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Película por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es un fic dedicado a Aurora Execution quien me sugirió a la pareja, espero que te guste y perdona por la tardanza.

 

 

Notas del capitulo:

Solo una trama sencilla para esta pareja que es nueva para mí, espero que les agrade.

 

 

La noche se mostraba ideal para sus propósitos, ya que el más importante era el poder estar juntos por esa noche y pasarla bien por unas horas de su tiempo libre. No era algo casual, nada de eso, ocupados como estaban con sus restantes obligaciones decidieron que necesitaban dedicarse un tiempo como pareja, por lo cual esa era una especie de cita. Habían planeado a lo largo de la semana ese momento y sinceramente lo habían esperado, por lo cual se mostraban tan dispuestos a disfrutarlo.  Con el ánimo en alto se dispusieron a disfrutar de poder estar en el mismo sitio a la misma hora e incluso estaban de acuerdo en que todo fuera aun asunto sencillo, no necesitaban de planes elaborados para disfrutar de un tiempo de calidad.

—     ¿Qué tal si solo hacemos lo que hacíamos antes?

La sugerencia se presentó al ver que no lograban un acuerdo favorable a sus gustos, ya que una cita con mayores vuelos los estaba dejando en una situación incómoda, necesitaban un punto medio. De ahí la idea de hacer lo que solían en sus primeras citas: estar juntos, charlar, dar una vuelta por los alrededores, reunirse para ver una película. Aunque también ahí se dieron algunas cuestiones a considerar ya que su gusto cinéfilo no era exactamente el mismo.

—     Quiero ver una de terror.

—     A mí no me gustan.

—     Pero son las más entretenidas.

—     Veamos un buen documental.

No llegaban a un acuerdo y todo terminó en un clásico juego de azar para ver quien ganaba esa decisión.

—     Lancemos una moneda—propuso uno.

—     De acuerdo—dijo el otro.

El de la idea sacó una moneda de su bolsillo y la lanzó al aire para después pedir antes de que cayera al suelo.

—     Cara.

Descubrió el resultado y su compañero aguardaba.

—     ¿Y bien?—quería saber el otro.

—     ¿Qué te parecen dos de tres?—preguntó.

Pero ya que el resultado lo favorecía el ganador no dejó de hacer saber la clase de película que quería ver.

—     Será una de terror.

Y de esa manera era que se encontraban en ese sitio esa noche, con la idea de que su cita sería ver una película de terror.

Al llegar cada uno a la casa que compartían no tardaron en saludarse en la manera que más les gustaba hacerlo: con un beso.

—     ¿Qué tal todo en el trabajo?

—     Muy bien ¿y tú?

—     Querían que me quedara pero les dije que tenía una cita, así que salí de inmediato para verte.

—     Me encanta que te guste tanto.

Y volvieron a besarse en los labios con suavidad para separarse y sonreír, dedicándose unos momentos más a hacer su parte antes de alistarse para ver la cinta seleccionada, lo cual esperaban aunque por diferentes motivos.

La pareja en cuestión se conocía desde hacía un tiempo, habían sido primero compañeros, amigos y finalmente una pareja. Se trataba de dos jóvenes en sus años veinte, atractivos de diferente manera y con una forma de ver la vida que hacía que no muchos pensaran que podrían ser una pareja que se quisiera tanto y se comprendiera de la manera en que lo hacían. La singular asociación romántica estaba conformada por dos hombres jóvenes: Aioria de Leo y Camus de Acuario.

El primero era un gallardo joven de cabellos rubios cenizos y mirada de un profundo tono verde, le gustaba el ejercicio, lo que daba a su silueta una bien delineada y tonificada forma, sonriente y con cierto aire de suficiencia no le toleraba tonterías a nadie. El segundo era un guapo caballero de cabellos y ojos azules que combinaba la elegancia con su atlética constitución, muchos pensaban que era orgulloso pero resultaba más bien reservado y sobre todo seguro de sí mismo. Se habían conocido en la escuela, cuando ambos cursaban la universidad, todo por medio de amigos comunes en algunas reuniones, así que en esos momentos no sucedió nada entre los dos. Cada uno tenía intereses románticos diferentes, un compañero a su lado evitaba que se vieran como algo más, o al menos fue así por un tiempo.

