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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 7:

Enloquecer

 

El amor, en cambio, es cuando no respiras, cuando es absurdo, cuando echas de menos, cuando es bonito aunque esté desafinado, cuando es locura… Cuando sólo de pensar en verla con otro cruzarías a nado el océano.

(Federico Moccia)

 

 

 

Realmente, ¿qué significaba aquello?

Todavía un poco conmocionado por aquella llamada telefónica, Kuroko miró otra vez el registro de su móvil para comprobar que aquello fuese real y no producto de su imaginación.

Lamentablemente, no se lo había imaginado.

Con parsimonia se guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta del uniforme antes de rebuscar en el estante y coger el libro que estaba buscando minutos antes de recibir aquella llamada. A pesar de su intento de calmarse, todavía notaba la desazón bullendo dentro de él como si acabase de despertar de un mal sueño.

Al comprobar la hora, Kuroko se dio cuenta de que si se daba prisa todavía tenía un poco de tiempo para comer algo antes del comienzo de las clases de la tarde, pero la perspectiva de enfrentar en ese momento a Kagami lo atemorizaba. Estaba seguro de que el chico se daría cuenta de inmediato de que le ocurría algo, y él no se sentía lo suficientemente preparado como para soltarle sin más una mentira, y tampoco quería hacerlo.

Una nueva oleada de rabia lo golpeó con fuerza, haciéndole preguntarse porque motivo estaba siendo tan complaciente y acatando las órdenes que le habían dado. ¡Él no era así! No tenía por qué ocultarle a su novio lo sucedido, de hecho quizá lo mejor fuera…

—¿Así que aquí te estabas escondiendo?

Sorprendido de haber sido hallado en aquel sitio, Kuroko se volvió para ver a Kagami que, apoyado contra una de las estanterías de libros y con los brazos cruzados sobre el pecho, le miraba de forma interrogativa.

Intentando tragarse el enfado y parecer menos culpable de lo que en verdad se sentía, le enseñó a este el libro que sostenía entre sus manos y el cual fingía estar leyendo minutos antes mientras seguía enfrascado en sus pensamientos.

—Te recuerdo que tenemos deberes de literatura japonesa para la próxima semana, Kagami-kun. Pensé que sería bueno adelantar algo ya que decidimos hacerlos juntos. —Aquella explicación no era del todo mentira, de hecho, Kuroko iba de camino a la biblioteca cuando recibió la llamada. Luego, simplemente, no pudo reunir el valor suficiente para salir de allí—. De todos modos, ¿cómo me has encontrado? —le preguntó en verdad intrigado.

Una sonrisa de puro orgullo se dibujó en el rostro de su novio, claramente satisfecho por su hazaña. Sin poder evitarlo, Kuroko también sonrió en respuesta. Kagami solía tener ese efecto sobre él, aunque nunca se lo había dicho; de algún modo cuando estaban juntos sus preocupaciones se hacían más llevaderas y se sentía más seguro de sí mismo. En más de un sentido, aquel chico había terminado por convertirse en la luz que iluminaba su mundo.

—Te estuve esperando en la azotea y como no llegabas te fui a buscar otra vez al salón de clases. Luego me encontré con Furi que me dijo que te vio rondando cerca de la biblioteca, así que supuse que aún estarías aquí. —Apartándose del estante, Kagami se acercó hasta él para revolverle el cabello con suavidad, una forma de contacto entre ellos que era cada vez más habitual—. Si querías venir aquí, deberías habérmelo dicho. Te hubiera acompañado.

Al tenerlo tan cerca, como ocurría últimamente, Kuroko notó su corazón acelerarse un poco. No era la primera vez que le pasaba, de hecho, durante el mes que llevaban saliendo juntos, en más de una ocasión se encontró buscando ansioso a Kagami con la mirada cuando estaban en el mismo sitio u observándolo a hurtadillas cuando él estaba ocupado haciendo otra cosa, como si quisiera grabarse a fuego en la memoria todos sus gestos y expresiones. Era una sensación extraña, como si estuviera constantemente esperando por algo pero sin saber muy bien qué.

