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La mirada del asesino por Jesica Black

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Capitulo VII

 

Paris. 6:30 am.

 

Camus caminaba como todas las mañanas dispuesto a ir a comprar pan a la panadería, y como se estaba volviendo costumbre, Milo lo acompañaba. No es que no gustara de la compañía del joven Skorpius, era sólo que estaba comenzando a incomodarlo la mirada turquesa y las intenciones nada puras que tenía el rubio cada vez que le miraba, porque Camus era demasiado listo como para pensar que el muchacho solo era un simple amigo.
No era necesario ser Einstein para notar la mirada del heleno que muchas veces pasaban de su cabello rojo al trasero en un abrir y cerrar de ojos, además que siempre se colocaba detrás como si fuera un guardaespaldas sólo con el fin de observar la anatomía del sirviente. No podía evitar sentirse alagado y sonrojado, en ocasiones había pensado por unos instantes tener sexo con Milo y deshacerse de DeathMask para siempre, pero luego volvía a la realidad ¿qué futuro le esperaba con Milo? Ninguno, él era un don nadie y el joven Skorpius aparentaba ser un magnate de altísimo nivel, aunque el galo lo dudara a veces. Si se acostara con el rubio, solamente sería una conquista del día y terminaría sin prometido y sin galán.

−Comienzo a pensar que estás pegado a mí –murmuró Camus y giró un poco la cabeza para darse cuenta que evidentemente Milo miraba su trasero−. ¡MILO!

−¿Eh? ¿Qué? Disculpa, estaba pensando en otra cosa –carraspeo y continuó su camino hacia adelante.

−¿Por qué sigues aquí? Acosándome como un perro.

−Ya te dije aquella vez, no voy a dejar que ese DeathMask o como tú lo llamas “Valentino” se vuelva a acercar a ti…..de ningún modo –bufó, estaba algo consternado, pero gracias a dios no había visto a ese engendro de la sociedad cerca.

−Y yo te he dicho que sé defenderme.

−Eso ya lo sé, aun tengo los dedos de tu bofetada en mi rostro.

−Me tocaste el trasero.

−No te toque el trasero, sólo me interesaba saber cómo era la tela de tus pantalones.

−Estaba en mi pijama de noche –Camus frunció el ceño, aun así le divertía levemente hacer enojar a Milo.

La noche anterior, Dégel había invitado a comer a Milo, quien se había adueñado de la cocina desde que conoció a Camus, y a Kardia, pero dado que se estaba volviendo la noche, propuso que se quedaran adormir. Dégel le prestó una pijama que aún tenía de Itia, su padrastro, a los dos invitados, dado que ambos eran de un porte grande como el hombre griego. La habitación de Kardia se encontraba a final de pasillo del mismo piso donde estaba Dégel, pero la de Milo solamente estaba abajo, junto a la de Camus, aunque era muy exclusiva también. Eso hizo que el rubio se escapara durante la noche y quisiera entrar a la habitación del pelirrojo, para su sorpresa este no estaba y llegó justo para ver al heleno infraganti.
Luego de una conversación corta donde Camus lo dio vuelta como una media en su discurso, Milo se sacó las ganas y le tocó las nalgas al pelirrojo, cosa que lo hizo merecedor de una bofetada que lo mandó a dormir de nuevo. En definitiva, Camus era más fuerte de lo que Milo creía.

−Aun así –comentó el greco−. Lo siento, ya te pedí perdón cincuenta veces.

−Ya lo sé, pero me agrada saber que tengo cierto poder sobre ti.

−Y no sabes cuándo –susurró muy bajito volviendo a verle por detrás, Camus fingió no haberlo escuchado pero se sonrojó bastante, sabía que tarde o temprano terminarían enredados, pero deseaba antes saber cuáles eran las verdaderas intenciones del rubio.

 

Ninguno de los dos se dio cuenta que había alguien sentado en un pasillo, habían pasado sin prestar mucha atención, pero Camus era muy intuitivo, y volvió disimuladamente al lugar, alegando que se le había caído una moneda y fue cuando lo encontró, era Albafica.
Albafica Rose se caracterizaba por su elegante andar, su ropa y su rostro perfecto con cabello brillante, pero esa vez nada resplandecía en él. Se encontraba sin pantalones, con sólo la camisa que le llegaba hasta mitad de los muslos y se encontraba rasgada. Traía ropa interior, arañazos en sus piernas y sangre. Su cabello estaba enmarañado y sucio, como si hubiera pasado la noche en las polvorientas calles de la ciudad, y su rostro lloroso lleno de golpes solamente intuía lo peor.

