Adivina Quién: Defensiva
A veces el tiempo no soluciona, destruye.
− ¿Eres Ryuzaki? – preguntó Light colocando el bolso sobre la mesa – perdona si me siento aquí hoy – sonrió con nerviosismo, esperaba que el pelinegro no se diera cuenta de su pánico momentáneo – mucho gusto
− ¿Eres…? – Ryuzaki no salía de su entumecimiento, estaba pasmado en la silla sin poder moverse.
− ¿Nuevo? – preguntó Light riéndose un poco – parece ser que no escuchaste mi presentación – le extendió la mano, en el dorso de ella, había un tatuaje que se había hecho cuando aún estaba en prisión. Uno de sus locos compañeros había contrabandeado una máquina portátil por un día con los guardias; todos habían pagado por hacerse uno. El suyo, era un cuervo que perdía sus plumas – Kurose Yami, un placer.
− ¿No nos hemos visto antes? – preguntó cuándo Light ya estaba sentado a su lado.
− Es probable – rio un poco sacando su cuaderno – con mi padrastro solíamos viajar mucho, quizá haya pasado lo mismo que con Akira-kun − la profesora había comenzado a hablar acerca de su clase – nos conocimos en el metro.
− Puede que haya sido eso – se quedó observando fijamente su cuaderno. La conversación finalizó y Light comenzó a prestarle atención a la clase.
La clase había resultado mucho más simple que la anterior, la profesora se limitó a exponerles viejos casos de asesinos seriales, en los que cada asesino tenía su propia marca personal en el cadáver. Para Light, no era difícil identificarla, muchos de esos asesinos, podría haber sido considerados principiantes, al tratarse de Beyond o de él mismo. Sin embargo, las cosas salieron levemente de su control, en el momento en que, ella pidió que los estudiantes le diesen un criminal para identificar su marca.
− Yo creo, que deberíamos ver alguno de los cadáveres asesinados por Kira – dijo una chica al frente. El corazón de Light se aceleró y comenzó a sentir leves nauseas – tengo entendido que incluso para los detectives, fue muy difícil identificar su marca.
− Hacia un tiempo que mis alumnos no me pedían un ejemplo con ese nombre – necesitaba salirse de esa clase. Ryuzaki estaba atento a cualquier movimiento, Light lo notaba. Había estado durante toda la clase mirando su cuaderno, inspeccionando su tipo de letra, sus errores, su forma de escribir. Pero era algo que ya había esperado, así que se había limitado a escribir en una perfecta letra curvada, con alguno que otro error en la escritura − supongo que la noticia de su muerte aún resuena en las cabezas de todos.
− ¿Usted cree que no haya muerto? – la clase se estaba tornando peligrosa, por muchos cambios que hubiese tenido, Light tenía un mal presentimiento con respecto a su aspecto. Un movimiento en falso y todo habría acabado, Higuchi lo mataría antes de que llegase a abrir su boca para acusarlo.
− ¿Por qué preguntas eso Ryuzaki? Creo que su muerte fue bastante detallada – mencionó Akira intentando no mirarle de reojo.
− Yagami Light, era solo un niño, de vuestra edad aproximadamente – mencionó la profesora finalmente colocando las diapositivas – Sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad…
− Menos mal que murió, nos libraron de una escoria – mencionó un chico chasqueando la lengua.
«Si supieras que, desde este lugar, podría asesinarte con solo pensarlo» pensó Light aun observando la pantalla.
− Obviando su comentario, y continuando con la clase – la diapositiva cambió de ser una foto con una K, a ser un cadáver completamente tendido en el suelo – los cadáveres de Kira, eran encontrados todos en un lugar distinto del distrito de Kanto. Algunos pareciendo asesinatos comunes, otros con signos de gran tortura, y otros tantos que incluso se desconocía la causa de muerte – la diapositiva avanzó hasta mostrar esta vez el torso de un hombre, con una pequeña marca de inyectadora – cada cuerpo, tenía una pequeña y diminuta marca en la misma parte del cuerpo. Todo parecía indicar que era algo premeditado, ya que, en cada cuerpo, solo había 3 cm de distancia del corazón a la inyección.
