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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 11:

Enfrentar

 

Hace mucho tiempo aprendí que para curar mis heridas necesitaba tener el valor de enfrentarlas.

(Paulo Coelho)

 

 

 

Era curioso, pensó Kuroko, como, sin apenas uno darse cuenta, las cosas que importaban en la vida iban cambiando; a veces de manera tan lenta que difícilmente podías percatarte de cuando esa transformación ocurría y otras de forma tan abrupta que parecían un simple pestañeo del cual, tras abrir los ojos, veías como todo tu mundo era completamente diferente. Y en ese momento, sentado en el parque cercano a su casa junto a Aomine que se encontraba a su lado, llegó a la conclusión de que en su caso fue una mezcla de ambas cosas: una agonía de años que le resultó tan larga como dolorosa, seguida de un cambio tan breve y sutil como el aleteo de una mariposa que, no obstante, cambió su vida por completo para mejor.

En la silenciosa quietud que los rodeaba, podía notar perfectamente el nerviosismo del chico que se encontraba junto a él. Los azules ojos de Aomine, de un tono casi negro en la leve penumbra de las últimas horas del atardecer, estaban clavados en el suelo, como si no quisiera, o pudiera, mirarle directamente a la cara. Sintiéndose un poco ansioso, Kuroko comenzó a rebuscar en su cabeza algo que decir, algo que pudiera ayudar a que aquella conversación fuese más fácil; algo que rompiera el hielo lo suficiente para no hacerlos sentir aquella violenta incomodidad que parecía haberse apoderado de ambos una vez llegaron allí.

Nuevamente como dos desconocidos, pensó.

—Golpeaste a Kagami-kun —le soltó de pronto a Aomine con absoluta seriedad, logrando que el chico levantará la cabeza y lo mirara con evidente sorpresa, seguramente sin poder creerse que aquella recriminación fuese lo primero que le dijera.

—¡Debo decir en mi defensa que fue él quien me golpeó primero! —se justificó Aomine, indignado—. ¡Yo solo lo invité a jugar baloncesto y el muy bastardo…! —Cerró la boca abruptamente y, tragándose lo que iba a decir en contra del otro chico, lo miró con cierta aprensión—. Estás enfadado conmigo, Tetsu.

—No realmente —confesó con sinceridad Kuroko—. Ya he asumido que ambos son unos completos idiotas y no me sorprende lo que hagan; aun así, me alegra saber que fue Kagami-kun quien golpeó más. Creo que incluso me siento un poco orgulloso de él.

—Por Dios, Tetsu —le dijo Aomine con tono resignado ante su respuesta. Se cubrió el rostro con una mano y comenzó a reírse con ganas durante casi un minuto antes de calmarse lo suficiente para volver a hablar—: A veces pienso que eres despiadado.

Una inevitable sonrisa se formó en sus labios al oír aquel tonto comentario. A pesar de todo por lo que habían pasado, bueno y malo; a pesar de lo diferentes que eran y del hecho de que casi nunca estaban de acuerdo en nada; a pesar de su corazón roto y del miedo que todavía sentía al ser honesto y arriesgarse, Kuroko comprendía que Aomine seguía siendo alguien de gran importancia en su vida. No del modo que lo fue años atrás, donde él hubiera hecho lo que fuese por ayudarle o verle feliz, sino que de una manera más tranquila y apacible. Un sentimiento templado por el tiempo que lentamente fue convirtiéndose en algo más amable y mucho menos rencoroso.

Con un movimiento de rápida fluidez que lo sobresaltó un poco, Aomine se puso de pie y, casi como una gran bestia enjaulada, caminó de un lado a otro unos cuantos pasos bajo su atenta mirada. Su nerviosismo inicial parecía haber dado paso a una ansiedad creciente, y Kuroko no pudo evitar preguntarse de que habrían hablado exactamente este y Kagami para que sus despreocupadas emociones parecieran tan alteradas.

Estaba a punto de abrir la boca para decirle a su amigo que tal vez podrían dejar aquella plática para un día que se encontrara más tranquilo, cuando, sorpresivamente, Aomine se inclinó ante él en una reverencia formal. Kuroko lo miró alarmado.

—Tetsu, en verdad lo siento muchísimo —le dijo este con genuino arrepentimiento.

