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Viviendo con el Instinto por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Gracias como siempre por leer y disculpen la demora, con mi trabajo se hace más difícil actualizar, pero estoy haciendo todo lo posible. Habrán notado que las advertencias cambiaron así que esperen algunas sorpresas. Si quieren estar al tanto de actualizaciones y cambios como este no olviden darme un like en facebook: https://www.facebook.com/Kikyo0Takarai/

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Robertas no volvió a sacar a su esposa como tema de conversación cuando él y Will estaban a solas y luego de unos días Will se sintió más tranquilo.  Hablaban de Hannibal cuándo era un niño, de Lituania, de ser un conde y de la vida de Will cuándo era policía.

No tenía miles de historias, con apenas 4 años en la fuerza, pero eran medallas de honor para cualquier Omega, especialmente uno que ahora pasaba sus días cuidando cachorros y ligado a un Alfa. Para Will ambas eran buenas vidas, dignas de ser vividas, pero no podía negar el orgullo que pesaba en su pecho al tener experiencias que usualmente se limitaban a los Alfa en el mundo.

Halloween había pasado, emocionante y entretenido, mucho más rápido de lo que le habría gustado, el invierno se acercaba peligrosamente y el frío aseguraba la llegada de tormentas de nieve en el futuro cercano. Will estaba preocupado de que sus niños, inquietos como eran, pudieran enfermarse por hacer del piso su campo de juego ahora que Alex y Victor gateaban por ahí, decididos.

Hannibal era un poco más flexible en cuánto a las libertades que Will tomaba, pero se limitaban a dejarle tomar un taxi para salir de vez en cuando y la idea lo molestaba. Sin embargo trataba de no pensar en eso.  Si lo evitaba a toda costa su vida era perfecta.

Como ahora. Escuchaba balbuceos, venían del corralito a su lado, escuchaba ese extraño murmullo intangible que sus bebés compartían. Estaban bien, sus instintos de lo decían. Así que él estaba buscando la misma comodidad, recargado contra el pecho de su Alfa, acurrucados en el sillón frente al fuego. Hannibal tenía abierto un libro y leía en silencio mientras Will amenazaba con quedarse dormido justo ahí. Su cuerpo estaba más delgado y firme, incluso su pecho que se había inflamado parecía ahora masculino de nuevo, pronto dejaría de producir leche en lo absoluto, supuso que en un par de meses volvería a entrar en celo.

¿Qué harían entonces?  ¿Querría Hannibal dejarlo preñado inmediatamente? N estaba seguro de estar listo para tener otro bebé, mucho menos múltiples con trillizos tan jóvenes.  Pero no es que no quisiera tener más hijos. No iba a preocuparse por eso ahora, decidió, cerrando los ojos para finalmente rendirse al sueño. Eso fue hasta que sonó el timbre y lo sacó de su estupor con violencia que no fue bienvenida. Hannibal le besó la frente antes de ir a abrir.

Will se quedó sentado, atontado y adormilado en el sillón, mirando al suelo y luego a sus hijos. Tal vez ellos deberían acompañarlo en su siesta. No podía evitar sentirse un poco molesto. ¿Quién interrumpía su amena tarde?

—¿Hannibal?

—No es nada, sólo correspondencia. —Dijo este volviendo dela puerta son un sobre blanco. Will arqueó una ceja.

—¿En domingo? ¿Para qué tocar el timbre si tenemos un buzón? —Frunció el ceño, ahora bastante despierto. —Estas mintiéndome.

—Will…

— ¿Qué es eso?

—Ha dictado sentencia para los criminales del centro comercial. — Dijo resignado, Will abrió los ojos impresionado, creyó que sería mucho más complicado hacerle cooperar.

— ¿Y?

—No es una sentencia satisfactoria, pero la combatiremos, eso te lo aseguro. —Expreso fríamente. Will negó con la cabeza.

— ¿Cuánto?

—De 12 a 27 años.

— ¡Hannibal! ¿Cómo no es eso suficiente? Es una vida.

