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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo prestados para esta solo los he tomado historia.

Capítulo 17:

 Avanzar

 

A los que buscan

aunque no encuentren.

A los que avanzan

aunque se pierdan.

A los que viven

aunque se mueran…

(Mario Benedetti)

 

 

 

A pesar del real intento que hizo por levantarse esa mañana e ir a clases, Kuroko terminó por ceder a las súplicas de su novio y se quedó en el departamento, ya que al ver el aspecto tan lamentable que presentaba ese día, este no quiso ni oírle hablar de materias para los exámenes ni de los entrenamientos para los próximos partidos. Obstinado como pocas veces él le había visto, Kagami no le permitió ir a clases y le exigió que descansara, ya que prácticamente no fue capaz de pegar ojo en toda la noche.

La hora en el reloj de su móvil marcaba que ya eran casi las diez y, a pesar de que no tenía muchas ganas de hacerlo, Kuroko decidió finalmente levantarse; no podía seguir todo el día en cama intentando ocultarse del mundo.

Después de terminar de asearse y vestirse, fue a la cocina a buscar algo de comer para desayunar aunque no tenía demasiado apetito. Una leve sonrisa asomó a sus labios al ver que Kagami le había dejado una bandeja lista y protegida con papel film; en una nota, pegada sobre ella, este le pedía, con su espantosa letra, que comiera. Sorprendentemente luego de un par de bocados, Kuroko descubrió que se sentía mejor, y que aunque no lo hubiese notado antes, de seguro a causa de la rabia y la angustia, estaba hambriento; lo que no era extraño si tenía en cuenta que apenas y hubo cenado la noche anterior.

A pesar de lo mucho que pensó en ello, de las mil vueltas que le dio en su cabeza durante las pasadas horas transcurridas, Kuroko todavía no era capaz de comprender como las cosas había llegado a ese punto tan terrible con su padre. Era cierto que desde un comienzo esperó cierta reticencia por parte de este para cuando se enterara de que jamás le presentaría una novia, porque él prefería a los chicos, pero de allí al ver lo furioso que se puso al enterarse de su orientación, había una gran diferencia. Cuando Kuroko finalmente reconoció que estaba saliendo con Kagami, su progenitor se había mostrado sobre todo dolido, como si él lo hubiese traicionado.

La tarde pasada, cuando salió del departamento de su novio, jamás imaginó como iban a acabar las cosas. Al llegar a casa todo fue normal, como cada día. Habló con su madre y con su abuela platicándoles de su día en la escuela, de las prácticas y el partido que tendrían aquel sábado; a su vez, ellas le contaron de sus compras, del control médico de la más anciana y de algunos planes que su padre estaba haciendo para una salida en familia para ese fin de semana. Al oír hablar de aquello, Kuroko se sintió un poco incómodo ya que él y Kagami tenían programada su cita, pero prefirió no confesárselo a su madre directamente y esperar a estar seguro y, quizá, se dijo, ese fue su principal error.

Su padre, por motivos de trabajo, solía viajar bastante. No era raro que pasaran dos o tres semanas sin verlo, por lo que cada vez que este estaba en la ciudad, tanto su familia como él aprovechaban en lo posible aquellos momentos para poder compartir juntos. Cuando era más pequeño, Kuroko solía esperar ansioso los regresos de su progenitor, volviendo un poco loca a su madre de todas las veces que le preguntaba por su retorno y sufriendo horrores cada vez que este debía volver a marcharse; con los años, y a medida que él fue creciendo, se volvió mucho más medido y más comprensivo con aquellas largas ausencias, pero eso no disminuyó el hecho de que le gustaba que este estuviese junto a ellos en casa; motivo por el cual estaba ansioso por su llegada.

Al comienzo de la cena todo había ido bien. Su padre estaba contento de estar en casa y, tal y como su madre le comentó horas antes, este le dijo que tenía planeado una pequeña escapada de dos días y una noche a un pequeño ryokan a las afueras de Tokio, desde el domingo hasta el lunes aprovechando que tendría por lo menos diez días libres antes de tener que viajar nuevamente a Kioto. Al oír sus planes y comprender que aquella era la manera que tenía su padre de compensar el poco tiempo que pasaba con ellos, Kuroko estuvo tentado de cancelar su cita con Kagami en pro del bienestar de su familia. Conocía bien al chico, y estaba seguro de que si le explicaba la situación, este no le pondría ningún inconveniente ni se molestaría con él, y claro, ocultaría su decepción lo mejor posible para que Kuroko no se sintiese mal ni culpable por dejarlo plantado; pero también comprendió que aceptar aquello en perjuicio del otro sería sumamente egoísta. Kagami había accedido a aquella cita por su petición, ya que él casi se lo exigió, entonces, ¿era justo convertirlo en la segunda opción? Kuroko no lo creía.

Fue así que, armándose de valor, le dijo a su padre que no podría ir porque ya tenía planes con un amigo; sin embargo, la molestia de este fue tan evidente como inmediata. Al ser hijo único y no dar demasiados problemas, Kuroko rara vez obtuvo castigos o regaños demasiado severos por parte de sus padres, motivo por el cual no podía dejar de inquietarse un poco cuando los provocaba, a pesar de saber que no pasarían a algo demasiado serio. Aquella noche, ingenuamente, él creyó que no sería la excepción; por eso, cuando su progenitor le exigió que cancelara la cita que tenía para aquel domingo, Kuroko se indignó, aunque intentó controlarse lo mejor posible y hacerlo entrar en razón; no obstante, al ver que ninguna de sus súplicas ni argumentos funcionaban, terminó por enfadarse de verdad.

 Y su enfado fue su condena.

En algún punto de la, cada vez más intensa, discusión entre ambos, su madre intentó intervenir entre ellos para calmar las cosas, aunque sin mucho éxito; y para cuando esta se llevó a su abuela a la habitación para que la mujer descansara, la tensión entre él y el otro hombre ya era más que evidente.