Cuando volvieron a coincidir resultó grato encontrarse, cada uno tenía su trabajo y se abría su camino por la vida, pero retomaron la idea de verse, como amigos por supuesto. No pasaba semana en que no se vieran por lo menos una vez, lo compartían todo, no dejaban de llamarse y reunirse para compartir interesantes y divertidas charlas, muchas veces hasta que el mesero del restaurante elegido los miraba con cara de resignación por ser los últimos en el lugar que debía haber cerrado desde mucho antes. Era una relación que les agradaba mucho en verdad.

Pero las cosas no podían seguir de esa manera, así que hubo un paso al romance en una fiesta, más bien cuando se terminaba. Aioria necesitaba de un compañero para un evento de su empresa, que se especializaba en equipo técnico para la milicia. Como no contaba con pareja en esos momentos le pidió a su amigo de cabellos azules que fuera con él y este aceptó. Un muy apuesto Camus de Acuario causó sensación y envidia del brazo del rubio que no dejaba de sonreír. Al terminar la celebración lo llevó a su casa pero cuando estaban en la puerta el de cabellos azules se inclinó un poco más al frente y su compañero lo sujetó antes de que cayera, o al menos eso creía que iba a suceder, y se quedaron mirando por un instante que pareció eterno.

—     Camus.

El de ojos verdes lo llamó con suavidad.

Pero el otro parecía confundido.

—     Buenas noches—dijo apresuradamente.

Sin más entró cerrando la puerta con velocidad. El otro se quedó de pie sin terminar de saber que hacer y al final solo se dio vuelta para irse. Justo en ese instante la puerta se abrió de nuevo y apareció el de cabellos azules quien sin mediar una sola palabra lo sujetó por los hombros para darle un intenso beso en los labios. Un segundo después estaba de nuevo tras la puerta que era cerrada.

No era sencillo explicarse lo que estaba sucediendo.

Pero como necesitaban hacerlo se vieron al día siguiente, Aioria casi acampó fuera de la casa de Camus para no darle oportunidad de escaparse y cuando lo vio llegar supo que no tenía sentido perder el tiempo.

—     Tenemos que hablar Camus, de lo que pasó anoche.

—     De acuerdo.

Entraron a la casa del de cabellos azules y sentados uno frente al otro era lo mejor sincerarse, se lo debían.

—     No sé cómo explicarlo Aioria, solo sentí que no podía separarme de ti sin besarte, pero no sé qué hacer ahora.

—     Podemos intentarlo Camus, podemos estar juntos sin miedo, nos conocemos bien después de todo este tiempo.

—     Pero no como pareja, esto lo complica todo ¿no lo ves? Qué tal si esto no funciona, me aterra perderte.

—     Puede funcionar si los dos ponemos de nuestra parte, no quiero perder la oportunidad de estar contigo.

—     Es solo que yo…

Y no pudo decir nada más ya que el de cabellos rubios estaba a su lado y empezó a besarlo con suavidad para después hacerlo intenso y apasionado. Si bien no hicieron nada más ese día decidieron que iban a darse la oportunidad de conocerse como una pareja. Resultaba una apuesta arriesgada para los dos pero al final era algo que lo valió, ya que estaban felices y enamorados como compañeros.

El de cabellos azules obtuvo un ascenso en su trabajo como administrador de una importante compañía de sistemas de seguridad y al ganarlo le pidió a su pareja que vivieran juntos. Aioria lo pensó dos segundos y aceptó, así que se mudó con su adorado caballero de mirada azulada y ninguno de los dos se arrepentía de haber unido sus vidas hasta ese momento. Claro que para sus amigos aun resultaban una pareja un tanto inusual, las personalidades de cada uno no parecían complementarse, mucho menos de manera armoniosa, pero al final sí que lo habían hecho y al verlos felices nadie tenía nada que decir en contra.

Ahí estaban en esos momentos, contentos de hacerse un espacio en sus agendas para compartirlo con su compañero, aunque fuera algo sencillo les agradaba el tener una vida en común., no pensaban perderse esos momentos que eran solo de ellos dos.

