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Historias de cumpleaños por Arawn87

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Notas del capitulo:

Hola a todos, en la víspera del cumpleaños de Afrodita, aquí les traigo la segunda historia. Esta vez con Camus de Acuario. Debo admitir que fue un desafío escribir sobre los dos últimos del zodiaco, pero me gustó igualmente, ya que se pone a prueba la imaginación.

Es un poco diferente, pero espero que les agrade.

La historia va con dedicatoria a PrincessIce, quien sugirió la pareja.

Historia 2: Tierno vecino.


Camus miraba la hora por tercera vez, comenzando a sentirse impaciente, y luego desviaba la atención hacia su discípulo quien lo veía apenado desde el otro extremo de la mesa. Llevaban casi veinte minutos esperando que Shun, a quien Hyoga había invitado a cenar, se dignara a aprecer. Si había algo que el francés odiaba era la impuntualidad, pero por cariño al joven ruso se estaba aguantando los comentarios.


Los cinco divinos de Bronce habían llegado hace una semana al Santuario para pasar una temporada con ellos. Como era de esperarse, cada uno se alojó en su respectivo futuro templo, de esa manera Hyoga se quedaba en Acuario y Shun en Virgo, sin embargo, este último visitaba con frecuencia el último templo.


-    Lo siento mucho maestro, estoy seguro de que aparecerá en cualquier momento –volvía a excusarse el Santo del Cisne, haciendo que el mayor frunciera más el ceño.


-     Es la tercera vez que dices lo mismo Hyoga –replicaba intentando no sonar molesto.


-    Lo sé, es que no entiendo qué tanto puede estar haciendo en Piscis como para olvidar nuestro compromiso –el chico hablaba con cierta antipatía en su voz.


-      Al parecer han entablado amistad


-      ¡¿Con Afrodita?! No lo creo… -el tono despectivo usado por el menor sorprendió al aguador.


-      ¿Qué tiene de malo? –cuestionó con dureza.


-      Nada, es solo que… son muy diferentes –el menor calmó su tono y ahora parecía inseguro- es decir, Afrodita no es el mejor ejemplo de Santo y…


-      ¿Y quién eres tú para decir eso? la misma Atenea lo considera digno de servirle… ¿acaso crees que tu juicio es mejor que el de ella? –Camus endureció aún más su voz, no podía permitir que su discípulo hablara así de un camarada.


-     ¡¡No maestro!! yo… –intentó excusarse inútilmente y terminó reconociendo su error- lo siento, es solo que… Shun se la pasa visitándolo y no me ha prestado mucha atención desde que llegamos…


-     En otras palabras, estás celoso –señaló suavizando un poco su tono, los adolescentes eran tan fáciles de leer.


-      Un poco… -admitió en un hilo de voz, desviando la mirada.


En ese momento apareció un agitado Andrómeda, quien parecía haber corrido hasta ahí. Los dos acuarianos vieron que llevaba un gran ramo de rosas en sus manos, cosa que extrañó al mayor e hizo fruncir el ceño al rubio.


-      ¡¡Lo siento mucho!! –se disculpó avergonzado apenas entró- Se me pasó el tiempo sin darme cuenta…


-       ¿Afrodita te entretuvo demasiado? –preguntó bruscamente el ruso.


-    No, fui yo quien se distrajo… de hecho gracias a él estoy aquí, fue quien me recordó el compromiso… -explicó inmutable mientras dejaba el ramo en un mueble y se acercaba al guardián del templo.


-        Camus, lamento mucho la demora…


-        Olvídalo, pasemos a cenar de una vez –invitó el mayor de la manera más amable que pudo. Pronto los tres estuvieron comiendo y hablando… o mejor dicho, los menores hablaban.


-      ¿Y Milo no vendrá? –la pregunta del peli verde llamó la atención del aguador.


-      Es verdad maestro ¿no lo invitó? –agregó su alumno.


-      No, está ocupado con otras cosas… -respondió cortante.


-      Qué lástima, no lo hemos visto por aquí y


-     Dije que está ocupado Hyoga, no se hable más –ante el regaño de su maestro, el ruso guardó silencio y volvieron a concentrarse en la cena.


Camus se sintió un poco mal por hablarle así a su discípulo, pero no quería tocar el tema de Milo. La verdad sobre su ausencia era que el guardián de Escorpio aún no lo perdonaba por su traición en Asgard y se lo había dejado en claro el primer día después de la resurrección final… “lo siento Camus, pero no puedo pretender que nada ha sucedido. No retomaré nuestra amistad con la inseguridad de que te puedas volver en mi contra si aparece otro vestigio de tu pasado”, esas fueron las primeras y últimas palabras que le dirigió su ahora ex mejor amigo en esta nueva vida, de eso habían pasado dos meses. A pesar del duro rechazo, Camus no se desanimó de inmediato, por un tiempo tuvo la esperanza de que Milo recapacitara, pero cuando este no se presentó en su cumpleaños (ni un saludo le mandó) se terminó de convencer de que no quería nada con él. Eso mismo el llevó a alejarse por voluntad propia de los demás, temía que sus otros camaradas pensaran lo mismo que el octavo guardián y le echaran en cara su comportamiento.


Realmente no podía culpar al heleno, después de todo había estado a punto de matarlo dos veces, y no solo eso, también luchó contra Saga y Shura, ocasionando que hirieran de muerte a este último. Afortunadamente, el guardián de Capricornio no parecía guardarle rencor, pero como nunca había sido un amigo cercano su relación actual era buena mas no significativa. El español se relacionaba más con Death Mask y Afrodita, sus compañeros de generación. De este modo, toda la situación había desencadenado en que por primera vez se sintiera verdaderamente solo, aunque volvería a morir antes de reconocerlo.


Lo único “positivo” de esto era que había logrado entender un poco más a sus tres compañeros mayores, es decir, ahora sabía lo que es vivir con el estigma de traidor. Ellos también tuvieron sus motivos personales para desviar el camino, a veces esos motivos te ciegan y te hacen actuar de manera errónea, él comprendía eso. Suspiró pesadamente ante los deprimentes pensamientos que rondaban su cabeza.


-    ¿Pasa algo maestro? –preguntó el menor preocupado. Camus lo miró y le sonrió tranquilizadoramente.


-     No Hyoga, solo estoy algo cansado –respondió tratando  de sonar convincente.


Por fortuna, los doce santos habían hecho un pacto cuando se reunieron tras volver… “Lo que pasó en Asgard, se queda en Asgard”, no sabría qué hacer si su discípulo se enterara de que luchó contra sus propios compañeros.


-     Si quieres ve a descansar, nosotros nos ocupamos de recoger la mesa y lavar los platos –ofreció amablemente el Santo de Andrómeda. Él sonrió agradecido y dejó a los jóvenes solos en el lugar, dando un rápido vistazo a las rosas de Shun antes de salir.


El guardián de Acuario se dirigió a la salida sur de su templo, viendo hacia Capricornio, y se sentó en las escaleras para observar el firmamento. Vio con nostalgia como las primeras estrellas comenzaban a aparecer. De pronto escuchó pasos en dirección a él y al bajar la vista se encontró con Shura y Death Mask subiendo con tranquilidad, ambos llevaban una bolsa en cada mano, pero no se distinguía el contenido.


