Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

 

Capítulo 20:

 Escoger

 

Y lo escogí a usted, sí, a usted, porque me di cuenta que encontró mi punto débil y fue el único que descubrió la forma de calmar esta alma indomable. Lo escogí porque me di cuenta que valía la pena, valía los riesgos... valía la vida...

(Mario Benedetti)

 

 

 

—Realmente estoy muy, muy cansado. El entrenamiento de hoy ha sido agotador, ¿verdad que sí, Kuroko?

Él, que estaba intentando con las escasas fuerzas que le quedaban no caer desfallecido después de terminar de vestirse, solo asintió en respuesta y ahogó un bostezo sin demasiado éxito.

 Furihata, sentándose a su lado en la banca de los cambiadores para atarse las deportivas, lo miró con evidente preocupación; la misma de la que Kuroko llevaba días percatándose e intentando ignorar para no tener que responder preguntas incómodas que solo le harían recordar la horrible realidad y aumentarían su tristeza.

—¿Te sientes bien? —le preguntó su amigo en un disimulado susurro para que el resto de sus compañeros no pudiese oírlo, aunque él dudaba mucho de que aquella precaución fuese necesaria siquiera. Todos allí hablaban demasiado alto, reían demasiado fuerte y se mostraban en extremo felices, por lo que su cabeza parecía a punto de explotar. Solo deseaba salir de allí.

—Sí, solo estoy cansado, Furihata-kun —mintió a medias, terminando de subir la cremallera de la sudadera del uniforme deportivo—. Creo que la entrenadora ha sido un poco cruel hoy.

—Ni que lo digas —añadió Koganei, acercándose a ellos mientras terminaba de secar su castaño cabello hasta dejarlo de puntas—. Creo que aún está enfadada por el resultado que obtuvimos contra Seihô en el partido del sábado. Pero la verdad es que no puedo culparla; pasamos a la final casi de suerte.

Kuroko sintió como lo embargó un ramalazo de culpa tras oír aquella horrible verdad, sobre todo porque era demasiado consciente de que él había sido el principal responsable de aquel potencial desastre. Durante aquel último partido le fue sido casi imposible concentrarse del todo, cometiendo un error tras otro hasta que Riko, cansada de aquello, acabó por sacarlo del juego.

A pesar de que estaba intentando con todas sus fuerzas que la inminente partida de Kagami no lo afectara demasiado, Kuroko no lo llevaba del todo bien y le estaba siendo bastante difícil de asimilar. Últimamente le costaba conciliar el sueño, ya que solía quedarse hasta muy tarde pensando en un montón de tonterías que le hacían más daño que otra cosa, y cuando al fin lograba dormirse, acababa despertando en medio de horribles pesadillas, por lo que llevaba días sin descansar en condiciones; además, esa misma mañana su madre lo había regañado por perder peso, aunque él aludió ese detalle a los intensos entrenamientos y los nervios por los siguientes partidos. Kagami, sin embargo, no había hecho ningún comentario al respecto, ni por su mal rendimiento en la cancha ni por su evidente desánimo; probablemente, se dijo, aquello se debiera a que este tampoco se encontraba mucho mejor, por más que ambos fingieran que todo seguía tan normal como siempre.

Si tan solo pudiese detener el tiempo…

—¿Ya estás listo, Kuroko?

Sorprendido, volvió a la realidad de golpe y levantó el rostro para encontrarse con la rojiza mirada de su novio que lo observaba preocupado. La mano de este se posó suavemente sobre su cabeza, despeinándolo, y eso de cierta manera le resultó reconfortante. Cuando Kagami se marchara, ese pequeño gesto de cariño sería algo que definitivamente extrañaría.

—Sí —musitó al tiempo que se ponía de pie. Furi le tendió su bolso, lo que él agradeció con una breve inclinación de cabeza antes de cogerlo. La innegable angustia presente en los ojos castaños de este, lo hizo sentir un poco incómodo, casi como un mentiroso. Si su compañero sospechaba que existía un motivo más importante que el cansancio para su desánimo, no había dicho ni preguntado nada, respetando su privacidad, y, no por primera vez, Kuroko se planteó la posibilidad de hablar con alguien sobre lo que estaba ocurriendo en su vida en ese momento. Tal vez si se desahogaba, pensó, sería capaz de ver las cosas desde otra perspectiva y así encontrar una respuesta lógica a su dilema; pero prefirió callarse.

Koganei, con una sonrisa bailando en los labios, los miró a ambos, divertido.

—¿Tendrán una cita chicos?

Kagami gruñó por lo bajo.

—Claro que no, ¿con que tiempo? Nos tienen tapados de deberes y la entrenadora no nos da respiro. Siento que antes de acabar el mes moriré.

Comprendiendo el sentimiento de su novio, Kuroko le dio unas suaves palmaditas de consuelo en el brazo antes de decidirse y tomar su mano para tirar de él.

—Entonces pongámonos en marcha, Kagami-kun. Hoy tenemos mucho que estudiar —lo apremió. Aquello no era una mentira, para nada. Llevaban desde la semana anterior estudiando todo lo que podían cada vez que tenían oportunidad. Riko ya se los había advertido: una mala calificación y quedarían excluidos de los próximos partidos, sin derecho a réplica.

Su novio gimió con abatimiento, pero lo siguió obedientemente sin oponer resistencia, despidiéndose de todos a su paso hasta que llegaron fuera y pudieron relajarse un poco más.

—Oe, Kuroko —comenzó este dubitativo pasados unos minutos, sin atreverse a mirarlo—, he decidido que después de la final hablaré con la entrenadora. Ya sabes, sobre abandonar el equipo.

Aquella revelación fue, sin duda, un duro golpe para él. Desde un principio tenía muy claro que el que Kagami comenzara a preparar las cosas para su partida sería algo difícil, pero nunca imaginó que dolería tanto. Que este dejara el equipo sería el primer paso real de que se estaba alejando de su lado, quizá para siempre. Aun así, pensar en un Seirin sin Kagami se le hacía imposible, y Kuroko se sentía incapaz de continuar sin él, por más que se autoconvenciera de que sí era posible. Dios, ninguna de las pérdidas y desilusiones que experimentó en el pasado lo habían preparado para algo así.