 Como pocas veces, su padre sacó el tema del baloncesto y el tiempo que le quitaba; tiempo que debería estar aprovechando en prepararse para el ingreso a la universidad, ante lo que Kuroko se escudó en lo mucho que había logrado junto a sus compañeros de equipo y en el hecho de que, a pesar de seguir jugando, sus calificaciones no eran malas. Al oír hablar de sus compañeros del Seirin, el otro hombre le espetó que, en vez de estar perdiendo el tiempo rodeado de chicos, debería conseguirse una novia. Frustrado y enfadado como se encontraba, Kuroko le respondió que eso no sería necesario, porque ya estaba saliendo con alguien y, además, este era un chico porque él no tenía ningún interés en las mujeres.

Su madre, que acababa de regresar a la cocina, soltó un gritito ahogado al oírlo, haciendo que solo en ese instante Kuroko fuese realmente consciente de lo que acababa de hacer, recordando que ella le había pedido con anterioridad que la dejase lidiar con aquel detalle de su vida antes de que él confrontara a su padre. Sin embargo, al ver la incredulidad reflejada en el rostro de este, Kuroko comprendió que ya era demasiado tarde, por lo que supo que esperar una completa aceptación de su parte, como había ocurrido con su progenitora, sería prácticamente imposible.

Después de aquella confesión todo se descontroló. Su padre se puso furioso y comenzó a gritarle, negándose a aceptar la verdad de lo que él era, de lo que Kuroko quería o sentía y, por lo mismo, él se sintió destrozado; el rechazo por parte de alguien a quien se amaba dolía más que un golpe, quemaba más que la rabia, pero él no estaba dispuesto a seguir ocultando quien era en realidad.

Cerca de una hora después de aquel desastre, su madre consiguió que su padre se calmara un poco y le pidió a Kuroko que se marchase a su habitación mientras hablaba con este. Durante la media hora siguiente él pudo oír, de forma amortiguada, la conversación de ambos cuando la voz de su padre, alterada de vez en cuando, volvía a subir un poco y se colaba por las paredes, no permitiéndole tener tregua a su desazón; además, con lo mal que se sentía emocionalmente, el descanso ni siquiera era una opción.

Sintiéndose desesperado por desahogarse, pensó en llamar a Kagami y contarle todo lo ocurrido, pero desistió de la idea temiendo que su novio se preocupase más de lo debido y, con lo impulsivo que este siempre era, apareciese por su casa; un detalle que su padre de seguro no hubiese apreciado demasiado después de su altercado. Aun así, su necesidad de verlo, de que lo escuchase, de que le diese su apoyo y lo confortase, fue más fuerte que su sentido común; por lo que, aprovechando que sus padres decidieron continuar con aquella especie de discusión en su propio cuarto, él echó un par de cosas en su bolsa de deportes y salió de casa intentando ser lo más discreto posible.

Y fue así como llegó al departamento de Kagami y dejó que por unas pocas horas este se encargase de todo: que cargara con su miedo y con su angustia, que le dijese que todo iba a estar bien aunque fuera una mentira. Junto al chico, Kuroko se sentía seguro, y la seguridad parecía ser, de momento, una de las cosas que más escaseaban en su vida.

Por su culpa, ambos habían pasado sin duda una noche espantosa, pensó él, desanimado. Tendría que compensar a Kagami cuando este regresara de la escuela.

Después de poner el departamento en orden, lo que no fue la gran cosa ya que sorprendentemente su novio era bastante ordenado y limpio, Kuroko se sentó en el sofá de la sala y decidió llamar a su madre. La noche anterior, nada más llegar donde Kagami, le envió a esta un escueto mensaje en el que le avisaba que se quedaría durante unos días en casa de un amigo, aunque no le especificó con quien, en parte porque no quería que ella fuese a buscarlo para hablar con él y, también, porque no deseaba que aumentara el enfado de su padre si se llegaba a enterar de que se estaba escondiendo allí.

 No tuvo que esperar demasiado una vez la llamada comenzó a conectar, ya que su madre respondió casi de inmediato, con un alivio tan evidente en la voz que Kuroko no pudo evitar que se le llenasen los ojos de lágrimas.

—Tetsu, cariño, ¿estás bien? ¿Por qué te has marchado así? ¿No has ido a la escuela hoy? —le preguntó ella, mitad alegría apenas contenida y mitad indignado regaño.

—No, no fui porque me sentía un poco mal esta mañana, pero me traerán los deberes —le dijo intentando que aquella excusa por lo menos la aplacara un poco—; aunque ahora ya estoy mejor, mamá —aclaró antes de que esta comenzara a hacerse ideas raras y se preocupase—. Y me he marchado de casa porque si me quedaba las cosas se iban a poner peor. Papá está furioso conmigo.

Ella soltó un pesado suspiro.

—Tienes que comprender que para él nada de esto es fácil, Tetsu. Sus expectativas…

—¿Y qué hay de las mías, entonces? —protestó molesto, apretando el móvil en su mano con más fuerza de la necesaria. De inmediato se arrepintió de descargar su frustración en aquella mujer que solo lo había apoyado—. Lo siento, mamá, solo es que… no sé qué más hacer. No sé cómo sentirme ahora conmigo, con todos.

—Solo como tú mismo, cariño. No es que seas diferente; eres el mismo chico que todos conocemos, nuestro niño; aunque las cosas que ahora desees para ti son un poco distintas a las que esperábamos para tu futuro. Supongo que tendrás que tenernos paciencia mientras nos adaptamos a ello; darnos un poco más de tiempo.

—No creo que el tiempo sea algo que ayude a papá —masculló de mala gana—. Anoche… estaba muy decepcionado —le recordó, y una nueva punzada de culpa teñida de dolor le aguijoneó el pecho.

—Lo hará, ya lo verás. Solo deja que se acostumbre un poco más a la idea, Tetsu —le dijo su madre con dulzura—. Tu padre es un hombre terco y durante años se negó a ver lo que era evidente; pero, creo que ya lo suponía en parte, y ahora que se lo has confirmado, tiene que asimilarlo; además, no puedes negar que la manera en que se lo dijiste fue… algo ruda.

