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La mirada del asesino por Jesica Black

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Capitulo XVI

 

 

                No pudo verlo a los ojos de nuevo, por más que siguiera amando a ese hombre lo estaba destrozando por dentro. Luego del conflicto que tuvieron sobre el bebé, Dégel comenzó a aceptar su vientre y la idea de ser madre, pero aun no estaba listo para salir de la clínica. Tenía un embarazo muy riesgoso y desde que salió la última vez luego de cumplir los cuatro meses, volvió a ser internado por hemorragia y fue de urgencia. Ahora, ya con los ocho meses a flor de piel, el vientre de Dégel impedía que viera sus pies o el resto de su cuerpo, sólo podía notar la televisión por sobre el mismo.
Kardia lo iba a visitar siempre que podía, estaba manejando todo lo que se refería a los negocios y la internación de Dégel, pero sobre todo, estaba atento a cualquier cosa que le pasara a su esposo. En la cabeza de Kardia todo era Dégel, Dégel, Dégel y no había espacio para nada más.
                Cuando nació Dante,  el heleno se veía por demás feliz y no dejaba de fantasear con la idea que su hijo sea igual de apuesto que el pequeño de Milo y Camus, Dégel también tuvo la posibilidad de acunar al niño que como su madre, poseía unos hermosos cabellos rojizos que adornaban los ojos celestes heredados por su padre. Ahora sí, cerró los ojos y espero descansar.

Espero…..esperó.

                Y siguió esperando, pero no ocurrió. Un dolor fuerte comenzó a azotarlo, había empezado como pequeños pinchazos, pero estos se hicieron más intensos a medida que incrementaban. Apretó sus dientes y susurró el nombre de su marido, esperando que este lo oyera detrás de la puerta. Y cómo si tuviera un oído biónico, Kardia abrió la puerta para ver como Dégel se retorcía del dolor.

–¿Qué sucede, Dégel? ¿Qué pasa? –se acercó espantado, era la primera vez después de mucho que observaba a su amado tener esa mirada.

–Me…me duele mucho…..

–Tranquilo, llamaré a un médico –Kardia tomó el cable con un botón junto a la cama y lo apretó, esperando la ayuda médica–. Deben ser contracciones.

–¡Quiero morir! Me duele mucho…. ¿así será? ¿Así será siempre? –preguntó angustiado, Kardia no supo que responder pero inmediatamente la ayuda llegó.

–¿Qué sucedió? –comentó el enfermero mientras comenzaba a medir el pulso del muchacho y observar todos los aparatos a su alrededor.

–Creo que tiene contracciones.

–¡Muy fuertes!

–¿Cada cuantos? –preguntó muy tranquilo el joven, Kardia estaba que quería ahorcarlo ¡su esposo y su bebé estaban en deplorables condiciones por el dolor!

–Cinco.

–Eso es mucho, llévalo a sala de partos –comentó al otro colega, el hombre prepara la cama que tenía rueditas integradas en caso de emergencias–. Vamos a la sala de parto.

–¿Dónde es? ¡Quiero ir!

–Lo lamento señor, es un caso de embarazo complicado, lo mejor será que espere en la sala –le habló mientras detenía a Kardia, pero entre tres enfermeros se llevaban arrastrando la cama de Dégel.

–¡No puede decirme eso y llevarse a mi esposo así como así!

–Lo lamento, tendrá que esperar en la sala….

–¡Pero….!

–Nuevamente, en la sala –señaló el pasillo y se fue con sus compañeros.

 

                Kardia se mordió los labios, frustrado, Dégel estaba teniendo contracciones fuertes, además que el embarazo se había complicado gracias a su estupidez. Ahora lo que podía hacer era rezar para que su esposo e hijo salieran vivos de esta. Casi nunca el galo se quejaba de dolores, pero si veía esa cara de sufrimiento, era porque realmente las cosas eran complicadas. Kardia no pudo moverse, se sentó en la cama de al lado y se quedó mirando el huevo vacio que dejaba la ausencia de Dégel. Lo único que deseaba era ver a su esposo e hijo nuevamente.

Pasó entonces el tiempo y con ellos Kardia se ponía más y más nervioso. No tenía a nadie que lo acompañe y podía suponer el porqué. Su cuñado aun le tenía miedo y su hermano iba a donde su cuñado quería. La familia de Dégel también estaba algo enojada con Kardia, dado que el joven galo estuvo en peligro gracias al idiota de su esposo y su tortuoso pasado con un tal “Melvike”. Aun estaban investigando con respecto al paradero de Joseph Montier, hijo del fallecido Jacques Montier.

Al cabo de una hora, el doctor le pidió a Kardia que aguardara en la sala de espera, ellos llevarían a Dégel a la habitación nuevamente y cuando todo estuviera listo él podría ir. Eso hizo que se desesperara aun más todavía y no pudo evitar sentirse miserable. Suspiró y decidió hacer lo que los médicos pedían y aguardar, se estaba comenzando a aburrir cuando sintió unos pasos. Al levantar su mirada pudo ver a su hermano Milo, cargando a un pequeño niño de al menos cuatro meses, lo traía en brazos haciéndolo dormir mientras la madre del bebé miraba una máquina expendedora para comprar algo de beber. Milo se notaba radiante desde que había sido padre del pequeño Dante.

–¿Ya nació? –preguntó el rubio.

