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Viviendo con el Instinto por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Les dije que les iba a dar razones para odiar a Murasaki, para los que no me creyeron ahí le va la prueba XD Pero no me odien!

4.- Visita Familiar

Cuando Will cumplió 4 meses ya tenía la talla de alguien a la mitad de su quinto mes. Estaba un poco preocupado, claro. Aun sí comía el doble, tomaba suplementos,  y obedecía a Hannibal, que insistía en tenerlo en reposo, la verdad es que la cosa se estaba poniendo peliaguda. Al parecer no aumentaba mucho de peso y sufría una leve anemia. Hannibal había introducido a su dieta cada alimento con Hierro conocido por el hombre y sin embargo Will se sentía más y más débil al paso de las semanas.

Jerard tampoco era de mucha utilidad, sus exámenes aparecían normales, igual que sus niveles de azúcar. Los cachorros tampoco estaban mal, subían bien de peso y crecían, pero le preocupaba que Will sufriera alguna descalcificación a largo plazo. Will tomaba tantas pastillas y vitaminas que para cuando terminaba cada mañana menos ganas tenía de comer.

Su entusiasmo, sin embargo, permanecía intacto. Al fin se había acostumbrado a las frecuentes llamadas de su padre, a ocuparse de los asuntos de la casa y había desarrollado el pasatiempo de hacer anzuelos de pesca desde cero. Era algo aburrido pero que ocupaba su mente durante horas de forma un poco más productiva que los libros. Bev le había sugerido aprender a tejer o a bordar, pero luego de pincharse los dedos y terminar con una bufanda que parecía salida de una trituradora de basura termino por desistir.

A Hannibal todos esos tiernos pasatiempos le agradaban, Will era más sumiso y más pasivo cada mes, y si bien le gustaba la fuerte personalidad que su Omega conservaba, especialmente durante el sexo, en el fondo era un Alfa orgulloso y anticuado y sentirse en control era algo que no podía resistir. Claro que estaba un poco preocupado, Will estaba delgado y su aroma ahora tenía el cobrizo toque de la fiebre, pero esta nunca llegaba. Le hacían pruebas y tenía buena salud, igual que sus cachorros. Tal vez simplemente debían acostumbrarse a lo complicado que era un embarazo múltiple, incluso entre los Omegas. Cualquier embarazo con más de dos crías era considerado de alto riesgo y había una gran posibilidad de que sus hijos nacieran prematuramente, entre el séptimo y el octavo mes de gestación.

Pero todo saldría bien, todo quedaría olvidado cuando tuvieran a sus hermosos cachorros en sus brazos. ¿Necesitarían una casa más grande? Actualmente tenían 6 habitaciones, incluyendo las que ocupaban ellos y Mischa. Podrían sin problema darle su propia habitación a cada uno, pero fue cuando pensó que podría querer tener más hijos. Tal vez unos 3 más. Sí, 6 es un número muy decente para una pareja joven. Tal vez más si Will estaba de acuerdo. Mischa parecía tener el mismo interés en tener hijos que en lanzarse por la ventana del piso 45 de un rascacielos, así que si el nombre Lecter viviría tendría que ser a través de él. ¿Podrían hacerse cargo de todos esos cachorros? Claro que sí, el dinero no era un problema.

Sonrió orgulloso mientras se aflojaba la corbata, satisfecho de estar en casa. Sus crías no tendrían que preocuparse nunca, él les daría todo, cuidaría que su vida y la de su precioso Omega fueran siempre cómodas y perfectas. Hablando de perfección. ¿Dónde estaba Will?