—No lo es. No comparado a lo que te hicieron sentir. —Dijo firmemente, Will quiso debatir pero se abstuvo, no quería pelear nuevamente por lo mismo. No con ese Hannibal tan frío que veía cuándo hablaban del tema.

—Creo que es hora de poner a los niños a dormir la siesta. — Anunció, poniéndose de pie con la intención de salir de ahí. Aquello era raro, debería sentir que se hizo justicia pero no era así. Tal vez porque nunca se había sentido en más peligro que cuándo estuvo a punto de morir en las manos del criminal que lo apuñaló hace casi dos años. Esta era una situación que podía controlar, aquella cambió su vida completamente.

—Estás enojado.

—No lo estoy.

—¿Ahora quién miente?

—Necesito estar solo. —Si Hannibal dijo algo no se quedó a escuchar, salió de la habitación y cruzó el jardín perturbado. Alana le aseguraba que el estrés Post traumático podía curarse, y casi creía que lo había logrado, pero aquél pensamiento lo sacudió y lo lleno de terror. Casi morir le era aterrador, mucho más que morir lo que temía era el cambio violento y total en que su vida estaba inmersa desde aquél accidente.

 ¿Dónde estaría sin todo aquello? ¿Seguiría con Matt? ¿Habría conocido a Hannibal? ¿Sería la vida sólo una constante serie de eventos que cambian la dirección de tu recorrido como rocas en un río?

La experiencia en el centro comercial no lo había cambiado. Will había matado a un hombre.

 ¡Con que facilidad lo había olvidado!

Había sentido tanto miedo que le había disparado 9 veces sin dudarlo, sin titubear. ¿Quién era el, un asesino absuelto, para juzgar a alguien por cualquier tipo de crimen? Aquellas personas se enfrentaban a la ira de un grupo de Alfas, influyentes y adinerados, que los encerrarían en prisión sin una segunda oportunidad y todo por un secuestro. Nadie había resultado herido, nadie había muerto.  Nadie había perdido la vida con nueve impactos de bala de un autor tembloroso y quebrado a quién nunca debieron darle un arma.

La culpa que lo asalto fue sobrecogedora.  ¿Qué había hecho una vez que sus sueños se libraron de ese rostro con el que había terminado? Lo había enterrado, había ignorado las pesadillas hasta que desaparecieron, se había dejado seducir por un Alfa, abandonado a su compañero, se había casado y vivía feliz en una enorme casa con 3 cachorros.

Y todo después de terminar con una vida. Aquellas personas simplemente lo habían encerrado 6 horas en una cafetería y pedido dinero. Bueno, uno de ellos tenía claras intenciones de abusar de él pero… ¿Merecían los otros 19 pagar con 30 años de cárcel ese crimen? Will había investigado por su cuenta. No eran criminales reincidentes, algunos habían tenido problemas con la ley en su adolescencia, otros apenas tenían cargos por cuestiones de tránsito. No eran criminales profesionales, alguna razón había detrás de aquél comportamiento violento y súbito. ¿Se habría molestado alguien en preguntarles?

Jamás quiso saber nada sobre el hombre que mato. ¿Quién era? ¿Tenía familia? ¿Esposa? ¿Hijos? ¿Qué le había sucedido que había terminado cocinando drogas en un edificio decaído en un infierno urbano? Habría vivido sus días sabiendo que estaban contados, eso seguro. Su destino no debió sorprenderlo, a Will no lo hacía. Pero había ignorado su propia responsabilidad muy ocupado en considerar todos los cambios que aquello trajo a su vida.

Un policía había matado a ese hombre, pero no era un policía quien se había olvidado de él, ni quien ahora lo recordaba con una culpa que apresaba el corazón como una tonelada de piedras. Hacía frío. El jardín estaba húmedo y a Will le vino a la cabeza el color gris.

Escuchó un bebé llorar, pero no pudo asociarlo con el hecho de que él tenía 3 en casa. No pensaba en su casa ni en Hannibal, ni en sus hijos o su cuñada. Pensaba en como una vida es tan insignificante que quitarla se había compartido en algo que sus ex compañeros consideraban un acto de valentía y que para él era irrelevante.  Hannibal condenaba al encierro a gente que pudo haberlo dañado. Daño que de ser irreversible habría marcado al Alfa y a sus cachorros de por vida. ¿Qué vida había marcado Will permanentemente sin siquiera pensar en ello? ¿Merecía ser feliz luego de hacerlo?