-       Hola Camus ¿qué estás haciendo? –saludó amablemente el español cuando estuvieron frente a él. Camus se levantó para quedar a su altura.


-        No mucho, Hyoga está con visita y preferí salir para que hablaran tranquilos.


-        ¿El mocoso de Andrómeda otra vez? –preguntó en su estilo el de Cáncer.


-        El mismo…


-       Pff ese niño conoce mejor los templos de los otros que el que se supone será suyo…  -Camus tuvo que suprimir una sonrisa. Por alguna razón le divertía el ácido humor de su compañero italiano.


-        Y ya que estás sin hacer nada ¿quieres venir con nosotros? -la invitación de Shura lo tomó por sorpresa.


-       ¿Ir a donde?


-      Vamos a pasar el rato donde Afrodita, la noche está inusualmente agradable para una velada en el jardín… -continuó el ibérico.


-       ¿Afrodita?... no sé, agradezco la invitación pero no me gusta llegar de sorpresa…


-       Descuida, el Pez no se enojará –intentó convencerlo el cuarto guardián, sonriendo de medio lado- y es mejor que quedarte aquí solo. Vamos, no somos tan malos como parecemos…


-       ¿Qué dices Camus? –volvió a preguntar el españolEl francés finalmente sonrió.


-      De acuerdo, pero antes dejen que traiga un par de botellas de vino, para no ir con las manos vacías…


-     Buena idea, si le llevas vino francés Afrodita te recibirá con los brazos abiertos –comentó divertido el de Cáncer y eso lo hizo relajarse un poco. No imaginaba que su vecino gustara de los vinos de su país, algo para tener en cuenta.


Camus avisó a su discípulo que saldría para que no se preocupara y volvió con los mayores que lo esperaban en medio del templo. Los tres comenzaron una animada charla mientras subían hacia el último templo. Por primera vez en todo ese tiempo no se sintió tan solo y descubrió con sorpresa que Death Mask podía ser más agradable de lo que aparentaba. Cuando divisaron la entrada a Piscis se preguntó si se llevaría la misma sorpresa con su compañero de Suecia.


Afrodita los esperaba en el jardín, vestía un atuendo muy primaveral y ponía la mesa mientras entonaba una alegre melodía. La única razón por la que aceptó esa reunión fue la insistencia de sus amigos, por él hubiese pasado inadvertida, pero rara vez podía negarle algo a esos dos cuando se ponían en plan de obstinados. El cosmos de Death Mask llamándolo hizo que se desconcentrara de su labor y volteara hacia la puerta. Con un rápido movimiento de mano las enredaderas que protegen la entrada desaparecieron, dando libre acceso a sus invitados.


Cuando ingresaron al jardín, Camus sintió que sus nervios regresaban, pero como siempre los supo ocultar bajo una máscara de hielo. Era primera vez que estaba en ese lugar, hasta el momento solo había escuchado rumores sobre el famoso jardín de Piscis, los cuales decían que era tan hermoso como peligroso, y ahora que estaba ahí podía asegurar que la palabra “hermoso” no alcanzaba para definir lo impresionante que era. Quedó hipnotizado por la visión de los elegantes rosales y por el delicado aroma del ambiente. 


-     Allá está el Pez, vamos… -la voz de Death Mask hizo que volviera a la realidad y rápidamente siguió a sus compañeros hasta donde se encontraba el guardián del lugar.


El francés divisó a su compañero junto a una fina mesa rectangular de madera tallada, con cuatro sillas del mismo material. Afrodita mostró una expresión de sorpresa al verlo, alzando levemente sus cejas. En ese momento casi se arrepiente de haber aceptado la invitación, “¿qué hago si me echa?” pensó con cierto temor, pues si bien no conocía mucho al sueco, todos en la Orden sabían de su carácter… especial. Sin embargo, su compañero dejó de parecer sorprendido y le dedicó una pequeña sonrisa, haciendo que respirara aliviado.


-    Creo que tendré que poner otro puesto –dijo a modo de saludo, viendo fijamente al de Acuario- ¿cómo has estado Camus?


-     Bien, muy bien Afrodita –era mentira, pero obviamente no iba a decir: “me siento pésimo porque hace como un mes terminé de corroborar que mi mejor amigo me odia”- Disculpa por venir sin ser invitado, yo… traje un par de vinos…


-    ¡¿Vino francés?! –exclamó el otro con el rostro iluminado, haciendo que Camus lo viera atónito ¿desde cuándo su vecino era tan expresivo?


-    Si, vino francés, es de mi bodega personal… espero que te guste –le dijo extendiendo las botellas para que el pisciano las tomara.


-      Seguro me encantará –respondió el mayor mirando las etiquetas con atención y luego volvió su atención hacia el galo- muchas gracias Camus.


-     De nada –dijo un tanto sonrojado el aguador al ver que el sueco le sonreía. Como no se trataban mucho, a veces Camus olvidaba lo bello que era su compañero.


-     Bueno, lo que es yo muero de hambre… -Intervino el italiano con algo de impaciencia- trajimos todo lo necesario, así  que pongamos manos a la obra…


Los cuatro comenzaron a trabajar en los preparativos y pronto tuvieron la mesa llena de bocadillos dulces y salados, más una gran variedad (y cantidad) de botellas de vino y dos de... “¿agua ardiente?” se preguntó extrañado el de Acuario, pensando en que era demasiado para una simple reunión de amigos.


-      Estas pequeñas son mías –dijo Death Mask tomando ambas botellas, como adivinando los pensamientos del otro.


-       ¿Piensas beberlas tu solo? –el galo no pudo evitar preguntar.


-       Soy Capaz de eso y más hielito… -respondió queriendo presumir.


-      Pobre de ti si vomitas mi jardín Cangrejo –advirtió el de Piscis en un tono que pretendía ser de diversión pero que dejó entrever una implícita amenaza.


-     Como ordene alteza –dijo el otro con sarcasmo y pronto se enfrascaron en una divertida e hilarante discusión, dejando al menor boquiabierto.


-       ¿Siempre son así? –preguntó en voz baja hacia el español.


-       La mayor parte del tiempo, ya te acostumbrarás –respondió entre risas el décimo guardián.


Mientras el sueco y el italiano continuaban su parloteo sin sentido, Camus no pudo evitar sentirse nostálgico. Su relación con Milo era similar, a menudo discutían por tonterías pero al final ninguno terminaba enojado… a simple vista los dos eran tan opuestos como Death Mask y Afrodita, pero al igual que ellos, Milo y él se compenetraban perfectamente. De pronto volvió a sentir una leve opresión en el pecho, haciéndolo ensombrecer su expresión.


-    ¿Pasa algo Camus? –escuchó que Afrodita le preguntaba, el aludido lo miró algo avergonzado. No se había dado cuenta en qué momento terminaron de pelear.


-      Nada, no me hagan caso… uhmm esto se ve delicioso…


-      ¡¡Pues a comer ya!! –invitó el italiano, siendo el primero en sentarse y comenzar a servirse. Los otros tres lo siguieron, dando inicio a la velada.


El nerviosismo de Camus se fue disipando con el paso de las horas. Al final resultó que aquel particular trío no era tan aterrador después de todo, por el contrario, llegaban a ser bastante agradables. Estaba sentado junto a Afrodita y sentía el aroma a rosas de manera aún más intensa, se superponía incluso al olor a cigarrillo que desprendía el mayor como fumador compulsivo, pero extrañamente no resultaba empalagoso.


