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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 9:

Cadena

 

Si tan solo pudiéramos ver la interminable cadena de consecuencias que resultan de nuestras acciones más pequeñas…

(John Green)

 

 

 

El incesante sonido del timbre llamando una y otra vez irrumpió en su sueño de forma molesta. Durante los pocos segundos que se demoró en volver a estar completamente despierto, Kagami tuvo la pequeña esperanza de que todo fuera una mala pasada de su imaginación y realmente no estuvieran llamando a su puerta con tanta insistencia; sin embargo, al oír cómo se reanudaban los molestos timbrazos y abrir por completo los ojos se dio cuenta de que no era así. Alguien estaba fuera de su departamento y no parecía dispuesto a marcharse hasta que hablara con él.

Una retahíla de maldiciones escapó de su boca cuando vio en el reloj de la mesilla de noche que apenas pasaban de las cinco de la madrugada. ¿A qué desquiciado se le ocurría ir a despertar a alguien a esa hora? Juraba que si era algún gracioso gastándole una especie de broma, iba a golpearlo hasta dejarlo inconsciente si lo cogía.

Kagami gruñó molesto cuando el timbre volvió a resonar persistentemente, llenando con su molesto sonido el sepulcral silencio de la noche. Sin molestarse siquiera en ponerse zapatos ni prender la luz, se dirigió a tientas hacia la puerta abriéndola con más fuerza de la necesaria y recibiendo a su visitante con una amenazante expresión en el rostro.

—Buenos días, Taiga. ¿Te he despertado?

—Si dices alguna tontería más voy a golpearte, Tatsuya. ¡Son las cinco de la madrugada de un domingo, claro que me has despertado! —le dijo al sonriente chico parado frente a él—. Entra de una maldita vez. Hace frío. Además, ¿qué demonios estás haciendo aquí?

—Mmm… tenía algunos asuntos que resolver en Tokio, como supongo ya estarás enterado —comentó casualmente Himuro con un brillo malicioso en sus ojos verdes, de cierta forma retándolo con su actitud a que le reclamara su audacia de la tarde anterior en ese mismo instante, algo que con gran esfuerzo Kagami no hizo—; y bueno, también quería verte antes de regresar a Akita, sin embargo, como no estaba seguro de que me dejaras pasar la noche en tu departamento, me he quedado en un hotel. Aun así he decidido venir a visitarte antes de regresar a casa.

Dando media vuelta, Kagami entró en el departamento sin siquiera asegurarse de que Tatsuya le seguía y hacía lo que le había dicho. Lo oyó entrar y cerrar la puerta mientras él encendía las luces de la sala antes de dirigirse a la cocina a calentar agua para preparar algo de té.

Cuando regresó con las bebidas calientes, encontró a su amigo sentado cómodamente en el sofá, enfrascado en la lectura de un libro. Al oírlo acercarse, Tatsuya le sonrió de un modo sarcástico que anunciaba problemas.

La tregua acababa de llegar a su fin.

—¿Así que ahora lees algo más que revistas de deporte, Taiga? ¿Literatura clásica japonesa? —le preguntó con fingido asombro—. ¡En verdad me sorprendes cada vez más!

—No te hagas el idiota conmigo, sabes perfectamente que no es mío —le dijo al tiempo que le arrebataba el libro de las manos y lo ponía fuera de su alcance—. Se lo ha dejado Kuroko.

—Como otras cuantas cosas más por lo que he visto —comentó este, insinuando sin ningún reparo de que durante su ausencia fisgoneó con descaro en el departamento—. ¿Esta es su manera de intentar marcar un espacio en tu vida, Taiga?

