Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 13:

Arriesgar

 

Sí, arriésgate. Esa es siempre la respuesta.

(Albert Espinosa)

 

 

 

—Buen trabajo.

Sonriendo, a pesar de lo cansado que se encontraba, Kuroko levantó el puño derecho y lo entrechocó con el que Kagami, quien seguiría en el juego por los minutos que restaban del último cuarto, le tendía. Su novio también le sonrió en respuesta, y sin dilatar más el momento, se retiró finalmente de la cancha hacia la banca, donde uno de los chicos de primero le tendió una toalla y algo para beber.

El primer partido de las preliminares de la Interhigh contra el Instituto Hakuryô acabó resultando bastante fácil. Con una diferencia de 110-62, a minutos del final del juego, la victoria del Seirin era más que evidente, por ese motivo Riko decidió sacarlo de la cancha y Kuroko no protestó, sabiendo que su tiempo de juego siempre era limitado y su resistencia física tampoco era la mejor. Además, pensó, siempre le resultaba agradable ver jugar desde afuera al resto de los miembros de su equipo, y sobre todo a Kagami. Porque, no había manera de negarlo, Kagami era, sin lugar a dudas, un jugador excepcional.

—Has hecho un buen trabajo allí fuera, Kuroko —le dijo Furihata que, también siendo recientemente sacado de la cancha, se sentó a su lado, pareciendo bastante cansado pero contento. Desde el último juego de la Winter Cup contra Rakuzan, el cambio en el chico había sido notable; Kôki poco a poco había ido ganando confianza en sus propias habilidades y eso resultó a la vez un buen impulso para el equipo—. Ha sido un partido fácil —prosiguió Furi mientras terminaba de beber—, y la entrenadora parece contenta. Solo espero que esto sirva para que el entrenamiento de mañana no sea tan duro; no creo que pudiera soportarlo.

Kuroko estuvo tentado de decirle a su amigo que no se hiciera muchas ilusiones al respecto ya que, conociendo a Riko, estaba bastante seguro de que la chica encontraría fallas donde ellos no las hubieran visto y, entusiasmada con la victoria, los haría trabajar con más ahínco todavía; no obstante, prefirió guardar silencio para no desilusionarlo tan pronto y asintió levemente para demostrar que esperaba lo mismo.

Durante los siguientes minutos, él y el resto del equipo miraron expectantes lo que quedaba del partido, sin poder evitar ponerse nerviosos a pesar de la tranquilidad que les daba la diferencia en el marcador, y alentando a sus compañeros que todavía estaban en la cancha. Cuando el juego finalmente concluyó, Kuroko, siguiendo un impulso, se puso rápidamente de pie y, cogiendo una de las toallas limpias junto a una de las botellas de agua, se dirigió hacia donde Kagami se encontraba.

—Buen trabajo —le dijo también, al tiempo que le tendía ambas cosas. Cuando el otro chico le sonrió en respuesta, Kuroko no pudo evitar alegrarse por ello a pesar de ser consciente de que su comportamiento era, hasta cierto punto, un poco tonto.

—Gracias. —Kagami acarició su cabello, despeinándolo como siempre hacía, antes de aceptar su ofrecimiento—. Tú también has trabajado duro.

A diferencia de otras ocasiones en las que los partidos habían sido difíciles, su novio no parecía tan cansado tras el juego; por el contrario, lucía como si la adrenalina provocada por el enfrentamiento no se hubiera consumido del todo y aun corriera desenfrenada por sus venas. ¿Cómo podía Kagami encontrarse tan bien cuando él se sentía a punto de morir de agotamiento?, pensó Kuroko un poco indignado. Así que sintiendo que aquella enorme diferencia entre ellos era algo injusto, le quitó sin piedad la botella de la que el otro iba a comenzar a beber y lo miró muy serio.

—¡Oe, Kuroko! ¡¿Qué demonios te ocurre?! —Sorprendido al principio e irritado después, el chico intentó arrebatársela, pero él fue más rápido en esa ocasión y retrocediendo un par de pasos se puso fuera de su alcance.

—Estoy un poco molesto contigo, Kagami-kun. Creo que ya no debería ser más tu sombra.

Al oír lo que acababa de decir, este abrió mucho los ojos a causa de la confusión y la sorpresa, entrecerrándolos luego cuando le devolvió una mirada escrutadora y una sonrisa que presagiaba peligro.

—Eso ya lo veremos. Ven aquí —murmuró su novio que, aprovechando un descuido de su parte, logró sujetarlo de la muñeca para después aprisionarlo al pasarle un brazo por el cuello sin demasiada delicadeza—. ¿Qué era eso que decías sobre dejar de ser mi sombra? Creo que no lo entendí bien, Kuroko, así que repítelo. —Este apretó con un poco más de fuerza aquel tipo de llave hasta que oyó que él se quejaba levemente—. Voy a obligarte a que te disculpes por lo que acabas de decir, pequeño idiota.

—Lo siento, lo siento mucho. Me rindo, Kagami-kun —admitió Kuroko, soltando una risita ahogada cuando notó que con la mano que tenía libre el chico le daba un pequeño pellizco en el costado. Pensó en volverse contra este para vengarse, sin embargo, al sentir el peso de la mirada de alguien sobre él, dejó de prestar a tención a su novio y vio a Furihata que los miraba un poco sorprendido.

Intentando no apartarse de manera violenta para no preocupar a Kagami, Kuroko se escabulló de aquel extraño agarre y, dirigiéndole una última sonrisa a su novio, se volvió para platicar con el resto de los jugadores del equipo que en aquel momento se dirigían hacia los cambiadores.

¿Qué sería lo que Furi había notado cuando les vio juntos?, se preguntó preocupado. A pesar de todo lo que había ocurrido entre Kagami y él, a pesar de que tanto Kise como Aomine y Himuro estuvieran al tanto de su relación y la aceptaran, incluso, aunque su madre estuviera de acuerdo y todo hubiera resultado bien durante la cena y los días posteriores, Kuroko no pudo evitar inquietarse al pensar que quizá, de algún modo, los sentimientos de ambos fueran tan obvios que cualquiera que los viera podría percatarse de ellos, traicionándolos. No lo temía tanto por él como lo hacía por Kagami.