 

**********

 

Camus estaba en la cocina, le tocaba hacer las rosetas de maíz, no era complicado gracias a que tan solo necesitaba meter el paquete al microondas y darle el tiempo necesario para que estuvieran listas. Le encantaba la idea de pasar esa noche con su pareja pero no terminaba de creer que había perdido el elegir por una moneda, pero las cosas ya estaban hechas y le tocaba lidiar con ese asunto de la película de terror. Nunca le habían gustado, desde niño, cuando era pequeño, le causaban pesadillas esas cintas, así que prefería evitarlas. Pero a su rubio amor le encantaban por alguna razón, tendría que pasar por el momento, incluso podía ser optimista, quizás le gustara.

—     Si, como no—se dijo.

El microondas dejaba saber que las rosetas estaban listas, de inmediato el de cabellos azules las sacó del aparato y las abrió con cuidado para vaciarlas en un tazón. No iba a ponerles nada, Aioria era fanático de bañarlas con salsa o con mantequilla derretida pero a él no le gustaba porque se remojaban y se sentían pastosas. Ya que era su parte del trato serían a su manera. Ya estaba listo, iría a la sala, donde verían la cinta, y trataría de pasarla lo mejor posible.

—     ¿Ya estás listo Camus?

Su compañero lo llamaba desde la sala, sin duda él ya lo estaba y por eso lo apuraba, era mejor responderle.

—     Voy para allá.

Tomó el tazón con ambas manos y se dirigió a la sala.

Por su parte Aioria se dispuso a tenerlo todo en su sitio, la cinta parecía buena, no la había visto antes, pero conocía al director y le agradaba su propuesta. Tenía la pantalla en auxiliares para poder correr el disco, además preparó tener una sencilla manta de lana bordada en el amplio sofá tapizado en color borgoña con cojines ocre y una pequeña botella de salsa picante, sin duda Camus no le pondría nada a sus rosetas. A su juicio ya estaba todo listo y tan solo faltaba su compañero, lo llamó y unos segundos después lo vio aparecer.

—     ¿Listo Camus?

—     Listo.

Dando su respuesta dejó el tazón en la mesita de centro de madera barnizada y tomó su sitio de inmediato en el sofá, el de cabello rubio apagó las luces dejando que solo el brillo de la pantalla los iluminara y  lo siguió. Hizo que ambos quedaran parcialmente cubiertos con la manta y con el mando a distancia no tardó en hacer que las imágenes empezaran a mostrarse.

—     ¿Tenías que apagar las luces?—preguntaba el de ojos azules.

—     Es para darle ambiente.

Sin más explicaciones, con sus ojos verdes el rubio le ponía atención a la pantalla, su compañero se acomodó a su lado y se dispuso a seguir la trama.

Se trataba de una historia que podía considerarse básica, había misterio, adolescentes imprudentes, homicidios que parecían inexplicables, y esa sensación de no poder avisar cuando el terrorífico asesino aparecía de pronto ante su siguiente víctima quien no se percataba de su presencia hasta que ya era demasiado tarde. Conforme pasaba el tiempo no perdían detalles de la trama, aunque Aioria parecía a gusto, Camus no lo estaba tanto, terminó acurrucado contra el fuerte cuerpo de su compañero, pero no dejaba de ver las escenas que los iban sumiendo en el ambiente, apretando el brazo del rubio cuando estaban en un momento tenso de la trama.

Estaban casi al final de la película, lo sabían, el punto culminante estaba ahí, cerca del final, y eso porque solo quedaba una víctima del grupo original, quien extrañamente siempre parecía tener la clave de los asesinatos y sin saberlo la manera de detenerlos. Veían la imagen de esa chica de cabellos morados que caminaba en la oscuridad de la enorme casa abandonada en la que ella y sus amigos se habían metido para comprobar la leyenda del asesino de décadas atrás, se iluminaba con un candil antiguo por largos pasillos mientras buscaba la salida. Todos sus amigos estaban muertos, también el chico que le gustaba y la había salvado de morir, solo buscaba la manera de escapar, pero sin que ella lo supiera se veía la otra toma del asesino vestido completamente de negro que caminaba también por los pasillos buscándola con su infame guadaña que sabía usar tan bien.

