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Viviendo con el Instinto por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Gracias como siempre por leer :D

Que Hannibal, o mejor dicho su familia, fueran asquerosamente ricos no era una sorpresa para Will. Habían tomado un vuelo de primera clase, un autobús elegante, un auto privado y un hermoso velero para llegar a dónde estaban. Sabía que Hannibal tenía dos autos costosos, ropa hecha a mano, corbatas bordadas con oro.  Pero no una isla. ¡Una Isla!

¿Quién diablos tiene una isla? ¿La gente simplemente es tan rica que no tiene en que gastar su dinero y se compra una jodida isla? Hannibal le había asegurado que no era muy grande, tenía espacio suficiente para una hermosa casa de playa (una especie de Hacienda), perfectamente sustentable, y una pequeña villa dónde habitaba la gente que trabajaba para él. La casa no se usaba mucho, quizás una vez al año entre los hermanos Lecter y sus tíos, pero se mantenía en perfectas condiciones todo el año. Hannibal le había dicho que era un lugar hermoso, y que Will se sentiría cómodo ahí, mucho más que en cualquier extrañó hotel en algún extraño país. No que Will supiera en qué país estaba, el sol brillaba en un cielo de un perfectamente limpio azul y el agua brillaba, reflejos turquesa en todo lo que tocaba.

Su primera vez en la playa como esposos, Will estaba encantado, el agua, cristalina, mostraba los hermosos peces de colores que nadaban a su alrededor. No podía dejar de sonreír. Todo era perfecto. No se hospedarían en la casa principal, estaban en una cabaña cerca de la playa, con todas las comodidades de una casa real pero muchos espacios abiertos que daban al hermoso mar.  Will siempre había amado el mar, pero este era mucho más hermoso que las frías olas de agua gris a las que estaba acostumbrado.

El embarazo era una molestia vaga, las náuseas no se habían detenido, pero apenas le importaba. Estaba sólo con su esposo en medio de la nada. Atrapado como estaba ahora, entre sus labios y la suave superficie de su manta favorita. Tenía que llevarla, OmegaComfort sabía lo que hacía, necesitaba sus pequeños nidos para relajarse, y nada era más suave.  Tenía mucho calor, no sabía si por la manta, pero sospechaba que tenía que ver con la combinación entre el ambiente húmedo y los besos que Hannibal dejaba desde su pecho hasta su miembro erecto.

¿Las lunas de miel estaban siempre llenas de sexo? No lo sabía, y no le importaba mucho. Le gustaba, no, le encantaba el sexo con Hannibal. Era maravilloso a todos los niveles, apasionado, caliente, y extremadamente cariñoso. Dejó escapar un gemido de sobrecogimiento cuando Hannibal lo metió entero en su boca. Sintió las manos de su esposo, una firmemente plantada en su cintura, evitando separarse entre los movimientos compulsivos de Will, mientras que la otra lo separaba descaradamente, aprovechando lo húmedo que estaba.

—Hannibal… por favor.

—Por favor ¿Qué? —Lo molestó Hannibal, sonriéndole mientras disfrutaba de su sabor, relamiéndose los labios.

—No seas así…

—Dime lo que quieres, Will. —Susurró besándole el cuello. Will rodeo el suyo con brazos de goma, jadeando.

—Te quiero dentro, Hanni… por favor…

—Te amo, Will. —Susurró, no le dio tiempo de responder, besándole de nuevo y separando sus piernas lo suficiente para acomodarse entre ellas, la punta ardiendo de su propia virilidad presionando contra Will de forma casi cruel. Will soltó un quejido suplicante y observó los ojos de Hannibal oscurecerse por el placer.

Cuando decidió hacerlo, pudo tomar un segundo o un año, el calor de su miembro quemó a Will por dentro, aferrándose a las sábanas y curveándose en total ofrecimiento. Hannibal tatuó aquella imagen en su memoria, deslizando sus manos por su cuerpo sudoroso mientras comenzaba un vaivén lento pero profundo en su cuerpo.

