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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Epílogo:

Hilo

 

La leyenda del hilo rojo cuenta que un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y, cuando las encuentra, las ata con un hilo rojo para que no se pierdan.

El hilo puede tensarse, puede enredarse, pero nunca romperse.

(Anónimo)

 

 

 

Dos años y medio después.

 

A pesar de que apenas comenzaba julio, el calor del verano ya se estaba haciendo sentir con todas sus fuerzas, logrando que uno sudase a mares y la cabeza se embotara un poco. Incluso el interior del aeropuerto de Narita parecía sofocante. Este, como siempre, se encontraba abarrotado de gente pululando por todos lados, creando una atmósfera animada y febril que era difícil pasar por alto.

Tras alzar la mano para mirar la hora en su reloj, Kuroko apuró el paso rumbo a la terminal de las llegadas internacionales que venían desde América. Aun iba con tiempo suficiente, ya que el vuelo de Kagami había tenido cierto retraso en su hora de salida, pero todavía así, transitar por aquellos interminables corredores idénticos se le hacía confuso y difícil, lo que ciertamente era una completa ridiculez. Durante los últimos años había pasado tanto tiempo en aeropuertos, ya fuese esperando o siendo el esperado, que ya debería estar acostumbrado a ellos.

Una vez llegó a su destino, comprobó que todavía faltaba un poco más para la llegada del vuelo de su novio, por lo que se relajó un poco. Tenía la camiseta blanca ligeramente pegada al cuerpo debido al sudor y notaba el corazón tan acelerado como si hubiese corrido una carrera; aunque, siendo honesto consigo mismo, Kuroko no estaba seguro si aquello último era debido al sobresfuerzo realizado o a los nervios que le producía volver a ver a quien amaba.

Apoyándose contra uno de los muros del lugar para no estorbar, rebuscó dentro del bolsillo de sus vaqueros celestes para sacar su móvil, no pudiendo evitar sonreír con cierta diversión al ver la enorme cantidad de mensajes que tenía pendientes de leer. La mayoría de estos eran de sus excompañeros del Seirin que preguntaban por la llegada de Kagami a Japón y la fiesta de bienvenida que tendrían al día siguiente en casa de Riko, además de su madre que le recordaba el avisarle en cuanto se pusiesen en camino para tener lista la cena; sin embargo, la gran mayoría de los mensajes correspondían a Kise en diversos estados de excitación. Su amigo llevaba escribiéndole desde la noche anterior, en algunas ocasiones para darle ánimos e infundirle valor, otras tantas para saber los detalles del viaje del otro chico y demostrar su ansiedad. Si Kuroko no tuviera total certeza de que el novio de Kagami era él, habría creído que Kise cumplía perfectamente con ese papel.

«Ya estoy aquí, pero sigo esperando», fue la escueta respuesta que envió a su amigo; no obstante, en vez de un mensaje de contestación como esperaba, este lo llamó directamente.

—¡Kurokocchi, Kurokocchi, ¿estás muy nervioso?! —inquirió el otro chico desde el otro lado de la línea en cuanto él contestó.

Por un instante, Kuroko pensó en responderle que no se hallaba tan nervioso como al parecer lo estaba el propio Kise, pero acabó callándose porque en el fondo sabía que sería una mentira. Lo cierto era que se encontraba aterrado ante la perspectiva de ese reencuentro con Kagami. El definitivo.

—Un poco —admitió pasados unos segundos, aunque se abstuvo de mencionarle a su amigo que la noche anterior apenas había podido dormir a causa de su creciente ansiedad—. Supongo que es debido a que todo esto se siente todavía un poco… extraño. Como si fuese irreal.

La vibrante risa de Kise sonó algo amortiguada desde el otro lado del móvil.

—Pues comienza a creértelo pronto, Kurokocchi. Finalmente ha acabado la larga, larga espera.

La enorme verdad que albergaban aquellas simples palabras, lo llenó de golpe de un cúmulo de emociones difíciles de descifrar. Excitación, alegría, tristeza, angustia, eran solo una pequeña parte del inmenso revoltijo que Kuroko sentía bullir en su interior. De cierta manera, tenía la impresión de que en aquel embrollo de sentimientos confusos, estuviesen concentrados todos aquellos años de espera. Años de tristezas, alegrías y, sobre todo, esperanzas, los cuales estaban a punto de llegar a su tan ansiado fin.

—Supongo que tienes razón, Kise-kun —respondió mientras observaba las diversas expresiones de felicidad y expectación que embargaban los rostros de las otras personas que, como él, esperaban la inminente llegada de los pasajeros—; sin embargo, todavía es un poco difícil creer que es verdad.