La hostil mirada de Tatsuya, clavada sobre él, lo incomodó más de lo que esperaba. Kagami pensó que, como casi siempre, el comentario de su amigo era certero. Desde hacía unas cuantas semana atrás, él mismo había comenzado a percatarse de que cada vez eran más las cosas de su novio que terminaban quedándose «casualmente» en su casa: su cepillo de dientes, unos cuantos de sus libros, un suéter, un par de videojuegos que Kuroko llevó una tarde para enseñárselos y hasta algunos de los juguetes pertenecientes a Nigô de las ocasiones en las que el cachorro estuvo allí; pero, sobre todo, se daba cuenta del hecho de que durante unas tres o cuatro veces a la semana, el chico se quedaba a cenar con él bajo la excusa de hacer los deberes, estudiar o pasar algo de tiempo a solas. Kagami creía que nunca había estudiado tanto en su vida como ahora que Kuroko era su novio.

Tener al chico de esa forma en su existencia no era algo que le molestara, por el contrario; no obstante, saber la causa que lo motivaba a actuar de aquella manera lo preocupaba un poco. Desde la conversación que tuvieron sobre su infancia y sus padres, su novio parecía decidido a que él no se sintiera nunca más solo, y con esos pequeños detalles se aseguraba de estar siempre presente en su vida. A Kagami aquello era algo que lo llenaba de una cálida felicidad, pero ese era un tema que no iba a explicar ni discutir con su amigo.

—¿En verdad deseas que comencemos a reñir inmediatamente, Tatsuya? Por lo menos dame tiempo de beber algo y despertarme por completo antes de que empiece a gritarte, ¿quieres? Todavía me siento muy cansado. —Agotado, Kagami se dejó caer a su lado en el sofá y dio un sorbo a su taza antes de mirar a su amigo que, con los ojos clavados en la distancia, mantenía un sepulcral y furioso silencio.

La pasada tarde, después de haber cenado y que Kuroko se marchara a casa, Kagami llamó con insistencia a Tatsuya para aclarar de una vez por todas las cosas con él; sin embargo, este, seguramente sabiendo el motivo por el cual deseaba hablarle, ignoró todas sus llamadas y mensajes, dejándolo ahogarse en su frustrado enfado.

Hasta que, sorprendiéndolo como siempre, Himuro apareció a esa hora intempestiva ante su puerta frustrando de ese modo todas sus ganas de venganza.

Debería seguir estando furioso con Tatsuya, lo sabía; sin embargo, al tenerlo allí a su lado, Kagami no pudo ignorar el hecho de que parte de la motivación del chico era solo amistad y lealtad. Le conocía lo suficiente para saber que tras toda aquella despiadada frialdad que intentaba aparentar, su amigo era una persona muy amable.

—No voy a disculparme con él —dijo Tatsuya, rompiendo de pronto el silencio que reinaba entre ellos—. Ni contigo por lo ocurrido entre ambos; porque no me arrepiento en absoluto. Si vas a enfadarte conmigo por ello, Taiga, hazlo. Si quieres golpearme, hazlo. Si quieres romper tu amistad conmigo, hazlo. Nada de eso va a conseguir que cambie de parecer sobre Kuroko Tetsuya y lo malo que es para ti.

—¡Te pedí que te mantuvieras alejado de esto, Tatsuya! ¡Confié en ti, maldición! —Kagami dejó con más fuerza de la necesaria la taza sobre la mesilla de centro, haciendo que el caliente líquido salpicara y se derramara sobre la superficie de vidrio. Un claro ejemplo de lo agitadas que estaban sus propias emociones en ese instante—. Si le haces daño a él, es como si me lo estuvieras haciendo a mí, ¿no pensaste en ello?

—¡No quiero que termines sufriendo de forma innecesaria! —le espetó su amigo perdiendo la calma. Himuro se puso de pie frente a él, cruzó los brazos sobre el pecho y respiro hondo para tranquilizarse antes de proseguir—. Taiga, eres un chico estupendo, siempre lo has sido; sin embargo, no eres capaz de darte cuenta de que hay personas que no se merecen esa bondad de tu parte.

