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Viviendo con el Instinto por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Al fin ha terminado! Mis Patreons pudieron leerlo hacve al menos un mes, lamento mucho la demora!

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Renacimiento

Hannibal sabía que tenía la culpa. Abigail Hobbs le daba curiosidad, una curiosidad poco profesional, una curiosidad que había alimentado con los meses. Sabía perfectamente de lo que la muchacha era capaz, pero no había hecho nada por detenerla. Una parte de él quería saber que tan lejos podía empujarla antes de quebrarse…

¿Era Abigail la excepción a la regla? ¿La manzana que caía lejos del árbol? ¿O era un ejemplo de determinismo biológico, la evidencia de que el mal corría por las venas de la gente, que la irracionalidad, la violencia y las ganas de destruir estaban inmensas en el ADN y era inútil resistirse sus impulsos?

Lo que no esperaba era que aquella sed de sangre se volviera contra su esposo. En retrospectiva Will era la víctima perfecta para la ira que Abigail llevaba dentro. El comportamiento de la muchacha se había tornado obsesivo y dependiente mientras avanzaba su terapia, pero eso no era algo fuera de lo común entre los pacientes más radicales, especialmente los que se veían privados de otras estructuras familiares y de cualquier apego genuino a otros seres vivos. 

Pero Abigail no era la única que lo intrigaba con aquella psique extraña con la que vivía. Will había demostrado una vez más ser el más extraño omega con que Hannibal se hubiera topado jamás. Sus manos estaban manchadas de sangre, de la de más de una persona, había desafiado todo lo que hacía a los de su clase vulnerables. No podía comprobarlo, no había conocido otro sujeto de prueba con la curiosa forma de vida de Will, pero desde la universidad Hannibal teorizaba que los instintos de género secundario podían mitigarse con la toma frecuente de supresores hormonales. Algo que su esposo había hecho durante años, algunos de ellos formativos para su identidad sexual.

Aquello no era ético, claro. Los supresores eran medicamentos delicados, que requerían de una prescripción y monitoreo profesional. La gente que como Will los tomaba de forma ilegal, para hacerse pasar por betas, no divulgaba aquella información. Con la información que tenía hasta ahora Hannibal sólo podía conjeturar que luego de tantos años de suprimir impulsos naturales, como lo eran el celo, la maternidad y la dependencia que los omegas naturalmente sentían, su cerebro no era capaz de procesarlos completamente. Will no pensaba como un Alfa, pero no se limitaba a sí mismo de la forma en que con frecuencia hacían los omega. 

Will había entrenado su cuerpo y su mente, había escapado de situaciones de riesgo y en ya dos ocasiones había asesinado a alguien. Claro que ambas habían sido en defensa propia, pero la realidad es que los omega no cometían crímenes violentos. 1 de cada 5000 crímenes eran cometidos por un individuo omega, un número ya muy reducido sin contar el hecho que dentro de ellos 13 de cada 100 casos eran de violencia física, y 1 de esos 13 llegaban al homicidio.

Había más menores de 14 años asesinando gente que omegas. Y aun así su esposo había matado no una vez, dos veces.

Maravillosa criatura la que tenía por esposo. Tan complejo y único. Podía pensar eso ahora que estaba a salvo. No lo pensó así cuando la policía llegó a buscarlo a su consultorio, diciendo que su esposo estaba hospitalizado y que habían asesinado a alguien en su casa. Lo primero que hizo fue preguntar por sus hijos, que habían salido ilesos de aquella violenta situación. Eran muy jóvenes para generar un recuerdo traumatizante al respecto, pero monitorearlos no estaba de más.

Abigail había apuñalado a su esposo al menos 2 veces. Pero tenía otras heridas defensivas en los brazos, el rostro e incluso la espalda. Había perdido mucha sangre y habían tenido que someterlo a dos cirugías antes de declararlo fuera de peligro. Mischa había regresado a la ciudad de inmediato para cuidar a los niños mientras Hannibal permanecía junto a su esposo durante su dolorosa recuperación.

No lo dejaban entrar a su casa, así que podía imaginar el estado en que estaba la casa. Will le había cortado el cuello a Abigail, la casa estaría llena de sangre. Sin mencionar que ahora era una escena del crimen. Tendrían que rentar un lugar para vivir mientras su hogar era liberado y el equipo de limpieza lo dejaba habitable nuevamente. Incluso después dudaba de que su esposo quisiera criar a sus hijos en la misma casa dónde había muerto alguien y menos en sus propias manos.

