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Blue Bird por KittieBatch

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Notas del capitulo:

Si en algún momento desean contactarme pueden buscarme en Twitter como @KittieBatch será un gusto platicar con ustedes.

Mycroft no creyó jamás en el destino o en las casualidades, sin embargo su vida estaba tomando un rumbo desconocido, todo comenzó esa misma tarde. La reunión que sostendría con la CIA fue relativamente rápida, aunque sería una de tantas que sostendrían en esa semana los resultados se empujaban a favor de su causa, resultaba casi tan fácil como quitarle un dulce a un niño… Un niño, justamente uno de esos seres pequeños y pegajosos lo puso a dudar de sus propias creencias.

 

Esa tarde decidió pasearse por Central Park, en el hotel le dijeron que era el mejor sitio para salir a correr y él lo necesitaba, tras ponerse la ropa deportiva se dirigió al sitio para empezar su rutina de ejercicios, su buena disciplina lo enorgullecía, un buen inglés debía ser disciplinado, eso lo separaba kilómetros de esos estúpidos yankees.

 

Aunque el aroma a comida chatarra inundaba las calles de esa ciudad, en Central Park todo parecía tomar un tono más relajado, se lograba aspirar el aroma a los árboles. Recordó su país. Ciertamente las personas del hotel tuvieron razón al recomendar el sitio, personas de todo tipo y a toda hora se ejercitaban, la mayoría con los auriculares puestos ignoraba la existencia de los demás inmersos en sus propios asuntos. Él no era diferente, corría vaciando la mente, relajándose. Una hora y tuvo que parar, se sentía a punto de desfallecer, jamás había corrido tanto, como si huyera de algo, más bien de alguien. A medida que corría llegaban los viejos recuerdos de aquella relación fallida junto a él… No, ya no decía su nombre, comprobó que llamarlo con un nombre lo volvía real y lo último que necesitaba eran los viejos fantasmas danzando en su cabeza impidiendo que viera con claridad. “Sentir es una debilidad” se recriminaba mientras corría huyendo de aquel rostro que sonreía y juraba amarlo.

 

─No me vas a distraer─ murmuró sobándose la cabeza, quizás fue demasiado por ese día. Eran las cuatro y la necesidad de beber té lo devolvió a la realidad, debía volver al hotel. Meditaba sobre ello buscando regular su respiración cuando aquel niño que vio en Madison Avenue apareció junto con el que supuso ahora era su cachorro.

 

─¿Está bien señor?─ le susurró en un perfecto acento británico que sorprendió al hombre.

 

─Sí, gracias─ fue lo único que pudo contestar, él no solía tener contacto con niños así que realmente no sabía qué palabras usar con el pequeño que lo observaba curioso.

 

─Mi papá es doctor─ dijo sentándose en la misma banca que Mycroft con el cachorro correteando su cola, el animal tenía puesto un abrigo un par de botas que él asumió eran para protegerlo del frío y la nieve. ─Y me está enseñando primeros au.. aux.. ¡auxiiilios!─ dijo festejando lograr articular aquella palabra tan complicada para un niño de su edad, tendría ¿cinco, seis? ─Si se siente mal yo lo puedo curar─ dijo inocente sonriendo y aunque Mycroft quiso devolverle la sonrisa aquel gesto en la cara del niño le resultó idéntica a la de aquel hombre. Eran los mismos hoyuelos en sus mejillas, eran los mismos labios estirándose, era él…

 

Había enloquecido por completo, veía fantasmas donde no los había, o eso quiso creer, aunque aquel niño le resultaba tan familiar, como si lo conociera desde hace tanto… Si él y yo hubiésemos tenido un hijo… y la frase murió siendo interrumpida por la voz de un hombre que parecía llamar al niño.