No estaba en la cocina, ni en la sala de estar, ni en la biblioteca. ¿Habría salido? No sin avisarle. Lo encontró cuando subió a su habitación. Profundamente dormido sobre su costado izquierdo, envuelto en lo que parecían ser sus 3 mantas de Omega enredadas entre sí para formar un complejo nido. Parecía realmente cómodo y caliente. Will respiraba acompasadamente, su boca entreabierta y su cabello acariciándole el rostro. No sería un monstruo despertándole, incluso si lo que más deseaba era pasar tiempo juntos. Bueno, tendría que bastarle con eso. Se acurrucó contra la orilla del nido, acomodándole un cabello rebelde detrás de la oreja, Will parecía realmente cansado.  El teléfono sonó y lo levantó casi de inmediato, saliendo de la habitación para no molestar a su esposo.

—Residencia Lecter.

—Hannibal, buenas tardes.

—Tía, que placer escucharte. ¿A que le debo este honor?

—Tú eres siempre quien nos llama, Hannibal, creí que lo más adecuado sería mostrarte la misma cortesía. ¿Cómo te encuentras?

—Bien, estoy un poco preocupado por Will.

— ¿Ha tenido algún problema con sus crías? — A través del teléfono Hannibal no pudo percibir el leve tono esperanzado en la voz de su tía.

—En lo absoluto, crecen fuertes y saludables, gracias, pero me temó que se encuentra delicado, me preocupa mucho que haga cualquier esfuerzo, apenas se estaba acostumbrando a atender la casa, no quisiera que eso le signifique esfuerzo adicional.

—Si gustas puedo ir a ayudarles, Hannibal.

—No quisiera molestarte.

—Oh, no sería ninguna molestia, me haré cargo de la casa mientras Will descansa, además visitarlos me haría inmensamente feliz, tu tío saldrá de viaje y temo que estaré muy sola aquí sin él.

— ¿No sería pedirte un gran favor?

—Por el contrario, me encantaría ayudarlos.

—Es una buena idea, estoy seguro que a Mischa le encantará tenerte aquí.

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— ¿Hiciste qué?

—Invité a mi tía Murasaki para que cuide de ti, Will.

— ¿Por qué? — Expresó sorprendido e irritado. ¿Qué Hannibal  no lo creía capaz de cuidarse a sí mismo?

—He notado lo cansado que estás, Will. Llevar 3 cachorros dentro es muy delicado, creo que lo mejor sería que delegues algunas tareas a alguien que pueda acoparse de la casa y de ti, mi tía Murasaki era enfermera antes de casarse.

—Hannibal, no necesito ayuda de nadie más, tú y Mischa me ayudan mucho… —Se defendió, no quería a esa mujer en su casa, mucho menos quería que ella tuviera cualquier poder sobre él.

—Will, por favor, sé que es algo complicado, pero ofrecerle este tipo de ayuda a un Omega joven es completamente normal, y tú no estás acostumbrado a mi estilo de vida, no quiero agotarte.

—Hannibal, por favor.

—Will, se razonable y dame gusto. — Le pidió. Will pudo percibir en su voz una nota de impaciencia. Se supone que los Omega hacen lo que su Alfa les pida… Suspiró y asintió suavemente, si bien tenía muy mala espina, ese instinto que desarrolló desde niño y que le sirvió mientras trabajaba en la fuerza. Pero había renunciado a todo eso para ser un buen Omega, así que se rindió. — Excelente, me encargaré de preparar una habitación para ella, descansa aquí, cariño.

Hannibal le besó la nariz antes de salir de la habitación, Will se acurrucó contra su nido de mantas de nuevo, bastante más preocupado de lo que estaba cuando despertó. De más está decir que no pudo volverse a dormir.

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La casa había sido cuidadosamente pulida y surtida para la llegada de Lady Murasaki por ahí de cuando Will cumplió los 4 meses y medio de embarazo. Estaba irritable, pesado, tenía nauseas,  hambre y toda clase de antojos ridículos todo el tiempo, de lo que menos tenía ganas era de tratar con la fría y calculadora tía de Hannibal que por algún motivo lo odiaba.

