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A Imagen y Semejanza por chibigon

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A Imagen y Semejanza

Por Ladygon

 

Capítulo 2: Mi Ángel de la Guarda.

Pasó una semana más para que la teoría de Sam cobrara fuerza.

Las extrañas desapariciones cerca de un bosque llamaron la atención de los muchachos; olfateando un caso, se dirigieron hasta ahí. Un lugar muy hermoso con árboles de corteza verde —musgo, como si el rocío los bañara cada mañana y cada tarde sin dejar de acariciarlos—. Parecía inexplorado, casi mágico e irreal. Sam tuvo la sensación, de que aparecería un unicornio por entremedio del follaje: así de etéreo era el lugar.

Caminaron hacia un claro; un amplio lugar verde sin árboles y coronado por una pequeña colina. En la punta del montículo estaban dos hombres parados, uno al lado del otro, con el sol, escondiéndose a sus espaldas.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Dean.

Sospechaban que eran ángeles por la estampa y por supuesto, las espadas, pero no estaban seguros. Vestidos con traje negro formal, uno era alto con cabello rizado, mientras el otro era más bajo y con barba estilo candado.

—¿Qué quieren? —Secundó Sam.

—Somos soldados de Rafael en busca de venganza —respondió el más alto.

Ahora sabían que esos dos eran ángeles vengativos.

—¡Ey, ey, ey, eyyy! ¡Un momento! —dijo Dean, alzando las manos— Nosotros no tenemos nada que ver con Rafael, así que vayan a reclamar a otro lado y devuelvan a las personas desaparecidas.

—¡Cómo se atreven! ¡Monos sin pelos! —dijo el más alto.

Y se lanzaron contra ellos sin siquiera darles tiempo de pestañar.

Dean vio como alzaban las espadas en el aire en su contra, para luego verlas retiradas con una fuerza invisible, fuerza que también arrasó a los manejadores: los dos ángeles fueron lanzados, cayendo de espalda contra el pasto, pero se reincorporaron rápidamente.

—¡Quién está ahí! ¡Manifiéstate! —gritó el ángel más alto e iracundo de los dos.

Sam y Dean miraron hacia todos lados muy confundidos y alertas. Sacaron los cuchillos y se dispusieron ante la posible pelea que se les avecinaba.

De los últimos rayos del ocaso, dos hermosas, brillantes alas blancas, emergieron de la nada y se interpusieron entre ellos y los aliados de Rafael.

—¡NO! ¡No puede ser! —chillaron los ángeles, aterrorizados, al ver la figura que tenían delante.

—Nos aseguramos que estuviera ocupado antes de venir aquí –explicó el ángel de barba.

La figura volteó de medio lado, dejando a Dean sin aliento con la boca abierta y a un Sam con ojos como platos.

Frente a ellos estaba un ángel, en todo el sentido religioso de la palabra. Desde que el hombre es hombre, ha moldeado una idea de cómo son estas bellas criaturas luminosas. Este ángel guerrero, fácilmente pudo ser sacado de una pintura renacentista, pero sosteniendo una espada plateada de ángel con forma de lanza. Su armadura romana, poseía la sutileza del traje del arcángel Miguel, y se le veía igual de imponente, al resaltar el color azul de su armadura con el blanco plateado de su semi túnica. Sus bellas piernas masculinas, estaban adornadas con correas tupidas que protegían sus pantorrillas y terminaban en unas sandalias poderosas.

—¡Cas! —gritó el menor de los Winchester.

—¡Imposible! —exclamó el ángel más alto—, él no puede ser Castiel.

—Espera —dijo el otro ángel cómplice—. No, no es él, fíjate bien.

—¡Oh cierto! —Ya más relajado, se reincorporaron a modo pelea— ¡Quién eres… o qué eres!

—¿Cas? —preguntó Dean confundido.

El ángel guerrero con la imagen de Castiel respondió con la misma voz ronca acostumbrada:

—Soy El Ángel de la Guarda de los Winchester. Mi Señor Dios me puso a cargo de estos dos humanos y mi misión es protegerlos de cualquier amenaza —dijo con naturalidad, pero con una decisión en su voz, que ratificaba con el apriete de la lanza entre sus manos.