Aunque intentó con todas sus fuerzas tranquilizar su hiperactivo cerebro, le fue imposible desconectarse por completo de sus dudas. Kôki actuaba normalmente con él y con el resto de los chicos, de hecho, hasta se quedó dormido durante la plática que les dio Riko antes de dejarlos cambiarse, ganándose un sermón por parte de la entrenadora; pero, de vez en cuando, la manera en que el muchacho lo observaba, como si lo evaluara, ponía a Kuroko un poco nervioso.

—Eres muy lento, demonios —se quejó Kagami sentándose a su lado, sorprendiéndolo, mientras se ponía una camiseta limpia. Llevaba el cabello todavía mojado de la ducha y Kuroko notó como algunas gotitas lo salpicaban cuando el chico se agachó para atarse las deportivas. Él por su parte, a causa del cansancio y la preocupación, todavía estaba a medio vestir—. Pensé que podríamos pasar a comer al Maji antes de irnos a casa, ¿qué te parece? Yo invito.

—Suena bien —respondió, ahogando un bostezo con su mano. Su novio lo observó con expresión culpable y Kuroko, conociéndolo, predijo que este estaba a punto de retractarse de la invitación—. Solo estoy un poco cansado, Kagami-kun. No es nada de lo que debas preocuparte.

—Pero no es necesario…

—Y también tengo hambre —cortó su protesta con amabilidad. Si hubieran estado a solas, Kuroko quizá le hubiera besado o abrazado como solía hacer algunas veces solo para ver lo nervioso que se ponía Kagami por ello; pero estando rodeados por el resto de los chicos del equipo, aquello era imposible, por lo que tuvo que contentarse con una leve caricia en el dorso de la mano de este, confiando en que Kagami lo comprendiera como tantas otras veces: quería ir al Maji ya que no deseaba que se separaran aún.

—Como quieras, pero date prisa —aceptó finalmente su novio, posando una mano en su cabeza para revolverle el pálido cabello celeste—. Te espero afuera.

Kuroko asintió y lo observó salir para reunirse con algunos de los chicos de tercero que seguían platicando del partido y del próximo encuentro que tendrían, oyendo luego a Koganei decir algo que hizo reír a su novio antes de que la puerta de los cambiadores se cerrara del todo.

Le gustaba mucho su equipo, pensó mientras acababa de cambiarse. Le gustaban sus compañeros, el entrenamiento, el modo en que hacían las cosas y el cómo se sentía él mismo con ello. De hecho, le gustaba su vida como era en ese momento y creía que la decisión que tomó tiempo atrás fue la acertada para él, tanto como jugador y como persona.

Sorprendido, Kuroko dio un respingo cuando sintió que alguien posaba una mano sobre su hombro y, al girar el rostro, vio a Furihata que le sonreía un poco cohibido. Su amigo levantó ambas manos a modo de disculpa por haberlo asustado de ese modo y él asintió en respuesta, aunque estaba seguro de que la rigidez de sus movimientos delataba lo nervioso que estaba, sobre todo al percatarse de que eran los últimos que quedaban en aquella habitación.

—Ya he terminado, Furihata-kun —se apresuró a informarle mientras recogía su bolsa y se dirigía a toda prisa hacia la salida—. Deberíamos apurarnos antes de que la entrenadora venga a buscarnos —añadió, poniendo a Riko como excusa para terminar con aquella incómoda situación.

—Eh… ¡Claro! —respondió Kôki, aunque pareció un tanto desilusionado con su propuesta.

Kuroko nunca se había sentido así de violento en presencia de Furihata, que era siempre un muchacho amable, y el sentimiento le dejó una sensación horrible en la boca del estómago, como si estuviera traicionando al chico de algún modo. De ahora en adelante, ¿se sentiría así con todo el mundo?, se preguntó. ¿Temería siempre que alguien pudiera darse cuenta de que su amistad con Kagami era algo mucho más profundo que eso? En verdad no quería que las cosas fueran de ese modo, porque lo que hacían no era algo malo como para que tuvieran que ocultarlo, lo sabía; no obstante, comprendía que tampoco era algo que pudieran proclamar abiertamente sin medir antes las consecuencias.

Otro más de los obstáculos a los que tendrían que enfrentarse en su relación.

—Oye, Kuroko, ¿sabes? —Furihata, un poco inquieto, se rascó la mejilla con un dedo y dejó escapar una risita nerviosa que solo logró que Kuroko se inquietara todavía más, si eso era posible—. Verás… no es algo que me tengas que decir si no quieres, ¿vale? De hecho, tienes todo el derecho de enfadarte conmigo si piensas que es algo en lo que no debo inmiscuirme, pero… bueno, últimamente pareciera que tú y Kagami… o sea, Kagami y tú actúan… ya sabes… y al verlos hoy juntos, pensé que quizá…

Negarlo todo y mentir era lejos la opción más fácil. Kuroko conocía lo suficientemente bien al chico para estar seguro de que una vez que aquella mentira saliera de su boca, Kôki jamás volvería a interrogarlo sobre aquel asunto; sin embargo, ¿era eso lo que en verdad deseaba?

Cuando reconoció frente a su madre lo que sentía por Kagami, se preparó emocionalmente para el rechazo y la decepción que le provocaría: pero esto no había sucedido, y antes de que pudiera siquiera evitarlo, su propio alivio y felicidad terminaron por hacerle olvidar que las cosas no siempre serían así. Si quería seguir con Kagami en un futuro, lo más probables fuese que encontrarían mucho rechazo hacia la relación de ambos; porque ambos eran hombres y vivían en Japón, un país que se mostraba bastante conservador al respecto. Las limitaciones a las que tendrían que hacerle frente iban a ser enormes, sin duda, y estaba seguro de que muchas veces las odiaría, se entristecería, se enfadaría o disgustaría por ellas; pero, si lo pensaba bien, si dejaba que fuera su corazón quien tomara la decisión en vez de su cabeza, Kuroko sabía la respuesta sin tener que esforzarse demasiado: elegiría a Kagami, con todos los problemas que ello significara, una y mil veces. Lo elegía porque lo amaba y estaba seguro de que lo seguiría amándolo en el futuro.

Respiró profundo un par de veces para calmarse antes de permitir que de forma lenta el aire finalmente escapara entre sus labios. Al percatarse de lo apretados que tenía los puños a causa de la tensión, los fue relajando poco a poco y, al contemplar la mirada avergonzada que le dirigía su amigo, Kuroko simplemente se armó de valor y le dijo:

—Sí, somos novios. Kagami-kun y yo estamos saliendo desde hace algún tiempo, Furihata-kun.