Pero, a pesar de su dolor y angustia, asintió con un gesto y le dijo solemne:

—Me parece bien.

El recorrido hasta la casa de su novio fue tranquilo, como casi siempre, con los dos sumidos en aquel cómodo silencio que a veces compartían y que de alguna forma era como un pequeño lazo más en su relación. Para él, que no era una persona de hablar demasiado, que Kagami respetara de esa manera su espacio, sus silencios, era algo de lo que se sentía profundamente agradecido.

Tras pasar a la tienda a comprar algunas cosas para la cena, ambos enfilaron hacia el departamento del otro chico. Cuando su celeste mirada recayó en el parque donde semanas atrás habían hecho aquel pícnic nocturno y quedaron empapados hasta los huesos, una suave sonrisa asomó a sus labios a causa de aquel bonito recuerdo; sin embargo, esta se borró casi de inmediato cuando la certeza de la próxima partida de Kagami pareció invadir su cabeza, desterrando todo lo demás.

¿Acaso serían siempre así las cosas?, se preguntó Kuroko con temeroso dolor. Con él recordando constantemente momentos compartidos, lugares compartidos, amigos compartidos, mientras que su novio, lejos de todo eso, podría centrarse en su nueva vida, intentando fingir que el sufrimiento provocado por la distancia no lo lastimaba tanto. Cierto era que dos años y medio no era un tiempo tan largo si uno lo veía desde la perspectiva correcta, pero en su caso, Kuroko temía que se le hiciesen eternos. En ese tiempo de seguro ambos cambiarían demasiado, era lógico, pues crecerían para convertirse en adultos, pero la idea de encontrarse con alguien completamente diferente al Kagami que conocía en ese momento, lo aterraba tanto o más que el tener que revivir momentos vividos sin él a su lado para compartirlos.

Era tan injusto…

—Oe, pequeño idiota, tu cerebro hará cortocircuito en cualquier momento si sigues pensando tanto. Además, aún sigo aquí —le dijo su novio mientras abría la puerta principal para dejarlo pasar. Él levantó la mirada para verlo, sorprendido por su comentario y su buena observación—. No pongas esa expresión de incredulidad. No necesito ser un genio para saber en qué estás pensando, ¿sabes? Cada vez que algo relacionado con mi retorno a América te viene a la cabeza luces muy triste, Kuroko.

Un poco enfadado consigo mismo por su descuido, se reprendió mentalmente por bajar la guardia de aquel modo. Ambos sabían que aquella noticia sería un duro golpe para todo el equipo, y no les parecía justo hacérselos saber en ese momento tan crucial durante la primera fase del campeonato. Él mismo se había propuesto guardar el secreto lo mejor posible para no dar problemas al resto de sus compañeros hasta que Kagami decidiera revelarlo, pero si su malestar era tan evidente como decía su novio, Kuroko dudaba de que sus esfuerzos por fingir normalidad hubiesen servido de mucho. Era un tonto.

—Solo pensaba en que, una vez te hayas marchado, habrá muchas cosas que me recuerden a ti, Kagami-kun —acabó por confesar mientras se descalzaban en el genkan antes de ingresar al interior de la vivienda—. Lugares principalmente, como el parque por el que pasamos de camino aquí. Ahora que lo pienso con mayor detenimiento, creo que ambos nos hemos acostumbrado a pasar demasiado tiempo juntos.

Las rojizas y bifurcadas cejas del chico se fruncieron un poco al oírlo, confundido.

—¿Y eso es malo?

—No lo sé —reconoció él—, pero creo que será un poco doloroso cuando ya no pueda verte todos los días. Como un recordatorio constante de que no estás aquí. —Frunciendo también un poco el ceño, Kuroko le pegó un puñetazo en el brazo, logrando que Kagami lo mirase ofendido.

—¿Y lo de ahora por qué fue? —inquirió este.

—Porque todo me parece muy injusto, sobre todo para mí. Vas a marcharte al otro lado del mundo y me dejarás aquí con todos nuestros recuerdos, buenos y malos, así que mi dolor será el doble que el tuyo, Kagami-kun. —Volvió a darle otro puñetazo, pero antes de que pudiera alejarse, los fuertes brazos de su novio lo apresaron, pegándolo contra su pecho y sin permitirle ningún escape. Él, rendido, apoyó la cabeza sobre aquel corazón que le era tan familiar, perdiéndose en sus acompasados latidos y deseando que el tiempo se detuviera en aquel preciso instante—. Ni siquiera estarás aquí para hacerte responsable del desastre que has hecho conmigo. Que injusto.

Repentinamente, un pesado nudo de angustia se formó en su garganta, amenazando con ahogarlo en cualquier momento si no rompía a llorar; sin embargo, al llevar semanas conviviendo con el miedo y el dolor de estar a punto de perder al otro chico, Kuroko logró sobreponerse enseguida, tragándose todo aquello lo mejor que pudo e inspirando profundo para obligarse a ser tan valiente como se había propuesto ser. Aun así, notó la inseguridad reptando dentro de él como una serpiente ponzoñosa que amenazaba con destruir su convicción en un solo mordisco, envenenándolo todo.

Dios, solo habían pasado dos semanas desde que se enteró de aquella noticia y su incertidumbre ya parecía haberse incrementado hasta lo imposible, entonces, ¿qué ocurriría con esta a lo largo de dos años?

Desde que Kagami le habló de su partida a América, él siempre estuvo seguro de su resolución, decidido a esperar el tiempo que fuera necesario hasta que pudiesen volver a estar juntos; pero todavía así existían momentos como ese, por ejemplo, en donde la angustia ante el incierto futuro lo embargaba, haciéndolo dudar de sí mismo y su determinación.