–Aun no me han dicho nada….–susurró y observó al pequeño pelirrojo–. Crece muy rápido.

–¿Verdad que si? Es una pequeña hermosura ¿verdad, Dante? –el pequeño llevaba un chupete en forma de patito y miraba con sus hermosos ojos celestes a su padre.

–Estoy algo nostálgico, no sé qué pasó, las contracciones fueron fuertes esta vez.

–Tal vez se debe a los problemas que tuvo Dégel durante el embarazo –comentó Milo, Kardia afirmó.

–Puede pasar señor Skorpius –la voz del doctor se hizo presente, tanto Kardia como Milo se miraron, pero el rubio dejó que su hermano pasara urgentemente al cuarto designado.

 

                Lo que vio, jamás se borraría de su retina. Dégel estaba en la cama, ligeramente recostado de lado, mirando un pequeño bulto que yacía a su lado. Era muy pequeño, apenas su manita podía tomar su dedo, y solamente tenía una pelusita de un color verde agua en la cabellera. Kardia se acercó y notó aquellos rasgos a cuando Milo era un bebé, por lo que el niño definitivamente era parte de la familia. Dégel parecía en transe, aun no asimilaba la idea que ese pequeñito ser humano hubiera salido de él y más al notar los ojos, característicos de la familia de Kardia que adornaban la carita pálida.

–Pensé en un nombre para él…..–susurró Kardia, haciendo que Dégel dejara de mirar al pequeño–. Alexei.

 

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                Mansión Griffo.

 

                Cuando Albafica se casó con Minos contra su voluntad, jamás pensó en lo que ocurriría después, cuando despertara de su transe y aunque no era algo que le carcomiera la cabeza, estaba allí intacto. En sus brazos, cargaba a su princesa, la pequeña Florencia, la cual tenía ocho meses, una hermosa cabellera celeste y lacia, además de unos ojos violetas que decoraban su hermoso rostro heredado de su mamá. La mansión Griffo era un lugar lúgubre, que le producía temor a la pequeña, y sin más que decir se abrazó a su madre, sollozando débilmente. Albafica también le temía, pero intentaba ser fuerte por su hija.
Minos caminó directo a su actual pareja con una sonrisa de oreja a oreja, aunque aun tenía a Aiacos soplándole el cuello con el acoso, podía decirse que había logrado su objetivo de casarse con el joven más bello de todo Paris. Junto a Minos, venían dos pequeños de cuatro y tres años, el niño era mayor que su hermana, llevaba el cabello oscuro algo largo para su edad, abrazaba a un oso de peluche con los ojos salidos y su mirada color rubí era por demás expectante. La niña de tres parecía más amable, pero aun así fruncía el ceño constantemente al ver a la pequeña Flor, quien era más bella que ella.

–Alba, quiero presentarte a mis hijos, él es Suikyo –señaló al pequeño de cuatro, quien alza su mirada rojo fuego para observarlos–. Y ella es mi princesa Violatte –señaló a la niña, la cual tenía el cabello sujeto y color oscuro, además de ojos amarillos como Minos.

–No sabía que tenías hijos.

–Sí, bueno, es una larga historia…..–le cedió el paso, Albafica decide avanzar junto a su pequeña hija, siendo seguidos por la mirada de los dos terremotos que eran hijos de Minos–. Mis dos hijos son de una relación anterior.

–¿Aiacos Garuda?

–Oh, veo que lo conoces –le acompañó para que se siente–. ¿Por qué no dejas que Florencia vaya a jugar con los niños?

–No lo sé, Flopi siempre está conmigo, no me sentiría cómodo si estuviera lejos.

–Vamos, Alba, son solo niños. Sui tiene cuatro y Violatte tiene tres, seguramente tu hija querrá jugar a las muñecas o algo.

–Bueno sí, a ella le encanta –Albafica ve a su niña, la cual parecía temerosa–. ¿Quieres ir a jugar con Violatte, princesa?

–Tu nueva hermanita –indicó Minos. La niña miró a su mamá y luego a la hija de Minos, quería hacer feliz a Albafica y no pudo más que asentir–. ¡Perfecto! Violatte, llévatela –tomó de forma brusca a la pequeña y la depositó en el suelo, lo que hizo que la niña de tres años la tomara del brazo y casi la arrastrara al cuarto.

–¡Flor!

–Tranquilo, estará bien –Minos toma esta vez a Albafica del brazo y lo sienta–. ¿Qué deseas hacer?

–Hmmm….no sé

–¿Qué tal si hablamos? ¿O deseas comer algún refrigerio?

–Me gustaría ver algo en la televisión, tal vez una película…..–se acomodó un poco mejor en el sillón pero continuó mirando con desconfianza hacia los cuartos.

–Entonces que así sea.

 

 

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2 años después.

                Aspros había recuperado un poco de su estilo de vida luego de mucha perseverancia, sobre todo de su hermano Deuteros quien recientemente se había convertido en padre de Bárbara, una niña de dos meses y medio. Aspros disfrutaba de la vida de tío que tenía y no podía haber algo que le hiciera más feliz, llenar aquel hueco profundo que había dejado la partida de Jean. Miró por todos lados las estrechas calles cuando divisó una pequeña figura en la arenosa avenida. Se acercó y distinguió mejor la figura de un niño pequeño. No debía tener más de dos años, traía el cabello lacio y de un color negro noche, largo hasta la nuca y sus ojos apenas se notaban de un tono celeste como el cielo. El niño jugaba a hacer varios montículos de arena en su rincón, también había en el suelo varios muñecos acostados, los cuales había dejado de lado para armar la ciudad.
Al Gemini le pareció una de las imágenes más tiernas que podía encontrar. Era la primera vez que veía a un niño pequeño jugar en la ciudad y le dejó muy contento, por lo que se acercó a él y lentamente fue tomando un muñeco para jugar.