Porque eso hacía, lo odiaba intensamente, podía sentirlo en sus ojos, la cosa no mejoró cuando estuvo instalada en su casa. Mischa y Hannibal parecían encantados con ella, Will tenía que admitir que la mujer era algo que no se ve todos los días, si así se educaba a una Alfa en Japón no tenía idea como debían ser los Omega. Lady Murasaki, sin importar la hora del día, siempre lucía impecable, con el largo y brillante cabello negro perfectamente peinado, usando algún elegante kimono o una bata de seda. Siempre con la piel perfecta, limpia, maquillaje natural sólo para realzar una cara hermosa y apenas afectada por la edad.

Hablaba con un perfecto inglés, una voz suave y se movía sin hacer ruido por la casa. A Will le parecía un fantasma cuando aparecía de la nada a la vuelta del corredor o la descubría mirándolo desde algún rincón con sus ojos fríos fijos en él. No le agradaba, ni un poco. Pero era la única familia de su esposo, y si había soportado 4 años de los padres de Matt enviándole postales llamándolo Quill podría soportar una Lecter más, perfeccionista y excéntrica como sus sobrinos.

Pero Will había subestimado el odio de aquella mujer por él, odio que se le antojaba injustificado, y es que su amable y educado exterior se desvanecía en el momento que estaban a solas.

Al principio Will creyó que estaba exagerando, que estaba viendo cosas dónde no había nada, y no quiso hacer comentario alguno. Apagaba el horno, dejando la cena dentro y cuando Hannibal llegaba a casa estaba carbonizada e imposible de comer. O aquella vez que un calcetín de color rojo se coló con la ropa blanca y arruinó la camisa favorita de Hannibal y la ropa interior de Mischa en una sola lavada. Will recordaba separar cuidadosamente la ropa antes de meterla, y ahora de algún modo había 1400 doláres en daños por su culpa.  Will lavaba la ropa desde que vivía con Matt, no era difícil, no cometería esos errores.

Hannibal no parecía molestarse, no al principio. Los errores en la cocina eran cada vez más frecuentes, exceso de sal en la sopa, comida quemada o cruda, pero los atribuía a la falta de experiencia de Will. Dos semanas después, cuando cumplió su 5 mes de embarazo se dio cuenta de que no se trataba de él en lo absoluto.

Era ella, siempre ella. Si salía de la cocina y ella entraba al minuto siguiente la sopa estaba arruinada. Si limpiaba una habitación y no la veía en ninguna parte al volver todo estaría fuera de lugar. Se movía silenciosa detrás de él. Y peor aún, le hacía notar sus errores a Hannibal todo el tiempo. Tanto los que ella planeaba como los que Will estúpidamente cometía.

“Oh Will, no puedes servir ese vino con la cena” Decía con un tono burlón que le calaba a Will hasta los huesos. “Oh, Will, sí, tus rizos son bonitos, pero… ¿No has pensado cortarlos para lucir un poco menos desaliñado?”

—No, no realmente. — Respondió Un día, cansado de escuchar que un buen Omega siempre debe lucir perfecto. — Si tiene algún problema con mi apariencia apreciaría que me lo haga notar ahora mismo.

—Pues, si tanto interés tienes. —Dijo sonriéndole. A Will no le gustaba nada su sonrisa. — Tu cabello está demasiado largo y las puntas abiertas, no deberías usar esas horribles sandalias por la casa, podrías usar un poco de crema humectante  en los brazos, especialmente los codos, y tus uñas están muy largas. Eres muy flacucho considerando que estás intentando tener hijos, tres. No me hagas reír, alguien como tú seguramente no va a llegar a los 7 meses…

—¿Cuál es su maldito problema? — Respondió irritado. — No  crea que no veo lo que hace, ¿cree que puede sabotearme? ¿Qué soy un idiota y no me daré cuenta? No tiene ningún derecho a meterse en mi vida.