La música hacía su parte, los tensaba conforme avanzaban las escenas que parecían hacerse claustrofóbicas, los espacios se iban cerrando, la chica caminaba y caminaba y el asesino no dejaba de avanzar. Llegaba a una puerta, intentaba abrirla, pero no lo lograba, justo en el momento que se daba vuelta algo saltaba ante ella, gritaba, se trataba de un gato solamente. Pero al ver eso, Camus había brincado en su lugar y dio una especie de grito, haciendo que su compañero lo mirara con una risita en los labios.

—     ¿Te asustaste?—le preguntó.

Pero antes de poder dar una respuesta en la cinta aparecía de pronto el asesino, la amenazaba, ella gritaba y justo cuando iba a atacarla con su guadaña todas las luces de la casa se apagaron, dejando a la pareja en la oscuridad. Lo cual hizo que el de cabellos azules lanzara un gritito ahogado por sentirse atemorizado.

—     ¿Por qué te asustas?—preguntaba divertido el de Leo.

—     No me molestes, sabes bien que no me agradan este tipo de cintas—se indignaba el de Acuario.

Parecía que el rubio iba a decir algo más pero al final no lo hizo, era mejor no molestar al de cabellos azules.

—     Vaya momento para irse la luz—se quejó con cansancio Aioria—Quería saber si la mataba o no.

—     ¿Por qué te gustan estas películas?—preguntaba su compañero.

—     Es algo…solo me gustan.

—     Espero que no sea un apagón general.

Pero mientras le hablaba el rubio sentía que su compañero no había soltado su brazo en ningún momento.

—     Voy a ir a ver qué sucedió Camus.

Logró que lo soltara con suavidad para ponerse de pie, dejando al de ojos azules donde estaba mientras él se aseguraba de que fuera una falla general y no solo de su casa. En la oscuridad caminó por la casa, sabía que contaba con lámparas de emergencia y en la cocina sin duda estaba una. Entró a la habitación y revolvió los cajones a oscuras, logró encontrar una lámpara de mano, contaba con baterías y la encendió. Gracias a eso pudo ponerse en camino hacia la parte baja de la propiedad, bajó las escaleras despacio y se dirigió a la caja de los interruptores para revisar los fusibles.

Estando de pie, luchando por iluminar el lugar que necesitaba revisar y sostener su lámpara, no pudo evitar pensar en su compañero. Terminó sonriendo, era tan lindo su Camus, eso de asustarse viendo una película aunque fuera de terror le resultaba encantador. Ese chico de cabellos azules nunca dejaba de hacerlo sentir cosas que jamás había sentido por nadie. Respiró con profundidad, parecía que todo estaba bien ahí, quizás si era algo de la zona y no solo de la casa, no se veía ningún problema ahí.

Se escuchó un sonido extraño, tuvo que voltear con velocidad, pero no se veía nada, estaba igual que antes. Regresó su mirada a la labor, debía estar imaginando cosas solamente. Intentó concentrarse en su labor, pero no fue tan sencillo.

Otro ruido.

Volteó.

No había nada.

Solo estaba nervioso.

Resultó inevitable que recordara que en la película que habían estado viendo había una escena así, los chicos al entrar a la casa bromeaban pero después se había ido la energía eléctrica, se separaron para ver lo que ocurría y empezaron a ser perseguidos y asesinados. Necesitaba tranquilizarse, todo era por sus nervios, incluso podía reírse de estar pensando en eso…pero no podía. Era mejor terminar y regresar arriba con su compañero. De repente estaba tenso, demasiado, su corazón latía algo más rápido, tal vez por estar pensando en todas esas tonterías, tenía que calmarse. Cerró sus ojos verdes por unos instantes, respirando con profundidad, sintiendo como sus pulmones se llenaban de aire, tenía que estar tranquilo.

Justo en el momento que el de cabellos rubios se dio vuelta para regresar a la parte superior de la casa, abrió los ojos, al mismo tiempo que regresaba la energía y vio una figura extraña de pie a unos pocos centímetros de él.

—     Aioria—dijo.

El de Leo no pudo quedarse tranquilo, lanzó un grito ahogado brincando justo en el mismo sitio en el que se encontraba, llevándose la mano al pecho.

En ese momento se escuchó una risa en el lugar y no tardó en reconocer a su compañero de cabellos azules envuelto en la manta que colocara en el sofá.

—     ¿Te asustaste Aioria?