No se cansaría nunca de ver a Will derretirse entre sus dedos, llenando su vida de la música lúdica de sus gemidos mientras se fundían en uno solo. No, lo amaba demasiado, tanto que le dolía el pecho, tanto que podría morir, pero no lo haría. No lo dejaría solo, no lo dejaría ir. Le besó el cuello y los hombros un sinfín de veces mientras continuaba bombeando firmemente, follándolo contra la cama con precisión quirúrgica. Will tenía la mirada nublada y no podía expresar nada coherente, así que dejó de intentarlo.

Cuándo el calor de su pelvis fue mucho para controlarse se vino en un hilo de voz que escapo quebrado de sus labios súbitamente secos. Hannibal lo sintió tensarse a su alrededor, mordiendo suavemente la marca de su cuello mientras gruñía desde lo más profundo del pecho y se venía también, llenándolo de esperma caliente que le arrancó al castaño un gemido más.

Hannibal salió suavemente de su cuerpo antes de colapsar sobre su pecho, disfrutando la suavidad de su piel. Will suspiró satisfecho, acariciándole cariñosamente la cabeza mientras trataba de regular su respiración errática, si se concentraba podía sentir su semilla caliente corriendo por sus muslos, la sola idea podría provocarle otro orgasmo.

Hannibal no habló hasta que ambos estuvieron más relajados, reptando hasta las almohadas y acariciándole la espalda cuando se recostó a su lado.

— ¿Qué quieres hacer hoy, Mylimasis?

—Lo que quieras. —Respondió sonriéndole. De pronto estaba muy cansado como para pensar en el turismo de su pequeño Edén. — Podríamos quedarnos aquí, en cama todo el día, ver una película…

—Te llevo del otro lado del mundo a un paraíso tropical y quieres quedarte en cama a tener relaciones sexuales todo el día… —Will se sintió ligeramente culpable, pero Hannibal parecía más divertido que ofendido. — No estoy quejándome, en realidad e agrada. Encuentro tu naturaleza no sólo excitante, también extremadamente adecuada para un Omega joven y recién casado.

— ¿Qué significa eso?

—Que me gusta saber que te gusta hacerlo conmigo.

—Me encanta. —Aseguró Will, besándole los labios.

Su intercambio fue cómodo, besos perezosos limpiando el sopor post orgasmo que flotaba en el ambiente. Will tenía mucha hambre, pero no dijo nada hasta que Hannibal sugirió comer algo.

—Quédate en cama, te traeré el almuerzo.

—Puedo ayudarte…

—De ninguna manera, Will, déjame consentirte.

—Eso valdría como argumento si no fueras así conmigo siempre.

—Quiero consentirte siempre, cumplir cada capricho tuyo, mi vida…

—Hannibal… —Susurró avergonzado. El mayor le besó las mejillas antes de ponerse de pie. Will lo miró detenidamente mientras se cubría con un pantalón negro deportivo, una lástima, prefería a Hannibal desnudo por ahí, con sus piernas gruesas y su miembro deliciosamente a la vista, como una promesa de una segunda ronda para la que estaría listo en minutos. Sin embargo se acurrucó en la cama, ronroneando contra la suavidad de su manta mientras el calor y el suave aroma a huevos y tocino llenaba la casa. Consideró ponerse de pie, en verdad lo hizo, pero no lo logró, si acaso se incorporó para evitar quedarse dormido, realmente quería desayunar. Estiró la mano para ponerse un par de calzoncillos y se estiró una vez más antes de ir al baño, necesitaba lavarse la cara o se quedaría dormido. Se aseó un poco del sudor de su sexo matutino y se miró en el espejo.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que estaban ahí? 2 meses, cuando mucho, Will había perdido la cuenta pasada la semana. Se estaba divirtiendo tanto que no había notado su vientre, creciendo y redondeándose sobre su cuerpo, pero no debería ser tan grande, es decir, apenas tenía unos 3 meses de embarazo. No que supiera mucho sobre el embarazo. Hannibal no había dicho nada, probablemente no había nada de qué preocuparse. Volvió a su habitación a tiempo para ver a Hannibal entrar con una mesita de madera con huevos revueltos, tocino, jugo de naranja y fruta fresca.

— ¿Todo bien?

—Perfecto. —Respondió, estaba muriendo de hambre, Hannibal lo observó comer mientras bebía una taza de café. 

