aún menor, alguien que no había sido tocado jamás. Las manos del de cabellera dorada, errantes e inquietas, no dejaron de moverse con entera libertad, buscaban los sitios más suaves y los más íntimos, de hecho no cesaron hasta que descubrió el resto del de ojos rosas.

Sorrento no podía evitar sentirse amedrentado, su timidez lo hacía retraerse, por eso cuando el de Wyvern buscó tocar su intimidad cerró sus muslos con algo de fuerza, sin embargo el de mirada dorada fue insistente y logró apartarlos, dejando bajo su masculina mirada el disfrutar del sitio que deseaba. El de cabellos lilas se sentía expuesto, esas manos y esos ojos no lo abandonaban, intentaba quedarse quieto y no se resistía, no podía decir si era el vino u otro licor desconocido el que lo embriagaba y lo hacía temer y también desear continuar.

Por su parte Radamanthys sentía que no tenía sentido aguardar por más, estaba convencido de no poder retrasar las cosas por más tiempo, así que desabrochó su ropa con velocidad para apartarla y dejarla descuidadamente a un lado, la camisa, los pantalones, la ropa interior, hasta dejar su cuerpo desnudo, con su virilidad lista para el encuentro. En tan solo unos instantes ya estaba el de ojos dorados al lado del de cabellos lilas, acariciándolo, besándolo y ahogando con sus labios cualquier protesta que pudiera darse. Asegurándose de ser el que llevaba las riendas del encuentro empezó a bajar por el delgado cuerpo que se estremecía, alcanzando el tibio sexo que apenas se elevaba, solo necesitaba asegurarse que su deseo fuera el mismo.

Sorrento se sintió agitado cuando una mano sujetó con suavidad su miembro, lo acariciaba con cuidado por la corona y la cabeza, hasta hacerlo gemir, entonces fueron unos labios los que estaban ahí, una lengua la que lo incitaba a ceder, al elevar sus caderas por el deseo fue una boca la que lo rodeaba. No podía sino disfrutar de la cálida caricia de la misma lengua, de la manera en que su sexo era tratado, de sentirse estrujado por esos labios que lo excitaron por completo. A la par de todo ello el de ojos dorados sabía que no habría manera de detenerse y eso lo hizo sentirse encantado.

No aguardó el de cabellos dorados para estar de nuevo al lado del inquieto muchacho de ojos rosas, lo estrechó con fuerza sin dejar de besarlo, con velocidad se adueñó del espacio entre sus muslos para dejar sentir su sexo, rígido y duro, buscando embestir aunque esa parte no fue sencilla. El joven Sorrento sentía que lo lastimaba un poco, las circunstancias en sí mismas lo intimidaban, era muy joven y su experiencia era nula en cuanto a hombres, así que toda la situación era extraña, desconocida pero no negaba que despertaba en su interior una anónima necesidad por seguir adelante.

Radamanthys no cesaba de hacerse sentir, frotaba su turgente sexo contra la suave intimidad del de mirada rosa, después fueron sus dedos, cubiertos del lubricante que había dejado bajo la almohada con anticipación, los que se ocupaban de la misma labor. Podía admirar ese rostro encantador ruborizado, dilatarlo fue una tarea muy gratificante pues pudo observar plenamente como el joven de cabellos lilas se le entregaba sin poner objeciones, estaba completamente a su merced. Solo quedaba continuar. Se quedaba recostado mientras era besado con sensualidad, el de ojos dorados no dejaba de murmurarle que se relajara y de alguna manera el más joven logró sentirse más tranquilo y se sometió por completo a ese hombre que se había convertido en todo en su vida.

Por su parte el de Wyvern fue más fuerte e intenso, encontró la posición más propicia para moverse y sin más dio inicio a su asalto, con cuidado empezó a poseer ese delicado y masculino cuerpo que se doblegaba a sus deseos. Verdad fue que el de mirada rosada sintió algo de dolor pero solo contuvo la respiración y guardó silencio, no se atrevía a hacer nada más. Y para esos momentos el de mirada dorada no pensaba más en aguardar, comenzó a moverse, a ser el dueño absoluto de todo lo que ocurría, a ser quien se proclamara el dueño de la situación. No tardó mucho en eso, suaves embestidas lograban avanzar y avanzar hasta que estaban completamente unidos, se abrazaron con fuerza y desde entonces no hubo manera de detenerse.

El de cabellos dorados sujetó los bien torneados muslos del de ojos rosas, los mantuvo separados y no vaciló en embestirlo con suavidad al principio, con intensidad después, regocijándose con saberse el primer que era estrujado deliciosamente por esa estrecha intimidad que lo recibía. El de ojos rosas por su parte tan solo apretaba los labios, no estaba seguro de lo que debía hacer, así que solamente se dejaba llevar. Cuando el de Wyvern se recostó sobre él besándolo con pasión lo estrechó con fuerza, no podía imaginarse siquiera ya no estar en su vida.

Sin duda el de cabellos dorados lo disfrutaba a un nivel físico, le gustaba lo que compartían y saberse el único hombre en la vida de ese muchachito que parecía solo hacer lo que él quisiera. En cuanto al otro era un tanto diferente. Para Sorrento era entregarse por completo, sabiendo que las cosas jamás volverían a ser las mismas, seguía entre el temor y el deseo pero no se negaba a vivir una dicha por estar entre los brazos del de mirada dorada. Estaban al límite de las sensaciones pues sus cuerpos respondían como brazas a la brisa, sin esperar ni guardándose nada.

Todas las cosas llegan a su final sin embargo, ninguno de los dos podía decir si era mucho tiempo o no el que había transcurrido pero sabían que se sintió muy poco, es así con los momentos dichosos, no se pueden medir como el resto de los otros momentos. Llegaba a ambos ese sentimiento de algo más, de una nueva experiencia, de ese dulce cansancio que no les permitiría seguir unidos por mucho tiempo, así que se agitaban a mayor velocidad dejándose guiar por sus sentidos, no podían dejar de sentirse, de aferrarse uno al otro, Radamanthys con intensidad, Sorrento con ternura, hasta que no fue posible hacer nada, solo dejarse llevar por la intensidad de la culminación. Sus esencias brotaron y ambos gimieron con placer, se sintieron agitados y agotados de pronto, hasta que no quedaba nada sino separarse.

El rubio estaba bastante satisfecho de todo lo ocurrido, no esperaba que fuera a ser tan bueno, porque así le parecía, esa chico había sido dulce e inocente pero no le restaba méritos, lo había disfrutado en verdad. En cuanto Sorrento solo pudo acurrucarse contra el cuerpo de Radamanthys, temblaba un poco, sin poderlo evitar estaba llorando.

—    Tranquilízate—dijo el de Wyvern—Te quiero.

Ante eso el de la familia Solo dejó de llorar y buscó su rostro.

—    Radamanthys—decía con ternura— ¿Es en serio?

—    Claro que sí.

Se quedaron quietos por un largo rato, el más joven parecía soñar mientras el de cabello dorado solo sentía aún lo dulce que había sido ese chico.

—    Creo que me enamoré de ti desde hace mucho Radamanthys—decía el más joven sonriendo feliz.

—    Eso es fantástico—fue su respuesta.

Para el de ojos dorados era todo, las cosas marchaban como las deseaba y no podía pedir más, sin embargo para el de cabellos lilas era un asunto muy distinto, Radamanthys lo quería y después de lo ocurrido entre ambos quedaba en claro que no había más futuro que estar juntos.

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Si nada sucede la semana entrante es el final y sigo con Ágata.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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