—     Camus.

Sin más el de ojos azules siguió riéndose y el de mirada glauca terminó por hacerlo también.

—     Solo vine a asegurarme que todo estaba bien—dijo el de Acuario.

—     Lo está.

Aún entre risas regresaron a la sala y al sofá, dispuestos a relajarse y terminar de ver la película que los puso en tal estado.

No estuvo mal el desenlace, nada fuera de lo esperado, el desconocido no lograba asesinar a la chica, ella escapaba, corría por la casa y lograba llevarlo a una parte inestable de un balcón. Ella sorteaba el peligro pues era más ligera pero el que la perseguía no, caía de una gran altura sobre su propia guadaña y ella lo veía, parecía muerto. Llegaba la ayuda y la llevaban con cuidado en una patrulla, le decían que sus amigos estaban muertos, pero al preguntar por el atacante le informan que no lo encontraron y no sabían lo que había sucedido. La llevaban por el camino, dejando a un par de policías a que resguardaran la escena, ambos discutían lo que había ocurrido, era lo mismo que años atrás y jamás atraparon al que lo hizo ¿Sería el mismo? Era una tontería, fue mucho tiempo entre un evento y otro, varias décadas en realidad. Los llaman, ya pueden irse, los necesitan en la estación. Justo cuando abrían la puerta para marcharse una enorme figura oscura con una guadaña caía sobre ellos, oscureciendo toda la escena y sus gritos y los disparos, terminando así la cinta.

—     ¿Qué te pareció?—preguntó Aioria.

—     No estuvo tan mal pero era un tanto predecible.

—     Aun así no me sueltas.

Era verdad, el de cabellos azules estaba muy acurrucado a su lado, sin apenas separarse, como si no quisiera que lo dejara.

—     No terminan de gustarme estas películas Aioria.

Mientras discutían eso continuaban los créditos, era el tipo de película que tiene un extra, pues justo cuando se estaban separando apareció de manera veloz la imagen del asesino en la pantalla, lanzando con voz cavernosa lo que parecía un juramento.

—     ¡Eres el siguiente!

Camus apenas si supo algo de nada cuando se ocultó velozmente contra el cuerpo de su compañero, de verdad no le gustaban las películas de terror. Aioria por su parte solo sonrió y lo abrazó.

—     No te preocupes, yo te voy a cuidar.

Al encontrarse sus miradas fue como una promesa, una que cumpliría, no quedaban rastros de burla en su expresión, ese chico de ojos verdes en verdad lo quería. Estaba a salvo de todo.

—     Gracias.

Al besarse la pareja se volvió a ir la luz pero no parecía que le molestara a ninguno de los dos.

—     Vamos a descansar, ya mañana levantamos este sitio—le dijo el de cabellos rubios con suavidad.

Su compañero de ojos azules se mostró de acuerdo y no tuvo inconvenientes en seguirlo a la recámara que compartían.

 

**********

 

Al estar en la recámara Camus estaba dispuesto a descansar, pero su compañero pensaba en algo más, por eso lo acariciaba suavemente, casi como si jugara. El de cabellos azules tuvo que voltear y mirarlo, sonriendo, gracias a lo cual pasaron a los besos y desde ahí sabían que tenían el camino abierto a algo más. Entonces empezaron a abrirse camino a través de la ropa, lograron despojarse de sus camisas y llegaron a los pantalones, aunque sin dejar de tocarse un solo instante, necesitaban sentirse en ese momento. Los pantalones fueron la siguiente etapa en captar su atención, una vez fuera se estrecharon por la cintura, estaban listos para seguir.

Con tan solo la ropa interior como parte de ellos, se dispusieron a ir a la cama, una de esas tipo matrimonial que había atestiguado buena parte de esa relación. Aioria se comportó como chicuelo abriendo las sábanas de tono aguamarina, saltando sobre el colchón, acariciándolo para hacer una invitación que sus ojos verdes declaraban tan bien. Camus no tardó mucho en unírsele, recostándose a su lado para empezar a besarse de nuevo, se estrecharon con deseo, acariciando sus espaldas y dejándose llevar, llegando hasta la entrepierna que sin duda disfrutaba de tales atenciones.