Cerca de la media noche, Death Mask apenas lograba mantenerse despierto. No había podido con las dos botellas de agua ardiente, dejando una a la mitad. De todos modos era demasiado alcohol aún para un Santo de Oro. El italiano terminó apoyando la cabeza sobre la mesa y balbuceando cosas sin sentido, fue entonces que Shura decidió llevárselo.


-   Lo siento mucho Afrodita, no era la idea terminar así –se disculpó apenado el español, mientras acomodaba el brazo del otro alrededor de su cuello para ayudarlo a caminar.


-   Descuida, en el fondo sabíamos que esto iba a pasar –le  respondió comprensivamente- mejor vete ya, antes que termine devolviendo todo en  mis rosales.


-   Claro, por suerte vivo a solo dos templos –dijo Shura sonriendo al menor. Luego emprendió camino hacia la salida llevándose al italiano a la rastra, para desaparecer tras la gran puerta metálica.


-    Bueno, fue una linda velada –comentó el sueco viendo sobre su hombro en dirección a Camus.


-    Si lo fue, gracias por aceptarme… -expresó sincero el francés.


-   Somos compañeros ¿qué esperabas, que te echara de mi templo? –preguntó riendo. El de Acuario prefirió no decirle que eso era exactamente lo que había pensado.


-     Te ayudo a limpiar –ofreció cambiando el tema y el otro aceptó agradecido.


Les tomó tres viajes llevar todo hacia el interior de Piscis. Dejaron la loza sucia en el lavaplatos y las botellas vacías en la basura. Afrodita encendió un pequeño equipo de música sobre la mesa y tarareando suavemente comenzó a lavar, siendo ayudado por el menor. Cuando estuvo todo listo Camus pensó que era momento de irse, pero no se animaba a hacerlo, se sentía a gusto en compañía del sueco y si regresaba a su templo volvería a estar solo. Desde que Milo lo había enviado al demonio aprendió la diferencia entre estar solo y sentirse solo. También fue consciente de que en todos estos años no había entablado una relación de amistad verdadera con nadie más que el Escorpión, por eso no sabía con quien hablar de lo que estaba sintiendo.


Afrodita miró de reojo a su vecino mientras terminaban de lavar los platos. A pesar de que su compañero no era muy expresivo, él reconocía mejor que nadie esa mirada, era el reflejo de la culpa… “estos niños no deberían romper las reglas si después pasarán la vida lamentándose” pensó con algo de hastío, Camus era igual a Shura en ese sentido y vaya que le molestaba. Si, el francés había cambiado momentáneamente de bando en Asgard, pero lo hizo por un amigo y al final recapacitó a tiempo, tampoco era algo para sentirse un criminal… “A menos que alguien lo haga sentir así” reflexionó después de un rato.


-     ¿Te parece si abro uno de tus vinos? –invitó el mayor, en un intento por animar al otro.


-     ¿Eh?


-    ¿Me acompañas con una copa de vino? –cambió la pregunta por una más directa. Camus quedó sin palabras por algunos segundos, pero finalmente respondió.


-    Supongo que puedo beber un poco más –dijo en voz baja, como si no estuviera seguro de estar haciendo lo correcto.


-    Perfecto, ponte cómodo mientras voy a buscar la botella… -el pisciano lo invitó a sentarse junto a la mesa de la cocina y en seguida desapareció del lugar.


Camus tomó asiento obedientemente y esperó a que volviera su compañero. Después de un rato comenzó a impacientarse y sin darse cuenta golpeaba nerviosamente la mesa con sus dedos. No quería pasar más tiempo solo, eso le hacía pensar cosas deprimentes, pero Afrodita no volvía, pasaba el tiempo y no volvía… Finalmente su cerebro le jugó en contra y las imágenes de Milo rechazándolo llenaron su cabeza otra vez, acompañadas por aquella sensación de angustia, soledad y arrepentimiento, ¿acaso su pecado había sido tan grande que no merecía ser perdonado?... Una traicionera lágrima se deslizó por sus blancas mejillas, luego otra y otra, sin que pudiera detenerlas. Él mismo se sorprendía, por más que las secaba seguían apareciendo. Luego comenzó a oír sus propios sollozos ahogados… “no, no, no, tengo que salir de aquí” se dijo internamente, poniéndose de pie para escapar y esconderse en su habitación, pero al voltear se encontró con Afrodita detenido junto a la puerta, llevaba la botella de vino en una mano y lo miraba fijamente con expresión neutra. Camus quedó paralizado, su compañero lo había visto en aquel bochornoso estado ¿podría ser peor?


El pisciano caminó lentamente hacia su compañero, sin variar su expresión. Pasó junto a Camus para dejar el vino sobre la mesa y este lo miró algo extrañado, mientras las lágrimas seguían corriendo… entonces Afrodita volvió a marchar hacia el galo y se detuvo frente a él, a solo un par de centímetros de distancia, intensificando aún más su mirada, el menor se vio reflejado en los ojos del otro, haciéndolo temblar. En todo ese rato ninguno había dicho palabra, el pesado silencio era interrumpido por la suave música que continuaba sonando.


Lo que ocurrió a continuación fue algo inesperado. Afrodita tomó a Camus delicadamente por la nuca e hizo que apoyara la cabeza en su hombro. El francés no cabía más de la sorpresa, se sentía bien, cálido, acogedor, ¿quién mejor que ese hombre podría entenderlo? Aspiró profundamente la dulce fragancia que emanaba su compañero y sin pensarlo lo rodeó en un abrazo desesperado. Lloró amargamente sacando toda la tristeza que tenía guardada desde que volvieron a la vida. El otro lo acunó protectoramente, en un mutismo cómplice y necesario, hablar estaba de más en ese momento, Camus necesitaba contención, no palabras bonitas.


El tiempo pareció detenerse mientras el galo se desahogaba en el hombro de Afrodita, intensificando cada vez más el abrazo, intentando encontrar el anhelado consuelo. El pisciano hizo gala de una paciencia que ni él mismo se conocía, aguardando con tranquilidad el tiempo que su compañero necesitara. Tras varios minutos de llanto ininterrumpido, Camus comenzó a calmarse, disminuyendo la intensidad de los sollozos y sintiendo que la insoportable angustia desaparecía poco a poco.


-        ¿Ahora me aceptas la copa de vino? –fue la pregunta con la que el sueco rompió el pesado silencio que se había formado. Camus tardó otro rato en contestar, se mantuvo quieto en su posición, aún demasiado apenado para separarse del mayor- ¿Camus?


-        Si, acepto ese vino –dijo una vez que se recompuso y ambos se sentaron frente a frente. Afrodita hizo un “salud” después de servir las copas y el galo le correspondió sin ganas.


-       Verás, no soy bueno en estas situaciones, pero soy excelente escuchando y aún mejor guardando secretos… aunque supongo que eso último te consta –dijo con malicia el de Piscis, en un intento por relajar el ambiente.