—¿Aomine-kun? Yo… realmente no estoy enfadado porque te pelearas con Kagami-kun. Bueno, sí que me molesté bastante, pero sé que fue Kagami-kun quien comenzó el altercado porque me lo confesó; así que no tienes que preocuparte po-

—¡Demonios, Tetsu! ¡Sabes que no es por eso! ¡Me disculpo por lo que pasó hace dos años! —le dijo, interrumpiendo con brusquedad su explicación. Sus oscuros pómulos parecían todavía más oscuros a causa del violento sonrojo que los teñía—. Cuando tú… Cuando dijiste que yo te gustaba —continuó Aomine en apenas un murmullo.

A pesar de que una parte de él estaba mentalmente preparada para ello cuando él chico se lo comentó frente a su casa, Kuroko notó, con cierto asombro, la sensación de miedo que lo embargó al oír sus palabras. Fue casi como un golpe: un dolor en la boca del estómago que comenzó a expandirse del mismo modo que un malestar físico por el resto de su cuerpo. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior para no gritar. Hubiera dado lo que fuese por poder salir corriendo de allí y ocultarse lejos de los ojos de Aomine que seguían clavados en él. Todo lo que había hablado con Kagami desde el día anterior estaba todavía demasiado reciente en su cabeza y por ello las emociones de algún modo seguían bastante exacerbadas. Debería ser valiente, Kuroko lo sabía, pero costaba, y daba miedo… y dolía.

«Pero vamos a estar juntos. Ya no es algo que debas enfrentar tú solo».

El recuerdo de las palabras que Kagami le dijo aquella tarde se colaron en su cabeza como un bálsamo calmante. Su novio tenía razón, se recordó; no estaba solo, nunca más lo estaría. Podía enfadarse o llorar, sentirse traicionado y maldecir a Aomine hasta que se sintiera satisfecho, porque pasara lo que pasase, Kagami estaría a su lado, oiría lo que tuviera que decir con su paciencia habitual y sería su apoyo si lo necesitaba.

Kuroko respiró profundo un par de veces, dejando que el aire que llenaba poco a poco sus pulmones fuera apaciguando el bullente tronar de la sangre en sus oídos y el desenfrenado latido de su pulso. Cuando abrió nuevamente los ojos, se encontró con la visión de Aomine todavía inclinado frente a él, como si esperara su absolución para seguir adelante. No pudo evitar sentir un leve sentimiento de culpa por ello.

—Eso… ya es parte del pasado. No deberías darle mayor importancia de la que en verdad tiene, Aomine-kun —repuso él intentando restarle importancia al asunto.

—Me porté como un imbécil contigo. En ese entonces era bastante idiota —reconoció este. Al ver la mirada cargada de incredulidad que Kuroko le dedicó, Aomine masculló algo que sonó como una retahíla de maldiciones antes de volver a erguirse y continuar—: Sí, sí; sigo siendo un idiota, pero menos que antes.

—Honestamente, no creo que sea mucha la diferencia —replicó él con toda inocencia.

—No te pases, Tetsu —le dijo el chico en tono de advertencia aunque era evidente de que no estaba para nada enfadado, por el contrario, parecía sentirse hasta satisfecho del cariz más desenfadado que estaba tomando aquel encuentro. Era un poco como volver tiempo atrás, cuando las cosas entre ellos eran algo mucho más simple y fácil. Antes de que Aomine comenzara a cambiar a causa de la frustración y él lo estropeara todo con su confesión.

—Creo —comenzó Kuroko un poco dubitativo— que no deberías sentirte culpable por lo que ocurrió con ambos en ese entonces. Yo simplemente te solté aquello sin detenerme a pensar en las consecuencias que podría traer. También fue mi error, Aomine-kun.

—Y lo peor es que nunca lo solucionamos —repuso su amigo—. Las cosas entre nosotros se estropearon más y más hasta el punto en que llegué a pensar que verdaderamente me odiabas… Y una parte de mí realmente deseó que lo hicieras, porque eso habría hecho todo más fácil. —Su expresión, al mirarlo, estaba llena de dolor y remordimiento—. Hay días en que me cuesta creer del todo que me hayas perdonado lo suficiente para que quieras hablarme otra vez; mucho menos para que puedas pensar en mí una vez más como tu amigo, Tetsu.