–¡Que linda ciudad! –habló como si fuera el muñeco, el pequeño levanta la mirada, sus ojos eran casi cubiertos por su flequillo oscuro, pero aun así podía ver perfectamente a Aspros.

–Sí, e muy dinda –el niño se tomó su tiempo, agarró un muñeco e imitó el tono de voz de Aspros. El mayor moría de la ternura al escuchar aquella lengua infantil.

–¿Puedo pasar? –preguntó como el muñeco, el niño hace a su muñeco asentir–. ¿Cómo te llamas?

–Hmmm….–el niño pensó, ¿cuál sería un buen nombre? –. Me llamo Bastian…. ¿y tú?

–Aspros –respondió de nuevo con la voz del muñeco.

–¿Aspos? –esta vez el pequeño dejó el juego para ver al hombre y pestañar varias veces.

–Jejejeje sí, me llamo Aspros….–le acarició suavemente la cabellera negra al niño–. ¿Tú te llamas Bastian también? –preguntó, pero el pequeño negó con la cabeza.

–Me icen Bastian pero llamo Sebastián…..–susurró y dejó el muñeco de lado para tomar a su oso de felpa–. ¡Y yo llamo Capitán oso!

–Hola Capitán oso….y dígame, usted y el joven Sebastián ¿dónde viven? –Preguntó y miró para todos lados–. ¿Por qué no están con su mami?

–Yo cuido Bastian –susurró el niño con la voz del oso–. ¡Yo sé cuidame solo, oso! ¡soy nene grande! –esta vez cambió nuevamente su voz a la del niño.

–Jajajajajaja ya lo creo, eres un niño muy grande y dime nene grande, ¿cuántos años tienes?

–Hmmm….–el pequeño mira sus dedos y comienza a contar, pero se confunde y solamente levanta sus dos deditos–. ¡Así!

–¿Dos?

–Sí, dos….–afirmó, Aspros no podía creer lo despierto que era ese pequeño. Se levantó, sacudiendo la tierra de sus pantalones y le extendió la mano–. Ven, Sebas, vamos a buscar a tu mami, ¿te ayudo con tus juguetes?

–¡No juguetes! Es capitán oso y gente del puebo…..–señaló a los demás habitantes de la “ciudad” imaginaria, Aspros asiente y los comienza a tomar uno por uno.

–Claro, claro, el capitán oso…..señor capitán oso, este niño necesita volver a casa ¿puede ayudarme a buscarla? –preguntó al peluche, sin mirar al niño.

–¡Si, ayudar! –el pequeño hace al oso volar por el aire mientras camina lentamente hacia la casa, Aspros tiene un deja vu, cree conocer a esa casa a la que se dirige el niño, pero no está muy seguro–. Vamo a llevar al nene con mami.

–Sí, con mami….–el pequeño comienza a caminar más rápido y Aspros le sigue el ritmo.

 

                Cuando el bebé se mete a la casa cuya puerta solamente era una insipiente tela color naranja, Aspros se detiene. Pestañea varias veces hasta que la cabeza del niño sale y pide que se meta dentro. El Gemini le hace caso solo para el ver interior. Parecía que se acababan de mudar, había muchas cajas una encima de la otra, además de objetos tirados en el suelo. El pequeño Sebas va corriendo hacia una persona agachada, solo se le ve el largo cabello que lo cubría. Al nombre de “mami, mami” el muchacho se levanta lentamente sin dejarse ver, solamente mantiene interacción con el pequeño niño.

–¡Mami, es mi amigo nuevo! –el nene señala a Aspros, quien sonríe tímidamente.

–Lo lamento, vi al pequeño tan solo que quise traerlo a su casa y….–no pudo continuar con lo que decía, el joven de cabellos largos se gira lentamente hasta quedar frente a Aspros.

                Jean Montier había cambiado bastante, tenía el cabello más largo y algo desarreglado, enormes ojeras y la piel más blanca. A diferencia del niño que parecía sano y alimentado, a Jean le faltaban unos dos o tres platos de comida encima, aun así su figura era increíble y mantenía esa belleza que solamente un Montier podía tener. Se sorprendieron al verse luego de dos años, sobre todo más se sorprendió al saber que su pequeño hijo Sebastián había interactuado con su ¿ex? Si se podía llamar ex, dado que jamás habían mantenido una relación más que unos simples besos.

–Jean……tanto…..tanto tiempo –susurró Aspros, aun shockeado, más que nada por ver que aquel joven apuesto y risueño se transformó en un semi adulto lleno de melancolía.

–Es verdad, mucho tiempo.

–¿Se….conocía mami? –preguntó el niño, Jean sonrió como pudo y asintió.

–Es un amigo de mami, es el tío Aspros –susurró, era la única forma que el pequeño podía entender.

–¡Tío! –Sebastián se abrazó a su ‘tío’ y le pidió que jugara con él. Aspros aceptó, aunque antes lanzó una mirada a la ‘mamá’ del niño.