Kuroko no pudo evitar reír débilmente al oír la forma tan suave en que ella intentaba mostrarle sus errores.

—Ya lo creo que sí —reconoció—, pero estaba un poco enfadado. Perdí la cabeza.

—Y tu padre también. Ayer en la noche hablamos mucho sobre ti, ¿sabes? Él es consciente de que no debería haberte dicho las cosas que dijo, pero sigue un poco dolido y confundido. Solo dale tiempo, por favor. Y sobre todo, cariño, no dudes de que te ama. Sin importar como sean las cosas, él te quiere, porque eres su hijo.

—Me gustaría tener tu convicción, mamá, pero ahora es un poco difícil…

—Pues tenla —le dijo ella con sorprendente seguridad—. ¿Crees que no conozco al hombre que elegí? Y te conozco también a ti, cariño, porque eres parte de ambos.

Las palabras de su madre de alguna manera lo reconfortaron a pesar de que en el fondo el rechazo seguía doliendo. A una parte de él le hubiese gustado estar junto a ella en ese momento, lanzarse a sus brazos y echarse a llorar como lo hizo la noche pasada con Kagami, pero no quería preocuparla más. No deseaba que ella siguiera sufriendo de ese modo por su culpa.

—Lo… intentaré —fue su escueta respuesta, pero confiaba en que ella, que tan bien lo conocía, pudiera distinguir en esas palabras toda la verdad que albergaban; el real esfuerzo que estaba haciendo.

—Cuídate, Tetsu, cariño, y no retrases el volver a casa; las cosas no son tan terribles cómo crees —le dijo esta; todo el amor y la preocupación contenido en cada una de sus palabras—. Dale saludos a Kagami-kun de mi parte y agradécele su hospitalidad.

—No he dicho que esté donde Kagami-kun —se defendió él, a pesar de la evidente mentira. Su madre bufó con exasperación.

—Kuroko Tetsuya, no intentes hacerme pasar por tonta. ¿De verdad crees que no estaba segura que huirías a su casa en cuanto noté que te marchaste? —La oyó chasquear la lengua a través del móvil—. Por lo menos sé que es un buen chico y que te quiere; eso me deja mucho más tranquila.

Al oír hablar a su madre en aquel instante, algo dentro de él pareció desbordarse. A Kuroko le hubiese gustado poder decirle tantas cosas, poder expresarle con palabras lo mucho que la quería, lo agradecido y aliviado que estaba por su aceptación y su apoyo, lo mucho que significaba para él; sin embargo, no pudo, no sabía cómo hacerlo porque muchas veces exteriorizar sus sentimientos era algo que escapaba a sus capacidades; así que, simplemente, le dijo lo que consideró más sincero y lo que esperaba albergara todos y cada uno de aquellos sentimientos:

—Te amo, mamá. Y gracias.

Durante unos pocos segundos no obtuvo respuesta de su parte y Kuroko temió que la llamada se hubiese cortado, pero oyó el casi imperceptible suspiro tembloroso que escapó de los labios de esta colándose a través de la línea y supo que ella seguía allí, a su lado a pesar de la distancia.

—Yo también te amo, cariño; y también lo hace tu padre, aunque en este momento le cueste un poquito asimilarlo.

Cuando finalmente puso fin a la llamada, Kuroko, que seguía sentado en el sofá, observó el casi imperceptible agitar de las cortinas del ventanal producido por la débil brisa que entraba a través de la ventana abierta. Tenía tantas cosas llenando su cabeza en aquel instante; tantos miedos, tantas preguntas; tanto arrepentimiento. Una vorágine de preguntas sin respuestas, tan o más liosa que sus propios sentimientos. Se preguntó, no por primera vez, si alguna vez en su vida sería capaz de aceptarse a sí mismo completamente. Si sería capaz de mirarse algún día al espejo y no desear, aunque solo fuese un poco, cambiar algo de sí mismo.

Y casi como una súplica, rogó que ese momento llegase. No importaba el tiempo que tardara, solo quería que aquella esperanza pudiese hacerse realidad algún día.

 

——o——

 

Nada más acabar el entrenamiento con el equipo aquella tarde, Kagami se cambió a toda prisa y prácticamente corrió rumbo a su departamento, muerto de preocupación sobre el estado en el que podría hallar a Kuroko después de la discusión que este tuvo con su padre la noche anterior.

Aquella mañana hubo de hacer uso de toda su fuerza de voluntad para obligarse a asistir a clases y no quedarse junto a este, pero Kagami estaba seguro de que si le decía al otro chico que no iría, Kuroko, al que ya le había costado convencer para que se quedase en casa ese día, terminaría por desobedecer sus ruegos y acabaría por asistir a la escuela. Y eso era lo último que él deseaba, ya que era evidente lo mucho que su novio necesitaba descansar.

Riko y la mayor parte de sus compañeros se mostraron un poco preocupados cuando él les informó que Kuroko se sentía ligeramente mal y por eso no asistió aquel día; sin embargo, no quiso explayarse más en aquella explicación porque Kagami sabía era un pésimo embustero, ya que cada una de sus mentiras parecían escribirse en su cara como un cartel de culpabilidad que gritaba «mentiroso» a quien lo mirase. La entrenadora del equipo, tal vez intuyendo que algo ocurría, lo apartó al final de la práctica y le dio un mensaje para su novio en el cual le pedía que intentara estar en forma para el siguiente partido que tenían programado al día siguiente. Él solo asintió a su petición, sin querer abrir la boca y arriesgarse a soltar una respuesta estúpida.

Durante las clases de aquel día, Kagami se esforzó de verdad en tomar apuntes ya que era algo que Kuroko prácticamente le exigió cuando aceptó quedarse en el departamento e, incluso, llegó al punto de pedirle a Furihata, que compartía clase con ellos, le dejase fotocopiar los suyos, solo por si acaso. Estaba dispuesto a hacer lo que fuese con tal de ayudar a su novio a superar aquella situación tan difícil.