Camus lo observó atentamente, con expresión seria… ¿podía confiar en él? Eso no lo aseguraba, pero si tenía certeza de una cosa, Afrodita no lo iba a juzgar. Tras un breve dilema interno (el cual su compañero aprovechó para encender un cigarrillo y servirse una segunda copa de vino), el menor finalmente se decidió a hablar. Le contó todo lo sucedido en Asgard y luego lo que había pasado con Milo cuando revivieron, siendo sincero además con los sentimientos que aquello le producía. Por algún motivo, la presencia del mayor le resultaba tranquilizadora y no fue capaz de detener su lengua, llevaba todo eso demasiado tiempo guardado y ya no podía sostenerlo más. Cuando terminó bebió un gran sorbo de vino y esperó impaciente la respuesta de su compañero.


-       Eres una ternura… -el comentario del sueco descolocó a Camus, ¿tierno? ¿en serio?


-      ¿Es todo lo que tienes que decir después de lo que te conté? –preguntó intentando no sonar demasiado brusco.


-     Básicamente… es que no puedo creer tanto alboroto por un simple tropezón. Disculpa lo sincero Camus, pero tu amigo es un completo idiota –señaló tranquilamente, como restándole importancia al asunto.


-     Milo no es idiota, es cierto que es algo impulsivo, pero en este caso tiene todo el derecho a estar enojado… -lo defendió con firmeza.


-     Pues como yo lo veo, si no entiende tus motivos quiere decir que no es un buen amigo… -el mayor hablaba con el mismo tono pausado, mirando fijamente al de Acuario.


-     Afrodita, no te conté lo que me pasaba para que comiences a hablar mal de Milo… -dijo sintiendo que comenzaba a enojarse.


-     ¿Entonces para qué me contaste? –preguntó interesado, el otro tardó un poco en responder.


-     Yo… simplemente necesitaba hablar con alguien y pensé que tu… bueno, como tu pasaste por algo similar tal vez podrías comprenderme –terminó diciendo en voz baja, mientras desviaba la mirada sintiéndose apenado. Pero la repentina carcajada de su compañero le volver a mirarlo.


-    Ay Camus, por favor, lo que tu hiciste no tiene cómo compararse con lo que yo hice…- señaló entre risas- Lo tuyo fue algo circunstancial y completamente emocional, nadie te guarda rencor, ni siquiera Shura, porque todos entienden lo que te ocurrió… Bueno, todos menos tu querido Escorpión.


-    Mmm… lo haces ver tan simple…


-   Porque es simple. Te encontraste a tu amigo de infancia con quien además tenías una deuda pendiente y la culpa te hizo volverle la espalda a tus compañeros. Puede que no haya sido la mejor decisión, pero nadie puede culparte por querer ayudar a una persona estimada... –indicó con tranquilidad, para luego beber de su copa- y Camus, por muy santos de oro que seamos la única verdad es que seguimos siendo humanos, y los humanos nos guiamos por las emociones, le pese a quien le pese.


Camus guardó silencio y Afrodita le sonrió con amabilidad. El menor no esperaba que su compañero le hablara de manera tan elocuente y menos aún que sus palabras le hicieran sentido. Después de reflexionar nuevamente, llegó a la conclusión de que tal vez el sueco tenía razón y debía dejar de auto castigarse.


-    Y como consejo final –agregó el de Piscis- la mejor forma de sanar el dolor es comenzar a perdonarte a ti mismo, lo demás vendrá solo…


-     ¿Eso fue lo que tú hiciste?


-     No…


-    ¿No?


-    Ajá, porque yo nunca me he sentido culpable ni me he arrepentido de mis actos –las palabras de Afrodita hicieron que Camus lo mirara atónito, causando nuevamente la risa del mayor- te dije que nuestros casos eran diferentes… tu eres buena persona y todos lo saben, incluso el idiot… incluso Milo tiene que saberlo, solo debes ser paciente y esperar a que se le pase el enojo, entonces volverá solo, ya lo verás.


-    ¿Tú crees? –preguntó algo inseguro.


-   Le funcionó a Shura, debería funcionarte a ti también… -dijo encogiéndose de hombros y bebiendo el último trago de su copa.


-   Entonces… trataré de no preocuparme tanto…


-   Eso, y además socializa un poco más con los otros. Mü, Shaka, Aldebarán, Aioria, son tus compañeros de generación y se nota que te estiman, dales la oportunidad de acercarse a ti, te hará bien –finalizó el mayor con una brillante sonrisa, la cual se debía en parte al efecto del vino que comenzaba a hacerse presente.


-   De acuerdo, seguiré tu consejo –aceptó Camus sonriendo de medio lado y terminando el contenido de su copa. Se sentía increíblemente más relajado después de esa conversación.


Ambos se levantaron y dirigieron a la salida luego de que Camus dijera que ya debía irse. El francés pensaba en las palabras de su compañero y consideró seriamente lo de no seguir aislándose del resto. Lo único con que aún se sentía inseguro era el tema de Milo, sabía que el griego podía ser muy obstinado cuando se lo proponía y no lo perdonaría fácilmente. Los santos caminaron lentamente y se detuvieron al llegar a las escaleras.


-    Afrodita… antes de irme quisiera agradecer lo que hiciste por mí esta noche…


-    No es nada, siempre estoy dispuesto a ayudar al desvalido –dijo en un tono que variaba entre la sinceridad y el sarcasmo -Sin embargo, aún te veo preocupado ¿no te convenció mi maravilloso discurso?


-   No es eso… es que no puedo evitar recordar que Milo no me visitó para mi cumpleaños, eso me dio a entender que realmente está molesto conmigo –indicó con algo de pena- es primera vez que ocurre…


-   Los cumpleaños estás sobrevalorados ¿cuál es el interés en celebrar que te vas haciendo viejo?


-   Que pesimista –comentó el Aguador esbozando una sonrisa- ¿tú no celebras los tuyos?


-    No por voluntad propia, solo cuando los dos idiotas que tengo por amigos se ponen pesados…


-   Ya veo… por cierto ¿Cuándo estás de cumpleaños? –esa pregunta le surgió de repente, ya que recordaba que no distaba mucho del suyo.


-  Desde hace unos cuarenta y cinco minutos… -comentó Afrodita como si nada, volviendo a encender un cigarrillo.


-   ¡¡ ¿Qué?!! –exclamó con inusual sorpresa el de Acuario- ¿quieres decir que esta reunión era por tu cumpleaños?


-  Te dije que mis amigos se ponían pesados, acepté que vinieran hoy para que dejaran de molestar… -agregó exhalando el humo hacia el cielo.


-   Vaya, pues… ¿felicidades? –deseó inseguro y el otro volvió a sonreírle.


-  De verdad, eres una ternura –Afrodita le sonreía con tanta amabilidad que Camus comenzó a sentir sus mejillas encendidas.


-   No lo soy –murmuró volteando la vista hacia su templo.


-   ¿Hice que te avergonzaras?


-    No molestes Afrodita.


-   Lo siento, es que eres molestable, pero ya me detendré –señaló intentando sonar sincero- Bien, creo que iré a dormir…


-   Claro, buenas noches –se despidió Camus con intenciones de irse, pero vio que Afrodita se le acercaba y quedó paralizado en su lugar. El mayor depositó un suave beso en su mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios.


-    Buenas noches –susurró junto al oído, para luego dar media vuelta e ingresar a su Templo. Camus lo observó sin pestañar hasta que se perdió en la oscuridad.