–Está bien por mí, tengo que seguir ordenando las cosas de Sebas a su cuarto.

–Ya…..ehm Sebi, ¿puedes ir por tus juguetes así jugamos aquí? –preguntó, más para que el niño se vaya de la escena que para otra cosa. El pequeño asiente y va a su cuarto corriendo, llevando en sus brazos todos los muñecos que había sacado–. ¿Es él?

–¿Quién?

–El hijo de Itia….–comentó el gemelo, Jean gira la cabeza.}

–Si lo es…..Itia no ha parado de acosarnos todo este tiempo para ver al niño.

–¿Por qué volviste?

–No volví por ti, si eso quieres saber.

–No creo que hayas vuelto por mi….no lo merezco….–suspiró exhausto, conteniéndose muchas palabras en el acto–. Necesito que hablemos.

–Estoy ocupado.

–No importa cuando, no tiene que ser ahora, puede ser cuando tú te sientas preparado para ello. Necesito vaciar mi pecho.

–Esa es cuestión tuya, Aspros, no puedo dar vuelta a mi rostro y seguir dejando pasar las idioteces que dijiste sobre mí –le mira con enfado y nostalgia–. Yo no me olvido lo que hiciste, no puedo hacerlo, no me es fácil.

–Jean….

–Sólo te dejo estar acá porque le caes bien a Sebastián, sino, ya te hubiera echado como eché a Itia.

–¿Itia vino?

–Sí como te dije, quiso ver a su niño, la luz de sus ojos, a la cual no fue a ver en los 2 años que lo tengo –bramó con enojo–. Tiene la puta idea de darle el apellido y compartir la patria potestad de mi hijo, pero no se la daré.

–Puede hacerse un ADN y saltará qué…

–¡Ya sé que saltará! Pero no quiero darle a mi hijo, ese hombre es un vil violador, que me quitó todo lo bueno que construía……por eso sigo teniendo el apellido de mi madre…..–tira su cabeza hacia atrás, respirando nuevamente–. Vete…..es lo mejor.

–¿Y Sebas?

–Yo le diré que te tuviste que ir a algo urgente…..

 

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                Dante era un niño muy curioso y no había días en los cuales no inspeccionara sus alrededores. Milo solía llevarlo a pasear cada vez que podía al parque, con o sin su primo. Atravesaba todo los matorrales y atrapaba cualquier bicho que se le cruzara en el camino, no importa que tan asqueroso fuera, el niño gustaba de ver diferentes animales.
Con el anuncio de la llegada de un hermanito, Dante se puso muchísimo más arisco y temerario. Ese día como la mayoría de los días, Milo y Camus decidieron caminar por los matorrales del parque junto al niño de dos años y medio. El pequeño pelirrojo observó una mariposa que yacía en una hermosa flor y fue directo a ella, siendo seguido por la mirada de su padre. Por otro lado, Camus, necesitaba sentarse, que aunque apenas tenía unos dos o tres meses de embarazo, los vómitos y mareos hacían estragos con su salud.

–Realmente Dante es un niño muy activo –susurró Camus mientras se acomodaba en las bancas, Milo lo siguió y le dio una caja de jugo de naranja para que bebiera.

–No ha parado un instante, es todo el tiempo: papá llévame al tobogán, papá me aburro, papá quiero un perro, papá no puedo abrir la lata.

–Jajajaja me alegro que suene más el “papá” que de “mamá” –comentó bastante entusiasta, Milo frunce el ceño suavemente.

–Pasa mucho tiempo conmigo ahora que estas embarazado, creo que siente que lo traicionaste.

–Bueno, él siempre me pidió un hermanito, ahora que lo va a tener no parece muy feliz con su llegada.

–¡PAPI, MAMI! –Dante saluda desde su posición y Milo enloquece al verlo tan lejos–. ¡Una mapolosa!

–Es mariposa cariño y ven aquí, no podemos verte desde tan lejos –comentó el rubio levantándose y yendo detrás del pequeño que comenzó a correr por todos lados–. ¡DANTE, DANTE VEN AQUÍ!

–¡SOY PAJARITO! –mueve los brazos como si fueran alas. Gracias a su agilidad, Milo logra tomar al pequeño de los brazos y alzarlo–. ¡PUEDO VOLA!

–Si pequeño pajarito, usted realmente es terrible, vuelva con sus papis al nido –suspiró un poco más calmado y se acercó a Camus, quien saca un jugo extra, abriéndole la caja con una pajilla y le entrega al niño.

–Gacias.

–De nada cariño, ven, siéntate con mami –intentó hacer un poco de fuerza para alzar a su hijo y sentarlo en la banca alta, pero Milo fue más rápido y lo hizo primero–. Milo.

–El doctor dijo que no hagas esfuerzos innecesarios.

–Lo sé….eres un cuidador –Camus le hace una señal para que se acerque y le da un suave beso en los labios que contempló Dante.

–Mami….

–¿Si bebé?

–¿Cómo llegó el bebito ahí dentro? ¿Te lo comiste? –preguntó curioso, Camus rio un poco notando lo ingenioso que era su hijo.

–Bueno verás…..este…..hmm…..un hada me puso al bebé aquí….

–¿Entonces el bebé es de la hada y de mami? –nuevamente preguntó, Camus vio a Milo y este pestañó sorprendido.

–No, no, cariño, el hada puso una pisca de papi en mí.

–¿Cómo?