Al verlo llegar la noche anterior de ese modo tan desbastado, al oír todo lo que el chico le contó entre lágrimas, a parte del terrible dolor que significaba para él el verlo de ese modo y sentirse impotente, Kagami no pudo evitar concebir a su vez algo de miedo. La reacción del padre de Kuroko era casi como una especie de recordatorio de lo que podría experimentar él mismo cuando su propio progenitor se enterase de la situación; y lo más probable fuese que en su caso fuera mucho peor, porque no solo estaría reconociendo su homosexualidad, sino que a su vez le estaría diciendo a este que no iba a irse de Japón cuando acabase la escuela como acordaron en un comienzo.

Realmente, pensó Kagami, estaba aterrado ante la idea de confrontar a su propio padre.

Nada más entrar en casa oyó los apresurados pasos del otro chico. Kuroko se asomó al recibidor para verlo y una leve sonrisa asomó a sus labios.

—Bienvenido, Kagami-kun —le dijo y, a pesar de lo malas que eran las circunstancias, él no pudo evitar alegrarse un poco por tenerlo allí. En el fondo era un egoísta.

—Ya estoy en casa —soltó en respuesta. En un par de zancadas estuvo al lado de este y se inclinó lo suficiente para poder besarlo en los labios—. Creo que podría acostumbrarme a esto.

Kuroko lo miró ceñudo.

—En tus sueños, Kagami-kun —replicó, pero una pequeña, muy pequeña chispita de diversión pareció bailar en sus ojos celestes—. ¿Me has traído los apuntes y los deberes? ¿Qué ha dicho la entrenadora?

Kagami dejó escapar un pesado suspiro de agotamiento mientras se dirigía a la habitación para dejar sus cosas de la escuela sobre la cama mientras Kuroko, persistente como era, le iba a la zaga.

—Los tengo, incluso me he conseguido los de Furi por si no logras comprender algo de los míos. —Que era lo más probable, pensó él, pero prefirió omitir aquel detalle—. Y la entrenadora se ha mostrado comprensiva, pero me ha pedido que te diga que, si estás en condiciones, asistas al partido de mañana. ¿Crees que tendrás ánimo para ello?

Los ojos de Kuroko, serios e inexpresivos como casi siempre, y levemente cargados de dudas, se posaron sobre él durante unos segundos. Kagami casi podía ver su cerebro trabajando, evaluando las posibilidades; no solo tomando en cuenta lo que él deseaba o quería, sino también el beneficio que podría significar para el equipo el tenerle o no en aquel partido. Kagami no pudo más que admirarse por ello.

—Iré —confirmó Kuroko finalmente—. Le enviaré un mensaje a Riko-san para informarla y que no esté preocupada por ello. Además, hoy he descansado bien y ya estoy más calmado. También —comenzó, dubitativo, sus ojos celestes lo contemplaron casi con culpabilidad— he hablado con mi madre y eso me ha tranquilizado un poco.

—Me alegra oír eso —le dijo él con sinceridad. Antes de que el otro pudiese apartarlo, Kagami envolvió al chico en sus brazos y apoyó su barbilla sobre su cabeza. El suave y ligero cabello celeste de este le cosquilleaba un poco, pero a la vez era cálido y agradable—. Estuve todo el día preocupado por ti, pero te hice caso y no te envié ningún mensaje ni te llamé en horas de clases.

—Kagami-kun es un chico obediente —oyó que le decía su novio amortiguadamente contra la tela de la camiseta del uniforme del equipo. Las acompasadas palmaditas en la espalda que este le daba, cual si fuese un cachorro como Nigô, lo fastidiaban un poco pero al mismo tiempo lo divertían, así que prefirió mantener la boca cerrada—. Quizá mereces un premio.

Soltándolo de golpe, se apartó un poco del otro chico y lo miró con los rojizos ojos muy abiertos.

—¿De verdad? —le preguntó a Kuroko, tan ansioso como curioso. Este rodó un poco los ojos, como si él fuese un caso perdido de idiota, pero apoyó una mano sobre su morena mejilla y, poniéndose en puntas de pie, rozó sus labios con los suyos. Kagami pensó que podría morir allí mismo.

—No tientes más tu suerte, Kagami-kun. Además, ahora me debes ayudar a poner las notas en limpio, no quiero atrasarme en clases. —Kuroko le indicó con un gesto su bolsa de la escuela, que seguía sobre la cama, para que sacara los apuntes—. Iré por mis cosas. Te espero en la sala.

Durante las dos horas siguientes, mientras Kuroko ponía sus apuntes al día, Kagami fingía estudiar de tanto en tanto, pensando todavía en la situación del chico con su padre y en sus propios temores. A una parte de él le hubiese gustado poder compartir estos con su novio, pero dadas las circunstancias sería como cargar más dolor sobre el que este ya tenía que soportar; lo peor de todo, se dijo, era no saber que más hacer; aparte de su apoyo, no hallaba que decir o cómo actuar para ayudar a este a salir de eso. ¿Hablar con aquel hombre para explicarle lo difícil que había sido para su hijo aceptar su orientación sexual? ¿Lo mucho que Kuroko tenía que luchar cada día por ello? ¿O quizá, simplemente, lo mejor era dejar que la situación se enfriase por si misma hasta que llegase un punto en que para el chico la aprobación de su padre ya no le importase tanto? Aquel, sin duda se dijo algo molesto consigo mismo, era un pensamiento egoísta.

Frustrado, Kagami se pasó las manos por el cabello rojizo dejándolo de punta. Kuroko lo miró de reojo, confundido, pero él hizo un gesto hacia su libro de japonés moderno para indicarle que solo estaba molesto por no comprender la materia. Una mentira piadosa.