El conocido peso de la barbilla de su novio al apoyarse sobre su cabeza fue como un bálsamo para su adolorido corazón. Kuroko estaba muy enfadado con este por lograr que se enamorase tan perdidamente de él y también estaba enfadado con la vida por quitárselo de esa forma, pero, sobre todo, estaba furioso consigo mismo por dudar de lo que tenían. Odiaba que, a pesar de saber que la situación no era la misma, su propio miedo a sufrir una vez más lo estuviera instando a escapar antes de que fuera muy tarde y acabara nuevamente con el corazón roto. Era como si no hubiese aprendido nada en absoluto de sus errores del pasado y eso lo hacía sentir muy impotente.

—Lo sé, Kuroko. Claro que lo sé —murmuró Kagami mientras lo aferraba un poco más entre sus brazos—. Por eso te dije que lo pensaras con calma, sin prisa. —Liberándolo de su abrazo, las manos de su novio acunaron su rostro, instándolo a mirarle directamente a los ojos—. Te quiero, Kuroko, y sé que tú también me quieres a mí, pero comprendo que lo que te estoy pidiendo es mucho, demasiado; nada justo, como me has recordado. Mi padre me dijo tras conocerte que no te merezco, que estarías mucho mejor sin mí —añadió este con divertido pesar—, y puede que tenga razón, seguramente lo hace; pero no quiero perderte y por eso soy tan egoísta, por eso no me atrevo a terminar con nuestra relación para dejarte libre, como debería hacer. Por favor, perdóname por cargarte con la responsabilidad de ser quien elija que será de nosotros.

 Tras oírlo y contemplar en aquellos ojos rojizos el enorme arrepentimiento que este sentía, parte de su abatimiento remitió, finalmente, y pudo sentirse algo más tranquilo.

—¿Sabes que te estás contradiciendo completamente, Kagami-kun? —le preguntó—. Me has dicho que eres egoísta al no dejarme ir, pero aun así me permites que sea yo quien elija si quiero seguir contigo o acabar con esto; eso es darme libertad. Me estás permitiendo escoger que deseo hacer sin tener tus preferencias en cuenta.

Un brillo travieso asomó a la mirada del otro chico y una sonrisa sincera, de aquellas que Kuroko sentía iluminaban su mundo, asomó a sus labios.

 —Lo he hecho sí, pero no te he dicho que tiene un pequeño truco —confesó su novio con tono lleno de misterio.

—¿Y ese sería? —preguntó él en verdad intrigado, aunque intentando disimularlo tras su imperturbabilidad.

—Que no importa si decides dejarme, Kuroko. —Kagami unió su frente a la suya y lo miró directamente a los ojos, profunda y sinceramente, apasionadamente, como todo lo que él era y hacía—. Si lo nuestro acaba porque crees que será lo mejor, lo aceptaré; pero eso no quiere decir que me rinda contigo, ¿sabes? Pasados estos dos años voy a regresar a Japón y te buscaré; entonces, haré que te enamores de mí nuevamente. Ya conseguí que lo hicieras, ¿no? A pesar de que cuando me declaré a ti me dijiste que quizá jamás pudieras corresponderme, pero aquí estamos; así que confío en lograrlo una vez más. Insistiré contigo una y otra vez, las que sean necesarias, porque te juro que no me daré por vencido. Si es por ti, porque estés a mi lado, jamás me rendiré, Kuroko. Poder tener un futuro junto a ti, es mi meta más importante.

A pesar de que aquella declaración era muy tonta y que él podía ver mil fallos en aquel plan absurdo, no le dijo nada de ello a Kagami; por el contrario, sonrió apenas y acortó la distancia entre ambos para unir su boca con la suya en un beso que le hiciera olvidar los miedos y las dudas.

Estaba aterrado, y seguía sintiéndose muy inseguro, pero quería aferrarse a la convicción de este; a la certeza que Kagami tenía de que debían estar juntos pasara lo que pasase. Aquel chico tonto y determinado había sido su fuerza en los peores momentos, le había dado confianza cuando sentía que ya no tenía a que aferrarse, le había enseñado que podía brillar con luz propia, sin depender de nadie más. Ante sus ojos Kagami era invencible, no porque no pudiese perder ni equivocarse nunca, sino porque luchaba y luchaba, hasta conseguir lo que quería. Jamás se rendía.

Así que, si ese chico testarudo le estaba diciendo que sin importar que ocurriera ellos acabarían por tener un futuro juntos, entonces, ¿quién era él para contradecirlo?

 

——o——

 

Kuroko, balanceándose suavemente en el columpio que ocupaba en ese momento, advirtió de inmediato cuando la alta y rubia figura de Kise hizo su entrada en el solitario parque a toda prisa. Su amigo lucía como siempre, vestido para destacar como el modelo que era y decidido a no pasar desapercibido con sus desgastados vaqueros azules, seguramente de diseño, su negra camisa arremangada hasta los codos y un blanco fular al cuello que parecía innecesario en aquella cálida noche estival; sin embargo, su sonrisa ausente y el pálido semblante delataban la preocupación que embargaba a este, haciéndolo sentir un poco culpable al comprender que era el único responsable de aquello. Rara vez era él quien se sentía motivado a llamar al otro chico, y aquella era la primera vez que le pedía se reuniesen a una hora tan tardía.

—¡Kurokocchi! —exclamó este nada más verlo, dirigiéndose hasta donde él se encontraba con los brazos extendidos para abrazarlo por el cuello como si no hubiese un mañana—. ¡Me he sentido tan feliz de que me llamaras para vernos! Siempre eres tan malo conmigo al fingir que deseas tenerme lejos —le dijo su amigo con tono de reproche y expresión de dolor.

—Hola, Kise-kun. Gracias por venir —añadió amortiguadamente, al tiempo que lograba liberarse de aquellos fuertes brazos con un hábil movimiento.

Soltando un pesado suspiro de resignación, su amigo se sentó en el columpio libre a su lado y comenzó un suave vaivén que impulsaba y detenía con sus largas piernas una y otra vez, una y otra vez, como si fuese un ciclo interminable.