—¿Y crees que Kuroko es una de ellas? ¿Piensas que es un mal chico? —le preguntó. La frialdad en su tono hizo que la expresión de arrogancia en el rostro de su amigo se suavizara un poco a causa de la inseguridad.

—Creo que Kuroko-kun no es una mala persona —reconoció—. Pero no es la persona adecuada para ti.

—¿Lo dices por lo que sucedió con el bastardo de Aomine?

Sin parecer en absoluto sorprendido porque él estuviera enterado de aquello, Tatsuya asintió.

—Sí, lo digo por Aomine. Me bastó con solo verlos juntos una vez para comprender el tipo de relación que tenían. El modo en que Kuroko-kun se comportaba cerca de él, como le miraba, como le hablaba; incluso la manera en que Aomine le trata es bastante diferente a como lo hace con el resto de sus compañeros. Eso nunca fue «solo amistad», Taiga. ¿En verdad puedes conformarte y no ser nada más que su remplazo? Si Kuroko-kun te contó lo que ocurrió entre ellos sabrás que su relación sigue siendo una cosa complicada. No tengo todos los detalles, seguramente tú sabrás mucho mejor que yo todo lo referente a ellos; pero, sin ser un genio, pude darme cuenta de que solo te estaba utilizando. ¡Y no te mereces eso!

—Por favor, tenme un poco más de fe, Tatsuya. Sé cómo tomar mis propias decisiones.

—Puedes tomar tus decisiones, no te lo estoy prohibiendo. Solo quiero que abras los ojos y te des cuenta de tu error. ¡Puedes seguir siendo su amigo si quieres, lo que no deseo es que sigas siendo su novio!

Tatsuya parecía enormemente frustrado, mucho más de lo que Kagami lo vio nunca. Incapaz de permanecer quieto, su amigo daba vueltas por la sala, moviéndose de un lado a otro como si de ese modo pudiese contener mejor la rabia que parecía estar bullendo dentro de él. Y a pesar de lo mucho que odiaba verlo así, él no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer solo para evitar ese enfrentamiento. No cuando estaba seguro de que Himuro estaba cometiendo un error y siendo injusto con Kuroko.

Encontrar las palabras adecuadas para apaciguar la molestia de su amigo le parecía a Kagami una tarea imposible en ese momento. Por más que le diera vueltas en su cabeza, no podía pensar en ningún argumento que el otro chico encontrara válido para justificar su elección; su incapacidad tal vez se debiera a que incluso ni siquiera él mismo sabía muy bien porque se había enamorado de Kuroko. Eran un sinfín de cosas pequeñas: detalles, conversaciones, gustos en común y otros en los que diferían enormemente; momentos buenos y malos, así como un montón de discusiones. Quería a Kuroko simplemente por ser quien era y eso era algo que ni Himuro ni nadie podría cambiar.

—No quiero seguir discutiendo contigo, Tatsuya. No por esto; así que espero que me des una oportunidad y me escuches, ¿puedes hacerlo? —le preguntó Kagami apaciguador, intentando mantener su enfado a raya y no perder la calma. Cuando los ojos verdes de su amigo se clavaron en él, le indicó con un gesto que se sentara a su lado. A pesar de que esperaba que se negara, Tatsuya obedeció, aunque dejando claro con su expresión que lo hacía de mala gana—. Gracias.

—No me agradezcas antes de que puedas convencerme de nada, idiota.

Sin poder evitarlo, una leve sonrisa se dibujó en sus labios y, contrariamente al serio gesto de fastidio en el rostro de Himuro, Kagami pudo percibir como en ese momento se suavizaban un poco las señales del enfado que antes reinaban en él.

—Tienes razón sobre algo: saber lo del idiota de Aomine no es fácil —reconoció a Tatsuya y, para su sorpresa, Kagami se dio cuenta de que al decírselo a su amigo, un desconocido peso que parecía haber estado anidando en su pecho se aligeraba un poco—. Me siento molesto e impotente, no porque crea que Kuroko haya estado jugando conmigo o utilizándome como tú piensas, sino porque me duele que haya tenido que sufrir de esa forma y que, de cierto modo, hasta el día de hoy no lo pueda superar por completo.