—Espera un par de días y ya verás. Después de que toda la emoción del reencuentro pase y Kagamicchi vuelva a hacer alguna de sus tonterías, regresará a ser presa de tus regaños y sentirás que todo está nuevamente en el sitio correcto. —Su amigo rio lleno de alegría, contagiándole con ello parte de su entusiasmo—. Estoy muy, muy contento por ti, Kurokocchi. Mereces toda la felicidad del mundo.

—Kise-kun, yo…

—¡Ni se te ocurra agradecerme, Kurokocchi!¡Te prohíbo hacerlo! —lo interrumpió el chico con determinación—. Ambos han esperado mucho por este día, han pasado por mucho hasta llegar aquí, así que solo disfrútenlo, ¿está bien? ¡Saluda a Kagamicchi de mi parte y dile que nos veremos mañana! ¡Adiós! —despidiéndose a toda prisa, Kise puso fin a la llamada antes de que él pudiese agradecerle por su preocupación.

Un nuevo vistazo al reloj le recordó a Kuroko que apenas habían pasado unos pocos minutos desde su llegada. Durante dos años y medio, él había sido capaz de aguantar con paciencia para el regreso definitivo de Kagami a Japón, sin embargo ahora, que solo restaban unos pocos minutos para volver a verlo, los segundos se sentían bastante eternos y parecían arrastrarse en frente suyo.

Patético.

Durante el tiempo que duró su separación, Kagami y Kuroko se habían visto unas cuantas veces; no tantas como de seguro a ambos les habría gustado, pero sí más de las que pensaron serían posibles al momento de su despedida.

La primera de ellas, recordó, había sido antes de que las vacaciones de verano acabaran y el nuevo semestre de su último año de escuela diese inicio. En aquella ocasión, su novio había viajado en secreto a Japón para darle una sorpresa, aunque luego el mismo Kagami le confesó que ya se encontraba un poco desesperado de que su único contacto fuese por videollamadas y conversaciones telefónicas, por lo que sus padres le permitieron ir a verle. Esa visita duró apenas una semana, pero sirvió para calmar en parte la angustia que ambos sentían al no poder estar juntos a diario y los llenó de nueva esperanza; aun así, la despedida en esa oportunidad resultó aun más dolorosa que la anterior, ya que los dos tenían muy claro lo que la separación significaría. La segunda vez que se vieron, fue él quien hizo una visita al otro, decidiéndose finalmente a utilizar para Navidad el regalo que su novio le había dado antes de su partida. Y fue así como, armándose de valor, Kuroko abandonó por primera vez su país para cruzar un océano con tal de estar junto al otro chico.

Después de aquello, algunos viajes más se habían sucedido cada tantos meses, ambos desesperados por verse y así reafirmar que lo que tenían no era un error como algunos pensaban. Necesitados de pasar el tiempo suficiente junto al otro para sobrevivir a los largos y angustiantes días de separación.

Por supuesto, aquellos dos años habían estado lejos de ser fáciles para ellos. El distanciamiento al que estaban obligados, sumado al dolor que les significaba estar tan lejos el uno del otro, muchas veces les complicó las cosas, sobre todo cuando tenían desacuerdos que no lograban resolver en el momento y acababan discutiendo. Kagami, por naturaleza, tenía un genio explosivo que muchas veces le costaba controlar, mientras que él, bueno, no era precisamente el mejor a la hora de expresarse y decir las cosas. Debido a ello, habían terminado su relación dos veces durante esos casi tres años. La primera de ellas fue apenas un par de meses después de la partida de su novio a América, cuando el tener que acostumbrarse a la impuesta soledad no les estaba resultando sencillo y, por lo mismo, los roces entre ambos no pudieron evitarse. Aquel término de su relación no duró más que un par de semanas, por supuesto, ya que los dos lograron resolver sus desacuerdos tras hablarlo y disculparse mutuamente, prometiéndose intentar que aquello no volviese a ocurrir. La segunda vez, no obstante, ocurrió luego de su cumpleaños número diecinueve. Una separación que duró un poco más de cuatro largos y dolorosos meses, y la cual estuvo a punto de destrozarlos a ambos.

Lo cierto era que en aquella oportunidad, Kuroko realmente creyó que las cosas entre el otro chico y él habían terminado para siempre. Su discusión había sido demasiado complicada e hiriente para poder arreglar todo entre ellos solo con promesas y un simple «lo siento», por lo que ambos dejaron de hablarse y compartir mensajes de manera definitiva, prohibiéndoles incluso a sus amigos intervenir en el asunto cuando intentaron hacerlo.