Los ojos de Kôki se abrieron con sorpresa al oír su respuesta, dejándolo durante unos pocos segundos sin palabras. Nervioso, a pesar de lo decidido que estaba, Kuroko siguió allí de pie, con la mano en el pomo de la puerta, esperando que algo ocurriera. Algo que revelara que tan grande sería la grieta que se crearía en su mundo y si, posteriormente, seguiría sobre suelo firme o si al final terminaría por caer al vacío.

Algo azorado, Furi abrió y cerró la boca un par de veces, hasta que una especie de risita ahogada escapó de su garganta dejando que fuera ahora Kuroko quien quedara pasmado por su reacción.

—¡Pero qué cara has puesto, Kuroko! ¡Pareciera como si me estuvieras confesando que has asesinado a alguien! —La risa de Furihata se convirtió en una abierta carcajada, logrando que el nudo de tensión que tenía en el estómago se aflojara de golpe. Posando otra vez una mano sobre su hombro, Kôki lo miró con su habitual sinceridad y le sonrió—. Pero es genial —le dijo con amabilidad mientras le daba unas palmaditas—. Que Kagami y tú estén juntos es algo realmente estupendo.

—¿No te parece… extraño? —preguntó a su amigo, realmente intrigado—. ¿No te incomoda el hecho de que ambos seamos… chicos?

Durante unos segundos Kôki pareció meditar detenidamente sobre su pregunta. Kuroko contuvo el aliento, bastante nervioso, hasta que este terminó por encogerse de hombros y le dijo:

—Era algo obvio, supongo. Desde que se conocieron, ustedes han encajado bien, en todo. Kagami siempre prefiere estar contigo y de la misma manera tú siempre buscas a Kagami. Para todos en el equipo es bastante evidente que son más que buenos amigos. —Al ver el pánico que claramente debió reflejarse en su rostro tras oír aquellas palabras, Furi comenzó a agitar las manos frente a él de manera frenética y se apresuró a tranquilizarlo—. ¡No es lo que estás pensando, Kuroko! ¡No es que alguien crea que son novios! ¡Claro que no! Solo que… solo que… ustedes, chicos, son, ¿demasiado cercanos? —dijo Kôki; la duda de estar diciendo o no algo inadecuado se reflejaba en sus palabras—. De algún modo, cuando Kagami y tú están juntos, da la impresión que una muy buena amistad es un término insuficiente para describirlos, porque siempre pareciera que estuviesen demasiado compenetrados como para ser solo amigos; pero al mismo tiempo eso parece algo normal entre ustedes —continuó—. ¡Sí! Es como si el que ahora sean pareja fuese algo que tarde o temprano iba a ocurrirles, Kuroko; algo así como el inevitable paso siguiente. La leyenda del hilo rojo del destino, ya sabes. Tal vez, como si estuvieran predestinados.

Sin poder evitarlo, Kuroko notó como el rubor le teñía ligeramente las pálidas mejillas y clavó la vista en el suelo para evitar mirar al otro chico. Lo que Furihata acababa de decirle despertó en él algo en lo que había pensado muchas veces pero jamás se atrevió a aceptar por completo: que su relación con Kagami y todo lo que estaba unido a ella era más que una simple coincidencia. Como si todo lo que ocurrió antes de que se conocieran hubiese sido solo el preámbulo para que su encuentro llegara.

Destino. El hilo rojo.

Kuroko no pudo evitar preguntarse qué pensaría Kagami si le hablara de aquello. ¿Creería también en ello o lo vería solo como una tontería suya?

El momento de íntima camaradería que él y Kôki compartían se vio abruptamente interrumpido por la llegada de una enfadada Riko, quien no dejó de regañarlos hasta que salieron del recinto, amenazándolos una y otra vez con el castigo que tendrían al día siguiente por lo mucho que habían tardado y el tiempo que hicieron perder al resto del equipo.

Minutos más tarde, después de despedirse de sus compañeros y mientras caminaba junto a Kagami hacia el Maji, siguiendo un impulso Kuroko se acercó hacia este hasta poder descansar la cabeza sobre su hombro, sin importarle que todavía fuera relativamente temprano y que por lo tanto más de alguien pudiera verlos. Notó la sorpresa en la reacción de Kagami ante lo que acababa de hacer, sobre todo porque siempre era él quien recriminaba a su novio por aquellas muestras de afecto en público; pero, en vez de apartarlo como hubiera sido lo esperado, el chico simplemente rodeo sus hombros con un brazo y se inclinó lo suficiente para poder depositar un suave beso sobre su frente.

—Hoy estás raro —le dijo Kagami cuando vio que finalmente fue él quien puso algo de distancia entre ambos. A pesar de que una parte suya no deseara hacerlo y le hubiese gustado alargar el momento, Kuroko tampoco estaba dispuesto a dar un espectáculo en público. Su cerebro todavía era capaz de razonar lo suficiente como para comprender el escándalo que podrían suscitar si no se controlaba.

—Solo estoy contento —respondió de manera enigmática. Aunque le hubiera gustado contarle lo ocurrido con Furi esa tarde, Kuroko era consciente de que el encuentro de Kagami y su madre estaba aún demasiado reciente como para darle otra sorpresa tan de repente, sobre todo porque sabía que el chico seguía estando un poco nervioso ante la perspectiva de hablar con sus padres sobre su relación.

—¿Por el partido? —le preguntó este, lleno de una genuina curiosidad que hizo que su corazón se llenara de una cálida ternura por ese chico.

—No, Kagami-kun. Estoy contento por haberte conocido —respondió, sonriendo un poco al ver el violento sonrojo que inundó el rostro del otro y la evidente vergüenza que se apreciaba en sus ojos rojizos. Tomando su mano, Kuroko entrelazó los dedos de ambos—. Soy muy feliz de que estemos juntos.

Si hubiera podido pedir un deseo, uno simple y pequeño que no hiciera tambalear el mundo, Kuroko hubiera deseado poder grabar ese momento para siempre: el cambio de la expresión avergonzada de Kagami a una de una felicidad tan apabullante que era difícil de explicar. Sus propios sentimientos, tan grandes, tan intensos, que aceleraron su corazón hasta el punto de hacerle preguntarse si este iba a terminar por escapar de su pecho.

Porque estaba contento. Porque era feliz.