El Santo de Acuario no sabe cuánto tiempo estuvo sin moverse de la entrada de Piscis. Cuando volvió en si emprendió el regreso a su templo lo más rápido que pudo. Se sentía completamente acalorado, su corazón palpitando a mil por hora y la respiración agitada… ¿Cómo un simple beso en la mejilla lo había dejado en ese estado? No lo comprendía, pero el cosquilleo era innegable. Afrodita le hacía honor a su nombre, no había duda de eso.


Una vez en casa Camus se dirigió directamente a su habitación, ni siquiera se fijó si Hyoga seguía despierto o si Shun aún estaba ahí. Fue al baño para mojarse la cara e intentar normalizar su respiración… “vaya noche” pensó finalmente, sintiendo que el cansancio comenzaba a ganarle. Afortunadamente, el siguiente día lo tenían libre, así que podía quedarse en Acuario a reflexionar sobre los acontecimientos recientes todo el tiempo que quisiera.


Tal y como había planeado, el día lo pasó en su templo, necesitaba estar solo y pensar en muchas cosas. Su mente divagó entre Milo, sus compañeros, discípulos, Surt, sus miedos e inseguridades, el cómo acabar con la culpa, y al final de todo… Afrodita. El muy maldito lo había tenido pensando en él buena parte del tiempo y no sabía por qué, es decir, la gratitud por haberlo consolado y aconsejado estaban ahí, pero había algo más, aquel contacto fugaz de sus suaves labios lo hacía palparse constantemente el lugar del beso y sentía como el calor y el cosquilleo volvían cada vez que pensaba en él. Eso tenía que deberse a su inexperiencia en temas de relaciones afectivas, era la explicación más lógica.


Tras muchas horas de reflexión, al final de la jornada llegó a dos conclusiones: Primero, dejaría que Milo estuviera enojado cuánto quisiera, él esperaba que no tardara demasiado, porque vaya que lo extrañaba, pero confiaría en que su sentido común lo haría volver a retomar su amistad. En segundo lugar, trabajaría en la culpa para que no le siguiera impidiendo acercarse a los demás, ampliar su círculo de relaciones podría ayudarlo con su estado de ánimo y realmente lo necesitaba. Hasta ahí estaba todo bien… ahora respecto a Afrodita, no tenía idea de cómo tratarlo. Después de lo ocurrido el día anterior no podían volver a su relación de simple cordialidad, y siendo sincero consigo mismo, él no deseaba eso. El sueco lo había comprendido mejor de lo que esperaba, se había sentido demasiado bien hablar con él y quería intentar cultivar esa incipiente relación. Por más que intentó no pudo decidir la manera en que abordaría al pisciano… “tendré que improvisar” pensó finalmente, yendo a descansar con sus objetivos bien definidos.


Por algún designio de la mala suerte, despertó sobresaltado dándose cuenta de que se había quedado dormido. Fue a la cocina a beber algo de agua y vio una nota de Hyoga, la cual decía “Maestro: vamos por el día a pasear a Atenas, le dejé el desayuno”, Camus lo agradeció, pero no tenía tiempo para comer. Corrió lo más rápido que pudo a través de los templos, notando que todos se encontraban vacíos… “maldita sea, ojalá Saga esté de buen humor” pensó rogando al cielo, porque cuando el gemelo amanecía de malas no aguantaba que llegaran ni un minuto tarde.


Su carrera se detuvo en el cuarto templo, cuando escuchó un par de voces al entrar. Impulsado por algo desconocido, el francés se acercó con cautela hasta que reconoció que eran Death Mask y Afrodita. Ambos se encontraban sentados a la salida de Cáncer, viendo hacia el tercer templo.


-       Debes dejar ir a Helena, te estás haciendo daño al aferrarte a su recuerdo… -escuchó decir al de Piscis.


-      Lo sé Afrodita, incluso arruiné la celebración de tu cumpleaños, ni siquiera llegué a la media noche para felicitarte –respondía el otro con amargura- Pero es difícil, te juro que lo he intentado pero… no lo sé, ella sigue ahí y no puedo quitarla de mi cabeza.


-      ¿Tanto la querías?


-      No es eso… es decir, le tomé cariño. Pensé que ayudándola podría redimirme un poco por mis crímenes del pasado, pero al final no pude hacer nada y eso aún me pesa…


-     Debes ir paso a paso, con el tiempo ya no te dolerá… pero por favor, deja la culpa a un lado, sino terminaré sintiéndome mal yo por no haber llegado a tiempo para salvarla -Afrodita apoyó su mano en el hombro del italiano, intentando darle ánimos- En fin, mejor vámonos antes de que Saga nos mande a dar cien vueltas al Coliseo por llegar tarde…


-    Ja, eso y más… de todo modos ya está acostumbrado a que nos retrasemos, sería una lástima romper con la tradición –dijo el de Cáncer sonriendo de medio lado, parecía que su angustia había disminuido.


Camus observó como ambos de ponían de pie y comenzaban el descenso. Esperó a que se alejaran antes de tomar la misma dirección. Mientras caminaba en aquella inusual calurosa mañana, fue pensando en lo que había visto y oído. Afrodita era un buen amigo, no había dudas de eso… en el último tiempo había sido testigo de esa faceta que distaba mucho del asesino despiadado que conoció durante el reinado de Arles. Él deseaba saber más, porque presentía que recién acababa de ver la superficie de lo que era en realidad el Santo de Piscis. Definitivamente, volver a la cordial indiferencia no era una opción.


Tal como pensó, fue el último en llegar al Coliseo, pero el entrenamiento aún no comenzaba. Saga y Aioros se encontraban definiendo las parejas. El gemelo frunció el ceño al verlo y sus compañeros le dedicaron miradas sorprendidas, pero él los ignoró y buscó a Afrodita quien parecía completamente indiferente a todo, “ojalá yo pudiera ser así” pensó aguantando un suspiro. Al final, designaron a Mü como su pareja y vio que Milo quedaba con el pisciano, por algún motivo aquello no le gustó.


Camus respiró profundamente antes de iniciar, decidido a dejar su negatividad a un lado. Su compañero le sonrió amablemente y pronto comenzaron con el intercambio de golpes. Ese día se distrajo en más de alguna ocasión para mirar a Afrodita y Milo, en una de esas Mü logró hacerle una barrida que lo tiró de espalda al suelo.


-          Buen entrenamiento –comentó el carnero ayudándolo a ponerse de pie.


-         Si, gracias –respondió en un murmullo, intentando ocultar su orgullo herido.


-        ¿Estás bien? –la pregunta de Mü lo tomó por sorpresa, más aún al ver que fruncía levemente el ceño.


-         Claro


-        ¿De verdad? No te ves muy bien –indagó con aire preocupado.


-        ¿Por qué lo dices?


-        Hace tiempo que te noto extraño y yo… había querido preguntarte antes, pero no deseaba parecer entrometido –Mü lo miraba con seriedad mientras hablaba, cosa que extrañó a Camus.


-        No me pasa nada Mü, de verdad… solo tengo que resolver algunas cosas conmigo mismo.


-     De acuerdo, pero solo para que sepas, las puertas Aries siempre estarán abiertas para ti –dijo el lemuriano suavizando su expresión. Camus vio la sinceridad en ojos de su compañero y se sintió agradecido, al parecer Afrodita tenía razón y no debía dejar que la culpa lo alejara de los demás.