Era un monstruo, no por cometer un homicidio, sino por darle cerca de nulo valor. Había actuado igual que Dios. Desechando una vida, sin remordimientos y sin consecuencias antes de crear otra de la nada y sin propósito alguno. Pero no se sentía poderoso, como asumió Dios debía sentirse. Sentía profundo terror de sí mismo.

—¿Will?

Levantó la vista un poco confundido. El jardín ahora estaba oscuro, no se había movido de su lugar en varias horas pero no sentía cansancio. No recordaba el paso del tiempo. Sólo la culpa. Hannibal lo miró preocupado, su rostro apuesto pero serio. Sus ojos buscando alguna pista de sus pensamientos en sus facciones.

—Hannibal.

—Llevas mucho tiempo aquí. Tus manos están heladas.

—No es nada.

—Estás perturbado.

—No es así.

—Will

—Sólo… déjame solo. —Murmuró alejándose de la mano que Hannibal intentaba poner entre las suyas. El lituano lo miró intensamente mientras volvía a la casa sin hacer ningún otro sonido.

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—No deberíamos estar aquí. —Murmuró Beverly. —Digo me gusta que seas todo Omega desafiante y eso, no me mal entiendas. ¿Pero no deberías decirle sobre esto?

—No, dirá que es poco saludable, o necesito sus consejos. Necesito averiguar más. —Explicó con un suspiro, estacionando su auto en una concurrida calle mientras su amiga lo miraba con desaprobación.

—¿Para qué? ¿A quién le beneficia esto? Y digamos que encuentras algo. ¿Luego que? ¿Vas a meterte a la casa de alguna familia triste a decirles que mataste a su ser querido cuándo eras un policía con PTSD?

—Tengo que hacer algo. Tengo que… Tengo que hacer algo.

—No metas a otras personas en tus problemas Will, si te sientes mal hablar con ellos no arreglará nada.

—Si no vas a apoyarme puedes volver a casa en metro. —Dijo finalmente, Beverly arqueó una ceja.

—Crecí con muchos hermanos Will. Puedo hacerte daño.

Dijo eso con una expresión seria pero no se opuso más. Entraron a un edificio viejo pero cuidado en un barrio de clase media en la ciudad. Will no podía comer y no podía dormir. Hannibal notaba que el comportamiento de su pareja era inusual por decir lo menos. Will que solía ser sonriente y feliz estaba sumido en sus pensamientos y la oscuridad que manaba de ellos casi le salía por los poros. Era un intrigante y perturbador desarrollo que mirar.

¿Quería disculparse? Will sabía que Bev tenía razón, no quería saber de este hombre para honrarlo, quería algo que lo hiciera sentir algo. La culpa estaba presente, pero no por matarlo, simplemente por olvidar que lo había hecho. Revisando viejos documentos descubrió que el nombre de aquél sujeto era Garret Jacob Hobbs. El resto de la documentación sobre el caso estaba fuera de su alcance y no había nada en el sistema sobre Hobbs a lo que Will pudiera acceder sin los permisos pertinentes, el expediente de Hobbs sellado por su implicación en la baja de un oficial de policía.

Sin aprobar de todo en los métodos que había tenido que usar, y claro a espaldas de Hannibal , que mostraba infinita paciencia fingiendo que no notaba el claro estado de desequilibrio emocional de su esposo, había contratado un investigador privado. Un tal señor Castle con quién compartió apenas algunas palabras por teléfono.

—Will. No te hagas esto. Lo dejaste atrás. —Dijo Bev una vez más, su mano firme en su hombro. Will la miro exasperado y ansioso por entrar. No había convencido a Hannibal de que irían a comer para acobardarse ahora, mentirle a su Alfa ya era algo bastante malo. — No revivas esta experiencia. Piensa en tu esposo y en tus cachorros.