—Ya veo, eres una sombra —Sonrieron los ángeles—. En ese caso no tendremos problemas en destruirte junto a esos monos —dijo el más alto.

—Castiel ha tomado muy en serio eso de los ángeles de la guarda, ¡pf! Es una estupidez —rio su compañero renegado.

—Ustedes deberían estar encarcelados —dijo el ángel de los Winchester—. Son rebeldes a los mandatos de Mi Señor. Suelten sus armas y entréguense por las buenas y conservarán sus vidas. Traten de oponerse y morirán.

Sam y Dean estaban totalmente confundidos y asombrados a la par. No sabían lo que estaba pasando.

—Esperen un momento —dijo Dean—, ¿cómo que no es Cas?

—Sí, ¿qué es eso de ser una sombra? —preguntó Sam—, ¿dónde están las personas desaparecidas?

—Oigan díganos qué está pasando, porque no entendemos nada de nada. Ni siquiera por qué esos otros quieren matarnos, si no tenemos nada qué ver con su guerra. —Dean ya estaba cabreado con el asunto y quería respuestas.

—No vengan con esa. Ustedes detuvieron el Apocalipsis, tu hermano y tú, lo hicieron –dijo el más alto, señalando con el dedo a uno, después del otro— así que no digas esas mentiras mono mentiroso.

Ah, bueno eso era verdad.

—Está bien, sí, tuvimos algo de participación en eso… ¡Pero no en esta guerra de ustedes!

—¿Cuál guerra? ¡No hay guerra ignorante estúpido! Castiel la terminó hace semanas cuando mató a Rafael y encarceló a todos los nuestros. Ahora está renovando el cielo con ese sistema ridículo de ángeles de la guarda –alzó la voz irritadísimo.

—¿Có… cómo que no hay guerra? —preguntó Sam—, ¿por qué están ustedes aquí entonces?

—Nosotros escapamos, no nos íbamos a unir a ellos o a entregarnos por las buenas –arguyó el ángel de la barba.

—¡Somos la última resistencia! –explicó el iracundo.

—Pues ahora ustedes  irán a prisión donde pasarán una temporada, hasta que se les termine la idea del Apocalipsis y la venganza. —El Ángel de la Guarda de los Winchester se puso en posición de pelea.

—Sí, claro, eres solo una estúpida sombra –escupió con veneno el más alto, luego se dirigió a su compañero—. Tú mata a los monos, yo me encargaré de la sombra.

Los ángeles se abalanzaron sobre ellos. El alto trató de golpear a “Castiel” —o su sombra—, pero este último lo evadió con facilidad. El barbudo, atacó a Dean, y Sam terminó en el suelo al tratar de ayudar a su hermano.

Dean lanzó un golpe a su enemigo, pero este lo detuvo con una mano y quebró su muñeca. El cazador gritaba a causa del dolor agudo cuando lo agarraron por el cuello, con mucha fuerza, entonces, vio una mano poderosa que agarró la muñeca de la mano enemiga. Al punto de la asfixia, escuchó un crujido a hueso quebrado. Pensó en su muerte, pensó en respirar. Abrió la boca y tomó una bocanada de aire, de esa forma tosió varias veces antes de darse cuenta que “Su Ángel de la Guarda” lo había salvado, otra vez: el crujido era de la muñeca del ángel barbudo, quien lo tenía a él del cuello y casi lo mató. Pensó en el ojo por ojo, ya que tanto él como su enemigo tenían la mano quebrada. Siguió tosiendo hasta caer, regulando su respiración y contemplando el contraste del paisaje: batalla campal en el Edén. Fue cuando vio a Sam, tirado a su lado.

Los hermanos Winchester, sentados en el suelo esponjoso de pasto fresco, veían como ese impresionante ángel sacado de una pintura, se enfrascaba en una feroz batalla con los ángeles enemigos.