—Oe, Kuroko, iré a la cocina por algo de beber, ¿quieres que te traiga algo? —le preguntó a su novio ante lo que este se limitó a negar con un gesto, tan metido en los apuntes que ni siquiera lo miró.

Kagami acababa de abrir la nevera para ver que tenía dentro y sacar una botella de té cuando oyó la alerta de mensajes en su móvil. Al revisar este, su desconcierto inicial fue sustituido por molestia, aunque esta se atemperó un poco al leerlo.

¿Qué debería hacer?, se preguntó. ¿Cuál era la respuesta correcta? ¡Demonios! ¿Por qué siempre terminaba metido en esa clase de situaciones en las que una mala decisión le podía costar tan caro o hacer tanto daño?

—¿Ocurre algo malo, Kagami-kun? Estás un poco pálido.

La voz de Kuroko lo sorprendió, sacándolo como tantas otras veces de su autoimpuesta miseria.

Obligándose a apartar las dudas de su cabeza, negó con un gesto e intentó sonreír un poco.

—Nada importante, solo recordé que tenía que llamar a mi padre anoche y hoy me ha escrito un mensaje un poco molesto. Pero nada de qué preocuparse.

—Lo lamento, fue culpa mía —se disculpó Kuroko, compungido—. Con lo de anoche…

Kagami posó una mano sobre su cabeza y le revolvió el cabello, desordenándolo hacia todos lados. El chico lo miró indignado, pero él pensó que así se veía lindo.

—Deja de decir tonterías, idiota. Solo fue mi descuido, así que no tienes culpa de nada. ¿Te ha dado sed? —Kuroko asintió y él le tendió la botella de té que había sacado antes de la nevera y pasó a su lado para buscar dos vasos del estante superior, dejándolos sobre la isleta al alcance de su novio.

Mientras observaba como el transparente líquido se vertía e iba llenando poco a poco los vasos, Kagami volvió a pensar en su decisión, cuestionándose lo que debería hacer. Kuroko parecía ahora tan tranquilo comparado con lo alterado que estaba la noche anterior, y quería preservar aquello, pero… ¿tenía realmente el derecho de decidir por él?

—Oe, Kuroko —comenzó con algo de duda; duda que aumentó aún más cuando aquellos claros ojos se posaron sobre él—. He estado pensando un poco sobre lo que ha ocurrido, bueno… con tu padre. —El ceño del chico se frunció ligeramente al oír aquello pero nada más en su actitud delató que se sintiese contrariado—. Sé que en estos momentos estás enfadado con él, dolido y todo eso, pero, ¿quieres arreglar las cosas entre ustedes, Kuroko? ¿La relación que tienen es en verdad importante para ti?

A pesar de ya conocer la respuesta, de estar seguro de lo que este le diría, Kagami notó una sensación extraña en el pecho cuando, pasados unos minutos de profundo silencio, su novio asintió. La aterraba la idea de verlo sufrir, odiaba el ser impotente y no poder protegerlo; si, por él fuese, desearía poder apartar a Kuroko del mundo, pero sabía que no sería justo ya que, una de las cosas que más amaba de este, era su fortaleza; que aquel chico tan frágil en apariencia fuese capaz de enfrentarse a todo, a todos y de seguir adelante por más asustado o dolido que se sintiera. Eso, de algún modo, lo llenaba de orgullo.

Y tomó su decisión. Por eso, mientras enviaba al mensaje de respuesta, no dudó en que era la correcta.

 

——o——

 

Una vez acabaron de cenar, Kuroko y Kagami retiraron los platos de la mesa para dejar todo ordenado antes de tomar un baño e irse a la cama. Minutos antes su novio le había propuesto ver una película, pero teniendo en cuenta que la tarde siguiente tendrían el partido contra el Instituto Hakuryô y que debían presentarse temprano en la escuela para que la entrenadora les diera las últimas aclaraciones, él prefirió que fuesen a dormir temprano.

A pesar de que Kagami hablaba y se comportaba como solía hacerlo normalmente, algo en su manera de mirarlo de tanto en tanto o lo inquieto que este parecía, como si le estuviese ocultando alguna cosa, hizo que Kuroko se pusiese en alerta. No quería presionar al chico como solía hacer habitualmente cuando quería obtener información de él ya que, dadas las circunstancias y por lo mucho que tuvieron que pasar, todavía se sentía un poco culpable; sin embargo, no podía quitarse de la cabeza que parte de la inquietud de Kagami era responsabilidad suya.

Mientras comenzaban a lavar los platos, el sonido del timbre del móvil de su novio interrumpió la plática que tenían en aquel momento sobre el último videojuego que estaban jugando. Secándose las manos con rapidez, Kagami se apresuró a buscar el aparato para contestar, dirigiéndose a la sala mientras le pedía a él que siguiera con la tarea. Kuroko supuso, por su comportamiento, que debía ser el padre de este quien le estaba llamando.

No acababa de aclarar ni la mitad de los utensilios utilizados, cuando oyó el sonido del timbre de entrada y que Kagami lo llamaba desde la sala. Kuroko todavía iba secándose las manos con un paño cuando vio que su novio iba a abrir la puerta e intercambiaba unas cuantas palabras con el visitante antes de hacerle espacio y dejarlo pasar.

Al ver quien era, Kuroko sintió casi como un golpe en el pecho, tan fuerte que lo dejó sin aire en los pulmones. Su padre, tan parecido físicamente a él y a la vez tan distinto, se hallaba de pie frente suyo y lo estaba observando con una expresión indescifrable en el rostro.

Su primera reacción después de la incredulidad, y quizá la más cobarde, fue la de correr a ocultarse en la habitación de Kagami, sabiendo que una vez allí no podrían obligarlo a salir. Oyó a su novio aclararse ruidosamente la garganta, llamando la atención de ambos sobre él a pesar de que era evidente de que eso lo hacía sentir muy incómodo.