—Y por eso motivo no está enamorado de ti.

—No, por ese motivo teme enamorarse de mí, que es distinto —lo corrigió Kagami con una mirada de advertencia en sus ojos rojizos—. Tiene miedo de que si se descuida y me deja entrar por completo en su corazón, vaya a destrozárselo como ese otro imbécil.

—¿Y no te importa, Taiga? —le preguntó Himuro. Una semisonrisa cargada de ironía curvó sus labios—. Claro que te importa —dijo, respondiendo él mismo su pregunta—. Eres competitivo por naturaleza, odias perder y está claro que para Kuroko su relación contigo está en segundo lugar comparada a la que tuvo con Aomine Daiki. Que su pasado con él todavía tiene el suficiente poder sobre sus decisiones como para no atreverse a dejar todo eso atrás.

—Lo sé, y por eso voy a esforzarme mucho más. —La mirada de incrédulo asombro de Tatsuya al oír su declaración, fue de cierto modo hasta divertida, pensó Kagami—. No voy a negar que me conoces bien y sabes perfectamente que odio perder, pero también sabes que nunca me doy por vencido ante un desafío, ¿verdad? Kuroko nunca me engañó; siempre fue muy sincero respecto al hecho de que no podía corresponderme como yo quería que lo hiciera. En un comienzo no sabía cuál era el motivo que lo hacía ser tan cauteloso con respecto a querer a alguien, pero después de lo ocurrido contigo se decidió a contármelo y ahora ya lo sé. Y eso me da confianza, Tatsuya. Me hace creer que si me esfuerzo lo suficiente, si logro demostrarle que mi amor por él no es algo a medias, llegará un día en que él no tema dejar que lo quiera y va a corresponderme.

Con un quedo gemido, Himuro se inclinó un poco hacia adelante cubriéndose el rostro con las manos. Preocupado, Kagami posó una mano en su hombro para llamar su atención y preguntarle si se encontraba bien; sin embargo, la muda advertencia grabada en aquellos ojos verdes lo instó a quedarse callado y alejarse un poco para poner algo de distancia entre ellos.

—¿Por qué tienes que ser así, Taiga? ¿Por qué tienes que mostrarte tan malditamente sincero con todo lo que sientes? —Ya no había enfado ni frustración en sus palabras, solo una vacía resignación que hasta cierto punto resultaba todavía más dolorosa—. Desde que te conozco siempre ha sido lo mismo. Eres demasiado ingenuo para tu propio bien; jamás piensas que alguien puede aprovecharse de ti y confías ciegamente en todo el mundo. Por ese motivo es que te hacen daño.

—¿Y eso es malo?

—¡Dios! ¿No has aprendido tu lección conmigo, Taiga? —le preguntó Himuro. Ya no mostraba su fachada de suficiencia y despreocupación tras la que solía escudarse, por el contrario, en su mirada podía apreciarse cierta vulnerabilidad que rara vez el chico dejaba ver—. Yo he sido una de las personas que más daño te ha hecho, y mírate. No me guardas rencor por lo que ocurrió cuando regresé de América y sigues confiando en mí a pesar de que intenté que Kuroko-kun rompiera contigo sin decirte nada. Soy una mala persona, pero aun así me sigues mirando como si fuera tu amigo.

—¡Porque está claro que lo eres! —le dijo Kagami con absoluta seguridad—. Eres un chico muy amable, aunque intentes ocultarlo, y muy leal. Si no te preocuparas sinceramente por mí, no te hubiese importado lo que pasaba en mi relación; y aunque sí estoy molesto contigo por cómo te has comportado con Kuroko, eso no cambia el hecho de que eres alguien muy importante para mí, Tatsuya. Te lo he dicho, ¿no? Eres mi hermano, y ese es un vínculo que no puede romperse tan fácilmente.