—Realmente me sorprendió mucho tu llamada, Kurokocchi; y no solo porque fuera tan tarde, sino porque tú no sueles ser así —le dijo este pasados unos minutos con un tono menos jovial y escandaloso que momentos atrás, pero sin dejar de lado aquel deje despreocupado y casi infantil que lo caracterizaba. Los dorados ojos de Kise relucían de un tono más oscuro debido a la luz de las farolas del recinto, pero en ellos podía seguirse apreciando aquella astucia que casi todos pasaban por alto—. Entonces, ¿qué es lo que te inquieta? —le preguntó repentinamente, deteniendo también su balanceo para poder verlo con atención—. ¿Por qué pareces tan triste?

Imitándolo, él también detuvo el movimiento de su columpio para quedar a la par suya. ¿En que estaba pensando cuando decidió llamarlo?, se preguntó Kuroko, sin poder hallar una respuesta adecuada porque él tampoco estaba del todo seguro. Simplemente, tras abandonar el departamento de Kagami una hora atrás, con todas aquellas emociones arremolinadas dentro suyo y la cabeza llena de pensamientos confusos, supo que necesitaba hablar con alguien para aclararse y la única persona en la que pudo pensar fue en su amigo.

 —¿Por qué piensas que algo me inquieta, Kise-kun? Tal vez solo quería verte —respondió con seriedad, ante lo que el otro rodó los ojos.

—Sí, sí, eso suena muy bonito, Kurokocchi, hasta me emociona un poco; pero ambos sabemos que no es verdad —refutó este—. Además, luces preocupado y para que acudieras a mí, bueno… debe ser algo realmente importante —añadió con una pequeña sonrisa—. Pero sabes, no me importa que me llames por algo así; incluso me siento un poquito feliz de que por una vez confíes lo suficiente en mí para necesitar mi ayuda. ¿Sabes?, creo que siempre he envidiado un poco a Aominecchi y a Kagamicchi por eso; ambos tienen tu total confianza y nunca dudas en apoyarte en ellos.

Las palabras del chico fueron como una puñalada certera para él, no porque Kise lo hubiese herido con aquel comentario, sino por la absoluta verdad que estas guardaban. Antes de que el desastre de Teikô ocurriese y su relación con Aomine se estropease, Kuroko, siendo tan inseguro como era por ese entonces, terminó apoyándose en el otro chico de un modo alarmante, tanto como compañero de equipo y como amigo; y ahora, años más tarde, había sido Kagami quien ocupó ese lugar, convirtiéndose no solo en su compañero y amigo, sino también en la persona que amaba. No existía nadie en quien confiara tanto como lo hacía en él, porque era su mayor apoyo, y estaba a punto de perderlo, quizá para siempre.

—Kagami-kun va a marcharse después de Navidad —dijo sin más al otro mientras echaba la cabeza ligeramente hacia atrás para contemplar el aterciopelado y oscuro cielo de verano donde algunas estrellas eran visibles—. Su padre ha decidido que debe regresar a América por dos años y medio, hasta que acabe el primer año de universidad, al menos. Él me ha prometido que regresará cumplido ese tiempo, pero… de todos modos va a marcharse.

La alarmada exclamación de sorpresa que Kise dejó escapar hizo que Kuroko volviese a mirarle. El rostro del chico reflejaba toda la incredulidad que de seguro sentía en ese momento.

—¡No puedes estar hablando en serio! —soltó atropelladamente—. Pero… pero si solo le restan dos años de instituto y aquí tiene un buen equipo y además, estás tú, Kurokocchi. Irse de ese modo…

—No se va porque quiera hacerlo, Kise-kun, de hecho, él intentó con todas sus fuerzas el poder quedarse aquí: habló directamente con su padre y le explicó la situación y sus intenciones, pero este no aceptó su decisión —admitió con pesar. Cerró los ojos durante un momento, permitiéndose sentir como la tibia brisa estival le golpeaba suavemente el rostro y se colaba por su cabello, calmándolo hasta ralentizar los latidos de su adolorido corazón—. Cuando Kagami-kun decidió cursar el instituto aquí en vez de América, como estaba previsto, él y sus padres acordaron que regresaría allí una vez se graduara para ingresar a la universidad, así que era lógico que su padre se enfadara un poco cuando este le dijo que no iba a hacerlo. Ellos piensan que estudiando en América, Kagami-kun tendrá mejores oportunidades para el futuro. Ya sabes, por el baloncesto.

Cuando sus ojos buscaron nuevamente a Kise, se encontró con que este se hallaba sentado muy quieto en el columpio y lo miraba a su vez con expresión indescifrable; sin embargo, algo muy similar a la lástima y, quizá también al enfado, podía vislumbrarse en su atractivo rostro.

—Las tendría, probablemente —respondió su amigo con dolorosa sinceridad—. Kagamicchi es muy bueno; uno de los mejores jugadores con los que he tenido la oportunidad de jugar. De seguro en América destacaría sobre muchos —admitió—; pero no te tendría a ti, Kurokocchi, y creo, honestamente, que el mejor baloncesto de Kagamicchi es cuando te tiene a su lado. Toda luz necesita una sombra que lo haga destacar, ¿no es verdad?

—Tal vez —reconoció—, pero también comprendo las posibilidades que él puede tener allí y lo injusto que sería que las desperdiciara por mí. —Armándose de valor para no romper a llorar, guardó silencio durante unos cuantos segundos antes de proseguir—: ¿Sabes, Kise-kun? Conocí al padre de Kagami-kun hace un par de semanas atrás, cuando vino a hablar con él —comenzó—. A pesar de saber que ambos estábamos saliendo y de que el tonto de su hijo quería quedarse aquí por mí, fue amable conmigo y no me culpó de nada; pero todavía así dejó claras sus intenciones de que Kagami-kun regresara a América y sus motivos para ello, así que no puedo oponerme ni enfadarme con este porque lo comprendo, del mismo modo que sé que nada de lo que está ocurriendo es culpa de Kagami-kun, que él es una víctima de las circunstancias al igual que yo. Aun así, odio la idea de que se marche a un lugar donde no voy a poder alcanzarlo. Cada vez que pienso en lo solo que me quedaré una vez él se haya ido, siento un dolor profundo, porque me aterra la posibilidad de perderlo para siempre. Se supone que si le amo debería pensar en su bienestar y aceptar hacer sacrificios, sobre todo si sé que es por su bien; pero creo que en el fondo soy muy egoísta, Kise-kun, porque en estos momentos preferiría mil veces que él lo perdiera todo mientras no me dejara. Soy en verdad una persona de lo peor.