—No me hables, así, niño. —Espetó la mujer, mirándolo con repulsión, la sangre de Will hirvió. — No tienes idea de con quien estás tratando.

—Oh, usted no tiene idea de lo mucho que va a dolerle mi puño en la cara. — Gruño Will, justo cuando Hannibal y Mischa entraban a la habitación.

— ¿Qué está sucediendo?

—Es tu Omega, Hannibal. Claramente no fue bien educado cuando era un niño, comenzó a gritarme…

—Hannibal, yo no…

—Tía, estoy seguro que el mal humor de Will es producto de su embarazo, es un momento difícil y sus hormonas están muy agitadas… —Lo defendió Hannibal con suavidad. Pero Will no estaba satisfecho.

—Hannibal, ¿podemos hablar en privado?

No esperó su respuesta, Hannibal se disculpó antes de seguirlo.

—Esa… mujer está poniéndome a prueba, Hannibal.

—Will, mi tía sólo quiere ayudarte, estás afectado por tus hormonas, y estás débil, tal vez lo mejor sea dejar que ella se ocupe de la casa.

— ¿Qué? Y ¿Qué se supone que yo haga todo el día?

—Sólo descansar, asegurarte de que nuestros cachorros estén bien.

—No lo entiendes, Hannibal, ella me odia. He preparado esa estúpida sopa por meses ¿Y ahora me paso de sal? Por dios Hannibal, no soy un tonto. Ella está haciéndome quedar mal.

—Will, estás actuando como una persona irracional. ¿Por qué mi tía querría hacerte daño? No estoy molesto contigo por cometer errores, cariño, pero culpar a otros por ellos parece algo infantil.

—Hannibal… no hablas en serio. —Gruño ofendido.

—Por favor, sólo intenta llevarte bien con ella, es malo para los cachorros que estés así de tenso.

—Púdrete. — Escupió Will antes de encerrarse en su habitación. Hannibal parecía irritado pero se limitó a culpar a su embarazo. Ya lo pondría en su lugar más tarde.

Will se negaba a comer nada que fuera preparado por Lady Murasaki, algo le decía que aquella bruja japonesa planeaba envenenarlo, poner pastillas en su comida, tal vez no quería matarlo, sólo hacerle perder a sus bebés. No, no iba a darle la oportunidad. Hannibal atribuía su comportamiento paranoico a su embarazo, mientras sus hijos crecían y se movían dentro de Will este insistía en comer aquello que el mismo preparaba, sin importar que su Alfa insistiera en que compartieran la misma cena.

La cena, la cena era la peor hora del día. Era la hora de hacer notar todas sus faltas. Si ya no había jabón de platos era su culpa por no comprar 3 botellas antes de que se terminara. Si se le ocurría usar la faja de embarazo era malo para los niños, ponía presión extrema en ellos. Pero sí aquella mujer hacía algo él no podía opinar o de inmediato Hannibal le lanzaba una mirada reprobatoria. Tenía que respetar a su tía, era como su madre, le decía. Will vivía con el permanente deseo de golpearla en el rostro. Destrozar sus perfectos dientes blancos y dejarle su bonitas mejillas moradas y sangrantes.

Por hoy ya no pensaba pelear. Estaba cansado, no soportaba los pies ni el peso de su vientre. Hannibal ahora le prohibía usar la mencionada faja, hasta que supiera si era o no buena para los niños, así que soportaba el sólo casi 4 kilos de niños mientras trataba de mantenerse activo. Los pies le dolían, tenía los tobillos hinchados y sinceramente apenas podía pensar en algo más que ducharse cuando se preparaba por las mañanas. Lo único que quería era acurrucarse en su nido, mantas, sábanas, almohadas, una fortaleza que había construido a lo largo de un mes en una esquina de su habitación. Era su refugio de la luz, del ruido, del dolor y de aquella horrible mujer.  Todo ahí era perfecto, el calor, la suavidad, cada objeto colocado meticulosamente para cuando Will se acurrucaba ahí por las tardes.

