Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo prestados para esta solo los he tomado historia.

Capítulo 15:

 Prohibir

 

Queda prohibido no sonreír a los problemas,

no luchar por lo que quieres,

abandonarlo todo por miedo,

no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor.

 (Pablo Neruda)

 

 

 

Decir que Kuroko se sentía extremadamente ansioso, era decir poco.

Desde la discusión que tuvo con Kagami el jueves pasado, apenas había sido capaz de descansar bien o relajarse lo suficiente como para no sentir que el mundo se oprimía sobre él. Era una tontería de su imaginación, lo sabía perfectamente, pero todavía así no podía quitarse la molesta sensación de que, sin el otro chico a su lado, cada vez se le hacía más difícil respirar.

El pitido proveniente del silbato de Riko sacó a Kuroko de su ensimismamiento. Con un gesto de la mano, ella les indicó a los jugadores que se congregaran a su alrededor para poder hablarles. Solo con verla allí de pie, con las manos apoyadas sobre las caderas, era un mal indicio de cómo iban las cosas.

Todos contuvieron el aliento.

—Bueno, chicos, dadas las… circunstancias, tomaremos un descanso de diez minutos antes de continuar —señaló la entrenadora. Parecía más frustrada que molesta con el resultado de esa práctica, y con lo mal que iba todo, ¿quién la podría culpar? En cualquier caso, Kuroko menos que nadie—. Espero que durante ese tiempo puedan centrarse lo suficiente para lo que queda de esta tarde. —En esa ocasión, los ojos castaños de la chica se posaron sobre él y luego sobre Kagami de manera intimidatoria. Una dulce sonrisa que les puso a todos la piel de gallina se dibujó en sus labios—. Estoy segura de que no querrán que mañana haya un entrenamiento especial, ¿verdad? Es domingo, pero estoy más que dispuesta a sacrificar mi día de descanso por el bien del equipo si es necesario.

Un murmullo de pánico y negación colectivo se extendió entre los miembros del club, que rápidamente se fueron separando y desperdigándose por el gimnasio para aprovechar el tiempo libre y reponerse antes de continuar con la práctica.

El entrenamiento de ese día estaba siendo una auténtica pesadilla, al igual que el de la tarde anterior, y Kuroko tenía clarísimo lo mal que se había desempeñado en ambas prácticas. La entrenadora seguramente iba a tener algunas palabras no demasiado amables con él, sobre todo porque su siguiente partido sería dentro de tres días y pareciera que él solo estaba perjudicando al equipo.

Su coordinación con los miembros titulares había resultado pasable, aunque en muchas ocasiones falló los pases de manera terrible. Sus superiores solo se habían limitado a mirarlo extrañados, aunque el capitán Hyûga sí le preguntó directamente si se encontraba mal, algo que Kuroko se apresuró a negar, intentando parecer lo más convincente posible.

Y luego estaba Kagami… con el que no había jugado para nada.

Casi como al comienzo de conocerse, o en aquella ocasión que tuvieron sus diferencias, el otro chico no parecía esperar ningún pase de él, y Kuroko tampoco había hecho algún esfuerzo por intentarlo.

 Se estaban distanciando.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que él no se sentía así de ignorado y herido?, se preguntó Kuroko mientras aceptaba una toalla que le ofreció uno de los chicos de primero y se secaba el sudor. Demasiado, tuvo que reconocer. Con Kagami a su lado siempre tenía la confianza suficiente para enfrentar casi cualquier cosa.

Intentando no ser demasiado evidente, desvió la mirada hacia el chico.

De espaldas a él, Kagami asentía o negaba ligeramente a algo que le estaba diciendo Hyûga. Tras las gafas de montura delgada, los ojos verdes del capitán del equipo lucían muy serios, algo que se acentuaba a causa de lo fruncido que tenía el ceño.

Al parecer, Kagami también lo estaba haciendo todo fatal aquel día.

Como si se hubiera percatado de su insistente atención, este volvió la cabeza para mirarlo en un rápido gesto.

Cuando las miradas de ambos se encontraron, algo pareció bullir entre ellos; sorpresa y angustia, pudo determinar Kuroko, mezcladas con miles de cosas que no habían sido dichas en su momento y que seguramente ya nunca podrían tener la oportunidad de explicar.

