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Dharma por HokutoSexy

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4. ¿Qué quieres de mí?


 


 


 


Los ojos ambarinos del Rey seguían siempre de cerca una sola cosa: al general de cabello platinado, ¿por qué?, ni él mismo lo sabía, una mezcla de fascinación con repudio, respeto y algo más que no podía describir le llenaban la cabeza en un remolino potencialmente destructivo.


 


Lo había visto desde que los llamó hipócritas a todos en aquella ceremonia, y después, se lo encontró eventualmente, parecía que su destino era acercarse y luego correr lejos el uno del otro para después… volver a empezar.


 


No había amistad entre ellos, ni siquiera se podía decir que respeto como guerreros, mucho menos el respeto de un súbdito a un rey, Taishaku-ten no respetaba a nadie más que a sí mismo. Intercambiaban palabras que pronto se convertían en agresiones. Si Ashura-ō no fuese el hombre prudente que era, habría decapitado en una de tantas al sujeto.


 


—Me sigues con la mirada, me sigues los pasos, ¿qué pasa… Su Majestad? —siseó a sus espaldas esa noche, saliéndole de improviso, no conforme con ello lo había arrinconado contra un pilar, cerrándole el paso con ambos brazos.


 


Tembló… tembló de rabia, pero también tembló de algo que hasta entonces no había descubierto con tal claridad…


 


Y aunque le sostuvo la mirada a escasos centímetros, estaba desfalleciendo cada vez más… su cercanía no hacía otra cosa más que echar leña al fuego que le consumía las entrañas.


 


Guardó silencio e hizo un vano intento por empujarlo a un lado, mismo que provocó la risa socarrona del otro.


 


—¿Qué quieres de mí, Ashura-ō? —Pronunció silente contra sus labios, en un movimiento rápido había invadido su espacio personal y había echado por tierra los vanos intentos de mantenerle a raya.


 


—Que te alejes, eso quiero, un día tu suerte no será tan buena Tai… —lo siguiente que completó la frase no fueron palabras sino unos labios irreverentes, hostiles y egoístas que se habían apoderado de su boca en una falta total de respeto.


 


Lo empujó con toda fuerza de la que fue capaz, pero sin llegar a realmente dañarlo, no quería dañarlo, aunque lo merecía.


 


Hirvió de furia cuando por toda respuesta obtuvo una risa siniestra.


 


—Te molestas porque te he mostrado lo que realmente quieres…


 


—Desaparece de mi vista, vasallo —contestó el rey fríamente ignorándolo y siguiendo su camino, aunque ya había olvidado cuál era su camino.


 


—Yo consigo todo lo que me propongo…


 


Fue lo que escuchó a sus espaldas… y justamente esas mismas palabras las escuchó muchos días después, en un duelo “amistoso” entre los dos, delante del Emperador.


 


Yo consigo todo lo que me propongo, acuérdate bien de lo que te digo Rey Ashura-ō…


 


El fuego había comenzado a arder como una gran hoguera dentro del corazón del rey, el fuego y el miedo, el fuego y el asedio… el fuego y el deseo de lo prohibido…


 


Algo impío ya lo había alcanzado, tan impío y desgarrador como la profecía:


 


El trueno del nuevo emperador prenderá fuego al mundo… seis estrellas destruirán los cielos…


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