—Creí que solo iba a tardar un momento mientras ibas a comprar tu almuerzo y que podría llegar a tiempo para comer contigo, pero me distraje —le confesó. En verdad se sentía culpable por no decirle toda la verdad a este, pero un estúpido sentido de lealtad no se lo permitía—. Perdóname, Kagami-kun.

—Verás, no estoy muy seguro de si esa disculpa me basta, Kuroko. —Hábilmente, Kagami inclinó su cuerpo lo suficiente para obligarlo a quedar aprisionado entre el estante que tenía a su espalda y él—. ¿Qué debería pedirte a cambio de perdonarte?

Kuroko contuvo la respiración, nervioso, cuando poco a poco los labios del otro chico se acercaron a los suyos. Cerró los ojos, dejando que el cálido aliento y aquel leve roce golpearan sobre su boca, generando aquella sensación de electrizante y ansiosa expectación que parecía consumirlo completamente.

Las risas y gritos de algunos estudiantes en el patio lo hicieron volver a la realidad de golpe. Posando ambas manos sobre el pecho de su novio, Kuroko lo obligó a apartarse un poco y así poner algo de distancia entre ellos.

—Te he dicho que aquí no, Kagami-kun —lo reprendió, a pesar de ser consciente de que él también era en parte culpable de aquella situación—. Sabes que alguien puede vernos.

—No lo harán —reticente a obedecerle, Kagami lo envolvió entre sus brazos. Un brillo travieso iluminaba sus ojos—. Todos están ocupados con la hora de descanso. Nadie aparte de ti vendría voluntariamente a la biblioteca.

Kuroko podría haberle replicado que eso no era estrictamente cierto, pero en cambio permitió que lo besara una vez más, apegándose lo suficiente a él como para poder percibir el calor que emanaba de su cuerpo a través de la tela de la camiseta que llevaba bajo la chaqueta abierta del uniforme y el acelerado latido de aquel corazón retumbando contra su pecho.

Consciente de que por mucho que lo deseara no podían permitirse dejar durar más aquel momento, sin piedad le dio a Kagami una patada en la espinilla haciendo que este lo soltara de inmediato profiriendo un quedo gemido de dolor. Sus ojos rojizos lo miraron con creciente enfado, sin embargo Kuroko no se inmutó.

—He. Dicho. Que. No. Kagami-kun —le recordó, recalcando las palabras, con total seriedad a modo de excusa ante su comportamiento—. Estamos en la escuela, no podemos hacer lo que queramos.

De mala gana, y ante su mirada de advertencia, Kagami dio unos cuantos pasos atrás permitiéndole así recuperar su espacio. Kuroko lo recompensó con una sonrisa.

—Está bien, no volveré a hacerlo —le dijo el chico, aunque tácitamente ambos sabían que aquellas palabras, por más que se lo propusieran, no serían del todo ciertas—. Aun así, no deberías haberme golpeado, Kuroko. Si no recuerdo mal, yo también te advertí sobre lo qué pasaría si volvía a ocurrir eso.

Él reaccionó demasiado tarde.

Apenas había alcanzado a dar unos cuantos pasos en su escape, cuando sintió que Kagami lo sujetaba pasando un brazo por su cuello obligándolo a detenerse, quedando así su espalda pegada contra el pecho de este y sintiéndolo reverberar cuando su novio soltó una carcajada.

—¿Ibas a algún lado, Kuroko?

A pesar de saber que seguramente el escarmiento no sería tan malo, de todos modos él se debatió intentando huir antes de que Kagami decidiera el tipo de castigo que iba a darle. Estaba a punto de abrir la boca para comenzar a soltar excusas y disculpas cuando notó que los brazos de su novio se aflojaban, bajando hasta sujetar su cintura con mayor delicadeza; sintiendo luego la cálida y suave caricia de su respiración sobre el cuello donde este ocultó su rostro.

—¿Kagami-kun? —Preocupado por aquel repentino cambio de actitud, Kuroko giró un poco la cara para poder mirarlo.