Del mismo modo que se detuvieron sobre él, los ojos de Kagami se apartaron bruscamente, ignorándolo. Una punzada de dolor entrelazado con culpa le atenazó el pecho cuando le vio acercarse al resto de los chicos de segundo para platicar animadamente con ellos. Como si él no existiera.

¿Pero acaso no era su culpa?, se preguntó apenado Kuroko. ¿No había sido él mismo quien tomó la decisión de terminar aquello creyendo que era lo mejor para ambos?

 El ligero peso de una mano sobre su hombro lo sobresaltó un poco, pero se recompuso de inmediato. Kôki lo miraba inquiridoramente, un poco preocupado; aun así este le dedicó una breve sonrisa que intentaba ser reconfortante.

 —¿Va todo bien, Kuroko? —le preguntó su amigo, bajando el tono lo suficiente como para no llamar la atención de ninguno de los otros chicos que pululaban por allí—. No pareces tú mismo.

Kuroko podría haberlo negado, a sabiendas de que el chico no intentaría indagar más si él no se lo permitía, pero por ese día ya estaba cansado de intentar fingir que las cosas no le importaban. Estaba harto de tener miedo y de decirse que todo estaba bien. Estaba furioso con Kagami por aceptar que él fuera un idiota cobarde y no hacer nada al respecto.

—No, no estoy bien. De hecho en estos momentos estoy muy enfadado, Furihata-kun —reconoció Kuroko sin avergonzarse por ello. Los ojos de Furi se abrieron considerablemente a causa de la impresión—. Pero no te preocupes, lo voy a remediar de inmediato.

Sin detenerse a pensar en lo que iba a hacer, para no tener tiempo de arrepentirse, se acercó a un grupo de chicos de primero que practicaban a botear el balón y, murmurando una débil disculpa, se lo arrebató a uno de ellos.

Y se lo lanzó a Kagami a la cabeza. Con una puntería perfecta, que hasta a él mismo sorprendió.

El efecto fue inmediato, tal y como Kuroko había previsto. Apenas y sin darle tiempo de recomponerse, oyó como soltando un gruñido de rabia, el otro chico se volteó furioso para encarar el culpable y cobrárselas.

Y se encontró frente a frente con él.

—¡Kuroko, tú, maldito…! —soltó con los ojos rojizos encendidos de cólera mientras se palpaba la cabeza en la zona donde había recibido el golpe. El resto del equipo los miraba anonadados, guardando un silencio sepulcral—. ¡Eso ha dolido! ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?!

—Te lo merecías por idiota, Kagami-kun —fue todo lo que dijo como respuesta, sabiendo que esto iba a avivar todavía más el enfado de este, el cual no demoró en estallar.

En tres zancadas Kuroko le tuvo ya a su lado, exudando enojo por cada poro. Contuvo el aliento por un instante en el momento en que, sujetándolo de la pechera de la camiseta, Kagami lo alzaba hacia él, pero se negó a cerrar los ojos cuando lo vio levantar amenazadoramente el puño para golpearlo.

Y entonces este dudó.

Fue solo un breve segundo, una fracción de tiempo casi imperceptible, pero Kuroko vio la inseguridad del otro chico ante la idea de hacerle daño. A pesar de que no era la primera vez que ambos se liaban a golpes, esta sí era la primera que veía a Kagami dudar en lastimarlo desde que le confesó sus sentimientos y comenzaron a salir.

 Y eso le dio esperanzas. Más o menos.

Aprovechando su descuido, Kuroko le propinó una patada en la espinilla con todas sus fuerzas. De inmediato, Kagami soltó un aullido de dolor y se arrodilló para sujetarse la zona dañada, pero antes de que él tuviera tiempo de huir lejos de su alcance, notó como los largos dedos del chico sujetaban con fuerza su tobillo y tiraban de él para hacerlo caer de espaldas sobre el piso de parquet con un golpe sordo que hizo que el aire escapara de sus pulmones.

—¡¿A qué demonios crees que estás jugando conmigo, Kuroko?! —Kagami se abalanzó sobre él, impidiéndole escapar con el peso de su cuerpo. Su mano le rodeaba el cuello sin presionar demasiado, pero en una clara señal de advertencia para que no se moviera y dejara de hacer tonterías—. ¡Si lo que querías era acabar con mi paciencia, ya lo has conseguido!