Todo era una pesadilla, no recordaba cuando fue la última vez que se cambió de traje. 

—¿Hannibal? —Hannibal casi saltó de la silla. Will tenía dormido un par de días. El Alfa dejó a un lado su libro y se acercó a su esposo. Will estaba pálido y confundido. Sus hermosos ojos azules estaban nublados por el agotamiento y los medicamentos, pero hacían su mejor esfuerzo por enfocarse en él.

—Aquí estoy, no intentes moverte.

—¿Los niños? —Will hizó un movimiento para incorporarse pero Hannibal lo presionó de vuelta contra la cama. Tomó su mano entre las suyas y se acercó para abrazarlo. Sintió una mano temblorosa rodearlo y a su pareja olfateando suavemente su cuello, usando su aroma para calmarse. — ¿Los niños?

—Están con Mischa y con tu padre. Están bien.

—Por Dios, Hannibal, Abigail trató de matarme—. Parpadeó un par de veces, mirando a su alrededor, estaban en el hospital, aquella habitación blanca y estéril algo a lo que estaba acostumbrado — ¿está…?

—Está muerta.

Will jadeo suavemente. Había matado a alguien más. Con sus propias manos. Nada parecido a su padre, nada de matar a lo lejos con un arma de fuego, había sido violento, había sido personal, íntimo, había sentido su sangre cubrirlo como una sábana de muerte y la había dejado ahí. Se salvó él, una vez más, y dejo a alguien morir sin siquiera intentar hacer las cosas de forma diferente.

—La policía…

—La policía sabe que fue en defensa propia. Nadie duda de eso. Abigail planeó todo con anticipación, cortó las líneas de teléfono y espero a tenerte a solas. Su diario indica que deseaba matarte en un intento de tenerme a mí. 

—¿De qué hablas?

—Abigail desarrolló una obsesión poco saludable conmigo mientras se desarrollaba mi terapia con ella, no he podido leer su diario en su totalidad, pero no puedo negar que las señales estaban ahí.

—Lo sabías. —No era una pregunta. Hannibal abrió la boca y luego la cerró de nuevo, intentó tomar la mano de Will pero este la retiró.

—No creí que intentaría nada como eso, jamás lo hubiera permitido.

—Se suponía que la ayudarías— reprochó Will con la voz quebrada. Hannibal asintió. — ¿Por qué?

—Deseabas tanto que Abigail se recuperara. Quizás ignoré las señales que indicaban que no te estaba dando lo que querías.

—Dios mío… ¿Qué está mal conmigo?

—¿Will?

—Los omega no matan gente, Hannibal, los omega no hacen esto… ¿Qué está mal conmigo?

—Nada está ml contigo. Tu vida fue distinta, no tienes los mismos impulsos que otros omega, no hay nada de malo en eso, por el contrario.

—Escucha lo que estás diciendo... —Se quejó Will, confundido, llevándose las manos al rostro y jadeando suavemente, angustiado. — Tiene que haber algo de malo. No me arrepiento de matar a Abigail, era ello o yo. Y quería que fuera ella…

—¿Crees que ella merecía morir?

—Sí—admitió Will. Guardaron silencio un momento que pareció eterno. — Intenté ayudarla.

—Esto no es sobre si lograste salvarla o no, Will, es sobre lo que acabas de decir. ¿Estabas enojado con ella?

—No lo sé. Estaba enojado conmigo por no detenerla antes, por dejarme herir por una chiquilla, me sentí inútil, yo me puse en esa posición. Yo le abrí la puerta a Abigail para intentar matarme, fui un idiota. No sé que estoy haciendo… El omega en mí me rogaba ayudarla, me hacía sentir inútil. No soy un inútil Hannibal.

—No, eres extremadamente capaz. Eres muy letal, me atrevo a decir.

—No digas eso… Es repugnante.