Fue así como los días fueron transcurriendo hasta convertirse en semanas y estas posteriormente en meses, y mientras más tiempo pasaba sin que ninguno de ellos diese señales de arrepentirse y ceder, más difícil se les hacía arreglar todo a pesar de lo mucho que estaban padeciendo a causa del otro.

Finalmente, harto de verlo sufrir por aquello, Aomine decidió intervenir en el asunto, sin importarle para nada que él no estuviese de acuerdo. De algún modo que hasta el día de hoy su amigo nunca había querido explicarle, acabó convenciendo a Kagami para que regresara a Japón e intentase arreglar su relación, sin que Kuroko supiera nada de ello hasta cuando este fue a buscarle a casa para que pudiesen hablar.

En aquel momento, la sorpresa de verlo allí, sumada al miedo, la necesidad y la angustia por todos los meses transcurridos sin saber nada de Kagami, provocaron un descontrol en sus emociones, por lo que Kuroko acabó llorando como pocas veces lo había hecho frente a su novio, mientras este prácticamente le rogaba por una segunda oportunidad cuando ni siquiera necesitaba pedirla.

Aquella, probablemente, fue la primera vez que ambos hablaron en serio de lo que sería una relación entre ellos siendo adultos y lo que eso conllevaría. Él acababa de entrar a estudiar Literatura Japonesa a la universidad mientras que Kagami estaba próximo a hacerlo, cursando Administración de Empresas por consejo de su padre, aunque no se sentía muy seguro ni entusiasmado al respecto.

Para ese entonces ya había transcurrido más de un año desde que estaban lejos el uno del otro, más de un año sin verse cada día y teniendo vidas completamente aparte. Sufrían y se extrañaban, sí, pero ambos habían podido sobrevivir y seguir adelante, incluso habiendo roto su relación de forma temporal; aun así, les bastó solo aquel reencuentro de tres días para comprender que se seguirían eligiendo una y otra vez, por muy difícil y doloroso que fuera, por mucho que se disgustaran, pelearan y decidieran que aquello no valía la pena; porque, a pesar de todo, ambos sabían que sí valía cada sacrificio.

Después de ese quiebre en su relación, y su posterior reconciliación, los dos habían decidido tomarse las cosas con más calma, ya sin toda la intensidad e ingenuidad adolescente de un año antes, y pensando seriamente en el futuro que les esperaba y lo que este traería consigo.

Sorprendentemente, Kagami se tomó todo aquello muy en serio, por lo que aparte de seguir jugando baloncesto para el equipo de su universidad, se esforzó hasta lo imposible en sus estudios para así no darle a su padre la oportunidad de cancelar su trato y que este no lo ayudase con la transferencia para acabar de estudiar en Japón como habían acordado. Kuroko, que también formaba parte del equipo del centro donde estudiaba, se concentró en seguir adelante con su propia carrera, intentando hacerlo lo mejor posible al tiempo que esperaba ansioso por lo que les depararía su futuro juntos; uno que, como había sugerido Kagami en su último viaje, meses atrás, tal vez estuviese muy lejos de Japón en los años venideros.

El anuncio en la pantalla avisando de la llegada del vuelo donde venía su novio, lo llenó de bullente anticipación como tantas otras veces; un efecto que al parecer era contagioso, se dijo al ver como la gente a su alrededor comenzaba a hablar y reír más alto, poniéndose tan ansiosas como él mismo se sentía.

A Kuroko, aquella espera era algo que siempre le había resultado al mismo tiempo angustiante y sorprendente, notando crecer poco a poco dentro de él la desesperación por ver al otro y volver a estar entre sus brazos, pero también sintiéndose embargado por el velado miedo de descubrir que durante la separación, algo entre ellos hubiese cambiado, que la mágica conexión que siempre habían tenido se hubiese acabado o que, peor aun, el amor que sentían se hubiese atemperado hasta convertirse en solo una sombra de lo que era.

Los siguientes minutos de espera transcurrieron lentos y un poco angustiantes, pero aun así él intentó guardar la calma y escribió unos cuantos mensajes a sus amigos avisando que el vuelo de su novio ya estaba allí y había aterrizado sin problemas.

Cuando los primeros pasajeros comenzaron a avanzar por el pasillo arrastrando sus equipajes, siendo recibidos por quienes los esperaban o tomando sus propios caminos, la emoción le atenazó a Kuroko la garganta, humedeciéndole un poco los ojos a pesar de lo decidido que estaba a no llorar.