 

─¡Evan! ¡No me des esos sustos!─ a ellos se acercó un hombre rubio que parecía realmente preocupado por el niño. Mycroft le dio una mirada y supo que se trataba de un médico, claro, el niño dijo que su padre era médico. Y el alivio cubrió a Mycroft, ese niño tenía un padre y posiblemente una madre u otro padre que nada tenían que ver con aquel hombre.

 

─¡Papá!─ saludó el chico volviendo a exhibir esa enorme sonrisa ─Este señor tenía cara de morirse y lo quería ayudar… no le digas a papi─ el niño hizo un puchero y sus preciosos ojos verdes se iluminaron chantajeando al que sería su padre, su expresión se reflejó en un par de ojos completamente iguales que lo miraban con desaprobación.

 

─Hablaremos esto en casa─ suspiró vencido por el chantaje infantil y Mycroft solo pudo asombrarse de la facilidad con que el hombre cedió dejando su idea de castigar al niño. ¿Eso hacían los buenos padres? Él no tenía recuerdos muy gratos de su infancia, cada mala acción ameritaba un castigo ejemplar por parte de su padre… ─Señor ¿Se encuentra bien? Se ve pálido─ el hombre ahora lo observaba preocupado.

 

─Sí, quizás solo me hallo un poco fuera de forma─ mintió esperando que se marchara, no le gustaba inspirar lástima y menos de un completo yankee, aunque ahora tenía curiosidad del porqué el niño hablaba como inglés si su padre era tan ordinario como todos en ese país.

 

─Soy Stuart Hill, pediatra del Mount Sinai Hospital, que casualmente está cerca de aquí, si se siente mal puedo llevarlo para que lo evalúe alguno de mis colegas─ dijo extendiendo la mano para presentarse correctamente.

 

─Un gusto, Mycroft Holmes─ estrechó su mano sintiendo algo extraño, una sensación de alerta lo recorrió por un segundo abandonándolo con el alma confundida.

 

─Yo soy Evan y ese es Totto─ dijo el niño extendiendo tambien la mano imitando a Stuart tras señalar al cachorro que ahora bostezaba intentando no dormirse sentado.

 

─Es un placer conocerte Evan─ sus palabras se oyeron tan amables que él mismo se asustó, jamás se creyó capaz de sonar tan dulce, incluso con su hermano el trato era duro.

 

─Le recomiendo un chequeo general para descartar cualquier enfermedad o malestar, tome─ el rubio entregó su tarjeta al pelirrojo que aún estaba confundido ─si desea ir al hospital diga que fui yo quién le refirió y le atenderán de inmediato. No me lo tome a mal pero se hace tarde y si no llego a casa con el niño temprano su papá enloquecerá, tiene un carácter muy especial, usted entiende cómo pueden ser de sobreprotectores los omegas con sus bebés.

 

─Comprendo─ dijo aunque realmente él no entendía, no sabía cómo podían ser los papás con sus hijos, él no tenía hijos y tampoco pareja, él no tenía vida amorosa, él no tenía nada. ─Gracias por su ayuda y también a ti Evan, cuídate.

 

─Gracias, ¡adiós señor!─ el niño se despidió saltando a los brazos de su padre abrazándose a él escondiendo su carita roja por el frío en su hombro, el hombre lo tomó como si de la joya más valiosa se tratara, y junto al cachorro que caminaba jalado por la correa se alejaron. Mycroft se sintió celoso por primera en seis años.