Bastaron unos momentos de disfrutar esas atenciones, les gustaba de verdad ese hombre entre sus brazos y no dejaban de demostrarlo entre besos y caricias, aunque no podía ser todo lo que hicieran. El de cabellos azules se sentía siempre a gusto con su compañero, ansioso por complacerlo, así que tonó la iniciativa y se apartó lentamente, solo para que el de cabellos rubios quedara medio sentado sobre la cama, con las piernas abiertas, lo cual ayudó al otro a sacarle la ropa interior y dejarlo completamente desnudo ante sus ojos. Se sonrieron al mirarse para después compartir un cálido beso en que sus lenguas danzaron en la boca del otro, pero ya sabían que no iban a detenerse en ese punto. Estaban avanzando a excelente velocidad en ese desead encuentro.

El de cabellos rubios permaneció muy quieto, dejando que su compañero hiciera su parte, le gustaba que lo hiciera, siempre le resultaba excitante verlo cuando lo complacía. El de mirada azulada buscó la manera de que fuera más cómodo para los dos, así que su sitio fue entre las fuertes y bien moldeadas piernas de su compañero para después inclinarse hacia el frente, estaba listo. En ese momento utilizó su lengua, dejando que recorriera suavemente el sexo ya medio erguido que estaba ante sus ojos, la pasaba lentamente de la base hasta la punta, apoyándose con su mano para que se mantuviera en su sitio. Después decidió ser más activo, por lo cual acarició los testículos de manera conocedora, sin estrujar pero sin ser demasiado suave, mientras sus labios se encargaban de la corona, cubriéndola y masajeándola, hasta que sentía completamente listo el ya erguido miembro.

El de cabellos azules había llegado al punto que deseaba, y por la manera en que su compañero apretaba los labios sin duda también estaba listo. Con ese refuerzo positivo, el mismo hombre de cabellos azules se dispuso a seguir, por eso comenzó a engullir lentamente el sexo que parecía aguardar por sus atenciones. Sus labios se movían de manera suave, pero su lengua era mucho más activa, al menos al principio, ya que después quedaba aparte, tan solo estaba quieta mientras su dueño succionaba con intensidad- el rubio luchaba por no cerrar los ojos, ver esa cabellera azulada moverse de forma tan activa le gustaba, el roce de esos hilos contra su abdomen daban un estímulo extra, y nada era tan delicioso en esa escena como sentirse en el interior de esa cálida boca que no dejaba de complacerlo.

Aioria se sentía muy bien con lo que estaba sucediendo, pero también estaba al tanto que no era todo lo que quería, pues como compañero resultaba alguien compartido, en el estilo de Tú haces algo por mí y Yo hago algo por ti. En el espíritu de esa idea eligió el instante en que su vientre comenzaba a temblar para detenerse, estaba excitado, pero quería que el de cabellos azules se sintiera igual de necesitado que él. Para eso sabía bien cuál sería su camino a seguir, dándole algo a su compañero que sabía muy bien cuanto le gustaba.  Así que logró que el otro hombre se separara lentamente de su labor para empujarlo despacio y encontrar la posición que deseaba: Camus en sus rodillas y manos, dejando expuesta su masculina entrada.

Aioria no vaciló en buscar lo que deseaba, se colocó justo detrás del de ojos azules pero llevando sus manos a las suaves nalgas, separándolas con sus manos, lograba mirar lo que quería, ese sensible punto de unión que lo complacía tanto. Se inclinó hacia el frente y dejó que su lengua hiciera su parte en ese instante, sabía bien que no a todos les gustaba pero entre ellos, como pareja, era algo agradable y excitante. La punta de su lengua acariciaba la zona, no necesitaba nada más como inicio, aunque buscaba la manera de avanzar un poco más, por lo que sus dedos se daban a la labor de apartar un poco más ese lindo trasero, conquistando  el espacio que se abría suavemente a sus atenciones. No cesaba de probarlo, de acariciarlo, de excitarlo, supo que lo había conseguido cuando el de ojos azules no dejaba de respirar de manera un tanto ahogada. Los dos estaban casi completamente listos y excitados.