—Son lo único en lo que puedo pensar. ¿Qué tal si tenía hijos? Yo destruí esa familia, me retiré para tener la mía propia y no soy capaz de mostrar ni el más mínimo interés. Me sorprende mi propia insensibilidad y mi capacidad de pasar de largo algo tan abrumador.

—Eres un Omega, tener un Alfa como Hannibal bañándote en hormonas seguramente ayudo en ese proceso.

—No lo entiendes. Tengo que saber. Tengo que hacer algo. Quiero que me pidan ayuda, o que me digan que me odian y me cierren la puerta en la cara.

—Will…

—Quiero un cierre. —Dijo Will finalmente. — Es lo mínimo que puedo ofrecerle.

—Como quieras. Pero si las cosas salen mal yo jamás estuve contigo.

El detective había tomado la mínima pieza de información que Will poseía, el nombre del sujeto, y había investigado a profundidad. Garret Jacob Hobbs era un problema con “P” mayúscula. Lo había sido desde joven.

Sus antecedentes penales mostraban que había salido de la preparatoria con algunos arrestos por agresión, peleas, pequeños robos y por portar un arma de fuego sin permiso. A lo largo de su vida adulta no había mejorado mucho, de pandilla en pandilla finalmente encontró su lugar como guardaespaldas de un rico cocinero de drogas que trabajaba a distancia para un cartel de Chicago.

Había muerto inmediatamente luego del 4 disparo. Su arteria femoral perforada por la bala, una hemorragia imposible de detener. Will no recordaba los sucesos con claridad, pero recordaba el color rojo. Llegó a pensar que la bodega estaba iluminada por lámparas de luz roja, pero no había reportes de ella en ningún testimonio o documento relacionado.

Quizás recordaba el rojo de la sangre, pero había estado tan asustado que probablemente la había visto que con la misma atención que pone un niño mirando pintura secarse.  Tal vez recordaba su propia sangre mamando de las heridas de sus brazos.

El Sr. Castle le compartió otros hallazgos interesantes. Además de tener una pésima reputación y una afición a la violencia, Hobbs era adicto a las mujeres, se había casado 4 veces y se había divorciado de las últimas 3. Su cuarto matrimonio sin embargo le había dado una hija. Su esposa había muerto por una sobredosis 2 años antes de que Will lo asesinara. Pero su hija seguía con vida y en el área.

Will casi se echó a reír cuándo escuchó su nombre: Abigail Hobbs. Ahora estudiante universitaria de una escuela local. La coincidencia se le antojaba cruel y deliberada, cómo si a sabiendas hubiera nombrado a su única hija con el nombre de la única hija de Hobbs. Era una coincidencia podrida y cruel. Era kármica.

¿Cómo ir a verla sin asustarla? ¿Cómo verla a solas con Hannibal respirando sobre su cuello, muy atento de a dónde va  y con quién, incluso si está primera vez había podido engañarlo? Además, Castle no sabía exactamente dónde vivía, tendría que seguir investigando, Will le pidió además buscar si la chica tenía algún antecedente criminal, la manzana nunca cae muy lejos del árbol y esas cosas, además de averiguar si tenía dificultades económicas.

— ¿Porqué de pronto recordaste a Hobbs?

—No entiendo como pude olvidarlo. Mi egoísmo me cegó.

—Eso no es algo malo. —Insistió Beverly, Will no sabía que contestarle. Se limitó a conducir a su lado en silencio.

—Voy a encontrar a Abigail Hobbs.

—Will, deberías volver a terapia. Por Dios, te casaste con un terapeuta, tal vez hablar con él…

—Eso sería perder el tiempo, Alana no puede ayudarme. Y no quiero discutir esto con Hannibal, ya cree que soy delicado luego del suceso del centro comercial. —Dijo Will con certeza que casi se le contagió a su amiga. — Y tampoco quiero que lo haga. Quiero hacer esto. Tengo que saber.

—¿Saber qué?

Will no respondió, no estaba seguro. El reflejo en la ventana de auto le era ajeno y desconocido, fragmentado y extraño. El paisaje cambiante y borroso que deformaba la silueta de su cara en el cristal era el reflejo perfecto de su turbio interior.