El leve rubor que tiñó los pómulos del pálido rostro de Himuro no le pasó desapercibido a Kagami. En esa ocasión, el muchacho le rehuyó la mirada, clavándola en sus manos unidas sobre el regazo y guardando nuevamente silencio, aunque ya no parecía enfadado, sino que más bien un poco cohibido y avergonzado, algo que en él era sumamente raro. Sin poder evitarlo, Kagami notó como sus labios se curvaban en una sonrisa al saber que la peor parte de aquella disputa ya había terminado.

—Kuroko-kun sigue sin gustarme para ti —reconoció Tatsuya pasados unos minutos en los que ambos guardaron completo silencio—, pero voy a darle una oportunidad. Intentaré creer, como tú lo haces, en que no tomaste una decisión errónea y elegiste bien. Así que esfuérzate, Taiga. Consigue lo que quieres y has que tenga que tragarme mis palabras.

Sintiéndose inmensamente feliz porque Himuro hubiera cambiado de parecer, aunque solo fuera un poco, sobre su relación con Kuroko, Kagami lo estrechó en un abrazo eufórico; gesto que su amigo le permitió solo unos pocos segundos antes de apartarlo con suave firmeza y poner cierta distancia entre ellos.

—Aunque haya pasado más de la mitad de mi vida en América, Taiga, sigo siendo japonés. Así que estas muestras excesivas e innecesarias de afecto no me gustan demasiado y prefiero evitarlas de ser posible.

—¡No vas arrepentirte! —le dijo a su amigo ignorando por completo sus protestas—. Solo tienes que conocer a Kuroko un poco mejor, ¡ya verás que te gusta! ¡Es un chico estupendo! ¡Es amable y atento! ¡Además…!

—Para ahí, no quiero que me enumeres todas sus virtudes, Taiga. Yo solo he dicho que voy a esperar a ver qué tal te va con él para asegurarme si mi decisión fue acertada. ¡Nunca he dicho que quiero llegar a ser su amigo!

—Vas a querer serlo en cuanto lo conozcas mejor —le aseguró Kagami convencido de que sería así. Nadie podía conocer a Kuroko y no creer que era genial—. Además, tienes que disculparte con él, Tatsuya.

Una lenta sonrisa asomó a los labios de Himuro. Un gesto que a pesar de parecer afable, estaba cargado de una fría letalidad que hizo de inmediato a Kagami arrepentirse de su petición.

—No tientes tu suerte conmigo, Taiga —dijo su amigo—. De momento confórmate con lo que te ofrezco; ya veremos que pasará después y sí tu novio merece o no una disculpa de mi parte. —Poniéndose de pie con grácil y lánguida elegancia, Himuro estiró los brazos sobre su cabeza para desperezarse y miró la hora en su reloj—. Mmm… ya son pasadas las seis y quiero tomar el tren de las nueve a ser posible. ¿Te importaría si me quedo a desayunar?

—¡Claro que no! —A toda prisa, Kagami se puso de pie para ir a la cocina a preparar algo—. Si quieres, luego puedo acompañarte a la estación.

—Eso sería agradable. Por cierto, Taiga, ¿vas a contarle a Kuroko-kun acerca de lo que hemos platicado?

Aunque hasta ese momento no lo había pensado, Kagami comprendió que aquel asunto con Tatsuya no era algo que solo lo involucrara a él. Para bien o para mal, Kuroko era tanto víctima como detonante de aquel mal entendido, así que tenía todo el derecho de saber lo ocurrido entre él y su amigo.

Asintió con un gesto en dirección a Himuro.

—Sí. Voy a explicarle lo que ha pasado. No quiero que en nuestra relación existan más secretos innecesarios. ¿Te molesta si lo hago, Tatsuya?