—Tu naturaleza Will, es maravillosa— expresó Hannibal, ojos de cobre fijos en los propios, devorando todo lo que parecía preocuparle. Sintió su cuerpo ronronear ante tal satisfacción que su Alfa parecía sentir. — Esto es también culpa mía. No dudo que mis expectativas te hayan obligado a creer que prefiero tu parte sumisa y que debías deshacerte de todo lo demás. Fue egoísta pensar que debías cambiar quién eres e ignorar instintos que sin duda forman parte de tú personalidad, esa personalidad de la que juré jamás separarme. Pero te amo tal y como eres, cuando cargas a mis hijos o cuando matas a alguien. Brutal, amable… Sin importar lo que sucede contigo siempre sales victorioso y siendo tú.

—No lo dices en serio…

—Es verdad. Lo he visto antes, con esos sujetos en el estacionamiento del centro comercial. Cuando salvaste a esas personas. Nadie puede quitarte esos logros Will, nadie puede llamarte un omega promedio.

—No sé lo que soy—dijo angustiado. Hannibal le tomó la mano y Will la apresó con fuerza. Tanta como podía tener considerando sus heridas. —Deberías descansar. Hay mucho tiempo para pensar en esto.

Hannibal tenía razón, necesitaba descansar, pero su mente se negaba. ¿Quién era ahora? Ya no era policía, pero no era un civil común y corriente, aún era el padre de tres hijos, pero no era un omega amable, vulnerable y sumiso, no era el omega que se había dejado abusar por Lady Murasaki hasta cansarse. Se había revelado contra ella, había manipulado la situación para librarse de ella. Igual que había manipulado a aquellos hombres en el centro comercial. Hannibal era un alfa serio, amable y protector, pero era generoso, permisivo y le da libertad. Se la había quitado también, y luego se la había devuelto cuando vio su verdadera fuerza. Will era extremadamente fuerte.

Quizás ese era el error, pensar que Will estaba limitado por su segundo género, que ser Alfa, beta u omega era algo que te definía, te delimitaba. Will había roto esas barreras con medicamentos, con esfuerzo, con trabajo duro. Había luchado contra cada instinto típico de su género hasta que se lo habían prohibido. 

Y comenzó una nueva lucha. Una para encontrar su nueva identidad como un omega más que sufría de celos fértiles, de cambios de humor, de una poderosa necesidad de tener a su Alfa cerca, complacido y satisfecho.

Pero con la muerte de Abigail entendió algo mucho más importante. Nada podía limitarlo, todo lo que lo volvía quien era hoy era la suma de todo lo que había vivido. No era débil, o era frágil, pero esa fuerza no le quitaba las ganas de tener más hijos y de ver a su Alfa derretirse de amor por ellos, de satisfacerlo en el celo. La gente es mucho más compleja que eso. Quizás no todos. Él lo era. Era todo lo que quisiera ser. Era todo lo que se diera permiso de ser.

Se sintió en paz, iluminado. Su mente se aclaró cuando llegó a esa conclusión. Nadie más le diría quién era, eso dependía de él y por una vez iba a explorarse a sí mismo sin preocuparse por nadie más. Él era Will Graham-Lecter. Y no volvería a luchar contra ninguno de sus instintos.

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No fue hasta unos días después cuando finalmente fue transferido a un cuarto privado para monitorear su recuperación que Will recordó un importante detalle que parecía haber escapado de su mente. 

—¿Hannibal? El bebé…—Podía oír la angustia en su propia voz. El Alfa, que estaba sentado a su lado leyendo, levantó la vista y dejo de lado su lectura.

—El bebé está bien. No sufriste daño que involucrara tu sistema reproductivo y afortunadamente tu embarazo no estaba lo bastante avanzado para que tus heridas fueran un detonante para un aborto espontáneo, si bien creo que eso lo debemos más a la suerte. 

Will se relajó pasando las manos por su vientre plano. Hannibal volvió a relajarse en la silla pero no retomó su lectura.

—Quiero irme a casa.

—Pronto.

—Extraño a los niños— se quejó, Hannibal sonrió comprensivamente. 

—Lo sé, pronto volverás a casa. Pero no debemos ignorar el daño hecho, no puedes cargarlos ni hacer nada que requiera esfuerzo, tú herida debe cerrar adecuadamente y mientras menos estrés sufras será mejor para tu salud.

—Eres un sabelotodo…—El Alfa rio. — Ojala sea sólo un bebé.

—¿No estabas buscando llenar la camioneta con nuestro propio equipo de futbol?