Hannibal abrió la puerta antes de que Will incluso terminará de subir el último escalón, mirándolo asombrado.

— ¿Puedes leer mi mente?

—Podría olerte a kilómetros Will. ¿Tuviste un buen día?

—Sí, gracias. —Dijo con la más grande sonrisa que pudo fingir. La mejor forma de mentir, Will sabía bien, era dejar algo de verdad en el fondo de tu mentira, una base sólida desde la que ninguna tormenta pueda derribarla. Después de todo estaba feliz de estar en casa, con su esposo y sus hijos, como el pequeño Viktor que Hannibal tenía en brazos y que de inmediato se estiró sonriente para cambiar de brazos.

—Ven aquí, cielo. —Hannibal dejó ir al niño para luego darle un beso en la cabeza, sin embargo aún miraba a Will intensamente, de una forma predatoria y animal. Will jamás había visto esos ojos en Hannibal. No pudo sostener su mirada, pero cuándo volvieron a cruzarse había desaparecido, reemplazada por la mirada de adoración y cariño que Hannibal solía dirigirle.

No volvió a ver esos ojos en mucho tiempo.

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Para finales de Noviembre el frío pasaba de ser una novedad y se convertía en una verdadera molestia. Aún no caía la primera nevada pero tenían la calefacción o la chimenea prendidas todo el tiempo, la enorme casona Lecter muy fría para una familia con niños que gateaban torpemente por ahí. Will no había avanzado mucho en su búsqueda de Abigail Hobbs, pero su aniversario con Hannibal había logrado distraerlo el tiempo suficiente, de forma casi intencional, con cenas elegantes, una caminata en el lago y sexo deslumbrante.

Podía dormir, siempre y cuando Hannibal estuviera a su lado. En el momento que no era así, por ejemplo la semana siguiente a su aniversario que salió del país para un congreso sobre personalidades disociativas, Will no podía cerrar los ojos. En la oscuridad de su mente, en las sobras de la casa a media noche, lo único que veía era a Garret Jacobb Hobbs. Necesitaba salir, necesitaba investigar, necesitaba un cierre. Necesitaba irse en auto, sus llaves de vuelta. Alejarse de su vida perfecta lo suficiente para no mancharla con la oscuridad que sentía latiendo en su pecho.

¿Y si matar no era algo malo? ¿En que lo convertía eso? Los Omega jamás recurrían a la violencia, era muy poco común que un Omega hiriera a alguien, mucho menos hasta la muerte y menos posible que fuera una conducta reincidente. No estaba en su naturaleza, en sus genes. Pero Will era experto en combatir esa naturaleza. ¿Se habría roto en el proceso? ¿Podía ser feliz ahora que lo sabía? ¿Había algo mucho más turbio en él? ¿Por qué era Hobbs quién lo acosaba y no el recuerdo del hombre que realmente cambio su vida el día que lo apuñaló hasta dejarlo en el hospital?

Pasando los 6 meses sus cachorros seguían siendo su adoración, él y Hannibal ahora mucho más acostumbrados a moverse por el mundo con 3 criaturas a cuestas. Salir juntos era un poco menos caótico, pero era agotador.  Mientras ellos crecían Will se sentía volver a la normalidad. O a lo que ahora consideraba normal. Seguía adorando su nido, pero su periodo de anidada, iniciado por su embarazo, parecía estar llegando a su fin. Se sentía menos casero, menos letárgico y mucho más fuerte.

Su cuerpo seguía cambiando. Sus cachorros aún parecían necesitar leche paterna, pero mientras ellos intentaban darles otro tipo de alimentos su cuerpo parecía decidir que era suficiente. Personalmente eso lo hacía feliz. Con 3 cachorros su piel estaba constantemente enrojecida y reseca, además del tiempo que consumía.