−¡Albafica! –gritó Camus, Milo inmediatamente corrió hacia ellos para ver el estado deplorable del joven Rose−. ¿Qué te ocurrió?

 

Pero Albafica sólo los miró y estalló en llanto. Camus intentó abrazarlo pero se resistió a ello, por lo que ambos jóvenes supieron que esto era grave. Inmediatamente el heleno fue corriendo en busca de la policía y Camus intentaba sacarle una palabra al joven más hermoso de todo el pueblo, pero recibía llanto y gritos apenas se acercaba. Fue entonces que Camus por primera vez pudo ver más de lo que el ojo humano podía decir: “Violación” susurró. Alguien había violado al hijo de Lugonis Rose.

−Tranquilo Albafica, todo estará bien, ahora vendrá la policía, debes decirle quien te hizo esto –susurró despacio para evitar espantar al muchacho, pero este no decía nada, ni siquiera lo miraba.

 

A los cinco minutos, Milo apareció con un policía, quien desde su comisaría había llamado una ambulancia para las calles que el heleno le había indicado. No tardaron nada en subir al muchacho al vehículo y llevarlo al hospital más cercano. Camus no podía creer lo que había visto, era increíble: ¿quién podía hacerle esto a alguien tan bueno como Albafica? Sabía que no era muy sociable, pero ¿la violación? ¿Y si un violador loco estaba suelto?

−Milo –susurró y se abrazó al muchacho rubio, este se sorprendió por la actitud del pelirrojo−. ¿Y si algo así me pasara a mí? Hay un loco suelto por aquí.

−¿De qué hablas?

−Albafica fue violado, yo lo vi con mis ojos, su cuerpo presenta….

−Shhhh, no hables Camus…..−le acarició suavemente el cabello−. Nadie te hará daño, Albafica seguro tenía dinero y alguien quiso robárselo.

−¡Lo violaron! Nadie te roba los pantalones Milo –lo abraza más fuerte−. Además tenía sangre en la ropa interior.

−Ca…Camus no pienses en esas cosas ¿sí? Yo estoy aquí para protegerte….−murmuró, Camus entonces se sintió pleno, cálido, y se cerró los ojos, aferrándose más al cuerpo fuerte de Milo, intentando borrar la imagen de Albafica.

 

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Paris. 7:30.           

 

El joven pelirrojo de cabello hasta las caderas, se encontraba durmiendo plácidamente en aquello que llamaba cama. Al no tener demasiado dinero, su cama era por demás de hierro que se desoldaban rápidamente. Llevaba solamente puesto una túnica color blanco que le llegaba hasta la mitad de sus muslos y  unos especies de calzones blancos que actuaban como ropa interior. Su respiración era muy pausada y calma, prácticamente era imperturbable, pero una mano en una de sus piernas lo levantó bruscamente para ver al joven Gemini justo al lado de su cama, mirándolo a los ojos.

−¡AAAAH, GEMINI ASPROS! ¿Qué mierda haces en mi casa? –gruñó testarudo y se dio la vuelta, quedando boca abajo nuevamente para continuar durmiendo.

−¡Me dijiste que me ayudarías y luego dijiste que no podías!

−Corrección, jamás te dije que te ayudaría.

−Tengo dinero –murmuró y sacó de su ropa una bolsa con billetes. Al golpear contra la mesita sonaba muy duro, eso significaba que la cantidad era infrahumana. Jean se dio la vuelta y miró dicha bolsa−. Me dicen que haces cualquier cosa por dinero.

−¿Quién te dijo eso? –preguntó y se sentó en la cama, Aspros le miró por primera vez detenidamente.

−Regulus.

−Regulus y yo íbamos al colegio juntos…me pedía que le chupe el pene por unas monedas.

−¿Y lo hacías? –cuestionó sorprendido.

−¡CLARO QUE NO, VETE DE MI CUARTO! –tomó una almohada y le golpeó con ella fuertemente hasta alejarlo de la habitación y poder cerrarla.

Jean no estaba por así decirlo en una ropa cómoda, sino en paños menores y eso había enloquecido a Aspros. Gracias a dios traía también poca ropa encima y pudo comenzar a estimularse brevemente su miembro duro mientras el joven se cambiaba del otro lado de la puerta, pero no podía terminar su cometido ya que el muchacho la abrió y aun continuaba con la misma ropa.

−Había olvidado que mi ropa esta en otro cuarto.

−¿Por qué no duermes con tu ropa?