Kuroko lo miró furioso e intentó asestarle un puñetazo en el lado izquierdo del rostro, pero el otro lo esquivó, aprisionando su mano derecha con tanta fuerza que logró que los ojos se le llenaran de lágrimas. Sin amedrentarse ante el dolor, Kuroko se revolvió para intentar escapar de su aprisionamiento y le propinó a su exnovio un golpe, esta vez en la parte baja de la mandíbula derecha, aunque sin demasiada fuerza al no ser con su mano dominante.

—¡BASTA USTEDES DOS! ¡KUROKO! ¡KAGAMI! ¡¿QUÉ SE SUPONE QUE ESTÁN HACIENDO?!

El grito de Riko fue seguido por las veloces manos de Hyûga y Kiyoshi que, sin mucha delicadeza, obligaron a Kagami a soltarlo y ponerse de pie; reteniéndolo apartado a cierta distancia de él, ya que parecía bastante dispuesto a volver a lanzársele encima para atacarlo. A su vez, Izuki y Furihata se apresuraron en ir a ver a Kuroko, ayudándolo a levantarse y cerciorarse de paso si estaba bien. Ambos lo miraban como si se hubiera vuelto loco. Y a lo mejor, pensó todavía un poco confundido por la subida de adrenalina, estaban en lo cierto.

Con la respiración aun entrecortada por el esfuerzo hecho y el corazón palpitando desenfrenado dentro de su pecho, Kuroko observó como el capitán Hyûga sujetaba a Kagami del hombro y lo sacudía cada tanto mientras le murmuraba algo, furioso. Por su parte, Kiyoshi, como ayudante temporal de Riko tras la operación de su lesión, se mostraba un poco más conciliador, intentando intervenir entre los dos, sobre todo ante la aparente sumisión que ahora mostraba el otro chico, con la cabeza gacha y oyendo todos los regaños sin protestar; no obstante, cuando su mirada rojiza se cruzó con la de Kuroko, estaba cargada de furia apenas contenida.

 Sí, Kagami estaba enfadadísimo con él, comprendió de inmediato. Pero eso sin lugar a dudas era lejos mucho mejor que su indiferencia.

—Ahora, ustedes dos, par de idiotas, van a explicarse —les exigió Riko con una engañosa tranquilidad que presagiaba el desastre—. ¿Qué ha ocurrido esta vez para que se peleen así? ¡Hablen!

El mutismo de ambos, combinado con el silencio de sus compañeros, resultaba algo antinatural. Afuera del gimnasio se podían oír las risas y los gritos amortiguados de otros estudiantes que también estaban a esa hora en las actividades de sus respectivos clubs, como un sábado normal, al igual como debería haberlo sido para ellos si él, impulsado por su frustración, no hubiera provocado aquella catástrofe.

—¿Kuroko? —insistió la entrenadora Riko mirándolo fijamente. Parecía tan tensa como la cuerda de un violín—. ¿Tienes algo que decir?

A pesar de que eran muchas las cosas que deseaba explicar en ese momento, él sabía que ninguna de ellas podría ser dicha frente a sus compañeros de equipo. Con el único que necesitaba hablar en ese instante era con Kagami, pero bajo las circunstancias en las que se encontraban, comprendía que sería bastante difícil por el momento. Así que solo guardó silencio con obstinación.

—¿Kagami? ¿Qué me dices de ti? —le preguntó ella al otro chico, percibiendo que ya no obtendría información de él.

Kagami se encogió de hombros con indiferencia, aunque aquella aura de peligrosa agresividad seguía rodeándolo.

—Asuntos personales —fue su escueta respuesta, ante lo que Riko frunció el ceño con molestia.

—Entonces, resuélvanlos y dejen de perjudicar al equipo —dijo fulminando a todos con la mirada, no solo a ellos—. Dentro de tres días jugaremos contra la Academia Jitsuzen, y no podemos permitirnos perder; somos los ganadores de la Winter Cup, ¿recuerdan? Necesitamos estar centrados en el juego y no peleándonos por tonterías. —Kuroko se estremeció, sintiéndose un poco culpable al oírla—. ¿Entendido? —La respuesta de todos ellos fue un débil «sí» que sonó más desanimado de lo que seguramente esperaba, aun así la entrenadora no se dejó amedrentar y prosiguió—: Volveremos al entrenamiento, así que divídanse en tres equipos. Hyûga, Izuki y Mitobe, serán los capitanes, así que elijan a sus jugadores —explicó dando una palmada para ganar su atención—. Kuroko y Kagami, vayan a la banca. Ustedes están fuera.