Kuroko tampoco lo tenía muy claro. Su estancia en Teito fue a la vez uno de los mejores y más amargos momentos de su vida por diversas razones, y en más de una ocasión se creyó incapaz de superar aquello por completo; sin embargo, el tiempo había pasado y suavizó las heridas hasta dejar solo pequeñas cicatrices; pero, fue solo cuando conoció a Kagami que descubrió que junto a él tenía la fuerza necesaria para creer una vez más, perdonar y esperar que las cosas entre todos ellos mejoraran. Y aunque lo suyo con Aomine entraba en una categoría bastante distinta a las diferencias que surgieron entre él y el resto de los miembros del equipo de Teito, también fue gracias a Kagami que Kuroko decidió arriesgarse a querer nuevamente dejando de ocultarse tras el miedo de su amor no correspondido.

—Supongo que hemos crecido y madurado, Aomine-kun. Eso hace que sobrellevar las cosas malas del pasado sea más fácil —le dijo finalmente luego de un largo periodo de silencio.

Su amigo lo miró apenado.

—Recuerdo que ese día me dijiste que… que te gustaba. Y yo pensé… pensé… ¡Oh, demonios, esto es muy difícil! —Frustrado, Aomine se pasó ambas manos por el corto cabello azulado; sus ojos, del mismo color, se clavaron en él llenos de ansiedad—. Nunca he podido entender por qué motivo te gustaba, Tetsu. No coincidíamos en ninguna cosa y siempre estábamos discutiendo. No era bueno en nada aparte del baloncesto y luego ni siquiera en eso podía ser lo que había sido en un comienzo. ¿Por qué me tenías que elegir a ? ¿Por qué no elegiste a alguien más, Tetsu?

—Porque enamorarse de alguien no es algo que se pueda escoger por conveniencia, Aomine-kun —repuso con dureza Kuroko. A pesar de que ya no estaba enamorado de este, el ser nuevamente rechazado seguía siendo tan doloroso e hiriente como en el pasado. Si el chico volvía a decirle alguna estupidez, iba a terminar golpeándolo sin importarle lo maltratado que estuviera después de la paliza dada por Kagami—. Si se pudiera elegir así tan fácil, ¿no crees que hubiera preferido buscar a una chica y así ahorrarme todos estos problemas?

La alarma en los ojos azules de Aomine fue inmediata. Abrió la boca horrorizado, como si fuera el propio Kuroko quien estuviera hablando tonterías.

—¡No, Tetsu! ¡Estás equivocado! —se defendió—. ¡No creas que estoy molesto por lo que tú… sentías! Solo es que en ese tiempo yo estaba hecho un lío y quería arreglar las cosas, no solo por mí, sino que también por ti ya que no deseaba defraudarte, Tetsu. Nunca deseé causarte dolor, eso puedo prometértelo; pero, sé que por mi culpa terminé estropeándolo todo de una manera horrible.

Lentamente, Aomine dio un par de pasos hasta acercarse nuevamente a la banca donde minutos antes estuvo sentado junto a él. Su mirada, un poco directa, un poco avergonzada, le preguntaba sin palabras si le permitiría estar a su lado. Con un leve gesto afirmativo Kuroko le dijo que sí y, casi de inmediato, el chico se dejó caer junto a él, como si llevara un gran peso sobre los hombros. Parecía bastante abatido.

—Aparte de Satsuki —comenzó a decirle el chico con los ojos fijos en el piso—, tú fuiste mi mejor amigo, Tetsu. En verdad me gustaba estar contigo. Al principio me intrigaba y me maravillaba lo mucho que te gustaba el baloncesto y lo que te esforzabas a pesar de que eras tan malo. —En esa ocasión Aomine lo miró y una sombra de sonrisa curvó sus labios ante su gesto de disgusto—. Tienes que reconocer que eras terrible.

—He mejorado —murmuró Kuroko levemente indignado.