Aquél comportamiento era sumamente común en los Omega, especialmente en los que estaban esperando o tenían niños pequeños, era un instinto maternal que tenía siglos de antigüedad. No era raro encontrar nidos como ese en cualquier casa con un Omega, y si algo sabían todos los Omega es que no te metías con el nido de otro. Era íntimo, personal, como leer el diario de alguien o leer su correspondencia.  Alana le había mostrado su propio nido, una especia de tienda llena de pequeños cojines que ella misma tejía. Su Alfa, Margot, no comprendía del todo la necesidad de ese nido, pero al igual que Hannibal respetaba el tiempo que su esposa pasaba ahí, simplemente relajándose. Según Alana el que su nido se volviera más complejo era una buena señal, significaba que se sentía cómodo en su ambiente y que estaba cediendo a sus impulsos más sumisos y dulces.

Así que Will estaba muy orgulloso de aquél nido. Era especial, era una señal de que efectivamente podía ser un Omega normal a pesar de los años tomando supresores y fingiendo vivir como un Beta. Significaba mucho para él. Así que cuando decidió recostarse ahí un rato antes de que Hannibal subiera esperaba disfrutar de un rato a solas.

Pero no pudo hacerlo. La esquina que había dedicado para eso estaba casi igual. La luz del atardecer entraba por la ventana y tanto el sillón como la lámpara que usaba como base para su techo estaban ahí, pero todo lo demás había desaparecido. En su lugar quedaban tres montones de objetos blancos, perfectamente doblados, planchados y con aroma a limpio. Will los miró atónito y soltó algo parecido a un chillido, como si le hubieran apuñalado el pecho. Salió hecho una furia de su habitación.

Azotó la puerta y dio zancadas tan fuertes que cuando entró a la sala de estar, dónde Hannibal estudiaba sus notas, Mischa leía una revista y Murasaki bordaba un pañuelo, su Alfa estaba ya de pie, mirándolo confundido por el maremoto de emociones que recibía por medio del vínculo.

— ¡USTED! — Gritó caminando hacia Murasaki, la mujer permaneció calmada, si acaso Will la notó algo divertida, lo que sólo logro enfurecerlo más, habría saltado sobre ella si Hannibal no le hubiera tomado por los hombros.

—Por todos los cielos, Will, cálmate.

—NO ME PIDAS QUE ME CALME, ELLA LO HIZO. —Gritó Will con los ojos húmedos. Hannibal lo miró preocupado. ¿Qué habría sucedido que había hecho llorar a su precioso Omega?

— ¿Qué sucede cariño?

—Mi nido, Hannibal. — Gimió. — Ella lo destrozó…

— ¿Hablas en serio? — Preguntó Mischa levantando la vista, tal vez porque ella no era un Alfa entendía mejor lo importante que ese raro montón de mantas era para Will.

—Tía, ¿podrías explicarte? — Preguntó Hannibal amablemente, Will quería oírlo gritarle, enfadarse. Entonces lo notó. Ella se transformaba frente a Hannibal, desvió la mirada al suelo y parecía afligida y confundida.

—Oh, Hannibal no tenía idea, tan solo creí que era un montón de ropa vieja y sucia que Will acumulaba por ahí. — Siempre atacándolo, Will gruño de nuevo, pero Hannibal lo tenía firme entre sus brazos. — Pensé que les haría un favor así que lo levanté todo, lo lave y lo planche.

—No tenía ningún derecho a meterse con mis cosas. — Reclamó Will.

—Debiste preguntar antes de hacer algo como eso, Tía. — Susurró Hannibal, más como una consideración hacia Will que para ella. La mujer frunció los labios, Will juraba que en sus ojos había algo de malicia, pero parpadeo dulcemente mirando a Hannibal con expresión de niña regañada mientras murmuraba.