Aquel pequeño instante de romántica felicidad se vio empañado cuando Kagami, soltando una maldición, levantó el rostro para mirar el cielo. Curioso, Kuroko hizo lo mismo, sorprendiéndose un poco cuando un par de gruesas gotas de agua cayeron sobre su rostro.

Luego vino el diluvio.

Echaron a correr a toda prisa hacia el Maji para buscar refugio dentro del local, y a pesar de haber llegado empapados y cansados a causa del esfuerzo, Kuroko no pudo evitar soltar una carcajada, que intentó reprimir, cuando vio a su novio con el oscurecido cabello rojizo chorreando agua y apelmazado contra la cabeza. Kagami le lanzó una mirada amenazante, no obstante, el amago de sonrisa que se apreciaba en sus labios delataba que su enfado era solo fingido.

—Venga, vamos a secarnos un poco y luego a comer. ¡Muero de hambre! —le dijo este mientras se dirigía hacia una mesa desocupada para dejar sus cosas—. Esperaremos hasta que pare de llover antes de irnos a casa. ¡Como odio Japón con sus tormentas de verano!

Mientras lo seguía, Kuroko no pudo evitar desear que ojalá la lluvia durara solo un poquito más. Estaba cansado y la perspectiva de ir a casa era agradable, sí, pero por sobre todo quería pasar algo más de tiempo con Kagami.

Lamentablemente, siempre se debía tener cuidado con lo que se deseaba porque, un deseo podía cumplirse, aunque no del modo que se hubiese deseado.

 

——o——

 

—Eh, tú; detente allí, pequeño idiota.

Sin hacer caso a la protesta de Kagami, que seguía bastante enfadado, Kuroko abrió la puerta del departamento con la llave que el otro chico le había dado, días atrás, y se aventuró al interior encendiendo las luces de la entrada.

—Disculpa la intromisión —murmuró al tiempo que comenzaba a descalzarse y quitarse la chaqueta del uniforme deportivo que escurría agua como si acabara de sumergirla en ella, al igual que él mismo; y aunque a Kuroko no le hacía ninguna gracia la idea de estropear el suelo del departamento empapándolo, apartó el sentimiento de culpa y se dirigió a toda prisa al cuarto de baño en busca de una toalla para él y otra para su novio.

—¿Se puede saber en qué demonios estabas pensando, Kuroko? —le preguntó indignado Kagami cuando hubo regresado, mientras recibía la toalla que le tendía—. ¡¿Por qué demonios le obsequiaste el paraguas?!

—Porque se estaba mojando —explicó con calma, como si fuera una respuesta obvia. Comenzó a secarse el cabello con fuerza y notó como el frío empezaba a embargarlo.

—¡Nosotros también! Y ni siquiera era nuestro. —Resignado, Kagami le lanzó una mirada de exasperado reproche—. Vamos a tener que comprar uno mañana y devolverlo al Maji. —El chico soltó un suspiro y lo miró un poco preocupado, al ver que tiritaba un poco—. Voy a preparar el baño y a buscarte algo de ropa, así que quítate lo que se haya empapado y déjalo en el cesto de la ropa sucia. Luego lo meteré a la lavadora.

—No es necesario, Kagami-kun. Puedo esperar a que lo utilices tú primero. Es lo justo.

Cerniéndose levemente sobre él, Kagami acercó el rostro a su altura y lo sujetó de la barbilla para que no le apartara la mirada. Estaba muy serio, pensó Kuroko un poco acobardado mientras contemplaba a este, aunque ya no lucía tan enfadado como minutos atrás.

—Nos hemos metido en este problema gracias a ti, idiota. Así que esta vez no aceptaré protestas de tu parte. De los dos, tú eres el que más probabilidades tiene de enfermarse.

Kuroko lo miró, todo inocencia.

—¿Porque los idiotas no se resfrían? —se aventuró a bromear, ganándose un golpe no demasiado delicado en la cabeza por parte del otro.

—No te hagas el gracioso conmigo, Kuroko —le dijo Kagami. Tras dudarlo un momento, acercó sus labios a los suyos, besándolo delicadamente antes de erguirse y dirigirse hasta el cuarto de baño donde desapareció.

A pesar de saber que el regalar el paraguas prestado por la tienda a esa señora fue un impulso algo descabellado, él no se arrepentía para nada. La mujer estaba empapada y parecía bastante afligida, así que sin pensarlo mucho se acercó a ella para entregárselo ganándose una retahíla de gracias mientras Kagami, aun perplejo, lo miraba sin comprender muy bien lo que acababa de ocurrir.

Solo minutos después, cuando tuvieron que volver caminando a casa bajo la torrencial lluvia, que no había amainado para nada durante las últimas tres horas, fue que su novio se molestó y comenzó a regañarlo. En esa ocasión, Kuroko no se defendió, porque sabía perfectamente cuál era el motivo de su enfado: Kagami estaba preocupado por él.

Y era por ese motivo que acabó por ir al departamento de este en vez de regresar directamente a su casa que quedaba mucho más lejos. ¿Acaso era ese su castigo por lo que egoístamente deseó?, se preguntó, sintiéndose un poco frustrado.

Oyó a Kagami llamarlo para avisarle que el baño estaba listo y, sintiendo como el frío ya le calaba los huesos, Kuroko no protestó en esa ocasión por tener la preferencia. Durante el tiempo que demoró en bañarse, notó como el cansancio acumulado por el juego y las emociones de ese día iban apoderándose de él, cerrándole los ojos con pesado sueño y aletargando poco a poco su cerebro. El sonido proveniente de la cocina lo sacó rápidamente de aquel sopor, antes de que terminara por ahogarse; y, tras secarse y vestirse con rapidez, Kuroko se miró al espejo y… se sintió ultrajado.

Furioso, se fue hasta donde se encontraba su novio preparando algo que olía realmente bien.

—¡¿Me has dejado ropa de chica?! —le preguntó Kuroko indignado nada más entrar en la cocina. Kagami, que a pesar del frío solo estaba vestido con unos pantalones cortos, lo miró sorprendido.

—Es de Alex, se le quedó la última vez que estuvo aquí. —Echó lo que estaba preparando en una taza y se la acercó a Kuroko que la aceptó antes de dejarla de un golpe sobre la encimera. Era chocolate caliente.

—Pero sigue siendo ropa de chica, ¿no? —recalcó, señalando la camiseta rosa que llevaba en ese momento—. ¡Y yo soy un chico, Kagami-kun! ¡Un chico!