−Porque prefiero dormir con seres humanos –Caminó hacia el otro extremo de la casa donde había un ropero, pero no existía una puerta allí por lo que Aspros desde el comedor podía ver absolutamente todo−. ¿Puedes dejar de mirarme? ¿Qué quieres?

−Quiero……..−se detuvo, había olvidado para que había ido y el dolor de sus huevos tampoco le permitía pensar demasiado−. Yo quiero….ehm…..ya sabes…..lo de…..mi problema.

−Creo que tienes más de un problema –no pasó desapercibido el enorme bulto en los pantalones de Aspros−. Además, ¿qué llevas puesto? Parece que te despertaste y viniste corriendo aquí.

−¿Y cómo no venir? El otro día me dejaste a mitad de un “experimentucho” para irte a la casa de tu primito y no me dijiste nada, así que vine a ver de qué se trataba y por qué mierda no me dices nada.

−¿Tanto te molesta saber que no tendrás herederos ni esposa o esposo? –el menor disfrutaba esto y obviamente amaba ser perverso, pero por sobre todo, amaba hacer sufrir a alguien que fue cruel con él. Caminó hasta la cocina y se sentó encima de la mesa, justo a centímetros de donde estaba Aspros.

−¡Claro que sí! Creí que había quedado claro.                    

−Aspros Gemini, hay cosas que ni yo puedo cambiar, supongo que el que las puede cambiar eres tú.

−¿Yo?

−Tal vez tendrías más pretendientes si dejaras de tener esa actitud tan egoísta y comenzaras a pensar en los demás.

−¡Yo pienso en los demás! –Se levantó de la silla, llevaba un sobre todo abierto, mostrando su perfecto cuerpo formado y unos pantalones amplios para dormir, el cual mostraba el enorme bulto.

−No lo creo, vienes aquí a interrumpirme mi sueño y te excita al verme vestido con mi pijama, además que te tocabas pensando que me cambiaba en el cuarto ¿crees que soy idiota? Tengo 15 años y sé más que tú de la vida.

−Tú qué sabes de la vida –preguntó irritante.

−Sé cómo se siente que te follen por el culo.

−¿No eres virgen? –se sorprendió, pero nuevamente el chiquillo se rio en su cara−. ¡DEJA DE BURLARTE!

−Claro que soy virgen, sino, no podría tener mis poderes. Me burlo de ti porque eres muy divertido.

−Decirme como follas con la gente no me hace divertido ¿sabes? –gruñó y nuevamente se sentó.

−Pero yo si tendré descendencia….−eso fue la gota que colmó el vaso. Aspros se levantó y de un golpe durmió al joven pelirrojo.

 

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Hospital Parisino D’courte. 7:59 am.

 

Camus se encontraba sentado en una de las sillas de la sala de espera, mirando el horizonte con los ojos hinchados de haber llorado y el rostro pálido. ¿Quién se había atrevido a hacerle algo así a Albafica Rose? Alba era una persona por demás cuidadoso y reservado, además de ser el niño mimado de Lugonis. ¡Mierda! Lugonis iba a poner el grito en el cielo cuando se enterara, definitivamente algo oscuro se venía a la vuelta de la esquina.
Los pensamientos del pelirrojo se disiparon cuando sintió a alguien cerca de él extendiéndole un vaso de café de la cafetería del hospital. Milo se sentó a su lado y colocó una de sus manos en la pierna de Camus acariciándola suavemente para darle ánimos.

−No puedo creer lo que pasó ¡no puedo creerlo! –dejó el vaso de café a un costado y se cubrió con las manos para evitar que lo vean llorar.

−Tranquilo Camus, todo está bien, Albafica saldrá de esta.

−¿Y si hay un violador en la zona, Milo? ¿Y si Albafica fue solamente la primera víctima? –dejó de lado sus manos para mirar de frente al griego, Milo frunció el ceño.

−No dejaré que te toquen.

−Milo…..−susurró e intentó sonreír, pero la tristeza le ganaba−. No siempre podrás estar ahí para protegerme.

−Intentaré estar ahí… ¡Casémonos! –le tomó las manos apresurado, Camus las apartó.

−Estas borracho ¿no?

−¿Por qué dices eso? –Milo se sintió con el corazón roto ante la respuesta de Camus.

−Lo siento, pero yo no estoy enamorado de ti como para casarme, recuerdas que te dije “me casaré con la persona que me enamore” –miró hacia donde los médicos se llevaron a Albafica−. Tengo miedo Milo, miedo de todo esto……−murmuró, pero al escuchar solamente silencio se dio la vuelta−. ¡Oye, te estoy hablando!

−¿En serio? Porque no le hablas a tu novio imaginario.