Kagami miró a la entrenadora boquiabierto.

—¡¿No nos va a dejar jugar?! —le preguntó lleno de incredulidad.

Riko ni siquiera se inmutó ante aquello, como si lo esperara.

—Claro que no, Bakagami. Ya he tenido suficiente de ustedes dos durante estos últimos días —dijo, dejando claro que era consciente de que el mal entrenamiento del día anterior también había sido a causa de ellos y su mala coordinación—. Tienen hasta el lunes para resolver lo que sea que esté mal entre ustedes. Si no es así, estarán fuera del juego contra Jitsuzen.

Tras sus palabras, todos se la quedaron mirando.

—Rik… Entrenadora, no puedes estar hablando en serio. —En esta ocasión fue Hyûga quien se le acercó, incrédulo—. No podemos dejar a los dos fuera —continuó protestando el capitán—. Has dicho que debemos ganar a como dé lugar, pero con Kiyoshi fuera, el no tener a Kagami o a Kuroko…

—Podemos hacerlo —lo cortó ella con determinación—. Así como están, no son más que un estorbo. No voy a perjudicar al resto solo por sus problemas. —Tomó aire profundamente y lo dejó escapar en un lento suspiro—. Ya está bien. Vayan a sus lugares y no perdamos más tiempo. Y ustedes dos —dijo, dirigiéndose a ellos—, esperarán en la banca hasta que acabe el entrenamiento. Luego se encargarán de limpiar todo esto antes de poder ir a casa. Es su castigo.

Kuroko vio a Kagami apretar los labios en señal de disgusto pero este no se atrevió a protestar más. Tras lanzarle otra mirada cargada de enfado, se dio media vuelta para dirigirse hacia la banca de suplentes donde se dejó caer pesadamente al lado de un par de chicos de primer año que, pareciendo bastante asustados, se alejaron de él a toda prisa. Al ver la expresión tormentosa de su exnovio, no pudo culparlos.

¿Qué estaba haciendo con su vida?, se preguntó lleno de remordimiento. ¿Qué estaba haciendo con él equipo? ¿Cuántos errores más iba a cometer antes de sentirse satisfecho?

También un poco enfadado consigo mismo, Kuroko se dirigió hacia la banca y se sentó en la otra punta de esta. Tan alejado de Kagami como le fuera posible. Como si ambos estuvieran en distintos lados del mundo.

 

——o——

 

La hora siguiente pasó mucho más lenta y angustiosa de lo que le hubiera gustado.

Siendo un mero espectador y con los nervios tan vivos como los sentía en ese momento, Kuroko no pudo disfrutar absolutamente nada de los partidos de entrenamiento, a pesar de ser consciente de que sobre todo él, con su sistema de juego, debería haber estado mucho más atento a la manera de moverse y jugar de sus compañeros.

De tanto en tanto había observado a Kagami que, en total silencio, seguía los movimientos de los otros jugadores con total concentración. Este seguía pareciendo algo tenso, pero parte de su enojo inicial parecía haberse temperado y, a pesar de que era evidente de que no quería hacerlo, Kuroko lo pilló un par de veces observándolo, aunque el chico apartaba la mirada de inmediato, visiblemente avergonzado.

 ¿Por qué no podía ser más honesto consigo mismo y con Kagami?, se preguntó. Si tan solo pudiera reunir el valor suficiente para decirle al otro chico como se sentía, decirle que se había equivocado en lo que le dijo el día que rompieron, tal vez podría estar evitándoles aquel dolor; pero, tal y como le confesó a Kagami días atrás, era un cobarde. En ese momento tuvo miedo del sufrimiento que una separación tan larga podía depararle, y ahora le aterraba la idea de que las cosas entre los dos se hubieran estropeado hasta un punto irreparable.

Mientras respondía saludos de despedida y veía a los otros chicos dirigirse agotados hacia el cambiador, Kuroko se puso de pie y fue a buscar los útiles de aseo para ordenar el gimnasio. Ya deseaba irse a casa.

