7. La medida
Taishaku-ten se dejó caer en la cama, como un costal de verduras, sin el más mínimo cuidado, incluso había rebotado un poco, cosa poco elegante, aun así se lo permitió.
Observó la cúpula celeste, bella y garigoleada, una decoración, parte del palacio, admirable, hasta ese momento se preguntó en que parte exacta estaba, porque esa imagen de la cúpula nunca la había reconocido.
Arqueó una ceja imaginando que con lo paranoico que era Ashura-ō, no dudaba que ese lugar estuviese hasta el quinto cielo; unas cuantas veces se mofó diciéndole que le gustaría que los muros de esa habitación fuesen de cristal para que todos en el palacio pudieran contemplarles retozando como salvajes.
—Muy rápido me tomaste la medida… no cabe duda que inteligencia nunca te faltó.
El comentario agrio en aquella habitación tenía por sí mismo un significado aparte; volvió el rostro hacia la almohada, hacia el lado que ocupaba su amante… sí, su a-m-a-n-t-e, porque eso fueron, aún olía, aún se percibía el olor de su cabello regado por la tela, podía percibirlo tan claro como si estuviese ahí.
Pasó la mano por debajo de la almohada, la otra mano descansó sobre tela inerte en vez de sobre un cuerpo tibio.
ஜ۩۞۩ஜ * ஜ۩۞۩ஜ
La botella de cristal que contenía un licor especiado se estrelló contra la pared, el líquido ambarino escurrió por el muro como sangre y los pedazos se esparcieron por todos lados.
La túnica que pretendía cubrir su desnudez estaba totalmente abierta, dejaba ver el cuerpo apolíneo, perfecto, milimétricamente exacto, exquisito, y lo que saltaba a la vista… era su sexo… ese que antes había estado dentro de él.
El regente se sintió profundamente pornográfico y vulgar por haber posado la vista ahí… y por desearlo de nuevo… y culpable… eso también.
—¿Cómo es posible? ¡¿Cómo es posible que me pidas semejante idiotez?! No Ashura-ō, no me veas como si el loco fuese yo… —gritó iracundo.
Los ojos ambarinos se clavaron esta vez en su rostro, luego se encogió de hombros.
—Una vez que me case con ella, cuando mi heredero haya sido engendrado, la tomarás como amante, vigílala de cerca —repitió el plan que le había dicho, dando por hecho que sucedería.
—Tu capacidad de complot no tiene límites, ¿y sabes qué? ¡Soy yo el estúpido! Soy yo por seguirte en esto… eres un retorcido, ¿sabes?
—Tú y yo cambiaremos el destino de las estrellas, tenemos que hacerlo… —dijo cabizbajo.
Taishaku-ten se odió más que nunca, y también a él lo odió, lo odió por arrastrarlo hasta eso, lo odió por haber hecho su voluntad de todos modos… el precio de cambiar el destino… ya se había fijado… y era muy alto, cada vez más alto…
—Te… —se atragantó con sus palabras, vencido, rendido, la garganta se negó a dejar escapar nada.
Ashura-ō se sintió conmovido… las emociones se convirtieron en un tornillo en su estómago… le tendió la mano para que volviese a la cama, él la tomó, le hizo acostarse de nuevo, acostarse encima de él, el cobijo que le brindaban esos brazos era indescriptible…
—¿Hasta cuándo, Ashura-ō? ¿Hasta dónde?
—Hasta el final… eres el único que podría… pero si te arrepientes…
—No, no voy a dejarte solo con esto, eres muy débil —bromeó, reír de la ironía era lo único que les quedaba a los dos como total seguridad.