Decir todo aquello, sacarlo de su alma, fue para Kuroko como una especie de catarsis; la tan ansiada y necesitada liberación a todos sus miedos más profundos, a su decepción de sí mismo.

Durante aquellas dos agónicas semanas, él había luchado duramente por acallar sus malos pensamientos y todas aquellas cosas que deseaba decirle a Kagami. Quería ser para este el novio que sabía el chico necesitaba, el que debería apoyarlo incondicionalmente y no entorpecerlo, porque este se lo merecía, pero todos sus miedos y angustias no lo dejaban tranquilo y lo convertían en alguien egoísta y que no se gustaba demasiado. Alguien que de seguro merecía todo el sufrimiento por el que estaba pasando en ese momento. A lo mejor, se dijo Kuroko, perder a Kagami era su castigo.

Para su sorpresa, la mano de Kise atrapó la suya y la mantuvo así un momento. Fue solo entonces, cuando él bajó la celeste mirada para contemplarlas, que se percató de que esta formaba un apretado puño que había vuelto sus pálidos nudillos casi incoloros y había dejado notorias marcas de medialuna en su palma a causa de las uñas que allí acabaron enterradas.

—Me preocuparía más que no te sintieras así —le dijo su amigo unos minutos después con una ladeada sonrisa—. Si yo estuviese en tu lugar, Kurokocchi, ya estaría luchando con todas mis fuerzas para impedir que la persona que amo se marchara de mi lado, o si no pudiera evitarlo, haciendo planes para irme con él —admitió Kise sin una pizca de vergüenza—. Pero tú no harás nada de eso, lo sé. Seguramente ya has aceptado todo esto con valentía y te has dicho a ti mismo que puedes superarlo, que podrás aguantar aunque duela, porque quieres a Kagamicchi y él te quiere a ti, ¿verdad? —Cuando él asintió, el otro chico soltó un dramático suspiro de resignación—. Que tonto eres, Kurokocchi.

Sus delgadas cejas celestes se fruncieron levemente en señal de molestia.

—¿Y qué esperas que haga entonces?

—Se egoísta —le aconsejó Kise con firmeza—. Dile a Kagamicchi que lo quieres y no deseas que se marche de tu lado; explícale cómo te sientes, lo mucho que sufres ahora ante la idea de perderlo. Has que él sepa todo, absolutamente todo lo que hay en tu cabeza: tus miedos, tus dudas, tus inseguridades; y una vez le hayas dicho todo aquello, déjalo ir. —Una débil sonrisa asomó a los labios del chico al ver su estupor, y volvió a sostener su mano; aunque en esa ocasión su cálido contacto fue un claro y dulce intento de consuelo—. Deja que Kagamicchi se marche sabiendo lo mucho que lo quieres, lo mucho que lo extrañarás, Kurokocchi. Y cuando regrese, como te ha prometido hacer, recíbelo con una gran sonrisa y un «bienvenido a casa».

Kuroko se mordió el labio inferior y titubeó un momento, pero la expresión llena de convicción del otro no cambió.

—Querer a alguien no es así de fácil, Kise-kun —insistió.

Su amigo se rio con ganas al oír su respuesta.

—¡Claro que no lo es! ¿No te lo dije antes? Enamorarse de alguien, amar a alguien, es un asco la mayor parte del tiempo, porque la pasas mal por tonterías sin sentido y no siempre es tan bonito como lo hacen parecer; pero está bien, Kurokocchi, de verdad; porque si lo que tienes con alguien es verdadero, lo bueno siempre compensará lo malo, siempre. Aunque se encuentren a medio mundo de distancia.

—¿Y crees que lo que Kagami-kun y yo tenemos lo es, Kise-kun? —inquirió con velada curiosidad.

Este, poniéndose lentamente de pie, se acercó al columpio que él utilizaba para sujetarlo por las cadenas, quedando así enfrentados. Kuroko tuvo que levantar levemente el rostro para mirarle, encontrándose con el serio y seguro semblante del otro que lo observaba desde aquella extraña altura.

—Lo es, porque Kagamicchi es demasiado idiota para mentir. Creo que cada una de las palabras que te ha dicho, todas las promesas que te ha hecho, son sinceras —admitió—. Para él, tú realmente eres el amor de su vida, Kurokocchi. Lo que necesitas decidir ahora, es lo que deseas que él sea para ti.

¿Qué era lo que él quería de Kagami?, se preguntó Kuroko tras oír a su amigo y pensarlo un momento.

Dos semanas atrás ni siquiera hubiese dudado en responder que deseaba que estuviesen juntos para siempre, pero después de la noticia de su próxima marcha, la inseguridad y el miedo se habían vuelto sus peores enemigos, haciéndolo desconfiar de sí mismo. Aun así, sus sentimientos por Kagami seguían intactos, porque pasara lo que pasase, aunque las cosas entre ellos se estropearan en un futuro, él iba a seguir queriéndolo, aunque fuera en un resquicio de la memoria. Nada de lo que habían compartido hasta ahora podría borrarse y Kuroko creía que, a pesar de todo, podría aferrarse a eso y a la promesa que Kagami le había hecho, a la seguridad de que el amor del que su novio le hablaba, el que Kise veía entre ellos, fuera capaz de superarlo todo y enfrentarlo todo.

Dios, aceptar aquello, confiar de manera tan total y ciega, era casi como dar un salto al vacío, pero, ¿por qué no?

—Lo quiero —respondió finalmente. La determinación encendiendo sus ojos una vez más y dibujando una sutil sonrisa en sus labios—. Y deseo que en veinte, treinta o cincuenta años más, pueda decir lo mismo sin arrepentirme en absoluto.