—¡No! —Exclamó avergonzado. Es decir, sí una parte tenía ese plan, pero…—No… no quiero tener que volver a pasar mi embarazo sin hacerte el amor… Bastante malo es saber que tengo que esperar a curarme primero…

—Tanto te gusta hacer el amor, Will.

—No lo digas así… Sea lo que sea sin son trillizos de nuevo será tu culpa más que mía.

Hannibal lo miró con una sonrisa sospechosa. Will quiso decir algo más pero en segundos el Alfa estaba sobre él, empujando una almohada extra para besarlo. Will se dejó llevar por ese beso, pudo morir y no volver a besar a su Alfa, que terrible pesadilla. Sintió una mano cálida subiendo su bata y se estremeció. 

—Hanni… espera.

—No lo haré.

—¡Hannibal! Esto es un hospital… Y no es por nada pero siento un dolor que s{olo puedo comparar con dar a luz…—Gimió avergonzado, su esposo devoraba su cuello mientras su manos se habían deshecho de la bata para masturbar su miembro que imposiblemente se endurecía bajo sus dedos. No tenía la fuerza para ponerse de pie por su cuenta pero claro que podía ignorar agonizantes minutos de desangramiento para tener una erección para su Alfa. Ser omega seguía siendo una de las cosas más incongruentes en este mundo.

—Es una habitación privada, no pago para que cualquiera entre sin llamar—Will sabía que tenía razón, pero la vergüenza no desapareció, mucho menos cuando la voz se alejó de su oído y su miembro fue rodeado por una suave y cálida cavidad. Hannibal lo había tomado entre sus labios, tan necesitado de intimidad como el mismo Will por la forma en que parecía devorarlo, tomando para sí cada gota y cada sonido que dejaba escapar su cuerpo.

—Hannibal… ¡oh! Joder, espera… —No esperaría. Lo dejo salir de su boca y bajó su lengua hasta su entrada, húmeda y hambrienta ahora que la lengua ajena le provocaba la sensación de recibir el placer que buscaba, pero era demasiado corta y demasiado suave, la fricción era imposiblemente placentera pero no lo suficientemente satisfactoria, estaba por volverse loco.

Quiso moverse, pero sus heridas y el Alfa sobre él lo mantuvieron fijo contra la cama, gimiendo como un animal moribundo hasta que se vino, vaciándose en la boca de su esposo que bebió cada gota antes de volver a besarlo.  Sus labios estaban suaves y húmedos con la lubricación y el semen ajeno, era un beso vulgar y disfrutó cada segundo.

—Estás loco…

—Estás delicioso…—Will intentó reclamar de nuevo, pero fue acallado con más besos. Nadie los molestó esa noche, lo que era impresionante, especialmente porque Hannibal no pareció dispuesto a dejarlo dormir, incluso si deb{ia detenerse con frecuencia para revisar sus heridas o darle sus medicamentos. Su creatividad para hacerlos gozar sin necesidad de penetrarlo era uno de sus muchos talentos. 

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Will pasó una semana más en el hospital antes de ir a casa. Bueno. No, a casa no. Su casa era una escena del crimen que aún estaba en proceso de limpieza. En realidad fueron a un hotel, el mismo dónde Hannibal, su hermana y sus hijos vivían desde ese día. Era algo extraño, estaba acostumbrado a su hermoso hogar.

No fue infeliz de tener ayuda con sus hijos, especialmente mientras sus heridas sanaban pero su embarazo parecía crecer saludablemente. Un bebé, gracias a Dios, una niña. Nacería cuando sus hijos fueran bastante mayores para dejarle cuidar de un bebé recién nacido sin sentir que un descuido los mataría. Caminaban, hablaban y dormían toda la noche, Will no podía pedir más. 

A sus 6 meses de embarazo se sentía tranquilo, feliz. Aún no estaba seguro de que era, a dónde iba o porque. No sabía hasta donde se cruzaban sus instintos, sus fortalezas y sus defectos, pero había dejado de luchar, exploraba en todos los sentidos de lo que era capaz. Estaba comenzando a sentirse orgulloso de ser distinto a todo lo que todos esperaban. Estaba feliz con su esposo, con sus hijos, y eso… eso era vivir sin duda. Y si tuviera que hacerlo, mataría de nuevo por mantenera.

Notas finales:

Gracias por leer hasta ahora, espero lo hayan disfrutado y esten al pendiente de mis nuevas historias!


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