-       Gracias Mü –fue lo que respondió al de Aries y este le sonrió. Pensó que eso era el inicio de algo.


“¡¡MILO!!” el grito de Saga llamó la atención del primer y onceavo guardián. Lo que ocurrió después fue tan rápido que nadie alcanzó a reaccionar a tiempo. En tan solo un segundo, observaron como Milo elevaba su cosmos para convocar a Antares y se lanzaba contra un desprevenido Afrodita, quien en ese momento le daba la espalda. El pisciano alcanzó a darse cuenta y se volvió con la intención de defenderse, pero no fue lo suficientemente rápido y recibió cínico agujas en el cuerpo, haciéndolo caer con gran dolor. En ese momento llegaron Saga y Aioros para interponerse entre ambos. El gemelo se encargó de Milo y Aioros fue a revisar a Afrodita, quien seguía de rodillas en el suelo.


-       ¿Estás bien Afrodita? –fue la pregunta de Aioros, dicha con evidente preocupación.


Haciendo gala de su carácter, Afrodita no se molestó en responder, estaba tan furioso que apartó al castaño de un empujón y a pesar del dolor se levantó de un salto convocando a sus rosas sangrientas para arrojarlas contra Milo, las cuales hubiesen acertado de no ser porque Saga las desvió. Por fortuna, los reflejos del arquero eran buenos y alcanzó a detener al sueco antes de que lazara su segundo ataque, sujetándolo por detrás en un fuerte “abrazo de oso”.


-       ¡¡Cálmate Piscis!! Te vas lastimar aún más -pedía inútilmente el noveno guardián.


-       ¡¡Suéltame!! –gritaba el menor fuera de sí, intentando liberarse.


-       ¡¡SUFICIENTE!! –ordenó Saga, ya cansado de la situación. Los miró a ambos severamente- ¿Qué les pasa a ustedes dos? ¿cómo se les ocurre atacarse así en un entrenamiento cuerpo a cuerpo? ¿acaso quieren matarse?


-     ¡¡Él empezó!! –replicó el Escorpión ganándose una mirada ofendida por parte del sueco, quien aún era sujetado por Aioros.


-     No me interesa quien comenzó, ambos serán reprendidos –señaló Saga, sin dar espacio a réplicas- Afrodita, ve a que te atiendan. Los espero a los dos dentro de una hora en el templo principal, le darán sus explicaciones al Patriarca ¿entendido?


-      Entendido –respondieron al unísono.


-     Bien, y los demás, el entrenamiento terminó regresen a sus templos –la orden final de Saga fue acompañada por una de sus famosas miradas que hielan la sangre, por lo que todos prefirieron obedecer en silencio, retirándose del lugar.


El arquero soltó al peli celeste e hizo ademán de ayudarlo, pero este se alejó rápidamente intentando no cojear, algo difícil considerando que tres agujas le habían llegado en la misma pierna. Afrodita fue rápidamente seguido por Death Mask y Shura, quienes dedicaron una mirada fulminante al Escorpión antes de partir. Mientras, Camus no sabía si hacer lo mismo o ir con Milo, al final optó por lo segundo.


-       ¿Por qué lo atacaste? –escuchó preguntar a Saga, una vez estuvo cerca de ellos.


-       No es asunto tuyo Saga…


-      Claro que lo es, lo atacaste a traición, eso es algo muy bajo y quiero saber el motivo –el gemelo se veía cada vez más molesto.


-      Es personal… -respondió Milo cruzándose de brazos y desviando la mirada.


-     Como quieras, a ver si a Shion le das la misma respuesta. Te veo en una hora –con esas palabras el mayor dio media vuelta y salió del lugar junto con Aioros. Entonces Camus se acercó tímidamente a él.


-      ¿Cómo estás Milo?


-      Y a ti que te importa –fue la ruda respuesta del griego, pero Camus no se dejó amilanar.


-     Si no me importara no preguntaría… - señaló amablemente, procurando ser cuidadoso con sus palabras.


-     Lo único que te puedo decir Camus, es que deberías escoger mejor a tus nuevas amistades… -tras decir aquello Milo comenzó a caminar hacia la salida del Coliseo, dejando al de Acuario solo y sin entender a qué se refería.


Volvió confundido y preocupado a su templo, la pelea entre Milo y Afrodita le había dejado un sabor amargo en la boca. Era bastante serio que en estos tiempos dos compañeros se atacaran de esa forma, es decir, su amigo lanzando sus agujas a traición y el otro devolviéndole rosas sangrientas. Camus sabía que el pisciano solo usaba esa técnica cuando iba directo a matar ¿qué lo habría impulsado a reaccionar así?... al final decidió que la única forma de estar seguro era preguntando a los involucrados, por lo tanto esperaría a que hablaran con el Patriarca para interrogar a cada uno.


Pasada una hora, Camus ya se había duchado y desayunado algo liviano. En ese momento se encontraba leyendo un libro en las escaleras con vista a Piscis, en espera de que Milo descendiera. No pasó mucho tiempo para que divisara su figura desde la salida del doceavo templo. El griego hizo ademán de ignorarlo y pasar de largo, pero lo detuvo a tiempo.


-       ¿Cómo te fue con el Patriarca? –preguntó en voz alta sin despegar la vista de su libro,  intentando parecer casual. Para su sorpresa, Milo se detuvo y le respondió.


-          Pudo ser peor –dijo en un susurro.


-          Me alegro… si necesitas algo, estoy aquí -comentó el aguador, manteniendo su tono.


-          Gracias… -fue la respuesta del Escorpión antes de continuar su camino.


Camus quedó completamente sorprendido con aquel pequeño intercambio de palabras. Por primera vez desde que Milo lo mandó al demonio, este no le hablaba con hostilidad. Esbozó una pequeña sonrisa, pensando en que quizás había esperanza para ellos.


Ya que había hablado con su amigo, ahora faltaba ir a ver a Afrodita. Se preparó mentalmente para dirigirse al último templo, intentando que los nervios no se apoderaran de él. Cuando llegó a su destino, el pisciano despedía a sus amigos junto a las escaleras, estos le dieron un rápido saludo y pasaron junto a él, mientras Afrodita se cruzó de brazos y mirándolo con seriedad esperó a que llegara a su lado.


-        ¿Vas donde Shion? –preguntó el sueco penas tuvo al menor frente a él.


-         Vine a verte a ti… -Camus respondió algo inseguro. Su compañero se veía diferente, algo distante- ¿Cómo te sientes?


-         Bastante mejor, tu amigo no pega tan fuerte como cree


-         Ya veo… ¿Puedo pasar?


-         Seguro, vamos adentro.


Tras la invitación del mayor, ambos se dirigieron al jardín. Tomaron asiento en la mesa que habían utilizado un par de días antes para festejar el cumpleaños de Afrodita. El peli celeste le ofreció un té y el galo aceptó.


-       Entonces ¿qué necesitas? –preguntó el anfitrión después de un rato. Camus quiso ir directo al grano.


-        ¿Por qué se pelearon Milo y tú?


-        Algo sin importancia…


-        No creo que sea algo sin importancia si estaban dispuestos a matarse… -señaló duramente, no podía dejar que el otro se tomara tan a la ligera lo que había pasado.