—Creo que últimamente como mucho. —Dijo Will a medio plato de huevos, Hannibal se rio.

—Es normal, después de todo estás esperando.

—No pensé que me daría tanta hambre hasta acabar el primer trimestre. —Señaló, su rostro una mueca de preocupación mientras su mano se deslizaba a su pequeña barriga. A Hannibal parecieron brillarle los ojos ante aquello, llevando su propia mano ahí y gruñendo satisfecho.

—Si te preocupa iremos al doctor en cuanto regresemos a casa, Will.

— ¿Cuándo será eso? No tengo idea cuanto tiempo llevamos aquí para empezar.

—Unos dos meses, nos quedan dos semanas aquí.

— ¿Puedes no ir a trabajar dos meses?

—No te preocupes por mis asuntos Will, deje todo resulto. No siempre sales de luna de miel, hay que aprovechar antes de que estés más avanzado y no podamos viajar.

—Sí, creo que sí.

Dos semanas más, podría estar ahí toda su vida, ni decir dos semanas. Ese día se perdió caminando en la playa, disfrutando de la caricia del mar y la arena entre sus dedos. Vieron una película, comieron algo más, y luego hicieron el amor de nuevo, bajo la trémula luz del atardecer.  Sin duda lo más fácil había  sido acostumbrarse a dormir con los brazos de su Alfa rodeándole posesivamente toda la noche.

A menudo se levantaba temprano, mucho antes que Hannibal, que debía estar mucho más necesitado de unas vacaciones de lo que admitía. Iba hasta el mar, nadaba un rato y luego volvía, a veces charlaba con las personas de la isla que hablaban inglés, probablemente por su pequeña población muchos jamás habían visto un Omega masculino, así que Will frecuentemente recibía flores y frutas, de la misma manera que cualquier mujer embarazada lo haría entre ellos.

A Hannibal, claro, aquella idea no le gustaba ni un poco. ¿Qué no podían olerlo sobre Will? Hannibal no era un Alfa especialmente violento aunque sí posesivo, pero aquellos regalos despertaron algo primitivo en él que no estaba satisfecho con la marca que Will lucía en el cuello. Aunque discreto al principio Will rápidamente se dio cuenta de sus intenciones cuando más frecuentemente terminaba de hacerle el amor para venirse copiosamente sobre su cuerpo marcando su territorio de forma tan animal que lo hizo sentir intranquilo. Por suerte no podía ver a su esposo “marcando” alrededor de la casa para alejar a los extraños.

No que Will fuera coqueto, no tomaba el sol cuando estaba a solas, no se quitaba la camisa ni para nadar, más que nada preocupado porque su bebé estuviera expuesto al sol. Pero Hannibal no relajó sus medidas por el resto de su viaje, la luna de miel tenía un propósito completamente nuevo, hacer a Will tan suyo que nadie podría estar cerca de él sin olfatear su esencia de Alfa en todo su cuerpo y saber que tenía dueño.

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Cuando volvieron a casa Will se sentía tan relajado y feliz que no le importó llegar dos horas más tarde por el atraso de su vuelo. Cuando finalmente estuvieron instalados  Mischa terminó de exprimirles y decirles lo mucho que los había extrañado, Will la abrazó cariñosamente.

— ¿Qué te parece la isla Will? ¿No es hermosa? Hannibal te llevó a ver las aves ¿verdad?

—Sí, claro que sí, eran muy hermosas, aunque me hubiera gustado ir a pescar…

—La pesca recreativa es ilegal en nuestra isla. —Dijo Hannibal mientras revisaba la correspondencia.

—Lo siento, Will. Podemos ir de pesca un día, jamás lo he intentado.

— ¿En serio? Es divertido, yo te enseñaré.

—Eso me gustaría, ahora tengo que irme, Beverly me invitó a tomar un café. —Dijo sonriendo.

— ¿En serio? Excelente. — Respondió Will emocionado, Mischa sonrió apenada mientras tomaba las llaves de su auto. — Pórtense bien.

—Nunca.

—Will, tú y yo también nos vamos.

— ¡Pero si acabamos de llegar! —Dijo confundido. — ¿A dónde?