Como una cortina carmesí, el pelirrojo cabello de Kagami lo ocultaba casi por completo de su vista impidiéndole saber que le ocurría. Con una mano, él intentó develar su rostro, sin embargo los dedos del chico envolvieron los suyos en un gentil aprisionamiento, sin dejarle continuar.

—¿Sabes, Kuroko? —le dijo Kagami, bajito—. Yo en verdad te amo. Te amo muchísimo.

Las palabras de este, un ligero susurro junto a su oído, parecieron resonar dentro de su corazón como un grito, acelerando sus latidos a una velocidad alarmante que le hizo preguntarse si aquella emoción le podría causar la muerte.

No era la primera vez que Kagami le confesaba lo que sentía; sin embargo, cada vez que lo hacía, aquellas simples palabras parecían irse llenando de más y más valor hasta el punto de llegar a ser casi dolorosas. Aquel chico no solo le estaba diciendo en aquel momento que lo quería, sino también que lo amaba lo suficiente para confiar en él y respetar su silencio.

Durante aquel mes que llevaban saliendo juntos, Kuroko poco a poco había ido percatando de como los sentimientos que albergaba hacia el otro iban creciendo cada vez más. La admiración y el respeto se habían convertido en atracción; la atracción dio paso al cariño; y ese cariño había acabado por hacerse día a día más fuerte, hasta el punto en que la delgada línea que separaba este del enamoramiento era ya casi imperceptible.

Sí, él también estaba enamorado, y mucho; sin embargo, las palabras una vez pronunciadas eran poderosas, y aún temía que reconocerlo en voz alta hiciera que aquello se convirtiera solo en un frágil momento perdido en el tiempo.

Uniendo su boca a la de Kagami, Kuroko deseó que aquel beso bastara, de momento, para transmitir lo que su temeroso corazón aún escondía y que era incapaz de expresar con palabras. Que él también lo amaba mucho, muchísimo.

Notó como los labios de Kagami sonreían sobre los suyos cuando su estómago comenzó a gruñir en señal de protesta. Muerto de la vergüenza, Kuroko se apartó de mala gana, fulminando a su novio con la mirada a modo de advertencia.

—¡Eh, no te enfades conmigo, Kuroko! Además te he traído esto porque pensé que tendrías hambre. —Todavía sonriendo, Kagami se sacó del bolsillo de la chaqueta una cajita de jugo junto con un pan dulce y se los tendió—. Temía que no te diera tiempo de almorzar.

—Gracias —le dijo, quitándole las cosas de la mano al mismo tiempo que el timbre indicaba que debían volver a las clases—. Kagami-kun siempre es un chico muy amable.

Como respuesta, este solo le dedicó una tímida sonrisa al tiempo que revolvía nuevamente su cabello, mientras Kuroko sentía como dentro de él crecía otra vez la necesidad de confesarle sus sentimientos.

No, aún no podía, de dijo. Pero pronto. Lo haría pronto.

 

——o——

 

Notando como la camiseta se le pegaba ligeramente al cuerpo después de haber caminado a toda prisa, Kuroko pensó otra vez en lo poco que le gustaba el verano mientras intentaba abrirse paso entre la multitud de paseantes que miraban tiendas por aquella concurrida calle.

En ningún momento había estado en sus planes pasar de aquel modo la tarde del sábado, ya que en un principio Kagami y él tenían acordado quedar en su departamento para hacer los deberes; no obstante, aquella estúpida llamada del día anterior terminó por cambiarlo todo, tanto así que en ese intente él se encontraba prácticamente corriendo por las calles para llegar a tiempo a la cita acordada. Una cita que sentía casi como una sentencia.

El alegre sonido de las campanillas de la puerta dándole la bienvenida a la cafetería no sirvió para mejorar su ánimo, de hecho, este junto a sus nervios empeoraron todavía más al ver al chico que, sentado junto a la ventana del fondo del local, sonrió al verlo y levantó la mano en señal de saludo.

—Hola —dijo Kuroko mientras tomaba asiento frente a este, sin devolverle la sonrisa—. He venido como me has pedido, así que, ¿para qué necesitabas verme, Himuro-san?