-       Bueno, ocurrió porque tu amigo no soporta que le expongan algunas cosas a la cara… y eso es todo lo que diré al respecto…


-        Eso no me explica nada…


-      Mala suerte, ya dije que no hablaré más, quiero olvidar lo que pasó… -ahora Afrodita también parecía un tanto molesto.


-        Afrodita, le lanzaste cinco rosas sangrientas ¿te das cuenta de la gravedad de eso?


-       Si Camus, entre Saga y el Patriarca me lo repitieron como treinta veces…


-       ¿Y lo dices tan desinteresadamente? ¡¡pudiste matarlo!!


-       Te recuerdo que él me atacó primero –se defendió el mayor elevando un poco el volumen de su voz.


-        No hay comparación, las cinco agujas no te matan, pero cinco de tus rosas blancas sí… -reclamó sin poder creer la actitud del sueco.


-      No hubiese sido mucha pérdida –comentó con ironía, encogiéndose de hombros. Pero a  Camus no le hizo gracia el comentario y terminó golpeando la mesa con las palmas de sus manos, mientras se ponía de pie para observar fijamente al pisciano.


-      Es increíble que lo digas como si nada ¿alguna vez mides las consecuencias de tus actos Afrodita?


-     Problema mío… -dijo el otro, con el rostro aún inmutable, viéndolo como si no le importara nada de lo que dijera. Esto enfureció aún más al francés.


-      Al final no has cambiado nada ¿verdad? ¡¡sigues siendo el mismo maldito traidor que nos mintió a todos!! –las duras palabas salieron sin pensar, pero Afrodita no reaccionó, continuó viéndolo indiferente- ¡¡Dime algo maldición!!


Afrodita se levantó lentamente, rodeó la mesa con tranquilidad hasta quedar frente al Aguador. Camus lo vio con desconfianza, manteniendo el ceño fruncido y procurando poner algo de distancia entre ellos. El pisciano lo miró con intensidad, sus cristalinos ojos parecían inspeccionarlo con dureza.


-     Y al final, tú sigues siendo el mismo mocoso llorón que llegó de Francia, incapaz de ver más allá de su nariz –la voz sedosa y calma de Afrodita hizo que Camus sintiera una leve opresión en el pecho.


-   ¡¡ ¿y que quieres que vea?!! ¿Qué estuviste dispuesto a matar a un compañero por alguna estupidez? –reclamó acercándose un paso. Afrodita y él eran de la misma altura, por lo que se irguió al máximo para tratar de imponerse sobre el mayor.


-   Si, ahora me doy cuenta de que fue una estupidez… ya conoces la salida –dijo dando media vuelta, pero Camus no lo dejaría ir tan fácilmente. Lo detuvo tomándolo por el hombro y girándolo bruscamente para que volviera a mirarlo.


-     Aún no hemos terminado Afrodita… -señaló con la mayor seriedad que pudo. El sueco pareció no tomarlo bien, porque su mirada se endureció aún más, haciendo que se estremeciera un poco.


-    ¿Quieres darme órdenes en mi propio templo Acuario? –dijo en un susurro nada amigable.


-      No, yo…


-     Ya conoces la salida –volvió a repetir, retomando su camino para alejarse del galo. Esta vez no se atrevió a detenerlo.


Camus regresó a su templo sintiéndose completamente derrotado. La conversación con Afrodita había resultado un completo desastre. Iba tan concentrado en sus pensamientos que no notó que alguien lo esperaba en el centro de Acuario.


-       Hola Camus –el aludido reconoció enseguida esa voz y levantó la cabeza sorprendido.


-      ¿Milo? –su amigo estaba apoyado en un pilar, con las manos en los bolsillos y se veía bastante nervioso.


-      ¿Puedo pasar? –pregunto viendo hacia un lado.


-       Claro, pasa por favor.


Ambos ingresaron en silencio, situándose en la sala. Milo se sentó en el sofá que acostumbraba a ocupar cuando visitaba a su amigo, Camus sonrió ante eso.


-        Iré por café…


-        Lo siento Camus… -la disculpa de su amigo lo tomó desprevenido, tanto que creyó haber escuchado mal.


-        ¿Cómo dices? –preguntó despacio, el otro suspiró viéndose apenado.


-        Dije que lo siento, me he portado como un imbécil contigo… -reconoció viéndolo a los ojos. Camus se acercó y se sentó junto a él, esperando a que continuara- Estaba dolido por lo ocurrido en Asgard y no supe cómo llevarlo…


-           Milo…


-           En lugar de hablar preferí alejarte, fui un cobarde, lo sé –dijo esbozando una sonrisa triste.


-           Tenías derecho a estar enojado…


-          Tal vez, pero no tenía derecho a tratarte como lo hice y lo lamento –volvió a disculparse- No sabes cuanta falta me has hecho amigo…


-       Igual aquí –agregó el de Acuario, comenzando a emocionarse- y no te preocupes, te perdono. Nada me haría más feliz que recuperar tu amistad Milo.


-        Nunca la perdiste…


Camus sintió que le sacaban un peso de encima. Ambos amigos se sonrieron y se dieron un rápido abrazo para sellar su reconciliación. Finalmente terminaron compartiendo un café amargo, como en los viejos tiempos.


-    Oye Camus, cambiando de tema ¿sabes si Afrodita está en su templo? –la repentina e inesperada pregunta descolocó al de Acuario.


-      ¿Afrodita?... no pensarás seguir peleando con él ¿verdad? –preguntó con algo de temor.


-      ¡No! –se apresuró en responder el heleno- Al contrario, necesito disculparme.


-      ¿Qué? –Camus quedó sin palabras- ¿Qué te hizo cambiar de opinión?


-      El darme cuenta de mis errores… -respondió para luego rascarse la nuca antes de continuar- Mü pasó a verme hace un rato, cuando volví de hablar con el Patriarca. Quería hablar sobre ti y…


-        ¿Y?


-       Y me contó que Afrodita había pasado a verlo ayer y le había dicho directamente que dejara de esperar a que te acercaras a él, que si le importaba tu amistad debía dar el primer paso…


-       ¿Afrodita hizo eso?


-       Si… y Mü me dijo que hasta ese entonces no sabía que te sentías culpable por lo de Asgard y que ese era el motivo de tu alejamiento… entonces vino a hablar conmigo para preguntarme directamente si esa era la razón de nuestra pelea, y se enojó bastante cuando le dije que sí –Milo hablaba con cierto avergonzado.


-      ¿Por eso viniste a disculparte ahora?


-      Si y no… la visita de Mü me sirvió para terminar de entender que yo estaba equivocado, pero quien me abrió los ojos fue Afrodita… -contó con seriedad y cierta molestia en su voz.


-      Milo, ahora sí que no entiendo nada –comentó el de Acuario y su amigo prosiguió.


-    La razón por la que lo ataqué fue porque aprovechó nuestro entrenamiento para soltarme unas cuantas verdades. Básicamente me dio a entender que yo era un mocoso caprichoso y egoísta, y que parara con el berrinche de Asgard o te iba a perder para siempre –relató pausadamente- entonces reaccioné de la peor manera, ya que no me gusta recibir sermones, pero sobre todo porque era cierto lo que decía y yo no quería reconocerlo…


Un largo y pausado silencio se formó en la sala de Acuario tras la confesión del Milo. Camus se encontraba entre sorprendido, enojado y aliviado… “ahora me doy cuenta de que fue una estupidez” esas palabras de Afrodita comenzaron a cobrar sentido. Al final, el pisciano había intercedido por él para que se acercara a Mü y reconciliara con Milo, jamás hubiese esperado algo como eso… “y yo lo traté de maldito traidor” pensó afligido el de Acuario, y al parecer sus sentimientos se vieron reflejaron, porque su amigo lo miró con preocupación.