—Sí, lo has hecho —reconoció su amigo—, pero no en ese entonces. Eras malo en casi todo, pero lo intentabas y lograste llamar mi atención más que todo el resto. Y luego, cuando Akashi te descubrió y pudiste ingresar al equipo principal, fui realmente muy feliz. —Aomine se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los antebrazos en los muslos y dejando descansar la barbilla sobre sus manos unidas. Tenía la mirada perdida en la distancia, sin embargo, cuando se volvió ligeramente para mirarlo, su expresión estaba llena de una determinación que resultaba hasta cierto punto atemorizante—. ¿Qué era lo que en verdad te gustaba de mí, Tetsu? ¿Cuándo comenzaron a cambiar las cosas entre nosotros? En verdad me gustaría saberlo.

A pesar de ser consciente de que su amor por aquel chico era cosa del pasado, Kuroko no pudo evitar notar que, ante esa pregunta y la atención que Aomine le prestaba, algo pareció encenderse y comenzó a vibrar dentro de él, casi como si estuviera vivo. Sintió el calor subirle a las mejillas a causa de la vergüenza que le provocaba la intensa mirada del chico, como si algún vestigio de su yo del pasado siguiera rezagado en lo más profundo de su interior. No le gustaba para nada aquella incómoda sensación.

—Supongo —comenzó con voz levemente dubitativa— que yo tampoco lo tengo muy claro. —Al ver la expresión de confusión en el rostro de su amigo, Kuroko intentó encontrar las palabras precisas que lograran que este pudiera entenderlo—. Podría decirse que en un principio cuando te conocí te admiraba. Eras un jugador fantástico y sobre todo parecía que en verdad amabas el baloncesto y, bueno, cuando me prestaste atención fue algo casi como un sueño —le dijo—. Estar contigo era a su manera agradable y divertido; en verdad me gustaba la relación que teníamos, hasta que me di cuenta de que yo estaba… Que sentía algo por ti, Aomine-kun. No fue por un motivo en específico; de hecho, cuando lo comprendí ni siquiera fue por algo memorable. Un día simplemente te vi y, mientras platicábamos, entendí que mis sentimientos hacia ti eran mucho más que amistad.

En aquel entonces Kuroko había descubierto, con igual terror y fascinación, el cambio que se había producido en sus emociones. El estar junto a Aomine se fue convirtiendo poco a poco en algo tan dañino como necesario; detestaba la constante sensación de miedo a ser descubierto y el saber que, de cierto modo, le estaba mintiendo; pero, a la vez, su corazón parecía a punto de explotar de pura alegría el tiempo que compartían, ya fuera con el resto de los chicos del equipo o ellos dos solos. Sí, ahora siendo un poco mayor y con una mejor perspectiva de las cosas, Kuroko estaba seguro de que en aquella época, a pesar de todo, fue feliz; por lo menos hasta que Aomine comenzó a cambiar drásticamente y luego él confesó sus sentimientos.

—Nada memorable, ¿eh? —Aomine se cruzó de brazos y, echando la cabeza hacia atrás, miró pensativo al cielo, ya de un azul bastante oscuro y todavía sin ninguna estrella reflejada en él. Dejó escapar un audible suspiro—. Cuando me dijiste lo que sentías, te odié, Tetsu —reconoció—. Pero me odié mucho más a mí mismo.

Kuroko lo miró sorprendido, sintiendo como el escozor producido por su primera confesión de amor se suavizaba un poco tras sus últimas palabras.

—No podías corresponderme y yo lo sabía —repuso a modo de justificación. No estaba dispuesto a permitir que, años después, Aomine volviera a sentir lástima por él—. Ya te he dicho que los sentimientos no son algo que podamos manejar a nuestro antojo, Aomine-kun.