Hannibal parecía poco entusiasmado por estos cambios, a nivel instintivo y básico disfrutaba de ver a Will mucho más redondo y suave, anidando, amamantando, casero y satisfecho. Will estaba perfectamente consciente de que su esposo probablemente pensaba volver a embarazarlo pronto. La idea de tener muchos hijos le gustaba, claro, pero ahora que podía ver con más claridad. ¿Sería esta una forma de controlarlo? No, el sabía la respuesta a eso, claro que pretendía controlarlo.  Hannibal no tenía que decirlo, tener hijos había funcionado como terapia hormonal para Will. Y no hay que ser la brillante mente que es Hannibal para saber que a los Alfa les gusta la obediencia, el control y los despliegues de virilidad. La vulnerabilidad y la sumisión eran cosas con las que, sin una dependencia total de parte de sus cachorros, Will se encontraba luchando de nuevo.

Hannibal debía saberlo, Hannibal que a veces parecía saberlo todo. Cuándo volviera a entrar en celo seguramente la agenda sería esa. Esa era la agenda incluso ahora, pensó mientras se vestía una mañana. Hannibal quería salir, buscar una librería en el centro comercial y comprar algo de ropa para sus cachorros que dejaban más y más atrás mientras se acercaban al año.

Aún tenía tiempo, pensó Will, unos meses más. La mayoría de los Omega entra en celo nuevamente cuándo sus crías cumplen 1 año. Un mecanismo ancestral que asegura que los cachorros sobrevivan sin competencia hasta ser lo bastante mayores para no depender de su madre.  A no ser, claro que el cachorro muriera. Pero no quería formular ese pensamiento. Jamás. Se mataría antes de permitir que uno de sus cachorros sufriera cualquier daño.

—Will.

—¿Sí? —Respondió tontamente, saliendo del sopor en que estaba sumido.

—Últimamente estás muy pensativo. —Will sonrió nervioso. — ¿Está todo bien?

—Por supuesto, Hannibal. ¿Por qué no lo estaría?

—Will, puedes decirme lo que sea. —Insistió—.

—Basta, estas actuando extraño. —Dijo Will, desestimando el problema y besándole los labios. Hannibal se relajó un poco, pero cuándo se separaron inhalo suavemente, llenándose con el aroma de su Omega, y entonces realmente se calmó. Algo estaba mal, pero algo en el aroma especialmente dulce de Will le decía que no era de preocuparse. Su mente y su instinto en conflicto. Esa falta de control lo volvía loco. — ¿Estás oliéndome?

—Tu aroma es embriagante. —Aquella confesión puso a Will rojo de los pies a la cabeza.

—No… no digas esas cosas…

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Ir de compras con Hannibal siempre hacía sentir a Will que tenía mucho que aprender sobre el gusto de su esposo, y sobre todo s capacidad de gastar tanto dinero. Era algo a lo que podías acostumbrarte, pero Will no terminaba de lograrlo incluso después de 1 año de matrimonio. Estaba agotado, quería ir a almorzar y volver a casa. No que pudiera descansar mucho ahí con niños pequeños, pero para variar quería meterse a su nido a dormitar un rato.  Se sentía mareado y ardiendo. ¿Fiebre? No se sentía afiebrado, sólo cansado.

—Will, ¿Has visto la bolsa de la librería?

—Creí que la tenías tú. —Dijo Will, revisando entre las bolsas que en ese momento metían al auto, nada.

La habremos olvidado en la tienda, creía que la tomarías. —Confesó Hannibal. Will lo miró con una mezcla de sorpresa y hastío. — Espera aquí. No tardaré.

—Hannibal, quiero ir a casa…

—Sí, lo prometo.

—Bien…—Hannibal lo besó una vez más antes de irse y fue ese contacto tras el cual Will decidió que quería tener sexo desesperadamente. No podía explicar la razón, pero de pronto la idea de ser anudado le era muy atractiva. Se recargo en el auto mientras Hannibal caminaba de vuelta al centro comercial, era un día bonito, soleado. Se distrajo mirando las flores que crecían en la jardinera junto a un camellón cercano a su auto. Había una pequeña isla dónde pagar el estacionamiento y algunas personas haciendo la línea que ellos mismos habían hecho para pagar apenas unos minutos antes.