A lo largo de los años, Kuroko había acabado por volverse bastante hábil observando y comprendiendo con rapidez la manera de ser de las personas que lo rodeaban; fácilmente podía saber que pensaban y por qué actuaban de cierto modo, incluso algunas veces era capaz de predecir algunos de sus patrones de comportamiento. Era una habilidad que había adquirido con práctica y que le era útil la mayor parte del tiempo, sin embargo con aquel chico no podía hacer nada. Tras aquella fachada de agradables sonrisas, amables palabras y elegantes gestos, se escondía una persona completamente diferente. Himuro Tatsuya era algo así como un depredador que cuando deseaba algo, no se detenía hasta conseguirlo, sin importar el daño que tuviera que hacer de por medio.

Y a Kuroko aquello lo asustaba.

—Gracias por haber venido, Kuroko-kun. Por un momento temí que no fueras a aceptar mi invitación —le dijo Himuro sonriente. Una completa mentira que ambos podían reconocer, porque tras la llamada que este le había hecho horas atrás, no le dio ninguna opción de reusarse.

La camarera se acercó a tomar su orden, así que después de pedir un jugo, Kuroko volvió a centrar su atención en el chico sentado frente suyo. Realmente lo detestaba.

—¿Te ha costado mucho mentirle a Taiga? —le preguntó Himuro sin rodeos. Ante su reacción de sorpresa por haber acertado en su suposición, aquella molesta sonrisa volvió a asomar a sus labios—. Claro que te ha costado; pero si le hubieras dicho que te ibas a reunir conmigo, él no te hubiera dejado venir solo. Así que dime, ¿qué excusa te has inventado?

—Le he dicho que tenía un asunto familiar —reconoció Kuroko de mala gana al recordar el mal rato que pasó cuando tras acabar las clases canceló su cita con Kagami por ir a juntarse con el otro chico. Como si tener que estar allí en contra de sus deseos no fuese suficiente castigo, ahora su novio estaba disgustado con él—. Himuro-san, ayer me dijiste que teníamos que hablar de un asunto importante sobre Kagami-kun. De hecho, me dijiste que, si no venía o le decía algo sobre esta reunión, ambos lo íbamos a lamentar. Yo he cumplido mi parte, por lo que ahora quiero saber qué es lo que quieres tú.

—Ah, es una petición muy sencilla —dijo Himuro con cierto brillo suspicaz en sus ojos verdes semiocultos tras el oscuro flequillo. Dio un sorbo a su taza de café y le sonrió—. Solo quiero que termines tu relación con Taiga, hoy mismo de ser posible. Bastante fácil, ¿no?

A pesar de que Kuroko tenía una cierta sospecha de que ese podía ser el motivo tras aquel encuentro, que el chico se lo dijese de forma tan directa sí lo sorprendió mucho. En esa ocasión no había sutileza en las palabras de este ni aquella engañosa sonrisa que parecía acompañarlo siempre. No, en ese instante Himuro estaba completamente determinado a conseguir lo que quería, y eso era hacerlo desaparecer del lado de Kagami.

La furia lo invadió de golpe, de la misma forma brutal y violenta en que las olas del mar chocaban contra las rocas. Tenía rondando en su cabeza un sinfín de cosas horribles que deseaba decirle a aquel chico, demasiado molesto como para pensar en las consecuencias; sin embargo, al ver acercarse a la camarera con su pedido, Kuroko se obligó a refrenar su lengua y calmar sus emociones, consciente de que perder la calma no iba a ayudarlo en nada.

—Creo que eso no me será posible, Himuro-san —le dijo con rotundidad—. Mi relación con Kagami-kun es algo que solo nos incumbe a nosotros dos. Así que no. No voy a terminar con él porque tú me lo pidas.

Himuro rompió a reír al oír su respuesta, haciendo que los pocos clientes que estaban a esa hora en el local se giraran a mirarlos, seguramente un poco fascinados e intrigados por el atractivo chico que allí se encontraba. Por el contrario, Kuroko se sintió todavía más molesto al ver su despreocupada reacción.