—No realmente, creo que es genial —comentó su amigo, que con paso decidido se acercó hacia él, acortando la distancia entre ellos hasta hacerla mínima, obligándolo de este modo a tener que inclinar un poco la cabeza para poder mirarlo a los ojos.

Sin poder comprender lo que Himuro se proponía, Kagami abrió la boca para preguntárselo; no obstante, se vio silenciado de golpe cuando la mano del chico se posó sobre su nuca al tiempo que este se ponía de puntillas y le estampaba un beso en los labios.

Sintiendo como hasta sus orejas ardían a causa de la vergüenza, Kagami se echó hacia atrás de golpe y, con los ojos muy abiertos, miró consternado a Himuro que, pareciendo completamente tranquilo, se apoyó contra la pared cruzando los brazos sobre el pecho y le guiñó con picardía un ojo.

—Bueno, Taiga, espero que también le cuentes a Kuroko-kun sobre esto.

—¡Tat-Tatsuya! ¡¿Por qué tú…?! ¡Agg…! ¡No tenías que hacer eso! ¡¿Has perdido la cabeza?! ¡Kuroko va a matarme!

La alegre risa de Himuro resonó vibrante y contagiosa en el departamento, y a pesar de lo mucho que Kagami quería estamparle un golpe en su sonriente rostro, no pudo evitar que una parte de él se alegrase de que su amigo volviera a ser el despreocupado chico de siempre.

—¿No has dicho tú mismo que es un chico muy amable? Confía en eso, Taiga. Seguro que Kuroko-kun comprende nuestro pequeño desliz —le dijo Tatsuya con una amplia sonrisa. Arremangándose la camiseta celeste de manga larga que llevaba, este se dirigió con feliz entusiasmo a la cocina—. ¿En qué quieres que te ayude?

Un pesado suspiro escapó de sus labios al tiempo que seguía a su amigo y comenzaba a darle instrucciones para concentrarse en algo y dejar de pensar en la advertencia que su novio le hizo pocas horas atrás.

Sí, Kuroko iba a matarlo. Le haría pagar con sangre aquel beso con Tatsuya.

¿Por qué, se preguntó Kagami acongojado, solo se rodeaba de chicos problemáticos? En verdad debía ser un masoquista. Estaba casi seguro de ello.

 

——o——

 

A pesar de ser un domingo por la mañana, la estación de trenes estaba bastante llena. Los pasajeros pululando de un lado a otro, las pláticas incesantes y el sonido de las llegadas y partidas de las maquinas le estaba generando a Kagami cierto dolor de cabeza, seguramente gatillado por toda la tensión acumulada desde la tarde anterior y las pocas horas de sueño obtenidas. Como no tenía planes con Kuroko para aquel día, en cuanto llegara a casa intentaría dormir un poco.

—Mi tren saldrá en quince minutos —le informó Himuro mientras se acercaba hacia él a toda prisa luego de ir a comprar su boleto—. Hemos alcanzado a llegar por los pelos, Taiga. Por un instante temí perder esta salida y tener que esperar una hora más. ¿No crees que es ilógico que haya tanta gente tan temprano un domingo?

—Lo que creo que es ilógico es que haya aceptado venir hasta aquí contigo. Estoy seguro de que fue demencia temporal —gruñó a modo de respuesta y se frotó la nuca en un intento de mitigar la rigidez de su cuello y aliviar el cansancio—. ¿Abordarás ya?

—Sí —respondió Himuro—. Quiero aprovechar de descansar un poco en el viaje de regreso. Los entrenamientos para las eliminatorias preliminares han sido muy duros y venir a Tokio resultó un gasto de energía extra.

—Te lo mereces por ser tan idiota. —Kagami posó una mano sobre su hombro y lo apretó afectuosamente—. Espero que puedas regresar pronto, Tatsuya. Deberíamos quedar para jugar baloncesto un día de estos.

—Claro, claro. Pero tampoco sería malo que tú fueras a verme a Akita, ¿sabes? —Una perezosa sonrisa asomó a los labios de su amigo al notar su reticencia ante aquella petición—. Puedes venir con Kuroko-kun si así lo prefieres, Taiga. No tengo inconvenientes.