–Este…..con magia.

–Oh…..–Camus creyó que el niño había alejado todas dudas sobre el nacimiento, pero no fue así–. ¿Y ahora es un bebé o es una pisca?

–Un poco de ambas, Dante –habló Milo y le entregó una galletita a su hijo para que se callara.

–¿Será nene o nena?

–No lo sabemos.

–¿La hada no te lo dijo, mami? Yo quiero saber si tende una hemana o un hemano….–toca con sus dedos el vientre de Camus.

–Ya Dante, mira, ahí está Sebastián con Itia, ¿por qué no vas a jugar con él? –preguntó señalando al niño de cabellera oscura.

–¡SEBAS, SEBAS! –gritó el pelirrojo.

                Dante inmediatamente baja de la banca y comienza a mover la caja de su jugo, haciendo que un poco del líquido caiga al suelo. La agilidad de Milo pudo otra vez y se la sacó de las manos para que su hijo pueda ir a jugar con su otro primo.
Sebastián y Dante se conocían hacía poco tiempo, cuando Jean apareció nuevamente al primero que fue a ver es a Camus, los niños comenzaron una relación y eran realmente unidos, aunque no tanto como lo eran Dante y Alexei que pasaban todo el día juntos de ser necesario, aun así, Sebastián era por demás sociable.
Itia al ver a Dante se dio cuenta que Camus estaba allí y fue a verlo, hacía muy poco tiempo habían mantenido una conversación donde Camus le reprochó la violación de Jean y que nunca le perdonaría lo que hizo, entre los gritos y la histeria, Itia al fin soltó que Camus también era hijo de él, por lo cual, tenían la misma sangre Jean como Camus y a eso se debía los fuertes poderes espirituales de Camus.
Al no poder hacer nada, Camus aceptó la idea de que Itia compartiera un poco de tiempo con él, en constante vigilancia de Milo, dado al prontuario de violación y violencia que tenía Itia con los pelirrojos, pero con el tiempo el pelinegro logró establecerse bastante bien y fue ahí que Camus se preguntó si Lovetti estaba siendo dominado por el talismán más fuerte y de ser así, ¿quién lo controlaba?

–Mira, tengo un caracol –susurró Sebastián mostrándole el animalejo a su primo. Dante empieza a buscar entre las ramitas caídas otro animal–. Mi papi me dijo que tu mami está esperando un bebé.

–Sí, será varón –afirmó Dante y sacó una pequeña lagartija de entre los matorrales–. ¡Mira Bastián!

–Yo quiero tener un hermano, pero mami no quiere.

–Tu papi y tu mami no están juntos, pero los míos si –explicó Dante en su lógica infantil–. Por eso no tienen bebés.

–Claro, para que una mami y un papi tengan bebés tienen que estar juntos –comentó el niño de cabellos oscuros y busca otro animal mientras Dante juega con la lagartija–. Papi le pone la semillita a mami.

–¿Cómo es eso? –preguntó confundido.

–Mami no me lo quiso expicar pero el tio Joseph me dijo que papi le mete algo y le lanza semillas a mami…..y luego PUM nace el bebé, pero la mamá y el papá del bebé tienen que ser novios –Sebastián no comprendía mucho lo que el mismo decía, por lo que no daba importancia.

–¿Papi le metió algo a mami? ¿Hm? ¿Qué será? ¿Se lo meterá por la boca? ¿Sino cómo llega el bebé a su panza?

–¡Porque se lo come, tonto! –le indicó Sebastián a su primo, este aun parecía confundido–. Papi le mete sus semillas por la boca a mami y asi el bebé crece en el estómago. ¡Wala!

–Hmm….puede ser….pero tus papis no están juntos.

–Si, pero a mami lo está visitado un amigo, un hombre alto de cabello negro, se llama ehm, ¿Aspos?

–¿Aspos? ¿Qué nombre es ese? –preguntó el pelirrojo. Sebastián alza los hombros y continúa jugando.

 

Mientras tanto, los adultos se encontraban todos en una banca, Itia ocupaba la mayor parte del asiento dado que era muy grandote debido a su cuerpo y musculatura. Camus, al ser el más delgado por ahora, estaba en el medio, y Milo, quien también contaba con un cuerpo bien formado aunque más delgado, se encontraba sentado en la punta mirando a  Itia de reojo.

–Cuanto ha crecido Dante –comentó Itia bastante nostálgico, cosa que llamó la atención de los otros dos–. Mi Seba también ha crecido, ya pronto estará en el jardín de niños.

–¿Hablaste con Jean sobre el nene? –preguntó Milo.

–Jean no quiere hablar conmigo, me detesta y no es para menos, fui un patán con él todo el tiempo –bostezó–. No digo que no sea un patán ahora, me gusta Jean y me gusta el sexo, pero lo que hice no tiene nombre.

–Bueno, Jean después de todo es tu hijo y tú lo sabías.

–También me encontré con Joseph, para variar también me odia –sonríe de costado–. Cree que tengo algo que ver con la muerte de su padre.

–Bueno, solamente tú y Jean convivían diariamente con Jacques, era una persona muy solitaria –Camus se acaricia el vientre mientras observa a lo lejos a su hijo seguir a Bastián con una lagartija en la mano–. ¡DANTE, SUELTA ESE BICHO!

–Es verdad, pero aun hoy todo me es confuso de ese día, Jean reacciona mal cada vez que hablo de Jacques.