—Llamé a mi amigo Jerard. Él es obstetra, se especializa en embarazo masculino así que quiero que te dé una buena revisada antes de volver a trabajar.

—Oh, Hanni…—Desestimó Will. — Estoy bien, sólo es un bebé.

—No es sólo un bebé, Will, es nuestro, o nuestros cachorros. —Expreso seriamente. — Es importante no descuidar tu salud y tomar todas las precauciones. La primera camada siempre es la más difícil.

—Vale, si te da algo de paz iremos. Me cambiaré los zapatos.

—Gracias, cariño.

—Pero nada de ponerte todo Alfa conmigo cuando ese doctor este manoseándome.

Hannibal no había pensado en eso.  Will sonrió con malicia, midiendo el impacto de sus palabras mientras subía a cambiarse los zapatos. Sabía que Hannibal mostraba algunas tendencias muy dominantes, especialmente desde su embarazo, pero tener un obstetra era de lo más normal en esos días. Realmente no podía imaginarse a alguien tan comprometido con la salud como Hannibal negarse a que su pareja recibiera atención médica. Pero especialmente no podía imaginarse a sí mismo dando a luz en el baño de su casa porque su esposo no quería que otro Alfa lo tocara.

—Listo.

—Sube al auto. —Respondió su esposo con sequedad, la sonrisa en los labios de Will sólo se ensancho, haciendo lo que se le ordenaba. Fue un trayecto largo y tenso. Will se distrajo cambiando la estación de radio y acariciando su pequeño vientre mientras Hannibal murmuraba entre dientes a su lado. En realidad, y a pesar del miedo, estaba muy emocionado por tener hijos. Y sobre todo por darle a Hannibal cachorros, una pura muestra de afecto para él y una tajante seña de su virilidad para el Alfa.  Esperaba tener un cachorrito, sabía que lo más normal entre los Omega era tener 2 por camada así que la idea de tener gemelos también le hacía ilusión.

El consultorio estaba en una parte elegante de la ciudad, Will observó emocionado los folletos sobre prevención de enfermedades en recién nacidos mientras Hannibal anunciaba su llegada. Podían pasarles cosas terribles a los niños, tendría que ser extremadamente cuidadoso con sus cachorritos.

No esperaron mucho tiempo, una enfermera los hizo pasar y en una oficina un hombre de aspecto amable les saludo.

—Buenas tardes, Hannibal.

—Jerard, recuerdas a mi esposo.

—Por supuesto, encantado de verte por aquí, Will. —Le ofreció la mano y Will la estrechó, nervioso.

—Gracias… — Pensaría que no habían tardado nada. ¿Eso era algo malo? Es decir, estaban casados. No, los Omega quedaban embarazados todo el tiempo, y con frecuencia en cuanto sus lazos se formalizaban, no era raro que tuvieran hijos en sus primeros años de matrimonio. Respiró profundamente mientras se sentaban en una fría mesa de revisiones.

—Así que estamos esperando cachorros, ¿eh? ¿Es tu primera camada Will?

—Sí.

— ¿Qué edad tienes?

—25…

—Es una muy buena edad para comenzar. —Dijo el doctor, anotando en una hoja, Will intentó inútilmente tratar de ver lo que escribía. — ¿Tienes alguna enfermedad crónica, hereditaria o autoinmune?

—No que yo sepa.

—Necesitaré tu historial médico previo.

—Claro.

— ¿Has estado embarazado con anterioridad?

—No, es mi primera vez…

—De acuerdo.  —Abrió un armario y saco un par de guantes y una botellita de gel. Hannibal retrocedió un poco mientras el hombre encendía un par de máquinas conectadas a su computadora, la pantalla frente a Will se tiño de negro y algunas motas de gris. Mientras el sistema iniciaba Will fue levantado, pesado y medido en altura y en el tamaño de su vientre. Le preguntó la fecha de su último celo y anotó de nuevo. — Deberías tener unos 3 meses y medio, tu peso está bien.

—Me siento un poco… grande.

—No es algo de lo que debas preocuparte, recuéstate.

Will obedeció, sintió las frías manos enguantadas desabotonar su camisa rápidamente y Hannibal se tensó a su lado, un gruñido instintivo escapó de su pecho.