—Sabía que ibas a decir eso. Lo que es una lástima porque solo complicarás las cosas para ti, Kuroko-kun. —Tamborileando con sus largos dedos sobre el borde de la mesa, Himuro lo miró ladeando un poco la cabeza, entrecerrando ligeramente sus ojos—. Así que, ¿estás enamorado de Taiga o solo te has dejado llevar por sus lindas palabras? ¿Estás con él porque te hace sentir seguro? Ah… supongo que ha sido eso —se apresuró a decirle sin darle tiempo a responder—. Debe ser un cambio agradable estar con alguien que sabes que no va a romperte el corazón, ¿verdad?

Oír aquello de labios de aquel chico tuvo el mismo efecto devastador que un puñetazo en el estómago. Era como si Himuro hubiera leído en su alma y le estuviera restregando en la cara lo mismo que él pensó cuando comenzó su relación con Kagami dispuesto a darle una oportunidad. Dolía el hecho de que al ser dicho por aquella boca, sus sentimientos parecieran algo sucio.

Decidiendo que aquella conversación no iba a llevarlo a ninguna parte y cansado de todo aquel aire de superioridad que destilaba el amigo de Kagami, Kuroko buscó su cartera para pagar e irse de inmediato cuando, con sorprendente rapidez, la mano de Himuro aprisionó su muñeca con fuerza suficiente para hacerle daño.

—Suéltame, Himuro-san —le espetó Kuroko, realmente molesto—. Esta plática solo nos está haciendo perder el tiempo a ambos.

—¿Estás molesto porque he dicho la verdad? ¿Realmente pensabas que nadie se había percatado de lo que pasó años atrás? —Himuro lo soltó, chasqueando la lengua en señal de desaprobación—. Por favor, Kuroko-kun, no me tomes por tonto. Atsushi a veces puede tener la lengua un poco larga, ¿sabes? Y con solo unas cuantas preguntas me dijo lo suficiente para que pudiera atar cabos y hacerme una idea de la situación. Cuando conocí a Aomine y lo vi contigo, lo sospeché, pero solo después de lo que me contó Atsushi supe con exactitud el motivo por el que eras tan cercano a Taiga. Y esa —le dijo recalcando las palabras—, es la causa de que no me gustes. Creo que en verdad te detesto, Kuroko-kun.

Si no se hubiera sentido tan culpable, si aquellas palabras no le hubieran hecho tanto daño, probablemente Kuroko le hubiera respondido que el sentimiento era mutuo. Sin embargo, podía notar como la rabia, mezclada con miedo y pena, parecía depositarse como una piedra en sus pulmones haciéndole difícil respirar.

Vio a Himuro ponerse de pie, dando por concluido aquel encuentro; seguramente satisfecho con lo que había conseguido.

—No voy a terminar con él —volvió a decirle con firmeza Kuroko a este cuando pasó a su lado—. No me importa lo que me digas, Himuro-san. Yo quiero estar con Kagami-kun mientras él desee estar conmigo, así que, no voy a terminar con él.

—¡Que conmovedor! —dijo Himuro devolviéndole una sonrisa ante su mirada hostil—. Así que quieres a Taiga, ¿eh?… Bueno, yo también lo quiero, y desde mucho antes de que lo conocieras tú, Kuroko-kun —comentó, provocador—. De hecho, ¿alguna vez te ha dicho Taiga con quien se dio su primer beso? Seguro que no. Tal vez deberías preguntárselo.

Kuroko no necesitaba preguntarle nada a Kagami para saber la respuesta. La sonrisa de superioridad de Himuro le bastaba para confirmar sus sospechas. Tuvo ganas de vomitar.

Posando una mano sobre su hombro, el chico se inclinó lo suficiente para poder susurrarle al oído.