–Bueno, no es para menos, es su “madre” –comentó Milo, él también solía tener esa reacción cuando hablaban de sus padres biológicos, más no del padre de crianza.

–Todo es confuso para mí, yo era una persona muy libertina.

–¿Y qué cambió en ti, Itia? –preguntó Camus.

–Ser padre por primera vez.

–Sebastián no es tu primer hijo, Itia –esta vez fue Milo quien comentó, pero Itia giró la cabeza y sonrió.

–Es al primero que disfruto tanto. Mis hijos en Grecia se criaron sin mí, dado que estaba fuera la mayor parte del tiempo. Camus y Jean siquiera sabían de mi existencia y aunque abusé sexualmente de Jean, él siempre le dijo a Sebastián que yo era su padre, tal así que cuando lo vi esa vez que cumplió un año, el niño me reconoció inmediatamente como su “papá”.

–Por eso vino al parque contigo.

–Por eso y porque le dije a Jean que si no me dejaba estar con el nene le pediría la patria potestad.

–Pensé que se la habías pedido –Camus le miró sorprendido.

–Sí, pero me di cuenta que lo mejor es que Sebastián esté con él, yo no soy una buena figura paternal, eso sí, Sebastián es Lovetti de apellido, Sebastián Lovetti Montier.

–¿Eso te basta, Itia? –cuestionó Milo.

–Cuando eres alguien como yo, que no ha sabido valorar nada……créeme que eso es suficiente para ser feliz.

 

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Mansión Du Verseau.

 

                Las cosas en la familia Du Verseau iba viento en popa. Krest continuaba en la empresa, esta vez ayudado por Aeneas quien comenzaba a aprender el idioma. El sexo entre ellos se volvió constante y al mayor de los Du Verseau comenzaba a excitarle el hecho de hacerlo con un hombre casado, tal así que la hija y la esposa de Aeneas no era obstáculo para dar riendas sueltas a su relación plenamente sexual.
Por su parte, Alexei tenía dos años y era un nene muy engreido, siempre se hacía lo que él quería, era mimado y egoísta, no quería tener hermanos, pero se llevaba bien con su primo Dante y no tanto con su primo político, Sebastián. Dégel pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca, tal vez angustiado y expirando culpas, el caso de Unity Montreal se había vuelto a abrir con cada vez más pistas que comenzaban a atormentarlo. Kardia por su parte no estaba para nada angustiado, él jugaba con su hijo todos los días, lo llevaba a pescar y al parque a que interactúe con otros niños, pero Alexei era un matón a la edad de dos años.
En uno de esos días donde se encontraba en el parque, empujó a un niño de su edad hacia el arenero y le golpeó dándole una patada. Dégel no podía con la vergüenza y tuvo que disculparse con la madre del pequeño vapuleado, pero el padre, Kardia, no había hecho nada en lo absoluto y se reía de la forma de interactuar que tenía Alexei. Definitivamente los dos tenían formas diferentes de criar al niño.

                Dégel lo nutría de cultura, lectura de libros infantiles, le enseñaba a hablar lentamente en diferentes idiomas, enseñándole al mismo tiempo el francés autóctono, el griego y el inglés. También le había regalado un pequeño piano para que comience sus clases cuanto antes y había construido una biblioteca solo para el pequeño.
Kardia, a diferencia, era todo lo contrario. Ayudaba a su hijo a aprender defensa personal, muchas veces no tenía mucha piedad con el pequeño y lo golpeaba más de lo indicado, pero el niño se levantaba y continuaba con la lucha, tal así que en una ocasión logró lastimar de gravedad a su padre y eso no le dio alerta, sino que a Kardia le encantó. El pequeño tenía esa doble personalidad en él, dulce y gentil con mami, cruel y despiadado con su padre. Tal así que en su cabecita no sabía cómo contentar a ambos progenitores que eran la antítesis del otro.

–¡BASTA, KARDIA! –Gritó Dégel, Alexei se escondía detrás del piano–. ¡Ya me harté que trates a nuestro niño como si fuera hijo de lucifer! Estoy cansado de tu irresponsabilidad como padre.

–Le dije que si lo molestaban que se defendiera, no veo nada de malo en eso.

–¿Nada de malo, dices? –Preguntó enojado, esta vez Dégel era una fiera–. ¡EL NENE TIENE UN BRAZO QUEBRADO!

–Bien….

–¡Nada de BIEN! Fue NUESTRO hijo quien le robó el camioncito y luego encima le golpeó de esa forma, ¿sabes la vergüenza que tuve que pasar? ¡No otra vez! Si sigue así tendré que llevarlo a un internado.

–¡Ja! Saltó la hilacha ¿no? Nunca lo quisiste, querías abortarlo, y ahora solo por un juego que se salió del control quieres mandarlo a un internado.

–¡ES UN PEQUEÑO DELINCUENTE INFANTIL! Igual que tú –señala con violencia Dégel a Kardia, este arquea la ceja.

–¿Y qué quieres que hagamos? ¿Qué lo encerremos en su cuarto? –preguntó de forma disparatada, Kardia no comprendía la gravedad del asunto.

–Tú no entiendes ¿verdad? Eres una mierda, Kardia, ¡no sé cómo me casé contigo! –Dégel tomó un cenicero, que usualmente Kardia utilizaba, y se lo arrojó en la cabeza. El peliazul estuvo a punto de ser golpeado de no ser por su agilidad.