—Lo siento tanto, no tenía idea. Sólo quería ayudar, pobre Will se lo ve tan cansado, Hannibal, creí que les hacía un favor… No quería molestarlos.

—Pues vaya que es una molestia… No meta la nariz en las cosas de los demás. —Espetó Will. Mischa ahora ponía mucha atención en la escena.  Hannibal iba a decir algo, pero Murasaki se adelantó, ocultando su rostro tras la larga manga de su kimono, dejando escapar pequeños sollozos.

Hannibal se suavizó de inmediato. Mischa estudiaba fijamente a su hermano y a su tía. Algo ahí no estaba nada bien. ¿Cómo es que no se había dado cuenta antes?

—Will, ella sólo quería ayudar…Ella no tenía forma de saber lo mucho que significaba para ti, estoy seguro de que no hubo nada malicioso en sus acciones. —Mischa y Will lo miraron con la misma expresión incrédula y sorprendida. Will sintió como si lo golpearan con un martillo, hasta ahora Hannibal lo había defendido en todas las pequeñas correcciones, pero cuando se trataba de algo importante le habían importado más las lágrimas de su tía que las de su Omega.

— ¿No tenía forma de saberlo? ¿Me consideras tan sucio que el que ella pensara que yo acumulaba basura en nuestra habitación era algo plausible?

—Will, no quise decir eso. —Respondió Hannibal de inmediato, pero Will  ya se había soltado de su abrazo. — Pero no es el fin del mundo, cielo, sólo móntalo de nuevo. Estoy seguro de que será muy gratificante.

—No es tan fácil, me tomó meses que estuviera perfecto… —Gimió el moreno.

—Por favor, Will, estoy seguro que no será problema volver a sentirte cómodo ahí, yo puedo ayudarte, lo dejaremos perfecto para ti.

—No, Hannibal no funciona así. —No creía estar pidiendo algo poco razonable, tenía todo el derecho a estar furioso. — Era mío… era mi refugio…

—Realmente lamento este malentendido Will, estoy segura de que encontrarás otro refugio. — Dijo Murasaki, Will quiso saltarle al cuello. — Se veía tan sucio…

—Estaba perfectamente limpio… — Gruño. — Estaba esperando poner a mis cachorros ahí… No tenía ningún derecho…

—El suelo no es lugar para los cachorros, Will. Para eso tenemos camas y cunas, el suelo es un lugar sucio y polvoso, a no ser claro que quieras causarles alergias y  asma en sus primeros años…— Expreso la japonesa, sonriéndole con amabilidad, como si hubiera destruido algo tan personal sólo para hacerlo quedar mal en ese punto en específico. Hannibal parecía debatirse entre qué lado ponerse y esa simple duda tenía a Will al borde de las lágrimas. Mischa guardaba un silencio muy incómodo mientras trataba de recordar si su hermano siempre se portaba como un perfecto imbécil cuando su tía estaba ahí. Sí, así era.

— ¿Qué jodidos sabe usted sobre dónde puedo o no poner a mis cachorros? No veo que haya tenido muchos, en realidad no veo ninguno por aquí.  —Denunció Will, disfruto de ver su expresión flaquear, una sombra de dolor cruzando su rostro, casi habría sonreído.

—Es suficiente, Will. —El mencionado miró a su esposo sorprendido, Hannibal estaba muy serio ahora, su mano estaba firme en el pecho de su esposo, de forma dominante, a Will le recordó a su padre y eso no le agradaba. — Ya he tenido bastante de gritos, nos iremos a dormir.

—Pero yo…

—Ahora, Will, no te lo voy a repetir.

—Bien. Pero esto no ha terminado. —Dijo gruñendo una última vez antes de seguir a Hannibal escaleras arriba. Miró su esquina, limpia y sin rastros de él y soltó un quejido quedo. Sintió los brazos de Hannibal a su alrededor y se tensó.