 

Hace mucho él deseó justo lo que aquel hombre tenía, una familia. Seguramente tendría un maravilloso esposo esperándole en casa, un hijo que lo amaba, todas las noches cenarían en familia y tras haber bañado al niño y contado un cuento se acurrucaba junto a su pareja y bajo las sábanas se reconocían, dormirían abrazados dichosos de esa vida juntos y al abrir los ojos un cuerpo tibio dormitaría junto a él, se besarían animadamente dándose los buenos días y mientras hacía el desayuno su esposo prepararía al niño para el colegio. Tras un desayuno en familia donde hasta el cachorro participaba, partirían a dejar al niño a clases y ellos irían al trabajo. Por la tarde pasarían tiempo como familia y en sus días libres irían a comer o al parque, quizás alguna fiesta infantil o un festival en la escuela dónde el niño sería la estrella. A veces irían a compromisos sociales por la noche y entonces una niñera cuidaría al pequeño mientras él exhibía a su flamante y hermoso esposo ante sociedad. Se sonreirían toda la noche y al llegar a casa dormirían abrazados y al despertar quizás se amarían lentamente, disfrutando el cuerpo del otro, pronto desearían tener otro hijo y cada noche sin falta el hombre acariciaría a su esposo llenándolo de su esencia buscando formar nuevamente otra vida que solo los uniría más…

 

Un quejido escapó de los labios de Mycroft mientras los pensamientos pasaban por su mente, descubrió que todo aquello fue lo que siempre soñó tener junto a él… cada detalle, cada momento. Quiso tanto casarse con él, tener hijos y amarlo todos los días de su vida, adorarlo hasta que fuese humanamente imposible. Aún con el tiempo sabía que si algún día volvía a encontrarlo su corazón se derretiría al verlo, porque nunca dejó de amarlo, nunca podría olvidar ese amor que se llevó lo mejor de sí. Sin embargo no albergaba muchas esperanzas de volverlo a ver y tampoco que él aún sintiera algo, las razones por las que desapareciera quizás fue que había otra persona, alguien mucho mejor, menos complicado que un buen día se ganó su corazón y lo convenció de dejar todo, porque, al final, eran jóvenes. Él podía disfrutar de su vida sin atarse a un engreído que tenía planeado cada segundo de su futuro.

 

Ahora eres feliz, seguramente tienes una familia con alguien que no tenía miedo de vivir, ¿tienes hijos? ¿Lo amas? ¿Él te ama? ¿Me extrañas…? ¿Dónde estás?

 

El congreso se había cancelado a última hora, por problemas logísticos decían algunos, porque los encargados de las ponencias tenían resentimientos decían otros, sin embargo a Greg le pareció una fantástica noticia puesto que en esos momentos necesitaba poner atención al intento de relación sentimental que llevaba con Stuart. Tras aquel primer beso en la cocina habían despertado sentimientos que creyó no volvería a sentir, más allá del deseo que podía sentir por él rubio se halló añorando su presencia todos los días en su vida. Hacía mucho que Stuart se integró a sus días,  viéndolo desde fuera ellos eran una especie de pareja sin sexo, su hijo estaba tan acostumbrado a él que supo porque le llamaba “Papá” o sonreía orgulloso cuando hacían algo juntos, los tres como una familia… estuvo ciego incluso a sus propios sentimientos que no se dio cuenta cuando empezó a sentir un cosquilleo en el estómago con tan solo saber que él estaba cerca.

 

Era tiempo, lo sabía, aquel amor ingrato que lo rechazó y a hijo que llevaba en su interior ya no sería un fantasma en su vida, quizás hace mucho que no lo era. Al concentrarse tanto en ser un buen padre no se dio cuenta que su niño crecía con alguien que gustosamente y en silencio ocupó el lugar que su verdadero padre no quiso. Stuart se desvivía por Evan y por él mismo, ahora lo entendía todo. Quería a Stuart más allá de la simple amistad que habían mantenido los últimos seis años.

 

Esa mañana habían conversado sobre ello, cuando el niño estuvo en el jardín de infantes y ellos tomaron el día para poner su vida en orden, en la charla el rubio por fin fue sincero con Greg, tan sincero como pudo. Le explicó que aunque al inicio tuvo que ver con algunas personas, a medida que lo conocía no pudo evitar dedicarle cada minuto de su vida. Sin saberlo se involucraba más con él, y un buen día se dio cuenta que tenía sentimientos hacia él.

