Por toda la ciudad se había corrido la voz acerca de su próximo enfrentamiento, y los pobladores esperaban ansiosos entrar al coliseo y ver el derramamiento de sangre.
Como ese podía ser el último día de sus vida, a los gladiadores se les concedía una gran noche.
A Marco, el mejor gladiador de la casa en la que se encontraba, se le habían otorgado todos los placeres posibles.
Buena comida, buena bebida, mujeres.
Había rechazado la invitación de unirse a la orgia que sus dueños habían organizado.
No sentía deseos de acostarse con ninguna de las mujeres u hombres que participarían ahí.
Solo había una persona que atraía sus deseos, y su amo lo sabía.
Cuando llego a su habitación lo encontró ya tendido en su cama.
Era un joven moreno y pecoso, un esclavo que su amo había comprado tiempo atrás y que había atraído al gladiador desde el primer momento en que lo vio.
Por supuesto le había pedido a su amo una noche con el susodicho, y este al ver los grandes beneficios que había traído en su último carnaval, había accedido gustosamente con la condición de que no descuidara sus combates.
Como si alguna vez hiciera eso.
Estaba arriesgando su vida en cada pelea, no había manera de descuidarse.
La primera vez que habían traído al pecoso a él, se había resistido con fiereza y Marco había tenido que doblegarlo antes de poder llevarlo a la cama.
El muchacho se negaba a cumplir cualquier tipo de orden o petición.
Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, Marco lo fue dominando poco a poco de forma que no había que traerlo atado a su habitación nunca más.
Eso no significaba que el pecoso no lo odiara a el, y a toda la familia noble a la que pertenecía.
Se sentó en un borde de la cama y puso una mano encima del pecho del moreno.
Este abrió los ojos y al verlo se levantó del lecho, comenzando a desvestirse con lentitud.
Marco ya podía sentir su pene endurecerse por debajo de su ropa.
El gladiador se desvistió con rapidez e hizo que el moreno se arrodillara frente a él.
Se llamaba Asce, si mal no recordaba.
-¿Cómo te fue esta semana Asce?- pregunto acariciándole la cabellera negra.
El hombre miro hacia arriba y levanto los hombros como diciendo “um, igual que siempre”, por alguna razón el moreno no hablaba mucho, siempre con el ceño fruncido, solo Marco podía jactarse de haber oído su voz.
- me alegro…- Marco sonrió mirándolo con ese gesto suyo que parecía estar eternamente aburrido.
Asce ya sabía qué hacer, así que se puso manos a la obra.
Tomo el miembro del gladiador con sus manos siempre sorprendido por el tamaño.
Recordó la primera vez, lo aterrado que se había sentido pensando en lo mucho que le iba a doler, pero a estas alturas tuvo que admitir que el gladiador sabía lo que hacía, y nunca había herido a Asce de gravedad.
Recorrió la longitud con la lengua oyendo los jadeos entrecortados del guerrero. Si bien, lo había odiado hace tiempo al haberlo obligado a tener sexo con él.
Se convenció a si mismo de que era mejor que el rubio lo hiciera, a tener que participar en las orgias de su amo, su esposa, y todo el mundo.
Marco siempre había tenido cuidado con él.
El beneficio de Marco como el mejor gladiador de la casa, le había otorgado el poder suficiente para pedirle a su amo que lo dejara como propiedad exclusiva del gladiador.
Sus manos masajearon la base del pene del otro, y dio suaves mordidas a la carne endurecida. Oyó como Marco jadeo y profirió una maldición.
Había aprendido todos sus trucos de él, así que no podía quejarse.
Finalmente el gladiador perdió la paciencia y puso la punta del órgano en los labios del pecoso.
El esclavo lo recibió abriendo su boca y tomando poco a poco lo que pudo abarcar, acariciando con su lengua.
Casi se sintió atragantado cuando el gladiador embistió su cavidad bucal. Se le había olvidado que el día antes del carnaval se volvía un poco más brusco y el sexo era un poco más salvaje.
Después de todo si moría, no tendría la oportunidad de volvérselo a coger.
Resistió todo lo que pudo sosteniéndose de las piernas del otro como las embestidas a su boca se hicieron más rápidas, y gimió ante la sensación, hasta que el mayor se vino.
Trago todo lo que pudo de la mescla viscosa y luego recupero el aliento.
-sube a la cama- el rubio ordeno
Siempre que se ponía con esa voz de mando, hacía que Asce se calentara.
Cuando su cuerpo termino de subir al lecho, los fuertes brazos del mayor lo sometieron abriendo sus piernas para colocarlas alrededor de su cadera e inclinarse a besarlo.
Asce recordó la primera noche en esa habitación cuando intencionalmente había mordido el labio del gladiador como protesta a sus besos.
Al día siguiente había despertado en esa misma cama lleno de marcas de mordidas.
Enredaron sus lenguas hasta que Marco se separó y metió sus dedos en el frasco de aceite para masajes que había encima de una mesa.