—Lo sé, ahora puedo comprender eso. Pero en ese entonces me detestaba a mí mismo por sentirme responsable —le dijo. Sus ojos volvieron a posarse sobre él—. ¿Hice alguna cosa para que albergaras esperanzas? ¿Dije algo que te diera la idea equivocada de lo que sentía por ti? ¿Qué podía hacer para solucionar todo entre nosotros y que las cosas volvieran a ser como antes? Puse distancia entre ambos y durante semanas me pregunté aquello una y otra vez, esperando encontrar una respuesta. —Dejando escapar una risa por completo carente de humor, Aomine volvió a ponerse de pie y quedar frente a él, con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones en un claro intento de mantener a raya su actitud nerviosa—. Odiaba lo mucho que te había defraudado, Tetsu; no solo como tu amigo sino también cuando me confesaste aquello, porque sabía que para ti fue algo difícil; pero, fui tan cobarde que puse mi enfado y tu miedo como excusas para no tener que confrontarte de verdad, diciéndome que mantener la distancia era lo mejor para los dos. Pero también me equivoqué en eso porque… tú me gustabas, ¿sabes? —Una risa nerviosa volvió a escapar de sus labios y Aomine se removió un poco, como si tuviese frío a pesar de que estaban casi en pleno verano—. Siempre soy lento para comprender todo, lo sabes, y por eso cuando me di cuenta de lo que sentía por ti, ya era demasiado tarde, Tetsu. Acabaste por alejarte de mí, y de todos, de hecho. Fui un maldito idiota —reconoció con pesar—, y cuando quise remediar las cosas entre nosotros, ya estabas en un sitio donde por más que gritara mi voz no podría alcanzarte; además, ya me había convertido en alguien que sabía no podría volver a gustarte jamás.

Como si su corazón hubiera dejado de latir y acallado durante toda aquella confesión, Kuroko sintió con fuerza el retumbe de este contra sus oídos cuando recordó que tenía que seguir respirando. No era capaz de asimilar y mucho menos creer lo que acababa de oír de labios de Aomine: ¿que en aquel entonces él también le gustaba? ¡Imposible! Si aquello era una broma tonta o algún tipo de venganza producto del encuentro que el chico tuvo con Kagami, Kuroko no estaba de humor para participar de ello.

Apenas se acababa de levantar unos centímetros de la banca para ponerse de pie y marcharse, cuando la fuerza de la mano de Aomine sobre su hombro izquierdo lo obligó a volver a sentarse. Kuroko lo miró molesto, a lo que el otro chico solo respondió con una mirada cargada de muda súplica.

—Oe, Tetsu, por lo menos deberías intentar fingir que te tomas en serio lo que te he dicho. Acabas de herir mis sentimientos y mi orgullo.

—No quiero —respondió. Su tono era tan frío como el hielo—. Ahora sí estoy molesto contigo, Aomine-kun. Hemos vuelto a ser amigos, de cierta forma; el remover el pasado es…

Aomine le cubrió la boca con una mano y se cernió sobre él hasta que sus ojos quedaron casi a la misma altura. Parecía completamente serio.

—Lo que te he dicho es la verdad, Tetsu. También me gustabas, pero cometí un error al no darme cuenta de eso antes. No te lo estoy diciendo porque espere algo de esto, te lo prometo; pero, durante meses he deseado que lo supieras y esperaba, siempre sin resultados, que se presentara el momento perfecto para poder reconocértelo.

Kuroko levantó una mano para retirar la del otro chico que seguía sobre su boca y así poder hablar, aunque no hizo ningún intento de apartarse para aumentar la distancia entre ellos. No quería que Aomine pensara que aquello lo afectaba.

—¿Y el que Kagami te golpeara hoy hizo que algo en tu cerebro comenzara a funcionar de manera efectiva?

Su amigo hizo una mueca de dolor, como si su comentario le hubiera dolido; sin embargo, la diversión seguía brillando en sus oscuros ojos azules.

—No, Tetsu. Más bien fue el ver a Kagami intentando asesinarme por ti. Eso me hizo darme cuenta de que ya no tenía nada que perder.

Kuroko lo miró sorprendido, tanto por aquella respuesta como por comprender que, de algún modo, Aomine había sido capaz de deducir que su relación con Kagami no era simple amistad ni compañerismo, sino que era algo mucho más profundo. A pesar de su firme propósito de no demostrar nada, notó como el calor le abrasaba las pálidas mejillas.

Alejándose finalmente un poco, Aomine se acuclilló frente a él hasta quedar a la misma altura. Los rasgos de su rostro ya no lucían el nerviosismo extremo del principio, sino que esta vez parecían mucho más relajados, como si la resignación hubiera templado un poco sus desbordadas emociones.

Kuroko miró con sorpresa cuando su amigo, sin dejar de mirarlo a los ojos, tomó sus manos entre las suyas y las puso entre ambos, casi como una extraña barrera que marcara un límite. Y tal vez así fuera, pensó.