La alta figura de Kagami hizo su aparición una vez la primera oleada de pasajeros hubo avanzado. Nada más verlo, su corazón pareció detenerse unos cuantos latidos antes de retomar su retumbe con una intensidad inusitada.

En aquellos dos años, su novio no había cambiado demasiado, solo creciendo unos cuantos centímetros y ganando un poco mas de músculo, por lo que su constitución física era cada vez más parecida a la de su padre; en lo demás, este seguía siendo simplemente el mismo Kagami Taiga de siempre, ataviado con sus sencillos vaqueros azules y una negra camiseta deportiva, con el rojo cabello rojizo hecho un desastre y aquella sonrisa que iluminó sus ojos en cuanto lo vio esperándolo a la distancia. Aquella sonrisa que este guardaba solo para él, y la cual Kuroko estaba decidido a no compartir jamás con nadie.

Mientras caminaba en dirección a la salida, Kagami levantó su mano izquierda y le enseñó su muñeca, donde todavía descansaba la roja pulsera que él había puesto allí tiempo atrás. Tan emocionado como avergonzado, Kuroko repitió el gesto de su novio, siendo recompensado por la alegre sonrisa que este le dedicó al verlo.

Una vez llegó donde él estaba esperando, Kagami dejó su maleta a un lado y lo envolvió en un fuerte abrazo que prácticamente le sacó todo el aire de los pulmones. Kuroko quería regañarlo, reír y llorar, todo al mismo tiempo, pero simplemente le devolvió el abrazo tan fuerte como pudo y dejó que todas sus angustias y miedos se disolviesen en aquel momento.

—Demonios, te he extrañado muchísimo, Kuroko —le dijo Kagami soltándolo lo suficiente para poder mirarlo al rostro. Apartándole el celeste cabello que le cubría la frente, lo contempló con total intensidad, como si de ese modo pudiese grabarse a fuego su imagen en la memoria—. Aun no me creo que te tengo aquí y no estás al otro lado de la cámara. Te sigues viendo igual de pequeño.

En respuesta, él le pegó un suave puñetazo en el brazo que hizo sonreír enormemente a este, a pesar de su seria expresión de disgusto.

—Eso ha sido muy descortés de tu parte, Kagami-kun —lo regañó con fingida firmeza—; pero te perdono, porque yo también te he extrañado.

Buscando su mano izquierda para entrelazarla con la suya, Kagami la llevó hasta sus labios y dejó un beso sobre el dorso de esta. A Kuroko, aquella abierta muestra de afecto debería haberlo alarmado al estar en un sitio tan lleno de gente, lo más seguro fuese que a su yo de diecisiete años lo hubiera hecho, pero en aquel momento ya tenía veinte y le daba bastante igual lo que pensara el resto sobre él, sobre ellos. Las personas que le querían lo aceptaban tal cual era, importándoles mucho más su felicidad que el si lo que ellos compartían era o no correcto.

—La has conservado —le dijo Kagami observando con cierta nostalgia la desgastada pulsera roja que rodeaba su pálida muñeca; aquel recordatorio de que lo que los unía no podía cortarse tan fácilmente. Aquella pulsera que Kuroko no se había quitado nunca en más de dos años, ni siquiera cuando las cosas se estropearon y creyó que todo estaba perdido para ellos.

—Siempre. Te lo prometí, ¿no?

Kagami asintió, emocionado; su rojiza mirada repleta aun del enorme amor que este había asegurado tenerle la primera vez que se le confesó, años atrás, como si el tiempo no hubiese transcurrido y ellos siguieran siendo los mismos chicos de ese entonces; algo que él casi pudo creerse cuando los labios de su novio se posaron sobre los suyos en un delicado beso.

—Yo también he cumplido mi parte del trato, Kuroko, finalmente he regresado a ti.

Mas de dos años separados ciertamente habían sido mucho tiempo, tiempo en el que ambos habían crecido, ganado y perdido. Tiempo en el que aprendieron a conocerse realmente, ya no solo como amigos y compañeros, sino como algo más profundo y mucho más duradero. Tiempo que les sirvió para pensar en el futuro, ya no como un sueño infantil e incierto, sino como una realidad, y que les hizo comprender que a pesar de todo lo malo, de todos los problemas, seguirían estando juntos, porque el hilo que los unía, siempre, siempre, los guiaría al corazón del otro.

Conteniendo las lágrimas lo mejor que pudo, Kuroko esbozó una sonrisa y tendió su puño cerrado hacia el chico que había significado tanto en su vida. La luz que lo sacó de la oscuridad y lo hizo olvidarse de su necesidad de ser una sombra porque él podía brillar de forma propia.