 

─No te dije nada porque podrías alejarme, llevo años amándote, lo supe en la fiesta del tercer año de Evan, cuando ambos sosteníamos al niño y soplamos las velas por él, aún llevo en mi cartera esa foto, a veces la miro y pretendo que estoy contigo y me dejas ser el padre de Evan, Greg… déjame entrar a tu vida y no como el amigo que he sido todo este tiempo, dame la oportunidad de conquistarte, de amarte y ganarme tu amor─ dijo Stuart acariciando las manos de Greg que sostenía entre las propias, sus ojos brillaban casi suplicando, deseando recibir un rayo de esperanza. Y para Greg la respuesta no era difícil.

 

─Viste los primeros pasos de mi hijo, sus primeras palabras, te desvelaste conmigo cuando pasó la noche sufriendo a causa de la fiebre─ dijo y tuvo que parar un segundo porque su voz comenzaba a volverse quebradiza, ahora su corazón estaba listo para volver a amar. Sabía que Evan no se opondría y él no lo hacía solo por darle un padre a su hijo, lo hacía porque quería a Stuart, lo quería como el hombre que era. ─Sin darme cuenta eres el padre de Evan, lo fuiste desde el momento en que lo cargaste y él durmió tranquilo en tus brazos… Stuart, me rompieron hace mucho tiempo, cuando llegué a este país estaba en pedazos, aquel hombre simplemente se dio la vuelta y renegó de mí y del que considero fruto si no de nuestro amor, al menos del amor que yo le tuve. Un buen día dejé de sentirme muerto por dentro, ya no me sentía vacío porque tengo a mi hijo y te tengo a ti, cada día desde que te conocí me has enseñado a sonreír. A ver el lado bueno de la vida… Stu, si no fuese por ti no lo habría logrado, siempre he dicho que soy un padre soltero pero en realidad has estado junto a mi todo este tiempo, no lo he hecho solo… nunca estuve solo…

 

Y entonces Greg se quebró, veía su vida pasar y allí estaba él, siendo amado por alguien que nunca recibió nada a cambio, ese hombre que ahora lo abrazaba y le susurraba Tranquilo fue capaz de dar todo por él con tal de verlo feliz. No vivía más en aquel pasado, tenía un buen futuro, uno que quería compartir con Stuart Hill, sabía que el calor que abrigaba su corazón era eso que sentía por él.

 

─Te quiero Stu… no sabes cuánto y apenas me doy cuenta─ sollozó y el hombre sonrió agradecido acunándolo en su pecho, era un milagro del cielo que lo único que tanto deseaba se volviera real. Greg Lestrade le decía que lo quería, era suficiente para él, porque para él saberse importante para el castaño era lo mejor que su vida tuvo.

 

La puerta se abrió sacando a Greg de los recuerdos, entró Stuart seguido del cachorro, Evan parecía estar plácidamente dormido en los brazos del hombre, sus mejillas estaban heladas por la ventisca que comenzaba a azotar la ciudad. Totto corrió a su improvisada cama cerca de la ventana de la sala y Greg llegó al encuentro de los recién llegados. Con cuidado tomó a Evan de los brazos del rubio y lo llevó a su habitación dejándolo arropado en la cama, calientito, seguro.

 

Al volver a la sala halló a Stuart quitándose el abrigo y peleando con Totto para que no ladrara a la nieve que caía a través de la ventana, se acercó a él y en un movimiento rápido le robó un beso, fue corto y suave pero lo suficiente para que el otro lo tomara por la cintura dispuesto a no dejarlo ir, ese era el segundo beso que compartían pero no quiso esperar otro día de por medio para volver a probar sus labios. Aprisionó sus labios y esta vez profundizó el beso comunicando con el jugueteo coqueto de su lengua con la contraria que necesitaba y quería hacer eso una y otra vez, no se cansaría de morder esos labios, de acariciarlos con los propios mientras sus manos acariciaban la espalda de Greg bajando eventualmente al inicio de sus caderas.