—Toda relación tiene secretos, Kuroko-kun. La mía con Taiga y la tuya con Aomine, ¿no? ¿Te ha dolido lo que te he contado? Porque si es así, piensa en lo que sentirá Taiga cuando sepa que has aceptado estar con él solo porque es un remplazo. Un remplazo de aquello que quisiste y nunca pudiste tener. Creo que no te iría mal reconsiderar mi petición. —Con aquella falsa sonrisa en los labios, Himuro se apartó de su lado y depositó un billete sobre la mesa—. Quédate el tiempo que necesites. Yo invito.

Kuroko oyó la despedida del chico agradeciendo la atención y el alegre sonido de las campanillas al abrirse y cerrarse la puerta. Las palabras de Himuro se repetían en su cabeza como una letanía, así como los recuerdos de lo ocurrido años atrás: un dolor tan desgarrador que, en ese entonces, pensó iba a terminar con él.

Sin poder soportar más aquella agonía, salió a toda prisa de la cafetería con un solo objetivo en mente: necesitaba ver a Kagami. Necesitaba estar con él antes de que su mundo comenzara nuevamente a desmoronarse en pedazos.

 

——o——

 

La alocada carrera desde la estación próxima al departamento de Kagami le dejó a Kuroko los pulmones en carne viva, haciendo que cada nueva bocanada de aire fuera prácticamente un castigo.

Desesperado, tocó el timbre una y otra vez, sin descanso; sin detenerse ni siquiera un momento a pensar en que quizás el chico no estaba en ese momento en casa o que tal vez sería mejor telefonearlo al móvil.

El sonido de pasos al acercarse y las amortiguadas protestas al otro lado de la puerta lo llenaron de inmenso alivio. Cuando vio aparecer a Kagami frente a él, Kuroko se lanzó de inmediato a sus brazos, enterrando el rostro en su pecho y aferrándose con fuerza a su cintura; sin importarle lo más mínimo que la puerta continuara abierta o lo que pudieran pensar los vecinos al verlos así.

—¡Kuroko! ¿Qué demonios…? ¡Eh, Kuroko! ¡Oh, maldición!

A pesar de sus protestas, Kagami se soltó de su agarre y lo apartó lo suficiente para poder volver a tener el control de la situación. Kuroko notó como, sujetándolo delicadamente de un brazo, su novio lo instaba a entrar en la casa para luego ayudarlo a descalzarse antes de dirigirlo hacia la sala para sentarlo en el sofá.

—Kagami-kun. —Una punzada de culpa lo atravesó cuando vio la profunda preocupación reflejada en los rojizos ojos del chico que se encontraba arrodillado frente suyo—. Lo siento. De verdad lo siento.

—Tranquilo, ya está todo bien —le dijo Kagami al tiempo que posaba una mano sobre su mejilla en una reconforte caricia—. ¿Tan mal han ido las cosas en tu casa? ¿Quieres hablar de ello?

La tentación de contarle la verdad, de confesarle a este lo ocurrido, instigaba por dentro a Kuroko. Sería fácil explicarle lo de la llamada de Himuro el día anterior y todo lo que pasó entre ellos en la cafetería; que se vio obligado a mentirle ese día por petición del otro chico y que este le había exigido que terminara su relación con él; sin embargo, si exponía aquello, también debería confesar su parte de culpa en lo ocurrido. Si le contaba a Kagami lo de Himuro, tendría que hablarle asimismo de su pasado con Aomine.

En verdad, ¿quería hacerlo? O mejor dicho, ¿podría hacerlo?

Himuro le había dicho que toda relación tenía sus propios secretos y Kuroko llevaba guardando durante mucho tiempo, en lo más profundo, donde no doliera tanto, lo ocurrido aquel último día antes de que las cosas entre él y Aomine se desmoronaran para siempre. Si se lo contaba a Kagami, ¿qué pensaría él? ¿Lo seguiría viendo con los mismos ojos? ¿Le seguiría queriendo de la misma forma?

Tenía miedo de conocer las respuestas.

Kuroko negó con la cabeza a su pregunta, obligándose a forzar una mueca que esperaba pareciera una sonrisa.