—Entonces, bienvenido, Kagami-kun.

Con los ojos brillantes a causa de su propio llanto, este entrechocó su puño con el suyo y le sonrió.

—Ya estoy en casa, Kuroko. Ya estoy en casa.

 

FIN

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos los que han llegado hasta aquí, por última vez en esta oportunidad. Realmente espero que no solo el capítulo, sino toda la historia haya sido de su agrado, y que valiera la pena todo el tiempo invertido en ella, así como también la espera que, en algunos casos, fue muy larga.

Lo cierto es que estoy un poco dividida respecto a cómo me siento ahora mismo. Por un lado me siento infinitamente feliz de haber terminado Hilo Rojo, más tarde de lo que creí en un comienzo, pero terminado al fin. Por otro, sin embargo, me ha dado un poco de pena, ya que ha sido un viaje muy, muy largo; en algunas ocasiones donde todo fue un lindo y plácido recorrido, mientras que en otras la frustración pudo un poco conmigo por no lograr todo y cual quería, haciéndome navegar en aguas turbulentas. Aun así, llegando aquí y viendo el resultado, no puedo más que sentirme satisfecha, así que puedo decir que, por lo menos para mí, ha sido un buen viaje y he llegado a puerto contenta. Espero en el caso de ustedes puedan sentir lo mismo.

Hilo Rojo fue mi primera historia y comenzó a publicarse el 24 de febrero del 2016, terminando de escribirla casi cuatro años después, ¡demasiado tiempo! Debido a ello, muchas veces la historia se vio afectada por ese tiempo transcurrido y los cambios inevitables que uno tiene mientras crece, ya que algo que me parecía completamente lógico a los diecisiete, ya no lo era tanto a los veintiuno, y así en muchos aspectos. Aun así, siempre intenté que la historia se mantuviera lo más cercana posible a lo que fue su idea original, con su tipo de escritura original, con sus situaciones originales, lo que he de reconocer que muchas veces no fue fácil, pero creo que ha valido la pena. Cada vez que escribía un nuevo capítulo, era un poquito jugar a retroceder en el tiempo y pensar cómo habría escrito esto o aquello la Tessa de diecisiete en ese entonces.

Por lo mismo, aviso que la historia está totalmente corregida. He intentado no modificar nada de su estructura original, sin embargo he realizado algunos pequeños cambios para que quedara lo mejor posible en su mayor medida. Obviamente soy consciente de que muchas cosas igual se me habrán pasado por alto y existirán mil errores, pero espero que si alguien decide releer en algún momento, pueda encontrar todo mucho mejor que en un comienzo.

Otro punto que me parece importante, por lo menos para mí, ¡es que Hilo Rojo tiene finalmente su propia portada! Esta ha sido creada bajo comisión por mi querida Akira Kousei, quien aparte de fungir como mi beta, arreglando constantemente mis horrores, es, principalmente, una genial artista, así que todos los créditos en ese aspecto son para ella.

Y bueno, de ese modo ya estamos poniendo punto final a esto.

A todos los que han llegado hasta aquí, capítulo a capítulo, muchas gracias.

A quienes comenzaron con esta loca aventura desde el principio y tuvieron la paciencia de esperarme, dándome nuevamente una oportunidad para acabarla, muchas gracias.

A los que se unieron a este viaje a mitad de camino y consideraron que a pesar de mis enormes demoras valía la pena, muchas gracias.

Para quienes votaron, siguieron la historia y me alegraron o alentaron infinitas veces con sus mensajes y comentarios, muchas gracias.

Todos ustedes, de una y otra forma, han sido la llamita que han mantenido encendida la hoguera para llegar a este punto y poder decir, tarea cumplida.

Igualmente, y aunque es un agradecimiento un poco bobo, también me gustaría mucho darle las gracias a mi yo de diecisiete años, que en ese entonces fue valiente y creyó que la chica que contaba historias a sus amigas, también podía escribirlas. Ha sido un viaje largo, y así como Kagami y Kuroko en este relato, ella creció, ganó, perdió y cambió mucho en ese intertanto, pero descubrió que escribir es algo que ama tanto como la música, como leer y como a sus personas importantes. Así que le agradezco por haberse atrevido a dar un paso adelante, otorgándome de ese modo un maravilloso regalo.

Y con esto ya me despido. Gracias por haberme dado la oportunidad y acompañarme en este viaje, mi deuda es, ciertamente, infinita. Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Espero podamos encontrarnos en otra oportunidad.

 

Tessa.


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