La sonrisa que adornaba el rostro de Kise en ese momento, se ensanchó aún más al oírlo; y aunque no estaba del todo seguro, Kuroko tuvo la leve impresión de haber visto un leve destello de admiración y orgullo en sus dorados ojos.

—Y entonces, ¿qué harás ahora, Kurokocchi?

En esa ocasión fue él quien sonrió en respuesta.

—Ser egoísta.

 

——o——

 

Decir que estaba preocupado, era poco en opinión de Kagami. Lo cierto era que nada más recibir el mensaje de Kuroko, citándolo en la cancha donde solían quedar a jugar siempre, fue como una señal que encendió todos sus sistemas de alarma hasta niveles extremos. Su novio era un chico de lo más racional, por lo que aquel pequeño arrebato de pedirle que fuera a un sitio tan apartado casi a las diez de la noche era una completa locura; además, acababan de separarse hacía menos de dos horas atrás. ¿Qué podía haber ocurrido en ese transcurso de tiempo para hacer que Kuroko tomara una decisión así?

A pesar de estar en pleno verano, las calles de esa zona ya se veían un poco desiertas, sobre todo porque era un jueves por la noche y la gran mayoría de los trabajadores que aun pululaban por allí se apresuraban a regresar a sus respectivos hogares. Demonios, ellos mismos deberían encontrarse en casa ya a esas horas; al día siguiente tenían entrenamiento a primera hora antes de clases y no podían arriesgarse a llegar tarde o cumplir pobremente con su desempeño si no deseaban despertar el malhumor de Riko.

 Definitivamente, se dijo aún más convencido, aquella petición de su novio tenía que ser por algo importante.

Apurando el paso lo más posible, Kagami se dirigió hacia el sitio que tan bien conocía, notando como algo pareció despertar y agitarse dentro suyo cuando el inconfundible sonido del balón chocando con el aro y botando luego en el duro cemento de la cancha se hizo audible. Un claro indicio de que Kuroko ya estaba esperando por él.

Como cada vez que lo veía, el corazón de Kagami pareció hincharse y emocionarse hasta lo imposible ante la presencia de aquel chico. Este todavía llevaba puesto el uniforme del equipo, por lo que supuso que no se había pasado por casa una vez se marchó de la suya; pero, a diferencia de lo desanimado que lucía esa tarde, Kuroko ahora se notaba más tranquilo, más decidido; como si algo dentro de él hubiese cambiado y crecido, haciéndolo madurar en el transcurso de unas pocas horas. Aquella certeza hizo que él se sintiera repentinamente bastante inquieto y ansioso, seguro de que ocurriría algo de suma relevancia que acabaría por marcar el futuro de ambos.

—Oe, Kuroko, ¿es este acaso tu concepto de una cita sorpresa? —le preguntó en cuanto cruzó la verja de la cancha—. No es que la idea me moleste, por supuesto, pero quizá deberíamos haberlo dejado para el fin de semana, ¿no te parece?

El otro chico, que acababa de lanzar en ese momento, se volvió a verlo nada más oírlo y le sonrió apenas, capturando el balón cuando este se acercó botando hacia él, lanzándoselo a su vez.

—Pensé que te gustaría, Kagami-kun. Ya sabes, algo fuera de lo común para nosotros —respondió con seriedad, logrando que él se echara a reír ante esa tonta broma. Con los celestes ojos brillando de regocijo, Kuroko le preguntó—: ¿Quieres jugar un uno contra uno?

Dejando el balón a un lado para poder quitarse la ligera sudadera negra que llevaba puesta, Kagami, mucho más cómodo con sus vaqueros y la camiseta blanca que tenía debajo, comenzó a estirar los músculos de sus brazos. Su sonrisa fue suficiente respuesta para la petición de su novio, y antes de que este pudiese decir nada, se preparó para atacar.

Cerca de una hora después, cansados y sudorosos, ambos se dejaron caer sentados en el sitio de siempre, con las espaldas apoyadas contra el enrejado metálico de la verja y el brazo de uno rozando el del otro. Kuroko, que se encontraba ubicado a su derecha, buscó su mano para entrelazarla con la suya, un gesto que lo reconfortó. Aunque jamás se hubiera atrevido a decírselo a este, lo cierto era que a Kagami le encantaba que el chico hiciese aquello, quizá porque sentía que representaba uno de los pasos más importantes y significativos que Kuroko había dado respecto a su relación. Que este aceptara sin miedo estar junto a él, que no temiera que los viesen juntos de esa manera, era su silenciosa forma de decirle que no se avergonzaba en absoluto de lo que tenían, y eso a él lo llenaba de una felicidad sin límites.

Tras ofrecerle el resto del agua de su botella para que bebiera, Kuroko, mucho más repuesto, soltó su mano y se puso de pie con lentitud, como si a pesar de estar decidido a hacerlo, algo lo retuviese; sin embargo, cuando los ojos de ambos se encontraron, celeste contra rojizo en un mudo duelo, este apretó los labios e inspiró profundo, de aquel modo que Kagami solo le había visto hacer cuando necesitaba armarse de valor.

—Ven —le pidió el chico, tendiendo su pálida mano hacia él para ayudarlo a levantarse. Sin dudarlo Kagami la tomó, notando como a pesar del calor que hacía aquellos dedos estaban fríos.

Sin hacer preguntas ni oponer resistencia alguna, se dejó guiar hasta el costado opuesto de la cancha, deteniéndose solo cuando Kuroko hizo lo mismo, volviéndose para mirarlo y quedar así enfrentados, haciendo que todo su miedo y malestar aumentaran hasta lo imposible, porque algo en aquellos ojos, en la estoica expresión de ese imperturbable rostro, le advirtieron que había llegado el tan temido momento y este había tomado finalmente una decisión sobre lo que sería de ellos en el futuro.