—Está bien, Hannibal, respira, para algunos Alfa es difícil las primeras veces, te acostumbraras cuando tengan más crías.

—Ajá. —Will lo vio respirar profundamente y estirar los dedos para calmarse, sonrió divertido y le mando un beso. Hannibal se relajó un poco más, su rostro ahora fijo en la pantalla. Will casi gritó de sorpresa cuando el gel frío cubrió su vientre y el médico comenzó a presionar una extraña maquina contra su piel.

—Veamos, ajá… Ajá esto es tu útero, todo luce bien… ah ya veo.

— ¿Qué?

—No eres especialmente grande Will, pero sí creo que crecerás mucho más cuando tu embarazo avance. —Will lo miró confundido. — Si, miren esto. ¿Aquí hay una cabecita? Ok, ahora si nos movemos un poco. —Movió la palanca y Will gimió suavemente, pero sin despegar los ojos de lo que parecían ser sus hijos. — Sí, tenemos tres cachorritos aquí. No están mal de tamaño, pero creo que deberíamos considerar enviarte algunos suplementos alimenticios, vitaminas y una dieta alta en hierro.

—Espere ¿Tres? —Preguntó Will, mirando la pantalla incrédulo. — Eso es imposible, nadie en mi familia ha tenido múltiples jamás.

—Esto es increíble. —Susurró Hannibal, una sonrisa de orgullo total cruzando su rostro, tan satisfecho que no podía esperar a dejarle saber a todos su fortuna.

—Pero, ¿no es raro?

—Es poco común, incluso para un Omega, pero no es imposible. Serás un poco más grande y probablemente crecerán un poco menos que un bebé normal. — Le dijo el hombre sonriendo amablemente. — Asumo que van a querer una copia de esto.

—Queremos tres. —Dijo Hannibal emocionado.

—Eso parece muy apropiado.

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—Estás muy feliz…

— ¿Tú no? —Canturreó Hannibal mientras salían del consultorio, su mano envolviendo a Will posesivamente mientras sonreía como un tonto. Will no pudo evitar devolverle la sonrisa.

—Estoy…sorprendido. Hannibal, esos son muchos bebés.

— ¡Lo sé! Tres cachorros, en nuestra primera camada… cielos tengo que decirles a tantas personas. Le diremos primero a Mischa, luego a tu padre y a mis tíos.

—Para eso querías tres copias.

—Claro, pienso enviarles una cada mes, quiero que estén al pendiente de nuestros cachorros hasta que puedan visitarlos… Tres cachorros.

Se detuvieron para subir al auto, pero Will pronto estuvo atrapado por debajo de Hannibal, recibiendo sus besos que sabían a la emoción que reflejaba su rostro, sonrió tímidamente cuando lo dejó ir.

—Eres una maravilla, Will. Te amo.

—Te amo… Incluso cuando te pones un poco loco…

—La gente como yo jamás enloquece, Will. — Le aseguró el Alfa, abriéndole la puerta. — De lo contrario le habría arrancado la cabeza a Jerard por tocarte… Nadie más que yo debería estar lo bastante cerca para olerte.

—Hannibal, sólo tú quieres olerme.

—No te das cuenta, pero es imposible no percibirlo, es dulce, es el más concentrado olor a fertilidad. —Sacudió el cabeza, claramente distraído, luego sonrió de nuevo y dijo encendiendo el auto. — Tres cachorros… ¡Tres cachorros!

Tres cachorros, repitió Will en su cabeza. Su vida había cambiado muy drásticamente. En poco más de un año lo habían apuñalado, había terminado su relación con Matt, empezado una con Hannibal, se había casado y ahora tendría 3 hijos. Eso era una locura. Había deseado sentirse más Omega, había deseado entregarse a esa naturaleza, formar una familia, pero todo sucedía muy rápido y estaba preocupado.

Asumió que esa era la parte sobre los Omega que no lograba dominar, cualquiera sabría que su Alfa se haría cargo de todo, que no debería preocuparse de nada, nunca más. Pero Will se preocupaba, definitivamente le tomaría más tiempo cederle todo el control a Hannibal y limitarse a existir.


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