En ese momento Riko estaba platicando con los alumnos de primero, al parecer explicándoles, por la cara de felicidad de estos, que por ese día no tendría más trabajo y ya podían marcharse. Una mirada de advertencia en dirección a ellos dos fue suficiente para que Kagami se pusiese también en marcha, resignado a comenzar con el trabajo.

El silencio entre ambos mientras buscaban y recogían los balones era pesado. Desde que se conocían, Kuroko nunca había sentido que los momentos de silencio entre los dos fueran algo desagradable; sin embargo, en ese instante le provocaba un malestar indescriptible; casi como un peso frío en la boca del estómago que le generaba dolor por dentro. Hubiera dado lo que fuera por que el otro chico le dijese algo, cualquier cosa. Incluso que lo odiaba.

Después de su ruptura, Kuroko había salido del departamento de Kagami sintiendo que podía morir a causa de la angustia; notándose tan vacío por dentro que era algo casi aterrador.

Después de lo ocurrido con Aomine, años atrás, Kuroko había creído, ingenuamente, que jamás nada le podría provocar un dolor peor que ese, pero estaba equivocado. El haber terminado de ese modo con Kagami era cien, mil veces peor. En poco más de un año, el chico parecía haberse convertido casi en una parte de él mismo. Sentía su pérdida casi como algo físico.

Aquella noche él apenas había logrado conciliar el sueño, demasiado alterado para que su mente se quedase en paz. Si su madre, tan perceptiva como siempre era, había notado algo de su malestar durante la cena, tampoco le dijo nada y respetó su silencio como lo hacía la mayoría de las veces; sin embargo, cuando el día anterior estaba a punto de partir a la escuela, sin apenas haber tocado su desayuno, ella se acercó a la puerta para entregarle un improvisado bentô, algo que no hacía desde hacía años, envolviéndolo luego en un abrazo que casi logró que Kuroko se echase a llorar.

El llegar a la escuela fue el primer gran obstáculo a enfrentar tras su ruptura con Kagami, sintiendo el estómago anudado ante la espera constante de que este no asistiera a clases ese día o que, peor aún, sí decidiera hacerlo y él no supiera cómo reaccionar al verlo.

Cuando finalmente el chico hizo acto de presencia casi al filo de la hora, Kuroko, que se sentaba tras él, esperó… algo; cualquier cosa que le indicara como iba a seguir su relación con Kagami a partir de ese punto, pero este se limitó a dejar su bolso en la silla sin dirigirle ni siquiera una mirada y se dejó caer en ella de mala gana, recostándose en el escritorio sobre sus brazos cruzados y fingiendo dormir todas las clases a pesar de los constantes regaños y amenazas de los maestros.

Por supuesto, la práctica de aquella tarde no fue mucho mejor.

Por primera vez desde hacía meses atrás, cuando tuvieron aquel desacuerdo, Kuroko y Kagami no intercambiaron ninguna jugada entre ellos. Su exnovio lo ignoraba deliberadamente, y Kuroko, lleno de dolor y culpa, no se sentía lo suficientemente valiente como para dar el primer paso e intentar romper aquel muro de hielo entre ambos.

Y de ese modo habían llegado hasta ese punto, donde cada uno en completo silencio se esmeraba en acabar aquella tarea lo antes posible; sin hablarse, sin mirarse. Como dos completos extraños.

Sin poder evitarlo, Kuroko recordó otra ocasión, no mucho tiempo atrás, donde tras haber recibido Kagami un castigo similar, él corrió a su encuentro para confesarle como se sentía. Para decirle que, a pesar de sus miedos, quería darle una oportunidad a su relación.

Tragándose el nudo que tenía en la garganta y con él las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, Kuroko finalmente tomó una decisión. Si iba a terminar sufriendo por Kagami, prefería hacerlo cuando él tuviese que marcharse y donde quizás aún existiera una oportunidad de mantenerse juntos como el chico le prometió y no ahora, donde el estar separados y verle cada día era como una auténtica tortura. No iba a cometer el mismo error que con Aomine.

—Kagami-kun —le dijo Kuroko armándose de valor. Soltando el trapeador, se volvió para buscarlo con la mirada, notando como se le subía la sangre al rostro a causa de la vergüenza al ver que este se encontraba a solo un par de pasos frente a él. No lo había oído acercarse para nada—, me gustaría hablar sobr-

Los labios de Kagami sobre los suyos lo callaron de golpe, besándolo con desesperada e insistente violencia mientras que, con cada embate de su lengua, le robaba el aliento y dejaba su cabeza hecha un lío, impidiéndole pensar con claridad.