Introdujo un dedo dentro del otro, oyendo un quejido bajo y deleitándose con la sensación de los músculos apretando su falange, minutos después el tercer dedo se abría paso y el esclavo más joven era un lio de jadeos y gemidos. Tenía por qué, pues no se había hecho cargo de la dolorosa erección entre sus piernas y Marco no había dejado sus manos vagar y aliviarse a sí mismo.
Saco sus dedos y se introdujo de una sola estocada, causando en el esclavo un grito y una mordida en el hombro.
-ah…ah…- vio como Asce parecía enloquecer con cada golpe, su cuerpo estirándose hasta el límite, solo para adaptarse a él.
-¿te gusta?- insinuó- ¿Qué tal si ruegas por mi pene? ¿Eh?, sabes que lo amas…-
Sabía que hablar sucio solo haría que el más joven se pusiera más caliente y apretara más su entrada.
-amas cuando cojo ese culo tuyo… - las embestidas se hicieron más rápidas y puso sus manos a trabajar de una vez, dándole al joven la fricción que pedían- ¿recuerdas la primera noche Asce?
El joven asintió con los ojos cerrados.
-fue difícil meterla dentro tuyo, porque no hacías mas que revolcarte como una pequeña serpiente…- la cama crujía con las fuertes embestidas del gladiador más viejo, sabía que Asce no se dañaría con eso, se había asegurado de adiestrar muy bien su cuerpo
El otro no hacía más que gemir y jadear, se sentía tan bien, su mente en blanco no podía pensar nada coherente más que el deseo de seguir haciéndolo toda la noche.
El muchacho pecoso no pudo aguantarlo más y llego al clímax en medio en un fuerte gemido.
Sus caderas apretaron el miembro en su interior, que con tres fuertes golpes, vació su semen dentro.
Cuando los dos se recuperaron de su orgasmo, Marco acuno al otro en sus brazos.
-mañana… si mañana sobrevivo, le pediré mi libertad al emperador…-susurro al oído del esclavo más joven
Este lo miro con sorpresa, Marco era muy exitoso, y no dudaba que mañana seria de nuevo el campeón.
-lo que quiero decir es… si me conceden mi libertad, voy a marcharme de roma… y tengo planeado llevarte conmigo…-
Asce abrió los ojos con sorpresa.
-¿Marco?-
-quiero llevarte conmigo Asce… comprare tu libertad.
-entonces seré tu esclavo…- susurro con enojo.
- no Asce… quiero que vivamos libres, si no quieres ir conmigo lo entenderé… pero te quiero…-
-es… ¿es enserio?- el hombre joven dijo inseguro, no quería guardar falsas esperanzas.
- lo juro por mi nombre…-
Ace no quería llorar, él no iba a permitirse eso.
Desde que había sido capturado por los esclavistas, alejado de su hogar, vendido en un país extraño, usado y abusado de todas las maneras posibles… la única esperanza que tenía era escapar.
Marco le estaba ofreciendo eso.
Se mordió el labio recordando a sus hermanos y amigos. Luffy, sabo… ¿aún lo estarían buscando? ¿Le ofrecerían de nuevo un lugar en sus vidas?
- por favor…- el pecoso escondió su cara en el pecho musculoso del gladiador- por favor… salgamos de aquí…-
Marco lo arrullo hasta que el menor se durmió en sus brazos.
Solo una batalla más, una más y era libre.
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El coliseo estaba más lleno que nunca, las personas de todos los estratos disfrutaban del espectáculo ofrecido y los políticos romanos no escatimaban en gastos con tal de ganarse la multitud, repartiendo comida y disfrutando de las peleas.
Se acercaba su turno. Él era un Retlrall* ya que era el mejor estilo que se había adaptado a él y la gente disfrutaba mucho verle en poca ropa.
Se aferró a su tridente y a su red.
Salió al campo de batalla en medio de aclamaciones y gritos femeninos al borde del orgasmo.
Era uno de los favoritos, su cuerpo musculoso, su cabello rubio, sus ojos azules y expresión aburrida, habían cautivado tanto a hombres y mujeres de toda roma, solía aparecer en poemas o dibujado en algunos jarrones de porcelana.
Miro a sus contrincantes.
Un Andabatae*, dos Secutors*y un Mlrmos*, no era nada raro que formaran alianzas contra el, pues era el campeón, pero Marco no tenía miedo de eso.
Tenía una razón para ganar, tenía que cumplir la promesa que le había hecho a Asce.
Cuando el emperador dio la orden de comenzar la pelea, sin dudarlo se abalanzo contra el andabatae, al ser el más fácil y frágil de los gladiadores desde el punto de vista de Marco, el casco sin vísceras lo hacía presa fácil para su red.
Le habían informado que su última batalla era un Ad gladium* así que tenía que matarlos a todos para poder salir libre.
No dudaría.
Esquivo el ataque de un secutor, y lanzo su red a las piernas del andabatae, este lo esquivo y lo ataco con su puñal, Marco recibió un rasguño pero fue porque tuvo que esquivar dos ataques al tiempo.