—Bueno, los dejaré solos un momento para que puedan… aclarar las cosas —les dijo Kagami intentando sonar seguro de sí mismo; pero, a pesar de ello, él podía detectar perfectamente la tensión nerviosa en su voz—. Kuroko, si me necesitas estaré en la cocina.

La mirada asesina que le lanzó a este cuando pasó a su lado, hizo que Kagami se encogiese un poco, pero Kuroko no se arrepintió. Era imposible que su padre estuviese allí a menos que alguien le hubiese dicho y dado la dirección ¡No podía creer que Kagami lo hubiese traicionado!

—Tetsuya, tenemos que hablar —le dijo su progenitor con rotundidad y él tuvo ganas de negarse de la misma manera. A pesar de la plática con su madre y de su deseo de intentarlo, sentía que las heridas estaban demasiado recientes como para ignorarlas.

 Negó con un gesto.

—No creo que sea buena idea.

—Evitar esta conversación tampoco lo es, ni para ti ni para mí, ni para tu madre que está hecha un manojo de nervios en casa. ¿Podrías reconsiderarlo al menos por ella?

Punto débil.

Como siempre, aquel hombre que lo conocía de toda la vida sabía a la perfección qué utilizar para que él cediese. Ni amenazas, ni argumentos que Kuroko pudiese rebatir; solo bastaba con que el bienestar de su madre estuviese en juego para que él se volviese obediente. Mientras asentía en respuesta, pensó en lo mucho que detestaba sentirse así de patético.

Sin embargo, si iba a ceder a su petición de platicar, lo harían con sus reglas.

—Está bien, pero no aquí; vayamos a dar una vuelta —le dijo a su padre, confiando en que un terreno neutral los haría sentir a los dos más cómodos—. Solo te voy a pedir que, si las cosas se vuelven a tornar desagradables entre nosotros, me dejes regresar aquí y no intentes detenerme. —Al ver la evidente duda en aquellos ojos tan parecidos a los propios, comprendió que este deseaba replicar a su petición—. Por favor.

A pesar de no parecer demasiado convencido, su padre aceptó. Kuroko se disculpó dejándolo solo un instante mientras iba a informarle a Kagami que saldría un momento, pero que regresaría. Aun se sentía un poco molesto con el chico, pero al ver su evidente arrepentimiento y preocupación, estuvo seguro de que este solo lo había hecho pensando que sería lo mejor para él, aunque se hubiese equivocado.

Una vez estuvieron fuera, su padre y él no se alejaron demasiado de la zona donde estaba emplazado el departamento de Kagami. Decidieron ir hasta un mirador cercano desde donde se podía apreciar las luces de las farolas y anuncios publicitarios que a esas horas de la noche iluminaban la zona central casi como si fuese un cielo multicolor. La cálida brisa del verano se sentía más como una molestia que como un alivio, volviendo el aire pesado y denso a su alrededor, lo cual, sumado a la contaminación de Tokio, lo volvía desagradable. Kuroko realmente odiaba aquella estación.

Apoyando los brazos en la verja de metal que servía de protección al mirador, dejó que su vista vagara en la distancia. Sintió que su padre se acomodaba a su lado, pero no se atrevió a mirarlo. Tenía demasiado miedo, incluso temblaba un poco aunque intentaba ocultarlo.

—Comprendo que estés enfadado conmigo, pero lamentablemente eso no cambiará lo que soy —le dijo a este, rompiendo el silencio—. En verdad lo intenté, papá, pero… supongo que hay cosas que son como son y no se pueden arreglar por mucho que uno lo desee.

—Si dices que no lo has podido arreglar es porque crees que hay algo malo en ti, ¿no, Tetsuya? ¿Es eso lo que piensas?

Kuroko se lo pensó detenidamente, sopesando todas las ocasiones en que en verdad se sintió de ese modo y las otras tantas en las que era capaz de aceptarse tal cual era. ¡Qué difícil resultaba! Sobre todo cuando era alguien más quien esperaba por su respuesta.

Soltó un profundo suspiro, todavía con la vista clavada en la distancia; deseando poder ser parte de todo aquel anonimato, queriendo fundirse con aquellas pequeñas luces que parecían tan frías e inalcanzables y que no sufrían, no esperaban nada. Ojalá la vida fuese más fácil.

—A veces —reconoció honestamente—. Unos pocos años atrás, estaba muy asustado. Tenía miedo de que todos se enteraran y de lo que pudiesen pensar respecto a mi orientación sexual. Quería ser igual al resto y me obligué un poco a ello, así que intenté que me gustase una chica, salir con ella, pensar en un futuro donde tendría una familia y todo eso; pero no funcionó —le dijo, y una sonrisa triste asomó a sus labios al recordar aquello—. Después solo me convencí de que mientras me guardara todo esto para mí, estaría bien; podría tener una vida relativamente normal aunque no fuese por completo perfecta. —En aquella ocasión, al sentirse observado, se atrevió a mirar a su padre y vio que este tenía toda su atención puesta en él. Era algo incómodo, pero intentó controlarse lo mejor posible—. Sin embargo, luego apareció Kagami-kun en mi vida. Él es muy tonto, ¿sabes? Dice lo que se le viene a la cabeza, no se guarda las cosas y lucha por lo que quiere, sin importarle demasiado lo que los demás piensen de él. A su manera, creo que es valiente, y supongo que quise imitar aquella valentía suya, así que me arriesgué. Si no podía cambiar quien era, entonces iba a aceptarme tal cual era. Aunque la mayoría de los días siguen dando mucho miedo.

Tras su confesión, su padre guardó silencio.

A pesar de que él era bueno analizando y leyendo a las personas, determinando como se sentían o lo que harían, con su progenitor siempre le fue difícil. Era como si algo le impidiese adentrarse en su cabeza y averiguar lo que estaba pensando, y la verdad era que a Kuroko nunca le pareció mal; sin embargo, en aquel momento, hubiese dado lo que fuera por poder leerlo aunque fuese solo un poco.

Finalmente, él dejó escapar el aire entre sus labios muy despacio y lo miró.