Sintiéndose mucho más animado por aquella concesión, Kagami le devolvió la sonrisa.

—Intentaré ir cuando acaben las preliminares —prometió. Kuroko y él nunca habían hecho un viaje ellos dos solos, pensó. La idea era tentadora y quería proponérsela, solo esperaba que su novio no se molestara ante la idea de ir a visitar a Himuro.

—Bueno, ya me marcho, Taiga. —Tatsuya le dio unas palmaditas en el brazo y le lanzó una mirada de advertencia cuando le vio acercarse un poco para darle un abrazo, una indirecta que Kagami captó de inmediato y se contuvo—. En verdad espero que todo resulte tal y como deseas, aunque te advierto que no dejaré de estar pendiente; así que dile a Kuroko-kun que de momento le daré un respiro.

—Ya te he dicho que no hay nada de qué preocuparse. Confía en mi —le dijo a su amigo al tiempo que este subía al tren—. Que tengas un viaje seguro.

—Gracias. Nos vemos pronto, Taiga. —Con una última sonrisa Tatsuya le hizo un gesto de despedida con la mano y terminó de abordar.

Kagami apenas había logrado apartarse un poco para dar espacio al resto de los pasajeros que iban a subir a la máquina, cuando oyó que decían su nombre y, al levantar la mirada, se encontró a Himuro nuevamente apoyado en la puerta. Una expresión de preocupación velaba levemente sus ojos.

—Eh, Taiga, ¿ya has hablado a tu padre de Kuroko-kun?

Una fría ansiedad pareció anidar dentro de su pecho al oír aquella pregunta. Negó con un gesto sintiendo como cierta culpabilidad se iba apoderando de él.

—Aun no —confesó a su amigo.

Himuro suspiró ruidosamente y lo miró con renovada preocupación.

—No va a gustarle, Taiga. Lo sabes, ¿verdad?

—¿Lo dices porque es un chico o porque es japonés? —le preguntó un poco desafiante.

—Por ambas cosas —respondió Tatsuya. La preocupación en sus ojos verdes dio paso a una expresión de lástima—. Llámame si tienes algún problema. Que tengas suerte, Taiga. Creo que vas a necesitarla.

Minutos más tarde, mientras veía alejarse el tren y a Himuro en él, Kagami pensó en lo que su amigo le dijo y en lo que debería hacer al respecto. Tenía un sinfín de opciones frente a él en ese momento, pero una decisión errada y las cosas podían traer consecuencias muy feas.

A pesar de que había platicado a su padre sobre Kuroko y este sabía que eran buenos amigos, Kagami siempre era muy cuidadoso en no decir nada que pudiera generar sospechas de que su relación era mucho más íntima que una simple amistad. Al comienzo se escudó tras la excusa de que su noviazgo era algo demasiado reciente, sin embargo, cada día que pasaban las cosas entre ellos se iban tornando más serias y el momento en que tuviera que tomar una decisión e informar a su progenitor estaba cada vez más cerca.

Lo único que Kagami tenía absolutamente claro era que perder a Kuroko no era una opción. Estaba enamorado de él y no le importaba en lo más mínimo lo que los demás pensaran o dijeran de su decisión, ni siquiera su padre. Su padre que se pondría furioso cuando se enterara. Su padre que le haría un sinfín de preguntas para las cuales él no tendría respuesta. Su padre que sería un obstáculo en su relación muy difícil de salvar…

¡Tenía que dejar de ser tan idiota!, se dijo Kagami, decidido a dejar de preocuparse por problemas que aún no llegaban. Lo primero era conseguir que su relación con Kuroko fuera sólida, el resto de las complicaciones las irían resolviendo a medida que su noviazgo avanzara.