Lo cierto era que, por más que intentara fingir tranquilidad, él mismo llevaba días muriendo de angustia tras la plática que ambos mantuvieron en ese mismo sitio, dos semanas atrás. Kagami conocía lo suficientemente bien a Kuroko para saber que este se encontraba triste y preocupado. Lo había visto fallar en los entrenamientos y descuidar sus deberes en clases, incluso algunas veces, cuando estaban juntos, sentía como si el chico ya no estuviese allí, sino muy lejos; saberse responsable de aquello le causaba un dolor sordo y profundo que no sabía cómo mitigar. Aun así, aquella tarde él no había mentido cuando afirmó a este que lucharía por reconquistarlo si decidía dejarlo, pues estaba determinado a hacerlo de ser necesario; pero aquella certeza no acallaba para nada el miedo que sentía de perderlo. Amaba a aquel chico, por lo que odiaba la idea de tener que estar lejos de él debido a circunstancias que escapaban de sus manos y lo llenaban de inseguridad hacia el futuro compartido que deseaba para ellos; pero, sobre todo, a Kagami le aterraba la posibilidad de que Kuroko decidiera acabar con su relación antes de que la separación entre ambos fuese inevitable. No quería perder ni un segundo del poco tiempo que le quedaba al lado de este.

El repentino dolor que sintió extenderse como una corriente eléctrica por su pierna derecha lo sacó inmediatamente de sus sombríos pensamientos, obligándolo a apretar los dientes para no dejar escapar un delator gemido ni soltar una retahíla de maldiciones de muy mal gusto.

Kuroko, aprovechando que él estaba desprevenido y adolorido tras la feroz patada que acababa de propinarle en la espinilla, le dio un fuerte empujón en el pecho que lo impulsó hacia atrás, provocando que Kagami perdiese el equilibrio y azotara el trasero en el duro cemento de la cancha.

De inmediato la rabia se encendió dentro suyo, más por una reacción condicionada a causa de su mal temperamento que por otro motivo, pero al ver que su novio se arrodillaba enfrente suyo, sin miedo alguno ante su enojo, sin preocupación aparente porque pudiese lastimarlo, parte de las llamas de su cólera comenzaron a extinguirse, hasta que estas no fueron más que ascuas templadas de su incipiente enfado.

—Oe, pequeño idiota, ¿puedes explicarme qué demonios significa todo esto? —le preguntó él cuando pudo hablar nuevamente. Su novio, sin una pizca de arrepentimiento en aquellos celestes ojos, lo miró muy serio.

—Durante estos últimos días he estado pensando mucho en tu partida, Kagami-kun. Preguntándome constantemente que será de nosotros una vez debas irte y si podremos soportar el mantener una relación a distancia —le confesó este, dejando traslucir por primera vez el verdadero pesar que sentía—. Hay días en los que al levantarme me siento optimista, y creo que podré hacerlo, que soportar tu ausencia será fácil porque te quiero y sé que tú me quieres a mí, Kagami-kun; pero hay otros momentos, como por ejemplo hoy, cuando al pasar junto al parque pensé en lo que experimentaría una vez ya no estuvieses aquí, en cómo me embargaría el dolor, que siento que, a pesar de lo mucho que te quiero, no podré hacerlo; que quizá lo mejor para ambos sería terminar ahora con esto para ahorrarnos el dolor de lo que podría venir a futuro.

Kagami, sintiendo cada una de aquellas palabras como un certero aguijonazo en su corazón, le preguntó temeroso:

—¿Me estás diciendo esto porque vas a cortar conmigo, Kuroko?

Los ojos del chico se abrieron enormes por la sorpresa al oírlo, pero pasados unos segundos volvió a adoptar su imperturbable expresión habitual y negó con un gesto vehemente.

 —No, Kagami-kun, te lo estoy diciendo porque creo que mereces saber el por qué me he estado comportando tan raro los últimos días. Quiero que entiendas lo que hay en mi cabeza y que sé, muchas veces, es difícil de comprender del todo —reconoció. Kuroko volvió a buscar sus manos para entrelazarlas con las suyas una vez más, mirándolo con determinación. Sus ojos, del mismo tono que el cielo de verano, parecían ahora de un azul profundo debido a la oscuridad reinante—. Estoy muy molesto por lo ocurrido, ¿sabes? No quiero que te marches, no ahora que ya tenía decidido que podía formar algo serio contigo, que podía arriesgarme a querer a alguien otra vez sin temor a salir lastimado. No quiero que te vayas al otro lado del mundo, por lo que odio saber que no podre verte cada día, ni podremos jugar como lo hemos hecho hasta ahora y que no nos graduaremos juntos como había pensado que haríamos; pero sobre todo, odio la idea de ser solo una mitad sin ti, y me da miedo de que estando lejos puedas olvidarme y dejarme atrás.

—Kuroko, yo…

—No, déjame seguir, Kagami-kun, por favor; antes de que el poco valor que tengo en este momento termine por abandonarme y no pueda explicarme como necesito hacer —le pidió este con compunción—. Bueno, como te decía, durante estos días realmente he estado pensando mucho en lo que me dijiste sobre analizar bien las cosas antes de tomar una determinación respecto a nuestra relación, y no ha sido fácil, porque me he confundido mil veces y deseado rendirme otras tantas, pero finalmente hoy he comprendido lo que en verdad deseo, y eso es estar contigo, Kagami-kun, así que escojo arriesgarme —soltó Kuroko casi sin aire. Aunque intentaba mostrarse firme y seguro ante él, sus pequeñas y pálidas manos temblaban ligeramente entre las suyas—. Escojo seguir esforzándome en esta relación aunque sea difícil tener que quererte a la distancia, aunque quizás en dos años más ya hayamos decidido que es mejor separarnos; aun así, te escojo a ti, y a lo que siento por ti. Apostaré por nosotros, Kagami-kun, y en que lo que tenemos podrá soportar mil cosas malas, mil dificultades; y aunque a veces te odie un poco o tú sientas lo mismo hacia mí, aunque muchas veces prefiera no volver a verte, quiero creer que acabaremos retomando el camino correcto, el que nos lleve el uno al otro una vez más. Así que, escojo amarte y seguir a tu lado a pesar de todo.