 

─Hola Stu─ dijo Greg cuando tuvieron que separarse por la falta de aire y el rumbo pasional que estaba tomando la situación.

 

─Hola Greggie─ Stuart sonrió sin soltarlo, disfrutaba tener el cuerpo del hombre cerca, su calor, su aroma. No quería ir demasiado rápido, tampoco quería hacerlo de esa manera pero le era imposible controlar el deseo que le provocaba tenerlo tan cerca sabiéndose su casi pareja. Y no es que no hubieran oficializado nada, eran novios apenas esa mañana y aunque era una gran noticia para Stuart faltaba algo y ese algo estaba ligado al hecho que su petición no fue nada romántica, pero aún estaba tiempo de remediarlo.

 

─¿Qué tal el parque?─ Greg preguntó sin siquiera molestarse en alejarse, le gustaba esa cercanía.

 

─Comió un perrito caliente y jugó con Totto hasta que los dos no podían ponerse en pie.

 

─Eres de lo peor, ahora no querrá cenar─ suspiró fingiendo molestia, como única respuesta recibió otro beso.

 

─Hablando de la cena. ¿Me permite cocinar esta noche para usted?─ dijo esperando que su plan funcionara. Pensaba proponerle a él y a Evan esa noche que lo aceptaran oficialmente en su familia. Debía admitirlo, era un romántico chapado a la antigua.

 

─No se diga más, pero también debes lavar los platos─ de pronto aquella conversación era el vivo reflejo de su vida cotidiana desde hace tantos años con la diferencia que ahora estaban tan cerca. En realidad hace mucho estaban juntos.

 

─Hecho, ahora ¿puedo seguir besándote? No hay congreso así que puedo tomarme mi tiempo para explorarte─ no esperó respuesta, lo volvió a atraer a sí y sus labios se unieron, besos, mordiscos y de pronto estaban en uno de los sofás comiéndose a besos, Greg se hallaba atrapado entre el cuerpo de Stuart y los cojines del sofá, pronto las manos de ambos estaban explorando el cuerpo del otro, y los labios del rubio estaban mordiendo la piel acanelada del cuello de Greg, arrancando gemidos que ahogaba con los labios apretados. Las manos traviesas del rubio acariciaron las caderas de Greg haciendo que el castaño jadeara dispuesto a dejarse llevar, ambos estaban por ceder cuando los teléfonos móviles sonaron, solo podía ser del hospital.

 

Ambos maldijeron por lo bajo obligándose a contestar, aún en esa posición tan íntima y con la respiración entre cortada atendieron. A cada uno se le informó que estaban invitados a la gala de la fundación “Niños del mundo” con la que trabajaron recientemente, sería la próxima semana. Aceptaron inmediatamente y cortaron la comunicación.

 

─Quizás deba empezar con la cena─ dijo Stuart separándose de Greg buscando toda su cordura para no volver a atraparlo con su cuerpo, esta vez no lo dejaría ir. Pero no era correcto, aunque esos gemidos ahogados fuesen lo más sexy que escuchara nunca.

 

─Claro─ dijo un muy agitado Greg que aún no salía de su asombro, honestamente se sentía como un maldito virgen, ¡tenía un hijo! Y los niños no nacen de las flores. En tanto tiempo era la primera vez que era tocado así, que era deseado con tanta fuerza, que alguien recorría su piel. El color no se iba de sus mejillas, de no ser por esa llamada ahora mismo… y el color llegó hasta sus orejas, tuvo que tapar su rostro para que Stuart no lo viese.

 

Su cuerpo aún ardía, esos labios eran todo cuanto pudiera desear, aún sentía las manos acariciando sus caderas, el cuerpo sobre el suyo presionándolo. Necesitaba más de él, pero era cierto que el sofá no era un lugar muy cómodo para estar con alguien. Además Evan despertaría en cualquier momento, definitivamente no era tiempo de tener intimidad.