El de mirada glauca estaba encantado, por eso sus dedos empezaron otra labor, la de acariciar el tierno sexo que se endurecía bajo sus atenciones, necesitaba ayudar a que se dilatara la estrecha entrada. El de ojos azules no evitaba sonreír, sabía que su compañero era muy complaciente, así que podía quedar entre sus manos sin dificultades. Sabía bien que su estrecho pasaje estaba siendo preparado para algo más pero una vez que estaba listo vendría algo mejor, para los dos sin duda alguna. El de cabellos rubios no pensaba aguardar mucho tiempo más, su labor iba bien pero no pensaba retrasar más las cosas, su propia necesidad lo estaba haciendo dolerse un poco. Siendo así se estiró hacia la mesita de noche y alcanzó el tubo medio usado de lubricante, era mejor asegurarse que estaban listos por completo.

Para el de cabellos azules fue satisfactorio sentir de nuevo que estaba siendo dilatado y con mayor facilidad gracias al lubricante, estaba listo en pocos momentos, pero su compañero no se pensaba mover de donde estaba, su sexo no le iba a dar tregua y él no se la iba a dar a su compañero. El de cabellos azules, desde la misma posición en la que se encontraba, no dejaba de acariciarse, su erguido miembro estaba a la par de necesitado que el de su compañero, así que tan solo aguardaba con excitación porque continuara. En ese momento sintió que colocaba con firmeza la cabeza de su sexo, estaba listo para entrar, y con un solo movimiento logró llevar la corona al interior, haciéndolo gemir.

Se quedaron quietos por unos segundos, hasta que el de cabellos rubios tomaba con firmeza las afiladas caderas de su amante, empujó de nuevo y entró casi a la mitad, quedándose quieto de nuevo. Era momento de avanzar. Ambos gemían suavemente, así que el de cabellos rubios decidió continuar y se aseguró de entrar por completo en su amante. Lo vio arquearse ante la invasión, era tan erótico ese chico sin siquiera proponérselo, definitivamente lo tenía fascinado. Sin dejar de sujetar sus caderas con una mano, hizo que la otra fuera a la fina espalda para acariciarlo desde el hombro, se inclinó hacia el frente y lo besó con sensualidad en el cuello, para que el otro volteara y sus labios se encontraran con goce puro.

Aioria estaba listo para ser el amante de su compañero, y por su parte Camus también estaba en la misma situación, desde que se conocieron se sintieron complacidos en ese punto con el hombre que había aparecido en su vida y jamás se habían sentido defraudados en ese terreno. Se gustaban, se conocían y se amaban,  lo cual ayudaba a que, cuando sucedía algo poco erótico o romántico, no se lo tomaran como un error fatal, sino como algo que sucedió y que no marcaba su relación. Así que cuando el de cabellos rubios empezó a embestir con lentitud, los dos se sintieron complacidos, se conocían muy bien, y sabían que eso no era sino el preludio a su verdadera entrega. 

Camus iba gozando lentamente, mientras que Aioria encontraba la manera de ir aumentando el ritmo poco a poco, hasta que llegaron a un punto en que necesitaban más y se lo entregaban, a esas alturas sacudían la cama. El de ojos verdes no soltaba a su compañero, no dejaba de entrar una y otra vez a su cuerpo con intensidad, hasta que sintió que necesitaba más. Por eso empujó al de cabellos azules contra el colchón, apenas si se separó de su lado, para penetrarlo de nuevo con cierta fuerza. Hubiera sido un poco brusco pero el de ojos azules se sintió compensado con las caricias en su pecho, su sexo turgente, además que no dejaba de besarlo con sensualidad al alcanzar sus labios. Ese rubio sabía bien lo que hacía.

Claro que lo sabía, el de mirada glauca aprovechaba bien las oportunidades, así que hacía que su amante abriera sus largas piernas, entrando hasta lo más profundo de su intimidad. Los dos gozaban con pasión de su entrega, dejaba de ser solo un instante para convertirse en algo más. Con voz encendida por la pasión, el de mirada azulada no cesaba de pedirle a su compañero que continuara, que no se detuviera, y estando ya tan animados con su encuentro fue el momento de elegir algo más. Aioria retrocedió lentamente, pero solo porque buscó que su compañero quedara sobre su espalda, se miraron a los ojos por unos instantes y sonrieron, podían continuar con total libertad.