—Ser padres es una cosa complicada, Tetsuya —comenzó—. Es algo hermoso, no te lo voy a negar, pero al mismo tiempo creo que siempre tienes mucho miedo: miedo a hacer las cosas mal, a tomar las decisiones equivocadas, a ser un completo fracaso. Cada vez que te enfermabas o te hacías daño cuando eras pequeño, con tu madre nos volvíamos un poco locos temiendo que algo grave te pudiese ocurrir. Cada vez que la pasabas mal en la escuela, si fracasabas en algo, si los chicos te molestaban, debatíamos en si teníamos que intervenir o no; pero también has logrado tantas cosas por ti mismo que nos has hecho sentir orgullosos de ti. Has llenado tanto de nuestras vidas, que eso ha compensado con creces todas las inseguridades que hemos tenido que afrontar. Durante más de diecisiete años, nuestra vida ha girado en torno a ti, hijo, ya que hemos deseado tu felicidad y bienestar sobre todo, y creí que, a pesar de nuestros temores y errores, con tu madre habíamos hecho las cosas bien; pero, tras tu confesión de anoche, me he sentido… un poco desequilibrado —le explicó. Sus dedos tamborileando nerviosos sobre la barra de metal—. ¿Hice algo mal contigo? ¿Me equivoqué en enseñarte algo? Si me hubiese dado cuenta antes de lo que te ocurría y te hubiera aconsejado, ¿habría cambiado en algo las cosas? Ayer, después de nuestra discusión, pensé mucho en eso.

Él lo miró, receloso.

—¿Y llegaste a alguna respuesta?

Su padre asintió.

—En que no habría servido de nada. Tu madre me hizo darme cuenta de ello —reconoció—. No estás dañado ni hay algo malo en ti, Tetsuya, simplemente eres… así; aunque la verdad es que me cuesta algo aceptarlo —le dijo, y en aquella ocasión sus palabras parecían casi una disculpa—. Y no estoy enfadado contigo, puedo prometerte eso, solo es que… estoy aterrado, hijo. Si antes el mundo al que tendrías que enfrentarte en un futuro me daba miedo, ahora me parece horroroso. Me asusta pensar en lo que tendrás que afrontar, en lo que dirán de ti, en el rechazo que seguramente vas a sentir por parte de algunos, demasiados para mi tranquilidad. Vas a tener que esforzarte el doble, y seguramente sufrirás el doble de lo que otros lo harán y no quiero eso, no me parece justo porque, ¿qué padre quiere que su hijo sufra? Y lo peor es saber que por más que lo desee, no podré evitarte aquello, ya que es tu elección. Y aunque no me guste… la acepto.

 A pesar del enorme esfuerzo que estaba haciendo, Kuroko sintió que apenas podía contener las lágrimas; de hecho, un par rebelde resbaló de por sus mejillas antes de que pudiese detenerlas. Tenía un nudo en la garganta, mitad pena y mitad alivio. Su padre no era alguien de hablar demasiado, y que se hubiese sincerado de aquel modo con él no era solo una justificación por su comportamiento pasado, sino que también era casi como una manera de disculparse con él. De ofrecerle de cierto modo una tregua.

—Hey, no te pongas a llorar así —oyó que le decía este al tiempo que apoyaba una mano sobre su hombro. Kuroko inspiró con fuerza, pero de todos modos sus ojos volvieron a empañarse y se los limpió con rabia—. Tetsuya, escúchame bien, ¿quieres? Porque esto no volveré a repetirlo, y aceptaré lo que digas sin recriminación alguna —le dijo con absoluta seriedad y, presionando un poco su hombro, logró que él lo mirase directamente a la cara. Su padre lucía un poco preocupado—. ¿Has pensado en todo lo que perderás a futuro al tomar esta decisión? Matrimonio, hijos, una relación abierta para el resto, eso no será posible para ti. Puede que en este momento estés, bueno… enamorado de ese chico —le dijo este haciendo un esfuerzo notable; evidentemente incómodo—, pero, ¿han pensado en un futuro? ¿Lo que una relación entre ustedes significará realmente?

—Lo hemos hecho —le dijo con firmeza. Si Kuroko iba a enfrentar aquello, no quería que hubiese dudas de lo que sentía por Kagami—. Lo hemos pensado mucho y estamos dispuestos, a pesar de lo difícil o doloroso que pueda resultar.

—Entonces —prosiguió su progenitor—, no hay más que hablar.

Él pestañeó un par de veces, intentando apartar las odiosas lágrimas que aun empañaban sus ojos.

—¿Y cómo nos deja eso, papá? —preguntó, dubitativo—. ¿Lo aceptas así sin más? ¿Finges que no ha pasado nada?

—No creo que fingir sea una opción —reconoció—, pero espero que me des un poco de tiempo para… aceptar a tu amigo. Y, si vas a llevarlo a casa, preferiría que de momento fuese cuando yo esté de viaje, ¿podrías aceptar eso?

Él asintió sin dudar, aunque un poco aturdido aun. Demasiadas emociones arremolinadas dentro de su pecho amenazando con desbordarlo.

Sorprendiéndolo un poco, ya que no era algo que acostumbrara a hacer, su padre lo envolvió en un abrazo bastante torpe. Kuroko le devolvió el gesto, sintiendo como algo cálido pareció derramarse dentro de él, derritiendo el frío que ni siquiera sabía tenía albergado dentro.

—Gracias, papá —le susurró con emoción contenida—. Realmente lamento no poder cumplir tus expectativas.

Este lo abrazó un poco más, apretándolo con mayor fuerza contra él.

—No es algo de lo que debas preocuparte, Tetsuya. Solo cumple las tuyas. Sé feliz, con eso me basta.