Ante su enfado, este pareció un tanto avergonzado aunque no pudo ocultar una sonrisa delatora. Kuroko lo fulminó con la mirada.

—Pero es una chica grande —explicó el otro en su defensa, logrando que su enojo creciera todavía más—. En verdad lo siento, Kuroko, pero no tenía en casa nada tuyo que pudiera servir —se apresuró a aclarar—. Y ninguna ropa mía iba a valerte. ¡Te quedarían enormes!

Kuroko no podía refutar aquello porque era verdad, la diferencia de estatura y complexión física de ambos era… evidente; pero, ¿de allí a tener que vestir aquello? Iba a matar a Kagami.

—Me voy a ir a casa. Y me voy a vengar por esto, Kagami-kun.

—No puedes ir a ningún lado vistiendo así —le recordó Kagami, acercándose con lentitud a él y atrapándolo en su huida. Kuroko no opuso resistencia cuando los brazos de su novio lo rodearon haciendo que su espalda quedara pegada contra su pecho desnudo, produciendo un estremecimiento que lo recorrió cuando este apoyó la cabeza sobre su hombro, lo suficientemente cerca como para que el calor de su aliento rozara su piel. El retumbar de un trueno rompió el silencio del departamento, logrando que ambos se sobresaltaran un poco—. Y además, sigue lloviendo. Puedes quedarte un poco más, Kuroko.

El sentir los labios de Kagami recorriendo con suave posesividad la sensible piel de su cuello, hizo que su corazón comenzara a latir desenfrenado. Kuroko dejó de pensar en su enfado, o mejor dicho, dejó de pensar en absoluto. El contraste del frío que envolvía el cuerpo de su novio contra el calor del suyo, así como la cálida estela que fueron dejando sus besos sobre su piel, terminaron por romper su sentido común. Volviéndose entre sus brazos, fue él mismo quien buscó ansioso su boca para comenzar a besarlo con abandonada desesperación. Buscando más. Necesitando más…

Hasta que Kagami puso fin al beso.

Posando las manos sobre sus hombros, su novio lo apartó unos cuantos centímetros de su lado.

Confundido, y también un poco molesto, Kuroko abrió la boca para comenzar a protestar; sin embargo, al ver la expresión de contenido sufrimiento del otro chico, se quedó callado. Era consciente que al igual que él, para Kagami, aquellos pequeños momentos de íntima pasión se estaban haciendo insuficientes. Cada vez era más y más difícil ponerles un freno y detenerse a tiempo para no ir un paso más allá, ante lo que Kuroko no pudo evitar preguntarse hasta qué punto podrían tirar de ese delgado hilo sin que este llegara a romperse.

—Yo… bueno… voy a ir a darme un baño. —Carraspeando un poco, Kagami lo miró azorado y se frotó una mano nerviosa por el cuello—. Tómate el chocolate para que entres en calor y descansa un poco.

—Está bien —aceptó él sin oponer resistencia—. También llamaré a mi madre para pedirle que venga a recogerme. —Respirando profundo para calmarse un poco, Kuroko intentó sonreír tranquilizador; aunque todavía podía sentir como la sangre le atronaba en las venas y la expresión rígida de su rostro al fingir una sonrisa.

Kagami asintió una vez y se dirigió a toda prisa a encerrarse en el cuarto de baño. Como si estuviera huyendo de él, pensó Kuroko, y de cierto modo, ¿no era así?

Tomando con cuidado la taza de chocolate que su novio le había preparado, fue a sentarse al sofá de la sala y encendió la televisión para tener algo de bulla, recostando la cabeza en el respaldo mientras daba un sorbo del cálido y dulce líquido. Suspiró frustrado.

¿Qué debía hacer? ¿Cuál era la decisión correcta?, se preguntó desesperado. Porque, conociendo a Kagami, estaba seguro de que este no haría nada hasta que él mismo se lo pidiera. Entonces la pregunta sería, ¿qué era lo que él realmente quería?

Y Kuroko mejor que nadie conocía la respuesta.

Buscó el móvil en su bolsa y discó el número de su madre mientras se volvía a sentar en el sofá para secarse el cabello. Ella respondió al tercer timbrazo, pareciendo estar ya bastante preocupada por su demora y el mal tiempo que hacía.

—Mamá, lo siento. Nos ha pillado la lluvia de regreso y he tenido que quedarme en casa de Kagami-kun —le explicó de inmediato, para tranquilizarla—. ¿Crees que podría…?

Cuando minutos después Kuroko cortó la llamada, decidió que había hecho lo correcto. No iba a reflexionar en si aquello estaba bien o no, o si se arrepentiría luego de su elección; solo iba a dejarse guiar por su instinto como en tantas otras ocasiones, y este le decía que en ese momento aquello era lo mejor para los dos. O por lo menos, eso quería creer.

Porque entre ellos ya nada parecía ser suficiente.

 

——o——

 

Abriendo los ojos con esfuerzo, Kuroko pestañeó un par de veces hasta enfocar la vista lo suficiente para ver a Kagami sentado a su lado en el sofá, observándolo con cierta resignada exasperación en sus ojos rojizos. Ahogó a duras penas un bostezo, justo en el momento en el que su novio jalaba de él para que recostara la cabeza sobre su regazo donde comenzó a frotarle enérgicamente con una toalla el cabello.

—Si estás intentando poner a prueba mi paciencia, Kuroko, no te lo aconsejaría —le dijo Kagami mientras seguía enfrascado en su labor—. ¿Cómo puedes dormirte con el cabello así de mojado y en la sala? ¡Y te has dejado la ventana abierta! ¡¿Es que en verdad deseas enfermarte?!

La verdad era que no recordaba en qué momento acabó por quedarse dormido. Luego de hablar con su madre, terminó de beber el chocolate y se recostó en el sofá, pensando en su decisión y esperando a que Kagami saliera del cuarto de baño: pero al parecer el agotamiento había podido con él y acabó por dormirse en su espera.

Sin cambiar de posición, levantó una mano y acarició una de las mejillas de su novio, notando que esta estaba suave, por lo que supuso que Kagami se había rasurado. Mientras lo observaba atentamente, Kuroko no pudo evitar sentir cierto nerviosismo por lo que iba a decir. Por su decisión. Por lo que quería.