Con necesidad, Aioria buscó los labios de su amante y lo besó con profundidad, aprovechando ese instante para entrar de nuevo en su cuerpo con fuerza, un asalto inevitable que hizo al de cabellos azules arquearse con intensidad. No aguardó para apoyarse en sus brazos, necesitaba hacerlo ya que estaba en un momento de urgencia, siendo así empujó con ímpetu en el masculino pasaje que se elevaba gracias a las caderas de su dueño, haciendo más sencillo continuar. Camus estaba plenamente consciente de la forma en que el otro hombre embestía contra él, de que sus testículos golpeteaban contra su entrada, y no dejaba de disfrutar un solo momento de esa pasión que estaba encendida entre los dos.

Llevado por esa misma pasión, el de cabellos rubios estaba decidido a hacer algo más antes de que llegara la culminación, así que logró incorporarse un poco para sujetar con determinación esas largas piernas que lo enloquecían. El de cabellos azules sintió el movimiento, un poco brusco, con el que era sujetado, sus tobillos estaban en los hombros del de mirada glauca, y las embestidas llegaban hasta lo más íntimo de su cuerpo. No era bastante de alguna manera, pues Aioria no tardó en buscar sus labios, compartiendo una serie de besos que incluían una concienzuda exploración con sus lenguas. Ya no había palabras entre ambos, solo los sonidos propios de dos personas que estaban cerca de la culminación.

A esas alturas Camus sabía que no iba a durar demasiado tiempo, no estaba obsesionado con ello pero estaba al tanto de su propio cuerpo, así que eligió seguir sus impulsos y se frotaba el erguido sexo con una mano ya que la otra estaba muy ocupada acariciando las caderas de su amante. Sus músculos se estaban tensando al mismo tiempo que la pasión lo hacía elevar las caderas, siendo contenido por el cuerpo del rubio que se imponía en su interior con tanta fuerza. Le faltaba el aire, su corazón latía con violencia, y por unos momentos le parecía que iba a dejar de respirar, pero todas eran señales de lo que vendría. Gemía de forma sonora, intentando llevar aire a sus pulmones, pero no le era posible hacer nada, las pulsaciones en su vientre se volvieron profundas y en un instante sintió la gloriosa libración de su simiente contra el cuerpo de su compañero de ojos verdes.

La manera en que era recibido y estrujado por esa intimidad siempre había resultado deliciosa para Aioria, pero al ir conociéndose mejor, encontraba en el de cabellos azules al amante que nadie más podría ser para él. Alguien que sabía hacer el amor y que lo disfrutaba a pesar de que no parecía comprenderlo del todo. Estando cerca de su clímax no dudó en sujetarse de los hombros del otro para tener una especie de punto de apoyo que le permitía embestir con velocidad, penetraciones cortas pero intensas, que multiplicaban las sensaciones que lo inundaban. Al llegar el orgasmo de su compañero se sintió deliciosamente estrujado por esas blandas paredes que lo recibieron, al grado de no poder hacer nada que no fuera entregarse a su propio final, liberando su simiente en el interior del de ojos azules entre voces apasionadas y grititos guturales.

Los dos permanecieron abrazados por unos instantes, terminando de sentirse complacidos con lo que terminaban de compartir. Unos momentos bastaron para que Aioria se retirara y se recostara al lado de su compañero, se buscaron en poco tiempo para volver a besarse y al sonreírse no dudaron en compartir sus simientes, recogiéndolas con sus dedos y untándolas sobre el cuerpo del otro con sus ojos brillantes. Estaban verdaderamente contentos y satisfechos por su mutua entrega. Pero el esfuerzo les pasó la factura y a tan solo un par de minutos de descansar entre los brazos de su amate ya no decían nada, tan solo permanecían muy quietos en el silencio de la noche.

Camus estaba dormido, era tan hermoso bajo el sueño, su compañero no dejaba de admirarlo. Pensaba en cuanto le gustaba ver el tipo de filmes de esa noche, pues le permitía que ese encantador chico al que amaba (y que sabía muy bien que lo amaba a su vez) buscara refugiarse con él. Definitivamente no resultó una mala velada, deberían hacerlo más a menudo, tendría que buscar otra película de terror.

 

**********

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara la trama, si nada sucede la semana entante subo un nuevo fic, nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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