Se cuenta una leyenda por ahí
Del origen del canto de una sirena allí
Que después de la medianoche se puede oír
Y bajo la luna una figura suele lucir.
Se dice que existió un pequeño niño
Con su óculo izquierdo sin utilizar
Con cabellos dorados y alma de cariño
Más allá de los 9 años no debía rebasar.
Caminando por la costa un día escuchó un sonido singular
El canto de una bella melodía empezó a sonar
Con la curiosidad propia de su edad
Con la melodía se empezó a guiar.
Entre las rocas que se encontraban en la costa
La fina figura de una sirena estaba sentada
De hebras nieve al igual que su hermosa cola
Con un ocelo verde y el otro azul en su bella cara.
El chiquillo escondido admiraba aquel místico ser
Con las mejillas rojas algo en su pequeño corazón empezó a nacer
Un resbalón dio por su enorme distracción
Y a la sirena llamó su atención.
“¡Pe-perdón, señorita! No la quería molestar”
se comenzó el pequeño a disculpar
“Pero no se vaya por favor, quiero oírla cantar
y si más segura le hace estar, nada de mi boca saldrá”
“No te preocupes” comenzó la sirena a contestar
“Si quieres que cante siéntate a mi lado a escuchar
Sin embargo fémina no soy, te tengo que avisar”
Aquello no evitó que el algo creciera en su interior.
Los años pasaron y el niño creció
Al igual que la sensación en su corazón
A los catorce años pronto llegó
Pero la sirena jamás cambió.
“¿Cuándo piensas crecer?” preguntó bromeando el adolescente
“Vivimos mucho tiempo” respondió la sirena viendo el anaranjado sol
“¿Cuántos años tienes?” la criatura se mostró sonriente
“Si te dijera te sorprenderías” de la arena tomó un caracol
“Dímelo por favor” pidió el chico mirando el yaciente
la sirena a su oído se acercó y su cara de rojo se tiñó
Un enorme número le susurraron y su cara se sorprendió
“¡Qué viejo eres!” exclamó y un golpe a cambio recibió
“Perdón” se disculpó, la criatura sus delgados brazos cruzó
“Ten cuidado con lo que dices la próxima vez” y el encuentro del día acabó.
Los días pasaron y el chico algo maravilloso descubrió
Y es que con su amado caminando podía estar
Siempre y cuando la patrona de las mareas no este en la oscuridad
Pues entonces al mar él tenía que regresar.
Meses pasaron y pronto se convirtieron en años
Y con dieciséis veranos el joven se declaró
La sirena sorprendida correspondió su amor
Más inseguro estaba, con él los años no pasaban.
“Perdona, egoísta fui al pedirte algo así”
el joven una mueca de tristeza tenía
“No importa” el otro respondía
“Quiero tener recuerdos para algún día.”
La relación de ambos seres empezó a avanzar
Y cierto día tuvieron su acto de amor
En la completa soledad de su habitación
Mientras el otro su nombre no paraba de cantar.
Años pasaron y el país en guerra entró
Dos años después del evento una carta llegó
El joven de veintiún años debía partir
A incorporarse al ejercito tenía que ir.
Después de un hermoso día con su amado
A la medianoche lo citó
La criatura extrañada aceptó
En el lugar que se conocieron se sentó.
Con los ojos totalmente cristalinos el joven se despedía
A la sirena perlas de agua no dejaban de rodar por sus mejillas
“Cantaré todas las noches aquella hermosa canción
aquella melodía que en el pasado te guió
la cantaré aquí hasta volverte a ver”
y con un último beso se dijeron adiós.
El joven al amanecer partió
La sirena su promesa cumplió
En unos años la guerra terminó
Pero el joven nunca volvió.
Desde entonces se puede escuchar
Después de la medianoche el cantar
De aquella sirena que su muerte suele esperar
Para así con su amado volverse a encontrar.