Aquél podía volar con sus alas extendidas, mientras que los dos contendientes trataban de darle un golpe fatal. Tomó en el aire al barbudo y desde las alturas lo lanzó al suelo en contra del otro ángel más alto que estaba en la tierra. Este último, logró desaparecer justo en el instante de la caída del barbudo y entonces, apareció detrás de “Castiel” para agarrarlo. “Castiel” hizo un movimiento brusco en el aire y dio la vuelta, dirigiendo su espalda a la tierra para aplastar al ángel de su espalda contra el suelo. El golpe sonó potente y dejó un cráter modificador del bello paisaje verde.

“Castiel” saltó  en el aire y golpeó al ángel del cráter con la lanza en la cara: el ángel más alto quedó fuera de combate. El otro ángel, el de la barba, vuelve atacarlo, pero sus golpes no son tan potentes.

—¡No puedes ser tan fuerte! —gritó el ángel barbudo, apartándose y quedando frente a su contendiente— ¡Eres solo una sombra! ¡Y yo soy un ángel! —dijo apuntándose a sí mismo.

“Castiel” bajó su lanza y en postura derecha con serenidad le respondió.

—Sí, eso es verdad, soy solo una sombra —Lo miró, fijamente, con esos potentes ojos azules y con voz pausada media terrorífica continuó—: pero…, soy la sombra de Dios.

El ángel barbudo abrió los ojos con miedo, totalmente turbado no alcanzó a escapar a la lanza plateada que lo golpeó con fuerza en la cabeza, creando un segundo nocaut a sus enemigos.

El bosque quedó en silencio. La última luz del crepúsculo dio paso a la noche y los animalillos nocturnos comenzaron su canto.

“Castiel” se inclinó sobre el inconsciente, tocó su frente con dos dedos y el soldado de Rafael desapareció. Luego, fue al cráter e hizo lo mismo con el ángel más alto, dormido por el golpe.

Los Winchester se acercaron por atrás del ángel salvador.

—Bonita batalla— dijo la voz amistosa en su espalda.

El ángel guerrero se dio media vuelta, y quedó frente a frente.

—Dean.

La corta respuesta tuvo su efecto inesperado, algo devastador en el nombrado. Su turbación fue inminente. Tanto así que no pudo hablar y su hermano tomó la palabra.

—¿Eres Castiel? —preguntó Sam confundido.

—No —respondió con simpleza.

El ángel amigo vio la mano dañada de Dean y procedió a sanarla con un toque en su frente.

Dean saltó un poco al verse mejorado de improviso. Quedó como nuevo. Lo mismo le sucedió a Sam.

Silencio incómodo.

—¿Y bien? ¿Nos dirás quién eres? —dijo Dean como despertando.

—Ya se los dije, soy su “Ángel de la Guarda”… solo me presentaré cuando tengan riesgo vital.

—¡Có… cómo! ¿Por qué? –preguntó Dean no resistiendo más.

—Porque Dios me lo ordenó.

Esas palabras… A Dean se le secó la boca con solo escucharlas. Un temblor imperceptible lo recorrió al ver los intensos ojos azules sobre él

—Espera, ¿de qué hablas? ¿Cas te lo ordenó? —dijo Sam atando cabos.

—Mi Señor me envió para ser su guardián. Yo recibiré sus oraciones y acudiré a ustedes cuando realmente, me necesiten.

—¿Y él está bien?..., digo ¿Castiel está bien? —Volvió a preguntar Sam.

—¿Por qué debería estar mal? —Los miró confundido.

—Bueno, quizás por las almas en su interior. Estaba en peligro de explotar, ¿no? Eran muy peligrosas para él. Baltazar estaba asustado.

—Oh, eso. Sí, pero se deshizo de los leviatanes y ya no hay peligro.

—¿Leviatanes? —reaccionó Dean.

—Las almas venenosas que destruirían al mundo eran las de los leviatanes. Muerte le dijo esto a Mi Señor y las envió de regreso al Purgatorio. Planea seguir, devolviendo las almas a medida que no las necesite más.