Sentía más calor cada minuto, tal vez debería entrar al auto, el sol parecía estarlo afectando. En su periferia vio a un par de sujetos, susurrando entre ellos y mirándole. No les prestó atención. O eso fue hasta que pudo olerlos. Uno de ellos era un Alfa, y vaya que olía bien. De pronto no pudo desear más que la compañía de un Alfa. ¿Dónde mierda está Hannibal?

— ¿Por qué tan solito, lindura?

— ¿Disculpa?

—Me oíste la primera vez… ¿En celo y sales de compras?  Te gustan los problemas ¿eh?

—Da la vuelta y lárgate ya mismo. —Amenazó Will, desafiante. ¿Celo? Por la forma en que el Alfa inhalaba y sus pupilas dilatabas debía estar en lo cierto, pero eso era imposible. Will se sentía caliente, sí, y quería joder, pero no era intenso como el celo, ni de lejos.  Además sus crías tenían medio año, era muy pronto.

—Yo puedo ayudarte…—Susurró nuevamente el Alfa, su amigo le tomó del brazo brazo.

—Jake ¿Qué haces? —Murmuró el Beta con preocupación. —Mírale la mano, esta casado, no te metas en líos.

—No te metas…

—Hazle caso. —Respondió Will, estirando el cuello para exponer la marca de Hannibal en su cuello.

—Podemos compartirte, no soy demandante…—Insistió el Alfa, soltándose violentamente de su amigo y deslizando una mano por la cintura de Will que soltó una blasfemia antes de tomarle del brazo.

Hannibal no estaba muy seguro que sucedió, de pronto había un tipo molestando a SU Omega y la rabia se apoderó de él. Corrió a su encuentro, pero antes de que pudiera hacer nada Will había lanzado al tipo al piso en un movimiento fluido y rápido. Tenía la rodilla presionada contra su espalda y tenía el brazo estirado detrás en un ángulo poro natural, jalando mientras hablaba con tono burlón.

— ¿No te gusta, rudo? ¿Eh? ¿Puedo compartirte con la sala de emergencias, Alfa? — El Alfa soltó un  quejido de dolor y Will jaló con más fuerza. La gente alrededor miraba tan asombrada como confundida.  Debería romperte el brazo, imbécil.

— ¿Will? —Hannibal llegó finalmente a su lado, su preocupación duró apenas lo suficiente para oler a su pareja. ¿Qué era ese aroma? Fuese lo que fuese lo endureció en segundos.

— ¡Hannibal! —Will soltó al sujeto de inmediato y este se alejó arrastrándose hasta donde su amigo pudo ponerlo de pie.

— ¿Qué está sucediendo? —Estaba inusualmente confundido, Will olía estupendamente, incluso más de lo acostumbrado. — ¿Estás…

—Vámonos, por favor.

Hannibal obedeció guiado más por instinto, incapaz de razonar su siguiente paso. Apenas subieron al auto el tufo de hormonas que Will emitía comenzó a inundarlo y peor aún, llegó a oler el suave aroma de su lubricación, que incontrolable comenzaba a acumularse. Will se removió incomodo en su asiento, su ropa húmeda por su propio deseo, pegándose irritantemente a su cuerpo. El vacío que sentía sabía perfectamente cómo llenarlo.

—Para… —Susurró Will, su mano había pasad de su cuerpo al creciente bultito de tela en los pantalones de su esposo. El lituano jadeo suvavemente cuándo sintió sus dedos masturbándolo suavemente sobre la tela. —Por favor para, Hannibal. Te necesito.

No necesitaba escuchar nada más. Dio una vuelta algo violenta para entrar a un nuevo estacionamiento,  agradeció tener los vidrios oscuros mientras sentía la mano de Will ignorar toda cordura y sacar su miembro, ahora bastante más interesado, para comenzar a masturbarlo ansiosamente. Se detuvo en el último piso, en el lugar más desolado que encontró y Will estuvo sobre él de inmediato. No era exactamente cómodo, trató de no enterrarse el freno de mano o la manija de la puerta mientras se quitaba la ropa.

Sus ojos, negros por el deseo se encontraron con otros en igual estado, mientras sentía las manos de su esposo cerrarse sobre sus nalgas, apresándolas con gula.