−¡Milo! –gritó molesto, el rubio solamente cruza los brazos y mira para la salida−. ¿Te ofendiste?

−¡Nooo, que bah! Estoy que salto de la emoción.

−Milo…..dije que no estaba enamorado de ti, pero nunca dije que no me gustaras…..−a pesar de estas palabras, la guardia de Milo era alta y aun no parecía ceder−. No es como Valentino, Milo…..Valentino no es mi tipo y jamás lo será, pero tú…..−esta vez el rubio giró su mirada−. Tú si lo eres y creo que podría llegar a amarte muy intensamente.

−¿Y por qué no quieres casarte conmigo?

−Milo, tengo 17 años, todo una vida, nos conocemos desde hace dos semanas….

−Pero Dégel y Kardia parece que se casarán y se conocen lo mismo que nosotros, es más, creo que nosotros dos hemos estado más tiempo juntos que ellos dos –inquirió molesto, pero Camus solamente sonrió y le tomó la mano.

−Yo…..quiero estar seguro del hombre al cual quiero entregarme, Milo…..quiero estar seguro de quien es……y sobre todo, de que nunca lo abandonaré.

−¿………..aba….abandonar?

−Quiero saber todo de ti antes de dar el gran paso, Milo…..−se le acerca un poco−. Quiero saber de ti….

−………Milo Skorpius, 27 años, me gusta el color azul, el mar, montar a caballo y hacer escalada a montañas…. ¿es suficiente?

−Idiota….jejeje….−rio por lo bajo y con una de sus manos le acomodó un mechón detrás de las orejas−. Eso no es suficiente para que acepte formar una familia contigo.

−¿Si te doy un beso cambiarías de opinión? –cuestionó con el único recurso que le quedaba, Camus apretó sus labios.

−No lo sé, inténtalo……−propuso.

 

Milo solamente necesitaba eso para acercarse un poco, uso su mano derecha para acariciar la mejilla de Camus sin apartar por ningún momento sus ojos turquesa de los rubí del galo. Las respiraciones se chocan suavemente y el heleno se da cuenta con solo mirarlo que el más joven se encuentra nervioso, por lo que vuelve a acariciarlo con delicadeza rozando sus labios con los ajenos, haciendo que cierre los ojos. Un contacto muy suave fue el primero que tuvieron, apenas sus labios se tocaron un momento corto pero lo suficiente para hacer entender a Camus, que Milo sería el hombre de su vida o al menos eso creyó en ese instante.
Se separaron solamente un poco, unos centímetros, lo suficiente para mirarse a los ojos.

−¿Y ahora? –susurró despacio.

−No….no lo sé…..inténtalo de nuevo…..−la sonrisa se formó en la mirada pícara del francés, eso hizo que Milo avanzara esta vez más apasionado para comerle la boca, pero no estaban preparados para lo que ocurrió.

−¡ALBA! –gritó un hombre, tanto Camus como Milo se dieron la vuelta en dirección a la salida, donde había un hombre mayor, de unos cuarenta y seis años, cabello rojo y mirada penetrante, sin duda ese era el padre de Albafica Rose, el señor Lugonis−. ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué le pasó a mi bebé?

 

Camus y Milo, quien aún se encontraba cerca, se dieron cuenta de su postura una vez que Lugonis estaba frente a ellos mirándolos con la ceja curvada. Inmediatamente Milo se levantó, sonrojado y tomó su taza de café de la mesita de vidrio a un costado del sillón y se fue a ver el paisaje de los alrededores del hospital mientras intentaba no sentirse nervioso por la escena que Lugonis acabó de ver. Camus fingió que nada había pasado e invitó al hombre mayor a sentarse a su lado.
Obviamente Lugonis ni tomó en cuenta aquella escena, estaba demasiado preocupado por su bebé como para el chismerío.

−¿Qué pasó? ¿Qué le pasó a mi Albita? –los ojos de Lugonis estaban desencajados, parecía que llevaba horas llorando con angustia, traía unos pañuelos desechables en las manos recientemente usados.

−No lo sé, señor Rose, en realidad yo solamente lo encontré, esas cosas se las debe decir el doctor –Camus no quería meter la pata y comentarle lo que había visto, por lo que decidió cerrar la boca−. ¿Vino sólo? ¿En ese estado?

−No…no…..el papá de Albita y Afrodita me trajo, esta estacionando el auto –apenas podía hablar, se notaba la angustia en su mirada. No tardó mucho en aparecer Ilias en igual estado.

−¿Qué sucedió? Camus… ¿tú encontraste a Albafica?

−Si señor Rose, lo encontré yo esta mañana…..