− ¿Por qué a 3 cm? – preguntó una chica sentada al frente de Akira.
«Eso es obvio, en el corazón, no hubiese podido surtir efecto completo la inyección que colocaba, le hubiese perforado el corazón en menos de un instante»
− Creo que esa razón, se la llevó el asesino a su tumba.
Por fortuna, la hora de esa clase, terminó con esas palabras. Light estaba dispuesto a tomar rápidamente sus cosas y marcharse como cualquier otro estudiante común, sin embargo, Ryuzaki, no tenía planeado dejarle hacer eso. Con un movimiento de su mano, le dejó sentado en la silla, esperando que el salón se vaciase, incluso la profesora había salido, cuando por fin le había soltado la muñeca.
− Deja de mentir Light – susurró sometiéndolo contra el escritorio.
− ¿De qué demonios hablas Ryuzaki? – necesitaba mantener la actuación y no lanzársele encima directamente para asesinarlo. No podía darse la libertad de perder esa identidad, quizá si lograba hacer un asesinato perfecto, sin ningún tipo de evidencia, Higuchi le dejaría marcharse − ¿Quién te crees para montárteme encima?
− ¿Acaso crees que soy idiota Light? ¿Qué no vi la forma en que reaccionabas cuando hablaban de tus casos? − «Está jugando con tu mente» se repetía una y otra vez en su cabeza Light. En ningún momento de la clase había hecho ninguna expresión, sabía que él lo hacía para hacerle confesar, lo había visto ya muchas veces. No iba a caer en ese juego.
− ¿Puedes dejar de llamarme Light? Mi nombre es Yami, por si no terminó de entrarte en la cabeza cuando nos presentamos en clases – intentó levantarse y quitárselo de encima – Kurose Yami, no lo olvides ¡Eh! Mira que venirme a confundir con un asesino serial.
− No te creo, eres Yagami Light.
− Mira, ¿por qué mejor no vamos a tomarnos un café y solucionamos todo esto? Así nos conocemos y por fin, te aprendes mi nombre – sugirió finalmente librándose del agarre de Ryuzaki – entiendo que puede haberme parecido un poco a Yagami, pero cualquiera puede parecerse.
− De acuerdo Kurose Yami, veré que tienes por decirme.
“Las mentiras se siembran, depende de nosotros qué tanto las dejemos crecer”
Llegaron a una cafetería que se encontraba dentro de la universidad, parecía ser un centro de reuniones estudiantiles, a pesar de eso, les fue fácil encontrar un asiento lo bastante alejado y comenzar a hablar acerca de mi vida.
− Nací un 15 de marzo hace ya 22 años – no era necesario inventar todo eso, solo bastaba con recordar el monólogo que me había inventado la noche anterior y había repasado durante todo el día – nunca conocí a mis padres, por lo que viví toda mi infancia en un internado en Kansai.
− ¿Kansai?
− Así es, de Osaka – prosiguió a relatar su monólogo – mi padre me adoptó cuando yo tenía 10 años. Muchos allí pensaron que ya nadie me iba a adoptar – forzó una risa y dio un sorbo a su dulce café – Desde ese momento, estuvimos viajando muchas veces por todo Japón y regresamos hace unos meses a Osaka.
− ¿Por qué te trasferiste aquí? – preguntó él observándole perspicaz.
− Mi padre fue trasladado nuevamente de su empleo – dio un vistazo a su celular para revisar la hora – al cual, por cierto, debería de avisarle que ya terminé mis clases del día.
− ¿Has tenido algún tipo de accidente en los dos últimos años? – Hacía un año aproximadamente que su muerte había sido confirmada en la televisión, Higuchi incluso le había dado una copia del acta de defunción y los informes policiacos que había conseguido. Ryuzaki estaba buscando algo que le indicase que todo eso era una mentira, en todo caso suya o de las personas que, según él le habían “adoptado”
− Para nada, soy una persona muy sana, quizá algunos problemas menores como los que podría tener cualquier adolescente – le enseñó una marca en su pierna que se había hecho en la cárcel. Nadie sabía de esa marca más que él y aquel hierro – solo tropiezos menores, soy muy torpe.