—En verdad estoy bien —le dijo a su novio—. Sin embargo… te he mentido, Kagami-kun. No he ido a casa. ¿Estás molesto conmigo? —le preguntó Kuroko, completamente atento a su reacción. No se creía capaz de confesárselo todo, pero sí lo suficiente como para mitigar la culpa que sentía.

—Un poco. Pero es más dolor que enojo —reconoció Kagami pasados unos cuantos minutos de tensión e incómodo silencio. Sujetó el rostro de Kuroko entre sus manos, obligándolo de ese modo a que lo mirara directamente—. ¿Puedes decirme entonces dónde has estado?

Mientras se debatía mentalmente en responder o no aquella pregunta y lo que significaría hacerlo, el timbre del móvil de Kagami, que estaba en la mesilla de centro, comenzó a sonar importunando aquel momento.

Para Kuroko, que estaba sentado en el sofá, fue fácil ver de quien era la llamada. Un nombre que fue llenándolo de un desagradable sentimiento que comenzó a formarse dentro de su pecho.

—No contestes —le pidió a Kagami justo en el momento en que este acababa de girarse para coger el aparato. Él lo miró claramente sorprendido ante aquella extraña petición.

—¿Kuroko?

—Por favor… no lo hagas, Kagami-kun —repitió con cierta vacilación, consciente de su propio egoísmo ante lo que le estaba pidiendo—. No contestes esa llamada.

El repiqueteo del timbre cesó un momento solo para reanudarse nuevamente con la misma insistencia.

Kuroko sintió como el alma se le iba a los pies cuando Kagami tomó el móvil de la mesilla, pero sin siquiera ver de quien era la llamada, el chico apagó el aparato y lo dejó a un lado nuevamente.

Ninguno de los dos dijo nada. Simplemente siguieron allí mirándose, conscientes de que existía un sinfín de cosas sin explicar entre ellos que estaban comenzando a hacerles daño.

Kagami abrió la boca para decirle algo, sin embargo intuyendo lo que sería, Kuroko se apresuró a besarlo en los labios para no permitirle hablar; porque no quería oírle decir que lo amaba. No en ese instante cuando sentía que no se lo merecía y que ni siquiera podría confesarle que él lo correspondía del mismo modo.

De manera casi violenta, como si quisiera borrar su dolor de aquella forma, Kagami respondió cada uno de sus besos, salvaje y hambriento; sin permitirle pensar en nada más, difuminando sus propios límites.

Mientras instaba a Kagami a tumbarse completamente sobre él, Kuroko notó como el calor entre ambos se iba haciendo excesivo. Un calor abrasador, de aquel tipo que hacía pensar que el aire en los pulmones quemaba y la propia piel molestaba hasta un punto insoportable; pero, a pesar de ello no quería poner fin a ese momento. No deseaba apartarse de su lado.

Un quedo gemido escapó de sus labios cuando los dientes de Kagami rozaron la delicada piel de su cuello, haciéndolo luego contener la respiración al notar el suave tacto de su lengua en el mismo punto que él acababa de morder, calmando así el pulsante ardor que había provocado. Kuroko en cambio, sentía que en cualquier momento sería él quien comenzaría a arder.

El cálido roce del metal en sus dedos lo hizo volver con violencia a la realidad. Abriendo los ojos, Kuroko vio contrastar sobre la morena piel del cuello de Kagami la plateada cadena que sujetaba el anillo que compartía con Himuro. Aquel vínculo que representaba la amistad y el cariño que se tenían desde hacía años.

Las palabras que el amigo de Kagami le dijo esa tarde volvieron de golpe a su cabeza llenándolo de amargura. Kuroko no quería imaginárselos a ellos dos juntos; no obstante, la seguridad con que Himuro se lo contó le confirmaba que no mentía, que su amistad fue algo más que eso. Y dolía. Dolía de un modo horrible.

Lo odiaba.

Besó a Kagami en la boca, desesperado y furioso; ansioso por borrar de su recuerdo lo que él pudiera haber sentido por cualquier otro.

No fue consciente de lo que hacía hasta que notó el fino hilo de metal resbalar entre sus dedos como lluvia. Sorprendido, Kuroko miró la cadena que tenía en la mano al tiempo que el anillo caía al piso con un suave repiqueteo.