-          ¿Ocurre algo Camus?


-      No, eso solo que… creo que también le debo una disculpa a Afrodita… -dijo mirando fijamente a su amigo- Vamos los dos.


Con seriedad y determinación, Camus incitó a su amigo para que fueran juntos a Piscis e hicieran las paces con su guardián. Ninguno quiso reconocer lo inquieto que se encontraba en ese momento, pues cabía la posibilidad de que Afrodita los echara a punta de rosas apenas los viera.


-        Bien, aquí estamos ¿crees que salga? –preguntó Milo, con algo de inseguridad.


-       Habrá que intentarlo –respondió en el mismo tono, y los dos elevaron su cosmos llamando a su compañero.


Para sorpresa de ambos, no tuvieron que esperar mucho antes de que Afrodita se hiciera presente. El sueco apareció desde su jardín, caminando a paso firme y elegante como acostumbraba a hacer. Sin embargo, su mirada no era muy amigable, más bien reflejaba desconfianza. Se detuvo a una distancia prudente y los dos menores notaron que tenía alzada su defensa, al parecer esperaba un ataque sorpresa o algo similar.


-        ¿En qué puedo ayudarlos? –preguntó con voz gélida. Camus iba a responder pero Milo se le adelantó.


-        Relájate, no vine a seguir la pelea sino a disculparme contigo, tenías razón en todo lo que dijiste y yo me enfadé, por eso lo lamento mucho… -dijo sin rodeos


-        Descuida, yo también actué mal, estamos a mano -respondió sin cambiar su expresión.


-     Y bueno, hablé con Camus y logramos entendernos… -agregó con algo de nerviosismo frente a la falta de reacción del mayor.


-        Me alegro, ¿algo más? –indagó alzando un poco las cejas, pero sin mostrar real interés.


-       No, creo que eso es todo… ya nos vamos –dijo dando media vuelta, pero se detuvo al ver que su amigo no se movía de su sitio- ¿Camus?


-      Adelántate Milo, yo te alcanzo luego –indicó el galo, mirando fijamente al guardián de Piscis. El griego observó a alternadamente a los dos y presintió que estaba sobrando en ese lugar.


-      De acuerdo, estaré en mi templo. Te veo después –se despidió e inició la marcha sin esperar respuesta.


Con la partida de Milo, Camus y Afrodita quedaron solos en medio del templo de Piscis. Ninguno dijo nada, el galo no sabía cómo iniciar una conversación pacífica con el bello hombre frente a él, ya que la última vez lo había arruinado. Y aunque no conocía demasiado al sueco, sabía que se caracterizaba por ser sumamente orgulloso, a veces también rencoroso.


-    ¿Vas a decir algo o piensas quedarte ahí mirándome todo el día? –fue la manera en que el mayor “amablemente” dio inicio a la conversación. Sin embargo, Camus no se dejó intimidar.


-      Creo que también te debo una disculpa, te traté muy mal hace un rato… yo no sabía lo que habías hecho por mí y hablé sin pensar…


-     No te preocupes, ya está olvidado –dijo el de Piscis. Sin embargo, su tono y expresión seguían siendo poco amigables- Ahora si me disculpas, estaba en medio de algo.


-      Vamos Afrodita ¿no vas a escucharme siquiera?


-     Para qué, ya sé lo que dirás. Milo fue a reconciliarse contigo y te contó todo lo que pasó, por eso sentiste la obligación de venir a disculparte –dijo con voz aburrida- Y ya que lo hiciste, no veo el sentido en que sigamos hablando.


-     Cometí un error, pero no quiero que eso termine con nuestra relación… -Camus se sinceró y por primera vez en ese rato Afrodita mostró una emoción, siendo la sorpresa lo que se reflejó en su rostro.


-     ¿Cuál relación? Si hasta hace dos días apenas hablábamos…


-     Pero eso puede cambiar… mejor dicho, quiero que cambie…


-     ¿Por qué? –preguntó desconfiado.


-     Por esto… -en esta ocasión fue Camus quien se acercó al mayor y le depositó un beso en la comisura de sus labios. Cuando se separaron notó que Afrodita lo miraba extrañado.


-     ¿Qué significa eso?


-     Lo que tú quieras que signifique, siempre que no implique volver a ser extraños. Deseo acercarme a ti, eso es todo… -confesó con algo de timidez y el otro lo observó detenidamente, como tratando de analizarlo. Finalmente, el mayor suspiró.


-      Hay una nueva pastelería en Rodorio la cual tengo ganas de visitar, pero Death Mask y Shura no gustan de las cosas dulces, ¿sabes de alguien que pueda acompañarme? –preguntó con toda intención, esbozando una pequeña sonrisa de reconciliación.


-      Me encantaría… quiero decir, si te hace feliz, vamos… -accedió de inmediato el de Acuario.


-      Esa es la actitud -dijo para ir por algo de dinero y en seguida arrastró a Camus con él.


-     Por cierto Afrodita… de entre todos ¿porqué fuiste a hablar con Mü? –preguntó con genuino interés mientras iban bajando las escaleras.


-     Porque de todos tus amiguitos es con quien más me he relacionado… y porque aún se siente culpable de habernos de vuelto a Death Mask y a mí al inframundo sin molestarse en averiguar la verdad… -agregó riendo con sorna.


-     ¿Quieres decir que te aprovechaste de eso para hacerlo sentir mal? –preguntó asombrado.


-    ¿Me crees capaz de hacer algo así? –dijo fingiendo inocencia e indignación. Camus solo pudo volver a sonreír ante esto. Así era Afrodita después de todo.


-     Mejor no responderé a esa pregunta… por cierto, aún te debo el regalo de cumpleaños, así que te consentiré en lo que quieras solo por hoy… -comentó como si nada, intentando ocultar el leve sonrojo que estaba sintiendo. El sueco lo miró detenidamente antes de hablar.


-     Camus…


-     ¿Sí?


-    Eres una ternura –dijo finalmente entre risas, cambiando completamente su expresión. El Aguador le devolvió la sonrisa.


Camus pensó que ese día que había comenzado de la peor manera iba a terminar siendo uno de los mejores de su nueva vida, y en gran parte se lo debía al hombre que caminaba junto a él. Afrodita lo había consolado, escuchado y aconsejado a pesar de no ser amigos, y no conforme con eso habló con sus cercanos para ayudarlo a salir del agujero en que él mismo se había introducido. El sueco decía que él era una ternura, pero para el guardián de Acuario sin duda Piscis representaba eso y más. Fuera como fuera, lo que había hecho por él jamás lo iba a olvidar.


Fin

Notas finales:

Así termina la historia número dos. Fue bastante más liviana, pero no me pude imaginar algo super intenso entre esos dos, se me hace que irían mucho más despacio, más por la personalidad de Camus que otra cosa.

Bueno, nos vemos la próxima semana con la historia número 3.


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