− ¿Te molestaría si te llevo conmigo a mi casa para que continuásemos esta conversación? – Light hizo señas de ver su reloj y desilusionarse por la hora.
− Espero me disculpes, pero mi padre suele preocuparse mucho por mí – soltó una carcajada – esta mañana incluso me ha traído… Se molestará si voy a la casa de alguien a quien acabo de conocer.
− A pesar de esto, le contaste parte de tu vida a ese recién conocido – se llevó el pulgar a la boca – eres alguien curioso, Yami Kurose.
− Seremos compañeros de mesa a partir de ahora ¿no? – preguntó marcando el número de Masako – Hola papá, ya terminé mis clases. Me había quedado hablando con un amigo.
− Voy por ti ahora. – respondió con simpleza el otro y colgó el teléfono.
− No entiendo por qué termina preocupándose tanto – Ryuzaki había tomado su bolso con desgana y dado un último bocado a su brazo gitano. «Nunca va a cambiar, siempre comiendo todo dulce»
− Bueno Kurose-kun, nos vemos luego…
− Disculpa, me podrías dar tu número de teléfono – sabía que no tenía, sin embargo, para dos jóvenes de su edad, era común intercambiar información de contacto.
− No soy fanático de los aparatos electrónicos – susurró pasando por su lado – eso lo sabes Light−kun.
Así, se fue, dejándole con la palabra en la boca. Demostrando que, a pesar de todo su teatro, Ryuzaki no confiaba en ninguna de sus palabras. Eso era malo, necesitaba convencerle de que no era Yagami Light. Necesitaba asesinar a Ryuzaki y no dejar ningún rastro de que hubiese sido él. Por ahora, debía hablar con Higuchi, nunca había subestimado a su exnovio (*), sin embargo, la información acerca de su muerte y de cómo había sido revelado el caso al mundo, era desconocida para él.
Mientras tanto, se dedicó a esperar atentamente a la llegada de Masako, necesitaba realizar la llamada cuando antes, en un lugar seguro y libre de oídos curiosos. Su primer día había sido agotador, a pesar de haber esperado un encuentro más ligero con Ryuzaki, las cosas habían sido aceleradas, le urgía planear las cosas con mayor determinación.
En cuanto recibió el mensaje de su “padre” caminó directamente hacia la entrada de la universidad.
− El muy idiota lo sospecha – declaró cerrando la puerta del vehículo.
− Habrás sido tú, el idiota que no supo cómo no ser tan claramente obvio – Masako le tendió un envase de plástico, con lo que parecía ser su almuerzo – si gustas te llevaré con el jefe ahora mismo.
− Dejemos las cosas así por ahora, – destapo su almuerzo y comenzó a comer, estaba realmente hambriento a pesar del café anterior – si en algún momento llego a sentir que las cosas escapen de mis manos, iré… por ahora, me conformo con una llamada – el otro le observó expectante. Parecía que todos estaban pendientes de la batalla que en adelante se desataría. Light no tenía intención de ser perdedor.
− De acuerdo, es mejor que esperes a llegar al apartamento.
− Sin embargo, padre – objetó irónicamente – considero que lo más apropiado, sería que tú me hablases un poco más acerca de mí muerte.
− ¿Qué quieres que te diga? – aún faltaba un tramo de camino, y su comida tampoco estaba finalizada.
− ¿Existe alguna duda en que yo, pueda estar muerto?
− El señor se encargó de comprar todos los testigos, conseguir una víctima similar a ti y que las cosas pasaran – se detuvo en un semáforo y le observó con desgana – las fotografías fueron lo único publicado al público. En cuanto a tus análisis sanguíneos, todo fue correctamente falseado.
− ¿Entonces cómo demonios sugieres que él esté tan seguro de que soy Light? – ya había terminado de comer, con todo y envase cerrado, había comenzado a gritar exaltando a las únicas dos personas en el automóvil.