—Sé que estás enojado, Will, pero puedes volver a armarlo, más grande, mejor. Compraremos una colchoneta, así los niños no estarán sobre el suelo, tal vez un futón.

—Esto es algo normal… no les sucederá nada por recostarse conmigo ahí. —Dijo Will, rechazando los besos que Hannibal plantaba por su cuello tratando de tranquilizarlo.

—Piensa en las posibilidades, podemos comprar más almohadas, tal vez una colcha.

—No vas a convencerme de que esto es algo bueno. Ella no tenía derecho.

—Dijo que lo siente, Will, te pido que lo aceptes y sigas adelante. —Murmuró Hannibal, sus manos bajando ahora por su pecho hasta su vientre hinchado y sus suaves muslos. Will soltó un jadeo involuntario. — Relájate, te haré sentir mejor…

—No… no vas a usar el sexo para calmarme. —Murmuró, para su vergüenza estaba dando resultados, estaba mucho menos enojado, Hannibal lo inundaba con buenas sensaciones desde la marca. — Eres un tramposo.

—Lamento lo de tu nido. Ahora déjame ser quien te ayude a relajarte para dormir…

Will le sacó la lengua, pero Hannibal sólo sonrió divertido, devolviéndola a su boca con un beso fiero y abandonándola rápidamente para besar su cuello y sus hombros a medida que le quitaba la ropa. Saboreó sus gemidos y el más que embriagante aroma de su embarazo mientras dejaba un sendero de besos entre sus pezones, bajando por su vientre y sonriendo para su legado. No podía dejar de notar que los brazos de Will estaban un poco más delgados y que de sus caderas sobresalían los huesos, Will no estaba ganando peso.

—No me mires así. —Le pidió, mirándolo suplicante. Hannibal se sacudió el miedo.

—Así ¿cómo?

—Cómo si fuera a desaparecer, estoy bien… —Dijo sonriéndole. — Ellos están bien, los sentí moverse hoy.

— ¿En verdad? ¿Y no me dijiste nada? Que grosero, Will. — Dijo como un juego, saboreando su nombre en sus labios.

—No, pensaba guardarme un poco de felicidad…

—Lamento lo que sucedió, cree en la sinceridad de mis palabras, fue muy desafortunado.

—Ella lo hizo sabiendo lo que pasaría…

—Will, por favor, no hagas esto. — Murmuró resoplando exasperado. Se sentó en la cama, ahora muy molesto como para continuar. Will captó el mensaje, y estaba también bastante irritado como para rogarle perdón a su Alfa “como buen Omega”. — Will, ven a la cama.

—No. Tengo mucho que hacer, meses de trabajo que recuperar. —Explicó señalando el suelo frente a él.

—Ven aquí, cariño. —Llamó el rubio una vez más. Will titubeo, pero eventualmente volvió a la cama. Estaba molesto y también su esposo.  Pero Hannibal jamás le haría daño, al contrario, paso un tiempo casi tortuoso preparándolo, besándole  casa centímetro de piel blanca hasta que su expresión hostil desapareció de su rostro.

Mordió suavemente un pezón rosado y Will gimoteo, Hannibal retrocedió preocupado.

— ¿Te hice daño?

—No, están muy sensibles estos días.

—Es perfectamente normal, estás preparándote para amamantar. — Explicó Hannibal sonriéndole, aunque a Will la idea no le emocionaba especialmente. Hannibal no lo dejó distraerse mucho con ello, muy ocupado en asegurarse de que no le haría ningún daño cuando se ensartará completamente en su cuerpo una y otra vez hasta hacerlo casi llorar de placer.

Estaba enojado, y estaba muy muy herido por su nido. Pero tenía que admitir que el sexo de esa noche fue mucho mejor de lo que ambos esperaban.

Notas finales:

Gracias por leer y a todos los que dejan comentarios, hago lo posible por responder.


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