 A pesar de que no deseaba hacerlo, a pesar de la tentación que era el perderse entre sus brazos, haciendo un esfuerzo, Kuroko terminó el beso y, empujándolo suavemente, puso algo de distancia entre ambos. La mirada de Kagami, hambrienta y decidida, le provocó un leve estremecimiento, aunque era más anticipación que miedo.

—No lo acepto —soltó inesperadamente este, sin darle oportunidad de abrir la boca—. En verdad intenté aceptar tu decisión, Kuroko, y mantenerme alejado de ti porque no quería causarte más sufrimiento. Pero, no lo acepto —recalcó. La determinación y el desafío reflejados en sus ojos—. No me importa lo mucho que te enfades conmigo, pero no voy a dejar de luchar por ti. Voy a insistir e insistir hasta que te canses, y que entonces te des cuenta de que no puedes ser feliz con nadie más que no sea conmigo.

Clavándose los dientes en el labio inferior, Kuroko comenzó a respirar agitada y superficialmente, desesperado por calmarse un poco a pesar de que su corazón latía como un loco, tan rápido que temía fuera a salírsele del pecho.

 Él tenía algo preparado, una especie de discurso que improvisó rápidamente en su cabeza en el minuto en que decidió intentar arreglar las cosas con Kagami, pero en ese instante ya no lo recordaba. Kuroko, muerto de nervios y confuso, no era capaz de hilar una palabra con otra y que estás tuvieran algún sentido.

—Lo siento —masculló con la voz un poco estrangulada—. Yo… en verdad lo siento, Kagami-kun. —Su mirada, casi desesperada, se encontró con la del otro chico que lo observaba de un modo mucho más gentil que horas antes—. Lo siento por lo del otro día, por lo de hoy. Lo siento por haber sido tan cobarde y no creer en lo que me decías; por haber dejado que mis mied-

—Shhh —lo calló Kagami al tiempo que se acercaba hasta él para envolverlo entre sus brazos. Kuroko lo permitió sin oponer resistencia, ansioso por aquella muestra de afecto que había extrañado tanto durante su separación—. No tienes que decir nada más. Solo quiero que entiendas que, hagas lo que hagas, no te vas a librar tan fácilmente de mí.

Él dejó escapar una leve risita que intentó reprimir, mezcla de los nervios contenidos y la alegría burbujeante que lo embargaba en ese momento. Levantó el rostro un poco, lo suficiente para poder mirar al otro y dejar un rápido beso sobre sus labios.

—Oe, Kuroko, ¿eso significa que ya estamos bien? —inquirió Kagami. Aunque este intentaba aparentar tranquilidad, la leve tensión visible en el fibroso cuello y los brazos que lo sujetaban delataban lo nervioso que se encontraba mientras esperaba su respuesta.

—Sí. Y también significa que acabamos de superar nuestra primera ruptura y reconciliación con éxito —confirmó él con una breve sonrisa.

—No me gusta cómo suena eso de primera ruptura —masculló Kagami entre dientes—. No creo poder soportar otra discusión como esta. Casi acaba conmigo.

Y Kuroko lo entendía plenamente, aunque no se lo dijo.

—No creo que sea la última, Kagami-kun —le explicó con seriedad—. Sobre todo si iba enserio lo que me dijiste de regresar a América e intentar mantener nuestra relación de todos modos. Eso que será difícil.

Todavía sin soltarlo, Kagami depositó un dulce beso sobre su frente y lo abrazó más fuerte, aferrándolo a su pecho. El corazón de uno latiendo al compás del latir del otro.

—Vamos a soportarlo —murmuró su novio con la barbilla apoyada sobre su cabeza como acostumbraba a hacer—. Ya he decidido que hablaré con mi padre en un par de semanas y le contaré lo de nosotros. Intentaré que me deje quedarme a estudiar en Japón —le explicó Kagami, muy serio—, y si eso no va bien, ya pensaremos en lo que haremos a futuro. Por el momento, solo quiéreme, Kuroko. Quiéreme y confía en mí. Confía en que lucharé por ti, pase lo que pase.

Kuroko se limitó a asentir, satisfecho.