—Tetsu —comenzó a decirle este—, en verdad me siento honrado por lo que sentiste por mí, aunque no lo mereciera. Es algo que voy a atesorar el resto de mi vida. —Kuroko contuvo el aliento. La seriedad con que Aomine le dijo aquellas palabras solo le confirmaba que eran verdad—. Lamento no haber sabido corresponderte como debía, en el momento que tendría que haberlo hecho. Me hubiera gustado haber tenido tu valor y poder reconocer mis sentimientos.

Antes de que siquiera pudiera pensar en qué respuesta coherente debía dar ante aquella extraña e inusual confesión, Kuroko sintió los labios de Aomine posarse sobre los suyos en un breve roce, un contacto tan efímero que casi pareció producto de un sueño. Sorprendido, se echó inmediatamente hacia atrás al mismo tiempo que su amigo se ponía de pie con un lánguido movimiento, mirándolo hacia abajo con una leve sonrisa en los labios mientras se pasaba nerviosamente una mano por la nuca.

—Bueno, Tetsu, yo ya me marcho —le dijo Aomine con toda naturalidad, haciendo caso omiso de su indignado pasmo y mostrándose tan tranquilo como de costumbre—. Nos veremos luego. Dile a Bakagami que la próxima vez que lo vea tendremos un partido de baloncesto y haré que me pague con su humillación lo de hoy. —El chico se despidió con un gesto de la mano antes de encaminarse hacia la salida del parque que daba hacia la calle que lo llevaría hacia la estación más próxima.

Todavía sin poder entender del todo lo que acababa de pasar, Kuroko observó la figura de su amigo que se alejaba con paso lentamente despreocupado. Había visto repetirse aquella misma escena innumerables veces en el pasado, en algunas ocasiones con el corazón henchido de felicidad y otras con la angustia y el miedo oprimiéndole el pecho. Aquel chico había su primer amor, y Kuroko lo atesoró y sufrió por ello; pero en ese instante, viendo lo diferente que era este Aomine del niño que una vez fue, comprendió que él también había cambiado y que, finalmente, podía poner final a aquel episodio de su vida.

Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando al rozarlos con sus dedos comprendió el motivo por el que su amigo lo había besado: poner fin a todo el dolor que los separó durante años y poder así comenzar de nuevo, desde cero.

A toda prisa se puso de pie y salió corriendo tras él, aunque el chico ya iba bastante lejos. Cuando finalmente la distancia entre ellos era casi mínima, Kuroko puso una mano sobre su pecho intentando recobrar fuerzas y calmar sus latidos antes de gritarle, entre jadeos, para llamar su atención:

—¡Aomine-kun! —Sorprendido, su amigo se volvió para mirarlo. Una creciente alarma apareció en sus ojos cuando vio su agitado estado, pero con un gesto de la mano Kuroko lo instó a detenerse, restándole importancia al asunto—. Muchas… gracias —le dijo al tiempo que hacía una reverencia hacia él en señal de respeto y gratitud.

Desde su inclinada posición no vio al chico intentar acercársele, lo que fue un alivio. Al volver a erguirse, se encontró con su azul mirada observándolo con una expresión indescifrable.

—Oe, Tetsu… ¿Eres feliz?

Una leve sonrisa se formó en sus labios ante aquella pregunta y Kuroko asintió con un gesto.

—Lo soy —le dijo a su amigo—. Muchísimo.

—Eso es grandioso —le respondió Aomine y, sin más, volvió a darle la espalda para retomar su marcha a la vez que él tomaba el rumbo contrario para regresar a su hogar.

Minutos más tarde, mientras caminaba, Kuroko se preguntó qué diría Kagami si le hablaba de aquel encuentro y lo que había ocurrido. Seguramente su novio lo escucharía y se alegraría al saber que finalmente pudo solucionar las cosas con Aomine; y todo eso, pensó, era gracias a él. Kagami fue quien desde un principio lo animó a seguir adelante y le dio confianza; incluso, y a pesar de no ser el mejor de los métodos, fue quien «habló» con Aomine en su defensa y de esa manera propició aquella nueva oportunidad de plática para aclarar y cerrar finalmente su historia con este.

Tal y como le dijo a su amigo, desde que Kagami entró en su vida un año atrás, Kuroko realmente era muy feliz. Cuando este se encontraba a su lado, cuando estaban juntos, el mundo parecía tener mil posibilidades, por imposibles que parecieran.