Sacándose el móvil del bolsillo del pantalón, pensó en la posibilidad de llamar a Kuroko y quedar con él. Quería verlo, contarle todo lo ocurrido con Himuro, dejar que su compañía borrara sus preocupaciones y devolviera algo de paz a sus confundidos pensamientos… Pero su parte más sensata sabía que no era una buena idea. Aun no podía verlo y explicárselo todo. Tal vez lo más prudente por su parte fuera que se marchara a casa; sin embaro, a pesar del cansancio provocado por la falta de descanso, Kagami sentía como la ansiedad hacía correr la adrenalina desenfrenada por sus venas y, antes de darse cuenta de lo que hacía, comenzó a dirigirse a una de las canchas de baloncesto que a veces frecuentaba cuando estaba por esa zona. Si tenía un poco de suerte, se dijo, podría encontrar a alguien con quien jugar o colarse en algún partido. Necesitaba con desesperación algo que lo ayudara a aclarar el caos que tenía en la cabeza.

El inconfundible sonido del balón botando contra el suelo de cemento lo alegró enormemente, sintiéndose expectante cuando vio a un chico lanzando al aro y practicando solo.

Hasta que el chico volteó al oírlo acercarse y lo reconoció.

—¡Eh, Bakagami! —lo saludó el muchacho sonriendo abiertamente al verlo—. ¿Qué estás haciendo por aquí tan temprano? Yo he quedado con Satsuki para ir de compras, pero aún no llega. ¿Quieres jugar un uno contra uno?

Kagami se sintió abrumado cuando un sinfín de emociones lo embargaron de golpe. El recuerdo de Kuroko completamente afligido al contarle sobre su pasado así como el dolor, la vergüenza, la desconfianza y el miedo que este le había provocado. Su propia impotencia y fracaso al saber que no podía hacer nada por cambiar aquello y la firme decisión que él tomó de no dejar que el chico volviera a sufrir así. Sí, estaba furioso y frustrado, y ahora tenía al responsable frente a sus ojos. El primer eslabón de aquella interminable cadena de angustia.

—Me parece perfecto —le dijo Kagami acercándose a él, notando como la sangre le bullía de la rabia; dominado por aquella cólera ciega que lo embargaba en algunas ocasiones y que le impedía pensar racionalmente—. Así me ahorras el trabajo de ir a buscarte, Aomine.

Pillando al otro chico completamente desprevenido, Kagami le asestó sin miramientos un fuerte puñetazo en la mandíbula que lo tumbó con un golpe sordo en el duro suelo de la cancha. La alarma y la furia no se hicieron esperar en los oscuros ojos de Aomine que, poniéndose de pie, lo encaró desafiante.

—¡¿Se puede saber qué demonios te pasa, imbécil?!

Una sonrisa cargada de malicia asomó a sus labios, un gesto que contrastaba por completo con la incesante furia que inundaba sus ojos. Kagami comprobó con cuidado no haberse hecho más daño del necesario en el puño al golpearlo y luego le dijo con total tranquilidad:

—Nada que no podamos solucionar con una pequeña charla. De hecho, creo que tú y yo vamos a tener una conversación muy larga, Aomine. Tengo un montón de cosas que aclarar contigo. ¿Por dónde debería comenzar?

Notas finales:

Lo primero, como siempre, muchas gracias a todos quienes se dan el tiempo de leer y seguir la historia. Esta vez he demorado en actualizar ya que he tenido que retomar poco a poco el ritmo de estudios después de mi convalecencia, así que disculpas por el leve atraso.

Este capítulo ha resultado ser casi al 100% Kagami-Himuro. Estuvo más largo de lo que tenía planeado en un principio, aun así espero les haya gustado. Como se habrán dado cuenta, finalizado un problema en la relación de esta pareja, surgen dos nuevas preocupaciones.

Sin más y agradeciendo como siempre infinitamente su tiempo, sus comentarios y sus ganas de seguir pendientes, me despido y nos leemos en la próxima actualización.


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