¿Tenía miedo de lo que les depararía el futuro? ¡Por supuesto! Pero, como le estaba pidiendo Kagami, confiaría en él; confiaría en ellos juntos. Creería en que de algún modo, el destino que los había unido de un modo tan extraño, no los iba a separar tan fácilmente.

—Oe, Kuroko —le dijo su novio, sacudiéndolo un poco para llamar su atención y que lo mirara—, ¿se puede saber por qué demonios me golpeaste durante la práctica?

De inmediato, él intentó fingir inocencia.

—Sentía que te lo merecías. Por ignorarme de ese modo tan cruel, Kagami-kun.

El chico soltó un gruñido bajo.

—¿No te diste cuenta de lo peligroso que fue provocarme así? Podría haberte partido la cara si no me freno con ese puñetazo, Kuroko. Realmente me tenías al límite y estaba a punto de golpearte.

—Entonces me hubiera visto obligado a devolvértelo —le dijo él con solemnidad.

—Sí, claro —respondió Kagami, ahogando una sonrisa ante su mirada de enfado—. Eres tan debilucho que tus golpes no duelen nada.

—Te recuerdo que parecías bastante adolorido después de que te pateé —le recordó Kuroko, ligeramente mordaz.

—Ya, ya, lo he comprendido. Eres un chico terrible y peligroso —le dijo Kagami apaciguador y buscó una vez más su boca para callarlo.

En esta ocasión, ya sin conflictos ni dudas entre ellos, Kuroko le echó los brazos al cuello y entreabrió los labios, gustoso. Deseoso de poder perderse en aquel instante y que la cercanía del chico que amaba borrara todo rastro del dolor que lo embargó durante los días anteriores.

El ruido sordo de un golpe retumbó estruendoso en el silencioso gimnasio casi vacío. Sobresaltados, Kagami y Kuroko se separaron de inmediato y miraron consternados en dirección al sonido, casi muriendo de la vergüenza al encontrarse cara a cara con aquel trío.

El capitán Hyûga los miraba boquiabierto, con una expresión en el rostro que iba entre el horrorizado disgusto y la incredulidad total; mientras que la entrenadora, con las mejillas de un furioso rosa encendido, se agachó a toda prisa para recoger las carpetas de datos que había dejado caer al verlos besándose, y que eran la fuente de aquel estruendo. Por otro lado, Kiyoshi, con una sonrisa nerviosa en el rostro, parecía el más calmado ante aquella situación.

—Bueno —dijo este con su habitual buen ánimo—, supongo que esto significa que ya han solucionado sus problemas, Riko. Esos son buenas noticias, ¿no?

Hyûga le lanzó una mirada acerada seguida de un ininteligible sonido estrangulado, y Riko, ya de pie, comenzó a reírse de manera escandalosa, sobresaltándolos a todos.

Por su parte, Kuroko quería que se lo tragase la tierra allí mismo y, con una sola mirada a Kagami, comprendió que su novio deseaba lo mismo.

Aquello, se dijo, no existía manera de esconderlo o disfrazarlo. Finalmente los habían descubierto y su relación secreta dejó de serlo de golpe.

Notas finales:

La primero, como siempre, muchas gracias a quienes hayan llegado hasta aquí y se hayan dado el tiempo de leer. Ojala les haya gustado el capítulo, que llegó más pronto que tarde, como prometí. Ya vamos un paso más cerca del final.

La verdad es que he quedado muy contenta con esté capítulo por dos cosas. La primera, es que lo escribí bastante rápido y prácticamente sin muchos cambios durante la revisión (lo que para mí es un logro), y porque estás escenas fueron algunas de las primeras que tomaron forma en mi cabeza cuando, ya hace más de dos años atrás, comencé a plantearme la idea de escribir esta historia. Verlas hoy ya escritas como un capítulo realmente me ha hecho feliz, así que espero también haya valido la pena para ustedes.

Ya pronto estaré aquí actualizando el capítulo dieciséis, y si alguien de por aquí también seguía mi otra historia de este fandom, Tormenta, aviso que esa la comenzaré a actualizar una vez que haya acabado con Hilo Rojo a la que ya le faltan poquitos capítulos (que le puedo hacer, estoy ansiosa por llegar al final).

Nuevamente gracias por su tiempo. Cualquier comentario, reclamo, pregunta o sugerencia es bien recibida.

Nos leemos en la próxima actualización.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).