−Estuvimos toda la noche buscando a los alrededores, cuando fui a buscar a Albafica a su cuarto para decirle que su padre había llegado ¡no estaba! Me quise morir…..−susurró Lugonis y se abrazó a Ilias, quien también estaba muy afectado.

−No se preocupen, Albafica estaba bien……tal vez tuvo algún especie de asalto pero él esta bien…..−apenas se levantó el pelirrojo para abrazar a los padres de Albafica, un médico se hizo presente frente a ellos y logró apaciguar la angustia.

−¿Ustedes son los padres de Albafica Rose? –ambos asistieron pero tenían miedo de decir o pronunciar palabra, querían escuchar−. Albafica se encuentra fuera de peligro, solo tenía unos pocos golpes y…..−miró a ambos y luego a Camus, que estaba a su lado−. Bueno, deben saberlo, Albafica fue víctima de un ataque con connotaciones sexuales.

−¿A….a qué se refiere, doctor? –preguntó Lugonis, esperando lo peor.

−Fue abusado sexualmente de forma violenta…….como este tipo de cosas es de índole privado, está en ustedes si desean hacer la denuncia a la policía, pero ante su decisión, los peritos y doctores de aquí están cien por ciento con usted ante cualquier cosa….

−…….abu… ¿abusado? –aun Lugonis no podía salir de su asombro.

−Yo….yo haré la denuncia –comentó Ilias mientras tomaba a Lugonis con una de las manos y con otra firmaba los papeles para empezar los análisis del muchacho.

El señor Rose no pudo decir más nada, quedó estupefacto ante la noticia. Su hijo había sido víctima de un delito sexual y ahora se encontraba internado por ello. La culpa lo embargó, él había tenido una pequeña pelea con su hijo y seguramente por ello se escapó de la casa y sufrió esto. Lentamente el cuerpo de Lugonis Rose se desplomó en brazos de su ex esposo, deseando que todo fuera una pesadilla.

 

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Terrenos a las afueras de Paris. 13:21 pm.

 

Como siempre, allí estaba, en un terreno baldío a las afueras de París, no muy lejos. Sus ojos miraban intensamente a otros tres hombres musculados frente a él, esta vez cargados con una arma cada uno. El del medio, traía el cabello rubio y amarrado, un palo de hierro en sus manos que agitaba amenazante y un par de ojos rojos que le miraban con furia. El de al lado, era más moreno y un poco más bajito, llevaba un arma pero no estaba seguro si sabía como usarla. Por último, el tercero, era un aprendiz a los ojos de Kardia, estaba sudando y temblando ligeramente mientras sostenía un palo también bastante sólido. El heleno sonrió.

–¿Nuevamente el estúpido de Melvike me mandó a sus perras? –gruñó bastante harto, había recibido llamadas a su guarida de su “ex jefe” –. Saben, ya me irrita las bolas que me anden siguiendo ¿qué mierda quiere ese hijo de la re mil puta?

–Quiere que te alejes de Dégel du Verseau –gritó uno de los hombres.

 

Ninguno de los cuatro sabía que en ese instante, Dégel se encontraba a unos metros de allí. Como bien le había sugerido Camus, el galo estaba siguiendo a su futuro esposo por todos lados, intentando averiguar que era lo que escondía. Jamás se pensó que estuviera familiarizado con los Melvike, una familia por demás importante.
Los Melvike eran conocidos por ser una familia muy importante de origen Ruso. Su hijo, Hyoga, había intentado en algún momento ser su pareja, pero a pesar de toda la fortuna y atractivo que había detrás del rubio, Dégel no lo aceptó.  ¡Qué bien había hecho! Pues poco tiempo después se enteró, que el padre de Hyoga era líder de una mafia muy poderosa de Londres y cualquiera que estuviera involucrado con esa familia estaba en constante peligro. Pero ¿qué tenía que ver Kardia con Melvike?

–¿Y qué si no quiero? –gruñó, Dégel se dio cuenta que ese Kardia era completamente diferente, era osco, parecía salido de los barrios más humildes de Grecia, pues su acento inglés se había disipado completamente.

–¡Te mataremos! –habló finalmente el muchacho del fondo, Kardia sonrió.

–Que valiente escondiéndote detrás del muchachote, bien, estoy listo para los tres ¡adelante! –convocó Kardia a los tres mientras abría los brazos.