—¿Pero cómo las devolvió? Si la puerta solo se abre en el eclipse y ya pasó –dijo Dean.

—Es Dios, encontró un camino seguro hacia el Purgatorio. Puede ir y volver cuando quiera. Ahora está renovando el cielo y los ángeles le están ayudando —pausa—; excepto esos dos, que ahora están con sus camaradas en la prisión del cielo.

Los hermanos sorprendidos, suspiraron con alivio, sintiendo algo parecido a la felicidad.

—Ah, respecto a eso… verás… estábamos buscando a unas personas y esos ángeles fueron los responsables, ¿podrías averiguar dónde los tienen? —preguntó un emocionado Dean.

—No, no puedo. —Fue la fría respuesta del ángel.

Dean empequeñeció sus ojos y lo miró de lado:

—¿Cómo que no puedes?

—Ya les dije. Mi misión es protegerlos a ustedes dos —Miró a Sam, después miró a Dean a los ojos—. No, hacer su trabajo.

Y desapareció.

—¡Espera! —gritó desesperado Dean— ¡No te vayas!

—¡Ni siquiera nos dijiste tu nombre! —gritó también Sam, igual de desesperado.

—¡Castiel! ¡Cas! ¡Cassyyyy! ¡Ven acá ahora mismo! —chilló Dean.

Nada.

—¡Malditos ángeles!  —Golpeó el suelo con rabia.

Sam vio la frustración de su hermano. No le gustaba verlo así.

—Cassy, oye, solo queremos hablar contigo. Hay cosas que no están nada claras y no comprendemos, ¿podrías presentarte? Sería solo un momento nada más —dijo Sam con su mejor tono persuasivo.

—¿Cassy? —susurró Dean con una mirada interrogante a su hermano.

Sam se encogió de hombros y Dean hizo un gesto con la boca de “no está tan mal”.

—Cassy ¿Ves? Si no te presentas en este instante, te quedarás con ese nombre y no diremos el real, ¿sabes por qué?... ¿Por qué no, nos lo dijiste? —recalcó Dean la última palabra.

Esperaron un rato. Nada.

Bajaron los brazos, golpeando sus costados.

—¿Y ahora qué? —preguntó Sam.

—Supongo que buscar a los desaparecidos. Nunca dijeron que estaban muertos así que pueden estar ocultos.

—Sí, hagamos eso. 

Volvieron al Impala a buscar lo necesario para luego, alumbrados por la luna llena y un par de linternas, continuar la búsqueda. Les llevó bastante tiempo hasta pensaron en volver a la mañana siguiente, pero las emociones de la tarde los tenían con la adrenalina a flor de piel y las emociones alborotadas. Así que continuaron, viendo que era la única forma de tranquilizarse, calmarse y digerir los hechos.

Finalmente, encontraron a las personas desaparecidas en una cueva. Estaban bien, pero algo aturdidas. No supieron decirles por qué los secuestraron. Sacaron a la gente fuera del precioso bosque y llamaron a las autoridades.

La única explicación lógica del caso fue, que los ángeles de Rafael querían venganza en su contra y secuestraron esas personas solo para atraerlos a ellos dos. Lamentablemente o felizmente, dependiendo el punto de vista, atrajeron a alguien más, aunque les hubiera gustado que trajeran a su amigo en vez de su sombra.

Seguían no teniendo a su amigo Castiel, pero al menos tenían a su “Ángel de la Guarda”. Este pensamiento despertó una pequeña esperanza en los hermanos Winchester, ya que quería decir, de algún modo, que su amigo estaba al pendiente de ellos y por lo menos, los consideraba como sus protegidos.

Aun así, algo no estaba bien y Dean lo sabía en el fondo de su corazón, pero no podía identificarlo ¿Sería su instinto?

Fin capítulo 2

Notas finales:

Hola, aquí un nuevo capítulo. Gracias por los reviews eso quiere decir que quieren que siga el fic y me alegra mucho saberlo. Nos leemos.


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