− No lo sé, no es mi trabajo darte charlas instructivas. Mucho menos hacer el papel de padre y orientarte por la vida − «Jamás había querido decir eso» pensó fulminándole con la mirada – Solo soy un simple guardaespaldas con habilidades culinarias.
Ya habían llegado al apartamento. Light básicamente corrió desde allí hasta su habitación y se encerró por completo. Necesitaba pensar, idear un plan, tener una base más específica. Había subestimado a Ryuzaki y sus juegos mentales, le había subestimado con todo eso de sus palabras y mentiras. Ahora, después de llamar a Higuchi, solamente quería tener sus 26 planes, cada uno para cada letra del abecedario.
− ¿Light? – preguntó aquella voz que tanto detestaba – Es extraño recibir llamadas de ti, y menos al segundo día de tu liberación. Akira me ha dicho que has actuado perfectamente en la universidad… Pero cuéntame ¿cómo te ha ido con Rue?
− Maldito engendro, sabías que me reconocería – no podía evitar insultarle, gritarle, odiarle. Había cambiado de carcelero, de cárcel, de reglas; seguía estando atrapado, lo sabía – Fue por eso que me lo pediste a mí y no a tus miles de asesinos regados por el país. Dime desgraciado, ¿acaso te excita escucharnos pelear?
− Cuida tus palabras niño, recuerda que, así como te saque, te puedo volver a enviar al infierno – Ya no le importaba dónde se encontrara, todo lo que hacía y haría, sería por su propio acometido de asesinar a Ryuzaki, su propia venganza – Por lo que he visto, parece que volverle a ver te ha debilitado, no sé qué ha pasado con el psicópata que elegí. – había tocado un punto débil, era cierto, el ver a Ryuzaki nuevamente le había envuelto en una membrana nerviosa, donde no era consciente completamente de lo que hacía o decía.
− No me tientes Higuchi, sabes bien que si por mi fuese acabaría con tu vida en un cerrar de ojos...
− ¡Eso es! ¡Esa es la tenacidad por la que estoy pagando! – parecía como si estuviese aplaudiendo al otro lado de la línea, era asqueroso, todo lo que simulaba trabajar para ese hombre, era asqueroso.
− Deshazte de las niñeras – exigió con un tono suave y pausado en su voz, si Higuchi quería un psicópata, eso tendría. Las cosas se harían a su modo.
− Me temo que no puedo hacer eso Light-kun – susurró como si realmente estuviese arrepentido – Si lo hiciera ¿Quién me mantendría al tanto de tus logros? ¿Qué pasaría si decides escapar?
− No seguiré tus juegos desgraciado, las cosas, se harán a mi manera.
Así, con la rabia quemándole las venas y derritiendo su piel, colgó la llamada y lanzó el celular ocasionando que rebotase contra las paredes. Odiaba esto, odiaba haber sido cegado por su ira, aceptando un trabajo en vez de haber seguido actuando a su manera. Haber visto a Ryuzaki le había descolocado, había abierto viejas heridas, y hecho sangrar algunas más recientes. No podía darse el lujo de caer, después de todo, de eso dependía en ese momento. Por mucho que quisiese simplemente tomar una maldita pistola y explotarle la cabeza, o torturarle hasta que no supiese ni su nombre, tenía un trabajo; un futuro, una meta.
“Dicen que los corazones rotos, son los que albergan más odio en su interior”
“− «¿Llegarías a traicionarme alguna vez?» – le había preguntado un día, mientras veía -animosamente el cielo despejado
− «Si eso llegase a pasar, me torturaría la cabeza tan fuerte, que acabaría muriendo luego de hacerlo» − le había respondido mientras depositaba un suave beso en su cabeza, en su lacio cabello castaño.
No podía haber cosa más perfecta que su amor, o momento más perfecto que ese, se amaban con la locura que conllevaba el amor, con el deseo y la lujuria que se incluye. Con la entrega que corresponde a la lealtad. Se amaban.”
Su único error había sido, preguntar: “Aun si pensaras que era lo correcto”