—Mamá ha dicho que no puede venir a recogerme. Sin mi padre no se atreve a conducir con tanta lluvia —informó como si nada a Kagami, percibiendo como los ojos de este se abrían ligeramente por la sorpresa. Parecía nervioso—. Voy a tener que abusar de tu hospitalidad un poco más y quedarme a dormir esta noche aquí, Kagami-kun. Lo siento mucho por eso.

Su novio asintió una, dos veces, intentando parecer tranquilo; sin embargo, el roce de sus manos sobre su cabello húmedo se volvió desacompasado, delatando que aquella noticia lo había alterado un poco, y Kuroko no pudo culparlo, porque comprendía perfectamente el por qué. Además, él se sentía de la misma manera.

—No es algo por lo que debas disculparte. No es culpa tuya que esté lloviendo —aclaró Kagami. Posando una de sus grandes manos sobre la que él tenía en su mejilla, la presionó contra su cálido rostro un momento antes de depositar un ligero beso sobre ella, haciendo que a pesar de no quererlo, él se sonrojara—. Sabes que puedes quedarte aquí siempre que lo desees, Kuroko.

¿Qué tenía aquel chico que podía hacer temblar su mundo de aquel modo?, se preguntó abrumado. ¿Qué tenía Kagami para hacer que dejara de lado su habitual precaución y deseara abrirse de aquel modo a él?

Después de aquel desastroso primer beso en la cancha, tiempo atrás, todo lo que hacía, todo por lo que se arriesgaba, era por él.

Por Kagami, Kuroko había realizado las cosas más extremas; se enfrentó a sí mismo y a sus propios miedos y todo aquello aun le seguía pareciendo insuficiente. A pesar del temor que sentía, Kuroko acabó por confesarle a Kagami que le amaba, y no se arrepentía en absoluto; pero, después del descuidado comentario de Furihata sobre el destino, él no era capaz de sacarse aquello de la cabeza. De preguntarse si realmente todo lo ocurrido, antes y después de conocerse, fue solo un preámbulo para llevarlos a ese momento. Y quería creer que sí lo era, que en verdad el destino de los dos estaba entrelazado para siempre.

Porque lo que sentía ahora por el chico no podía compararse en nada al amor ingenuo y doloroso que sintió alguna vez por Aomine, ni al cálido y suave anhelo que lo embargó al comienzo de su enamoramiento. No, lo que Kuroko sentía en ese momento por Kagami era devastador y absoluto. Tan poderoso e intenso como un elemento y del mismo modo igual de terrorífico. Un amor que parecía crecer y ahogarlo y al que, sin embargo, ya no estaba dispuesto a renunciar; porque había dejado de ser una elección hasta convertirse en una necesidad.

—Te amo, Kagami-kun. —Sin pensar siquiera en lo que hacía, en aquella ocasión él soltó su confesión de frente al otro y mirándole a los ojos; sin ocultarse en la vergüenza como la vez anterior.

Por la impulsividad del momento, Kuroko no se detuvo a pensar en cómo podría reaccionar Kagami a aquello; no obstante, en ningún minuto se le pasó por la cabeza que el chico usaría la misma toalla con la que le estaba secando el cabello para ponerla sobre su cara e intentar ahogarlo.

Desesperado, luchó lo suficiente para escapar de aquel enredo de tela húmeda y brazos hasta quedar arrodillado sobre el sofá. Notaba el pulso acelerado y la respiración un poco jadeante, pero, sobre todo, Kuroko estaba indignado.

—¡Kagami-kun, has estado a punto de ahogarme! —le recriminó molesto. Estaba más que dispuesto a tomar venganza, o por lo menos lo estuvo hasta que vio la expresión de verdadero pánico que apareció en los ojos del otro chico.

—¡Kuroko, no! ¡En verdad lo lamento! ¡Yo no pensé y…! ¡¿Estás bien?! —le preguntó con preocupada alarma—. ¡Yo solo… solo…! —Nervioso, Kagami intentó acercarse a él para examinarlo, pero con una sola mirada cargada de frialdad, Kuroko le advirtió que ni siquiera intentara acercársele. Soltando un gruñido bajo, este se mesó el rojizo cabello con las manos, pareciendo bastante frustrado—. ¡Simplemente no puedes llegar y decir algo así de vergonzoso, idiota!

Resignado, Kuroko dejó de lado lo que le quedaba de enfado. Su novio era a veces como un niño, se dijo mientras lo embargaba un sentimiento de profunda ternura; una emoción que se acrecentó todavía más cuando, sorprendiéndolo notablemente y, sin pedirle permiso, se sentó a horcajadas sobre el regazo de Kagami y le enmarcó el rostro con las manos. De inmediato los pómulos de este se tiñeron del violento tono rojo que generaba la vergüenza, el mismo que coloreó sus orejas e incluso su cuello; pero aun así no hizo además de apartarlo.

—A veces eres tan tonto, Kagami-kun —le dijo Kuroko; una leve sonrisa dibujada en sus labios—. Cada vez que tengo un problema vas y dices algo increíble que hace que todo para mí mejore; sin embargo, te sigue poniendo nervioso el que yo te diga cómo me siento. Pero vas a tener que acostumbrarte —continuó con seria amabilidad—, porque no creo poder dejar de hacerlo, ¿sabes? Así como no puedo dejar de quererte.

Soltando un sonoro suspiro, Kagami lo miró entre divertido y avergonzado.

—Un pequeño idiota completamente vergonzoso —murmuró, y acortando la distancia entre ellos, se acercó a su rostro hasta que los labios de ambos casi se rozaron—. Que sepas que yo también te amo.

Kuroko aceptó el beso casi con alivio, como si el hecho de que sus bocas no se hubieran estado tocando fuera algo doloroso; y acaso, ¿no era últimamente así?

Las manos de Kagami, de dedos largos y ligeramente endurecidos, se colaron bajo aquella ridícula camiseta rosa para acariciarle con suave fiereza la sensible piel de la espalda y la cintura, logrando que Kuroko se arqueara hacia él hasta tenerlo pegado contra su pecho; contra su corazón que latía acelerado.

Desesperado por hacerlo sentir del mismo modo, Kuroko permitió que sus propias manos viajaran desde las mejillas de este hasta hundirse en las hebras rojizas de su cabello, profundizando así la intensidad del beso e instándolo con insistencia a entreabrir los labios. Ahogándose en la erótica sensación de respirar a través del otro y el sentir la suave caricia de su lengua contra la suya.