El galo no podía con su asombro al ver la masacre que estaba presenciando. Los tres hombres atacaban a Kardia a la par, golpeándole con los palos de hierro y amenazándolo con el arma, pero éste ni siquiera se inmutó y empezó a repartir golpes de puño que según el peliverde, causaban más daño que cualquier otra arma. El griego era poderoso, musculado e imponente, sus ojos estaban llenos de coraje y furia a medida que atacaba violentamente a sus agresores.
No podía evitar seguir mirando, como los dientes de uno terminaban a sus pies, como la sangre se escurría en el sueño y particularmente lo fácil que fue para Kardia hacerse con el arma y apuntar al más joven e inexperto de los tres.

–Vaya, parece que tenemos aquí a un inexperto, me fue tan fácil sacarte el arma, eres un chiquillo –comentó con una sonrisa socarrona. El más grande de los tres, que yacía en el sueño con un ojo hinchado, se levantó.

–¡No le hagas nada a mi hermano! –gritó, Kardia levantó la vista del muchacho al que apuntaba.

–¿O sino?

–Le diré a Dégel lo del asesinato que cometiste hace diez años –tanto Kardia como Dégel en su posición, abren los ojos al mismo tiempo–. Jajajaja creíste que ibas a quedar impune ¿verdad? ¡Pues no! Tienes todo una lista negra, Kardia y yo la puedo develar ante tu amado ¿crees que a Dégel le gustará acostarse con un asesino?

–¡TE VOLARÉ LOS CESOS, HIJO DE PUTA, SI SIGUES HABLANDO! –gritó con ira el muchacho de Grecia mientras dejaba de apuntar al inexperto y directamente lo ojeó a él–. Te juro que te volaré los sesos.

–No me sorprende de ti ¡ERES UN ASESINO! ¡MATASTE A LA HIJA DE HAKUREI DE ALTAR! –un estallido hizo que el hombre caiga rendido a los pies de Kardia, con la cabeza reventada. Kardia le continuó apuntando y dio tres golpes más en el pecho para garantizarse que estaba bien muerto. Luego miró a los dos jóvenes aprendices.

–Más les vale que nunca vuelvan a decir lo mismo que él ¡LARGUENSE! Y no vuelvan –gruñó lleno de coraje, ambos jóvenes se levantaron y salieron corriendo como podían.

 

Kardia suspiró, desactivo el arma sacando las balas y tirándolas a los costados y luego comenzó a limpiar cuidadosamente el revólver, sin darse cuenta que unos pasos decididos iban directo a él. Probablemente estaba muy ensimismado como para darse cuenta que Dégel había caminado directo hacia donde se encontraba y ahora solo lo distanciaba un metro.

–Kardia…..–susurró, el susodicho se le erizó la piel al escuchar ese nombre, aun traía rastros de sangre en la ropa y cara debido a los tiros proporcionados al hombre que se desangraba frente suyo–. Date la vuelta y enfréntame…..–se acabó, Kardia pensaba que ya se acabó, ahora tendría que matarlo y lentamente se dio la vuelta para ver la inmaculada mirada de Dégel du Verseau.

–Dégel….

–Eres un asesino….–susurró, sus penetrantes ojos amatista le miraban–. Me engañaste todo este tiempo, me mentiste con respecto a ti, y me sedujiste ¿para qué? ¿Por mi fortuna? ¿O quería que fuera uno de los tantos cadáveres de tu colección?

–………–Kardia no sabía que decir, solamente lo miraba mientras tenía el arma en sus manos–. Dégel……escúchame.

–¡No! Tú escúchame a mi….–se acercó–. Esto era lo que quería saber, esto es lo que me ocultabas, eres un asesino despiadado que mató a una chica inocente, eres un ser repugnante…..eres un hijo de puta….–Kardia le miraba, intentando permanecer inmaculado, pero las palabras de Dégel le estaban destrozando–…..eres la peor mierda que existe en este mundo….y…..me voy a casar contigo.

 

Kardia se desequilibró ante la última frase, su boca se abrió para poder decir algo pero no podía, estaba realmente sorprendido y más cuando Dégel le sonrió como si nada hubiera pasado. Poco a poco las manos de Dégel, cubiertas por una suave tela que hacía de guantes, tomó lentamente el arma y comenzó a limpiarla con precisión. El heleno continuó mirando el actuar del joven mientras lo hacía y dejaba lentamente el revólver en la escena del crimen. Tomó la mano de Kardia y caminó lejos de allí, para sorpresa del griego, el francés sabía cómo borrar las huellas de ambos y arrastraba los pies hasta la zona más asfaltada dejando solamente una gran marca sin forma. Una vez estuvieron lejos, tomó un pañuelo y comenzó a limpiarle el rostro pero Kardia lo detuvo.