 Tal vez porque ya estaba preparado para lo peor, o simplemente porque era un completo idiota, a Kagami las palabras de su novio se le hicieron difíciles de comprender en un primer momento. Podía ver a Kuroko allí, arrodillado frente a él, con el cielo nocturno de fondo y esperando una reacción de su parte tras haberle hecho todas aquellas promesas que hablaban de elecciones y oportunidades aunque las cosas se pusiesen difíciles para ellos y todo se fuera al demonio en más de una ocasión. Kuroko, el mismo que meses atrás le había explicado entre lágrimas que tal vez jamás podría corresponder a su amor porque estaba bastante dañado, le estaba diciendo ahora que lo quería y lucharía por lo que tenían, ante lo que Kagami solo era capaz de sentir como su corazón se expandía y se expandía hasta casi parecer a punto de explotar dentro de su pecho a causa de tanta gratitud y alegría.

Los labios del chico contra los suyos se sintieron como siempre, suaves y cálidos, un lugar seguro donde regresar siempre que lo necesitara, pero en aquella ocasión también hubo algo más: promesa y certeza. Por primera vez no estaban planteándose las cosas en el calor del momento o por un arrebato juvenil, sino que habían barajado todas sus posibilidades, todas las posibles complicaciones, y aun así habían escogido seguir juntos.

—Gracias —fue todo lo que susurró él, apoyando su frente contra la del otro y permitiendo que la respiración de ambos se entremezclara debido a su cercanía—. Gracias por confiar en nosotros, Kuroko.

Kagami sintió como este pasaba suavemente una mano por su mejilla y solo en ese instante se percató de que estaba llorando, pero le dio igual. No había motivos para avergonzarse por amar a alguien, por sufrir por alguien.

—Esta vez —comenzó el chico con suavidad—, no voy a salir huyendo ni pensaré que es una broma cruel de tu parte, Kagami-kun. Esta vez, en el mismo lugar donde comenzó todo, escojo creerte y confiar en que, a pesar de la distancia, seguiremos siendo una dupla perfecta.

Dejando escapar una queda risa, él chocó su puño con el que Kuroko le tendía, sellando así aquel pequeño pacto entre ambos como hacían siempre; sin embargo, Kagami no lo dejó ir en aquella oportunidad, atrayéndolo hacia sí para envolverlo en un estrecho abrazo y así poder besarlo una vez más.

Era curioso, pensó mientras se ponían de pie para encaminarse a sus respectivos hogares, como para ellos todo parecía haber dado comienzo en aquella cancha: la primera vez que hablaron y jugaron, la primera vez que él perdió los papeles y cruzó su autoimpuesta línea de control, besando al otro; y ahora allí estaban una vez más, se dijo, cerrando aquel ciclo con un nuevo acuerdo, una nueva promesa de estar juntos para complementarse, aunque de forma diferente.

 Dos años y medio de seguro serían un tiempo muy largo, uno en el que el dolor y la añoranza estarían siempre entremezclados con la esperanza y las ganas de volver a verse, de estar juntos; pero también sería una prueba a sus sentimientos que les daría un constante motivo para luchar y esforzarse, algo que para ellos, acostumbrados a competir, sería el mejor incentivo.

Y así como Kuroko había elegido arriesgarse a seguir con él a pesar de todo, del mismo modo Kagami escogía amar a este por el resto de su vida.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero que la lectura fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en ella.

Lo siguiente, es pedir una enorme disculpa por este enorme atraso. Soy consciente de que eso no es excusa suficiente, pero de todos modos igual quiero que sepan que sí me provoca cierta culpa demorar tanto con las actualizaciones de este fanfic, por lo que quiero explicarles el motivo que generalmente lleva a estos largos periodos de espera.

Cuando Hilo Rojo comenzó a tomar forma en mi cabeza y me decidí a escribirlo, yo contaba con diecisiete años y toda la inexperiencia de alguien que no ha escrito jamás. Era muy joven y novata, así que cometí muchos errores reparables y otros que, a mi parecer ahora un poco mayor, no lo son. Por este motivo, cuando el año pasado me decidí a retomar la historia para concluirla, al releerla me planteé seriamente la posibilidad de rescribir los capítulos; hacer la historia nuevamente de una manera que me sintiera más cómoda, pero la verdad fue que no pude hacerlo por el simple hecho de que soy una sentimental, y para bien o para mal, Hilo Rojo fue lo primero que escribí en mi vida y lo que me impulsó a seguirlo haciendo; a esforzarme, estudiar y aprender más sobre lo que era la escritura en sí para hacerlo mejor, así que, aparte de algunos pequeños arreglos, la historia sigue tal cual fue en sus inicios.

Y es aquí donde nace mi mayor problema, porque cada vez que escribo un nuevo capítulo de esta historia, lo hago siguiendo mis notas de ese entonces y pensando en cómo lo habría hecho la yo de diecisiete años y no quien escribe ahora, lo que ciertamente es muy complejo y difícil para mí, haciendo que cada actualización demore tanto en salir a la luz.

Aun así, solo les puedo asegurar que Hilo Rojo sí acabará este año. La siguiente actualización, es el capítulo final, y luego de eso solo vendrá un pequeño epílogo y ya está; solo dos pasitos más para dar esto por concluido, de la misma forma en que planeé hacer cuando esta historia comenzó a publicarse.

A todos los que siguen este fanfic, ya sea de años atrás o ahora más recientemente, solo les pido un poquito más de paciencia, ya falta poco. Además, aprovecho de avisar que esta historia va a entrar a una revisión y corrección completa antes de la próxima actualización, para corregir así todos los fallos que haya por allí y así pueda acabar de la mejor manera.

Y con esto no los molesto más.

Para quienes leen también mis historias del fandom de SnK, aviso que la actualización para el próximo domingo es de In Focus. Todo lo demás sigue en el mismo orden del calendario.

Nuevamente muchas gracias a todos quienes se dan el tiempo de leer, comentar, enviar mp’s, votar y añadir a sus favoritos, listas, marcadores y alertas. Realmente han sido el mayor incentivo para que esto continúe avanzando hasta su recta final.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos. Hasta la siguiente.

 

Tessa


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).