 

─¡Papi!─ justo a tiempo la voz de Evan se escuchó, aún estaba adormilado, la siesta no le duró tanto como Greg creyó, así que tras arreglarse la ropa, porque después de cierto encuentro con Stuart no estaba tan presentable, acudió al llamado de su hijo. Evan quería usar las pantuflas del Pato Donald que Stuart le compró la semana pasada y no las veía por ninguna parte. Tras buscar un poco las hallaron en la sala, siendo custodiadas por Totto.

 

El aroma a comida recién hecha inundaba el apartamento para cuando Greg terminó de bañar a Evan, el niño había preguntado todo el baño si ellos se casarían, apenas iniciaban la relación y lo único que podría fallar sería que el sexo no fuese bueno, de lo contrario todo funcionaba bien. Aunque Greg le dijo que era demasiado pronto para saberlo tenía el presentimiento que sería así. En realidad eso era lo que deseaba, quería una vida normal, una familia…

 

─La cena está lista─ se oyó la voz de Stuart desde la cocina, también los ladridos de Totto que pedía su ración de filete.

 

La mesa estaba dispuesta tan elegante como era posible tomando en cuenta que se trataba de una improvisación, el menú relucía. Stuart sabía cocinar demasiado bien y Greg estaba pensando en delegarle la cocina. Evan sonrió al ver como de pronto el comedor de su casa parecía un cuento de hadas, su amiga Natalie le dijo una vez que su papi le hizo una vez una cena especial a su mami y en la mente creativa de Evan supuso que esa cena fue como esa que preparó Stuart.

 

Amablemente el rubio los acomodó en su sitio y tras servir la cena decidió hablar.

 

─Greggie, Evan… Yo… yo quiero pedirles algo─ habló nervioso, ambos le veían con curiosidad ─Evan, quiero preguntarte si me dejas ser el novio de tu papi.

 

El niño casi salta del gusto, era como un sueño, él siempre quiso que Stuart fuera el novio de papá y ahora le estaba pidiendo permiso. Él asintió. ─Si, te dejo pero lo vas a hacer feliz, feliz, feliz y le vas a dar muchos besos, porque aparte de mi nadie le da besos y los besos son buenos, te hacen sentir mejor cuando te duele algo… ─ a diferencia de lo que cualquiera esperaría Stuart no pudo contener las lágrimas. Abrazó al niño que correspondió alegre ante un Greg sonriente. Era la mejor propuesta que pudiese imaginar. No anticipó que Stuart se arrodillaría frente a él y extendería una caja con un anillo a él.

 

─No es de compromiso, aún es pronto… pero quiero que lo aceptes Como muestra de mi disposición para hacerte feliz cada día de tu vida, lo que quiero decir es que…─ él lo observaba esperando y Stuart no era capaz de pensar con claridad ─Greg Lestrade, ¿quieres ser mi novio?─ dijo por fin.

 

─Si─ se oyó la voz de Greg, lo atrajo a sí y lo besó, esta vez no fue pasional, el contacto fue tierno, dulce, una caricia. Un beso que atraviesa el alma y deja huella para siempre.

 

Evan saltó feliz, todos estaban felices. Era el inicio de un nuevo capítulo para la pequeña familia, oficialmente eran tres.

 

Sin embargo los nuevos capítulos traen designios inesperados y justo en el momento en que ellos se besaban al otro lado de Central Park, en su habitación de hotel Mycroft recibía la llamada de su madre para informarle que debía acudir a un evento junto a ella aprovechando que se hallaba en esa ciudad. La Gala de Los Niños del Mundo, ella era parte de la organización, siempre cuidó de otros niños, menos los suyos. Su padre no iría así que él debía acompañarla. Además era bueno para su imagen. Aunque no lo sería para su corazón. 


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