–Sabes que soy un asesino y ¿te quieres casar conmigo? ¿Por qué? –preguntó, Dégel le volvió a sonreír.

–Todos tenemos secretos, Kardia…..

–¿Tú…..?

–Mi padre trabaja mucho y me ha dejado muy solo últimamente…..–sonríe–. Un chico de mi edad desea divertirse de vez en cuando, vivir nuevas experiencias.

–¿Acaso eres idiota? –La mirada de Dégel cambió a una seria y Kardia sentía que había metido la pata–. No quise decir.

–Cierra la boca y sígueme….–le tomó fuerte del brazo y lo condujo–. Supongo que estas por tu cuenta ¿verdad?

–Verdad…..–masculló, estaba fascinado con Dégel, sobre todo con la actitud que había tomado cuando se le develó su identidad.

–A partir de ahora ya no…..–se detuvo y se dio la vuelta–. Seremos tú y yo….

 

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Paris, casa Montier. 18:30 pm.

 

Caminó con su mirada en alto, no llevaba camisa, sólo unos pantalones cortos, pero no le importó en lo absoluto. Entró a la residencia de los Montier, la cual era muy pequeña dado que vivía el primogénito de Jacques Montier, Jean. El pequeño Jean se había vuelto una fuente de obsesión para el hombre de edad madura, dado que con los años de matrimonio, y un anterior matrimonio fallido, la sed de follarse a un adolescente era por demás algo que tenía en la mente desde hacía varios años. El joven hijo de Jacques era perfecto, pero si hay que hablar de esto tendría que remontarse a la época de su juventud, cuando se había casado obligadamente con Krest du Verseau.
Itia Lovetti era griego, hijo de un empresario minero el cual ganaba millones por mes. El padre de Itia era el mejor amigo de Kowel du Verseau, padre de Krest y quien estaba humillado horriblemente por el hecho que su hijo único había mantenido relaciones sexuales con un triste barman de cantina. Para encubrir la deshonra de Krest, lo casaron obligado a Itia con ese muchacho, y aunque el sexo era fascinante, ellos dos no encajaban para nada como una pareja amable. No tardaron mucho en divorciarse y obviamente Itia rechazó ponerle el apellido al hijo de Krest por más que estuvieran casados. Se divorció lo más rápido que pudo antes que naciera la criatura y se fue de Paris para siempre o al menos eso creía.
Unos años más tarde, su padre le presentó a Garnet Bonnet, una joven adinerada y promiscua, pero no le importó mucho a Itia ese detalle, pues la francesa era por demás hermosa y muy buena en la cama. Se casaron rápidamente y tuvieron dos hijos, una niña y un niño. Pero el paso de tiempo hizo que Garnet envejeciera y con 45 años ya era vieja para el fogoso Itia que parecía haber tenido un trato con el diablo y a pesar de sus casi 50 años su cuerpo musculoso, su rostro y su pasión era desbordada, manteniendo su juventud.
Se fue de su casa en Grecia, donde vivía con Garnet y sus hijos, directo a Paris en busca de sexo u orgías, y aunque tenía montones de jóvenes candidatos y candidatas que lo observaban con devoción, uno en particular había cautivado su mirada.
Jacques Montier era un muchacho muy alegre y divertido de la zona más baja de Paris, era adivino y arista, siempre pintaba lo que veía en el futuro de las personas.
Un día, Itia se sentó a hablar con él y poco a poco la noche se tornó fogosa. Escaparon a la casa de Montier donde destrozaron la cama y entre gemidos pasionales notó unos pequeños ojitos detrás de unas telas. Cuando Itia acabó con su actividad, se levantó completamente desnudo y caminó hacia un costado para refrescarse con una olla de agua que había cerca de allí. Los ojitos seguían mirándole y supo en el momento que detrás de esas telas había un niño. No debía tener más de seis años y eso logró enternecer un poco la figura tosca del apasionado griego.
Camino, aun desnudo, hacia el lugar y con su mano movió la tela, era muy pequeño, con ojos cristal y cabello rojo. Observó por unos minutos a Jacques dormido y se dio cuenta que era su hijo, son iguales.

Se retiró de la casa pocos minutos después sin decir nada. Con los años, volvía a la casa de Montier a tener sexo con el padre, pero no pasó muchos años que Jean le comentó que su padre se había ido y no sabía cuándo regresaría, por lo que Itia, dejó al niño de ocho años en ese momento, sólo en la pequeña casa.
Cuando Jean cumplió los doce años, ya era todo un muchacho de piernas largas, cintura angosta y firmes caderas. Itia comenzó a regresar buscando sexo con el adolescente, pero este se negaba a hacer cualquier tipo de actividad sexual con un hombre así y muchas veces habían terminado golpeándose entre ellos, aunque Jean se salía con la suya. Hoy, como un adolescente de quince años, las cosas eran más negras pero Itia no se rendía, se lo iba a follar así deba violarlo.