—¡Eh, Nigô! —Kuroko entró a la casa y se agachó en la entrada para acariciar al cachorro que ladraba de felicidad al verlo llegar después de haber pasado casi todo el día fuera—. Yo también me alegro de verte. Kagami-kun te ha extrañado hoy, ¿no es eso algo bueno? —le dijo al tiempo que se descalzaba para ponerse las zapatillas de estar por casa.

Casi de inmediato oyó la voz de su madre llamándolo desde la cocina, donde seguramente estaba ocupada con los últimos preparativos de la cena. Luego de saludarla besándola en la mejilla, sin que se lo pidiera, Kuroko comenzó a acomodar algunas cosas en las fuentes para llevarlas a la mesa ganándose una sonrisa de agradecimiento.

—¿Te lo has pasado bien con Kagami-kun? —le preguntó alegremente su madre mientras se lavaba las manos en el fregadero.

—Sí, ha sido un día divertido.

—Eso está bien —prosiguió ella—. No sabía si vendrías a cenar, ya que la mayoría de las veces te quedas a comer con él cuando vas a su casa. Pero me alegro mucho de que estés aquí, Tetsu, cariño.

Mientras contemplaba la sonrisa cargada de afecto de su madre, Kuroko recordó lo que hablaron esa tarde con Kagami respecto a confesar la verdad de su relación. No era un tema fácil y seguramente surgirían un millón de problemas entre medio, pero, si en verdad querían estar juntos como una pareja, si en realidad querían pensar en ellos con un futuro en común, tenían que comenzar a enfrentar aquello en algún momento, ¿no?

Podía notar el sabor metálico del miedo en la boca, así como los latidos de su corazón acelerándose poco a poco a causa de la tensión creciente que comenzaba a abrumarlo. ¿Qué pensaría su madre del hecho de que le gustaran los chicos? ¿Le seguiría viendo de la misma manera? ¿Podría mostrarse igual de afectuosa con él? ¿Le rechazaría abiertamente? ¿Qué diría su padre? ¿Y su abuela?

Armándose de valor y haciendo algo que no solía hacer muy a menudo desde que dejó de ser un niño, Kuroko abrazó a su madre por la espalda y, aprovechando que ahora ella era más pequeña que él, apoyó la barbilla en su hombro.

Notó la tensión que la embargó ante su inusual muestra de afecto físico, pero ella no se apartó; por el contrario, su madre subió lentamente una mano hacia su cabeza y acarició con delicadeza su cabello, como cuando él era más pequeño y quería reconfortarlo.

—¿Qué ocurre, cariño?

La tierna preocupación que transmitía su voz hizo que algo pareciera quebrarse dentro de él. Kuroko la abrazó más fuerte, temeroso de que después de que confesara la verdad aquel momento quizá no volviera a repetirse nunca más.

Respiró profundamente antes exhalar despacio y decirle de golpe:

—Hay algo que me gustaría contarte, mamá —le dijo bajito; sin embargo, a la escasa distancia que estaban, Kuroko sabía que ella podría oírle sin problemas—. Estoy saliendo con alguien, ¿sabes? Estoy enamorado y esa persona es… Kagami-kun.

Notas finales:

Y finalmente sale este capítulo después de más de un mes. Lamento la demora, pero me ha dado tendinitis, lo que en verdad es un horror tanto por el dolor como por lo inútil que uno se siente y he tenido casi un mes de reposo obligado (ni pc, ni videojuegos, ni violín, ni bordar, etc). Estos días me han levantado el reposo, con moderación, así que he retomado a escribir lo que me faltaba del capítulo y a corregir. Intentaré ir avanzando poco a poco con esta historia y la siguiente, sobre todo porque mientras estaba de inválida lo que más quería hacer era continuar los capítulos y ya tengo las ideas más o menos claras. De hecho, esta historia no debería pasar de los veinte capítulos así que ya va por la segunda mitad.

Espero que les haya gustado el capítulo y de corazón pido disculpas por la demora, pero cuando uno se enferma ya no haya nada que se pueda hacer. Como siempre agradezco sinceramente a todos quienes se dan el tiempo de leer y por supuesto, la paciencia de la espera.


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