Habían pasado diez minutos cuando logro acribillar a su primer objetivo, enredo la red en el pie derecho del andabatae y lo tiro al piso poniendo su pie sobre el pecho del otro y señalando con su tridente al cuello.
Miro al emperador y vio el índice señalar la yugular.
- lo siento- con un movimiento rápido acerco al competidor hacia si mismo y saco la daga que tenía atada al cinto, hundiéndola en el cuello de una forma que llego al corazón.
El primer muerto.
Se levantó y vio como los dos secutors vencían al Mlrmos.
Se volvió hacia los dos.
Se abalanzo contra ellos, tenía que desarmarlos primero.
Esquivo una espada que venía hacia el por la izquierda y golpeo con el hasta de su tridente el brazo de uno de ellos, derribándole la espada y rompiéndole un hueso.
La masa de gente gritaba con locura mientras exigía sangre, Marco les daría sangre por última vez.
Clavo su tridente en el cuello de uno de los securtor a la seña del emperador, pero al mismo tiempo recibió una puñalada en el muslo.
Mierda, mierda, mierda.
La sangre salía a chorros cuando Marco esquivo el corte que se dirigía a su cabeza.
El aún no se rendía, tenía que matar a ese otro gladiador antes de que se desangrara para poder recibir tratamiento médico.
Se abalanzo tirando su tridente y su red, el hombre envió un corte y Marco lo esquivo agarrando su mano y aprisionándola para que soltara la espada, golpeo con fuerza el estómago del hombre sacándole el aire y cuando cayó al suelo miro al emperador que puso de nuevo el índice en su yugular.
Le corto la cabeza de un tajo.
El público pareció estallar de júbilo. Se había avisado que sería su última pelea y la gente había acudido por manadas a verlo.
De las gradas comenzaron a lloverle monedas de plata y Marco se sostuvo la pierna mientras se arrodillo en dirección al emperador.
El hombre recibió de sus sirvientes un objeto que arrojo a los pies de Marco.
Dentro de la vaina estaba una espada sin filo, símbolo de su libertad.
Una bolsa con monedas de oro de parte del emperador, fue colocada en sus manos y Marco se inclinó con agradecimiento ante el hombre.
Luego unos hombres lo tomaron en hombros y lo llevaron al médico.
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Ace estaba hecho un manojo de nervios, había llegado la noticia de que Marco había ganado la batalla y que había quedado mal herido.
Su amo le había ordenado asearse y vestirse con una túnica de seda naranjada y luego subir al despacho.
Hizo lo que se le dijo sin dudar.
Cuando entro en la oficina esperaba encontrar a Marco, pero no fue así.
-este es Gladio- dijo su amo- has sido vendido así que él ha venido a llevarte donde tu nuevo amo-
Ace sintió que su mundo se derrumbaba.
¿Marco no le había prometido…?
Sabía que no debía confiar, su mente se encargaba de repetírselo cada rato pero parecía no aprender, se mordió el labio con odio.
Sus pocas pertenencias que no era más que la ropa que llevaba puesta, y una bolsa con algunos pedazos de tela que usaba para cubrirse mientras trabajaba, fueron subidas al carruaje.
Asce fue ordenado para ir adelante con el conductor.
Cuando llegaron a su destino Asce no podía dejar de fruncir el ceño.
Le llevaron a rastras hasta una habitación hermosa, donde lo dejaron sentado, esperando lo que sea que fuera a pasarle. Cuando la puerta se abrió de nuevo, un gruñido salió de su garganta.
A cambio, lo que escucho fue una risa suave.
-me recuerdas a los viejos tiempos… Asce-
Ahí, frente a él, estaba Marco.
Vestido con lino rojo y prendas finas.
Asce no pudo evitarlo, corrió a su encuentro y se lanzo a sus brazos.
-Marco… Marco… creí que….-
-shhh- el hombre negó con la cabeza- no dudes nunca de mi asce…-
Se dejó guiar a la cama mientras se besaban.
Tuvieron sexo lujurioso y duro.
Para cuando terminaron la luna se levantaba sobre el firmamento y no había nadie en las calles.
-Asce… ¿hay un lugar al que quieras ir?
El pecoso se levantó hasta quedar sentado en la cama y le dijo a Marco sin mirarlo.
-quiero volver a casa… tengo una familia, quiero saber si están vivos…-
-¿familia?-
- hermanos- eso envió un respiro para el ex gladiador- quiero ir con ellos…-
-¿puedo ir contigo?-
Asce le sonrió y se recostó sobre el pecho del rubio.
- ven conmigo por favor, Marco…-
-te quiero…-
Ace abrió los ojos y sintió como la calidez inundaba su pecho.
-yo… también Marco…-
Su inicio no fue el mejor pero no había manera de guardar rencor con todo lo que el rubio había hecho por él.
Al día siguiente, dejaron la ciudad en silencio, con su equipaje a cuestas y tomados de la mano.
Nunca se volvió a saber de ellos.