Durante los minutos siguientes, ambos se permitieron perderse en aquel pequeño interludio de caricias y besos, cada vez más intensos, cada vez más ansiosos; sin pensar en nada más que en lo que sentían y entregándose a lo que deseaban sin preocuparse por las consecuencias. Deseando casi con desesperación el poder ser por completo parte del otro.

No obstante, como tantas otras veces, aquello concluyó de golpe; dejándolos nuevamente frustrados e insatisfechos.

El autocontrol de Kagami estaba casi al límite, Kuroko podía notarlo: solo a un pequeño paso del borde del precipicio desde donde detener la caída sería imposible. Y como siempre, él debería haberse dado por enterado e intentado mantener aquella incómoda distancia que habitualmente se producía luego de sus apasionados encuentros. Pero esa vez sería distinto, se dijo; y al verlo acercarse nuevamente, su novio pareció alarmarse.

—Kuroko, para. Si no detenemos esto ahora, no creo poder…

Él volvió a besar a Kagami, obligándolo a callarse. Lo besó una y otra vez hasta oírlo gruñir de frustración, tragándose sus protestas y notando crecer aquella quemante necesidad dentro de su propio pecho. Sentado a horcajadas sobre este, Kuroko pudo sentir el deseo de su excitación, haciendo que él mismo también perdiera parte de su autocontrol. Ahogando un gemido cuando los largos dedos de su novio aferraron sus caderas con fuerza suficiente para hacerle un poco de daño, él finalmente apartó su boca de la suya lo miró lleno de determinación.

—Hagámoslo, Kagami-kun —le soltó de golpe. Los ojos de su novio, muy abiertos por la sorpresa, parecían enormes y oscuros al tener las pupilas tan dilatadas. Kuroko podía sentir la agitada respiración de este bajo la mano que tenía apoyada sobre su pecho, así como el errático latido de aquel corazón bajo el calor que desprendía su piel. El suyo, aunque no le gustara admitirlo y tratara de ocultarlo, latía del mismo modo—. No nos detengamos esta vez aquí.

Vio el alivio, el deseo y la necesidad encender la mirada de Kagami unos segundos antes de que su férrea voluntad y la vergüenza la opacaran. No era necesario que este le dijera en palabras como se sentía para que Kuroko lo entendiera. Él era capaz de leer sus emociones, tan intensas y expresivas, como si fueran un libro abierto.

Kagami tenía miedo de lastimarlo e iba a rechazarlo.

—Yo, no… Kuroko…

Buscó la mano de este y la llevó hasta su pecho, posándola sobre su corazón. Kagami lo miró, asombrado y asustado a partes iguales; incluso pareciendo un poco culpable cuando él siguió hablando:

—Duele —le susurró despacio, casi como si aquello fuera un secreto entre ambos—. Te necesito y te deseo, y el hecho de que cada vez tengamos que reprimirnos más, duele —reconoció—. Yo en verdad quiero estar contigo, Kagami-kun.

Se miraron fijamente el uno al otro durante un instante. Como una especie de duelo de voluntades para saber cuál de ellos conseguiría lo que deseaba. Kuroko comenzó a pensar en el siguiente paso a seguir para intentar convencerlo, sin embargo, no pudo evitar sorprenderse cuando Kagami, escondiendo el rostro en la curva de su cuello, le dijo atropelladamente:

—Yo nunca he hecho… Nunca he estado así con nadie —reconoció avergonzado—. Y bueno, mucho menos con un chico, así que, ¡demonios, Kuroko!... No tengo ni una maldita idea de lo que debo hacer y tengo miedo de arruinar las cosas.

Kuroko hubiera deseado comenzar a reír de puro alivio al oír el motivo de la negativa de este y corroborar así que no estaba equivocado, pero se contuvo. Podía sentir el calor que irradiaba el rostro de su novio contra su piel, seguramente ruborizado a causa de la vergüenza; por lo que, muy despacio, comenzó a acariciarle el cabello con suavidad hasta lograr tranquilizarlo un poco.

—Yo tampoco he estado así con nadie, Kagami-kun. De hecho, nunca me había besado con alguien hasta que lo hice contigo —le recordó—. Y tampoco tengo muy claro cómo funcionará esto de tener relaciones con un chico, así que de cierto modo estamos iguales. —Finalmente, Kagami levantó el rostro para mirarlo y Kuroko le sonrió—. Pero de todas formas quiero que lo intentemos.

—¿En verdad lo quieres?

—Sí, en verdad lo quiero, Kagami-kun —reafirmó—. Seguramente esta primera vez será un desastre —reconoció con rotundidad y en esa ocasión sí rio al ver el gesto de dolor que hizo el otro chico al oír su veredicto—, pero nosotros estamos acostumbrados a aprender a base de prueba y error, ¿no? Solo será cosa de práctica. Como en el baloncesto.

Tal vez, pensó, esa comparación no sería la más romántica del mundo, pero Kuroko confiaba en que fuera algo que su novio pudiera comprender sin problemas.

Fingiendo enfado, Kagami le revolvió el pálido cabello, enredando luego aquellas hebras entre sus dedos en una suave caricia.

—¿No te pedí que dejaras de decir cosas tan vergonzosas?

Kuroko sonrió al oírlo, y sin darle tiempo a arrepentirse, se puso de pie y tendió una mano para ayudarlo a levantarse y guiarlo hasta la habitación.

No se molestó en encender la luz, para así evitar que Kagami se avergonzara y se pusiese más nervioso, y la verdad, es que también de ese modo todo se hacía más simple para él.

Una vez estuvieron sentados en la cama, se miraron fijamente. A pesar de la penumbra de la habitación, pudo vislumbrar entre sombras la agitación de su novio. Kagami tenía la mandíbula apretada y tensa y podía oír su respiración pesada e irregular. Cuando este acercó su mano para acariciarle la mejilla con suavidad, Kuroko notó lo fríos que estaban sus dedos, seguramente a causa de los nervios, y sintió como su propio cuerpo reaccionaba estremeciéndose un poco.

Si era honesto consigo mismo, a pesar de lo tranquilo que intentaba mostrarse, estaba muerto de miedo. No le había mentido a Kagami al confesarle que no tenía muy claro que era lo que debían hacer, así que se notaba temblar un poco, como antes de un partido importante o ante una situación crítica; sin embargo, no pensaba dar marcha atrás en su decisión. Había llegado el momento de arriesgarse.