–¡Estas demente, Dégel! Alexei es solo un niño.

–¡ES UN NIÑO IGUAL QUE TÚ! Y en vez de decirle que hace las cosas mal ¡lo alientas a que siga siendo un delincuente! –Alexei estaba nervioso y algo asustado por los gritos de su mamá, y su papá también estaba algo alterado.

–¡ESTAS EN CELO O QUE! ¡YA DEJA DE GRITAR! –Kardia se acerca a Dégel lentamente, pero el chico se aleja de su esposo.

–No comprendo ¿por qué? ¡Diablos! Estas educándolo para que sea un asesino IGUAL QUE TU, ASESINO –esta fue la gota que derramó el vaso, Kardia golpeó con el puño la cabeza de Dégel dejándolo en el suelo. Esto alertó a Alexei quien inmediatamente corrió hacia su madre al ver que recibía patada en el cuerpo.

–¡PAPI NO, PAPI NO! –gritó, llorando al ver la escena. Esto no funcionaba, Kardia continuaba los golpes–. ¡PAPI MATARAS A MAMI, NO PAPA NO, VOY A SER UN BUEN NENE, VOY A SER BUENO! –sollozó el pequeño.

                Antes de poder rematar a Dégel con otro golpe en la cabeza, Kardia se detuvo viendo la escena. Alexei cubría con su pequeño cuerpo a Dégel, quien intentaba de algún modo tranquilizar al niño diciéndole que estaba bien y no le dolía, pero el pequeño lloraba a mares al ver tanta brutalidad. Kardia dio un paso hacia atrás y miró sus manos, tenían un poco de sangre dado que el golpe había lastimado a Dégel de tal forma que lo manchó, luego observó nuevamente la escena, el francés acariciaba la cabeza de su hijo mientras lloraba suavemente, sin que este lo notara, y un hilo de sangre caía por su boca.
Me estoy convirtiendo en papá.

Sus ojos estaban nubosos debido a las lágrimas que comenzaron a caer. ¿Por qué no podía controlar su ira? Era su sangre la que le impedía tener un matrimonio feliz con Dégel. ¡Él amaba a Dégel, lo amaba de verdad! Pero no pudo evitar seguir haciéndole daño, era una máquina de dañar. Calló entonces de rodillas al suelo y se cubrió el rostro, alertando a su esposo e hijos quien también lloraban.

–Pe…perdóname…..–susurró Kardia acercándose lentamente–. Perdóname por favor, perdóname mi amor….

                Dégel lo acunó con él también, acariciándole la cabellera azulada. Kardia no dejaba de lamentarse por tal atrocidad y por sobre todo haberlo lastimado. Le decía constantemente que dejaría de ser un vil hijo de puta, pero Dégel sabía que por más llanto, nada bañaría el dolor.
No era la primera vez que pasaba algo así. Kardia había abusado física y sexualmente de Dégel en esos dos años en algunas oportunidades. Recordó mientras abrazaba a su esposo, como una vez, cuando se negó a tener sexo poco después del nacimiento del niño, como lo doblegaba contra su voluntad y le violaba.
También recordó aquella vez que en un ataque de ira le tiró del cabello y lo arrojo a la cama, en ese momento no ocurrió nada, dado que Milo se encontraba en la casa con su hijo y llamó a su hermano antes que pudiera hacer algo. Pero esta vez las cosas fueron demasiado lejos.

–Kardia, yo te amo tanto…..–susurró Dégel muy bajito–. Pero….no puedo dejar que sigas haciendo esto…..–comentó entrecortado.

–Dégel…..por favor, perdóname….

–Kardia……perdóname….–susurró.

 

                Dégel sabía que esa tarde, iba a hacer lo impensado.

 

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–¿Estás seguro de eso? –preguntó Camus mientras caminaba por las calles, cargando a Dante. Dégel hacía lo mismo con su hijo Alexei.

                Los niños habían estado jugando durante la tarde y Camus no dudó en notar la marca que llevaba en el rostro Dégel. No conocía toda la historia, pero estaba seguro que Kardia estaba detrás de todo eso.

–El me golpeó y no es la primera vez que hace algo así, no puedo dejar que sigan las cosas de esta forma.

–Lo sé, no te digo que no lo hagas, pero…..quiero saber una cosa…. ¿estás dispuesto a enfrentar lo que se viene por esto?

–Estoy dispuesto.

 

                Ambos ingresaron a la oficina del departamento de policía donde el anciano Brighton los atendió. Al ver las marcas en el rostro y cuerpo de Dégel no hizo mucho interrogatorio pues sabía a lo que venía, pero no esperó escuchar lo que ocurrió después. Camus estaba con los pequeños fuera de la oficina, haciéndolos dormir. Alexei estaba sentado en la silla con los ojos cerrados y Dante dormitaba en los brazos de su madre.
Adentro, el viejo jefe de la policía tomaba declaración a Dégel Du Verseau, un distinguido joven.

–¿Y bien? ¿Qué pasó luego?

–El me doblegó y abusó de mi física y sexualmente, el martes pasado también ocurrió algo similar y hoy golpeó mi rostro y me pateó en el estómago…..

–Entonces desea realizar la denuncia de violencia doméstica contra el señor Kardia Skorpius.

–Sargas, su apellido es Sargas.

–Disculpe, Sargas –corrigió el anciano.