—Yo… lo lamento, Kagami-kun —se apresuró a disculparse. Rápidamente salió de debajo del cuerpo de este, arrodillándose a toda prisa en el suelo para buscar el anillo que terminó por rodar hacia algún sitio—. No pretendía romperlo. No sé qué ocurrió…

—Kuroko…

—Mañana mismo te compraré otra cadena… —seguió parloteando sin cesar. Su cerebro parecía haber dejado de funcionar en algún momento y era como si en ese instante actuara de modo automático.

—Kuroko…

—Yo lo lamento. En verdad lo siento…

—¡Kuroko, ya basta!

Abrió la boca en un grito mudo cuando Kagami lo sujetó con fuerza de los brazos, incorporándolo un poco para poder mirarlo a los ojos; prácticamente exigiéndole que dejara de actuar como un estúpido. Kuroko pudo notar cierto enfado latente, apenas controlado, tras la preocupación que se reflejaba en su rostro y aquello lo hizo sentir aún peor.

Tenía miedo y estaba dolido. Himuro le hizo recordar una parte de su pasado que odiaba pero que aun así no podía olvidar. Y estaba celoso. Sí, él estaba muerto de celos por culpa de un pasado, que al igual que el suyo, Kagami no podría cambiar. Aquel era un sentimiento horrible.

Haciendo un notable esfuerzo por no perder la paciencia ni los nervios, su novio lo instó a sentarse nuevamente en el sofá antes de hacer lo mismo a su lado y entrelazar una de sus manos con la de él.

—No soy tan bueno como tú adivinando las cosas que te pasan, así que vas a tener que ayudarme un poco, Kuroko. Hoy no pareces tú mismo. Estás extraño, todo te afecta. —Se pasó la mano libre por el cabello, dejando los rojos mechones todavía más desordenados. Parecía enormemente frustrado—. Kuroko, ¿esto tiene algo que ver con Tatsuya?

La tentación de mentir era grande. Himuro no quería que Kagami se enterara de su reunión y honestamente él tampoco se sentía con ganas de entrar en detalles. Estaba seguro de que si le decía que no era eso, él lo dejaría en paz aunque no se lo creyera. Sí, mentir era su salida más fácil, la que le causaría menos dolor, pero no quería hacerlo, no más. Ya estaba cansado de engañarse a sí mismo y no quería arrastrar al chico que amaba a eso, porque no se lo merecía; así que armándose de valor, asintió en respuesta a su pregunta.

Kuroko vio como las pequeñas llamas de enfado presentes en los ojos de Kagami se convertían con violencia en una hoguera cuando él confirmó sus sospechas. Apenas tuvo tiempo de arrancarle el móvil de las manos cuando este lo cogió para, seguramente, llamar a Himuro y recriminarle lo que hubiera hecho.

—¡Kuroko, dame eso ahora mismo! —le exigió, furioso, extendiendo la mano hacia él—. ¡Voy a aclarar esto de inmediato con Tatsuya!

—No —le dijo él con determinación—. Antes de que hagas cualquier cosa, tienes que escucharme, porque hay algo que debo confesarte. —Kuroko respiró profundo y reunió valor. Se sorprendió un poco al darse cuenta que el calor húmedo que notaba en el rostro era sus propias lágrimas. ¿En qué momento se había puesto a llorar? No lo sabía, porque aquello era una locura; pero ya no había marcha atrás—. Bueno, Kagami-kun, lo cierto es que durante la escuela media estuve enamorado de alguien. —Un doloroso nudo se le formó en la garganta casi impidiéndole hablar. Tuvo que obligarse a no apartar la mirada de él como deseaba hacer—. Yo… estaba enamorado de Aomine-kun, pero él… no sentía lo mismo por mí.

Notas finales:

Hola nuevamente, aquí ya está el capítulo 7, y espero les haya gustado. Como siempre, agradezco a todos quienes se dan el tiempo de leer y seguir la historia. Muchas gracias por el tiempo y la paciencia.


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