El recorrido de regreso al departamento de su novio, aunque también fue hecho en silencio, resultó mucho más agradable que el de ida. Kuroko se sentía liberado de un modo que nunca imaginó que podía estarlo, como si ya no hubiesen más impedimentos para que pudiera aceptarse por completo. Tal y como le dijo su padre, era consciente de que la vida que le esperaba no era fácil, pero seguía teniendo a su familia a su lado, contaba con amigos que lo apoyaban y estaba Kagami, que se esforzaba de una forma u otra para hacerlo feliz, para demostrarle que el amor que decía profesarle era mucho más que palabras.

—Bueno, me quedaré aquí mientras subes a buscar tus cosas —le dijo su padre cuando llegaron a la entrada del edificio de departamentos—. Te espero en el coche.

Kuroko lo miró con algo de culpabilidad.

—Pensé… que podría quedarme hoy aquí. Mañana tenemos un partido.

Su padre enarcó una ceja y lo miró muy serio.

—No tientes tu suerte, Tetsuya. Una cosa es que acepte lo que hay entre ustedes, pero otra muy distinta es que creas que voy a permitir que te quedes a dormir aquí, hoy o en un futuro cercano —le aclaró—. Así que tienes diez minutos para subir a recoger tus cosas, despedirte del chico y bajar aquí. Comienzo a contar desde ahora —le dijo mientras sacaba su móvil y miraba la hora.

Ahogando un gruñido de frustración y una réplica que sabía no podría ganar, subió corriendo al departamento de Kagami y se sorprendió un poco cuando la puerta se abrió antes de que él llamara siquiera. Kagami lo estaba esperando en la entrada.

 Un solo vistazo a su rostro lleno de preocupado arrepentimiento bastó para que el enfado que aún sentía por lo que este hizo se evaporara.

—¿Estás bien, Kuroko? —le preguntó su novio, siguiéndolo mientras él se descalzaba a toda prisa y prácticamente corría a la habitación del chico para echar las cosas en su bolso. Los ojos de su novio se abrieron con espanto al ver lo que hacía—. Por favor, no te enfades conmigo, no es necesario que te marches así. Te prometo que puedo explicart-

Dándose vuelta para encararlo, Kuroko lo jaló de la pechera de la camiseta y lo bajó con fuerza para plantar un duro beso en sus labios.

—No estoy enfadado, ya no —lo tranquilizó—, pero mi padre me está esperando y no quiero dar pie a otro mal entendido. Dice que no tengo permitido quedarme a dormir contigo.

La sorpresa de Kagami se vislumbró en su rostro ante sus palabras, siendo cambiada por un gesto de fastidio; pero este también se desvaneció en el acto. Lo miró expectante.

—Entonces, ¿has arreglado las cosas con él?

Kuroko le sonrió levemente.

—Podría decirse que sí, aunque supongo que llevará un poco de tiempo que todo vuelva a ser como antes; sin embargo, me alegro que sea así, que él sepa sobre mí, sobre nosotros. Que me acepte.

La sonrisa de Kagami, abierta y sincera, aquella que él amaba tanto, asomó a sus labios y fue como el bálsamo perfecto para terminar de aliviar sus heridas. Estas aun dolían un poco y seguramente dejarían cicatrices, pero estaba bien, se dijo. Podría vivir con ello.

—Listo —exclamó cuando terminó de guardar todo casi a la fuerza dentro del bolso y se lo echó al hombro—. Ya me marcho. Muchas gracias por tu hospitalidad, Kagami-kun. Y lamento todos los inconvenientes. —Kuroko hizo una reverencia formal, ante la que el otro solo lo miró con exasperación. Antes de que pudiese arrepentirse, posó una mano sobre el cuello de este para hacer que se inclinara un poco y así besarlo lentamente, con suavidad al comienzo y dejando que el contacto entre ellos se intensificara después; permitiéndose el perderse un poco en Kagami al sentir sus brazos rodeando con posesividad su cintura para apegarlo más a su cuerpo; dejándose llevar por él hasta que el respirar les resultó imposible y necesitaron separarse lo suficiente en busca de oxígeno.

—Bueno, supongo que nos veremos mañana entonces —le dijo Kagami con la voz un poco entrecortada y enronquecida, pasando la mano por su cabello rojizo hasta dejarlo de punta—. Buenas noches, Kuroko.

—Buenas noches, Kagami-kun. Y gracias por todo —soltó bajito, casi avergonzado—. Por seguir aquí conmigo… a pesar de todo.

—Te dije que no podrías librarte tan fácil de mí, ¿cierto? Te amo.

Con un sonrojo violento invadiendo su rostro, él le devolvió la sonrisa mientras abría la puerta del departamento.

—Yo también te amo —le dijo antes de salir, cerrando esta tras él y con la mirada de felicidad del chico todavía grabada en sus propios ojos tras oír sus palabras.

 Aquel pensó, era un paso más, un paso enorme en la búsqueda de su felicidad. Comenzaba a avanzar.

Notas finales:

Y aquí ya está el capítulo diecisiete de esta historia. Me hubiese gustado tenerlo días antes, pero me ha costado acabarlo un poco, ya que no terminaba por quedar completamente satisfecha con el resultado y sentía que era demasiado importante para publicarlo así; pero ayer me puse nuevamente con él y salió de un tirón, tan bien que casi no hubo correcciones durante la revisión (un milagro cuando se trata de mí). Lo que sí, ha resultado un poquitín largo, pero como les he dicho ya estamos llegando al final, así que puede que el resto de los capítulos resulten de la misma forma.

Lo otro, sé que en esta historia prácticamente cada capítulo es dedicado a uno de los protagonistas (Kagami o Kuroko) y creo, si la memoria no me falla, que solo dos han sido escritos desde la perspectiva de ambos; sin embargo, lo más probable es que llegados a este punto al igual que con este, la narración sea vista desde los dos protagonistas. Espero no sea un inconveniente para nadie.

Como siempre, mil gracias por leer, a quienes sean nuevos y a quienes han seguido aquí casi desde el comienzo. Ya falta poquito, lo prometo. Solo el último tirón y ya estaremos en la línea de meta.

Espero les haya gustado y nos leemos en la próxima actualización.

 

Tess


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