—No sería erróneo afirmar que estás sufriendo un celo falso... —Susurró mientras Will dejaba besos desde sus cienes hasta su cuello. — Will, deberíamos ir a casa…

—No, no puedo esperar tanto…! Oh! —No, no había tiempo, se había inclinado cuidadosamente sólo para poder enterrarse de una sola estocada. Sintió la cabeza dura de Hannibal golpeando suavemente contra el fondo y dejó escapar un suspiro enamorado.  No estaba tan húmedo desde hace meses, pero ahora sólo podía pensar en cada milímetro que entraba y salía de su cuerpo al ritmo que el mismo marcaba con movimientos de cadera y gemidos sugestivos que pronto se convirtieron en un ronroneo involuntario.

Aún de querer Hannibal no podría negarle a Will el derecho a joder hasta estar listo, su cuerpo tan húmedo y tan estrecho, el calor en el auto casi sofocante mientras jadeaban suavemente con una sola voz. Rendirse nunca fue más fácil, con su delicioso Omega follándose libremente mientras rogaba por su nudo, lo único que pudo intentar hacer fue  sostenerlo firmemente contra su cuerpo. Lamiendo la piel expuesta y dejando marcas de propiedad por dónde fuera que sus labios pasaran. El impulso de morder hasta sacar sangre lo regreso peligrosamente a la realidad.

—Mierda…Hannibal, ah…

Hannibal no merecía nada, era Will quien controlaba todo. Controlaba cada centímetro de aquella hermosa polla que ahora disfrutaba con una sonrisa ausente en el rostro, los labios entre abiertos y los ojos en algún lugar de las estrellas.

Venirse fue lo más fácil. Will se movía con desesperación, disfrutando del golpeteo de Hannibal en su próstata y sin impórtale el ruido que pudiera estar haciendo. Cuándo Will se vino el mundo colapso completamente.

—Alfa… por favor…

— ¿Quieres mi nudo Will? —El Omega asintió torpemente, su cuerpo aún sacudido por los espasmos de su orgasmo mientras Hannibal comenzaba su propio desplante apasionado, provocándole nuevas sensaciones a causa de la sobre estimulación.  El nudo inflamándose le arrancó un último grito y cuándo finalmente los unió el suave movimiento de su cadera provocó el orgasmo del Alfa que no pudo evitar morder con fuerza.

El sabor cobrizo de la sangre lo excitó aún más, curando con su saliva suavemente la herida abierta.

Fue cosa de minutos antes de que alguno pudiera articular palabra. Besos rápidos esparcidos entre jadeos para recuperar un poco de cordura.

—Me mordiste…—Susurró con un suspiró, dejándose caer sobre el asiento. Hannibal lo rodeo con sus brazos cariñosamente, acariciándole gentilmente la espalda y respondiendo a su ronroneo con un gruñido de satisfacción.

—Debiste decirme del celo… Lo habríamos hecho en casa.

—No lo sé… sexo en el auto no está nada mal… —Bromeo sonriente.

—Tus hormonas están comenzando a normalizarse. Dudo mucho que sea tu único celo falso, y tampoco creo que sean fértiles.

—Cómo odio ser Omega a veces. —Confesó Will.

—Eres un Omega tan fuerte. Yo habría matado a ese sujeto por tocarte.

—No digas esas cosas.

—Lo haría. —Por alguna razón Will sabía que hablaba en serio. — Pero tú puedes cuidarte bastante bien solo…

—Te lo dije… pero eres un poco necio.

—Supongo que podría devolverte tu auto. Si prometes comportarte y evitar el peligro.

— ¿En serio?

—Ah… cuándo estemos en casa hablaremos…—Susurró cerrando los ojos. Will sintió satisfacción a tantos niveles que no pudo ni expresarlo. Se acomodó tanto como pudo, a pesar del celo falso el nudo parecía completo y no podrían separarse en minutos. Tal vez esa era la forma de su cuerpo de darle un descanso de los pensamientos que enturbiaban su mente.

—Te amo, Alfa.

—Te amo, Will.

Notas finales:

Gracias por todo, los adoro :D


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