Entró a la casa y buscó con la mirada pero no encontró a nadie. Caminó dos pasos y un zapato lo distrajo. Inmediatamente focalizó su visión al dueño tirado. Lleno de espanto, le tomó en brazos y lo colocó en la cama, mirando la cabeza para ver si se había dado un golpe, pero sus bajos instintos no podían con aquella escena y comenzó a manosear sin descaro al muchacho, sobre todo aquellos glúteos que hacía mucho tiempo había querido apoderarse. Pero las cosas no son como nosotros pensamos y Jean se levantó lo suficientemente rápido como para chocar la cabeza con Itia.

−¡AAAH, MIERDA! –gritó el señor tomándose la cabeza con ambas manos, Jean le mira, aun un poco agobiado.

−¿Qué mierda haces aquí, viejo pederasta? Creí que te había dado una patada en tu maldito culo.

−Después de todo el dinero que te di para que te mantengas todos estos años y me hablas así, enano estúpido –gruñó  y se acomodó un poco el cabello−. Vine a verte, no respondías mis llamados.

−Aaagh….−se toma la frente−. Duele…..mierda…. ¿qué me hiciste?

−Yo no te hice nada –Jean le mira desafiante−. ¡CREEME! Si te hubiera hecho algo no tendrías ropa.

−Eres un descarado –se levantó y notó que no llevaba sus zapatos puestos, poco a poco comenzaba a recordar algunas cosas−. Yo estaba aquí con alguien más, no recuerdo quien.

−¿Ahora tienes otro novio con el cual acostarte? –Itia parecía celoso, como si fuera la pareja del chico, este simplemente le muestra su dedo medio.

−No tengo ningún novio…..−suspira y se sienta en la cama−. Creo que estuve acá con alguien y ese alguien me golpeó la cabeza.

−Hmmm……te gusta que sean duros contigo…..−sonrió perverso, Jean le vuelve a enseñar su dedo medio−. Estas comenzando a tener ese maldito habito.

−Y tú comienzas a tener ese puto habito de venir a verme todo el tiempo…..−se levanta y le empuja−.- Vete.

−No puedes decirme eso cuando estoy mirándote con esa ropita tuya con la que duermes –le levanta la túnica y Jean le golpea−. ¡Agh! Pendejo puto…

−¡Déjame en paz! Y vete, tengo trabajo que hacer.

−¿A quién vas a derretir esta vez con tus polvitos mágicos? –cuando Jean se da la vuelta para irse lo toma por detrás−. Conozco algo divertido para hacer.

−Vete a la mierda, ¿a cuántos has desflorado hoy? –se da la vuelta y le sonríe−. Te he dicho miles de veces, Aspros, que mi destino ya está sellado y créeme, tú no estás en él.

−¿Y quién está? ¿Tu amigo imaginario? ¿Ese que ni sabes cómo se llama….? Tú sabes cómo me llamo, Itia Lovetti…..−el hombre tiró su cabello negro para tras y le miró con sus ojos directo a los del más joven.

−Lo sé, y no me importa….aah….−se toca de nuevo la cabeza, el griego se asusta.

−¿Qué diablos?

−Vete, voy a llamar a la ambulancia para que vengan a verme la cabeza.

−Puedo llevarte, tengo mi auto…..

−No iría a ningún lado contigo…..ahora vete…..−a pesar que itia no tenía ninguna intención de irse, se va solamente para descargar su verga en otro lado, pues Jean era muy difícil de desflorar, pero sabía que un día lo haría y ese día lo destrozaría en una cama con tanta pasión que el muchacho no podría vivir sin él.

 

Continuará.

Notas finales:

El capi estuvo bastante largo!

¡WOOOOO! Cuando escribí lo de Dégel y Kardia ya sabía lo que quería, quería que Dégel fuera tan o más hdp que Kardia y créanme que lo es, ahora esos dos no solamente los unirá el matrimonio y el sexo, sino también el crimen.

Camus aun es un niño y todo romántico, mientras que Milo es tan idiota como para estar en el crimen organizado, así que no cuentan como futuros malvados del fic.

Bueno particularmente me gustó hacer un Itia agresivo, creo que los años lo hicieron más hdp, además de ser muy poderoso es un promiscuo. Próximamente veremos más y más cosas sexuales.


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