Kuroko kevantó un poco el rostro, como una invitación, y dejó escapar un suspiro contra la boca del otro cuando los labios de Kagami se posaron sobre los suyos. Un beso lento y tentativo que poco a poco dio paso a un encuentro más apasionado, donde la lengua de uno buscó ansiosa la del otro y sus manos comenzaron a aventurarse de manera más osada, explorando y poseyendo. Ansiosos por conocerse, ambos comenzaron a desnudarse mutuamente, dejando que las prendas que llevaban cayeran al suelo hasta que solo quedaron en ropa interior.

Apartándose un poco para poder verle mejor, Kuroko observó detenidamente a Kagami que estaba nuevamente sentado sobre la cama frente a él; cada músculo y tendón de su cuerpo tan tenso como las cuerdas de un violín. No era la primera vez que le veía así, por supuesto; al estar en un equipo deportivo, era algo obvio que en más de alguna oportunidad acabaron por verse semidesnudos, pero una cosa era estar en un cambiador lleno de chicos hablando a gritos, y otra bastante diferente estar a solas en el cuarto de quien era su pareja.

—Si me dices que ahora te arrepientes de esto y prefieres parar, creo que voy a estrangularte —oyó decir a Kagami con voz enronquecida a causa de la excitación. Sujetándolo suavemente de un brazo, este lo atrajo hacia sí para poder besar la comisura de su boca y posteriormente recorrer con sus labios el contorno de su mandíbula hasta llegar a su cuello.

El corazón le atronó con tanta fuerza dentro del pecho que, durante un momento, pareció ensordecerlo de todo lo demás a su alrededor. Respirar se le hacía cada vez más difícil, y Kuroko tuvo que hacer un esfuerzo enorme para encontrar voz suficiente y decirle a su novio al oído:

—No creas que vas a tener tanta suerte, Kagami-kun. Ya te dije lo que quería, ¿no lo recuerdas? —De un suave empujón él lo apartó, obligándolo a quedar ligeramente recostado sobre la cama, oportunidad que aprovechó para sentarse a horcajadas sobre él. Kuroko le acarició el pecho con una mano, maravillándose al ver como los músculos se contraían bajo su contacto. El leve roce de los nudillos del otro chico sobre su mejilla, le hicieron dejar de lado la exploración del cuerpo bajo suyo y centrar nuevamente su atención en aquel amado rostro. La mirada que Kagami le dedicó era intensa, cargada del amor, el anhelo y la creciente excitación que lo embargaba; pero, al mismo tiempo, aun podía percibir latente el miedo que este tenía a equivocarse y a hacerle daño. Kuroko le dijo con ternura—: Nunca podría arrepentirme de estar contigo, Kagami-kun; así que, cierra los ojos y deja de pensar —le susurró al tiempo que se los cubría con una mano y se inclinaba hasta quedar recostado sobre su pecho, sintiendo como los latidos de este poco a poco iban acompasándose con los suyos—. Por hoy tienes permitido ser un idiota, Kagami-kun. Mi idiota. Puedes dejar vacío ese cerebro tuyo y pensar solo en mí.

—No es algo que tengas que pedirme —respondió Kagami dulcemente, recorriendo con una caricia lánguida desde el suave cabello de su nuca hasta la blanca línea que era su columna, haciéndolo arder con cada roce—. Porque es lo que hago, Kuroko. Lo que he hecho siempre, desde que te conocí.

Una involuntaria sonrisa asomó a sus labios y aquel aleteo de alegre dicha que sentía a veces pareció alborotar su corazón. Y en aquella ocasión, cuando volvieron a besarse, ni Kuroko ni Kagami permitieron que el miedo o las dudas albergaran en ellos nuevamente.

Y mientras la noche avanzaba entre besos, susurros, gemidos y caricias, Kuroko pensó fugazmente que quizá si se había equivocado y aquello no resultaría ser el desastre que pronosticó en un comienzo.

Arriesgarse, ciertamente, valía la pena.

 

 

Notas finales:

A todos quienes han llegado hasta aquí, muchas gracias por darse el tiempo de leer. Espero les haya gustado el capítulo.

Como prometí, esta vez no he tardado tanto, sin embargo he demorado más días de los provistos porque este capítulo ha resultado desquiciadamente largo; de hecho, es el más largo de la historia hasta ahora, y lo más curioso es que a pesar de mantener más o menos la base original del borrador que tenía en mi cabeza, ¡ha resultado muy distinto! Pero ya me estoy acostumbrando un poco a ello. Ya me he resignado y dejo que mi inspiración trabaje sola y haga lo que quiera, yo solo le presto mis manos mientras tecleo en el pc.

Aclaración por si a alguien le ha surgido la duda y se preguntan, ¿Por qué esta chica no hizo un lemon? Pues bien, la razón es bastante simple: nunca pensé en escribirlo en esta historia.

Como podrán notar, la calificación de edad es muy baja por lo mismo, ya que descontando lo que han leído hasta ahora, no habrán escenas más fuertes. Desde un comienzo tenía claro hacia donde quería llevar el desarrollo de este relato, y más o menos la manera de hacerlo. Esta, de cierto modo siempre ha sido mi historia dulce: los personajes, las situaciones, el cómo avanza la relación entre ellos; de hecho, si alguna/alguno de aquí sigue además mi otra historia, se podrá dar cuenta con facilidad de lo diferentes que son entre sí. Mientras una da pie con facilidad a escenas más subidas de tono, en esta creo que me parecerían un poco chocantes, así que espero comprendan y disculpen mi punto de vista, pero como he dicho, ya era algo que estaba completamente previsto.

Por otro lado, informo enseguida que la siguiente actualización tal vez demore unos días más. La próxima semana me iré de vacaciones con mi familia, y aunque planeo aprovechar de escribir, entre salidas y todo eso, puede que sea un poco difícil. Además como me atrasé tanto al escribir y corregir este capítulo (escribí, borré, reescribí, sufrí, borré, sufrí todavía más y finalmente lo terminé), voy un poquito atrasada con mis otras dos historias, y como es un capitulo para cada una, pues esta queda rezagada hasta que las otras dos se actualicen.

Nuevamente muchas gracias por leer, por los comentarios y los consejos. En verdad  espero el capítulo les haya gustado, porque esta vez sí me ha costado sangre, sudor y lágrimas. Espero traer pronto el siguiente, ya cada vez falta menos para el final. Nos leemos lo antes posible.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).