–Sí, pero tengo más. He escuchado que se ha re abierto la causa de Unity Montreal –comentó mientras buscaba en su mochila y sacó un paquete envuelto en trapos.

–Sí, exactamente….

–Yo sé quién mató a Unity, y me ha estado atormentando todo este tiempo, tenía mucho miedo de decirlo, pero…..–suspiró–. Esa es el arma homicida, quien asesino a Unity Montreal fue Kardia Sargas.

–¿Kardia? –preguntó el anciano acomodándose los lentes.

–Exactamente, aquí tienen el arma homicida, la he guardado muy cuidadosamente por si algún día quería hablar y me sentía con fuerzas para hacerlo.

–¿Y cómo sabe que fue él?

–Porque yo estuve presente.

 

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                En la casa de los Du Verseau, Kardia y Milo estaban charlando como era costumbre. Los niños se habían ido con sus madres, así que tenían tiempo para ellos asolas. Kardia no le había comentado a Milo sobre el abuso que ejercía sobre Dégel y aparentaba ser un nuevo hombre, lo que hacía que el rubio se sintiera más aliviado, ahora que tendría un segundo hijo, Milo no podía darse el lujo de tener un hombre violento cerca de sus niños y esposo.
Todo parecía marchar bien, comían y bebían un poco de agua, no se daban cuenta de lo que ocurría afuera.

–Ya Alexei es tan grande, pienso que en unos años más seguramente me pasará –habló Kardia con una sonrisa, Milo también se ríe.

–Claro, por supuesto mi bebé también está alto y tiene todos los rasgos de Camus ¿puedes creer que solo heredó mis ojos? Espero que con el bebé nuevo me pase un centro.

–¿Quieres una cerveza? –se acerca a la nevera para tomar algunas cervezas frías.

–No, gracias, no quiero oler a cerveza cuando venga Camus.

–Eres un maricón hermano.

–¡No soy un maricón! Estoy enamorado y Camus es mi vida, no puedo vivir sin él.

–¿En serio? ¿Tan bien están en la cama? –preguntó con una sonrisa socarrona mientras se acercaba a su hermano llevando una botella.

–No solo eso, nos entendemos bien. Camus sabe lo que pienso. Yo fregó los platos y él los seca y acomoda, yo barro el piso y él lo baldea, tenemos un mecanismo para atender al nene cada vez que le pasa algo.

–Dante tiene dos mamás jajajajaja.

–¡No te burles! –comentó Milo y prácticamente sin dar tregua, la puerta se abre fuertemente golpeando contra la pared. Milo gira y ve dos policías armados.

–¿Pero qué? –cuestiona Kardia.

–ALTO, POLICIA, SEÑOR KARDIA SARGAS, USTED ESTA BAJO ARRESTO POR VIOLENCIA INTERFAMILIAR Y EL ASESINATO DE UNITY MONTRAL –gritó el hombre vestido con chaleco antibalas y un arma en sus manos.

 

                Milo miró a Kardia quien estaba tan asombrado como él. Luego ambos giraron hacia la puerta que daba al jardín y allí se encontraba Camus con Dante encima y Dégel mirando fríamente a Kardia. Otros tres policías entraron por la entrada con esposas y le pidieron al muchacho que colocara ambas manos atrás para colocarle las esposas. Milo se levanta y observa a su hermano, quien no aparta la vista de Dégel.

–¿De qué lo acusan? –preguntó el rubio agobiado, estaban llevando a prisión a su hermano Kardia.

–Homicidio calificado por alevosía contra Unity Montreal, violencia doméstica y violencia sexual contra el señor Dégel Du Verseau, tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga será usado en su contra en un juicio público señor Kardia Sargas.

–Tú me vendiste –susurró Kardia mientras lo llevaban arrastrando hacia la patrulla, no dejaba de mirar a Dégel–. Yo te amaba……TE AMABA MALDITA PERRA.

–¡VETE AL INFIERNO, KARDIA! –gritó Dégel, pero es detenido por Camus quien le niega.

–Dios…..–susurró Milo caminando detrás, muy sorprendido.

–¿Usted es el hermano del detenido? Por favor necesito que me acompañe como testigo.

–Pero….yo no….–susurró Milo.

–Tal vez lo que nos diga puede ayudarnos a esclarecer la situación de Kardia….

–Kardia es mi hermano y lo quiero a pesar de todo, por favor, no me obligue a testificar contra él –se cubre el rostro, inmediatamente Camus fue a contener a su marido.

–No hace falta traumar más a Milo, señor policía, yo iré –contestó Dégel, sorprendiendo a Milo y Camus–. Soy el esposo y principal testigo de todas las fechorías de Kardia.

–¿Estás seguro, Dégel? Kardia puede….

–No le tengo miedo a Kardia.

 

 

Continuará.

Notas finales:

 

Fue realmente muy laborioso escribir esto. Primero me dolió bastante que Kardia fuera como su padre, poco a poco se está dando cuenta de esto, lastima a las personas que aman. Pero por más que se dé cuenta y trate de revertir las cosas, Dégel no pudo simplemente aguantarlo y decidió denunciarlo por violencia. Para aquellos que quieran saber, en estos años a partir que lo torturo en el hospital, Dégel recibió abuso sexual en varias ocasiones y también físico y verbal. Veamos como sigue esto y lamento mucho no hacer sobre Mani o el resto pero creo que la mejor parte es el juicio.


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